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The Two Of Us - JohnLock Fanfic por RushanaChan

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Notas del capitulo:

Advertencia: Lenguaje soez. Violencia física. Referencia explícita a violencia sexual.

—¿Qué mierda es todo esto? —preguntó Moran con evidente fastidio y confusión, mientras seguía reteniendo a Irene. La chica se mantenía tiesa bajo el agarre y con el frio metal del arma amenazando directo a su sien.

—Déjala ir, ella no tiene nada que ver —le advirtió John con cautela.

Los desorbitados y rojizos ojos del subcapitán se posaron en él y luego pasaron a la caja fuerte a su lado.

—¿Cómo la abrieron? Oh, déjame adivinar. Sherlock lo hizo —decía para sí con sarcasmo. —¿Recordó el juego?

—¡Sebastián, por favor! ¡Deja el arma! —gimoteó el irlandés entrando en pánico.

—Esto fue idea suya, ¿no? —seguía diciendo Moran con cierto resentimiento en su tono. —Es increíble cómo hasta estando en coma sigue siendo un dolor en el culo.

—Fue mi idea —dijo John con firmeza, cuidando de no alterar al otro. —Fue mi idea, déjalos ir.

—Nah, tú no pudiste haber pensado en todo esto —descartó el otro con autosuficiencia.

—¡Esto es entre tú y yo, Morán! Déjalos-

—¡¡CÁLLATE, PEDAZO DE MIERDA!! —vociferó de repente el subcapitán haciendo saltar del susto a todos, especialmente a su rehén. —Ya no eres mi capitán. No eres nadie para mí. No me des órdenes. Después de todo lo que hice por ti... —le enfrentó con resentimiento y hasta un atisbo de dolor. —Maldito bastardo, yo te di mi equipo, te hice capitán, te di amigos, te hice conocer personas y lugares que no hubieras podido conocer en tu puta y miserable vida... ¡¡Yo mantuve tu beca!! ¡¡Yo tuve la idea de regalarte el viaje de estudios!! Incluso planeaba que ambos estudiáramos en una prestigiosa universidad ¡¡Te traté como a un hermano!! ¡¿ASÍ ES COMO ME PAGAS?!

—¿Cómo a un hermano? —siseó el rubio encolerizado. —¡¡Eres un maldito hipócrita!! ¡¡No tienes idea de lo que significa ser un hermano o un amigo!! Eres cruel, haces daño a las personas y no te importa nada. Solo piensas en ti mismo, o en lo que puedes aprovechar de otros —apretó sus puños con rabia sin poder descifrar el efecto que esas palabras causaban en el otro. —Tú eres el sociópata, Sebastián. Tú eres todas esas cosas que dices sobre Sherlock-

Sin soltar a su rehén, Sebastián movió fugazmente la dirección del arma y apuntó hacia una de las paredes del cuarto dando un estruendoso disparo que retumbó en los oídos de los demás y les hizo gritar de terror. El chico se mantuvo totalmente inexpresivo y simplemente volvió a apuntar hacia Irene.

—Yo te hice alguien relevante, John Watson —siguió hablando con autosuficiencia el subcapitán frente a los perturbados jóvenes que se hallaban frente suyo. —Sin mí, no serías más que un pordiosero de los suburbios en esa escuela de mierda a la que ibas. Yo te hice, capitán. Todo lo que tienes, tu popularidad, tu beca, tu lugar en el rugby, todo lo tienes gracias a mí. Yo te saque de ese pozo de mierda que era tu vida. Yo mejoré tu mediocre vida. Deberías agradecerme, no traicionarme de esta forma.

—Tú me mentiste... —le acusó el ex capitán. —Me dijiste que no le harías daño... ¡Me dijiste que todas estas cosas eran solo rumores! Y yo tenía mis dudas, pero decidí creerte. ¡Yo confié en ti!

