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The Two Of Us - JohnLock Fanfic por RushanaChan

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—... ¿Qué fue eso? — susurró John.

Su compañero también se había paralizado ante el ruido. Miró al rubio algo inquieto.

John se trasladó con mucho sigilo en dirección al lugar de donde había provenido el ruido. Sherlock le siguió por detrás.

Su compañero iluminó unos arbustos que se extendían frente suyo, pero se mantenían estáticos. No se movían más que como efecto del viento.

Se mantuvieron un tiempo en esa posición, pero no había señales de ningún movimiento detrás de dichos matorrales.

—Quizás fue solo el viento. — volvió a hablar John, sin elevar mucho la voz. — o un zorro.

El detective tragó saliva nervioso.

—O quizás fue... ¡La bestia de Exmoor! — dijo de repente, haciendo que su compañero se sobresaltara. John se echó a reir.  —¿Te asustaste? —dijo divertido.

—No seas idiota. Ya te dije que eso no existe, es un mito.

—¿Qué me dices de las fotos y videos que el guarda parques mencionó? — le preguntaba mientras los jóvenes se relajaban, sentándose entre los arbustos.

—Los he visto, están claramente manipulados. Ya te dije, no hay grandes felinos en este país. Con suerte hay algún que otro oso o lobo.

De repente volvieron a escuchar algo, esta vez mucho más cerca de ellos. Se oía como un animal corriendo velozmente.

Los jóvenes se pusieron de pie como pudieron, realmente alarmados esta vez.

El rubio se acercó a su compañero e instintivamente se colocó delante suyo de forma protectora. Alumbró en dirección al ruido, y se mantuvo así un rato, moviendo lentamente la luz a su alrededor. Solo sus respiraciones podían escucharse, cuando un manchón negro pasó rápidamente por la zona iluminada, haciendo que ambos jóvenes se sobresaltaran de terror.

—¡¡Mierda!!

—¡¡Vámonos de aquí!! — clamó el joven detective, tomando bruscamente a su compañero de la chaqueta.

Sin pensarlo dos veces, echaron a correr en dirección contraria en ese mismo segundo. Ni siquiera sabían a dónde se dirigían, y con suerte lograban maniobrar sus linternas para ver algo en aquella oscuridad total y no chocarse o tropezarse con algo. El trayecto en bajada facilitaba la huida, pero al mismo tiempo debían cuidarse de no terminar rodando colina abajo.

Corrieron como si no hubiera un mañana, como si sus vidas dependieran de ello, siendo esto último prácticamente cierto. Volvieron a escuchar un ruido, esta vez, similar a un rugido, y el terror los invadió aún más. Esquivaron ramas, arbustos y piedras de todo tipo, al menos, John pudo hacerlo.

— ¡¡¡Ah!!!

— ¡¡Sherlock!! — gritó alarmado cuando notó que el chico que corría cerca suyo había dado un alarido. Le encontró en el suelo, tomando su rodilla. Pero Sherlock le tranquilizó de inmediato con un "estoy bien", y volvieron a correr.

No se detuvieron hasta que llegaron a una especie de cabina de vigilancia, cerca de un río, y sin presencia de guardaparques.  Los chicos se metieron sin pensarlo, encerrándose allí como pudieron. Se desplomaron de cansancio, jadeantes, en el suelo.

Sus frentes chorreaban de sudor y el miedo aun no abandonaba sus rostros. La adrenalina de la huida aun corría por sus cuerpos y tardaron un rato en normalizar sus respiraciones.

— ¿Estás bien? — se apresuró a preguntar John.

— Sí, sí. Solo me raspé. — respondió su compañero, levantando la bota de su pantalón hasta hacer visible la zona afectada.

El rubio se sacó velozmente la mochila y buscó en su interior con arrebato. Sacó un pequeño kit de primeros auxilios y se dispuso a desinfectar la herida.

El joven trabajó en silencio, escuchándose solo sus respiraciones aun jadeantes de fondo. El detective se resistió fuertemente al dolor que le causó el alcohol en su rodilla.

— Gracias, John. — murmuró Sherlock. — No sabía que llevabas un kit contigo. Yo lo olvidé por completo.

— Juego rugby, Sherlock. Vivo lastimándome. — contestó con una media sonrisa. —Lo uso bastante seguido.

— Debí haberlo deducido.

— No puedes saberlo todo. — dijo John, esta vez sonriéndole y mirándole a los ojos un momento. Sherlock también terminó sonriendo.

— Supongo que no.

Colocó cuidadosamente una gaza sobre la herida, que no resultaba tan superficial como un raspón, pero que al menos quedó salvada por el tratamiento del capitán.

Una vez que terminó, guardó el equipo en su mochila y se tumbó contra una de las paredes de la casilla que les servía de refugio. Hacía rato que no escucharan que el animal les siguiera. Se relajaron un poco.

