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The Two Of Us - JohnLock Fanfic por RushanaChan

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Notas del capitulo:

Feliz año nuevo gente <3

Aquí un nuevo capítulo! 

No sé cuánto tiempo llevo aquí.

¿Horas? ¿Días? ¿Meses?

He desistido, sin embargo, de seguir preguntándomelo.

Lo único que hago es caminar por pasillos infinitos. Ahora he visto escaleras.

 

Hay un cuarto por el que paso siempre y nunca me detengo.

Es el de Molly Hopper.

Ahora pienso (solo eso puedo hacer aquí)

Que debí haber escuchado a Molly.

 

****

 

—Tú mismo me dijiste que todos en la escuela querrían saber las preguntas de todos los exámenes, ¿no? —comenzó interrogando a su compañero. Ambos habían quedado en encontrarse en el laboratorio después de la siguiente clase.

—Sí… Eso creo.

—Pues, estoy dispuesto a dárselas —anunció Sherlock con una sonrisa.

El rubio le miró con desconfianza. —¿Por qué…?

—Porque haré un experimento social con ello. —contestó con entusiasmo.

—¿Qué?

—Es la oportunidad perfecta. He intentado hacer experimentos sociales aquí, pero a esta gente parece no agradarles mis métodos invasivos de recolección de información.

John le miró entrecerrando sus ojos. —Prefiero no saber de esos métodos —dijo para sí.

—Esto no será para nada invasivo. Dirigiré todo desde detrás de un teléfono —decía con una sonrisa macabra.

—¿Qué piensas hacer exactamente? —cuestionó el rubio con preocupación y curiosidad al mismo tiempo.

—Todos ustedes ansían desesperadamente el camino fácil para las cosas, quieren todo servido en bandeja, y hacer el menor esfuerzo. Yo me encargaré de darles esa posibilidad, y evaluaré en índice de respuesta que tiene. Al principio, pondré las preguntas exactamente como serán, y luego, cuando se hayan acostumbrado a ello, cambiaré  rotundamente las cosas y les daré preguntas erróneas. Será como quitarles un dulce de la boca, será genial. —explicaba eufórico.

—A mí dime siempre las correctas…

—Lo haré si me ayudas —le propuso al rubio seriamente.

—¿Para…?

—Necesito idear un mecanismo de llegada a la mayoría de los chicos. Tú eres alguien muy popular, por  lo tanto, vas a encargarte de expandir la noticia de equis sitio web donde suben las preguntas de los exámenes. —le explicaba acompañando con ademanes.

—Espera… pero cuando los engañes todos van a culparme a mí.

—Claro que no, solo te encargaras de publicitar el sitio. Además, crearé cuentas falsas que apoyen la veracidad de la información.

John le miró algo dubitativo. —Bien, ¿y cómo piensas llamarle?

—Aun no lo sé. Pero debe ser un nombre de dominio llamativo y corto, los links extensos no llaman la atención.

—Espera, ¿dónde piensas hacerlo?

—Bueno, los sitios con una interfaz adecuada a mi idea son blogspot, wordpress…

—¡Sherlock, ya nadie usa esos sitios! —le llamó la atención riendo inconscientemente.

—¿Facebook entonces?

—Puede ser… Pero ya no se usa tanto.

Sherlock se quedó un rato pensativo.

—¿Querías hacerlo viral, verdad? —volvió a hablar el rubio. —Haz un Twitter, o un Instagram, no sé.

—La limitación de caracteres en Twitter me es insoportable y la Interfaz de Instagram está ideada para subir fotos y videos. —apuntó el otro joven entrecerrando sus ojos confundido.

—Ahora en Instagram se sube de todo, no solo fotos y videos. Y créeme, todos pasan más tiempo allí que en otros sitios.

—¿Pero cómo piensas que suba las preguntas allí? No hay forma adecuada en esa red social.

—Puedes subirlas como imagen. O puedes colocarlas en una historia.

—¿Una historia? John, las historias tienen un tiempo limitado de… —de pronto el joven dejó de hablar, su expresión dando a entender que había tenido una nueva idea. John le miró expectante. —¡Eso es! Evaluaré la incidencia del factor tiempo limitado. Solo 24 horas para que los sujetos de estudio accedan a la solución. Además, el sistema me permite contabilizar la gente que efectivamente ve las historias… Aunque transcurrido el tiempo límite, seguro se viralizará por otros medios como capturas de pantallas. Ustedes son muy creativos en ese sentido.