—Pero tú también me mentiste —le retrucó el otro con amargura mientras intensificaba el agarre de su rehén y presionaba con mayor fuerza el caño del arma en su sien. —Me dijiste que estarías del lado del equipo, que querías protegernos, pero no dudaste en mentir para cubrirle el culo a ese marica. Tú viste todas las consecuencias que nos trajo su jueguito. Viste cómo nos abucheaban en los partidos, viste cómo nos hostigaban en los medios, viste como manchaban el nombre de nuestro equipo una y otra vez. Y sin embargo te quedaste ahí, mudo, cubriendo la travesura de tu amiguito. Eres un maldito cobarde, Watson. Traicionaste a tu equipo, decepcionaste a todos en Strand. Me atacaste, me rompiste la cara, mientras yo no fui capaz de hacerte daño. Nunca le levantaría la mano así a un compañero. Porque tengo códigos —espetó furioso y con soberbia. —Eres un imbécil. Mírate ahora, en este circo que se armaron. Eres realmente patético, John Watson. Nada de esto estaría pasando si hubieras sido un poco más inteligente. Si hubieras elegido estar de nuestro lado. Quizás hasta me hubieras evitado el tener que romperle el culo a Sherlock.

—¡¡Ya basta, Sebastián!! —clamó Trevor con tono suplicante otra vez. — ¡Esto es una locura!

—¿Cuál es el miedo? —le preguntó con sarcasmo. —¡¡No voy a hacerles daño!! Mucho menos a esta hermosura... —decía mientras acercaba descaradamente su rostro al de Irene, haciendo que a la chica le dieran escalofríos de solo sentir el aliento de su captor en su piel. —¿También eres amiguita de Sherlock? Eres jodidamente linda. Voy a divertirme contigo luego...

—¡Déjala, maldito asqueroso! —le enfrentó Mary, quien finalmente vencía su miedo a aquel chico. —¡Ella no tiene nada que ver con esto! ¡Déjala ir!

Moran le observó con indiferencia. De repente, lanzó de un empujón a Irene en dirección a Mary, con tal fuerza que aquella cayó de rodillas al suelo. Mary ayudó de inmediato a la joven y perturbada bailarina, y ahora el subcapitán tenía a cuatro potenciales victimas frente suyo.

—¡¡Sebastián, por dios, solo déjanos ir!! ¡¡Te daremos todo, por favor!! —suplicó Trevor, alzando sus temblorosas manos hacia Moran en señal de rendición.

—¿Es que tú nunca paras de llorar, Trevor? —espetó con fastidio. —Siempre, siempre lloras. Maldito marica. Yo estuve para ti cuando Sherlock te pateó el culo. Yo escuché tus malditos lloriqueos, "¡¡Sebastián tenías razón, Sherlock es malo, no tiene sentimientos!!" "Sebastián!! Sherlock es horrible!!" —fingía su voz en forma irónica mientras hacía ademanes con el arma en mano, aterrorizando aún más a sus víctimas. —¡¡Cómo disfrutaste esa primera paliza que le di!! ¿Recuerdas? ¡¡LO ODIABAS!! ¡¡Y AHORA LLORIQUEAS POR ÉL!! —vociferó haciéndole temblar. —¡¡ERES PATÉTICO, TREVOR!!

John notaba que lo dicho por el subcapitán no eran solo insultos, pues el pelirrojo estaba llorando de verdad. El miedo y la desesperación le habían sumido en un estado de pánico total del cual Moran solamente se aprovechaba.

—¿Qué es lo que quieres? —le encaró John casi suplicante y para impedir que el otro siguiera su soliloquio. Si bien el miedo no tenía el mismo efecto en él que en Trevor, su cuerpo estaba totalmente inmovilizado, su mente perturbada y la furia que sentía en su interior amenazaba constantemente con explotar y arrasar con todo a su paso.

Todo estaba perdido. Lo único que cruzaba en las mentes de aquellos jóvenes era rezar para que salieran con vida de ese lugar.

Sebastián no mostró un ápice de emoción al escuchar la oprimida voz de su ex amigo. Hasta que una sutil y cínica sonrisa apareció en su rostro.

—Dame la mochila —le ordenó el subcapitán con cierta sorna mientras balanceaba el arma en su dirección.

—Te dejaré aquí todas las cintas—aseveró el ex capitán mientras colocaba con cuidado su mochila en el suelo. —Pero déjanos ir.

—No, dame tu mochila, ahora —insistió con una extraña calma.

Bajo la atenta mirada de sus compañeros, y la sonrisa socarrona de Moran, el rubio le extendió su mochila con reticencia. El otro la tomó con su mano libre y se las ingenió para abrirla sin soltar por un momento el arma con la que los amedrentaba.

