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The Two Of Us - JohnLock Fanfic por RushanaChan

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La concentración de los convocados para la Selección se llevaría a cabo en la Universidad de Oxford, más precisamente, en las instalaciones del equipo universitario de allí. John estaba tan ansioso que no había podido conciliar el sueño la noche anterior.

Si bien la convocatoria no significaba que integraría oficialmente la selección, era un paso enorme. John Watson existía para la Selección Nacional, y podría ser llamado en cualquier momento.

No podía creer que él era parte de ese grupo de estrellas que los consideraba la Selección. Todos los chicos que estaban allí con él subiendo al autobús eran prácticamente los mejores del país. Conocía a varios de ellos por partidos jugados con sus respectivos equipos.

Sin embargo, a uno de ellos lo conocía muy bien. De hecho, habían jugado para el mismo bando desde prácticamente niños: James Sholto.

El chico no le miraba pero John sabía perfectamente que había notado su presencia. Ambos habían sido compañeros de equipo en la anterior escuela de John, antes de que ganara su beca y se trasladara a Strand. Pero no habían quedado en buenos términos.

—John, es hora de subir —le anunció su compañero Wilkes, sacándole de sus cavilaciones.

El viaje había sido corto, pues no era mucha la distancia que los separaba de la ciudad de Oxford. A pesar de la cercanía, John nunca había estado allí, por lo que miraba maravillado desde la ventana los bellos y antiguos edificios que se extendían frente a él.

El autobús los llevó directo a las residencias donde se alojarían los siguientes siete días. Serían días de puro entrenamiento e intensa actividad.

John observaba las hermosas instalaciones que le rodeaban y sonrió. No podía creer lo lejos que había llegado y lo mucho por lo que había pasado. Todo el entrenamiento de estos años había valido la pena. Todo el esfuerzo y dedicación a ese deporte que no solo le gustaba sino que le había salvado tantas veces de las tragedias de su vida, tuvieron un resultado, un premio.

Hasta ahora, toda la emoción que tenía le había impedido pensar en sus compañeros de Strand, especialmente en Sherlock. Le habría encantado estar en buenos términos con él y enviarle fotos de cada cosa que veía y le llamaba la atención, solo para ganarse alguna explicación innecesariamente extensa por parte de su compañero, o algo asociado con algún asesinato que al excéntrico joven le recordara dicha foto.

Lo cierto es que también se perdería el debate entre Mary y Molly contra Anderson por la presidencia del Comité. Aunque más que curiosidad por lo que sucedería ese día, era preocupación lo que sentía. No solo Mary estaba en peligro sino Molly también. No supo si aquella indirecta que le tirara a Moran el día anterior a irse, acerca de "no hacer cosas de las que vas a arrepentirte" le serviría para protegerlas, pero es todo lo que podía hacer.

Se encontró nuevamente pensando en su amigo Sherlock, si es que aún podrían llamarse amigos. Si hubieran seguido en buenos términos, las cosas serían tan distintas. Estaba seguro que Mary y Sherlock se llevarían estupendo, pues para John esos chicos tenían personalidades muy parecidas y a su amigo eso le encantaría. Incluso le habría gustado ver si Sherlock participaría de las elecciones junto a las chicas, ayudándoles con la campaña. Incluso John les ayudaría ene sa situación, pues el rubio sentía que seguiría a su amigo a donde fuera. Era una alterna realidad donde John no había sido tan estúpido como para beber tanto y delatar a su amigo en frente de sus principales enemigos. Una realidad donde él y su amigo seguirían hablando, riendo por las excentricidades de aquel chico, saliendo juntos a buscar pistas de asesinatos olvidados.

Volvió a concentrarse en su situación actual antes de que otros pensamientos le invadieran.

 

***

El auditorio principal estaba repleto, como nunca antes lo había estado. Todos estaban expectantes de aquello que los distintos candidatos tenían para ofrecerles.