— ¿Qué diablos fue eso? — dijo finalmente el rubio.

— No pude observarlo bien, pero era de color oscuro. Parecía...

— Un gato gigante.

Sherlock le miró con el ceño fruncido.

— Parecía un gato grande, Sherlock, lo juro, yo lo vi claro con la linterna. Además, escuché algo así como un rugido. Parecía... Una pantera, o un puma, pero... gigante. — decía acompañando con un movimiento de sus brazos para enfatizar el tamaño. — Sherlock...

— Juro que si dices que es la Bestia de Exmoor te golpearé.

Los chicos se quedaron unos segundos en silencio. Se miraron y se echaron a reir.

Rieron un rato. Ninguno de ellos había visto al otro reir de esa forma. John estaba realmente tentado, no entendía nada de lo que acababa de pasar. Hace unas horas estaba dando una caminata aburrida y ahora acababa de salvar su vida de las garras de una bestia aparentemente mitológica. 

Todo gracias a la compañía de su particular compañero.

Sherlock podía llegar a ser tremendamente odioso, pero a John le agradaba, y no sabía exactamente porqué.

John se dedicó a observar mejor el lugar donde estaban con ayuda de la olvidada linterna. Definitivamente era una cabina de vigilancia, pero no había allí ningún guardaparques. Seguro estaban cubriendo la zona del festival, como Sherlock predijera.

— Será mejor que volvamos al campamento. — dijo, levantándose con pesadez. El otro joven hizo lo mismo. — ¿Sabes dónde estamos?

— Creo que sí. — contestaba el detective mientras volvía a desenrollar su ya arrugado mapa que, con la ayuda de su linterna, estudió minuciosamente. —Este debe ser el río Barle. Tenemos unas millas que recorrer. Andando. — dijo tomando la delantera y saliendo finalmente de la cabina.

Para mayor seguridad, decidieron tomar un camino iluminado medianamente y así evitar sumergirse en las zonas boscosas otra vez.

— Lamento que no consiguieras tus hierbas. — le dijo John al detective, luego de un rato de silencio entre ambos.

— Está bien. Ya tendré otra oportunidad de hacer un veneno letal. — respondió, observando divertido la reacción intranquila de su compañero. — Llegado el caso, necesitaré ayuda para encontrar esas hierbas venenosas.

John le miró un momento y sonrió ampliamente. — Cuenta conmigo.

Los chicos caminaron por un largo rato a través de un estrecho sendero señalizado. Se mantenían en un cómodo silencio, donde cada uno se metía en sus propias cavilaciones. 

Compartían el agotamiento posterior a ese ataque de adrenalina que tuvieran hace un rato. Por alguna razón se sentían a salvo, cuando en realidad seguían internados en aquel ambiente y la supuesta bestia podría volver a aparecer. Pero los chicos no lo pensaban así.

En un momento, el sendero los volvió a derivar, ya por tercera vez en el día, a aquel amplio páramo. Como si entraran a través de una puerta compuesta por los follajes de los árboles, ahora se abrían frente a ellos y les daban la bienvenida nuevamente a aquella explanada. Fue allí cuando, acompañados de una fresca brisa otoñal, pudieron finalmente ver el cielo.

Los jóvenes se detuvieron instintivamente a admirar ese fenómeno. Un cielo, totalmente estrellado. Las estrellas se mostraban amontonadas, como si se pelearan por ser vistas. Todo el cielo transmitía una tenue luz que teñía de un azul mágico a aquellos pastizales que se extendían debajo de sus pies. Había un aura casi sobrenatural en el ambiente que les rodeaba.

John tomó asiento en el medio de aquel páramo y se recostó plenamente sobre la vegetación.

Ahora su visión solo captaba estrellas, miles y millones, todas las que sus ojos podrían acaparar.

En silencio, Sherlock imitó su movimiento y ambos se hallaban recostados, el uno al lado del otro.

John pensó que podría quedarse horas mirando ese espectáculo. Era aquí y ahora, en este páramo, en esta oscuridad, que estaba viviendo, existiendo, presenciando eso. 

¿Qué habría estado haciendo en ese instante de no haber venido aquí? Seguramente habría estado en el cumpleaños de Sarah bebiendo con sus amigos hasta que se hiciera un poco más tarde para encarar a su amada y declararle sus intenciones de avanzar hacia lo serio con ella. 

Porque sí quería hacerlo, ¿verdad? Sarah era la chica más linda y candente que alguna vez conociera, ¿por qué no querría? Solo un estúpido no querría ser su novio. Y hasta quizás en un rato se habría dado el lujo de acostarse con ella.

