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The Two Of Us - JohnLock Fanfic por RushanaChan

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Notas del capitulo:

Aquí el 9no cap!

Muchas gracias a quienes están siguiendo la historia y quienes dejan comentarios, los amo uwu

Ojalá la historia les esté gustando!

Les vuelvo a recordar que la historia está en Wattpad también (a veces actualizo antes por ahí porque puedo hacerlo desde el celular)

 

¿Por qué no estás aquí, John?

Nunca te lo dije pero puedo "invocar" gente dentro de este lugar.

Es una técnica mental muy útil cuando necesito ver las cosas con otros ojos.

Mis padres, Mycroft, Molly, Mary, todos han pasado por aquí alguna vez, por intermedio de mi conciencia.

Pero desde que te conocí, tú aparecías muy seguido. Incluso aparecías sin que yo lo requiriera.

Te habías adueñado de este lugar.

Te paseabas por todos los rincones y osabas preguntarme qué era esto, qué era aquello.

A decir verdad, hace un tiempo que no te veo por aquí.

¿Dónde estás?

¿Dónde estás?

 

****

El entrenamiento de ese día había sido bueno. A pesar de las rigoreadas que les diera el entrenador, los chicos lo habían dado todo. Ese día, John no debía trabajar en el bar, ni tampoco recibió invitaciones por parte de sus compañeros para hacer algo despues de clases, por lo que no le quedó otra que marchar a su casa.

John evitaba en lo posible pasar mucho tiempo en su casa. El ambiente podía estar calmado o ser insoportablemente tenso. Pero nunca era un buen ambiente para estar, menos para estudiar, y es por eso que el rubio optaba por estudiar en casas ajenas o incluso en la biblioteca. Hace poco también había imitado la costumbre de Molly de estudiar en el laboratorio, aun cuando Sherlock no estuviera ahí, cosa que a la joven le seguía incomodando.

Pero ese día no tenía excusas. El viaje en metro le había servido para divagar un poco en sus pensamientos. El mes entrante sería intenso para él. El torneo intercolegial, los exámenes, su trabajo, todo se acumularía para mantenerlo ocupado gran parte del día. Hizo una nota mental de aprovechar para seguir viendo la serie que Sherlock le recomendara tiempo atrás, dado que luego le sería casi imposible. Se había vuelto casi tan aficionado como su compañero, no al extremo de convertir sus enseñanzas en ciencia, pero si le agradaba la trama.

Recordó inconscientemente aquella vez que mencionara la serie entre sus amigos del equipo y las chicas que les acompañaban. Los pocos que la conocían le dijeron que era aburridísima, y que no habían pasado del primer capítulo, tal y como se lo comentara Sherlock una vez. Perdí media hora de mi vida viendo un capítulo, y no entendí nada, le había dicho la misma Sarah, ¿pero acaso alguien la ve?

John solo se había encogido de hombros ante esa pregunta, y se encargó de aclarar que solo preguntaba porque había escuchado de ella por ahí.

Se divirtió imaginando como Sherlock les habría cerrado la boca con sus argumentos a favor de su serie favorita. Pero él no podía hacer eso.

El anuncio de la parada en la que le correspondía bajar le sacó de su ensimismamiento. No era muy tarde cuando llegara, al salir de la estación hacia la superficie divisó el cielo apenas oscurecido. El trayecto hasta su casa era bastante largo.

Su barrio mantenía algún que otro edificio elegante, característico de la ciudad de Londres. De hecho, al contrario de lo que uno pudiera imaginar, los suburbios de la ciudad no tenían tan mala pinta. Incluso, la seguridad había aumentado, debido a un fenómeno de aburguesamiento de aquellas zonas, y también debido a que los turistas optaban por alojarse allí en vez de afrontar las costosísimas tarifas de zonas como Westminster o Pimlico.

Pero John quería irse de allí, no porque el barrio no le agradara, sino porque las malas experiencias en su casa teñían de desagrado transcurrir por esas calles. Siempre, y a medida que se acercaba a su casa, notaba como su humor decayera, su cuerpo se tensara y sus rasgos se ensombrecían.

