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"Cadenas de Oro" por darkness la reyna siniestra

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Notas del capitulo:

Quiero saludar y agradecer con cariño a:

IreZeru

Hikari White 17

TadashiHamada

Muchas gracias por sus comentarios, su lectura, cariño, apoyo y paciencia a esta historia. También cominucarles a todas las hermosas personitas que leen que a partir de este cap, los demás serán más largos y tendrán nombre. Es como el inicio de una segunda parte si desean verlo de alguna menera. Bueno sin más que agregar más que ojalá sea de su agrado, les dejo con el cap 25, que lo disfruten. :)

Capítulo XXV. “Revelaciones”


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Aspros se quedó solo en el comedor pensando en lo que Paradox le dijo, comprendía que ella tenía mucha razón en lo que le expuso entre lágrimas. Cuando tuvieron a los gemelos, como sus padres tenían grandes cosas pensadas para ellos pero muchas veces no todo sale como se espera y lo único que se puede hacer es adaptar lo mejor posible lo que se tiene y eso es lo que él estaba haciendo. También le dolía que sus amados hijos no pudiesen elegir con quien casarse, ni siquiera conocían lo que era el amor… Aspros hubiera dado lo que fuera para que sus dos luceros tuviesen un destino diferente.


Se levanto del lugar que hasta ahora ocupaba, se puso en marcha con camino a la habitación de Saga, liberó un cansado suspiro de resignación y encaminó sus pies al lugar destinado con la idea de elegir al gemelo menor el conjunto acorde para que el día siguiente se presentara ante Aioros


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—Aioros, ¿podríamos hablar?


La voz de Kardia lo tomó de sorpresa los platos utilizados en la cena estaban siendo retirados por un par de empleadas y el castaño se disponía a retirarse. Pero ahora pensaba que negarse a esa sencilla petición sería una ofensa.


—Claro, ¿te parece bien aquí, o prefieres tu estudio?


—Si te parece bien podemos quedarnos aquí, Milo ya se ha retirado.


—¿Es algo grave? Por lo que esperaste a que Milo se fuera digo —sonrió levemente. Kardia negó también sonriendo.


—No, no, no es grave es sólo que él desconoce de lo que deseo hablar contigo —se alzó de hombros con simpleza.


—Comprendo —contestó más relajado —, ¿entonces?


Kardia carraspeó antes de responder al menor.


—Bueno es referente a la visita de Aspros, me comentó que te confesaría la verdad de Kanon y Saga.


Las cejas castañas se alzaron en un reflejo de sorpresa, pensó que quizás el abogado sabía ya esa información.


—¿Tú lo sabías, qué Saga es un doncel? —indagó sorprendido, aunque la impresión le duró poco al comprender que Aspros y Kardia se conocían desde hace mucho tiempo ya, por lo que era más que seguro que su amigo lo supiera.


—Debo ser sincero contigo Aioros, sí lo sabía, desde hace muchos años de hecho. Aspros me lo confió desde que lo supo. ¿Tú qué piensas sobre eso?


Aioros cerró sus ojos turquesa antes de responder, buscaba las palabras adecuadas para expresarse. Sabía bien que Kardia le preguntaba su opinión por el hecho de que temía que fuese a lastimar a Saga, aceptaba que era su culpa por la imagen que le vendió al otro griego de sí mismo pero consideró que era el momento adecuado para decirle la verdad


—Kardia —abrió los ojos mirando al nombrado con seriedad y decisión—, no tienes nada de que preocuparte porque yo en realidad estoy completamente enamorado de Saga Géminis. Lo amo —sonrió.


La declaración de Sagittarius causó muchas cosas dentro de Kardia, éste sentía sorpresa que no se molestó en ocultar, pronto también hubo cierto alivio de que Aioros hablara con tanta seguridad de un sentimiento tan auténtico como el amor. Pero ahora aparecía la esperanza, una que le hizo creer que a pesar de todo pronóstico Saga podría ser feliz al lado de ese castaño de quien temió haberse equivocado.


