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The Two Of Us - JohnLock Fanfic por RushanaChan

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Como era de esperarse, John había mejorado notablemente en Química. Y más vale que lo hiciera, porque Sherlock hacía un esfuerzo sobrehumano para enseñarle.

A todo esto, los chicos pasaban bastante tiempo juntos, mucho más que el que ameritaban las clases de apoyo. 

Así, antes de sus entrenamientos, John solía pasar por el laboratorio para ver en qué locura andaba su compañero. O le acompañaba a matar el tiempo hasta que Sherlock entrara a sus clases de ballet. (Lo cual John seguía sin creer. No podía creer que ese chico hiciera ballet). 

Lo que Sherlock evitaba a toda costa era encontrarse con los amigos de John. Por ello, no frecuentaba la zona de los gimnasios y se ausentaba de los partidos a los que el rubio le invitara inocentemente, sin notar la clara incomodidad que Sherlock tenía con esa gente.

En el laboratorio, que era donde más se veían, se quedarían en silencio, John pasando el tiempo con su celular y Sherlock trabajando en sus cosas o estudiando, quizás acompañados por Molly, o Mike. Otras veces Sherlock sería tremendamente efusivo sobre alguna teoría que iba formulando de algún caso sin resolver y John escucharía atentamente, preguntaría y participaría, incluso intentando utilizar él mismo las técnicas de su compañero, fracasando rotundamente.

Tambien era algo frecuente entre ellos que John le buscara los casos más insólitos, los acertijos más enrevesados que encontrara en algún sitio de internet, y su compañero los resolvería.

Es como si a John pusiera a prueba a Sherlock, y a él le agradaba eso. Al mismo tiempo, al rubio siempre le admiraba la capacidad deductiva de su compañero. 

Así era como la relación de ambos chicos se desenvolvía.  Para ambos era una novedad; para Sherlock, encontrar a alguien tan interesado en su trabajo, y para John, encontrar a alguien tan peculiar como Sherlock.

—Oye, Sherlock— decía el capitán del equipo, acercando su silla al lado del joven detective. Últimamente, se sentaban cerca y charlaban antes de que el profesor llegara. Eso siempre y cuando Sarah o alguno de sus amigos del equipo no estuvieran en el salón y demandaran su atención.

—¿Quién piensas que asesinó al contrabandista? — cuestionó Sherlock sin siquiera despegar la vista de su teléfono. 

John le miraba totalmente pasmado. —¿Qué?

—Por tu emoción y ganas de hablar conmigo, voy a suponer que viste la serie que te recomendé el otro día—explicó sin variar su posición. —Dado que pasaron exactamente cinco días, y que tuviste tres entrenamientos, trabajaste tres noches y vienes estudiando para los exámenes, y dada tu conmoción seguro viste algún acontecimiento llamativo en la serie, pero no pasaste de la primera temporada. El único que pudiste haber visto, según tus tiempos, que acabo de exponer, es el asesinato del contrabandista. —ilustró el joven de cabellera oscura, ante un John absolutamente sorprendido. —Por eso te pregunto, ¿quién crees que lo mató?

—El cliente misterioso, es obvio.

Sherlock por fin le miró y sonrió de lado. —¿Solo porque le dijo que se vengaría?

—Sí, ¡Y fue el único que no supo explicar qué hizo esa noche! No lo sé... —decía abatido. —¡Pero no me digas nada! ¡No quiero spoilers!

El joven detective rio con soltura. —Está bien, no te diré nada.

Su charla se vio interrumpida por un muy malhumorado profesor de Literatura que ingresaba al aula sin siquiera saludar. Los chicos hicieron silencio y el profesor les anunciaba, para el pesar de aquellos, que comenzaría a hacer preguntas sobre la tarea que les había dejado la semana pasada. Uno de ellos falló rotundamente en responder la pregunta y el profesor le sermoneó, casi a gritos, que debería ser más responsable.

—¿Qué rayos le sucede? — renegaba por lo bajo el rugbier debido a la actitud claramente grosera del profesor de literatura.

