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The Two Of Us - JohnLock Fanfic por RushanaChan

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El plan de Sherlock era arriesgado, y no muy propio de sus métodos. Pero estaba ansioso y quería probarlo.

Aprovecharía los numerosos seguidores de la cuenta de “StrandHacker” para iniciar una campaña de difamación contra Moran y el equipo de rugby.

Porque lo único que a Sebastián le interesaba eran dos cosas: su imagen y su equipo de rugby.

Todo comenzaría con la publicación de un exhaustivo análisis de la personalidad no solo violenta sino psicópata de Moran. Ayudado por una investigación previa y sus propias experiencias con el subcapitán del equipo, sumado también a algunos rumores. Porque todos sabían los abusos que éste y sus amigos cometían. Desde insultos constantes, segregación a determinadas personas, hasta golpizas en grupo. Todos lo sabían, pero nadie hablaba de ello.

Sin embargo, las redes sociales favorecían la divulgación de cualquier cosa, y mucho más si se aseguraba el anonimato.

Y eso es lo que Sherlock aprovechó. Luego de la primera publicación, invito a aquellos que hubieran tenido malas experiencias con el abusador de Sebastián a que las enviaran por el medio que desearan, asegurando completamente el anonimato de los relatos.

Ese día le llegaron aproximadamente 30 mensajes privados, tanto a Instagram como al e-mail que había habilitado a ese efecto.

La mayoría era de cuentas recién creadas, lo cual Sherlock supuso, nadie quería arriesgarse demasiado.

Pero los mensajes eran mucho más alarmantes de lo que el joven esperara. No solo relataban situaciones de violencia, tanto física como psicológica que habían sufrido, sino situaciones de abuso sexual.

Al menos la mitad de los mensajes relataban hechos de violación a la integridad sexual. Desde chicas que denunciaban haber sido drogadas, manoseadas e incluso penetradas sin su consentimiento. Hasta otras que denunciaban situaciones humillantes, tan explicitas que a Sherlock se le revolvía el estómago de solo leerlo.

Pero lo que más le afectó fue el relato de alguien que decía ser un miembro actual del equipo de rugby.

“Hola, hacker. Ingresé este año al equipo de rugby por presión de mi familia. Quiero denunciar las cosas horribles que vi en las fiestas de Moran. Por favor, hacker, mantén esto en anónimo.

La primera fiesta a la que fui fue nuestra “iniciación”, nuestra bienvenida al equipo. Cuando llegamos allí nos obligaron a todos a emborracharnos y a drogarnos, teniendo tan solo 13, alguno de nosotros 12 años incluso. Recuerdo que uno de los chicos quiso negarse pero Moran y otro chico que creo que se llama Carl Powers lo tomaron a la fuerza y le introdujeron el alcohol por la boca, mezclado con pastillas. El chico se ahogaba y todos se mataban de risa, fue repugnante.

En otra fiesta nos llevaron a un motel y nos encerraron con chicas a la fuerza, diciéndonos que no saldríamos de allí hasta que tuviéramos sexo con ellas, porque en el equipo no podía haber vírgenes. Yo estaba cagado de miedo, yo no quería que mi primera vez fuese así, dios ni siquiera me atraen las mujeres, y la chica que estaba conmigo también estaba sufriendo, me dijo que estaba obligada a estar allí porque los del equipo la habían amenazado con divulgar videos y fotos suyas. Le dije que se tranquilizara y nos quedamos ahí sin hacer nada. Tuve que mentirle a Moran para que dejara a la chica en paz. Ese día me sentí un asco. A veces lo recuerdo y quiero vomitar.

Pero así tratan a las chicas en todas las fiestas que hace Moran. Las amenazan con divulgar cosas suyas y las obligan a ir. He visto también como las drogan y todas inconscientes las llevan a un piso de arriba en la casa de Morán, al que llaman “Sala de Juegos”.

Hasta ahora no pude hablar de esto con nadie porque me da vergüenza y asco. Nos dicen que debemos soportar todas esas cosas humillantes porque eso nos hará más hombres

No puedo dejar de ir a las fiestas porque nos obligan a todos, nos dicen que si no vamos nos echan del equipo o nos dan una golpiza y quien sabe más. Tengo miedo, enserio... Así que por favor, no reveles mi identidad.

