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The Two Of Us - JohnLock Fanfic por RushanaChan

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Notas del capitulo:

Nueva actualización!

Espero que esten pasando bien la cuarentena, gente, ¡quédense en casa! uwu

Disfruten el nuevo cap!

Cuéntale lo que pasó. Cuéntale lo que te hizo. Debe saberlo. Debe saberlo.

No, no lo hagas.

Vas a arruinarlo.

Como todo lo que haces.

 

 

****

Finalizada la elección del comité, y coronándose el equipo de Anderson como el ganador, la vida de Molly había vuelto más o menos a la normalidad. A pesar de la derrota, había decidido mantener su nueva apariencia, ya que se trataba de una cuestión personal y no de la campaña. Los chicos del equipo parecían haberle perdonado su insurrección en el debate, aunque tampoco era necesaria ninguna represalia. Morán ya se había encargado de hacerla quedar en ridículo frente a toda la escuela.

Ya no pasaba tiempo en el laboratorio puesto que ya no tenía motivos para hacerlo. Pero curiosamente, ese día sí estaba allí. Mary y ella habían quedado en hacer un trabajo juntas y el mejor lugar que se les había ocurrido era ese.

Ese mismo día, John Watson les había dado una visita antes de su entrenamiento. No era difícil darse cuenta que el rugbier lo hacía por Mary, dado que él y Molly no se llevaban del todo bien. El rugbier siempre era amable con ella, como con todo el mundo, pero Molly siempre había sido un tanto apática respecto a él. Y si acaso interactuaban, era porque la chica no quería ser descortés.

Lo cierto es que Molly no olvidaba que John aun era parte del impune grupo de Moran, los responsables de que Sherlock no estuviera allí mismo en ese momento.

Pero por otro lado, la joven Hooper sospechaba seriamente un interés mutuo entre John y Mary, interés que podría ir más allá que una amistad. Por alguna razón, la idea no le agradó.

—Nos vemos a la noche, ¿no, Molly? —le preguntó Mary cuando ya hubieran terminado la tarea que les habían asignado.

Resultaba que John Watson les había invitado a un bar punk situado en Camden Town. La idea en sí le agradaba pero no el hecho de que John las acompañara. Molly había aceptado a regañadientes y ya no podía echarse atrás.

—Ah, sí, claro —respondió.

Las chicas se despidieron y Molly notó que su amiga se iba bastante risueña.

Sin embargo, no imaginó que una vez que finalizaran, algo más interrumpiría su camino. O más bien, alguien.

Fue cuando salía del campus, luego de despedir a Mary, que una joven se le acercó.

—¿Molly?

—¿Jeanette?

La hermosa chica de cabello castaño le sonrió. —Tanto tiempo.

—Sí, es cierto... ¿Qué te trae por aquí? —le preguntó Hooper algo incómoda.

Jeanette había sido estudiante de Strand hace unos años y era conocida como la chica modelo del instituto. Bella, alta, inteligente y amigable, era una chica que se llevaba bien con todos. Molly siempre la había visto como alguien demasiado perfecta para dirigirse a ella, por lo que no interactuaban casi nunca.

Pero un día, y en forma repentina, decidió cambiarse de escuela. Los rumores decían que había sido por un escándalo relacionado con Sebastián Morán. Un escándalo del que nunca nadie hablaba, salvo Sally Donovan, fiel amiga de Jeanette, que sostenía que Moran había abusado sexualmente de su amiga y le había arruinado la vida.

Hasta que un buen día, Donovan también se calló.

—Quería felicitarte por tu discurso en el debate —dijo la joven. —Lo vi en un video, fue muy inspirador para mí.

—Wow, gracias Jeanette —respondió Molly algo avergonzada. —Aunque yo solo fui a contar mis experiencias personales. Mary fue la que dijo las cosas más importantes...

Jeanette pareció incomodarse con la mención de Mary Morstan.

—Sí, bueno, pero tu discurso fue... Auténtico —aclaró la joven desviando su mirada. —Además, lo que te hicieron los del comité, al rechazar tu participación en el certamen de literatura, eso fue muy injusto. Y sinceramente, no creo eso del profesor que leyó tu trabajo.

—Ah, sí, ahora todos creen que me rechazaron por mediocre... —Molly se encogió de hombros.

—Bueno, de eso quería hablarte... Verás, mi madre es miembro de una reconocida asociación de escritores de la ciudad. Conseguí que leyera un relato tuyo que publicaste en el diario escolar y me dijo que le encantaría patrocinarte para el certamen.

