Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

The Two Of Us - JohnLock Fanfic por RushanaChan

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Aquí el cap. 6!

Recién puedo actualizar aquí, en Wattpad me es mucho más fácil hacerlo la verdad (?)

 

El Parque Nacional de Exmoor quedaba a unos 250 kilómetros de Londres, al suroeste del país y cerca de la costa. Se trataba de uno de los Parques Nacionales más antiguos de Inglaterra, y se caracterizaba por los bellos páramos, valles profundos y elevados acantilados que podían verse a lo largo de sus casi 700 kilómetros cuadrados de extensión.

El Parque era más bien conocido por su Reserva especialmente dedicada al avistamiento de las constelaciones. Se trataba de una Reserva Internacional de Cielo Oscuro, reconocida justamente por tratarse de un lugar desde donde podía observarse uno de los cielos más bellos del mundo. Su baja contaminación lumínica permitía que sus visitantes se internaran bajo un cielo completamente oscuro, donde podrían ver miles de estrellas más que en cualquier parte del mundo.

John escuchaba con interés la explicación que les daba el guía mientras el autobús los llevaba a destino. Habían salido a la madrugada desde Strand, por lo que la mayoría aprovechaba el trayecto para dormir. Pero John estaba entusiasmado, nunca había salido de Londres, ni mucho menos visitado un Parque Nacional. Decidió no prestar atención a las críticas que sus amigos habían formulado al Campamento, y si acaso era tan aburrido como decían, quería comprobarlo él mismo.

Terminó sentándose al lado de Molly, dado que Sherlock había llegado antes que él y decidió sentarse con Mike Stamford. Tampoco es que ambos jóvenes hubieran pactado sentarse juntos, incluso, quizás Sherlock ni siquiera pensó que John querría sentarse a su lado.

Molly no se había opuesto a que el rubio se sentara a su lado, pero tampoco se mostraba muy dispuesta a conversar o pasar el rato con él. Eso sí, se había ganado la envidia de más de una joven en el autobús que se moría por intercambiar palabras con el capitán del equipo.

John observaba como cada tanto la muchacha levantaba sus ojos del libro que estaba leyendo para escuchar lo que decía el guía, quien hablaba con entusiasmo y conocimiento a pesar de que la mitad del autobús no lo estaba escuchando.

John pudo intuir el mal humor de la joven, y supuso que sería por no poder sentarse al lado de Sherlock. Era evidente el interés que demostraba por él, pero no parecía ser correspondido de ninguna forma por el joven ruludo.

El rubio meditaba sobre aquel amor no correspondido mientras observaba el asiento donde su compañero iba sentado. Solo podía vislumbrar su brazo y parte de su particular cabellera negra, que sobresalía evidente. Le extrañó verlo tan tranquilo y callado, quizás tuviera sueño como todos los demás, o solo estaría pensando en cómo haría para escaparse a la supuesta escena del crimen. Pero solía mostrarse más eufórico, al menos con él, y especialmente cuando hablaba de algún asesinato o teoría que tuviera dando vueltas en su cabeza. Su mente parecía no descansar, o no pensar en otra cosa más que en crímenes no resueltos o en técnicas para mejorar su deducción. No parecía haber lugar alguno para pensar en un romance con Molly Hopper. O en un romance cualquiera en absoluto.

No lo conocía demasiado, pero no le había escuchado siquiera referirse al tema. De hecho, no notaba que mostrara afecto por nadie en particular. La situación de tensión con sus padres que había visto aquella vez le indicaba que quizás era un chico complicado. Sumado a que también era un joven muy antipático a veces, tanto que le daban ganas de golpearlo en la cara.

De repente, la joven Molly le dio pena. Definitivamente era una chica bonita y parecía amable, pero tenía que enamorarse de un chico tan difícil como Sherlock Holmes, que se mostraba casi inaccesible a cualquier tipo de afecto.

—Veo que te gusta mucho la astronomía— habló finalmente John, sacando a Molly de su burbuja de lectura. El rubio había notado que estaba leyendo un libro referente al tema.

—Ah, sí. Me interesa el tema— contestó, acomodando sus lentes y volviendo a esta realidad. —Pero este libro no es exactamente de eso. Es una novela— aclaró con tono pausado.

— ¿Una novela? Creo que las únicas que he leído son las que nos piden para Literatura. — dijo John riendo. La joven también le sonrió un poco.

—Bueno, esos son libros clásicos, y son muy buenos. Pero no es lo mismo leer por obligación que por gusto. Personalmente, esta saga me encanta.