—¿No estás mintiéndome? —Kardia tenía un amago de sonrisa en su rostro.


—No tengo porqué hacerlo, en verdad amo a Saga y ahora que sé que a su lado puedo formar una familia, mucho más. Quiero hacerlo tan feliz como sea posible, despertarlo cada mañana con un beso, dormirle abrazado a mi pecho acariciando su precioso cabello con dulzura, lo amo Kardia. Él es el ángel que estaba esperando lo presiento —dijo totalmente ilusionado.


Las palabras y los gestos del joven tenían perplejo al mayor, si no lo estuviera presenciando no lo creería pero ahora más que nunca un enorme alivio al saber que no cometió un error al hacer que Saga y Aioros se conocieran. Y sólo esperaba que el gemelo mayor pusiera de su parte para que todo marchara mucho mejor.


—Dioses Aioros, no sabes el enorme peso que le quitas a mi alma —suspiró aliviado a más no poder.


Escorpio se puso de pie de su lugar para ir a donde estaba el castaño aún sentado. Le palmeó su ancha espalda con compañerismo.


—¿Por qué? ¿Acaso temías que fuese el vil tirano desgraciado que lastimaría sin piedad a Saga? —sonrió de lado, mirando al de cabellos azules como si pudiera leerle el pensamiento.


Kardia se vio apenado por ser descubierto y carraspeó incómodo.


—B-bueno amigo no es que quisiera creerlo pero tu forma de actuar y hablar sobre Saga me dejaban pensando… —volteó a otro lado la apenada mirada.


Aioros se echó a reír sin pena ante el rostro avergonzado de Kardia.


—De acuerdo, fue mi culpa por actuar así. Es sólo que no quería que conocieras mis sentimientos antes del tiempo, pero puedo decirte que Milo supo mi verdad antes que tú.


—¿Milo? —interrogó sin creerlo— ¿Cómo o cuándo?


—Fue hoy, Milo me ayudó diciéndome las cosas de Saga que debo tener presente, como lo que le gusta y lo que no. mañana saldré con él —dijo suspirando.


—Vaya en verdad que tu reunión con Aspros fue productiva.


—Sin duda —concedió—, a pesar de que mi día se tornó molesto. Saber algo tan hermoso de quien será mi esposo me hace sentir que puedo superar cualquier problema que venga.


—Hablando de eso, Milo me dijo que recibiste una mala carta hoy. ¿Qué ocurrió?


La preocupación apareció de nuevo en el atractivo rostro de Aioros, optó por contarle a Kardia lo que decía la carta que su rival Shura le hubo enviado y lo que demandaba en ella.


—¿Cómo supo ese hombre en dónde estás? —el de ojos azules se preocupó.


—No lo sé, seguramente ese bastardo le pagó a alguien para seguirme. Pero lo averiguaré, sólo espero que Aioria esté bien.


—Ya verás que sí, es un chico fuerte.


Los dos hombres suspiraron, estaba más que claro que Aioros no se quedaría de brazos cruzados.


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El fuerte sabor amargo de la bebida en su mano derecha lo hundía cada vez más en recuerdos de un pasado ilusorio y falso, hace un par de horas había llegado a ese local donde en una esquina con iluminación pobre sus ojos viajaban entre un punto y otro, mirando sin mirar, estando sin estar. Tuvo que salir de donde estaba porque sentía que si se quedaba en su habitación o en la biblioteca como siempre, enloquecería.


Necesitaba aire, libertad y en la mansión no tendría ni lo uno ni lo otro. Todavía no le cabía en la cabeza que su suerte fuese tan cruel al punto de poner en sus manos a un hombre doncel. Alguna vez escuchó de esos seres pero no pensó que existieran por el hecho simple de no haberse encontrado nunca a uno en su vida pero ahora, ahí estaba Kanon Géminis, un doncel puro a unos cuantos días de llevar su apellido.


