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Escamas de oro por 1827kratSN

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Reborn odiaba cuando la mirada burlona de Squalo, su venerable padre, se centraba en él. Pero tuvo que fingir no darse cuenta porque estaba más concentrado en golpear al primero que le hiciera una burla con respecto a las razones del castaño para quedarse en la villa, todo porque el muy estúpido dragón no sabía cerrar el pico y confesó su única condición para quedarse de forma indefinida.

Cuánto disfrutó de apretujar la cabeza de Skull contra el suelo, de colocar lombrices en el cabello de Lucy, de usar a Niji como objeto de prueba para sus nuevas flechas, o de atar a Colonello y colgarlo de la punta de un risco. Después de castigar a sus hermanas y hermanos un poco, los ánimos se fueron calmando, aunque sus hermanas seguían haciendo comentarios burlescos, pero eran más inteligentes y huían después. De todas formas, les dio una lección.

Sí, al menos algo valió la pena.

En realidad, más de una cosa valió la pena.

 

—No creí que eso del abrazo fuera en serio.

 

Se giró un poco para observar los cabellos castaños removerse con la brisa, aunque la mayoría estaban pegados a su espalda. Tsuna lo abrazaba por la cintura, recostándose parcialmente en su espalda mientras respiraba acompasadamente entre la corta siesta que tomaría. Se veía tan calmado de esa forma. Reborn negó, siguió afilando la punta de sus flechas, ignorando el agradable calorcito que desprendía el dragón en contacto con su piel, de vez en cuando acariciando las manos que le rodeaban la cintura, y después solo quedándose en silencio mientras apreciaba el cielo y escuchaba a las aves cantar.

Los abrazos siguieron siendo la condición del castaño, una excusa muy simple, una que Reborn inicialmente negó por la incomodidad que le causaba, pero después era él quien se acomodaba junto al castaño para tomar un respiro a media tarde, o quien aceptaba el dormitar en el nido del dragón junto con la figura humana o dragonaria de Tsuna. Se le hizo normal con el pasar de las semanas, y seguramente para todos los demás también.

En una sola ocasión alguien interrumpió aquel momento pacífico.

Squalo los descubrió en una de esos descansos, y la razón detrás de todo aquello, salió a la luz.

 

—Te he dicho siempre que los dragones somos simples. No necesitamos mucho. Pero para el clan de ese niño —señaló al dormido dragón que disfrutaba de las caricias en sus cabellos dadas por Reborn, dueño del regazo que usaba como colchón para dormitar—, es aún más sencillo.

—¿De qué hablas? —Reborn se llenó de paciencia para afrontar esa plática.

—Ellos no tienen mucho contacto físico entre ajenos a sus familias —Squalo sonrió de lado porque Reborn pareció entenderlo—, y cuando lo hacen es solo porque aquella persona es en extremo especial.

—¿Que insinúas, padre? —siseó al final, hasta quiso llamarlo por su nombre.

—Digo que eres el único al que Tsuna pide abrazar o permanecer por más de cinco minutos en un contacto palpable —palmeó la cabeza de su hijo—. Felicidades, Reborn, te has vuelto la razón por la que este niño se quedará en estas tierras.

—Sabes que quiero algo más que ser simplemente su compañero de la siesta —sonrió con malicia hacia el albino quien le correspondió de la misma forma.

—Lo sé —se levantó—, y espero que te apures… porque los meses siguen pasando.

—¿No te opones?

—Me cae bien el niño —miró al castaño que tenía el sueño pesado—, y mejor para mí si se quiere quedar como protector de estas tierras.

—Eres un desgraciado a veces —rio bajito—. Mira que ceder a tu hijo como premio por la ayuda de un dragón.

—No veo que te estés quejando, mocoso altanero.

 

Con autorización o sin ella, de todos modos, Reborn hubiese tomado el control de lo que pasaba con aquel dragón despistado e idiota, porque desde hace tiempo se dio cuenta que, si quería algo más que una amistad con aquella bestia, tendría que ser él quien iniciara eso de una maldita vez. Y si bien necesitaba seguir en su labor de protector terrestre para su familia, combinó aquello con los largos paseos con el castaño, quien podía quedarse en silencio sin incomodarse o ser un orador sin freno al que no le importaba ir por allí gruñéndole a los depredadores solo por diversión.

Su primer paso fue una sola prueba, para saber qué tanto debería esforzarse para que Tsunayoshi entendiera sus intenciones. Empezó con algo más de contacto prolongado, percibiendo que no era rechazado y que el castaño disfrutaba de la compañía cedida. Muchas veces fingió dormitar con su cabeza pegada a la del castaño, en otras le tomó de la mano con la excusa de guiarlo por un nuevo sendero, y en unas pocas, abrazó a Tsuna por la espalda cuando se disponían a dormir en el nido del dragón.

 

—Si tienes frío, solo avísame —Tsuna sonrió—. Puedo aumentar un poco más mi calor corporal.

—Estás relleno de fuego ¿o qué? —se burló, pero a la vez se acomodó para que la mayor parte de su cuerpo se juntara con la del castaño.

—No —rio bajito—, pero mamá solía decir que nuestros ancestros se alimentaban de lava.

 

El resto simplemente se dio.

El primer beso que Reborn le cedió a ese castaño, fue corto y sutil, sin cerrar sus ojos para ver la reacción completa del niño, sonriendo al comprobar que podía avergonzar a esa bestia y dejarlo sin habla. Terminó riéndose al repetir el contacto sobre aquellos labios y sentir la magia revolotear a sus alrededores debido a la confusión del castaño por aquel beso —el dragón pareció perder el control de su trasformación y dejó aparecer sus alas—. Y después, poco a poco, siendo cuidadoso a veces, la ninfa masculina empezó a ganar terreno en un campo desconocido hasta para él mismo.

