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Escamas de oro por 1827kratSN

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Reborn persiguió al chiquillo sin importarle lo fastidioso que era el ser ignorado, de la actitud dramática del castaño, y trató de no considerar que estaba perdiendo valioso tiempo, en el que podría irse a alimentar a los aguiluchos huérfanos en las copas de los árboles. Se quedó detrás de ese castaño, quien ni siquiera se atendía bien las cortadas, y que en vez de eso optaba por sumergirse por largo rato en agua para calmar el ardor y dolor de sus heridas abiertas.

Reborn intentó seguirlo dentro de un lago en una ocasión, pero no pudo dar ni un paso dentro de esas aguas, porque hervían a la par que el castaño se hundía en ellas. Casi sufre de una fea quemadura de no ser porque reconoció un par de burbujas subir a la superficie, y se le ocurrió verificar la temperatura del agua con la punta de su dedo. Muchas veces tuvo que alejar a los peces del agua cercana al dragón para que no murieran.

Siguió al dragón dorado incluso cuando el clima se puso un poco duro, con lluvias en aviso del invierno venidero, donde tuvo que dejar de lado su muy cómodo pantalón de tela para ponerse encima una capa extra de lana que cubriera su pecho y sus piernas. Hasta tuvo que calzarse algo de piel en los pies para mantenerlos secos y calientes.

Al menos, con el pasar de las semanas, tuvo un progreso. Porque, al parecer, ese terco dragón raro tenía cierto lado amable que trataba de ocultar y negar bajo una máscara de terquedad y pocas habilidades sociales.

 

—Si tienes frío, solo tienes que decirlo.

—Tengo encima algo de lana —miró al dragón que empezó a acercarse un poco—, tú en cambio sigues así —y es que el chico no llevaba más que una camisa ligera, pantalones cortos y nada más.

—No haré una fogata, pero puedo hacer esto.

 

Reborn miró atentamente al chico que se sentó a un metro de distancia y quien gruñó por lo bajo antes de estirar su mano, la cual brilló bajo unas escamas que aparecieron de la nada. Radiante piel dragonaria que pareció ser la fuente de un calor agradable que inundó su alrededor. Fue tan reconfortante, que Reborn no dudó en acercarse más y respirar profundo.

Pero la amabilidad del castaño no pasaba más allá de esos gestos. No había plática o intercambio de estrategias. Eran solo dos extraños compartiendo su espacio. Aunque cuando empezó a llover, Reborn sí agradeció que el chico usara un tipo de magia —un poco rara—, que le permitía desplegar parte de su cuerpo de dragón a voluntad.

 

—¿Cómo lo haces? —Reborn admiró el ala que le cubrió por encima de la cabeza, misma que nació de la espalda de aquel castaño.

—Está en mi sangre —susurró antes de acomodarse y usar su otra extensión para cubrirse también.

—Mi padre no puede hacerlo.

—Él y yo provenimos de regiones y castas diferentes… Es normal.

—¿Vas a contarme algo más? —lo miró seriamente—. O decirme tu nombre al menos.

—No te has ganado el derecho —bufó antes de agachar su cabeza.

—Acepto el reto —sonrió de lado.

 

Fue cuestión de esperar el momento exacto, cuando el castaño dejó un franco abierto en su defensa y el dragón azul la iba a aprovechar. Reborn apuntó, mantuvo en la mira al enemigo, y dejó que su flecha impregnada se dirigiera al dragón azulino con la suficiente magia como para que atravesara la escamosa piel y estallara al contacto con la carne. Fue un tiro perfecto.

Sonrió de lado al escuchar el alarido de dolor del enemigo, y saludó con la mano hacia el dragón dorado que le gruñó por lo bajo antes de seguir con la pelea. Con ese simple hecho se ganó el derecho de saber el nombre de ese mocoso idiota, y después, con cada ayuda que le brindaba a quien estaba aprendiendo lo que era luchar de verdad con su par, se ganó más y más información.

 

—Reconozco el poder de tu magia —el castaño se limpió el sudor de la frente—. Pero no más.

—No es mi magia lo que me hace poderoso.

 

El dragón dorado errante, se llamaba Tsunayoshi, heredero de uno de los clanes del norte, familia dragonaria de generaciones y generaciones de destructores masivos. Eso explicaba muchas cosas, como la pésima actitud de aquel chiquillo, lo terco y esa personalidad no definida, pues a veces podía ser el vivo espejo de un egoísta y mandón dragón destructor, pero en otras ocasiones solo era un chico empático que cuidaba de su compañía silenciosa sin pensarlo mucho.