Es horrible, yo solo quiero jugar rugby, no quiero hacer más esas cosas a las que nos obligan. Siento asco, mucho asco de mi mismo,  pero no sé con quien hablar, no sé dónde denunciar esas cosas y tengo miedo de hacerlo. Moran tiene a todo el colegio comprado, a la policía comprada. No hay a donde ir. Ojalá esta cuenta exponga todo aquello que sabemos y callamos por miedo.

 

Sherlock releyó el mensaje y soltó con pesadez aquella respiración que había estado conteniendo.

Y como ese mensaje había unos diez más. Todos coincidían en el modus operandi, la droga, la famosa sala de juegos, los chantajes con las grabaciones.

Todo ello sumado a los testimonios de golpizas en grupo por parte del equipo, la moneda corriente en el instituto.

Así, con la información brindada por los mensajes, Sherlock tomó su cuaderno y empezó a anotar los puntos coincidentes de los relatos:

-Las fiestas que organizaba Moran en su casa eran la ocasión para cometer los abusos e incluso violaciones.

-El modus operandi era drogar a las chicas en las bebidas, quizás con afrodisíacos para alterar el deseo sexual, o si se ponía más difícil con drogas anestésicas como ketamina (suposición).

-Todo sucedía (o sucede) en la famosa “Sala de Juegos”, donde las chicas, luego de ser drogadas, eran llevadas allí (y solo allí, Moran tiene algo con ese cuarto en particular, supongo).

-Todo era grabado, al parecer con una videograbadora bastante antigua (solo una de las confesantes declaraba haberla visto).

-Si es que el punto anterior es cierto, el material era seguramente conservado en cintas de video VHS. Dudo que Moran haya hecho copias de estas. Es muy confiado, además, las copias digitales podrían ser interceptadas por algún hacker. Moran no quiere rastros de ellas, las quiere exclusivamente para él (suposición).

-Con el material grabado, las chicas son chantajeadas para seguir asistiendo a las fiestas y prestar servicios sexuales.

 

Por supuesto que Sherlock había elucubrado la posibilidad de que los mensajes no fueran verdaderos, pero todos eran al menos relatos coincidentes en muchos puntos, los señalados anteriormente por ejemplo. Así podía al menos suponer inicialmente la veracidad de los relatos.

Por otro lado, Sherlock volvió a sopesar el tema de la veracidad, ¿acaso Moran dudó en desacreditarle cuando les dijo a todos que era un sociópata, manipulador y abusivo luego del incidente con Victor? Sabía que estaba dejando entrever sus emociones, pero ya había decidido qué hacer.

Su objetivo sería el siguiente: sembrar discordia. Publicaría cada uno de esos mensajes. Especialmente el del chico del equipo, el cual no se le ocurría quien podía ser pero admiró su valentía. Este relato en particular confundiría a Moran, lo pondría alerta, se enteraría que alguien de su propio y amado equipo lo ha traicionado.

 

***

Con los mensajes publicados, la cuenta explotó en reacciones. El número de seguidores también se había elevado abruptamente.

La publicación del mensaje del rugbier en particular fue la más compartida, y el número de likes que tenía era exorbitante.

El posteo en cuestión había generado tal debate que la sección de los comentarios quedaba casi polarizada entre quienes insultaban a los del equipo y entre quienes los defendían con el argumento de que ese mensaje anónimo era mentira, que estaba exagerando, etcétera.

A todo ello le había seguido otra catarata de confesiones, del mismo tenor que las que ya había recibido.

Sherlock observaba con atención aquellas reacciones desde su celular mientras se hallaba solo en el laboratorio.

Desde que todo esto comenzara, fue inevitable para él no pensar en John Watson. De hecho, se mantenía como un pensamiento en segundo plano que luchaba por dejarse ver.

Sinceramente, Sherlock había sentido un alivio al ver que ninguna de las confesiones nombrara al capitán. La mayoría nombraba a Moran, Powers y Carmichael, pero no a John. De hecho, nadie parece referirse a él.

Recordó entonces que una vez, el capitán le había confesado no asistir en forma frecuente a las fiestas de Moran. Suelo descontrolarme con el alcohol, y cuando bebo soy un estúpido, le había dicho aquella vez.

Pero John debía saber todo lo que se estaba comentando. Y ese pensamiento es el que le afectaba al joven detective. La idea del capitán Watson haciendo la vista gorda no le sorprendió pero si le apenó en gran medida.

 

De repente, alguien abrió súbitamente la puerta, sacándole de sus cavilaciones.

Como si lo hubiera invocado, era John Watson. No podía ser otro, dado que seguía siendo el único que sabía quien estaba detrás del hacker.