—Tuvo una pelea con su esposa. Van a separarse. — le contestó Sherlock, también en voz baja, aunque no se lo hubiera preguntado a él.

John le miró con interés. Por supuesto, quería saber cómo había llegado a esa conclusión.

—Explica.

—Vamos, John, esta es fácil. Dime qué ves.

—¿Qué veo? — el rubio miró disimuladamente a su profesor por varios segundos. —No lo sé... Yo lo veo como todos los días.

—Es que John, tú ves pero no observas...—contestó el joven detective, con esa frase que ya le había dicho más de una vez. —Las terribles ojeras ya indican que pasó una mala noche, y que no la pasó en su casa. Tiene una molestia en el cuello, pues se lo masajea cada tanto, y también tiene marcas en él, lo que significa que no durmió en una cama, sino en un sillón.

Luego, mira sus pantalones. Tienen manchas de barro en la zona inferior y también en sus zapatos, debió haber venido caminando un trecho hasta aquí, pero no tan lejos como para tomar un autobús, y sabiendo que suele venir en auto, deduzco que no durmió en su casa.

John iba con su mirada de su profesor a Sherlock, quien observaba concienzudamente al hombre. El profesor preguntaba a otros alumnos, del otro lado del salón, pero los chicos seguían susurrando sobre su vida privada.

—¿Y cómo sabes que peleó con su esposa y van a separarse?

—Eso es lo más fácil, John. No lleva el anillo puesto, sin embargo la hendidura en la zona donde debía estar demuestra que fue quitado hace no mucho, probablemente anoche. Por ende la pelea fue en ese momento, o antes.

—Quizás fue solo una pelea.

—Lo dudo. Hubo infidelidad por parte de él. Ella lo descubrió enviando mensajes a otra persona.

—Watson, Holmes. —les llamó la atención el infiel profesor, sorprendiéndolos en pleno cuchicheo. —¿Tienen algo interesante que comentar con la clase?

Los dos se quedaron helados por un momento.

—No, profe. Solo hablábamos de...—John echó mano a lo primero que vio sobre el banco de su compañero. —Oscar... Wilde.

—¿Ah sí? —preguntó, con fingida simpatía.

—Sí, gran tipo, la verdad. Gran escritor.

Algunas risas se alzaron entre sus compañeros, incluso Sherlock.

—¿Sí? Entonces dime, Watson. ¿Qué puedes comentarnos del Retrato de Dorian Grey?

—¿Retrato? ¿También era pintor? —bromeó el rubio y muchos reían a carcajadas. John tenía una expresión de confusión exagerada en su rostro, y Sherlock lanzó una risa tal que fue la más audible.

—Ah, ¿Te crees muy gracioso? ¡Tienen un punto menos en el examen, los dos! —les gritó.

John no estaba realmente sorprendido, se había arriesgado a ello con ese comentario. Pero Sherlock se quedó con una expresión de indignación en su rostro.

—Eres un bobo. —masculló a su compañero.

—¿Qué? Si te reíste a carcajadas, tonto. —contestó aun sonriente John.

—No voy a ayudarte con Literatura, si eso estás pensando.

—Sí lo harás.

—No es mi culpa que olvidaras leer un cuento de dos páginas.

—No lo habría olvidado si el personaje fuera Christian y no Dorian.

En ese momento, el joven detective llevó su mano a la boca para contener la inminente carcajada. Pero lastimosamente, eso lo había escuchado su profesor.

—¿Otra vez ustedes? ¡Suficiente! ¡Se quedan después de hora! —rugió.

El castigo generó un efecto inmediato en ambos jóvenes, pues estos se callaron al instante. Pero ni bien el profesor sacaba la vista de ellos, se miraron coordinadamente y se sonrieron divertidos.

La clase se desenvolvió sin más interrupciones, pero con un profesor mucho más malhumorado de lo que estaba al inicio. En el aula no se movía ni un pelo, so pena de generar la ira del profesor.