Molly abrió sus ojos como dos platos y sintió que el alma le volvía al cuerpo.

—¡¿Qué?! ¿Enserio? ¿Le- le gustó lo que escribí?

—¡Sí! Dice que tienes un estilo interesante —le dijo Jeanette replicando su entusiasmo. —Al parecer no solo las escuelas pueden patrocinar a los participantes. Así que si estás interesada...

—¡Claro! ¡Claro que lo estoy!

—¡Perfecto! Estamos en contacto entonces —dijo la joven honestamente feliz por la emoción de Molly. Las chicas se despidieron y partieron caminos.

—Ah, ¡Jeanette! —le llamó Molly de repente. —Puedes contar conmigo para lo que necesites...

Probablemente Molly no comprendió en ese momento el valor que esas palabras tuvieron para Jeanette, quien sonrió ampliamente en respuesta y se alejó nuevamente.

Molly le observó irse mientras pensaba en cómo la ayuda puede venir de las personas que menos te imaginas. Jeanette pensaba exactamente lo mismo.

 

***

John disfrutaba los nuevos matices de la relación con Sherlock. Habían retomado las excéntricas salidas por la ciudad, las tardes de ver documentales y los almuerzos juntos cuando pudieran, pero con un aditamento no menor: los besos apasionados, los cálidos abrazos, el íntimo afecto que se daban cuando cerraran las puertas del cuarto y pasaran horas juntos refugiados en los brazos del otro.

Pero lo que especialmente disfrutaba, era el sexo. El sexo con Sherlock era glorioso. John se había acostado con varias chicas, y sin embargo, ninguna de esas experiencias había sido tan erótica y placentera como con ese chico. Sherlock era sorprendentemente bueno en la cama, era el contraste perfecto entre ingenuidad y lujuria, y John supuso que eso era lógica consecuencia de su genialidad en otras disciplinas. En otras palabras, para John, ese chico era bueno en todo lo que hacía, y el sexo no era una excepción.

Y eso ayudaba mucho a que John se amigara con este nuevo aspecto de su sexualidad. Si acaso John podía llamarse a sí mismo homosexual, eso sería gracias a la excelente y placentera compañía que Sherlock resultaba ser. Descubrirse a sí mismo junto con él era una experiencia sumamente satisfactoria.

Y para Sherlock, todo era más bien como una experiencia onírica. Utópica. Estaba enfrascado en una situación tan anómala y novedosa para él, en un escenario que nunca pensó que viviría o que disfrutaría alguna vez. Una situación que no le interesaba explorar con nadie hasta que John irrumpiera en su vida e hiciera añicos su paradigma anti afecto. John cambiaba su percepción en todo sentido, incluso respecto al sexo, lo cual no veía más que una práctica destinada a satisfacer una básica necesidad fisiológica de cualquier ser humano. Con John, era magnífico. Entregarse al tacto de ese chico le generaba una calidez con la que podría vivir toda su vida. Una calidez que le transportaba a un área de cariño y seguridad de la que nunca había gozado.

Pero lo más importante para ambos era el haber encontrado una compañía en tiempos donde las frustraciones e inseguridades estaban allí, expectantes del próximo desastre que podrían causar. Juntos, olvidaban tan solo por un momento aquellos fantasmas que les acosaban y nublaban sus mentes.

Era como si esquivaran esos oscuros caminos que les requerían ser transitados.

Pero esquivar no es siempre la solución definitiva. Porque en algún momento, te quedas sin terreno, y los caminos indefectiblemente se unen.

 

—Haré un laboratorio aquí —le comentaba Sherlock mientras sentía las manos de John acariciar su cabello con ternura. Había sido un exhaustivo día de entrenamiento para John, y un exhaustivo día de no hacer nada para Sherlock, así que gozaban de un merecido descanso en el cuarto del chico genio.

—¿Qué? ¿Harás uno aquí? ¿Dónde exactamente? —le preguntó intrigado el rubio.

—En la cocina, probablemente —explicó el otro. —Bill ya me dijo que no tendría problema con ello.

—¿Y no estaba drogado cuando te lo dijo? —preguntó John incrédulo.

—Estaba lo suficientemente lúcido para dar un consentimiento válido —dijo Sherlock.

—¿Y dónde se supone que vas a cocinar? O comer —le cuestionó el rubio mientras sus dedos se trasladaban suavemente desde la cabellera oscura hasta los prominentes pómulos que caracterizaban el rostro del otro, acariciándolo con afecto.