El rubio le dirigió una mirada algo irritada que Sherlock no se molestó en atender. Esa forma que Sherlock tenía de dirigirse cuando decía “Ustedes” era como si diera a entender que él era una especie de ser supremo con la capacidad de predecir los movimientos de todos ellos, John y los demás, seres inferiores, y con facultad para tratarlos como si fueran sus conejillos de Indias.

—Entonces, ¿me ayudarás? —dijo finalmente Sherlock, quien parecía notar la leve molestia de su compañero. Algo en su tono enterneció a John. No era el tono del tipo antipático y autosuficiente. Era un tono que dejaba entrever, por unos segundos, su vulnerabilidad.

El rubio sacó su teléfono de un arrebato y empezó a mover sus dedos en él.

—Dame un nombre para la cuenta.

—No lo sé… Pensé en colocar las siglas que este experimento va a llevar…

—Ya, listo.

—¿Qué? ¿Ya la hiciste? ¿Qué nombre le pusiste?

John le miró divertido por unos segundos. Sherlock amagó con arrebatarle su teléfono para ver pero falló.

—¡John! —le increpó mientras seguía intentando quitárselo y el rubio le esquivaba exitosamente mientras reía. Sherlock se detuvo. —Seguro es un nombre ridículo.

—Ahora eres el “hacker de Strand” —le anunciaba mostrándole la pantalla de su teléfono para que lo verificara. Sherlock tomó el aparato y vio el nombre de la cuenta: @TheStrandHacker.

—¡Ya te dije que no soy un hacker! Eso es tan bajo. —soltó indignado. —¿Y qué es esta foto de perfil? ¿Un emoji?

—Es temporal, hasta que encontremos una mejor —le aclaró John volviendo a sonreir. Sherlock solo blanqueó sus ojos y suspiró irritado. Odiaba los emoticones, especialmente ese diablito morado. —Pero a la gente le atraerá, créeme.

El joven detective le miró poco convencido pero finalmente cedió. —Bueno, al fin y al cabo tú te encargarás de viralizarla.

—Sí, pero déjame que también la maneje para hacerla conocida, ¿te parece?

—Está bien —accedió su compañero, más que nada porque la ayuda de John le era imprescindible.

 

***

El experimento social resultó un éxito.

Tal y como Sherlock lo planeara, la noticia de un perfil de Instagram que subía las preguntas de los exámenes, en una semana donde justamente se tomaban los exámenes más importantes, se viralizó en cuestión de días.

La cuenta que John creara aquel día contaba ya con 450 seguidores. El rubio había tenido un papel fundamental, pues solo bastó contárselo a Morán y su grupo de amigos para que esparciera por el alumnado.

Las preguntas se subían en forma de historias, por lo que estaban disponibles solo por 24 horas, pero ello dependía. Sherlock elegía días aleatorios, de modo que los seguidores debían estar atentos. Podría ser una semana antes de dicho examen, podría ser el día anterior, o incluso una hora antes.

Aquello también le indicaba que sus deducciones eran correctas, al menos un 98% de las veces, pues ya le había llegado algún que otro mensaje privado de alguien recriminándole que se había equivocado.

La teoría que circulaba era que se trataba de alguien que tenía acceso a los exámenes, sea robándolos, o como fuera. No se imaginaban ni por asomo el trabajo intelectual que había detrás, ni la persona responsable de ello.

—Me salvaste en Economía —suspiró aliviado el rubio. —El saber las respuestas me sirvió para estudiar solamente eso y centrarme en mis entrenamientos.

—Shhh —le calló de inmediato Sherlock mientras miraba a ambos lados del pasillo. No estaba tan concurrido y cada uno andaba en la suya, pero el joven fue igualmente precavido. —Nadie puede saber que el de la cuenta soy yo.

—No creo que alguien lo sospeche, enserio —dijo esta vez casi en un susurro. —Los chicos dicen que la cuenta es de un supuesto empleado que limpia la sala de profesores que, como venganza por su sueldo bajo, sabotea la educación de Strand robando los exámenes.

Sherlock soltó una carcajada. —Ustedes y sus teorías conspirativas. Son tan bobos.

—Yo conozco al bobo detrás de la cuenta así que no me metas en eso —le retrucó el rubio en respuesta a su corriente alusión a “ustedes” que aun le caía mal.

