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The Two Of Us - JohnLock Fanfic por RushanaChan

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¡¡Está grave!! ¡¡Le están haciendo una cirugía ahora mismo!!

¿Qué hace Gavin aquí? ¿De qué está hablando?, piensa el joven detective, quien solo puede ver a Greg Lestrade y a su hermano Mycroft en alguna parte de su Palacio Mental, o lo que queda de él.

Esto es una locura. ¡¡Hay que detener a ese chico!!

¿Mycroft? ¿Qué pasa? ¡¿De qué están hablando?! Exclama en dirección de aquellos mientras su angustia va en aumento. Por más que les hable o les grite, Sherlock no puede hacerse escuchar por los otros dos.

¿Están hablando de John?

¡¡Malditos respóndanme!! ¡¿Dónde está John?! ¡¿Qué le pasó a John?! grita con todas sus fuerzas pero sin ningún éxito. La preocupación le consume, la ansiedad le carcome. Sabe que John, el John del exterior, necesita su ayuda. Pero él permanece inmóvil en aquel limbo entre la vida y la muerte del cual no ha resuelto salir y del cual no sabe cómo salir. No tiene idea cuanto tiempo le queda, cuánto tiempo se decidirá por caer en uno u otro extremo. Pero la incertidumbre es insoportable.

Sus ojos se humedecen y lágrimas de impotencia bañan sus mejillas.

****
***

Abrió sus ojos con dificultad y notó el calmo entorno hospitalario a su alrededor. Poco a poco fue sintiendo cada parte de su cuerpo recostado en el camastro. Su torso se hallaba desnudo, salvo por los pequeños tubos conectados a él y una enorme venda blanquecina que cubría la parte de su hombro y casi la mitad de su espalda y pecho. Intentó moverse en su sitio pero un dolor terrible en aquella zona le invadió, impidiendo su objetivo. En ese momento recordó con amargura los acontecimientos de la noche anterior que le habían llevado a terminar en ese estado.

Un médico y un par de enfermeros también se hallaban en el cuarto. Hablaban casi en murmullos, como si no quisieran molestarle o como si no quisieran que escuchara lo que decían. Cuando el médico notó su despertar, se le acercó y le explicó lo sucedido con una tranquilidad que John llegó a envidiar.

Afortunadamente, si es que algo realmente afortunado podía haber en sufrir una herida de bala, la misma no había afectado algún órgano o vena importante. Asimismo, debido a la corta distancia del disparo, la bala había logrado salir del cuerpo del chico, por lo que no hubo que lidiar con extraerla de su cuerpo. Sin embargo, la cirugía fue necesaria para cerrar la herida. El galeno le explicó acerca del proceso quirúrgico al que John tuvo que ser sometido, con algunas referencias técnicas a una infección que habían logrado detener pero que el rubio no logró entender demasiado.

La herida le dejaría una marca importante y le invadirían ocasionalmente dolores que debería paliar con ciertos analgésicos. El rugby y todo tipo de actividad física le estarían estrictamente prohibidas por mucho tiempo.

El médico le dejó con uno de los enfermeros y se despidió con toda amabilidad. Un procedimiento rutinario de toma de datos le siguió a eso. Mencionó a su padre solo porque se lo pedían y no porque esperara que el tipo podría pasarse por allí.

La aparición de caras conocidas le alivió un poco. Mary, Molly, Irene, Bill, Victor e incluso Mike se aparecieron por la puerta todos en patota.

—¡John! ¡¿Estás bien?! —fue la primera en preguntar Mary, liderando la comitiva de amigos.

—No puedo moverme mucho, pero estoy bien —logró responder John con cierta dificultad. —¿Ustedes?

—Estamos bien, no te preocupes.

A ello siguió un silencio algo incómodo. En realidad, nada estaba bien.

—Lamento haberlos metido en esto —dijo el rubio sin mirar los abatidos rostros de sus compañeros. —Fue una locura. Lo siento.

—No te culpes, John —le tranquilizó Trevor. —Todos decidimos hacerlo.

Por un momento, John dirigió su mirada especialmente a Molly Hooper. La chica lucía tremendamente preocupada y de alguna manera le afectó verle así.