—¡¿Por qué diablos publicaste esas cosas?!

—Oh, tanto tiempo sin verte, John —le saludó el joven totalmente despreocupado.

El rubio le miró totalmente desconcertado. —¡No es gracioso, maldito! ¡No paran de llegarme mensajes llamándome abusador, violador cuando yo no hice nada de eso!

—Bueno, ¿a eso no le llaman ustedes “solidaridad” de equipo?. ¿O no aplica cuando alguno de ustedes comete un delito? —soltó el joven detective con sarcasmo.

—¡¡¿De qué mierda estás hablando?!! Escucha, si tienes un problema personal con Moran, háblalo con él, ¿porque mierda nos metes a todos? Ve y dile lo que piensas, dile que lo odias no sé, pero ve y hazte cargo como un maldito hombre.

—¿Acaso crees que hago esto por un problema personal? John Watson tú no tienes idea de lo que me motiva a actuar, y no pretendo que lo entiendas, ni siquiera me molestaré en explicártelo.

—¡No me expliques, no me interesa! ¡¡Pero yo no tengo nada que ver!! ¡¡Ni siquiera con las golpizas, yo nunca golpeé ni abusé ni violé a nadie maldita sea!

—¡Pero eres un maldito cómplice, John! Sabes de esas cosas y prefieres callarte y no hacer nada al respecto. Solo mírate, defendiéndolos a capa y espada. Das asco. —dijo aquello último en un susurro, volviendo a atender sus cosas.

—¡¡Tú eres el que da asco!! Ocultándose detrás de una cuenta falsa, publicando cosas sin siquiera tener pruebas o algo —soltó el rubio totalmente cabreado. Pero trató de tranquilizarse para decir lo siguiente. —Sherlock. Elimina esas cosas. Confiesa que son falsas, no sé. Pero te lo digo por tu bien...

—¿Por mi bien? —le contestó el otro joven con incredulidad. —¡A ti solo te importa tu bien y el de tu equipo! —le confesó dejando su asiento en el banquillo del laboratorio para pararse en frente de él. —Lo único que a mí me importa es terminar con la impunidad que Moran y su grupo instalaron en este lugar. Quiero que sufran igual que aquellos a quienes dañaron. No me importa lo que tú pienses, después de todo, ¿quién rayos te crees? No eres nadie, John Watson. No eres nadie para decirme qué hacer ni cómo hacerlo. Y si tengo que destruirte de alguna forma, no lo dudaré ni un segundo.

El rubio se quedó paralizado ante aquellas palabras. Habían sido como un puñal en su corazón.

Exhaló una risa y negó con la cabeza.

—Después de todo, el tal Trevor tenía razón, ¿eh?. A ti nadie te importa, una vez que no te sirven, los deshechas y ya —decía con un tono que dejaba entrever lo herido que estaba con toda la situación. —¿Sabes? yo te consideré un amigo de verdad, me agradabas mucho, y pensaba en ti como alguien genial. Pero ahora puedo verlo, solo me usaste, seguramente para sacar información del equipo o algo. Como no te dije nada, dejaste de hablarme, aprovechaste la primera oportunidad que tuviste para alejarte y listo. Y no me vengas con que estabas herido con lo que te dije aquella vez de la comisaría. Porque a ti no te importa nada. Solo piensas en ti mismo.

Y con eso el rubio le dedicó una última mirada de decepción y salió tan rápido como había entrado.

Sherlock se quedó varios segundos paralizado, mirando un objeto aleatorio de la mesa del laboratorio.

Ahora, en su mente John Watson había pasado a primer plano. Especialmente esa mirada que le dedicó al último. No pudo sacarse esa imagen de la cabeza en todo lo que restó del día.

 

 

***

Desde que él y Sherlock se habían alejado, John sentía la necesidad de volver a ver a Greg. Necesitaba desahogarse con alguien.

Pensó en acudir a Moran, pero por alguna razón, no sintió que correspondía hablar de Sherlock con él. Ya había entendido que no se llevaban bien, a pesar de desconocer el motivo en particular. Por ello, Morán no sería lo suficientemente objetivo ni tolerante con el tópico.

Por eso, su confidente debía volver a ser Greg. En estas circunstancias, como en muchas otras en el pasado, solo confiaba en él.

—Hace mucho que no pasas por aquí, John —le decía a modo de saludo el consejero escolar. —¿Cómo has estado?