Cuando la clase terminó, todos los que tenían permitido irse lo hicieron. El profesor infiel dejó de muy mala gana un trabajo para que los castigados hicieran y entregaran más tarde.

—La próxima, les pongo un apercibimiento. — amenazó a los chicos antes de salir furioso por la puerta.

—Vaya, es la primera vez que me castigan...— comentó John una vez que aquel se fuera.

—¡¿La primera vez?! Esta debe ser como la octogésima vez que me castigan.

—¿Qué? No te tenía como el chico malo, Sherlock. — contestó el rubio sorprendido.

—John, me escapé de una actividad extracurricular. — le recordó, arqueando una ceja. —No es mi culpa que las clases sean espantosamente aburridas. — explicó su compañero.

—Ya... Pero, si te castigaron tantas veces, ¿cómo es que aún no te expulsan?

—Strand no expulsa. — descartó el detective. —Su política de personalizar la educación y de priorizar la rehabilitación e integración del alumno en lugar de imponer graves sanciones como la expulsión, se lo impiden. El peor castigo que pueden imponerte es ir a hablar con Gavin.

—Greg —corrigió el rubio.

—Como sea.

—Pero él parece un buen tipo...

—Meh. Sus consejos sacados de libros de auto ayuda no sirven de nada.

El rubio solo se quedó en silencio. Greg definitivamente le parecía un buen tipo, su postura era siempre comprensiva y abierta para con él. Había sido la única persona con la que había llegado a hablar de la muerte de su madre.

Y luego fue con Sherlock, impulsado por una extraña confianza que le inspiraba su compañero. Confianza que ni siquiera su amigo Morán le generaba. Por supuesto, seguían siendo amigos, pero por alguna razón no se sentía cómodo compartiendo esas cosas con él, quizás porque Morán tampoco compartía mucho de su vida privada con él.

Los chicos empezaron a trabajar en silencio y con atención en el trabajo que se les había impuesto, y así salir lo más pronto posible.

Las palabras que intercambiaran luego se reducía a temas triviales de las materias.

— ¿Ya estudiaste para Biología? —le preguntó John  mientras se disponían a dejar el trabajo terminado en la Coordinación de Literatura.

—No, ¿por qué? —contestó sin mucha preocupación el otro joven.

—Pues... porque, ¿mañana es el examen? —retrucó el rubio, con un dejo de ironía.

Pudo ver como el recordatorio sorprendía a su compañero.

—Lo olvidé por completo —dijo abstraído y casi en un susurro.

—¿Lo olvidaste? ¡Es un montón! Es como un libro entero. —comentó el otro. — Yo ni siquiera he terminado de ver todos los temas.

—Supongo que confiaré en el azar.

El rubio le miró incrédulo y sin mucha expectativa. Los exámenes de Biología se caracterizaban por su complejidad, y era claramente imposible que pudieran estudiarse en un día, menos si se tenía intenciones de aprobar con una buena nota.

John se había esforzado en ello desde hacía una semana, y aun no podía terminar de ver todo lo que les había asignado. Se apiadó de su compañero. Hasta se ofreció a ayudarle, cosa que Sherlock rechazó atentamente. Le veía muy tranquilo para la situación. Se preguntó que estaría planeando su insólito compañero.

Ya habían entregado el trabajo cuando los jóvenes se toparon con algunos de los amigos de John. Sherlock sintió una leve puntada en su pecho cuando intercambió miradas con ellos, especialmente con Morán.

Sebastián simplemente le sonrió como saludo.

—¿Se metieron en problemas, niños? —comentó Sebastián Morán con sorna. John se echó a reir pero Sherlock seguía inmuto. —No lo lleves por mal camino, Sherlock —dijo, ahora dirigiéndose al otro joven. El aludido simplemente le miró y fingió una sonrisa.

—Fui yo quien lo metió en problemas —intervino el rubio. —Pero el castigo fue demasiado.

—Sí, lo extrañamos en el entrenamiento, capitán —contestó su amigo del equipo con tono burlón. Los demás rieron.