Eran un total de cuatro listas las que se presentaban. Pero la mayor cantidad de simpatizantes se concentraba en la de Mary y Anderson.

Afortunadamente las chicas no tuvieron que lidiar con matones ni tipos que las siguieran sospechosamente. En primer lugar porque Mary era alguien que nos e quedaría callada ante tal hecho y lo denunció públicamente. Pero también siguió las recomendaciones de John, y nunca estaba sola ni se movía sola a ningún lado. Asimismo Molly, quien aprovechó la inusitada compañía de sus nuevos admiradores para repeler la amenaza de los rivales.

Las chicas se hallaban en silencio, expectantes del llamado que les hicieran para salir al escenario. Molly miraba de reojo al estrado donde hablaría en unos minutos y sintió como su piel se erizaba.

—Estás preciosa —le aduló Mary segundos antes de que las llamaran para subir al escenario.

Los aplausos del auditorio se hicieron escuchar y la dupla de chicas se dispuso a saludar al alumnado. Se mostraron tan sonrientes y simpáticas como lo habían hecho las últimas semanas.

Como candidata a presidenta, fue Mary quien se paró en el estrado en primer lugar dispuesta a emitir el ansiado discurso.

Molly admiró la soltura y seguridad con la que su compañera se presentaba.

—Compañeros, es un honor para mí estar aquí hoy. A muchos de ustedes los he terminado de conocer estas últimas semanas. Como todos saben, ingresé apenas este año, pero eso no me priva de mi derecho a presentarme en esta ocasión ni tampoco me resta legitimidad, como muchos me han dicho para intentar disuadirme. Esos mismos que quisieron disuadirme con violencia, llegando a perseguirnos a mí y a mi compañera dentro y fuera de esta institución, e incluso llegando a golpearme para intimidarme, como bien he denunciado ante las autoridades de esta institución —decía la joven ante una audiencia que la escuchaba en absoluto silencio. —El ser nueva no me ha impedido ver los atropellos que se cometen día a día en esta escuela. Lo que me sucedió a mi no es algo nuevo. Es como se maneja el grupo de Sebastián Moran y sus amigos, que vio amenazado su impune sistema de violencia y quiso doblegarme. Y ustedes se preguntaran, ¿qué interés tendría Moran en estas elecciones? Algo ya les he adelantado durante la campaña.

 

Molly observaba atenta la reacción de la audiencia. Asimismo buscaba a Moran entre ellos pero no podía ubicarlo.

—La Gran Mafia del Comité, la he llamado —continuó la joven Morstan y con una seña hizo que unas imágenes se proyectaran para la audiencia. —Lo que ven aquí son las partidas del presupuesto que maneja el comité. Es decir, para qué diablos usan la plata que el colegio les da. Hay una en particular que se llama "eventos varios", como vemos, una gran cantidad de dinero se va allí. El destino del dinero del comité debe ser público para cualquier alumno que desee conocerlo, eso establece el Reglamento de Alumnos de esta institución. Cuando quise ejercer este derecho, tuve que amenazar al actual presidente con iniciar acciones legales para que me diera acceso a las partidas. Al ver esto, le exigí que me explicara qué eventos exactamente eran estos "eventos varios" y el presidente se negó rotundamente a darme más detalles y sin ningún fundamento. Pero lo que no sabe el presidente es que con estos datos me bastan para descubrirlo todo. Solo observen las fechas de los gastos, son sospechosamente coincidentes con las fiestas que ha hecho Moran, las que jocosamente presume en sus redes sociales.

 

Se escuchaba como la audiencia se asombraba con la información y empezaba a susurrar por lo bajo.

 

—Y seguramente se preguntaran ¿para qué rayos usa el dinero de esta escuela para sus fiestas si es multimillonario? Fácil, Sebastian Moran no va a usar su dinero, de sus cuentas bancarias, de sus depósitos o de las tarjetas de crédito que su papi controla para comprar drogas sintéticas cuyo consumo es ilegal en nuestro país. Necesita un recurso externo que no deje rastros que le comprometan, y qué mejor que saquear el colegio que él mismo ya controla. Porque eso hace, controla todo, los controla a todos ustedes, y mucho peor, se burla usando el dinero de ustedes.