Sherlock entrecerró sus ojos mientras le miraba. Luego sonrió de lado. —Tú no me delatarías.

—¿Y por qué no? —le respondió desafiante el rubio.

—Porque disfrutas esto tanto como yo.

—¿Tratar a la gente como ratas de laboratorio? —le cuestionó con ironía, a lo que su compañero solo rio.

—Vamos John, te ofreciste a manejar la maldita cuenta.

Los dos chicos rieron cómplices. En ese momento, John divisó a Molly, quien se detenía a observar un anuncio en el transparente.

—¿Molly sabe de esto? —preguntó el rugbier a su compañero.

—No. Y no debe saberlo. —contestó el joven detective.

Sherlock sabía que a Molly no le agradaría la idea, y menos si la iniciativa la había tomado con John. Ten cuidado con los chicos del equipo, le había dicho. El joven detective sabía más que nadie que no había que meterse con ellos, pero tenía presente esa suposición de que había en John algo diferente al resto de sus compañeros. Algo que ambos compartían: esa curiosidad y sed de ir más allá, de transgredir y ver qué pasa, además de no sentirse raro o humillado a su lado, todo lo contrario, se sentía halagado con la admiración que el rubio le tenía.

Pero Molly no veía lo mismo. Y no es que Sherlock temiera lo que la joven podría pensar, pero si lo consideraba en algún punto. Molly era una chica inteligente y muy intuitiva, además de ser de las pocas personas que se acercaban a Sherlock desinteresadamente. En algo debía tenerle en cuenta.

Los chicos debieron dejar el tema cuando la joven se acercó finalmente a ellos.

 

 

***

Había sido difícil quitar de su cabeza el hecho de que vería a Victor. Durante toda la mañana intentó distraerse con los triviales temas que John le comentaba, o con el trabajo de Química que había quedado en hacer con Mike.

Ahora mismo se hallaba a instantes de que eso pasara. En cualquier minuto, los recién llegados, liderados por Jim Moriarty, cruzarían esa puerta que daba entrada al salón.

—Cariño, ¿estás bien? —le preguntó Irene, quien le había visto bastante abstraído mientras calentaban.

—¿Yo? Sí, sí. Estoy bien. —contestó el joven sin despegar su mirada de la puerta.

Allí estaban.

Reconoció instantáneamente al coreógrafo que ayer le ayudara con sus piruetas, y detrás de el, un grupo de chicos altos y delgados le seguían. Reían, conversaban y miraban maravillados las instalaciones.

En ese instante lo vio, riendo con los otros chicos. Esa cabellera pelirroja le era inconfundible. Había cambiado, parecía más alto, esbelto y su corte de pelo era diferente. Sherlock sintió una fuerte punzada en su pecho y desvió su mirada de inmediato.

—¡Jim! ¡Qué placer tenerlos aquí! —le saludaba su profesora, dándole un beso en cada mejilla al talentoso coreógrafo.

—El placer es nuestro, Sylvia. —devolvió el cumplido.

Los chicos ingleses se callaron y dirigieron su atención al grupo de chicos que había ingresado.

—Chicos, quiero presentarles al excelentísimo bailarín y coreógrafo, ¡James Moriarty! —se dirigía profesora a sus alumnos. El aludido, pura sonrisa ante los cumplidos, saludaba con su mano a los chicos.

—Sólo díganme Jim —aclaró amablemente el gran bailarín.

Sherlock intentaba a toda costa lucir como si nada le afectara. Externamente había tenido éxito, pues difícilmente alguien notaría la terrible ansiedad que sentía por dentro. Era esa parte de si mismo con la que luchaba constantemente, la parte que sentía, que entraba en pánico, que recordaba.

Eso sobre todo. Un montón de recuerdos inútiles empezaban a fluctuar por su cabeza mientras hacía mecánicamente la combinación de battements tendú que Sylvia les dictara, tanto a ellos como a los niños irlandeses que ahora se habían unido a la clase.

Recuerdos como cuando eran más pequeños y ambos compartían clases de ballet. Recordaba esa emoción que sientes de pequeño al ver a un amigo, como si de un juguete nuevo se tratara. Recordó las bromas que el pelirrojo le hiciera, como su clásica: ir primero al vestuario después de clase y esconder los zapatos de Sherlock.

Victor siempre había sido algo duro para el ballet, pero empezó a practicarlo solo para acompañar a su amigo y había terminado gustándole. No gozaba del talento innato de Sherlock, pero al menos daba lo mejor de sí.