Al ingresar notó inmediatamente que su padre no se encontraba allí. Seguramente andaría rondando en algún bar de mala muerte y no lo verían sino hasta muy tarde en la noche o recién al otro día. Hace tiempo que había dejado de asistir a las reuniones de alcohólicos anónimos, y tampoco lo veían por los encuentros de veteranos de la guerra.

Pensó que debería salir a comprar algo para que cenaran con su hermana, cuando se topó con que ya había unas pizzas congeladas y muchos paquetes de diversos snacks en la cocina. Harry había venido con compañía. El rubio frunció el ceño con inquietud.

—Oh, hola Johnny —le sorprendió su hermana, quien justo entraba a la cocina.

—¿Con quién estas?

—Con Clara.

El rubio le miró alterado. —¡¿Por qué la traes aquí?!

—¡Ay, no comiences! —se exasperó su hermana. —¡Es mi casa y yo traigo a quien se me antoja!

—¡Si papá la ve todo se va a la mierda, idiota!

—¡Papá no volverá hasta mañana, tarado!

—¡¿Y que es todo esto?! —Le cuestionó mientras indicaba la excesiva comida que la chicas habían comprado —¡¿De dónde sacaste dinero para esto?!

—¡Clara pagó todo!

—Dios, eres un desastre.

—¡¿Qué?! Ay eres un imbécil, John. ¡¿Qué carajo te molesta?!

—¡Que te aproveches de esa chica!

—¡Es mi maldita novia, imbécil! ¡NO-VIA!

—¿Y si papá las ve? ¡Ya sabes cómo se pone!

—Me importa un carajo, si se pone mal, me voy a la mierda de aquí. Estoy harta de que no me acepte.

—¡Ni siquiera tienes dinero! ¿a dónde mierda piensas ir?

—¡QUÉ TE IMPORTA! —rugió la chica de cabello rojizo, saliendo de la cocina y subiendo las escaleras con rapidez.

John exhaló irritado y golpeó la mesada con fuerza. Detestaba pelear con su hermana, pero le desesperaba su irresponsabilidad. La última vez que trajera a Clara y su padre las descubriera, se había armado una violenta situación, que había terminado con su padre golpeando a John, quien había salido en defensa de las chicas, y Harry marchándose de allí por días.

Corrió a su cuarto y lo cerró de un portazo. Sentía una ira incontenible que se expresaba en sus puños apretados, marcando en blanco sus nudillos, y sus labios fruncidos. Había momentos donde ambos se llevaban excelente, pero otros como este momento donde podrían agarrarse a las trompadas.

Esos eran los momentos donde John dudaba en mudarse con su hermana. Harry era tremendamente irresponsable, no le importaba nada, además de ser bastante caprichosa. Por eso John pensaba que se había vuelto lesbiana por puro capricho, y con el afán de hacer enojar a su padre. Incluso pensaba que Harry se aprovechaba de su novia Clara, pues más de una vez veía a su hermana llegar con ropas nuevas, comida, o sacando dinero de la nada y una vez hasta llegó con un celular nuevo.

¿Es que Harry realmente pensaba entablar algo serio con esa chica? Eso era lo que el rubio se preguntaba. Pobre Clara, era tan ingenua. 

Su hermana era además demasiado volátil. Podía tener esos ataques de ira como el de hace rato, y estar muy irritable, o estar muy tranquila y hasta graciosa. Era tan impulsiva pero también tan desapegada como su padre. Tenía tan solo 16 pero ya había salido con muchos chicos, y ninguna relación le duró más allá de un par de semanas. Clara era la primera chica que a su hermana supuestamente le gustaba, pues de la noche a la mañana se había declarado lesbiana. Para John todo era un capricho, como todo lo que hacía Harry.

El mal humor ni siquiera le permitió sacar las cosas de su mochila, desechándola a un rincón de su austero cuarto. Era tan diferente a aquel cuarto que tuviera años atrás, cuando vivían con su madre en su anterior departamento. Este era mucho más reducido y apenas podía circular en el espacio entre la cama, el pequeño escritorio y el placard. Nada comparado con el magnífico y amplio cuarto de Sebastian, con home theatre y una cama King size. O la habitación de Sherlock, que contenía un maldito laboratorio.