 

Mary continuó con las principales propuestas que tenían y puso en evidencia las demás flaquezas de la actual gestión, ante una audiencia que la escuchaba con atención y seriedad. Para finalizar, apeló nuevamente a la violencia que generaba Moran y que apañaba Anderson.

 

—Según el reglamento de esta institución, una de las funciones principales del Comité es defender los derechos de todos sus alumnos. ¿Dónde estuvo el comité cuando me golpearon aquí afuera en el campus? ¿O donde estuvo cuando alguno de ustedes fue golpeado e insultado por alguno de los miembros del equipo de rugby? ¿Dónde estuvo cuando acusaron a Moran de violador, cuando un miembro de su mismísimo equipo declaró haberlo visto en situaciones de abuso sexual y violencia contra alumnas y ex alumnas de este colegio? Ojalá reflexionen sobre estas cuestiones, y elijan sabiamente a la hora de votar.

 

La audiencia despidió con un eufórico aplauso a la flamante candidata y fue el turno de Molly para pararse en el estrado. Un silencio absoluto reinó el salón, que no hizo más que empeorar el nerviosismo de la chica.

 

—Buenos días a todos. Mi nombre es Molly Hooper y soy candidata a vicepresidente del Comité Estudiantil por la Lista Azul. Quizás muchos tampoco me conocen, pero no porque sea nueva, de hecho, he sido alumna de esta escuela desde hace años. Soy una chica muy tímida, me cuesta abrirme a otras personas o socializar. Pero soy como todos ustedes, tengo amores, disgustos, sueños y metas que quisiera cumplir en mi vida. Y a pesar de ser exactamente como cada uno de ustedes, mi vida en esta escuela es difícil, ha sido difícil desde hace tiempo. A diferencia de mi compañera, no han llegado a golpearme o hacerme algún daño físico, pero me han hecho un daño igual de grave: un daño psicológico, con el cual vivo día a día. Hablo del daño que seguramente muchos de ustedes también sufren. Día a día, a todos lados a donde voy, escucho insultos, son apenas susurros, pero insultos al fin, por parte de los miembros del equipo. Día a día, se me insulta y se me descalifica por quien soy, por cómo me visto, por como uso mi cabello, por las cosas que me gustan o simplemente por ser un poco más inteligente que ellos. Todo lo que hago les es objeto de burla y molestia. Y estoy harta de eso. Estoy harta de ser desplazada e ignorada y hasta insultada por órdenes de este grupo de gente.

Y como si eso no fuese poco, soy también una viva muestra de lo que pasa cuando no eres del bando de Moran y lo demuestras. Yo misma sufrí las consecuencias de ello cuando el año pasado quise inscribirme para el Certamen Nacional de Literatura y representar a Strand allí, para lo cual necesitaba el aval del Comité. Anderson me lo negó a dármelo sin ningún fundamento y allí en ese momento, estaba Carl Powers. ¿Saben qué me dijo? "A Sebastián no le gustó lo que le hiciste a Janine el otro día". Yo la había sorprendido copiando en un examen y se lo dije al profesor. ¿Acaso tenía que aguantarme que pasara el examen sin siquiera haber estudiado, sin estudiar todo lo que yo estudié? Es injusto. Lo que ellos hacen es injusto. Es como dijo Mary, ellos controlan todo, te obligan a estar de su lado, a ser complacientes, a callar, a aguantarles todo lo que ellos quieran hacer. Pero eso debe terminar, la violencia debe terminar, el bullying debe terminar. Y no vamos a terminarlo asistiendo a las charlas que el colegio nos impone asistir. La forma de acabarlo es quitándole el poder a quienes creen tenerlo y hacernos respetar. Invito a todos aquellos que se han sentido ultrajados y violentados por Moran y su grupo a que nos voten y nos ayuden a terminar con esto de una vez.