—Ya veo, ¿de qué trata?

—Es una historia de amor— explicó algo avergonzada. —Se trata de tres amigos. Uno de ellos es profesor, y la chica es la novia de su mejor amigo y van a casarse, pero en realidad está enamorada del profesor.

—Vaya, no quisiera estar en su situación— dijo John volviendo a reir.

—Sí, yo tampoco. — contestó Molly igualmente con una sonrisa. El ambiente entre ambos se había vuelto más ameno.

—O sea que, ¿el libro no habla nada de astronomía entonces? Lo digo por la portada, tiene una constelación, ¿no?

—Sí, es que el protagonista, Eugene, es profesor de astronomía. Y bueno, también hay muchas partes donde ilustra sobre el tema. — explicó la joven, haciendo que el rubio respondiera conforme a dicha aclaración.

— Y Molly, dime...— volvió a hablar John, cambiando de tema. —¿Qué hay de ti? ¿Hay algún Eugene en tu vida? — cuestionó divertido. —O mejor debería decir... ¿un detective?

La muchacha se sonrojó levemente en respuesta. — ¿Q-qué?— tartamudeó. —¿Te refieres a Sherlock? N-no, él no me gusta de ese modo...

—Oh, pensé que había algo entre ustedes.

—¿Algo con él? No... Sherlock no es de esa clase de chicos...

—¿A qué te refieres?

—Bueno, debes haber notado que no le interesa mucho el amor y esas cosas... O las emociones en general.

—No creo que haya alguien en el mundo que sea completamente así. Todos sentimos amor, o algo por alguien. No lo sé, todos sentimos algo.

—Pues sinceramente, creo que Sherlock sería una excepción...

—Pero, tú lo conoces desde hace tiempo, ¿verdad? ¿Acaso nunca le gustó alguien o salió con alguien?

Molly se quedó unos segundos en silencio. Por supuesto que le conocía hace tiempo, y por supuesto que sabía de Victor Trevor.

—No, que yo sepa. — dijo encogiéndose de hombros.

El tema no se extendió más allá de eso, y ambos se mantuvieron en silencio por un rato. Luego volvieron a hablar de trivialidades sobre las materias que compartían, hasta que eran interrumpidos cada tanto por el guía, que volvía a hablar para ilustrar a los jóvenes sobre el paisaje que se extendía por sus ventanas.

Estuvieron llegando a destino cerca del mediodía. Los chicos se mostraban más animados mientras descendían del autobús.

Fue recién en ese momento que John y Sherlock pudieron intercambiar palabras por primera vez en el día.

— ¿Qué tal el viaje? — le preguntó cortésmente el joven detective.

—Bien, Molly estuvo hablándome de su libro favorito.

—Ah, sí, esas odiosas novelas románticas que le gustan. — contestó indignado. John le miró con desaprobación. —Son demasiado predecibles y poco creíbles, además de excedidas en dramas sin sentido. Molly es una chica demasiado inteligente como para estar leyendo esas estupideces de niñas.

—Ya, Sherlock, déjala. Son sus gustos.

—Lo sé. Gustos muy desacertados. — contestó sin mucho interés mientras recogían su equipaje de la parte de atrás del autobús. John solo se aseguró de que Molly no estuviera cerca como para escuchar lo que hablaban. —Además, es obvio que el tipo con el que la chica se iba a casar muere, para así permitirle irse con el profesor de astronomía. — confesaba con tranquilidad. John se alarmó.

—¿Qué? ¿Acaso lo leíste?

—Por supuesto que no, John— dijo ofendido ante esa acusación. —Como dije, son novelas demasiado predecibles. Busqué en internet para confirmarlo y mi predicción fue correcta.

—Bueno, mientras no se lo digas a Molly, todo bien.

—¿Qué? Claro que ya se lo dije. Tenía que hacerlo para convencerla de dejar de leer esa bazofia.Y al parecer no funcionó.

John le miró indignado. Sherlock era detestable.

La conversación de ambos chicos se vio repentinamente interrumpida por el llamado de sus profesores para que se reunieran, junto con el guardaparques que ahora se les unía para darles la bienvenida al parque.

Luego de una breve introducción, los chicos transitaron por un camino que los llevo al camping donde se hospedarían los próximos dos días. El lugar era encantador, las cabañas y el bello paisaje que les rodeaba hacían una espléndida combinación.