Una vez abierta buscó dentro de ella con una cínica sonrisa plasmada en su rostro.

—Todo este lío por un videito —musitó sacando la grabación de Sherlock de la mochila. El corazón de John empezó a agitarse.

Allí estaba la única prueba que tenía. Era la única forma de compensarle a Sherlock todo el sufrimiento que había padecido. La única forma de sentirse medianamente bien consigo mismo. De acabar con esa insoportable culpa y desazón que cargaba los últimos meses.

Miraba expectante y no menos temeroso a Moran, tratando de anticipar qué haría.

—Carmichel y yo nos divertimos mucho esa noche...—murmuró el subcapitán inexpresivo sin quitar sus ojos de la cinta de Sherlock. —Nosotros hicimos justicia por el equipo, algo que tú deberías haber hecho, John —le acusó con total cinismo el chico. El rubio solo sentía su pecho agitarse de impotencia y sus puños presionarse con violencia. —Si tan solo hubieras hecho las cosas bien, nada de esto habría pasado. Si tan solo me hubieras hecho caso cuando te dije que no te le acercaras a Sherlock. Esto es solo tu culpa, John. Elegiste mal, y por eso tuve que hacer lo que hice —siguió hablando mientras maniobraba la grabación con indiferencia. —Ojalá aprendas de qué lado ponerte la próxima vez.

El subcapitán dejó caer sin más la cinta en cuestión al suelo y presionó con su pie encima del plástico que recubría la grabación hasta que aquel se partió literalmente en dos. Ante la mirada impávida de los otros, Moran repitió la acción hasta que la cinta quedó hecha añicos. Una clara representación del corazón de John Watson quebrándose en ese preciso instante.

Se sentía devastado. La humillación que pesaba sobre él en ese momento le hicieron bajar la cabeza. Sus ojos apuntaban al suelo, como reticentes a presenciar lo que sucedía ante ellos. Sus uñas se encarnaban en su piel hasta incrustarse sin piedad en ellas.

—Oh, ¿Qué pasa, capitán? —se mofó el otro. —¿Por qué tan mal? ¿Vas a llorar? ¡¡MALDITO MARICÓN!! —le gritó desencajado. —¡¡TU PADRE TENÍA RAZÓN CUANDO TE LO DIJO!! ¡¡ERES UN JODIDO MARICA!! ¡¡HASTA TU HERMANA TIENE MÁS HUEVOS QUE TÚ, MARICÓN!! —vociferó balanceando el arma como un desquiciado. —¡¡SÍ!! ME COGÍ A TU PUTO NOVIO, LE METI MI VERGA POR EL CULO HASTA ROMPERSELO. ¡¡ Y FUE LA PUTA GLORIA, BASTARDO!!! ¡¡NUNCA ME SENTÍ TAN BIEN EN MI PUTA VIDA!!—gritaba mientras hacía movimientos obscenos con sus caderas y reía desenfrenadamente mientras John estaba completamente paralizado. —CUANDO SALGA DEL PUTO COMA ME LO VOY A VOLVER A COGER UNA Y OTRA VEZ ¡¡Y NO PODRÁS HACER NADA PARA EVITARLO!! —le amenazó sin piedad. —Y A TI TE HARÉ LA VIDA IMPOSIBLE. ¡¡HARÉ QUE SUFRAS TANTO QUE QUERRÁS IR A VER A TU MAMI MUERTA!!

En sus oídos solo retumbaba la estruendosa risa de ese desquiciado chico que se burlaba de él. Su cuerpo temblaba y sus ojos se fijaban casi con morbosidad en su imagen mofándose de él. De repente, tuvo la misma sensación de impotencia que cuando su padre le denigraba. Sentía las mismas ganas de salir corriendo y llorar como aquel niño indefenso en que se había convertido luego de la muerte de su madre, dejado totalmente a merced de la terrible ira de su padre, resentido con la vida misma.

Su estado de alienación era tal que ni siquiera notó la perfecta réplica de una escultura de Rodin impactando con violencia en la nuca de Sebastián.

—¡¡¡AH!!!

El alarido del subcapitán le hizo volver a la realidad. Vio cómo el chico se desplomó en el suelo producto del golpe en la cabeza. Detrás de la abatida figura estaba el ejecutor del golpe que había salvado sus vidas. O más bien la ejecutora. La flamante imagen de Molly Hooper con la escultura de bronce en su mano se presentó ante ellos como el mismísimo mesías.