Tomó su celular e ignoró todos los mensajes que tenía sin leer, tanto del grupo del equipo como otros grupos de amigos en los que estaba inserto. Ni siquiera contestó los mensajes sugestivos de Sarah, que en otras circunstancias habrían terminado en una sesión de fotos eróticas y sexting.

De repente, vio que tenía un mensaje de un número desconocido. Era el link de lo que parecía ser un evento creado en Facebook. El mensaje decía:

 

Habrá una convención con un bloque especial dedicado a Max Heller. Proyectaran los mejores episodios, venderán cosas alusivas y sortearan un libro autografiado. La entrada es accesible ¿Puedes ir? –SH

 

Seguidamente, un mensaje enviado a los pocos minutos que decía:

 

Si es que puedes y quieres, por supuesto. Está absolutamente bien si no quieres o no te interesa. –SH

Iríamos juntos, claro, por si no se entendió. Se trata de una invitación. Sin compromisos, igualmente. –SH

 

John releyó los mensajes una vez más y rio involuntariamente. ¿Quién podría poner las iniciales de su nombre al final de sus mensajes? Su particular compañero, Sherlock Holmes, claro.

Sin embargo, la aclaración le sirvió. No había conseguido el número de su compañero simplemente porque este no quería dárselo. En una ocasión se lo había pedido para que se comunicaran por lo de Química, pero el joven se negó, aduciendo que solo daba su número en casos de emergencia. La razón real detrás de ello era que Sherlock temía que luego John o cualquier persona podrían enviarle mensajes que significaran una distracción o hasta una molestia.

Pero con esto, ya tenía su número. Al parecer, esta era una emergencia.

 

Hola, Sherlock. Me parece genial, vamos :)

 

La respuesta vino a los pocos segundos.

 

Perfecto. –SH

 

Sherlock, ya sé que eres tú, no hace falta que pongas tus iniciales al final.

 

Esta vez, la respuesta tardó casi un minuto.

 

Sinceramente no pensaba que guardaras mi número.

 

Porque no? Yo mismo te lo pedí una vez lol

 

Es cierto. Lo olvidé.

Bueno dado el caso, deberías agendarme con mi nombre y apellido, y una aclaración de que soy tu compañero de escuela, o tutor de química, como quieras.

 

Jaja para que? No conozco a nadie más que se llame Sherlock.

 

Pero podrías, en el futuro.

 

Lo dudo. No creo que haya alguien como tú por ahí.

 

¿Cómo yo? Seguro que no. Me refería a alguien con mi nombre.

 

Ah bueno sí, eso quise decir. Con tu nombre. Enserio, tu nombre no muy es común.

 

No, de hecho, es la mezcla de dos nombres. Pero alguien más podría tener esa idea y nombrar a su hijo así.

Incluso, cuando mis trabajos se hagan conocidos, también lo será mi nombre, por lo que muchos podrían querer colocarles mi nombre a sus hijos.

 

Te agendé como Sherlock, con un emoji sonriente al final lmao.

 

Eres insufrible.

 

***

El día de las notas del famoso examen de Biología había llegado. En lugar de publicarlas, el profesor decidió comunicárselas en persona para que pudieran consultarle acerca de alguna duda que les surgiera al respecto. John estaba nervioso, había hecho todos los puntos pero tenía serias dudas con algunos que no había llegado a estudiar bien.

Pero al menos su situación no había sido tan terrible como la de Sherlock, quien apenas había empezado a estudiar el día anterior. El rubio pensó que su compañero con suerte habría llegado a hacer uno o dos puntos bien. Sin embargo, recordó que ese día lo había visto extrañamente muy confiado. 

La clase guardó absoluto silencio para permitir al profesor comunicar las notas. Las mismas no estaban en orden alfabético, sino en el orden en que los exámenes fueron entregados ese día.

Hasta ahora todos venían desaprobando y John entró en pánico. El hecho de que no tenía idea de cuando lo nombraría le ponía más ansioso.

— John Watson —le llamó el profesor y elevó su mirada para comprobar que el aludido se encontraba presente. —Tiene un 6.