Sherlock le observaba de reojo. Victor había mejorado notablemente desde la ultima vez que se vieran. Su postura era correcta, ya no arqueaba su espalda hacia atrás mientras hacía las combinaciones, cosa que Sherlock siempre le observara, y mantenía la rotación de sus pies y piernas en el ángulo perfecto. También su elongación, otro de los puntos débiles del pelirrojo, había mejorado enormemente. Pero sobre todo, su actitud era diferente. Se lo veía compenetrado en su trabajo, controlando cada parte de su cuerpo y ejecutaba los pasos con una gracia y elegancia que nunca le había visto tener. Definitivamente, Moriarty debía llevarse el crédito por eso. Había hecho un trabajo excelente con ese chico.

Y más recuerdos le surgían, como cuando Victor pasara a visitarlo a Baker Street y jugaran por horas a hacer de cuenta que eran piratas en busca de un gran tesoro: un cofre que habían encontrado entre los cachivaches de la señora Hudson, donde introdujeran otras chucherías que convirtieron en joyas y piedras preciosas con su imaginación. Cuando ya se hartaran de corretear y jugar, la señora Hudson les haría leche con galletas, scones y otra infinidad de bocadillos que sacaran a hurtadillas de la cafetería que la señora atendía en el piso de abajo. 

Recuerdos como cuando pasaran juntos todo el tiempo en la escuela. Victor elegiría intencionalmente las mismas clases que Sherlock para compartir más tiempo con él. Las clases, los recreos, las actividades extracurriculares, todo lo compartían.

Recuerdos como cuando se quedara a dormir en su casa. O ese recuerdo particular, de una de las tantas veces que se había quedado a dormir, cuando el pelirrojo pasara tentativamente su mano por el colchón de su cama y terminara uniéndose al joven detective en la oscuridad.

Aquella vez, una cosa llevó a la otra, y Sherlock se encontraba dando su primer beso.

—¡Sherlock! —La Mujer llamó su atención y le sacó de su mundo. —Ya vamos a pasar al centro.

El grupo de los chicos irlandeses definitivamente no se quedaba atrás. Gozaban de mucha técnica y actitud que su profesor les había enseñado muy bien. Jim observaba con orgullo a sus alumnos, y Sylvia los halagaría más veces en un día que a sus propios alumnos en todo un año.

Victor también había perfeccionado sus saltos. Nunca le había visto elevarse tan alto.

—Son buenos, ¿eh? —le sacaba conversación su compañera Irene mientras observaban al segundo grupo de chicos irlandeses hacer la combinación de sissones.

—Tienen un gran profesor.

—¿Pero viste los saltos del pelirrojo ese? —le dijo refiriéndose a Victor. Irene no había llegado a conocerlo, pues para cuando ingresara al White Lodge, Trevor ya había huido a Irlanda.

—Hace un pequeño rebote al comenzar. No es tan impresionante —observó Sherlock fingiendo desinterés.

—Vas a tenerlo difícil, ¿eh?

—¿A qué te refieres? —le cuestionó confundido.

—El protagónico del ballet. Jim y Sylvia lo elegirán. Pero conociéndola, va a dejar que él elija, para darle con el gusto.

—No me interesa.

 

***

Cancelarle a Sarah no había quedado muy bien frente a los chicos del equipo. Mucho menos sabiendo que era para encontrarse con Sherlock Holmes. Y por enésima vez, John tuvo que aclarar que no había nada entre el chico de laboratorio y él, al menos no nada de lo que las morbosas mentes de sus compañeros pensaban.

John solo había quedado en pasar a buscar a Sherlock por Royal School y de ahí se marcharían a Brixton por una supuesta investigación que quería hacer Sherlock, a lo que había solicitado la ayuda del rubio, al ser este conocedor de ese barrio.

Se sintió mal al haberle cancelado a Sarah. Ellos aun no eran novios oficialmente, pero salían y tenían sexo bastante seguido. Definitivamente había algo entre ellos, pero no una relación formal. John trataba de no pensar mucho en ello. Y es que sinceramente no se sentía listo de dar ese paso. Sarah sin duda era una chica hermosa, pero sentía que no la conocía mucho. Y ella tampoco conocía mucho de él, casi nada de lo importante, de hecho.