 

Molly observó anonadada como la audiencia le aplaudía eufórica. Sonrió y se reunió con su compañera fuera del escenario. Ambas jóvenes se abrazaron fuertemente.

 

—Lo hiciste genial allá arriba. Estoy orgullosa de ti —le felicitó Mary.

 

Las chicas se distendieron un poco, pues lo peor ya había pasado, si se quiere. Ahora solo les quedaría escuchar el discurso de Anderson, al cual mucho temor no le tenían, pues el chico no era muy hábil con la palabra, ni muy simpático.

Sin embargo, se llevaron una gran sorpresa cuando vieron que quien subía al estrado para hablar no era aquel joven, sino el mismísimo Sebastián Moran.

Aquello también sorprendió al auditorio, que empezaba a cuchichear por la presencia del rugbier en el estrado. Luego, el silencio absoluto reinó para permitirle hablar.

Mary y Molly miraban la escena con confusión y enojo. Se suponía que en el debate solo hablarían los candidatos, y las chicas contaban con el poco rapor que Anderson tenía con el público en general. Pero que Sebastian Moran hablara era algo totalmente distinto e inesperado. Podría definir a muchos votantes.

El joven rugbier hablaba con una elocuencia y seguridad que hizo enfurecer a Mary.

 

—Bueno, seguro les parece extraño que yo esté aquí ahora. Yo no soy candidato a nada. Soy simplemente un chico con derecho a expresarse luego de tantas cosas que se han dicho sobre mí y sobre mis amigos estos últimos meses. Nos han tratado de violentos, golpeadores, pedófilos, drogadictos, abusadores, violadores, prácticamente nos han injuriado de mil formas, y sin ninguna prueba en absoluto. Solo se basaron en unas confesiones totalmente anónimas, desde una cuenta también totalmente anónima. El anonimato es sin duda la forma más cobarde de acusar a alguien, y la más impune también. ¿Cómo se sentirían ustedes si de un día para el otro los acusaran de un crimen sin ninguna prueba? Se sentirían impotentes, furiosos por no poder demostrar lo contrario. Se sentirían pésimo porque ni siquiera saben quién los acusó. Solo saben que un buen día, a un puñado de cobardes anónimos se les ocurrió humillarlos y dañarlos de esa forma.

Pero hoy vengo ante ustedes a esclarecer todo —anunció el subcapitán con una sensatez que penetraba en las mentes de los allí presentes. —Todo, absolutamente todo, es mentira. El mismo creador de la cuenta de Strand lo ha confesado, hoy, ante las autoridades de esta institución... Exacto, gente. La persona detrás de esta cuenta ha sido localizada. Y esa persona es Sherlock Holmes.

 

La revelación causó revuelo en la audiencia.

El rostro de Molly se empalideció con la sola mención de ese nombre. La reacción de Mary fue similar.

 

—Todos sabemos quién es Sherlock, todos sabemos cómo es y la poca... credibilidad que tienen sus acciones... Nunca olvidemos como acosaba a Victor Trevor y cómo difamó a la escuela luego de ello —continuó el rugbier. —El día de hoy, hace solo unas horas, Sherlock se presentó ante las autoridades del colegio y lo confesó. Confesó no solo estar detrás de la cuenta sino también haber inventado todo, absolutamente todo. Confesó asimismo haber filtrado preguntas de exámenes, que como muchos ya sabían, se divulgaban a través de esa cuenta de Instagram que luego se dedicó a difamarme. Con todo esto, las autoridades han tomado cartas en el asunto y han decidido expulsar a Sherlock Holmes de esta institución.

 

Molly sintió que se desmayaría en cualquier momento.