Las cabañas eran para cuatro personas, y la disposición de cada una de ellas ya había sido acordada por los chicos días antes. Sherlock, John y Mike habían acordado en compartir cuarto, pero necesariamente debían ser cuatro. Un chico que se había quedado sin cuarto fue asignado con ellos que, para desgracia de Sherlock, resultó ser el delegado de la clase, Anderson.

—Prepárate para escuchar largas discusiones e insultos de todo tipo— le susurró Mike a John, mientras ingresaban al cuarto, en el cual ya estaba Anderson, quien había seleccionado una de las camas de abajo y ya estaba poniendo sus cosas en ella.

—Saca tus cosas de ahí, Anderson. Las literas deben ser distribuidas cuando todos estemos presentes.

El joven de ojos saltones le miró con disgusto. —¿Y quién dijo eso?

—Yo, acabo de decirlo. Saca tus cosas.

—Sherlock, basta ¿acaso quieres esa cama? — le cuestionó John por lo bajo.

—No, solo detesto que Anderson intente tomar el mando de las cosas, lo cual hizo automáticamente al elegir primero una cama— respondió tranquilamente el detective.

John exhaló hastiado. Anderson, quien no tenía más opción, obedeció y sacó sus cosas de aquella cama.

—¿Y bien? — cuestionó impaciente, y cargando todas sus cosas con dificultad.

Sherlock miró a sus compañeros y les indicó que eligieran sus camas. John y Mike, por supuesto para no causar más problemas, y con la anuencia del joven genio, eligieron las camas de arriba y depositaron allí sus cosas. Al final, nadie elegiría la cama inicialmente elegida por Anderson, quien tuvo que volver a colocar sus cosas en ella mientras maldecía por lo bajo a su rival.

 

***

La primera actividad que tendrían sería una caminata, luego del almuerzo. John no había olvidado el alocado plan de escape de su compañero, y por eso no le quitaba el ojo de encima. El joven detective se mostraba demasiado calmo, como si no le amedrentara en lo más mínimo la posible suspensión de la que sería objeto si llegaban a descubrirle escapándose.

Una vez terminaron el almuerzo, el grupo se dirigió a alistarse para iniciar la jornada de actividades. El guarda parques los guiaría por un sendero donde podrían apreciar la variada flora y fauna del lugar.

Se detuvieron en un gran páramo, donde quien los lideraba se disponía a dar otra explicación.

— Aquí mismo, chicos, fue donde se avistó a la gran Bestia de Exmoor— expresó en forma misteriosa. — Un gran felino color negro, parecido a una pantera, de apariencia tenebrosa, que desolaba el ganado de los lugareños. ¿Alguno había algo escuchado de eso?

— Oh, por favor. — intervino Sherlock. John anticipó un incómodo momento, y se preguntó si su compañero podía ser más antipático el dia de hoy. —Es una leyenda infundada, como la del supuesto Gran Perro Negro, solo que esta es un gato. Y bien se sabe que en Inglaterra no hay grandes felinos.

— Lo que dices es correcto, joven. Pero se dice que hubo una época donde las grandes familias solían tener animales exóticos en sus mansiones. Hasta que un Acta dictada en 1976 prohibió aquella práctica y ocasionó que muchos de estos animales no nativos fueran liberados y quedaran desperdigados por aquí. ¡Otros incluso dicen, que estos felinos derivan directamente de especies de la Edad de Hielo!

— Unos dicen, otros dicen. ¿Y la fuente de todo eso? — dijo impaciente el joven.

— ¡Holmes, compórtate! — intervino su exigente profesor de Astronomía, Culverton.

— Está bien, no se preocupe. — le calmó el amable guarda parques. —Aprecio la curiosidad de su alumno. Verás, niño, actualmente existen evidencias fotográficas, y videos de este tipo de criaturas. Existen testimonios certeros de gente que ha visto felinos que lucían como grandes panteras por aquí, e incluso de gente que ha sido atacado por esos animales. Existen diversas investigaciones respecto de su origen y allí remito las teorías que expliqué. — ilustró, ganándose una blanqueada de ojos de Sherlock. El joven guarda parques solo sonrió.

—Actualmente, el parque siempre está alerta, en constante búsqueda de estos felinos, pero hasta el momento no se ha podido capturar a ninguno. Sin embargo, recomendamos no salir de las inmediaciones del camping por su cuenta, bajo ninguna circunstancia— advirtió claramente a los jóvenes. —Es muy peligroso, chicos.

John observó de reojo a Sherlock, quien ni se inmutaba con aquella advertencia.