Sin embargo, no quería jugar con la chica, así que cuando llegara el momento indicado debía serle sincero.

Había llegado bastante temprano a la escuela de ballet para buscar a Sherlock. Estuvo varios minutos esperando afuera del edificio pasando el tiempo con su celular, hasta que una extraña sensación le invadió. Por alguna razón sentía gran curiosidad en ver a su compañero bailar.

John nunca había visto un ballet. Tenía una somera idea del tema pero nunca lo había visto un ballet en sí, y mucho menos a un hombre haciéndolo. Por eso, le llamó mucho la atención cuando Sherlock le comentara que era bailarín de ballet. No se podía imaginar a su compañero bailando tan… femenino, ya que la única referencia que el rubio tenía de esa disciplina era, prácticamente la bailarina de tutú rosa de una cajita musical.

Esquivó la mirada vigilante del hombre que atendía en la mesa de entrada y se adentró al edificio. Su intención era claramente encontrar el salón de su compañero y poder verle bailar. Sin embargo, notó como un grupo de estudiantes pasaba como una marea por al lado suyo, y los siguió inconscientemente.

Fue allí cuando llegó a un gran ventanal de vidrio que permitía divisar un salón de baile. Los chicos a su alrededor estaban exaltados. Apretujado entre la marea de gente, John pudo encontrar un lugar donde mirar claramente lo que sucedía dentro.

Nunca había visto algo así. ¿Cómo hacen para moverse… así?, pensaba el rubio, mientras miraba embobado a las chicas y chicos haciendo una combinación de frappés en la barra. Se movían tan coordinadamente y lucían tan concentrados que John pensaba que esa gente no era de este mundo.

Allí vio a la persona aparentemente super famosa de la que hablaban los chicos a su alrededor, un tal Moriarty, que parecía ser quien les estaba dando clases.

John recordó en ese momento que Sherlock sí le había hablado de ese tipo. Más bien, recordó el brillo en los ojos de su compañero cuando hablaban de Moriarty. Le admiraba.

Como si de sus pensamientos saliera, el rubio reconoció a Sherlock al instante. De pronto John se encontró con que no podía sacar su mirada del joven detective.
Sus movimientos eran indescriptibles, inimaginables para el capitán del equipo. Le observó ejecutar los movimientos con una elegancia que creyó existentes solo en cuentos de hadas.
Su aspecto en general era totalmente diferente. Desde su cuerpo cubierto solo con una malla color púrpura, y el cual nunca destacaba debajo del holgado uniforme del colegio, se mostraba esbelto y elegante, y no delgaducho y soso como aparentaba.
Su cabello, tirado hacia atrás con esa bandana dejaba divisar su rostro en forma completa.
Asimismo su cuello erguido en forma exquisita dejaba entrever la longitud del mismo.

Ese no era el Sherlock que conocía. Este no podía ser el huraño chico del laboratorio que se la pasaba encorvado sobre un microscopio. O el peculiar y alocado chico que le hablara de sus extrañas investigaciones y le invitara a colarse en escenas criminales.

Este era otro Sherlock.

No fue hasta que una bocanada de aire fuera necesaria para darse cuenta que había estado conteniendo la respiración. Sacudió levemente su cabeza luego de darse cuenta de lo bobo que se veía viendo de esa forma a su compañero, y se alejó un poco del ventanal, dando lugar a otro bailarín fanático de Moriarty para que ocupara su lugar privilegiado.

Solo deseó que Sherlock no le hubiera visto acosándolo de esa forma.

Y para su suerte, no lo había visto. Siquiera había notado la mirada embobada del rubio.

Pero algo así no pasaría desapercibido para la astuta Irene.

—¿Buscas a alguien, lindo? —le preguntó la joven sobresaltando al rubio, una vez que ya hubiera terminado la clase y John hubiera huido a la entrada del edificio.

John tardó en reaccionar, pero la observó unos instantes. Era una chica de más o menos su edad, y muy hermosa. Su cabello ondulado era tan oscuro como la noche misma y caía en forma perfecta sobre sus hombros.

—N-no —titubeó en respuesta. —Bueno, sí, de hecho espero a un compañero…

—Sí... —le respondió Irene, bastante consciente de a quien había estado acosando el capitán. Decidió hacerse la tonta —¿A quién buscas? Quizás lo conozco.

—Su nombre es... Sherlock Holmes —volvió a titubear un poco.