El rubio tomó asiento en el sillón ubicado frente al escritorio de Greg. Exhaló con pesadez antes de hablar. —Estresado

—¿Por el equipo? Deben estar ocupadísimos, vienen ganando varios partidos. ¡Felicitaciones! —comentaba el consejero mientras le ofrecía unos snacks a John y este los tomaba agradecido.

—Gracias. Sí, estoy bastante ocupado con eso. Con eso, con los exámenes, con mi trabajo, con Sarah, y...

—¿Y...? —le invitó a seguir Greg.

El rugbier suspiró antes de hablar. —Y Sherlock.

Greg le dedicó una expresión de “lo sabía”.

—Sí, Sherlock puede ser estresante —bromeó el consejero.

—Es que... Peleamos mucho últimamente. Siento que me odia, no sé.

—¿Qué sucedió?

John sopesó las palabras que diría, dado que tampoco quería revelar que Sherlock estaba detrás de la cuenta de Strand Hacker.

—Él... Él dijo algo malo del equipo. Pero al hacerlo me afectó a mí también, y yo no tengo absolutamente nada que ver. No lo sé, podría haberme preguntado antes acerca de ello.

—¿Tiene que ver esto con las confesiones que andan dando vueltas? —le cuestionó el consejero, sacándole la ficha. El rubio tragó saliva nervioso, y dispuesto a no mentir simplemente asintió, sin dar más detalle.

—Cuando le reclamé por esto, él literalmente me dijo que yo no le importaba. Y eso...

—Anda, dilo —le animó Greg, luego de que el otro se quedara varios segundos en silencio reprimiendo lo que sentía.

—Eso no sé, me rompió por dentro, no sé. Me... Hirió mucho —decía bajando el tono de voz gradualmente hasta acabar en casi un susurro. —Y es que no lo entiendo. A veces siento que yo la cago, pero luego pienso que él también me dice cosas hirientes sin razón alguna.

Greg suspiró. Sherlock era un tema difícil para él también.

—Bueno, sinceramente, no creo que Sherlock quiera herirte, John. Sucede que él a veces es demasiado... Impulsivo.

—Sí, lo sé. Y yo soy demasiado irritable. Es que, siento que le molesta que le digan la verdad, que le digan que lo que está haciendo está mal.

—No me sorprendería. Sherlock no ha tenido a nadie que le ponga los límites antes, créeme.

—Todo esto me estresa... No me gusta estar mal con él. Me agrada, pero cuando se pone así.... No lo soporto, y reacciono muy mal.

—Mmh, quizás Sherlock se siente mal por otras cosas que le pasan. ¿No te habló de algún problema que tenga? ¿No notaste algo que le afectara? —indagó el consejero escolar, ganando solo un encoger de hombros de parte del otro.

—Sherlock no me habla mucho de sus problemas personales. Sé que no se lleva bien con sus padres ni con su hermano y que siempre están peleando por cualquier cosa porque lo he visto discutir por teléfono o incluso en su casa, las pocas veces que me invitó allí.

El consejero asintió dándole la razón. —Tiene una familia muy complicada. No ha tenido una vida fácil en ese sentido. Bueno, todos podemos tener problemas en la familia, pero su caso es especial. Eso debe estar afectándolo.

—¿Tú conoces a Sherlock desde pequeño, verdad?

—Sí, prácticamente desde que nació. Yo solía ser amigo de su hermano, de hecho éramos compañeros aquí en Strand —relató el consejero con cierta melancolía en su expresión.

—Mycroft, el abogado, ¿no? ¿Ya no hablan? —aventuró a preguntar el rubio.

—No, hace un tiempo perdimos contacto —contestó negando con la cabeza. —Éramos muy diferentes, él tenía sus objetivos, yo los míos. Pensábamos muy diferente.

El rubio asintió en señal de entendimiento. Halló cierto paralelo entre sus palabras y lo que le pasaba con Sherlock. Pero se resistía a pensar que eran totalmente diferentes. Especialmente se resistía a la idea de que se separaran y no se hablaran nunca más.

—La verdad es que... Yo quiero entenderlo, comprenderlo. Pero siento que no sé nada de él, de sus preocupaciones. Siento que... No lo conozco. Él en cambio me lee como a un libro abierto. Y eso francamente me molesta a veces.

—Sí, Sherlock hace eso como un mecanismo de defensa. Sabe que si se adelanta y te muestra que sabe todo de ti, estarás en desventaja —explicó el consejero. —Ya sabes lo que dicen, el conocimiento es poder.