—No pensarás escaparte enserio, ¿no? — le cuestionó John con seriedad a su compañero, quien ya se encontraba revolviendo su equipaje en la cabaña, luego de haber vuelto de aquella caminata.

— ¿Piensas que un mito va a asustarme? Es obvio que inventaron todo esto para que la gente no deambule por los bosques y arruine el lugar. — comentaba mientras sacaba algunas cosas de su maleta, entre ellas, una brújula y un mapa con varias anotaciones en él.

— ¿Y qué harás si te descubren? Te suspenderán, Sherlock.

—La idea es que no me descubran. Y ahí es donde entras tú. — dijo sonriente, finalmente mirando al rubio.

John se le quedó mirando unos instantes. —Oh, no. No voy a cubrirte.

— Solo necesito que le digas a Culverton que estoy mal.

— ¿Qué se supone que vas a hacer para escapar de aquí?

— Fingir que estoy enfermo, obvio. Y así no participar de la actividad de la noche. — decía mientras sacaba una pequeña caja con diversos tipos de maquillaje. Tomó un espejo y empezó a pintar sus ojos de un color rojizo.

John le miró estupefacto. —No pienso ayudarte en esto. Estás solo. — le dijo, levantándose y abandonando la cabaña.

 

***

— ¿Y por qué es que no podrá salir esta noche? — le cuestionaba Culverton con tono inquisitivo.

— Dice que se siente muy mal. — contestaba el rubio con tono preocupado.

Finalmente, John había cedido.

El rechoncho profesor le observó dubitativo un momento. — ¿Pero qué tiene?

— No lo sé, está en el cuarto si quiere verlo.

El hombre lo pensó un momento y se decidió en ver al alumno. Si se sentía tan mal, quizás debería llamar al servicio médico del parque.

Sherlock se había preparado completamente para ese momento. Se hallaba acostado en su cama, con todas las frazadas que encontró, puestas encima de él. Con un pañuelo en mano, expuso sus grandes dotes actorales.

— Ah, profesor Culverton. Creo que algo de aquí me provocó una alergia terrible. Debe ser algún insecto. — decía mientras se sonaba la nariz, haciendo el mayor ruido posible. Había enrojecido su rostro con el maquillaje, y había logrado que sus ojos se vieran llorosos con unas gotas que se aplicó previamente. John observaba avergonzado la situación desde lejos.

— Dios, luces terrible, niño. Voy a llamar al médico.

— ¡No! No es necesario, profesor. — se apresuró en decir el joven. —Traje algunos medicamentos antialérgicos conmigo por si acaso.

— Igualmente, no permitiré que te auto mediques. Pero ah... — observó su reloj con el ceño fruncido. — La ceremonia comenzará pronto y...

— ¡No se preocupe! — intervino rápidamente John. —Yo puedo llamar al médico. — El profesor le miró dubitativo. —Y puedo quedarme a cuidarlo, si es necesario.

— Eso lo dirá el médico. Bien, Watson. Lo dejo en tus manos. — dijo, y se fue tan rápido como pudo.

El joven rubio suspiró aliviado. Miró a Sherlock con fastidio. — ¿Qué no era que tenías todo planeado?

— ¿Qué no era que no ibas a ayudarme? — reconvino el joven, arqueando una ceja y sonriéndole. El rubio rodeó sus ojos. —Culverton es un fanático de este festival. No se perdería ni la ceremonia de inauguración. Por eso, eventualmente iba a irse y tener que dejar que me las arreglara solo. — explicó confidente mientras se quitaba el maquillaje de la cara. —Además, el avistamiento de estrellas comenzará antes de lo previsto, ya que las condiciones lumínicas de hoy serán perfectas, y se espera que incluso pueda verse una estrella fugaz. No se lo perdería por nada del mundo, así que no creo que siquiera venga aquí a controlarme.

El joven detective salió de la cama de un salto y sacó su mochila de debajo de la misma, cuando el rubio le puso un freno.

—Sherlock, enserio. No dejaré que salgas de aquí. Ahora más que nada, estás a mi cargo, y yo no puedo permitir que me suspendan.

— Sí, sí. Por tu preciada beca. — Respondió con indiferencia. —A mí me importa un bledo tu beca. Sabes muy bien que no van a quitártela por esta estupidez extracurricular.

Las facciones del joven rubio se tensaron. —Cuidado con lo que dices, Holmes.