—Por supuesto que lo conozco. Hacemos clase juntos —le contestó la joven, sin dejar de esbozar su hechizante sonrisa.

—¿Enserio? Vaya, ¡qué coincidencia! —dijo con entusiasmo.

—Supongo que saldrá en un rato. A él le gusta quedarse a practicar un rato más —explicó la chica.

—¡Hey, tú! —les llamó la atención uno de los profesores que pasaba por ahí, dirigiéndose a John específicamente. El rubio se quedó congelado en su lugar.

—Señorita Adler, ya sabe que no puede ingresar gente de afuera al estudio —le reprochó el profesor.

—Tranquilo, señor Minkus. Ya nos íbamos —le contestó Irene con fingida amabilidad.

—Lo siento, será mejor que me vaya —dijo el rubio a la chica, algo avergonzado por la situación.

—Está bien cariño. Te acompaño.

 

***

 

—Vamos, Victor ¡Dime dónde las escondiste!

—No, ¡debes resolver el acertijo primero!

—Sabes que odio esas cosas.

—¡Si no lo resuelves te quedarás sin zapatillas! Jajaja.

—¡Dime donde están!

—¡No! ¡Jajaja!

 

 

Deja vú.

 

—¿Intentas llamar mi atención con esa tonta broma que me hacías cuando éramos niños?

El vestuario había quedado completamente vacío a esa hora del día. Un chico alto de pelo rojizo apareció por detrás. Tenía las zapatillas de Sherlock en sus manos.

—Nunca resolvías mis acertijos.

—No me gustaban.

—Porque no te salían —decía Victor, entregándole el calzado a su ex amigo. —Siempre te ha costado admitir tus defectos, Sherlock.

El joven detective lucía totalmente indiferente a la extraña charla con el pelirrojo.

—¿Qué quieres, Victor? —le preguntó cortante mientras terminaba de colocarse sus zapatillas.

—¿Podemos hablar?

—No. Hay alguien esperándome afuera.

—¿Esa es tu coartada? ¿No pudiste planear algo mejor, detective? —respondió con ironía.

—No tenía idea de que venías.

Victor exhaló una risa con evidente sarcasmo. Sherlock solo le miró apático.

—¿No sabías que venía? ¿Te tomé por sorpresa? ¿A ti? ¿El gran Sherlock Holmes?

—Así parece.

Victor volvió a reir. —¿Yo? La persona, y te cito especialmente, ¿“la persona más predecible que conozco”? —soltó mordaz resaltando las comillas con sus dedos.

—No tengo interés en hablar contigo —le interrumpió Sherlock con impaciencia. Pasó al lado del otro chico y se fue sin mirar atrás.

—Una vez dijiste que nunca había que teorizar sin tener todos los datos —lanzó Victor con firmeza. Sherlock se detuvo y le miró unos instantes.

—¿Realmente recuerdas todo lo que dije? —cuestionó más para sí mismo que para Victor.

—Yo te amaba, Sherlock.

El joven detective se mantuvo apático pero por dentro, no hacía sino crecer su ansiedad.

Amor. Era una palabra tan fuerte para Sherlock. ¿Por qué podían tener semejante entidad de sentimiento por él? ¿En qué momento había surgido eso?

Era un sentimiento tan enorme que Sherlock solo lo tenía como algo ideal y utópico. Estaba fuera de la comprensión del joven detective. No encontraba en sus referencias mentales algo que pudiera utilizar para comprenderlo.

A él le gustaba su relación con Victor, tal y como estaba. Pero ¿por qué tenía que decir esas cosas aquella vez? Sherlock, yo te amo.

Le había abrumado.

—Sherlock, no fuiste el único que sufrió con todo esto. ¿Sabes lo que significó para mí tener que irme a Irlanda? ¿Tener a mi padre detrás de mí todo el tiempo mirándome como si fuera un monstruo? —. La voz de Victor se quebró. —Sherlock, ¡Me mandó a un maldito psicólogo a tratar “mi problema”!

—Yo sí tenía un problema y a ti no te importó —dijo Sherlock casi abstraído.

Victor exhaló abatido. —Sí, eso que hice fue estúpido, y lo siento —dijo el pelirrojo después de varios segundos en silencio.

Sherlock también guardó silencio,  evitando su mirada.