El rugbier suspiró aliviado. Le había dado en el límite. Aunque, sinceramente el chico esperaba un poco más. Estaba seguro de que tendría algunos errores, pero no para que le bajaran cuatro puntos.

Luego de varios nombres, muy pocos de ellos aprobados, llegó el turno de Sherlock.

—Sherlock Holmes... ¡Felicitaciones! tiene un 9.

John casi se ahoga con el agua que estaba bebiendo. Hasta Sarah le preguntó si estaba bien.

El rubio le dirigió una mirada de total estupefacción, y hasta indignación, a su compañero. Este solo le respondió con una sonrisa pícara.

Lo sabía, el rubio sabía que Sherlock andaba en algo con ese examen, lo había visto muy tranquilo y confiado. Y cuando hubieran acabado, el chico no le había sido muy claro cuando John le preguntara cómo le había ido.

Ni bien acabó la clase, se levantó inmediatamente y corrió a indagar a su compañero.

—¿Qué hiciste?

—No sé de qué me hablas —respondió sereno.

—Lo sabes perfectamente —inquirió John, frunciendo el ceño. —¿No soy tonto, sabes?

—¿De dónde sacas esa idea? —contestó acomodando sus cosas para marcharse a su próxima clase. Por unos segundos, una pequeña sonrisa atravesó su rostro.

—O mentiste, y si sabías del examen, o lo robaste de la sala de profesores, o su casa, o hiciste trampa, o hackeaste el maldito sistema de la escuela, ¡no sé!

—¡Por favor! ¿Mentir? ¿Robar? ¿Hackear? Qué bajo concepto tienes de mí. ¡No soy un delincuente, John! —le miró indignado.

—¡Entonces dime cómo hiciste para tener un 9! —soltó abatido. —Tuviste que estudiar todo el día anterior, y eso es imposible. ¿Cómo lo hiciste?

—Es obvio.

—Ya te dije mil veces que lo que es obvio para ti, no lo es para mi.

Sherlock le miró con ternura. —¿Qué es lo que hago usualmente, John?

—¿Magia? ¿Brujería? ¿Pactos con el diablo? A esta altura ya no sé ni cómo llamarle.

—Deducir. —subrayó su compañero. —Yo deduje las preguntas del examen.

—¿Qué? ¿También puedes adivinar las preguntas de los exámenes? —preguntó John totalmente pasmado.

—Sí, deducir, no adivinar —corrigió molesto. —Con los datos que poseo del profesor, su personalidad, su desenvolvimiento pedagógico, sus aficiones, sus preocupaciones, el temario y algunas estadísticas de exámenes pasados, puedo saber, aproximadamente, cuáles serán las preguntas del examen. Así, solo estudio lo atinente a las mismas. Nada más.

John miró a ambos lados del aula ya vacía, por si alguien más estaba presenciando esa locura.

—¡¿Por qué no me las dijiste?! ¡Incluso podrías haberme dicho las de los exámenes de Química!

—¿Por qué lo haría? Me pediste que te enseñara —dijo Sherlock frunciendo el ceño confundido, mientras se disponía a salir del aula, con John pisándole los talones. —Además, ¿de qué hubiera servido que te las diga? Si ni siquiera sabías leer una tabla periódica.

John le miró algo receloso. —Bueno, ya puedo hacerlo —le aclaró en voz baja.

—No es algo que hago siempre. Solo en casos excepcionales, como el de ayer —precisó Sherlock, deteniéndose en su casillero para guardar sus libros.

—Sherlock... ¿Te das cuenta de que lo que haces es genial? —le cuestionó con admiración.

El joven genio se quedó un momento tildado. Hacía un tiempo, desde el campamento precisamente, que no le hacía esos cumplidos. Al parecer el comentario de Powers acerca de que parecía el novio de Sherlock por tanto cumplido, había causado su efecto.

—Es como un súper poder o algo así, ¿te das cuenta? —volvió a decir el rubio.

—No soy un superhéroe, John. —le lanzó ofuscado ante la comparación. —Lo que hago no es ficción ni un espectáculo. Es ciencia.