 

—Con eso dicho, solo me queda hablar de otra cosa. Sé que en el pasado, mis amigos y yo hemos tenido actitudes violentas con alguno de ustedes. Éramos más chicos y éramos estúpidos, qué decirles —confesó, amenizando el ambiente y ganándose la risa de un par de presentes. —Pero ya enserio, quiero en este acto pedir sinceras disculpas a todos aquellos que se hayan visto agraviados por mi o por alguno de mis amigos. Voy a hacerme plenamente cargo de mis acciones, reconociendo la gravedad de las mismas y asegurándome que estas cosas no vuelvan a ocurrir. De hecho, John Watson y yo hemos asumido este compromiso desde que él llegara aquí.

Pero no me haré cargo de cosas que no me corresponden. Es fácil señalar a alguien porque todos lo hacen, señalar a alguien por defecto como el culpable de las desgracias de uno. Molly Hooper, siento de corazón si alguna vez te hicimos sentir mal, pero no tengo la culpa de que no logres integrarte. Yo no te obligo a encerrarte en el laboratorio o en la biblioteca a leer libros. Creo que ustedes también tienen que poner de su parte si quieren sentirse integrados, ¿no? Tampoco tengo la culpa de que te hayan rechazado para ese Certamen de Literatura. Tengo entendido que tu solicitud fue rechazada porque tu relato era insuficiente y defectuoso, tal cual lo expresó nuestro profesor de literatura aquí presente que leyó lo que escribiste, a pedido del Comité, para evaluar tu petición.

 

El susodicho profesor confirmó aquello asintiendo con un movimiento de cabeza. La audiencia volvió a reaccionar. Risas, cuchicheos, ruidos. Molly sentía nauseas. Mary posó una mano sobre su hombro para tranquilizarla.

 

—Eso es mentira... Absolutamente mentira... —susurró absorta Molly. Ese profesor nunca había leído su relato.

—Lo sé... —le respondió su compañera de lista. Él planeó todo esto...

—Tampoco me haré cargo de los hechos de violencia relatados por Mary Morstan. Porque, vamos ¿ahora tengo secuaces que golpean a mis compañeros? Me parece que la compañera debería dejar de ver tanta televisión —prosiguió el chico y la audiencia empezó a reír. —No tengo matones, ni secuaces, ni tengo un cartel de droga ni tengo grabaciones de ustedes , ni nada de lo que se comenta. No tengo una mafia gente, no soy el maldito Padrino. Solo soy un chico, como todos ustedes, que está tratando de cambiar y redimirse por sus acciones del pasado.

Dicho eso, solo me queda pedirles que escuchen atentamente el discurso de nuestro buen amigo Anderson, que se ha hecho cargo del Comité por dos años y lo ha hecho de forma impecable. Quizás no sea el más amigable ni agradable, pero es el chico más responsable y trabajador que conozco. Gracias a todos por escucharme.

 

La audiencia despidió a Sebastián con otro eufórico aplauso. Mary observó esa reacción.

La elección sería complicada.

***

El día de hoy les había dejado exhaustos. Habían seguido el riguroso entrenamiento e interminables partidos desde la primera hora en la mañana hasta llegada la hora de la cena.

Era el penúltimo día del campamento para John, y la emoción que había sentido desde el primer día seguía allí presente. A pesar del cansancio con el que se acostaba cada noche, el entusiasmo que tenía le impedía ver aquello como un sufrimiento.

Aunque no podría decir lo mismo de su compañero Wilkes.

—¿A dónde vas? —le preguntó John a su compañero de equipo cuando le observó cambiándose y empacando algunas cosas en su mochila. —Ya nos llamaron a cenar.

—Sí, esa asquerosa comida "saludable" que nos dan —le contestó el chico. —Nos vamos con los chicos de Westminster a comer unas buenas hamburguesas, y a tomar algunas cervezas. ¿No quieres ir?

El rubio rechazó la oferta, sin antes advertirle a su compañero sobre las consecuencias de abandonar la concentración, lo cual estaba prohibido. El chico hizo oídos sordos a lo que le dijo y partió sin más en busca de la preciada cena.

John sintió un deja vú, pero esta vez no le acompañaría a escaparse. Ese era un riesgo que solo correría por Sherlock Holmes.