—Hallaré la forma de no mezclar alimentos con sustancias tóxicas, no te preocupes —contestó el joven detective, regocijándose con las caricias del rugbier. —Pero necesitaré tu ayuda con algo.

Sherlock se levantó rápidamente y procedió a buscar algo entre el desorden de su habitación. John solo lamentaba ya no tenerlo en sus brazos.

—Necesito que me traigas estas cosas del laboratorio de la escuela —dijo Sherlock seriamente, extendiendo a su compañero una lista.

—¿Acaso puedo sacar estas cosas?

—No, pero dudo que noten el faltante —contestó con simpleza, pero el otro se mantenía intranquilo.

—¿Y cómo haré para reconocerlos? Ni siquiera sé que son estas cosas.

—Cada una tiene su rótulo. Es facilísimo.

—Supongo que le pediré ayuda a Molly —John volvió a examinar la lista. —¿Por qué no mejor se lo pides a ella? Creo que sabría más que yo de estas cosas.

Sherlock evadió su mirada y fingió que atendía cosas en su computadora.

—No, no la molestes con esto. Debe estar muy ocupada con sus exámenes —contestó, a lo que John le miró achicando sus ojos y pensando Yo también tengo exámenes, Sherlock. Pero era evidente que Molly se preparaba mucho más para ellos que él. —Y su escritura, por supuesto.

—Ah... Escuché que la rechazaron para un certamen de literatura... —le comentó John casualmente, recordando lo que le habían dicho del fatídico día del debate, donde Sebastián expusiera esa situación. —Al parecer un profe pensó que su relato no era bueno.

Sherlock detuvo su fingida atención a la computadora.

—Ella fue rechazada porque Sebastián dio esa orden. Al parecer Molly y Janine habían peleado por algo y esa fue la represalia —le dijo sin filtro el joven detective. —Y antes que me digas que no tengo pruebas de ello, yo mismo escuché que Carl Powers se lo confesaba a Molly.

John concluyó que el tema no daba para que siguiera recostado mirando al techo así que decidió sentarse y dirigirse seriamente a su amigo.

—Sherlock... Ese día del debate. Sebastián dijo que tú confesaste ser StrandHacker... ¿Es eso cierto?

John no pudo percibirlo pero Sherlock sintió un escalofrío al solo escuchar la mención de ese nombre.

—Obviamente que no, John —contestó Sherlock cortante. —No tienes que creer todo lo que él diga, como si fuese un canon teológico. A menos que eso sea parte de la “solidaridad” instaurada en tu equipo.

—Te pregunto justamente porque no creí que eso fuera cierto —se defendió el rubio. —Sé que piensas que soy un tonto que cree todo lo que Sebastián dice o que hace todo lo que él quiere pero no es así. Tengo mi propia personalidad y mis propios problemas. Sé que Sebastián ha hecho cosas malas que no tolero, pero tampoco puedo asumir la responsabilidad por eso.

—Nadie te pidió eso —le interrumpió Sherlock.

—Pues yo siento que sí, siento que me lo exigen todo el tiempo. Y es molesto.

Los dos se mantuvieron en silencio unos segundos.

—Sé que Sebastián y tú no se llevan bien, Sherlock. Pero yo no soy como él, ni apruebo lo que hace. Es cierto, compartimos el mismo equipo y allí nos hicimos amigos, pero no deberías atacarme por eso.

Sherlock solo había escuchado la mitad de aquello. Su mente había sido invadida por una insistente idea.

Cuéntale lo que pasó. Cuéntale lo que te hizo. Debe saberlo. Debe saberlo.

No, no lo hagas. Vas a arruinarlo. Como todo lo que haces.

—No fue mi intención atacarte —logró decir Sherlock, haciendo total abstracción a aquellos pensamientos.

Las facciones del rubio se suavizaron. Se acercó a su compañero y tomó cuidadosamente de su mano.

—Lo siento, Sherlock... Conseguiré tus sustancias extrañas, ¿sí? —dijo John con una sonrisa que enterneció al otro chico.

John le instó a que dejara la computadora y se pusiera de pie para seguir con aquella escena de afecto que habían interrumpido hace rato.

—¿No tenías que ir a ese bar punk? —murmuró Sherlock mientras John acariciaba su mano.

—Si quieres puedo no ir... Y quedarme aquí —sugirió John.