Pero no estaba allí, sino aquí, en medio de un bosque a cientos de kilómetros, con un chico tan peculiar como Sherlock Holmes. Este chico, este chico que se dedicaba a esclarecer asesinatos que todo el mundo ya había olvidado, que hacía investigaciones absurdas sobre tipos de hierbas o de tabacos. Que podía averiguar tus problemas y secretos con solo observar las mangas de tu campera o el cuello de tu camisa. Que parecía haberle cerrado la puerta a todo sentimiento de afecto, que había decidido desligarse de esa condición humana. Un chico tan distinto a él, o quizás a todos los chicos de su edad, pero que así y todo, ahora se hallaba tendido a su lado, ambos observando quizás el cielo más hermoso de sus vidas. ¿Qué eran? ¿Amigos? ¿compañeros? ¿tutor y alumno de Química? No lo sabía. El día de hoy ambos habían enfrentado un inigualable temor por sus vidas, habían llegado a sufrir un miedo que nunca antes habían padecido. Eso debía hacerlos un poco más que compañeros ¿no?

Le había gustado, había disfrutado la adrenalina correr por sus venas. Se sintió como en una aventura, pero que solo podría compartir con aquel chico. ¿Estaban destinados a ser, quizás, compañeros de aventuras insólitas como estas? ¿Habría más momentos como el de hace rato? Llegado el caso, necesitaré ayuda para encontrar esas hierbas venenosas, le había dicho el mismo Sherlock. ¿Qué le estaba proponiendo exactamente?

— Es la primera vez que veo tantas estrellas. — rompió el silencio el rubio, totalmente admirado.

— Es la primera vez que veo las estrellas. — retrucó Sherlock.

— ¿Qué? — le cuestionó incrédulo, girando la cabeza para mirarle. — ¿Enserio?

— Sí, nunca me he detenido a hacer algo como eso. A contemplar.

El otro joven volvió a mirar al cielo. — Yo suelo hacerlo. Me recuerda a mi madre.

Ahora fue Sherlock quien se giró para observarle. Las facciones del rubio estaban teñidas de aquel azul propio de esa noche estrellada. Pudo ver como su expresión se volvía nostálgica.

— A ella le gustaba mucho la astronomía, ¿sabes?— siguió diciendo John, con una media sonrisa. — Siempre le atrajo el espacio, las estrellas, y siempre se preguntaba acerca de porqué estaban donde estaban, o como se formaban, qué habría más allá de todo... esto. De hecho, quería estudiar astronomía, para buscar respuestas a esas preguntas. Pero no pudo hacerlo. Me tuvo justo cuando terminara el secundario, luego tuvo a Harry,  y solo unos años después a mi padre lo llamaron para Afganistán. Mi mamá tuvo que encargarse prácticamente sola de mí y de mi hermana, su familia nunca la apoyó, la abandonaron, y tuvo que olvidar ese sueño que tenía.

El chico suspiró profundamente y perdió su mirada en aquel cielo estrellado por un rato.

— ¿Qué sucedió con ella, John? — le cuestionó Sherlock en voz baja.

— Murió de un ACV hace unos años. Ese día, había estado entrenando con los chicos de mi otra escuela cuando Harry me llamó desesperada para decirme que no sabía que le pasaba a mamá, que se había desmayado y no sabía qué hacer... Le dije a mi entrenador y él mismo se ofreció a llevarme a verla. Todo fue tan... rápido. Cuando llegamos, mi padre también estaba allí, abrazando a la pequeña Harry, que lloraba desconsoladamente, y corrí a preguntarle qué había sucedido. Ni siquiera era necesario, la expresión de mi padre me lo decía todo.

Sherlock sabía lo que era perder a alguien importante. Había sido terrible para él cuando se enteró que la Señora Hudson había fallecido. Hacía un tiempo que estaba internada, y su pronóstico no era favorable, pero aun así el joven no podía imaginar el hecho de que aquella señora que lo cuidara por tanto tiempo, ya no existiera más en este mundo.

— Lo siento, John.

El rubio le miró y solo le sonrió en agradecimiento.

— Sabes, es la primera vez que... hablo de esto. — volvió a hablar el joven rugbier. — Digo, que lo hablo con alguien, ¿entiendes?

— Claro. Es difícil hacerlo. — murmuró abstraído su compañero.

— Greg me dijo que, cuando pudiera hacerlo, sería un gran paso.

— ¿Greg? — cuestionó el joven detective frunciendo el ceño. El nombre no le sonaba para nada.

— Sí, Greg, el consejero de la escuela. ¿No lo conoces?

— Ah, sí, pero ¿no se llama Gavin? — dijo y le miró confundido.

— ¿Qué? No. — contestó el rubio, sonriente por la confusión de su compañero. — Estoy seguro de que su nombre es Greg.

Sherlock le miró poco convencido.