Así, el capitán del equipo se dirigió tranquilamente al amplio salón donde les servían la cena. Muchos ya se hallaban en las mesas, sentados en grupo, salvo uno de ellos.

Su ex compañero James Sholto se hallaba como de costumbre, desde el primer día que comenzara la concentración. Solo.

A John no le extrañaba aquello, pues James siempre había sido alguien solitario y poco sociable. Su inmenso porte y su cara que parecía no emocionarse por nada, tampoco le ayudaban mucho.

John tomó su ración y se acercó cuidadosamente al chico, sentándose a su lado. Sholto apenas se inmutó por la presencia de su ex compañero.

—James, tanto tiempo... —rompió el hielo el capitán. —¿Cómo has estado? ¿Cómo están los chicos?

—Bien. No clasificamos para ningún torneo pero bien —le contestó el otro sin mirarle. —¿Y tú? ¿Qué tal Strand?

—Es muy... diferente —confesó el rubio. —La gente es diferente.

—Pero tienen un buen equipo —dijo Sholto con el tono monótono que le caracterizaba.

—Eso sí, los chicos son muy buenos. Hemos mejorado mucho estos últimos meses.

—Tú mejoraste mucho, John Watson —confesó el grandulón, mirándole fijamente. John le sonrió amigable, en agradecimiento por el cumplido.

—Tú también, James. Cuando tacleaste al nueve de Harrow en el partido de hoy, fue genial. Tu velocidad es impresionante.

Sholto también le sonrió levemente en agradecimiento.

Los chicos comieron su ración en silencio hasta que John decidió romper nuevamente el hielo y hablar de lo que realmente le aquejaba.

—James, yo... Siento las cosas que te dije. Fui un imbécil.

Sholto le observó y su semblante pareció suavizarse. —Está bien, John. Tú eres un buen chico.

—No, no lo fui contigo, James. Yo te ofendí, y hasta quise que te fueras del equipo... Solo porque...

—Porque soy gay —le completó la frase el otro, sonriéndole a pesar de aquella revelación.

—Exacto. Fui un necio. Me enojé contigo solo porque te gustaban los chicos en vez de las chicas. Una tremenda estupidez.

—Está bien, John, enserio. En aquel momento entendí tu enojo, como así también el de mis compañeros. Es difícil, ¿sabes? Hasta yo me "enojé" conmigo, por mucho tiempo.

John le miró algo consternado y culpable por haber tratado mal a su compañero en el pasado.

—Y... ¿cómo estás con el equipo ahora?

James tomó de su bebida y sopesó sus palabras.

—Desde que te fuiste, los chicos parecían no darle más vueltas al asunto. Parecía que solo te seguían a ti. Pero no dejaron de mostrarse... molestos conmigo. Higgins fue el único que me apoyó en el equipo, pero cuando se fue, todo empeoró.

—¿Higgins ya no es el entrenador? —le preguntó John con asombro y hasta con tristeza. Fue aquel entrenador el que le llevó al hospital, ese fatídico día en que su madre falleciera. Él le había consolado en muchas oportunidades.

—No, decía que quería retirarse... Pero sé que era porque no nos estaba yendo bien, y eso era frustrante —relató Sholto con cierta melancolía. —En fin, ahora tenemos a otro tipo. Él si se tomó mi sexualidad como un insulto, y me puso en la banca por un tiempo considerable. Hasta que tuvo que hacerme jugar porque se dio cuenta de lo bueno que era. Entrené mucho tiempo para demostrarle que podía hacer ganar al equipo, que podía ser un excelente jugador, más allá de mis gustos.

John sonrió orgulloso por su ex compañero de equipo. Los chicos hablaron de otras cosas luego, en un ambiente mucho más ameno que antes, un ambiente que unas simples disculpas eran capaces de generar.

Era hora de que cada uno volviera a sus habitaciones, cuando John retuvo a su compañero nuevamente en las afueras de la residencia.