—¿Por qué debería decidir yo? Es tu aburrida salida.

—No sería aburrida si fueses conmigo.

Era la segunda vez que John le insistía para que fuera. Pero Sherlock no tenía ánimos de forzar su vida social aun. Mucho menos si Molly y Mary, a quienes no había tratado muy bien la última vez que se cruzaran, estarían allí.

—Sería igualmente aburrido para mí. Prefiero quedarme a seguir mi investigación sobre la frecuencia del patrón dactilar en estos dermatoglifos que robé de las bases del M16 con la cuenta de mi padre.

—Podría ayudarte a comparar los dedos pulgares —le contestó irónico el rubio.

—Claro que podrías, pero ¿qué sentido tiene decirlo? Igual debes irte.

John suspiró y le miró, cansado de que no entendiera sus intenciones.

—Sherlock, puedo quedarme si quieres.

—Pero-

—Te juro que no habrá ningún motivo que me haga cambiar de opinión —le interrumpió John y le tomó de la cintura en forma sobreprotectora. —Solo debes decirme si quieres, o no. De cualquier forma, todo estará bien.

Sherlock sintió que su piel se erizaba ante el tacto de su compañero.

Siempre quiero que estés aquí. Solo conmigo. Solo para mí. Aunque no lo diga. Aunque no sepa cómo decirlo.

El joven ruludo se rindió ante el apasionado beso que John había estado anhelando. Sus labios se movían en una sincronía soñada y sus manos exploraban el ya conocido cuerpo del otro. El pretensioso tacto de Sherlock combinaba con el decidido movimiento de su compañero, quien con conocida experiencia en llevar gente a la cama, empezó a explorar las áreas por debajo de la ropa que llevaba el joven detective.

Como nunca, Sherlock sentía que estaba en lo correcto, con la persona correcta, en el lugar correcto. Sin errores esta vez.

John besaba su cuello con dedicación dejando cuántas marcas pudiera en él,  y Sherlock estaba extasiado. Se dejó llevar por el rubio hacia la cama y este se colocó encima de él. Le observó desde arriba con deseo y se quitó la camiseta. Sherlock lo atrajo nuevamente hacia sí y le besó con avidez, disfrutando de tocar ese esbelto cuerpo del que tenía la dicha de gozar, anhelando en forma anticipada que el exquisito miembro de su amante se introdujera en él y le llenara de placer como siempre lo hacía.

No era para nada diferente a las otras veces que tuvieran sexo. No había nada fuera de su lugar.

Y sin embargo, ocurrió.

Sherlock sintió que, de repente, empezaba a quedarse sin aire. Alejó a su amante empujándole con brusquedad, en un desesperado intento por respirar mejor.

—¡Sherlock! ¡¿Estás bien?! — John estaba alarmado pero Sherlock ni siquiera le escuchaba.

Sintió que se ahogaba, sintió que las paredes de su cuarto se cerraban hasta sofocarlo. Lo único que podía escuchar eran las palpitaciones de su corazón. Eran tan agitadas que pensó que en cualquier momento el órgano saldría expulsado de su cuerpo y explotaría por los aires. Le dolía respirar, le dolía el pecho, le dolía todo.  Sus ojos miraban desorbitados sin reconocer nada a su alrededor. Las paredes nuevamente le sofocaban, el aire le faltaba.

Sintió que era el fin.

—¡¡SHERLOCK!!

Volvió en sí al reconocer la voz de su fiel compañero.

—¡¡Sherlock, escúchame, por favor!! Respira, respira hondo, respira —repetía desesperado John. —Tranquilo... Estoy aquí, amor.

Estoy aquí, amor.

Estoy aquí.

En un momento, John intentó rodearle con sus brazos para consolarle, pero la desorientación y agitación del joven detective le hicieron rechazarle con brusquedad.

Sherlock sintió que su respiración se normalizaba lentamente. Su garganta dolía de tantas bocanadas de aire que había forzado en su interior. Su cuerpo estaba entumecido y empapado de sudor.

Su ser encontró algo de ubicación en el cuidadoso tacto de John sosteniendo su hombro. Su rostro reflejaba al miedo mismo. El miedo de ver sufrir a la persona que más quieres en el mundo.

—Lo siento, John...

Sherlock lucía destrozado. Su espíritu, desgarrado. John estaba tan apenado al verle así que le dieron ganas de llorar.