—Molly, tú nos salvaste ayer —le dijo haciendo que la chica dejara de mirar al suelo atónita. —Si no hubieras llegado en ese momento, realmente no sé qué nos habría pasado.

—Está bien, John —musitó la joven. —Yo... De alguna manera, sentí que debía acompañarlos...

—Estuviste jodidamente genial cuando le golpeaste —le animó Mary haciendo que la otra casi se sonrojara. —Eres una heroína.

—Ella tiene razón —afirmó el ex capitán sonriendo por primera vez en el día. —Recuerdo cuando dijiste que no había héroes en este plan. Pero tú definitivamente eres uno.

—Te debemos la vida, Molly —se sumó el irlandés con el apoyo de Irene.

La emotiva charla se vio interrumpida por la inesperada entrada de otros dos sujetos. Greg Lestrade, el consejero de la escuela y Mycroft Holmes se hicieron presentes en el cuarto. John no supo mucho qué pensar de la visita pero los aludidos le quitaron todo tipo de duda en ese instante.

—¡John! ¿Estás bien? —le preguntó alarmado el consejero, a quien hacía prácticamente meses que no veía. El rubio le explicó vagamente sobre la cirugía y las consecuencias anteriormente dichas por el médico. El mayor de los Holmes se mantenía en absoluto silencio y con una insensible y circunspecta expresión en su rostro que a John le pareció abrumadora. Era cuestión de tiempo hasta que el abogado expresara su fatal dictamen.

—Lo que hiciste no fue heroico, John Watson —Mycroft sentenció con frialdad. —Fue irracional. Ilógico. Fue totalmente irresponsable.

—Ese tipo violó a tu hermano, Mycroft —le asestó el ex capitán con crudeza. De pronto notó lo desagradables que sonaron esas palabras saliendo de su boca.

—¡¡Pero no es tu trabajo hacer ninguna justicia por ello!! ¡Hay formas de hacer las cosas! ¡Procedimientos que cumplir! —le acusó causando un silencio abrumador en el cuarto que nadie se animó a romper. —Pusiste la vida de tus compañeros en riesgo. Perdiste las cintas y Moran no aparece por ningún lado —Mycroft se veía realmente enfadado, mostrando algo de emoción finalmente. —Te diré lo que pasará ahora. Todos ustedes serán denunciados por robo, violación de domicilio, agresión e incluso portación de drogas. Moran dirá que el disparo que te hizo fue en legítima defensa y saldrá ileso de todo esto. Mientras tanto ustedes sufrirán las consecuencias de este accionar irresponsable, especialmente tú, John Watson.

—No me interesa —John le enfrentó con cierto escepticismo. —Lo haría una y otra vez, porque lo hago por Sherlock. Y al menos nosotros estamos haciendo algo por él.

—¿Qué exactamente sería eso? —prosiguió a amedrentarle el mayor de los Holmes. —¿Qué planeabas hacer con su grabación? ¡Mi hermano ni siquiera está consciente!

—Mycroft, basta —le detuvo Greg, quien hacía rato presenciaba con recelo el destrato hacia su alumno. —Ven, quiero hablar contigo un segundo.

Mycroft le miró extrañado pero por la expresión del consejero supo que aquello no era un mero deseo. Se levantó con su usual elocuencia y fue llevado afuera del cuarto.

—¡¿Qué rayos te sucede?! —Greg le cuestionó una vez se encontraran en el pasillo de afuera. —¡El chico recibió un disparo! ¡Casi pierde la vida!

—Todo lo que dije es cierto —el abogado retomó su usual frialdad. —Te dije que yo estaba planeando hacer una denuncia formal contra Moran por sus agresiones hacia Sherlock. Pero gracias a este disparate que mi hermano planeó y que los imberbes de sus compañeritos llevaron a cabo, todo se arruinó —aseveró fatalista. —Moran escapó y seguramente se va a deshacer de esas cintas y del arma. Su padre seguro está en conocimiento de la situación y pondrá todos sus recursos para que su hijo salga indemne de esto. Todo eso ocurrirá, porque así es como ellos se manejan.