—Pero por qué tendría que defenderse de mí, soy su amigo. Incluso creo que en una amistad los dos debemos saber qué le preocupa al otro.

—John, Sherlock es un buen chico, yo puedo confirmártelo por los años que vengo conociéndolo. Pero es muy complicado.

—Tú... dijiste hace rato que él no había tenido una vida fácil —le soltó el rubio luego de permanecer callado varios segundos. —¿Qué le sucedió?

—No sé si deba decírtelo...

—Vamos Greg, él sabe absolutamente de mi. Y a mí me desespera no saber nada de él. Tú y yo sabemos que pasarán mil años hasta que me cuente algo de su pasado.

El consejero soltó un suspiro por cuarta vez en la sesión con el rugbier.

—Bueno, pero de esto ni una palabra a nadie, ¿eh?

John asintió en conformidad.

—Sherlock... tuvo una infancia muy triste. Cuando él era pequeño, sus padres estaban en muy malos términos, a punto de divorciarse. Su padre se fue de la casa por un tiempo, y su madre quedó a cargo de los chicos. Aunque solo de Sherlock, diría, porque Mycroft se cuidaba bien bastante solo y su hermana Eurus asistía a un internado de mujeres.

—¿Eurus? —le interrumpió John. —No sabía que tenía una hermana.

—Sí, ella era un genio, como todos los hermanos Holmes. Pero ella, era perfecta, en algún modo. Era cuadro de honor en Westminster, ganaba olimpiadas de matemática desde pequeñita, y era excelente tocando el violín. De hecho se convirtió en primer violín de la Orquesta Juvenil de Gran Bretaña con tan solo 12 años.

—Wow... Sherlock no la menciona para nada —reflexionó el rubio.

Greg hizo una mueca de incomodidad. —Sí, sucede que no han tenido mucha relación tampoco. Como te decía, al quedarse la Señora Holmes a cargo del pequeño Sherlock, sintió que era mucho para ella. Porque su madre también será una súper genio, pero como madre... En fin, no tuvo mejor idea que endilgarle el cuidado de Sherlock a su anterior nana, una señora que vivía en el centro de la ciudad.

—¿La Sra. Hudson?

—Exacto. Ella se hizo cargo prácticamente de la crianza de Sherlock. Por eso, el niño creció sabiendo desde pequeño que no tendría hermanos con quien jugar a los piratas, o padres que se entusiasmaran cuando aprendía un nuevo paso de ballet. Empezó a crear entonces su propia idea de familia: él y la Sra. Hudson. Aunque bueno, después estuvo ese amigo suyo, el pelirrojo, Victor.

John decidió omitir comentarios sobre ese chico para no interrumpirle, pero aún tenía muchas preguntas acerca de él.

—Cuando la Sra. Hudson falleció, Sherlock se vio obligado a mudarse de vuelta a su casa. La muerte de su nana debió afectarle demasiado, porque recuerdo en ese tiempo que se había vuelto un chico muy agresivo y desobediente. Los gritos de su madre no faltaban cada vez que iba a ver a Mycroft para que estudiáramos.

John le escuchaba con mucha atención, pero también con preocupación.

— Pero un día hubo un incidente... Uno muy grave, que creo que fue el más traumático para Sherlock. Cuando se mudó a su casa, no solo vivía allí con su madre, su padre eventualmente, y Mycroft. Sino también con Eurus.

Los dos no se relacionaban mucho, pues prácticamente no se habían criado juntos. Pero por alguna razón todo empeoró un día. Un día en el que los dos se quedaran solos en casa.

Ese día habían peleado, pero a tal punto que Eurus... intentó hacerle daño, y probablemente a ella misma también... Ella... Provocó un incendio en su casa, en el cuarto de Sherlock precisamente.

—¡¿Qué?! ¿Quemó su casa a propósito?

—Sí, con tanta mala suerte que el fuego se propagó a la casa vecina y allí...

—¿Qué sucedió, Greg?

El consejero tomó aire antes de decir lo siguiente. —El chico que vivía allí murió, alcanzado por el fuego.

El rubio se quedó helado ante lo que acababa de escuchar.

—La familia Holmes no solo tuvo que indemnizar millones a la familia del chico  sino que Eurus fue condenada por el homicidio a seis años de prisión.

—Eso es bastante poco —reparó el rubio, recuperándose aun de la impresión que el relato le causaba.