—No, está bien... —le tranquilizó el rubio. —Todo está bien 

 

***

—Bueno, parece que John no vendrá —anunció Mary desanimada, aunque significó un alivio de Molly. La salida no sería tan mala después de todo.

El bar de Camden era pintoresco y temático. El estilo rockero abundaba en su decoración y en el ambiente en general. A las chicas les encantó el lugar, sobre todo a Molly. Allí vio representado su alter ego, la Molly transgresora, liberal, temeraria, sin miedo a decir o actuar como quisiera. Sin miedo a vestir y verse como quisiera. No es que no le agradara su nuevo look, pero Molly quería correr riesgos que su conservadora educación obviamente no le permitía.

Para cuando llegaran y se ubicaran en una pequeña mesa, un grupo de músicos que se hacían llamar “Los Irregulares” preparaba sus instrumentos para el clásico show en vivo que el bar ofrecía a sus clientes.  

Molly notó que solo había una chica en aquella banda. Decir que había tenido un flechazo al verla habría sido incorrecto porque la joven Hooper era heterosexual, pero sí había tenido alguna especie de atracción hacia ella. La chica parecía unos años mayor, era alta, de curvas perfectas, y lucía una salvaje y ondulada cabellera negra. Sus labios estaban teñidos de un color violáceo que combinaba con la oscura sombra de los ojos. Lucía medias de red, un vestido negro y borcegos con plataforma que complementaban su look gótico.

Se encontró observándola demasiado mientras la artista estaba muy ocupada afinando su bajo.

—¡Hey, Molly! —llamó su atención Mary.

—Ah, ¿qué?

Su amiga soltó una risa. —Estás muy distraída últimamente.

Molly parpadeó honestamente confundida. —¿Enserio?

Las chicas siguieron en lo suyo y la banda empezó a tocar. Interpretaban covers y algún que otro tema original, siempre dentro del género del rock alternativo, en colindancia con todo el lugar.

Molly lo estaba disfrutando. Las charlas con Mary, la buena música, los buenos tragos (los cuales estaba empezando a apreciar), el show, la chica del bajo, todo le traía una especie de calma que ella acogió de muy buena gana. Todo era agradable. Sin disturbios, sin gente “no deseada”.

—Heeeyyy, ¿¿cómo están chicas??

La confusión y la antipatía debieron verse en cada centímetro de la cara de Molly Hooper al reconocer a algunos de los chicos del equipo de rugby. Mary decidió pilotear la situación.

—Carl Powers, ¿verdad? —preguntó Mary. —¿Qué hacen ustedes en este lugar?

—Se nos dio por hacernos punks —respondió el rugbier con displicencia y torpemente acercó una silla para sentarse entre las dos chicas. Los otros hicieron lo mismo. Molly se alejó como si le diera asco la presencia de ese chico a su lado.

—¿Salen sin su líder? —ironizó Mary al notar que Sebastián no estaba allí.

—Nah, a Sebastián le dan asco estos lugares de raros —dijo Powers acodándose en la mesa  intentando ser amigable. —Pero dicen que la cerveza aquí es buena.

—No lo sé, nosotras estamos tomando otra cosa —contestó Mary indicando los tragos.

—¡Bueno probemos juntos! —dijo e inmediatamente le hizo una seña a uno de los meseros. —¡Hey! ¡Tráenos cervezas para todos!

—Oye, está bien. Nosotras ya nos íbamos —explicó Mary tratando de sonar casual.

—Naaah, ¿cómo van a irse? Enserio, yo las invito, sin compromiso —dijo Carl.

—¿Y a nosotros no? —se metió otro chico de su grupo, en alusión a los otros varones que le acompañaban.

—¡Ustedes páguense lo suyo! Estoy siendo caballero con las chicas, nada más —dijo Carl con una risotada. —Además, porque me caen genial.

Mary era buena fingiendo, si es que acaso fingía comodidad, o solo era el alcohol que ya llevaba bebiendo. Pero Molly no podía disimular su intranquilidad, lo cual Carl Powers pareció notar.

—Oye, Molly —le habló el chico seriamente y ofreciéndole la cerveza que le había comprado. —Siento lo del certamen, fue tonto.

La joven siguió incómoda pero le tomó por sorpresa la disculpa. Era la primera vez que veía a ese torpe chico así de serio. —Ya no importa.

—No pero, enserio. En ese momento, todos como que nos pusimos del lado de Janine, ella nos dijo que casi le habías arruinado la vida y no sé qué más.