— ¿Con lo que diga? Solo te diré una cosa. — dijo y se paró delante de él, a tan solo algunos centímetros mirándole fijamente a los ojos. —Sé que quieres acompañarme. Te mueres por escapar conmigo y ver que hay en ese lugar. Y más aun sabiendo lo de esa bestia. Reconozco ese brillo en tus ojos, John, porque yo soy igual. La curiosidad y las ansias de una aventura te están matando. Quieres algo interesante, por eso me sigues. En realidad, no te importa mucho tu beca en este momento. Siempre estás pensando en verte ejemplar y obediente, siempre piensas en lo que dirán los demás, piensas que todo es tu responsabilidad. Pero quieres escaparte de eso, romper las reglas, al menos solo por un momento. Hazlo. Ven conmigo.

Seguían penetrándose con la mirada, sin alejarse ni un centímetro.

— Tengo todo planeado, nadie sabrá que nos fuimos. Confía en mí. — dijo el detective en un susurro.

John sabía que iba a arrepentirse de su decisión.

 

***

Sherlock tenía razón, escabullirse no había sido muy complicado. El joven detective había planeado una ruta de antemano, que sólo podrían usar cuando empezara a oscurecer, y como también predijo, la mayoría de los guarda parques estaban concentrados en la zona donde el festival se estaba llevando a cabo, dejando liberados algunos senderos, lo cual facilitó enormemente el escape.

— ¿Quieres recordarme qué vamos a hacer exactamente? — cuestionó John mientras caminaba detrás del joven detective por un sendero estrecho.

— Hace unos años, hubo un misterioso asesinato aquí, en medio de la nada, sin testigos, siendo las únicas pruebas unas dudosas pericias médicas que dejaron sentado que se trató de un suicidio.

— ¿No lo fue?

— Absolutamente no. Primero porque el sujeto no estaba solo, había otro con él, el presunto asesino.

— ¿Qué sucedió con él? ¿Lo liberaron?

— No, su cuerpo también fue hallado sin vida, en las inmediaciones del lugar del hecho. Pero este tenía claros signos de haber sido atacado por algún lobo o un oso, no por un humano.

— ¿Y cuál es tu teoría?

— Los dos sujetos eran investigadores de una universidad americana. — comenzó a ilustrar mientras, con ayuda de su linterna, cotejaba el mapa con la ruta que estaban tomando. — Habían visitado este parque específicamente para investigar sobre la flora y fauna del lugar. Uno de ellos era un experto botanista, y era de público conocimiento su rivalidad con el otro investigador. Su envidia al éxito de las investigaciones del otro le nubló el juicio. Cuando vislumbraron la alta probabilidad de éxito de esta nueva investigación, la víctima seguro estaba muy entusiasmada, pero el presunto asesino no lo soportaba, quería todo el crédito para él. Estaba harto de ser la sombra de su colega, y por eso, aprovechó esta oportunidad. De hecho, planeó cada detalle.

Mi teoría es que los hechos fueron los siguientes: Solos, en la zona boscosa a la que ahora estamos yendo, estos dos sujetos se habrían detenido a comer y beber algo, cuando entonces el asesino se adelanta y le dice que él preparará la comida para ambos. Sin embargo, él, quien era un eximio botanista, le suministró en su comida un extraño veneno que consiguió crear con hierbas típicas de este lugar.

Los jóvenes atravesaban ahora aquel páramo que visitaran hace unas horas, durante la caminata. Sherlock seguía relatando su teoría con devoción.

—Lo impresionante de esto, fue que el tipo logró replicar en aquel veneno una sustancia idéntica a las drogas que, en pequeñas dosis, su compañero ya ingería debido a que sufría de terribles dolores lumbares. Entonces, una eventual autopsia revelaría una sobredosis de aquella sustancia, lo que se atribuiría a una ingesta indebida de dichos medicamentos. Una vez que su compañero falleció intoxicado, el asesino se deshizo de gran parte de sus remedios, para simular la sobredosis, y huyó, dispuesto a mentir sobre lo sucedido.

Sin embargo, tiempo después no se supo nada de este tipo, que ya era buscado porque obviamente no daba señales de vida a su familia ni a nadie, y se sabía que había viajado con la víctima. Resulta que su cuerpo fue encontrado a unos kilómetros de aquí, totalmente descuartizado, con arañazos, como si alguien, más bien algo, lo hubiera despedazado salvajemente. Obviamente por algún animal de ese bosque, pues en ese entonces, fue cuando el gobierno británico decidió volver a introducir especies de lobos y osos por allí, ya que se habían extinguido, y no estaban sujetos a un gran control de las autoridades forestales.