Pero faltaban detalles como para completar el rompecabezas, y eran las razones para que ese chico llegase de la nada a combatir al enemigo de esas tierras. Reborn tuvo que usar sus habilidades verbales de manipulación mientras curaba una de las heridas más notorias del chico, como para lograr saberlo. Le interesaba demasiado entender las acciones del castaño.

 

—Así que es enemigo de tu familia, y te encargaron asesinarlo.

—Es más que eso —se quejó cuando la venda apretó su muñeca.

—Te hizo algo a ti directamente, ¿verdad? —hubo un silencio tenso de largos minutos. Reborn siguió con la curación mientras esperaba una respuesta.

—Mató a mi madre —el castaño suspiró antes de chistar por el dolor de la presión dada por la venda en su costado—. Y cuando uno de nosotros asesina a su propia sangre, se vuelve enemigo de todo el clan. Es un traidor que debe morir.

—Pero ¿eso no se aplicaría para ti también si es que lo asesinas?

—Por eso tomé la misión —cerró los ojos—. Asesinaré a mi hermano mayor, el asesino de nuestra madre, y aceptaré el destierro de la familia como consecuencia.

—Eso es estúpido.

—Es por honor —Tsunayoshi apretó los dientes—, porque mi madre era de las pocas que tenía la mente fija en algo más que acunar tesoros y destruir territorios.

—Suena a que era inteligente.

—Mi madre fue la mejor —apartó la mano ajena cuando terminó la curación—, y por ella estoy dispuesta a volverme un traidor también. Todo valdrá la pena si acabo con mi hermano.

—¿Mandarán a cazarte después? —Reborn no entendía la moralidad de ese clan, era complicado.

—No —el castaño se irguió, comprobando la movilidad de su cuerpo—, porque mi misión me concibe mi destierro. No me asesinarán, pero no volveré a mi clan.

—¿No crees que es mejor así?

—¿Eh? —miró a la ninfa azabache—. ¿Por qué?

—Porque se nota que no calzas en tu clan —Reborn elevó sus hombros—. No eres como ellos.

—¡Lo soy!

—Yo sigo vivo y he estado junto a ti a pesar de que no somos aliados. De ser otro dragón, tal vez ya me hubiese asesinado.

—Eso no tiene que ver.

—Nadie te va a creer, Tsunayoshi —le sonrió.

—No te he asesinado porque eres el hijo de Squalo y has demostrado tu valía a pesar de ser solo una ninfa.

—Tu vano intento por excusarte es gracioso —rio bajito—, pero no digno del clan, que me cuentas, desciendes.

 

Era gracioso descubrir la verdadera personalidad de ese chico cerrado y altanero, porque resultaba ser todo lo contrario a lo que intentaba aparentar. Tsunayoshi —Tsuna para hacerlo más corto—, era un ente dulce, sin mayor avaricia que la venganza por la muerte de su madre, con la bondad fulgurando dentro de esa coraza fabricada por la propia casta del chico, con una mirada llena de esperanzas.

Sí, Tsuna era un pequeño niño intentando ser un adulto, al igual que él era un ninfa varón intentando ser un guerrero de voluntad de hierro. Se parecían un poco, tal vez por eso empezaron a llevarse mejor, hasta el punto en que platicaban en medio de su comida cuando acampaban en medio de un claro al borde del territorio de las ninfas.

El tiempo pasó demasiado rápido cuando entablaron algo parecido a una amistad.

Pero el progreso se estancó por la desaparición repentina del dragón enemigo.

 

—Esto no me gusta —Tsuna miraba las tierras despejadas desde hace días, aleteando sin prisa para mantenerse en el aire.

—Tal vez se rindió —acotó Reborn, despreocupado por el asunto.

—Ni tú mismo te crees lo que dices —bufó antes de descender con lentitud.

—Tengo una idea.

—Diré que no.

—Te convenceré, Tsuna.

—Te he dicho que respetes mi nombre.

—No me apetece.

 

Squalo sonreía ante lo logrado por su hijo mayor, aunque también se reía por la cara molesta de ese castaño que tal vez cayó en algún engaño de Reborn. Lo que fuese, ahí estaban, de frente, sentados alrededor de la comida preparada por las ninfas —especialmente dispuesta para celebrar la bienvenida del otro dragón—, tratándose como conocidos, e iniciando una plática que les convenía a todos.

