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Luz de luna por 1827kratSN

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Reborn era un adolescente todavía, seguía en la etapa rebelde en donde se negaba a cumplir con los caprichos de su madre —a la que amaba—, a veces estallaba en furia y trataba de hallarse a sí mismo como un individuo sin más títulos que la de un chico normal. Tsuna pasó por eso ya, pero llegó a un punto en que su padre le dio a entender que su título abarcaba también el futuro de su gente en los pueblos del reino, que debía ser fuerte por ellos y fue ahí donde aceptó que algún día tomaría el rol de rey. Era algo más fuerte que él o sus deseos. Por eso quiso ayudar a que aquel chico que pateaba las paredes con fuerza, lo entendiera también.

 

—¿Quieres desahogarte con alguien? —le sonrió.

—¿Quién te autorizó a entrar aquí? —se detuvo jadeando.

—Es mi castillo —Tsuna rio bajito—, la única zona donde no puedo ingresar es a tu cuarto y al que ocupa tu madre cuando está de visita.

—Ah, carajo —masculló antes de acomodar sus cabellos y respirar—, ¿qué quieres?

—Te escuché.

—Ah sí, pues… ¡eres un atrevido idiota!

—Oye, sin ofensas —suspiró—. Solo quiero ser amigable.

—No quiero tu amabilidad.

—¿Y un té? —ofreció Tsuna alzando sus hombros— ¿Eso te gustaría?

 

Una cosa llevó a la otra. Su amabilidad inicial y la rebeldía ajena terminó por una pelea que solo los agotó más, hasta el punto en que ambos necesitaron de agua y se hallaron en el comedor. Ya ni se sorprendían por esos cambios bruscos en sus actividades.

Té, leche, galletas, un poco de carne y huevos, solo tomaron lo que las cocineras hicieron y se dejaron caer en silencio sobre las sillas. Se miraron de vez en cuando, haciéndose caras, molestándose como siempre fue, pero al final haciéndose compañía mientras disfrutaban de un pan pequeñito que la sirvienta les llevó. Era raro permanecer por más de media hora sin pelear por algo.

 

—¿Puedes decirme qué te molesta? —ofreció el castaño tras masticar un poco.

—¿De qué sirve que te cuente?

—De nada —Tsuna elevó sus hombros—, pero al menos te sentirás mejor.

—¿Y crees que lo voy a hacer?

—No sé —suspiró, porque le gustó esa cosa rara de sabor dulce—, tú me dirás.

 

Inicialmente solo hubo silencio, pero poco después, y cuando Tsuna se estaba resignando a que no pasara nada, Reborn susurró algo que después volvió a repetir con seguridad.

«No acepto mis obligaciones»

Reborn era un niño que afrontaba la tarea de un reino que cuidar, de las decisiones que su madre tomaba en pro de su bienestar, era el único heredero de su familia puesto que todos sus hermanos mayores murieron y él era el último que quedaba. Su madre en persona se encargó de su educación, le inculcó lo que un príncipe de su clase debería hacer o cómo comportarse. Sobre él llevaba las diferentes costumbres que incluían un vestuario incómodo, acciones finas y meticulosas, aprendizaje de bailes de salón y de artes manuales impecables.

Y no le gustaba.

Reborn odiaba todo eso.

En casa se escapaba de las clases de piano, danza, costura, y todas esas estupideces. Pero no lograba hacerlo con la regularidad que deseaba, porque su madre insistía y él no podía negarse al pedido de aquella mujer, quien le relataba sus ilusiones y su vida pasada antes de que su marido falleciera. Era un peso diferente al que Tsuna llevaba, porque implicaba que Reborn estaba siendo entrenado para ser sumiso ante un monarca que lo desposaría y tomaría el control de su reino.

Fue ahí donde Tsuna entendió que aquel olor a mermelada de uva que siempre detectó en Reborn, era la consecuencia inmediata de la casta que lo marcaba. Reborn era un omega, y como tal, no podía reinar si no se casaba con un alfa que tomara el rol de rey en sus tierras.

 

—Estúpidas costumbres —murmuró antes de golpear su taza con la cuchara—. Como si no fuera capaz de cuidar mi reino.

—¿Y por qué no lo haces?

—¿Crees que me dejarán? —bufó antes de arrojar lejos la cuchara—. Mi madre ahora mismo está luchando muy duro con los consejeros para que la dejen gobernar tranquila.

—Y ¿por qué no cambias de consejeros?

—No lo sé —Reborn frunció el ceño—. Se lo he dicho a mi madre, pero ella dice que no puede derogar un mandato dado por mi padre. Solo un rey podrá hacerlo.

—Debe haber una solución —Tsuna estaba intentando recordar sus clases de política para ayudar.

—Sí —chistó—. Que me case y que mi rey tenga piedad y me otorgue el derecho a mandar —habló con burla—. Sí, como no. ¡Estúpidos todos!

—Si yo fuera Mukuro, te diría que te cases y envenenes a tu esposo en la noche de bodas —Tsuna rio bajito.

—No es mala idea —sonrió de lado.