—Está bien, Einstein, lo sé —le tranquilizó su compañero. —¡Solo pienso que tienes una habilidad que cualquiera desearía tener! —puntualizó con un brillo en sus ojos. —Daría lo que fuera por saber las preguntas de todos los exámenes, ¿sabes el tiempo que eso me ahorraría?

Sherlock se quedó congelado unos segundos.

—¿Qué dijiste?

—Que me ahorraría mucho tiempo si supiera las preguntas.

—No, antes.

—¿Que daría lo que fuera por saberlo?

—¿Y que cualquiera desearía saberlo también, verdad? —le encaró el joven detective con un brillo particular en sus ojos que siempre precedía a alguna idea loca.

—Sí... —confirmó con algo de desconfianza, seguramente percibiendo la idea de su compañero.

—Acabas de darme una idea excelente, John.

—Sí, lo noté, y no sé porque, pero siento que me arrepentiré.

Sherlock esbozó una sonrisa ladina que no se borró de su rostro por un tiempo. —Me voy a clases.

John bufó irritado. Detestaba cuando su compañero lo dejaba con la duda.

 

***

La clase de hoy había sido intensa, pero cansancio era lo que Sherlock menos sentía. El hecho de pensar que mañana vendría la comitiva de Irlanda junto con su ex amigo Victor Trevor no hacía más que darle ansiedad. Y la única forma de quitarse esa ansiedad era bailando, practicando, una y otra vez sin parar. Además de haber sido una recomendación de su profesora a todos para que sorprendieran al gran Jim Moriarty, para Sherlock era una forma de desquitar esos sentimientos que tanto detestaba. Por suerte tenía el salón para él solo, al menos por una hora más.

Ansiedad, nervios, perturbación, no eran más que signos de flaqueza que no debía mostrar. Eran signos de derrota que no merecía exteriorizar, mucho menos si eso significaba perder ante Trevor.

Volvió a poner la música que venía sonando unas veinte veces. Repitió sus piruetas, una y otra vez. No podía pasar de las 7 piruetas seguidas, ¿qué rayos me pasa? Las piruetas a la segunda eran más complicadas que las piruetas tradicionales, pues te obligaban a mantener tu pierna extendida a un lado a 90 grados exactos y mantener esa dirección y altura durante todos los giros.

Le subió el volumen a la música, volvió a pararse en el centro de aquel salón que le quedara solamente reservado para él, se posicionó en cuarta posición y volvió a girar.

7, se detenía en 7. Se miró a sí mismo en el espejo. Ya no estaba en el centro, sino un metro corrido hacia la derecha. No podía mantener el maldito eje.

Quizás es el frente, pensó. A veces, cambiar el frente de sus piruetas le ayudaba, ya que el espejo podría no ser un buen punto de referencia para no perder el equilibrio.

Pero fue peor, ni había llegado a las 7 esta vez.

Exhaló con molestia y se tomó la cabeza con ambas manos, cerrando sus ojos. Concéntrate, concéntrate.

La desconcentración era consecuencia de su ansiedad. Debía despojarse de toda preocupación, como siempre lo hacía cuando ingresaba al salón de baile. Él se olvidaba de todo, nunca mezclaba su vida en el exterior de la Academia con lo que hacía dentro de ella. Era su lugar, era donde él se entregaba a la danza y nada más.

Volvió a colocar la música. Irguió su torso, su cabeza, y miró directamente a su reflejo en el espejo. Sus rulos eran apenas contenidos por aquella vincha que solía ponerse para evitar que su desenfrenado cabello se interpusiera en sus ojos al bailar y se viera terriblemente anti estético. Respiró hondo y volvió a girar.

1, 2, 3, 4, 5, trató de no contar, porque eso le distraía. Solo se concentró en girar. Dicen que para hacer piruetas no hay que pensarlas mucho como en otros pasos, son más bien mecánicas.

No supo cuántas había llegado a hacer, pero al menos supo controlar la bajada final con éxito. La bajada era tan importante como la misma pirueta, porque podrías hacer 16 seguidas, pero si te caes en la bajada, no vale de nada.