—Y tú sabes perfectamente sobre eso, ¿no? —se le impuso el consejero abandonando aquella faceta conciliadora y comprensiva que reservaba para sus sesiones con los alumnos. —¡Hace meses que vienes con eso de la denuncia contra Moran pero nunca lo haces! Mycroft, es hora de que dejes esa estúpida actitud neutral que siempre tomas en todo. ¡Olvídate de los intereses y negocios que puedas tener con el padre de Sebastián! ¡¡Elige el lado de tu hermano por una maldita vez!!

Hacía mucho tiempo que al abogado no le dejaban sin palabras como en ese momento. Pero eso era algo que su ex compañero había hecho más de una vez.

Greg estaba haciendo clara referencia al incidente con los Moran un par de años atrás. Luego de la pelea de su hermano menor y Victor Trevor, la vida escolar de aquel se había vuelto considerablemente más difícil que antes debido a la campaña de odio que el irlandés había llevado a cabo con la ayuda de Sebastián Moran. Todo culminó en un enfrentamiento físico entre el rugbier y Sherlock, que motivó a Mycroft a demandar a la escuela y al mismísimo Sebastián por lo sucedido. Sin embargo, aquello había quedado en la nada luego de que Lord Moran, con quien Mycroft llevaba una relación ciertamente especial, le convenciera de desistir de la demanda con unas sentidas disculpas y un mero acuerdo resarcitorio. Como si el dinero fuese problema para los Holmes y como si Sebastián realmente se arrepintiera de lo que había hecho, aquel acuerdo resultó una burla total para el joven detective.

Desde ese momento es que la relación entre los hermanos parecía haberse roto para siempre. Pero también desde aquel momento, Mycroft había querido compensarle aquel error a su pequeño hermano, sin éxito alguno.

Es así que Greg tenía razón. Mycroft nunca se había puesto realmente del lado de su hermano. La neutralidad era casi una parte de su filosofía, y cuando se veía obligado a elegir algún bando, observaba con prudencia los costos y beneficios de su decisión, ponderando la mejor y eligiendo en consecuencia. Mycroft no defendía nada ni a nadie a ultranza, pues no había nada ni nadie que ameritara semejante sacrificio de su parte.

Pero era evidente que no podía utilizar ese criterio en ese momento. No cuando se trataba de su familia.

—Debe haber algo que podamos hacer, Mycroft —volvió a hablarle Greg con un tono más calmo.

—Es difícil —se sinceró el abogado. —Indudablemente, todo sería mejor si estos chicos se hubieran quedado en sus casas.

— Mira, no quiero justificarlos. Lo que hicieron fue realmente peligroso. Pero entiendo sus motivos. Estos chicos están hartos de la impunidad que Moran instaló en la escuela —aseguró el consejero. —¿Qué más querías que hicieran? ¿Hablar con la escuela? Yo te dije cómo se encargaron de tapar cada una de las acusaciones contra Moran. Te dije cómo el anterior consejero ni siquiera se hizo cargo de esa chica que le confesó haber sido abusada por él. O cómo me esquivan cada vez que quiero saber algo del tema. Es obvio que quieren cubrirlo por el poder de su padre o por su dinero o lo que fuera. Y la policía tampoco iba a hacer mucho por ellos. 

—John Watson podría haberme consultado a mí —dijo el mayor con cierta ingenuidad. —Sabe que soy abogado y que podría haberle ayudado.

—¿Enserio? ¿Después de cómo lo tratas? —Greg encarnó una de sus cejas en señal de incredulidad.

—Tú me dijiste que la relación que llevaba con mi hermano era complicada.

—Te dije que tenían sus problemas pero que estaba seguro que juntos podrían arreglarlo. Porque esos chicos se quieren mucho, Mycroft —le corrigió ciertamente abatido el consejero. —Ese chico realmente se preocupa por tu hermano. Es un tipo de persona que Sherlock siempre ha necesitado en su vida. Solo quiero decirte que John está de tu lado, realmente quiere a tu hermano y no merece que lo trates mal— le dijo Greg a modo de advertencia de no maltratar otra vez a alguno de sus alumnos. —Todos estamos del mismo lado. Sabemos quién es el malo de esta historia. Solo debemos buscar una forma de hacerlo caer.