Ya no había peligros recurrentes. Ya no había que estar más alertas de lo necesario. Se debía ser precavido pero los deberes no eran tan rígidos como antes. Por eso Reborn tomó su tiempo para quedarse a solas con Tsuna y explicarle lo que estaba pasando entre ellos dos. No fue fácil, obviamente, porque para esa pequeña mente lo más cercano a las relaciones entre las personas se basaban en las peleas infantiles o las veces en que su madre le sonreía a su padre.

Los dragones eran simples, algo lentos e idiotas, pero sencillos. Tsuna no entendía sus propias emociones, Reborn se divirtió con eso, sintiendo que se aprovechaba de la amabilidad ajena. Pero cuando todo quedó claro, las cosas fueron más agradables.

Los besos se volvían largos y frecuentes, las caricias amables y repetitivas, las risas sinceras en medio de sus descansos eran comunes, el dormir juntos en un nido algo más elaborado por el dragón se volvió algo cotidiano, Reborn llegó a pasar más tiempo en el nido de Tsuna que en su propia cabaña. Las muestras de afecto se volvieron más desinhibidas, hasta el punto en que todas las villas ya sabían del porqué un segundo dragón rondaba por sus tierras con intención de quedarse hasta que la muerte tocara su puerta.

 

—Hoy no iré contigo, Reborn.

—¿Algo más que hacer? —dudó por aquella negativa, así que preguntó por curiosidad.

—Nada extraño —se rascó la mejilla—, solo que… debo hacer algo... muy lejos de aquí.

—Bien.

 

Reborn le dio espacio al dragón, sin interesarle mucho el trasfondo porque era cierto que tenían vidas más allá de la relación que estaban construyendo, él se centró en las manadas de ciervos que debía guiar al sur. Tal vez si hubiese escuchado a su presentimiento se enteraría de lo ocurrido con el castaño, pero lo descubriría tarde o temprano, porque desde hace un tiempo todo lo que involucrara al castaño dragón era de su esencial interés.

Fue a mediodía cuando se dio un respiro de sus labores, dándose cuenta que sobre el cielo no sobrevolaba Tsuna como siempre hacía para ayudarle en las tareas de esas tierras, y se extrañó. Le preguntó a sus hermanas y hermanos por el castaño, nadie lo había visto, y tuvo que soportar hasta el final del día, cuando mudó la manada de ciervos, como para volver a casa y hallarse con la sorpresa de la repentina desaparición de aquel dragón.

Nadie sabía de él, nadie…, excepto el otro poseedor de tan fino olfato.

 

—¿Dónde está él? —Reborn miró a su padre, enfrentándolo en la cabaña del dragón protector.

—Lejos —siguió comiendo con tranquilidad—, pero volverá en un par de días.

—¿Por qué se fue?

—Cosas de dragones, pero tranquilo, volverá con bien.

—¿Alguna tarea de dragones idiotas que cumplir?

—Una muy importante —Squalo sonrió de lado, divertido al recordar lo que le explicó Tsuna—, y no te quieres enterar, mocoso.

—Yo lo juzgaré —se cruzó de brazos.

—Te necesito ayudando a todos aquí. Así que esperarás a Tsuna pacientemente.

—Habla, padre —exigió sin mucha paciencia, porque no le gustaba que le ocultaran cosas.

—¿Y qué harás después de que te lo diga? —rio bajito, divertido por aquella rara reacción de su hijo— ¿Buscarlo? ¿Aun cuando él no quiere que lo hagas?

—Cuido lo que es mío —frunció el ceño—, ahora, por favor, dime qué ocurre.

 

Reborn tuvo que caminar hasta el extremo oeste de sus tierras, al borde de una cascada y un enorme lago que alimentaba a las vastas llanuras de su territorio. Tuvo que transitar la región que protegían sus otros hermanos y seguir aún más lejos, pisando por primera vez una sección sin dueño. Jamás se sintió tan incómodo, porque en su naturaleza no estaba salir de sus dominios. Pero lo hizo, porque quería buscar a Tsuna.

Dio un paso dudoso en el suelo que no era su territorio, tierra inhóspita que ocupaban animales sin dueño, una zona muerta que humanos no deseaban pisar debido al inclemente clima frío. Ni siquiera seres con magia se aventuraban por allí, ya que empezaban las montañas rocosas y de difícil acceso. No había mucho alimento, y la tierra era casi estéril, por eso casi nadie osaba cruzar esa zona. Poco le importó, solo supo que después de caminar un rato llegó a una cueva entre dos colinas y por entre las cuales recorrían riachuelos de agua cristalina.

Como su padre dijo, halló una enorme piedra ocultando la entrada de la cueva, cubriéndola y haciendo la función de una puerta rudimentaria que el propio Squalo ayudó a colocar. Pero que por planes propios de Squalo —planes que le contó a él, pero no al castaño, y que le cedió en secreto—, tenía una cierta característica para que Reborn la aprovechara si es que así lo deseara.

Había una abertura lo suficientemente grande como para que una persona pasara, solo una persona que quisiera ignorar el calor que desprendía ese lugar y los sonidos lejanos de un gruñido agudizado por el eco de la cueva. Sí, solo un estúpido se arriesgaría, y en ese caso fue Reborn.

 

 

Notas finales:

 

Sinceramente no recuerdo qué es lo que sigue, pero espero que hasta aquí les haya gustado, aunque sea un poquito.

Muchos besos~

Los ama: Krat~


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