John hizo una mueca de incredulidad. —¿Ya se van?

—Nos vamos a la casa de Morán a repasar Biología —comentó Powers.

—Hey, ¡justo hablábamos de eso! —recordó el rubio mirando a Sherlock, quien en cambio no lo estaba mirando.

—Si quieren pueden venir —dijo atento Morán, mirando especialmente a Sherlock.

—Yo no puedo, debo irme a otro lado —se adelantó el joven detective, mirando fugazmente a John, quien le miró algo decepcionado. —Pero gracias por la invitación.

Sherlock se excusó y abandonó el grupo tan pronto como pudo. John le miró disimuladamente mientras se marchaba.

—Ese friki ya debe haberse estudiado todo el libro —comentó Powers con desprecio, una vez seguro de que no lo escucharía.

A John le chocó un poco aquel insulto con el que solían referirse a su compañero. Debería corregirle, debería cerrarle la boca Powers y decirle que Sherlock no era un friki, podría ser un chico particular pero eso no lo convertía en un fenómeno.

Pero no lo hizo. O mejor dicho, alguien se le adelantó.

—No le digas así —le ordenó seriamente Morán. El joven Powers le miró confundido, en demanda de una aclaración que nunca llegó. Sebastián solo le dirigió una mirada de "déjalo en paz".

—Me dijo que olvidó que el examen era mañana —llegó a decir John. —Así que no creo que llegue a aprobar.

—Y nosotros tampoco aprobaremos si no nos vamos ya— retrucó Carmichael. Todos coincidieron y se dirigieron a la casa del joven Morán.

 

***

Sherlock había estado algo abstraído durante el viaje de regreso a casa. Aquellos viajes en silencio con su chofer, sin someterse a las molestas indagaciones de alguno de sus padres, le tranquilizaban y le permitían perderse en sus pensamientos.

Intentó neutralizar los insistentes recuerdos acerca del incidente con Morán y Victor. 

De repente, una insólita preocupación le asechó. ¿Qué pasaba si Morán le contaba lo sucedido a John? Si bien Mycroft había logrado conseguir una insólita orden judicial para que dejaran de hablar del tema y de él mismo en la escuela, eso era realmente muy fácil de eludir. 

Sebastián le contaría su versión de los hechos, y por supuesto, John le creería. Era su amigo después de todo. 

¿Y si de repente se alejaba de él? 

No sabía por qué empezaba a preocuparle lo que John pensara de él. Pero le preocupaba, era un hecho. Le angustiaba.

Sherlock sacudió esos pensamientos de su cabeza. No le servían de nada, le eran totalmente irrelevantes. Se convenció de que John seguía a su lado por las clases de Química, y eso era lo principal en la relación de los dos. Lo demás, sus salidas, sus charlas, todo era totalmente accesorio, ergo, descartable. Una vez fenecido lo principal, lo accesorio seguiría su misma suerte. Sus vidas serían totalmente iguales sin el otro.

Por su bien, y el de John, ignoró el hecho de que realmente disfrutaba de la presencia del rubio. 

Una vez terminada su tarea de abstracción y descarte de todo sentimiento o afectación que podría generarle el recuerdo de aquel incidente con Victor y Morán, o lo que John pudiera pensar de él, volvió a poner la cabeza en frío y concentrarse en el examen de mañana que había olvidado por completo.

Sin embargo, el destino seguía insistiendo en que recordara aquel suceso. Alguna fuerza extrahumana se empecinaba en estimular aquel lado emocional y vulnerable. Ese lado humano que Sherlock detestaba.

Ni bien cruzó el umbral de la gran puerta de su mansión, no tardó en notar el enfermizo orden de las cosas. Nada fuera de lugar y todo estaba tan pulcro que brillaba. Echó un vistazo a la cocina y notó la abundancia de cosas dulces y comidas calóricas que solía preparar su madre para cierta persona de su familia, comidas que aun permanecían intactas, por supuesto, porque esa persona seguía con su forzosa dieta.