Mycroft le observó con cierta precaución por unos segundos. Su ex compañero había cambiado en todos aquellos años que habían dejado de hablarse. Nunca le había visto tan comprometido con algo en su vida. Es más, siempre había pensado que no se tomaba muy enserio su trabajo de consejero. Pero era indudable que Greg tenía un gran afecto por esos chicos, sobre todo, había asumido seriamente el compromiso de velar por su bienestar, al menos en el ámbito escolar.

Y a pesar de no estar muy de acuerdo con ello, Mycroft lo respetaba profundamente.

Los dos adultos del grupo volvieron a entrar al cuarto donde habían dejado a los menores con sus propias deliberaciones. John esperaba ya otra queja de Mycroft pero recibió algo completamente distinto.

—Me disculpo por mis dichos, John Watson —le dijo el abogado sin abandonar su clásica displicencia pero sin que ello afectara la sinceridad de sus palabras. El rubio simplemente se encogió de hombros. —La situación ciertamente nos tiene a todos bastante alterados.

—Trataremos de buscar una solución a todo esto —le garantizó Greg con ánimos de elevar los ánimos del grupo especialmente los de John. —Mientras tanto, descansa.

—¿No se sabe nada de Moran? —le preguntó Victor intranquilo.

—No, pero no salgan a buscarlo. No hagan nada más, por favor —dijo aun fastidiado el abogado por el accionar de los adolescentes.

—Mycroft y yo nos ocuparemos del tema ahora, chicos —le apoyó el consejero, en un tono más amable que su ex compañero. —Trataré de hablar con la escuela para que de alguna forma tome cartas en el asunto.

—Es probable que la policía venga a hablar con ustedes —advirtió Mycroft. —Por el momento, no mencionen nada acerca de las cintas o del famoso “plan”. ¿Se llevaron algo de la casa?

Los chicos se miraron entre ellos con cierta complicidad.

—Yo saqué esto de su caja fuerte —Mary buscó en su pequeña mochila y sacó aquella libreta que encontrara en la caja fuerte de Moran. Se la extendió algo dubitativa al abogado. —No sé qué es exactamente. Solo hay cantidades de dinero escritas.

Mycroft empezó a hojear someramente el interior de la pequeña libreta. Su rostro lucía intranquilo.

—Lo veré luego —se limitó a decir el abogado mientras se la guardaba en el bolsillo interior de su saco. —Será mejor que nos vayamos. Hay cosas qué hacer.

Los adultos del grupo se despidieron de los chicos y salieron del cuarto. En ese momento, notaron a un sujeto de traje que venía acompañado de un oficial de policía. Aquel tendría la misma edad que ellos. Vestía un impecable tapado de paño color beige que iba en perfecta combinación con su traje de igual tonalidad.

—Buenos días —Extendió su mano el sujeto y les saludó cordialmente. —¿Son ustedes familiares de John Watson?

—Eh, no. Yo soy su consejero escolar y él-

—Soy su abogado, Mycroft Holmes —afirmó de repente Mycroft correspondiendo al saludo y sorprendiendo a su ex compañero. —Usted debe ser el fiscal Dimmock.

—En efecto, señor Holmes —sonrió el otro abogado. —Estoy a cargo de la investigación de lo sucedido anoche en lo del Señor Moran. ¿Cómo está el chico?

—Ha recibido una herida en su hombro producto del disparo. Pero se encuentra estable.

—Bien. ¿Hará una denuncia al respecto?

—Presentaré un escrito hoy mismo.

—Estamos en contacto entonces. Pasaré a interrogar a su representado.

El fiscal se dirigió hacia el cuarto de internación en compañía del policía dejando al consejero y al abogado solos nuevamente en el pasillo.

—¿Ese es el fiscal? —preguntaba Greg mientras se dirigian al estacionamiento de la clínica. —¿No es muy joven?

—Fue uno de los mejores promedios en Cambridge —relató el otro con total indiferencia. —Habrá que ver que tan lejos se anima a ir contra un Moran.

—Eso no es muy alentador —dijo el consejero alarmado. —Parecía comprometido con el tema.