—Pero como buena persona que soy —sonrió—, diré que jamás dejes de ser tú mismo. Lucha, intenta, y si no te queda de otra…, clavales una flecha en la frente a tus consejeros.

—Me gusta como piensas.

—Lo de la flecha era broma —aclaró.

—Fue la mejor parte —Reborn rodó los ojos—, y resulta que era broma.

—No los asesines, eso te haría alguien malo —Tsuna hizo una mueca—, pero puedes demostrarles que eres la mejor opción. Arrincónalos, oblígalos a que acepten que eres el mejor.

—En eso estoy, pero como me obligan a visitarte en el verano, todo quedó a medias —volvió a desanimarse—. Y cuando regrese tendré que empezar de nuevo.

—Lo lograrás —lo animó—, siempre lo haces.

—Sigue alimentando mi ego —miró al castaño antes de sonreír—. Me gusta eso.

—Eres un caso perdido —suspiró—, pero así eres tú…, y no deberías cambiar solo porque alguien lo dice.

—Es mi madre.

—Y como tal, sé que te entenderá. Habla con ella. Dile que ya no quieres seguir aprendiendo esa clase de cosas y que necesitas un cambio. Ella seguro te ayuda —se quedaron en silencio.

—A veces dices cosas... agradables —bebió su té—. Gracias.

 

Incómodo momento en el que se dieron cuenta que el contrario no era tan mal chico, fue peor cuando se miraron y estaban sonriendo. Fue Reborn quien rodó los ojos y después de hacer una mueca, se fue sin decir nada. Tsuna le restó importancia a ese comportamiento. Entendía que aquel niño tenía muchas cosas en las que pensar, y que él, como buen anfitrión, debía darle el espacio que necesitaba.

Funcionó.

Cederle espacio y dejarlo ser como era, hizo que las peleas disminuyeran, incluso Mukuro se comprometió a no buscar más riñas y solo seguir con las actividades del día; fueran estas cabalgar, practicar con el arco y flecha, tiro al blanco o cualquier cosa que se les ocurriera. Al fin tuvieron algo de paz en el castillo, y fue un poco raro.

 

—Ya no crecerás más —Reborn sonreía cuando compararon sus estaturas.

—¿Quién lo dice? —Tsuna no quería aceptar eso.

—Tu edad —rio divertido—. Ya no vas a crecer —apuntó a las marcas casi del mismo alto que trazaron en la pared—, en cambio yo tengo algunos años más.

—No le voy a discutir a eso —mencionó Mukuro sonriendo, porque era más alto que su príncipe.

—Apóyame, maldición.

—Seré más alto que tú —se burló el azabache, remarcando aún más la señal de su estatura—, y después vas a tener que mirar hacia arriba.

—¡Agh! ¡No es justo! —Tsuna bufó.

—Tengo buenos genes —Reborn dejó de lado todo antes de regocijarse con su triunfo.

—Serás una jirafa que los alfas no querrán frecuentar, kufufu —Mukuro al fin halló algo con lo que discutir, ya se estaba aburriendo de aquel acuerdo de paz.

—¿Crees que eso me importa? —Reborn lo miró con cinismo—. Yo seré rey sin necesidad de alguien a mi lado.

—Sueña —Mukuro frunció el ceño—. No puedes.

—Lo haré, así tenga que despedir a medio consejo.

—Me apiado del alfa que sea tu pareja —Mukuro rio—. El pobre va a terminar con un desastre andante como tú.

—Mukuro cállate —advirtió Tsuna.

—No eres ni lo más cercano a un buen omega, eres solo un error que nadie apreciará, eres un…

—¡Ya basta! —fue el castaño quien le lanzó un libro a su amigo—. Te pasaste de la raya, Mukuro.

—No necesito que me defiendas —el azabache sujetó la espada que halló en la biblioteca, una reliquia supuso—. Puedo solo.

—No te defenderé de esto, Mukuro —se excusó el castaño antes de dar un paso hacia atrás.

—Te doy quince segundos de ventaja —Reborn blandió la espada, sosteniéndola con firmeza, ignorando el peso de la misma.

—Ay, ¡carajo! —Mukuro echó a correr, porque sabía que en una pelea no le ganaría a Reborn.

—¡Y más vale que te disculpes! —añadió Tsuna desde el pasillo, por donde su amigo desapareció.

—No intervengas.

—No lo haré —poco después Tsuna vio a Reborn caminar en dirección de quien huía—. No estoy loco como para hacerlo —ya después se enteraría como terminó eso.

 

Gritos de pánico y de amenaza. Tsuna vio eso desde su balcón y ondeó su pañuelo blanco en honor a su amigo que estaba siendo cazado.

Poco después, y tras recibir un insulto de Mukuro, Tsuna terminó riéndose en el balcón.

Pero su amigo se ganó eso. Sus comentarios se pasaron de la línea marcada para el respeto mutuo.

Además, con mucho menos que eso, Reborn podía enfadarse y buscar venganza.

 

 

 

Notas finales:

 

RIP Mukuro, buen amigo, buena piña, buen actor dramático.

XD

Krat los ama~

Besitos~


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