Esa persona de su familia que no tenía ningún interés de ver, había venido a visitarlos.

Si habría habido alguna forma de que atravesara la sala cual fantasma sin ser visto, lo habría hecho. Pero no existía tal posibilidad.

—¡Sherlock! ¡Mycroft ha venido a visitarnos! —le anunciaba su madre con entusiasmo. Su hermano le miraba con ese gesto airado y superado que le caracterizaba, pero con un atisbo casi imperceptible de ternura con la que se mira a un hermano.

Sherlock fingió una sonrisa.

—¡Ha sido una sorpresa, de verdad! — intervino su padre.

Sherlock se mofó de la ingenuidad de su padre. Mycroft nunca hacía cosas al azar ni de sorpresa. Todo era absolutamente premeditado por su mente fría y calculadora. Sus visitas tenían un motivo específico y un tiempo cronometrado. Su hermano sabía perfectamente que las cosas llevadas de otro modo solo le traían desgracias.

¿Qué sería esta vez? ¿Los asuntos de la sucesión millonaria de los Holmes? ¿Algún problema legal del M16? ¿Los negocios de la empresa de su abuelo materno? ¿Las condiciones de internación de su hermana? Más allá de eso, no había muchas cosas que a Mycroft le interesara de su familia. El flamante abogado, recibido con honores, había aprendido perfectamente que meterse en otros temas le sería totalmente hostil, especialmente en temas personales de su hermanito menor.

Como lo de hace un año, cuando Mycroft también interviniera para terminar de arruinar el desastre que ya era su reputación en la escuela.

—Sí, qué sorpresiva visita —contestó Sherlock, sus palabras no coincidiendo con su indiferente expresión. —Lamento no poder compartir tiempo con ustedes, pero debe estudiar para un examen de mañana.

Así fue como el joven esquivó triunfalmente la situación. Al parecer estaría obligado a pasársela confinado en su cuarto por al menos una hora, que era el tiempo que estimaba que duraría la visita rutinaria de su hermano.

Por eso le sorprendió cuando, un rato más tarde, su hermano cruzara el limite que marcaba la puerta de su habitación. Mantuvo su distancia del menor, quien se hallaba sentado en su escritorio en pleno repaso de Biología.

—¿Qué es esto? ¿Una visita extraoficial? —dijo Sherlock con ironía. Mycroft solo le sonrió tratando de parecer amigable.

Parecía que su dieta estaba dando frutos, pues estaba mucho más delgado que la ultima vez que lo viera. La dieta o quizás el excesivo trabajo al que se sometía en aquel importante buffet de abogados en el que tuvo la oportunidad de ingresar. Su traje impecable de color negro, su cabello corto, sin ninguna imperfección, sus zapatos relucientes, le daban un aire de grandeza y elegancia, muy propio del mayor de los Holmes.

Por un momento, pasó por la memoria de Sherlock un recuerdo fugaz. Se le apareció aquella imagen de los dos jugando en Green Park con la señora Hudson. Habían convencido al ya por ese entonces engrupido Mycroft a que se uniera a los torpes juegos de su hermano menor y la señora que los criaba. Habían logrado sacarlo de sus libros y llevarlo a RegentPark a jugar. Los dos habían quedado totalmente embarrados por corretear y tirarse en el césped, pues solo un rato antes había estado lloviendo sobre el lugar, pero a los niños no les importaría. Esa imagen de un Mycroft regordete, riendo a carcajadas, y totalmente embarrado, era seguramente una imagen que no volvería a repetirse nunca más.

—Pequeño hermano... Vengo en son de paz —contestaba el mayor de los Holmes, con aquella sonrisa fingida que le caracterizaba.

—Me sorprende que sigas aquí.

—¿Cómo has estado? —preguntó mientras se paseaba sigiloso por el desordenado cuarto de su hermano menor.

—Estoy estudiando para un examen que tengo mañana. Ve al grano, Mycroft.

El muchacho de traje impecable tensó su implacable expresión.

—El viernes iremos a ver a Eurus —le anunció con expresión seria.