Los dos se mantuvieron en silencio durante la búsqueda del lujoso auto del mayor de los Holmes.

—¿Qué es esa libreta que te dio Mary? —preguntó Greg.

—Es algo de su padre —musitó algo abstraído.

Greg notó su intranquilidad desde que le dieran aquel objeto. Le demandó una aclaración al respecto mientras subía al oscuro vehículo propiedad de su ex compañero.

—Hace unos años, cuando Lord Moran no estaba en el Parlamento Británico, fue severamente acusado por estafar y robar del Estado —empezó a relatar el hombre de traje. —Se dijo que su empresa constructora, que había sido licenciataria de un par de obras públicas, cobró numerosos sobreprecios y hasta sobornos durante los proyectos encomendados. Quien lo acusó afirmaba que toda la prueba estaba en una libreta que él mismo había visto, donde Moran asentaba todos y cada uno de aquellos hechos. Nombres, firmas y cantidades de dinero recibidas, todo estaba allí. Pero Moran siempre lo negó, y de hecho la famosa libreta nunca pudo ser encontrada y así Moran fue absuelto por falta de pruebas.

—Entonces esa libreta...

—Es esta —completó su conclusión mientras sacaba la libreta en cuestión.

—¿Qué hacía su hijo con ella?

—Eso es lo que más me llama la atención —confesó Mycroft con una zozobra que seguía impresa en su rostro. —¿Por qué la tendría su hijo en una caja fuerte en su habitación? Si su padre quería conservarla entonces ¿por qué dársela a él? Es muy riesgoso, además ellos dos apenas lleva una buena relación.

—Quizás no es como tú piensas, Mycroft —sugirió el consejero. Pero su ex compañero se abstrajo repasando ciertas conversaciones que había tenido con el padre de Sebastián.

No te preocupes, Mycroft. Esa libreta ya no existe.

—¿Crees que podamos hacer algo con ella? —volvió a hablar Greg sacándole de sus cavilaciones.

—Claramente, pero debo evaluar qué podría ser —contestó Mycroft. —En realidad, esto de la libreta no tiene nada que ver con el tema de los crímenes de Sebastián. No es muy justo de mi parte presentarle esto a su padre. Pero es lo único que tengo para negociar con él.

—¿Vas a chantajearlo?

—Claro que no —bufó con fastidio el abogado. —No es el término correcto. Dije que voy a negociar. Chantajear a Lord Moran no servirá, nos conviene tenerlo de nuestro lado.

—Nunca estará de nuestro lado, Mycroft. Por más que ustedes se lleven bien, él defenderá a su hijo. Es más, seguro que lo está escondiendo ahora.

—Él defiende su apellido. Pero tiene un límite —concluyó el mayor de los Holmes mientras accionaba el motor de su lujoso auto. —¿Sigues viviendo en Chelsea? —cambió de tema rotundamente.

—Eh no. Me separé de Miranda hace unos meses —anunció algo avergonzado Greg pero sin causar ninguna reacción en particular por parte de su ex compañero. —Así que estoy rentando un piso en Chiswick.

Mycroft no se mostró demasiado sorprendido por la noticia. Le había advertido a su ex compañero sobre los peligros de casarse a tan temprana edad, incluso si se trataba de una relación de casi nueve años como la que llevaban Greg y Miranda. Relación que por cierto, el abogado despreciaba. Pero no era nada personal, a Mycroft le desagradaban en general los entuertos amorosos.

—Sé qué es lo que piensas —volvió a hablar Greg mientras el abogado se concentraba circunspecto en el camino. —Pero no es que vayamos a divorciarnos o algo así. Tenemos una hija, creo que tenemos que seguir intentándolo, ¿no?

—Sabes que no soy la persona para hablar sobre problemas de pareja, ¿verdad? —se limitó a decir Mycroft y Greg simplemente rio.

***

—Bueno, será mejor que me vaya. Papá piensa que estoy visitando a una amiga en Oxford —anunció Molly tiempo después de que el fiscal Dimmock hablara con los chicos acerca de lo sucedido la noche anterior en lo de Moran. Siguiendo las recomendaciones de Mycroft, los jóvenes se inventaron un relato que seguramente el fiscal no se comería, pero al menos servía para ganar algo de tiempo. Como habían acordado, nada fue mencionado acerca de las famosas cintas ni del plan de Sherlock.