—¡¡Vámonos de aquí!! ¡¡Ya!! —les instó la aguerrida Molly a sus atónitos compañeros mientras el agresor seguía tumbado en el suelo con total desconcierto. Los chicos obedecieron de inmediato y corrieron detrás de Molly por los extensos pasillos de la mansión hasta que dieron con la escalera que los llevaría al piso inferior. Bajaron lo más rápido que la adrenalina y el pavor les permitió en ese momento.

Pero uno de ellos no pudo seguir. John Watson frenó en seco a mitad de la escalera.

—¡¿Qué haces John?! ¡¡Vámonos de aquí!! —le increpó Mary desde más abajo mientras los otros ya se hallaban más cerca de la salida.

Ignoró a su compañera y llevado por su terquedad y el resentimiento volvió escaleras arriba en dirección a la habitación de Moran donde las cintas de video habían quedado. El rubio decidió que no dejaría ese lugar sin las grabaciones, todas las que pudiera tener. No dejaría ese lugar como un perdedor contra Moran. Le dejaría sin ninguna de esas diabólicas cintas de video y le amedrentaría con ellas hasta el hartazgo. Le torturaría, así como él acostumbraba hacer con sus víctimas, y así como seguramente había hecho con Sherlock.

—¡¡JOHN!! —intentó detenerle la joven sin ningún éxito. Con toda su terquedad, John ya se encontraba en la entrada de la tenebrosa habitación y sus ojos se posaron sin más en donde había quedado su mochila con las cintas dentro. El cuerpo de Sebastián seguía tendido boca abajo, aparentemente inconsciente por lo que aprovechó el momento sin dudarlo más.

Pero fue en un segundo en que la mano del ex capitán se extendía para asir de una de las correas de la anhelada mochila, que fue incapaz de notarlo.

Sebastián Moran, a sus espaldas y fuera de su campo visual, no estaba totalmente inconsciente. Levantándose a duras penas y con la ayuda de uno de sus brazos, elevó el arma que no había soltado a pesar del golpe que le había propinado Molly. Elevó y apuntó hacia donde sus afectados sentidos le indicaron. Sus ojos ensangrentados y turbados por el golpazo solo podían vislumbrar una figura frente suyo. Aquel que había sido su compañero, su amigo y el hermano que nunca tuvo. Aquel por quien sintiera esa extraña mezcla de envidia y admiración.
Aquel que había significado para él casi tanto como Sherlock significaba para John. Esa amistad sinceramente anhelada que el joven detective le había arrebatado.

La bala eyectó del caño del arma y atravesó sin piedad el hombro de John Watson.

El estruendoso sonido llegó a escucharse en el piso de abajo, donde sus compañeros se hallaban. Todo pareció detenerse, una vez más.

Mary reaccionó en ese mismo instante y corrió desesperadamente al cuarto para darse con la horripilante situación. Su amigo John Watson se hallaba presionando con dolor la zona herida, de la cual la sangre manaba hasta teñir sus prendas y su mano de un rojo oscuro.

—¡¡JOHN!! —corrió la chica a socorrerle en el suelo donde se hallaba convaleciendo de dolor. —¡¡¿QUÉ HICISTE HIJO DE PUTA?!! —vociferó desesperada en dirección de Sebastián quien se notaba extrañamente shockeado, como si no hubiera sido él quien hubiera efectuado tal disparo. —¡¡MIRA LO QUE LE HICISTE!! ¡¡ENFERMO!!

Moran le miró atónito como si por un momento se hubiera arrepentido de lo que había hecho. Tomó instintivamente la mochila con las grabaciones dentro y huyó de la habitación.

—¡¡John!! ¡¡John!! —le llamaba la chica angustiada y al borde del llanto. —¡¡Chicos!! ¡¡Ayuda!! ¡¡Llamen a una ambulancia ahora!!

El resto del equipo se apersonó en el cuarto en estado de pánico total, vociferando histéricos. Se acercaban a él, le presionaban la herida, le decían que se calmara. El dolor era tan insoportable que deseó morirse en ese preciso instante.
En algún momento, la policía se hizo presente en el lugar y eso fue lo último que John recordó de esa noche.


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