 

***

 Al parecer nadie había sospechado del escape de los chicos, ni siquiera Culverton, quien ni se había apersonado en el campamento, como Sherlock bien supusiera. 

Nadie sospechó, excepto por una sola persona, la menos indicada.

— Hey, ustedes.

Sherlock y John, estaban alistándose para la próxima actividad del día junto a Mike. Se dieron la vuelta ante una voz conocida para ellos: Phillip Anderson.

— Piensa bien lo que vas a decirme. No voy a perder segundos de mi vida escuchándote, Anderson. — contestó Sherlock, en su usual tono de fastidio hacia al chico.

— Mira que lo he pensado bien, Holmes. Ayer los vi escabulléndose hacia el bosque. ¿Qué no era que estabas enfermo, friki? — incriminó a los dos chicos.

John se quedó helado ante la acusación. ¿Acaso su perspicaz amigo no tenía todo planeado? ¿Habría contemplado esta posibilidad?

Y por supuesto que lo había hecho, era Sherlock Holmes, el futuro detective, de quien estábamos hablando.

El joven no se inmutó ni un poco ante la acusación de su enemigo. La cabaña se mantuvo en silencio unos segundos.

— Me pregunto qué pensaría Donovan si se enterara que le contestas todas las historias de Instagram con corazones y caritas enamoradas a Soo Lin de 3er año. — dijo calmado el joven detective. —Escuché que es muy celosa...

— ¿Q-qué? ¡Lin y yo solo somos amigos, idiota! — contestó el otro alarmado.

— Sí, seguro. "Lin, te ves linda en ese traje de baño", "Lin, a mí también me gusta ese libro", "¿Nos vemos en la biblioteca?"

— ¡Cállate! ¡¿De dónde rayos sacaste eso?!

— Por favor, entrar a tu cuenta y tomar capturas no fue difícil, sobre todo si tu contraseña es "phileselmasc00l" con dos ceros reemplazando las "o".

El delegado de la clase deformó su rostro en horror. — ¡Eres un maldito friki! — le increpó, tomando su mochila de un manotazo y saliendo de allí, tan rápido como había entrado.

John y Mike miraron incrédulos a Sherlock.

— ¿Enserio entraste a su cuenta? — le preguntó el rubio.

— Claro que no. Solo lo deduje todo, y aparentemente, ya sé su contraseña.

El rubio le miró estupefacto y rio. —¡Eres increíble!

Sherlock se quedó unos segundos sin palabras, como solía pasarle cuando recibía esos cumplidos del rugbier. ¿Acaso sabía lo incómodo pero satisfactorio que era para él?

— ¿Sabes que dices esas cosas en voz alta, no? — atinó a decir, pero con tono divertido.

— Lo siento, solo me salen. — contestó el rubio rascando su cabeza, algo avergonzado.

— No, está bien, sigue haciéndolo. Tú también deberías, Mike. — dijo ahora, recordando la presencia de su rechoncho compañero.

— Recuerdo habértelo dicho alguna vez, Sherlock. — contestó el chico bonachón.

— Pero debes hacerlo más seguido, como John.

El rubio observó un rato a su compañero, sin que este lo notara. 

Definitivamente, Sherlock no era un mal chico. Sus demostraciones de antipatía eran quizás un mecanismo de defensa, o algo que quería demostrar. Quizás no era comprendido entre sus compañeros, y por eso prefería alejarse de ellos. 

Pero él no era así realmente, y John estaba convencido de ello. Sherlock era aquel chico que se emocionaba por hierbas venenosas, que sonreía tontamente detrás del microscopio del laboratorio cuando por fin lograba ver lo que quería o aquel chico que se disculpara con él por haber herido sus sentimientos.

Pensó en aquello que le dijera la noche anterior: no me interesa estar con nadie. Sherlock le había dejado más que claro que los afectos le parecían inútiles, una distracción. Pero para John, el chico no pensaba así realmente. Más bien, se intentaba convencer de ello, pero muy dentro suyo, necesitaba a alguien, a alguien que lo entendiera, que confiara en él, que le dijera que todo estaba bien, que lo apoyara, o que simplemente estuviera ahí para él. Todos necesitan a alguien así, y Sherlock no era la excepción.

Y John quería ayudarle. Quería ser ese alguien. Quería caerle bien. 

Quería ser su amigo.

 

 

 

Notas finales:

El Parque Exmoor existe en realidad y es hermoso <3 (por fotos al menos xd).

A todo esto, disculpen si hay o hubo algún error con algún nombre, me suele pasar que confundo nombres, como Mike con Mark, Sarah con Sally (??)

En fin, espero que les haya gustado el capítulo!

En el próximo capítulo (ahre): more momentos en la escuela, Sherlock y John son castigados por burlarse de un profe y la aparición estelar de Mycroft(?

Nos vemos la semana que viene <3 


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