Sherlock se quedó un rato parado hasta que recobró el aliento. De repente, notó a alguien a través del espejo. Su imagen le era totalmente desconocida, no vestía el uniforme de la Royal School. En ese segundo, se dio la vuelta como un ciervo que ha notado a su cazador.

—Oh, lo siento. No quise interrumpirte —se disculpó el espectador con una sonrisa, quien había ingresado al salón con el sigilo de una serpiente y le había estado observando con dedicación, sin que Sherlock siquiera lo notara.

Ese espectador era el mismísimo James Moriarty.

Era más pequeño de como se lo imaginara. Sus ropas básicas de color oscuro y la mochila que llevaba le indicaban que recién habría llegado de Irlanda. Sus ojos no dejaban de clavarse en los de Sherlock.

El joven bailarín se le quedó mirando unos segundos, sin saber que responderle a semejante eminencia que se estaba disculpando con él. —Está bien.

—Tú debes ser Sherlock —arriesgó a decir, sonriendo nuevamente. Su tono de voz era dulce, pero había algo en él que a Sherlock le daba escalofríos.

El joven solo asintió, aun recuperando el aliento de aquellas piruetas.

—Sylvia me habló de ti. Me ha dicho que eres uno de sus mejores alumnos.

Sherlock no se inmutó ante el halago.

—¿Ustedes no llegaban mañana? —fue lo único que el joven detective atinó a decir. En el fondo, le alarmaba que Victor pudiera ingresar en cualquier segundo. James parpadeó algo sorprendido por el cambio de tema.

—En realidad llegamos hoy, hace un rato, y mañana vendríamos aquí formalmente —aclaró el coreógrafo. —Los chicos han decidido salir a pasear. Pero yo no podía esperar para venir aquí —confesó como si de un sueño se tratara.

El joven solo asintió en respuesta y le sonrió levemente.

Los dos volvieron a quedar en silencio por un tiempo.

—Veo que estás teniendo problemas con las pirouettes a la second —expuso el irlandés, con una entonación perfecta del francés, haciendo que el otro joven se ruborizara levemente de vergüenza. Eso quería decir que Moriarty había estado viendo sus fracasos de hace rato.

—Pareces algo disperso... —volvió a decir casi en un susurro mientras cruzaba el límite del espectador y se adentraba a la zona del piso de baile.

Sin ninguna invitación se acercó a Sherlock hasta ponerse a su lado.

—Haz cuarta.

El joven obedeció de inmediato y se colocó en dicha posición que servía para iniciar las piruetas. Sintió que se agitaba por un momento.

En esa posición, el irlandés se aventuró a acomodar el cuerpo del joven. —Sacas mucho el pecho cuando giras. Debes impulsarte hacia arriba, no hacia adelante —le indicaba mientras pasaba un sutil dedo por el largo de su espalda, cosa que a Sherlock le estremeció.

—Relaja tus brazos... —seguía indicándole, tomándose la libertad de acariciar los brazos y hombros del joven —Baja los hombros. Estas muy tenso, Sherlock.

La confianza con que lo trataba no era algo que al chico le agradara. Pero siguió obedeciendo las indicaciones.

Una vez que el irlandés se alejara, le hizo un ademán al joven para que volviera a intentar el paso.

La música volvió a sonar y Sherlock se posicionó. Volvió a respirar hondo y empezó a girar.

No supo si fueron efectivamente las indicaciones o la presión que le generaba la mirada examinadora del gran Moriarty, pero esa vez llegó a hacer hasta 18 piruetas. 

Sherlock se miró a si mismo en el espejo luego de la gran hazaña. Se sentía poderoso, se sentía el mejor de todos. 

Luego miró a James. Este le miraba con un orgullo y devoción que hacía que sus ojos brillaran.

 

Notas finales:

Y bum, apareció Moriarty, el otro antagonista de esta historia(?

Les recuerdo, al menos hasta ahora, los antagonistas serán Morán y Moriarty (como siempre(?) pero Morán tendrá más protagonismo en esto. 

También apareció Harry! Clara también tendrá su aparición así que anticipenlo(?

 

Yyy como siempre, sus comentarios son más que bienvenidos <3

 


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