No importaba los medios, Squalo sabía que era mejor de esa forma, porque la amenaza era grande y su vida ya había cursado más de la mitad de su periodo total calculado. En otras palabras: necesitaba aliados.

Además, creyó hallar en ese castaño a su sucesor.

Squalo no detectaba malicia u oscuridad en ese chico, tal vez algo de rencor y dolor, pero más allá de eso no había algo verdaderamente peligroso o alarmante. Tsuna demostró también ser condescendiente y, con el tipo de trato adecuado, hasta era amigable —palabras del propio Reborn, y eso ya era mucho—. Pero lo que más destacaba en el castaño, era esa determinación del diablo que lo mantenía de pie a pesar de las numerosas heridas que destacaban en su piel entera, y del agotamiento por las luchas sin sentido contra alguien que evidentemente le ganaba en experiencia y poder.

Tsuna era un niño interesante, y por eso Squalo lo quería en la villa, en el territorio en sí.

 

—Asesinarlo no será fácil —determinó Tsuna mientras agarraba una fruta rojiza que mordió sin prisa, ahogando el suspiro satisfecho—. Mi hermano mayor es astuto, impecable en sus estrategias, y… sabe que retirarse no es un acto de cobardes.

—Todos tenemos al menos una debilidad —Squalo comía sin prisa—, y creo que juntos podríamos encontrarla.

—Su debilidad —Tsuna frunció el ceño—. Explotar su debilidad es de cobardes.

—No es cobardía —Reborn rodó los ojos—, es estrategia, tal y como lo hace tu hermano.

—Me enfrentaré a él en iguales condiciones, sin explotar ningún franco débil.

—Bien, bien —Squalo no quería discutir eso, prefería mantener la cordialidad inicial—, entonces unamos fuerzas.

—No —Tsuna apretó la fruta—. Lo haré solo.

—¿Por qué eres tan terco? —bufó Reborn.

—Porque sí —miró a Squalo—, tú debes entender por qué —apretó los labios—. Somos dragones, el honor es nuestro combustible, la gloria nuestra obsesión.

—No es eso —el mayor de ellos sonrió de lado—. Nuestra obsesión es captar un tesoro y hacerlo perdurar hasta nuestra muerte.

—Como usted y estas tierras.

—No —Squalo miró a Reborn y lo señaló—. Es como mis hijos e hijas, mis compañeras, y mi amada ninfa.

—Es algo extraño —el castaño lo miró raro—, porque eso no es material.

—El tesoro puede y no puede ser algo material. Porque el tesoro que nosotros buscamos tiene muchas formas y colores.

—Es lo más cursi que he escuchado —se quejó el azabache, quien no quería seguir con esa rara plática sobre tesoros.

—Pues no tanto —el castaño se cubrió la boca antes de soltar unas suaves carcajadas.

—Así que puedes reírte —se burló Reborn—. Vaya honor que me das por escucharte reír.

—Deja que te guie, Tsunayoshi —Squalo miró a ese niño—. Yo te volveré un guerrero formidable, mocoso.

—No quiero quedarme como su sucesor —advirtió, tomando seriedad nuevamente.

—Mi plan es ese —Squalo mostró sus dientes—, pero si no logro convencerte…, te dejaré ir después de que matemos a tu hermano mayor y la amenaza de mi tesoro.

—No participaré en una pelea de dos contra uno.

—Tu interviniste en la mía, la primera vez que nos vimos.

—Eso fue diferente —contradijo Tsuna—, porque usted iba perdiendo y reclamé el derecho de ser el siguiente oponente. Además, contra quien peleé inicialmente, fue con el títere de mi hermano.

—Eres tan cabeza dura —murmuró Reborn.

—¿Me sugieres algo, Reborn? —comentó Squalo, porque presentía que su hijo tenía buenas ideas para ayudar.

—Lo entrenas tú o lo hago yo —miró al castaño quien le gruñó—, pero no quiero seguir viendo sus intentos patéticos por vencer a su hermano.

—Qué grosero —se quejó el castaño.

—Soy sincero y deberías agradecerlo, niño.

 

Squalo era una mente estratega, por eso se quedó callado, admirando la interacción de su hijo con el dragón errante. Él sabía que podía sacarle provecho a ese asunto, y lo haría.

 


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