—Sherlock, sé que lo que hice estuvo mal. No debí haber dicho esas cosas de ti. Aunque tampoco sabía que Sebastián iba a decírselo a media escuela… Pero lo hice porque estaba herido—confesó  y su voz se volvía a quebrar. —Me enamoré de ti y tú jugaste conmigo. Me heriste.

El rostro de Sherlock se desfiguró en indignación. —¿Yo te herí? ¡Solo fui sincero contigo!

—¡Me dijiste que lo que sentía era un maldito error! —le interrumpió el pelirrojo, hablando entre dientes. Su resentimiento refulgía en cada palabra que soltaba. —¡Que lo que hacíamos no significaba nada! ¡Nada! ¡¡Que yo no era nada!!

—¡Yo no te dije eso! —contestó de inmediato Sherlock, abandonando la apatía que había estado intentando mostrar todo este tiempo. —¡Te dije que no significaba lo mismo para ambos!

—¡NO! ¡Me hiciste creer que había algo entre nosotros! ¡¡Y luego me rechazaste!!

—¡No quería…! ¡No quería cambiar lo que teníamos! —aclaró Sherlock rápidamente.

— ¡¿Y qué teníamos exactamente?! ¿Una amistad?  ¡Eso es un pretexto, Sherlock! Nuestra amistad dejó de ser lo que era desde que nos besamos ese día.

Sherlock frunció sus labios y su mirada se volvió desorbitada. Eso también fue un error, pensó el joven genio. Debió haberlo impedido en su momento, pero dejó que fuera demasiado lejos.

—¿Acaso dijiste amistad? —soltó Sherlock indignado y mirándole finalmente a la cara. —Tú me traicionaste, fuiste a llorarle a Morán y mentiste sobre lo que pasó. Solo porque no te di lo querías.

—¡¿Lo que quería?! ¡Me haces sonar como un maldito caprichoso! ¡Yo sentía cosas por ti! ¡Yo te amaba!

¿Cuántas veces iba a decirlo? No tenía sentido. No lastimas a alguien que amas, no traicionas a alguien que amas.

Mientras más repetía esa frase, Sherlock más se desconcertaba.

Victor suspiró.

—Sherlock, no vine a pelear contigo. Hice lo que hice porque me sentía mal… —volvió a repetir el pelirrojo. —Los dos nos herimos. Los dos sufrimos. Pero los dos podemos arreglarlo. —Victor se acercó a Sherlock y le miró directamente a los ojos. —Como siempre ha sido. Solo nosotros dos…

El joven detective se alejó precipitadamente del otro. El rostro de Victor comenzaba a desfigurarse en una mezcla de confusión e irritación.

Sherlock salió del salón y atravesó los pasillos de la Royal School en dirección de la salida. Victor le seguía por detrás, a paso agitado, repitiendo cosas como “eres muy injusto”, “podemos arreglarlo”, “lo siento”.

Pero en ese momento, Victor reconoció perfectamente el uniforme que vestía el chico que supuestamente estaba esperando a su ex amigo. De repente, a una distancia considerable de aquel chico, el pelirrojo tomó a Sherlock bruscamente del brazo, deteniendo su marcha.

—¡¿Quién diablos es ese?! ¡¿Te está esperando a ti?!

Sherlock se soltó del amarre con la misma brusquedad. —No te importa.

—¡¿Ahora te juntas con ellos?! ¡¿Después de todo lo que te hicieron?!

—Lo que me hicieron por tu maldita culpa —masculló furioso, fulminándole con la mirada.

Sherlock se dio media vuelta y esta vez Victor no le siguió. Solo observó con impotencia como su viejo amigo se encontraba con el chico rubio que vestía el uniforme del equipo de rugby de Strand, ese uniforme que Victor tanto conociera, y ese al cual recurriera para ahogar sus penas aquel día que Sherlock le rompiera el corazón.

Esa sonrisa que Sherlock esbozara al ver al rubio. Victor creyó que nunca  vería esa sonrisa otra vez. Esa sonrisa era la que Sherlock solo reservaba para él.

No dejaría que le rompiera el corazón otra vez. No perdería otra vez.

 

Mientras tanto, cierto irlandés miraba divertido toda la escena, desde uno de los balcones.

 

 

El juego había comenzado.

 

 

 

Notas finales:

Victor también hizo su aparición estelar, y así va llegando gente al baile(?)

Bueno gente vienen caps más movidos, en mi opinión al menos lol así que los veo la semana que viene! Ya saben, as always, sus comentarios son más que bienvenidos <3


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