Volviendo al crimen, lo divertido es que Scotland Yard sí supuso que aquello había sido un asesinato, debido a la rivalidad de ambos y a lo poco probable del hecho de que la victima ingiriera, ya sea accidental o voluntariamente, esa cantidad de drogas. Pero más improbable era sostener el cómo, ¿Acaso el otro tipo le había hecho tragar las pastillas a la fuerza? Era estúpido. Nunca se plantearon que el tipo era un experto en botánica, especialmente capaz de elaborar un veneno perfecto con solo tres hierbas. Básico. He visto y leído algunos de sus trabajos. El tipo era un genio.

Así que, por falta de pruebas para un asesinato, y por lo inútil que sería con el supuesto asesino muerto, cerraron el caso como suicidio.

John, quien había estado escuchando todo el relato con expresión intranquila, alcanzó a su compañero, ahora que el terreno les permitía ir a la par. Nunca había visto a alguien hablar con tanta admiración de un asesino.

— ¿Y cómo se supone que vas a probar todo eso? — cuestionó finalmente el rubio. Sherlock le dedicó una sonrisa extraña.

— Voy a encontrar esas hierbas y replicar el veneno, por supuesto. Eso probará el punto fundamental de mi teoría.

— ¡¿Vas a hacer un veneno mortal?!

— No te preocupes, John. No voy a usarlo en nadie. — le tranquilizó aun sonriente. —Me gusta investigar asesinatos, no causarlos.

No aún, pensó el rubio escandalizado.

— ¿Y cómo sabes cuáles son esas hierbas?

— He estado haciendo una investigación al respecto hace como un mes. Sé exactamente cuáles son, pero la noche dificultará un poco la búsqueda.

Luego de casi media hora más de caminata, los chicos llegaron a una colina. A lo lejos podía verse una lúgubre construcción que resultaba ser el antiguo Castillo Dunster.

El joven detective anunció que aquí iniciaría su búsqueda. Había dado algunas nociones externas de las hierbas como para que John también pudiera ayudarle a buscar. Así, ambos se encontraban alumbrando lugares aleatorios de la pendiente boscosa, deteniéndose cada tanto en algún pasto que lastimosamente no era la planta que buscaban.

Había un silencio tranquilo entre ambos, tan solo ambientado por el cantar de algún insecto o el ulular de algún búho. Cada tanto, una suave brisa enfriaba sus cuerpos y movía el follaje de los árboles que se extendían sobre ellos.

—Sherlock.

— ¿Qué?

— ¿Puedo preguntarte algo?

— Acabas de hacerlo.

El rubio le miró con fastidio. —Es otra pregunta.

— Dime.

— ¿Estás saliendo con alguien?

De pronto el detective deformó su expresión ante la impertinente pregunta. — ¿Qué? No.

— ¿Te gusta alguien?

— No.

— Está bien... Solo preguntaba, Sherlock. — le calmó el rubio al ver que el humor del otro joven había cambiado radicalmente.

— Parece que es de lo único que ustedes se preocupan.

— ¿Ustedes?

— Sí, ustedes, la gente normal. Solo les importa coleccionar potenciales amigos y parejas, lo que sea, solo porque no soportan la fatal soledad en la que todos eventualmente terminamos. Son tan triviales.

John exhaló molesto. — ¡¿Qué rayos sucede contigo?! Solo te estaba haciendo una pregunta.

— Una pregunta impertinente. No soy como ustedes.

— ¿Y qué se supone que eres? ¿Un robot? ¿Un alien? Todos sentimos cosas por otros, incluso tú. Vamos, ¡eres una persona!. Querer a alguien como un amigo o una pareja o lo que sea, no tiene nada de malo.

— Sí, sí lo tiene. — en ese momento, el detective, que había estado dándole la espalda todo este tiempo mientras examinaba una hierba, se dio la vuelta para verle de frente. —Es inútil, es una distracción. Y para que no vuelvas a importunarme con estos planteos otra vez, te diré algo: no me gusta nadie ni me interesa estar con nadie.

Había dicho aquella última frase elevando su tono de voz. John simplemente le miró harto de su antipatía.

Pero justo en ese momento, sintieron unos ruidos que provenían de unos arbustos, a varios metros de donde estaban.

No estaban solos.

 

Notas finales:

El próximo cap estará el fin de semana!

Gracias por leer y no olviden dejar comentarios si les gustó uwu


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).