—Y mi papá piensa que estuve en una fiesta anoche y que hasta ahora no me recupero —se sumó Mary con sorna.

—El fiscal fue bueno en no avisarles sobre lo de anoche... —dijo Trevor.

—Al menos tienes a tu papá en otro país —retrucó la rubia.

—Si se entera que estoy en problemas, es capaz de venirse desde Irlanda y llevarme de vuelta.

—Oye, John estuve pensando algo —le dijo Bill personalmente al rubio. —Aun tengo contacto con algunos dealers que le vendían a Moran. Puedo preguntarles donde se puede estar escondiendo.

—No, Bill, no te preocupes. Mycroft y Greg van a encargarse desde ahora. Hemos corrido demasiado riesgo con lo de anoche —desestimó el rugbier.

—Ojalá lo encuentren y pague por lo que te hizo, John —se quejó apenado el bonachon de Mike que aun seguía allí. Le había llevado unos exquisitos bocadillos que su madre había preparado, conociendo sobre la internación del ex capitán.

Con eso, cada uno de ellos se despidió de John, quien era el único que por su condición debía quedarse. Tenía un par de días más de observación en la clínica. Al menos, Mycroft se encargaría de seguir el tema con Moran desde su inesperado lugar de defensor del ex capitán.

Sin embargo, había una última cosa que le quedaba por hacer.

—Mary, ¿Puedo hablar contigo un segundo? —dijo, mientras todos ya se disponían a irse. Por un segundo todos se miraron algo confundidos.

—Claro —respondió la joven y los demás abandonaron el cuarto despidiéndose una vez más. —¿Qué sucede, John?

El rubio parecía seguir pensando lo que haría hasta ese último segundo. Con dificultad, sin moverse demasiado de su lugar, extendió su brazo hacia un mueble situado a su lado, donde los enfermeros habían colocado las pertenencias de John. Tomó su campera y buscó en un bolsillo interno de la misma, sacando algo que hizo que el corazón de Mary diera un vuelco.

Se trataba de una de las afamadas cintas VHS que Moran conservaba con tanto celo. Era precisamente, la cinta de Jeanette.

—Esta es la única que no guardé en la mochila —confesó John con cierto orgullo. —Fue la única que tú me diste. Por alguna razón, la puse en el bolsillo de mi campera, en vez de la mochila.

Mary no se atrevía siquiera a tomarla cuando el rugbier se la extendiera.

—P-pero... No entiendo...—balbuceó atónita sin completar su idea, aunque John entendiera perfectamente a que se refería.

—Por eso le insistía en que le daría las cintas si nos dejaba ir. Yo quería que nos fueramos tan pronto como pudiéramos, porque al menos tenia esa cinta conmigo —aclaró. —Pero al ver cómo destruyó la de Sherlock... No quería darle ese privilegio otra vez... No quería darle el gusto de poder deshacerse de esas cintas como si nada hubiera pasado para así burlarse de todos.

La joven sentía su pecho latir a mil por hora en tanto tomaba casi temblorosa la grabación que su aguerrido amigo le extendía. Volver a leer el nombre de su amiga inscripto en ese objeto le generó la misma sensación que hacia unas horas, cuando lo viera por primera vez. Sin embargo, esta vez era diferente. Significaba que no todo estaba perdido. Pero sobre todo, significaba que el esfuerzo de todos, especialmente el de John, no había sido en vano.

—Dásela a Jeanette —le ordenó el chico.

—Pero... ¿No deberíamos decirle a Greg y Mycroft sobre esto? —atinó a decir Mary.

—No, creo que es ella quien debe tenerla —afirmó el rugbier decidido. —Además, dudo que Mycroft vaya demasiado lejos con esto. Ni siquiera nos dejó hablar de ello con el fiscal.

Mary asintió aun estupefacta por la revelación de su compañero. Guardó el objeto en su mochila y se dispuso a salir del cuarto para cumplir con la orden del rubio.


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