—Solo la descubrí copiando en un examen —dijo Molly, evidenciando lo absurdo de la represalia.  

—Sí, bueno. Con todo esto de la cuenta de Instagram y la campaña de ustedes, estamos... corrigiendo nuestros errores, ¿sabes? —explicó Carl mientras bebía un buen trago de cerveza. —Así que bueno, lo siento, Molly...

La joven suavizó un poco su dura expresión y aceptó las disculpas. Pero tampoco es que le quedara otra opción.

La noche transcurrió de forma extraña. El sorprendente lado amigable de los chicos del equipo se combinaba con la repentina comodidad de Mary, debido a su evidente ebriedad, y un ridículo lado competitivo que le impedía despegar su atención de la partida de póquer que los chicos habían improvisado en la mesa. Molly se mantenía al margen, sonriendo para no quedar como grosera. Parecía ser la única en notar lo absurdo de toda la escena.

—¡A ver, a ver, perdedores! ¡Otra ronda! ¡Vamos, que estoy con buena racha! —decía Mary y tomó otro trago de cerveza, golpeándola fuerte contra la mesa como una típica borracha de cantina. —Y sigan apostando, maricas. Sé que sudan dinero.

Los chicos vitorearon la iniciativa de la joven Morstan y pidieron otra ronda de cervezas para seguir el juego.

—¿No sabes jugar al póquer, linda? —le dijo Powers, acercándose invasivamente al rostro de Molly, quien intentó alejarse disimuladamente.

—No.

—¿No quieres que te enseñe? —el chico se acercó y le susurró al oído. Su mano se posó sobre el muslo de la joven y empezó a acariciarle en esa zona hasta que la mano se acercó peligrosamente a su parte íntima. Molly sintió una incomodidad terrible y se alejó bruscamente, casi cayéndose de su silla. Tomó instintivamente su bolso y caminó rápido hacia la salida del bar, dejando al ebrio rugbier solo con las ganas.

Una vez afuera, y con el frio aire penetrando en su rostro, se tranquilizó. Suspiró profundo y tomó su teléfono para pedir a que vinieran a buscarla. Pero se llevó una desatinada sorpresa al ver la pantalla negra e inútil de su costoso teléfono.

—Mierda, me quedé sin batería... —maldijo la joven. De pronto, divisó a una pareja de chicos fumando unos cigarrillos. —Hola, disculpen... ¿Alguno podría prestarme una llamada, por favor?

La gentileza de la chica debió parecerles lo más patético y penoso que vieran en el día, o al menos, así lo reflejaban sus rostros llenos de piercings. La ignoraron completamente y siguieron en lo suyo.

—Bueno, gracias... por nada... —dijo Molly en un susurro inaudible y se fue, recogiendo la poca dignidad que le quedaba.

—Yo puedo prestarte una llamada.

Molly se dio vuelta para encontrar al caritativo ser de dónde provenía esa voz. Sus ojos se abrieron como platos y sus cachetes se tiñeron de rojo al descubrir a la bajista de la banda. Se veía aún más atractiva de cerca.

—O-Oh, ¡Muchas gracias! —decía inclinando su cabeza como si la chica fuese un miembro de la realeza británica. Tomó el celular que la delicada mano de esa chica le entregaba y se dio cuenta de un pequeño detalle. Se quedó paralizada unos segundos.

—Y-yo no... No sé el número —confesó sin saber dónde ocultar su vergüenza. —Qué estúpida...

La bajista rio divertida y dio una pitada de su cigarrillo.

—Bueno, no te castigues así —dijo la artista. —¿No tienes a nadie que venga por ti?

—Sí, mi padre vendrá pero en una hora... —se quejó Molly, aun ruborizada de su torpeza. —Tomaría un taxi pero tendría que avisarle igual, y no tengo cómo. Supongo que... no me queda más que esperar.

—Puedo acompañarte, si quieres —sugirió la joven y Molly se ruborizó aún más, si es que eso era posible.

—¿E-enserio? ¡Sería genial! ¡Gracias! —dijo entusiasmada. —M-me llamo Molly, por cierto.

La atractiva y sensual joven le miró con sus ojos casi violáceos por la interacción de la luz con ellos. Sonrió con sus oscuros labios.

—Y yo soy Irene.

 

Notas finales:

Ojalá les haya gustado el cap y gracias por seguir la historia! Lo aprecio muchísimo  <3

Y ya saben, sus comentarios son siempre super bienvenidos uwu

¡Hasta la próxima semana!


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