—No puedo. Tengo clases de ballet.

—Entonces iremos cuando puedas.

Sherlock no despegaba la vista de sus libros de biología. —Pensé que con esa excusa quedaba claro que no quiero ir a verla.

—Sí, quedó claro. Pero no voy a aceptarlo.

El menor de los Holmes le miró finalmente. —¿Ahora tienes autoridad para decidir cuándo quiera verla o no? No quiero y punto.

—Ya han pasado cuatro meses de lo sucedido, Sherlock.

—¿Mamá y papá te enviaron a convencerme? Lo haces peor que ellos.

—Es tu hermana. Siempre lo será.

—Tú mismo me dijiste que los vínculos podían llegar a ser pura hipocresía, un mero título. Este es el caso. Entre los tres, no somos más que "hermanos" —dijo resaltando las comillas con ironía.

Mycroft solo suspiró, pero sin perder la compostura. —No tenía por qué ser aplicable a nuestro caso.

—Pero lo es, y es demasiado tarde para cambiarlo —lanzó sin filtro, volviendo a pegar su mirada a los libros.

Su hermano mayor se quedó un rato parado detrás suyo. No tenía intenciones de seguir discutiendo con su hermano menor, así que simplemente se dispuso a salir del cuarto.

—Y para que lo sepas, hoy vine exclusivamente para hablar contigo —dijo finalmente, ya en la puerta, corrigiendo lo que supusiera su hermano menor.

—¿Debería sentirme halagado?

La expresión de Mycroft no decía nada en particular. Pero quizás un atisbo de tristeza pudo verse por allí.

 

***

—¿Qué onda con John? No paraba de hablar del friki— comentó Carl Powers, una vez que John se hubiera ido de la casa de Sebastián. Ahora solo se hallaban Powers, Carmichael y Janine, junto al anfitrión de la casa, frente a los libros que hacía un rato ya no leían. 

—Te dije que ya no le dijeras así— le respondió Sebastián, algo molesto por tener que repetir la orden.

—Oh vamos. ¿Es por esa tonta prohibición que nos pusieron?— retrucó el nadador, mofándose de la preocupación de su compañero.

El subcapitán del equipo hizo una mueca de indiferencia. —No es eso. Solo sería mejor si dejáramos el tema. Ya nos trajo suficientes problemas.

—Hey, pero es cierto... John habla mucho de Sherlock últimamente, es raro. Parece obsesionado —dijo Janine con tono serio.

—Sí, hasta que le dije que parecía su maldito novio— volvió a interferir Powers, soltando una carcajada después del comentario.  —¡La cara que puso!

—Bueno, digamos que Sherlock siempre da para hablar— añadió Morán con el tono calmo que le caracterizaba. —Es un chico especial.

—Es un idiota —soltó Janine. — Trata mal a todo el mundo. Es horrible. No sé como John puede ser su amigo.

—John es amigo de todo el mundo— dijo el subcapitán, sonriendo ampliamente, y los demás demostraron estar de acuerdo con dicha afirmación. 

—Igual... —intervino Carmichael esta vez. —Creo que deberíamos decirle que ese chico está... mal.

—Y que es gay — añadió Powers con tono burlón.

—Sí, que además es un manipulador —añadió la joven morena. —Un psicópata. 

De pronto, Sebastián recordó aquellas palabras que Sherlock le dijera, mirándole con ojos inyectados de sangre: ¡¡No soy un psicópata!! ¡¡¡Soy un sociópata altamente funcional!!!

El subcapitán se sintió nostálgico. Le pareció estar viviendo un Deja Vu.

—Seguro le habla mal de nosotros, como hacía con Victor— siguió Powers.

—Chicos... John es un chico inteligente. No se dejaría llevar por lo que Sherlock le diga. —les tranquilizó Morán con esa confianza que últimamente le caracterizaba. —Pero sobre todo, John es nuestro amigo. Es parte de nosotros. No tardará en darse cuenta quién es Sherlock. 

 


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