—James, ¿puedo... preguntarte algo? —le cuestionó con cuidado John. Sholto se dispuso a escucharle. —¿Cómo... Cómo te diste cuenta que eras gay?

Los ojos del grandulón se abrieron francamente sorprendidos, siendo quizás la primera expresión relevante que su rostro demostrara en toda la estadía en Oxford.

—O sea... —volvió a hablar John, moviéndose algo nervioso. —No sé cómo decirlo... Tú... ¿Cómo supiste que ese chico te gustaba? ¿Era tu amigo verdad?

Sholto le miró dubitativo unos segundos y sopesó las palabras que diría en respuesta. —Supongo que fue algo... Gradual. Con el tiempo te das cuenta que lo que sientes por esa persona no es solo amistad... Lo más difícil es aceptarlo.

John reflexionó un poco sobre lo dicho. —¿Fue difícil para ti?

—Fue muy difícil. Crecemos con la idea de que las mujeres son lo único que nos van a atraer, crecemos con una idea muy fuerte de masculinidad asociado con ello... especialmente nosotros. Nuestro deporte nos obliga a sentirlo de esa forma. Entonces, cuando te sales de eso, no puedes creerlo. Piensas mucho en ti mismo, en si hay algo mal contigo. Luego piensas en lo que dirán los otros. Piensas mucho en las consecuencias. Es un riesgo muy grande.

El capitán de Strand pensó en las cosas que Sholto le había comentado hace un rato. El rechazo de su propio equipo de rugby, de su propio entrenador, incluso de su familia.

—Pero de eso se trata la vida, ¿no? De correr riesgos —continuó hablando Sholto, esbozando una amplia sonrisa que generó en John una extraña determinación.

 

***

Sherlock observaba inexpresivo el desolado pasillo que conectaba a la oficina del director, de la cual acababa de salir.

¿Qué se supone que debes hacer cuando acaban de expulsarte y tus padres ya vienen en camino? Nada, probablemente, solo esperar. Al menos, eso le habían ordenado que hiciera en ese pasillo.

¿Disculparse, quizás? A Sherlock no se le ocurría ningún motivo para hacerlo. Más bien, sentía que muchos le debían disculpas a él.

¿Buscar consuelo en algún amigo? ¿En quién sería? No confiaba en absolutamente nadie. Pero tampoco es que necesitara consuelo alguno. El hecho de la expulsión en sí, no le generaba ningún remordimiento.

Ignorando aquellas reflexiones, el joven detective decidió irse. Caminó con tranquilidad en dirección a la salida y atravesó el campus hasta llegar a la acera que conectaba la institución con la zona urbana de la ciudad.

¿Acaso tenía ganas de llorar? Elimina esos pensamientos. Elimínalos.

De pronto, un auto que Sherlock alguna vez había visto se detuvo en frente de él. El conductor bajó el vidrio lentamente para dejar ver su rostro.

—¿Te llevo a algún lado? —le preguntó ese hombre que Sherlock conocía por el nombre de James Moriarty.

No era la primera vez que él merodeaba por allí. Ni la primera vez que le hacía esa propuesta. Sherlock la había rechazado una y otra vez. Le admiraba, pero no tenía ningún interés en compartir con aquel hombre algo más que las clases de ballet que el tipo maravillosamente le impartía.

Incluso antes de que se besaran aquella vez, Sherlock sabía lo que Moriarty quería de él. Sabía la intención detrás de esos halagos y cumplidos que le decía después de cada clase, las miradas y caricias disimuladas en el salón de baile.

No tenía ningún interés en él. Aun así, ¿acaso ello importaba? ¿Acaso algo le importaba a Sherlock?

El joven detective le miró detenidamente unos segundos. Manteniendo aquella inexpresión en su rostro, se dirigió a la puerta lateral de aquel auto e se subió sin remordimientos.

Notas finales:

Dato de color: la idea de la concentración me vino por Haikyuu jaja


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