—Bueno, sus abogados eran muy buenos. Además, la salud mental de Eurus estaba muy mal. Según las pericias que le hicieron era prácticamente una psicópata, además de una pirómana. 

—¿Y todo fue porque había peleado con Sherlock?

—Sí, no sé cual habrá sido el motivo de esa pelea. Pero lo que sí sé es que Eurus tenía claras intenciones de matar a su hermano —aquella declaración hizo que el rubio frunciera cada vez más el ceño si acaso eso era posible. —Ella misma se lo dijo a la policía cuando la interrogaron.

John intentaba procesar todo lo que había escuchado. La vida de Sherlock en esa casa había sido un infierno desde hace años. No eran meras peleas como John pensaba. Incluso se arrepintió de haber subestimado el sufrimiento de su amigo en su casa, con el argumento de “eres jodidamente rico, ¿de qué te quejas?” o el típico “yo la paso peor que tú”.

—Y bueno, es desde ese incidente que los Holmes quieren como volver a “reconectarse” —prosiguió Greg. —Aunque no sé si eso esté funcionando.

—Qué mierda, la verdad —fue lo único que le salió decir al rugbier. Greg le asintió apenado en conformidad con ello.

—Sinceramente, creo que como Sherlock fue herido por personas en las que más confió, su comportamiento de ahora es consecuencia de ello —le explicó el consejero. —A él quizás le cueste confiar en alguien otra vez. O quizás no le salga volver a conectar con alguien, ¿entiendes? No sabe comportarse, actúa impulsivamente, pero luego se arrepiente.

—Lo sé, Greg —le contestó el rubio. —Desde que nos conocimos, supuse que actuaba de esa forma porque le habían herido en el pasado... El tema es que a veces pienso que quizás no es eso, que quizás es simplemente que... No quiere estar conmigo, no quiere porque no sé, soy amigo de Moran, porque no soy como él, porque le aburro, no sé.

Greg se acomodó en su asiento y le miró a los ojos.

—John, voy a ser sincero con esto que voy a decirte. Los he visto a ustedes juntos un par de veces por el Instituto y puedo asegurarte que nunca, pero nunca, había visto a Sherlock tan... Cómodo con alguien. Tan agradable con alguien. Tan... Feliz.

El rubio, que había estado con la cabeza gacha, le miró en ese momento.

—Lo que quiero decirte, John, es que yo creo que Sherlock te aprecia, de algún modo. A su modo. Aunque no por eso debes soportar que te trate como él quiera. Él también debe aprender a controlar sus impulsos. Debe aprender a respetarte, y sobre todo, a reconocer cuando tienes razón.

—Sí, ojalá lo entienda...

El rugbier exhaló con pesadez pero debía reconocer que estaba más tranquilo. El desahogarse con Greg le había ayudado, pero también lo hizo el escuchar otra opinión sobre la relación que llevaba con el chico del laboratorio. Lo que si no le dejaba era una sensación de amargura que le surgiera desde que escuchara el relato de la familia Holmes, especialmente acerca de la tal Eurus.

—Pero John, tú también debes aprender algo —dijo seriamente el consejero, ganando toda la atención y curiosidad del otro. —Dijiste que Sherlock había dicho algo del equipo, supongo que algo relativo a los abusos y golpizas de las que son acusados. Ahora, ¿no crees que deberías haber ido a hablar con tu equipo primero antes que recriminarle a Sherlock?

El rubio sopesó la idea. Si bien Greg no sabía que el motivo del reclamo era que Sherlock administraba la cuenta del StrandHacker, lo que dijo tenía algún sentido igualmente. Su conducta solo confirmó lo que el joven detective le había dicho, estaba confiando plenamente en el equipo pero desconfiando automáticamente de su amigo. Cualquiera de los dos podría estar errados, pero John acusó a alguien de antemano. Y eso no era casual.

—Es que yo... Es complicado.

—Lo sé, John. También he estado en el equipo de rugby cuando estudiaba aquí, y sé cómo se manejan. Solo quiero aconsejarte que la próxima vez que suceda algo como esto, escuches las dos campanas primero, antes de juzgar.

El rubio asintió conforme con el consejo pero seguía reflexionando lo que Greg le dijera.

Cuando llegó el momento de despedirse, Greg le frenó con algo más que le había quedado dando vueltas.

—John.

—¿Qué sucede, Greg?

—Si algo de lo que se está comentando es cierto, y tú sabes algo. Debes hablar. ¿Sí?

El capitán del equipo le miró fijamente.

—Claro.

 

 


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