Vació el pequeño vaso de un profundo y rápido trago, era suficiente aún mantenía la mente lúcida y era mejor así, no quería llegar en deplorables condiciones a su hogar, no era su estilo, nunca lo había hecho y no empezaría esa noche. Dejó el dinero por su consumo encima de la mesa y levantándose se colocó su saco para emprender el regreso.


Las calles a pesar de ser cerca de las 9 de la noche estaban bastante concurridas, gente iba y venía sola o acompañada. Algunos hombres por ejemplo iban enganchados de mujeres de dudosa reputación, se daba cuenta por el excesivo maquillaje barato y su falta de modales y pudor, cosa que nunca se vería en una doncella casta y decente. Liberó una exhalación de cansancio y siguió su camino ignorando en lo posible el entorno ordinario y decadente de las bajas decencias.


Pero hubo algo de lo que el apuesto rubio no se enteró, unos ojos celestes lo miraban desde las sombras de un callejón, esa mirada había caído sobre su masculina figura desde que salió del lugar donde estuvo bebiendo. Aquella persona no tendría reparos en acercarse a él y pronto se daría cuenta.


Radamanthys iba perdido en lo profundo de su mente cuando una figura le salió al paso, internamente se puso en alerta pero su rostro adoptó una expresión de seriedad aún mayor. Enfocó mejor a quien estaba al frente y cuando pudo divisar de mejor modo, su entrecejo se frunció aún más que antes y sus ojos topacio adquirieron un brillo de odio. Aquella persona habló para completa molestia del rubio.


—¡Amor mío, hace mucho que no te veía! ¿Dónde habías estado?


Esa voz, sí, no había ninguna duda ni confusión, era Afrodita quien yacía frente a él. Tan igual ante sus ojos pero para su corazón era un cadáver viviente sin importancia ni valor. Trató de ignorarlo, de seguir avanzando pero el sueco se lo impidió.


—Oye, ¿qué sucede contigo? Me abandonas y ahora que volvemos a vernos simplemente quieres marcharte, Radamanthys —le reclamó.


Se escuchaba molesto —Descarado— pensó el rubio sintiendo su sangre hervir al recordar lo que vio hace poco. Cómo se atrevía ese tipo a reclamarle por alejarse cuando le miraba la cara revolcándose con otros hombres. Lo odiaba con cada célula de su cuerpo, por engañarlo, por hacerle creer que era bueno. Por hacerlo débil para su propio beneficio.


—Tú no eres nadie para reclamarme nada, regresa a tu hueco no quiero volver a verte —le dijo bajo y amenazante.


Afrodita se sorprendió por el tono de quien aún creía su novio, bajó un poco la cabeza lo suficiente para que su flequillo cubriera su rostro. Una sonrisa nerviosa se formó en sus labios era más que obvio, Radamanthys no era un idiota y seguramente lo había visto con alguien.


—¿Por qué me dices esas cosas cariño? Me lastimas —quiso acercarse al rubio pero éste le miró con la mirada afilada de alguien que está dispuesto a todo para que se cumpla su orden.


No quería volver a ver a ese sueco nunca más, pero parecía que no entendiera, no quería lastimarlo físicamente tampoco porque eso sería como caer en sus estúpidas provocaciones y él las tendría de perder. No estaba dispuesto a hacerlo.


—Entiende de una vez que no te quiero cerca nunca más, me provocas asco —escupió con todo el odio y el resentimiento que le tenía acumulado.


—Bien, pero habla. ¿Alguien te dijo algo sobre mí? Porque si es así… —iba a intentar convencer al otro que cualquier cosa que pudo escuchar sobre él era falsa pero Radamanthys más que harto le interrumpió con una voz tan fría que Afrodita se estremeció.


—Te vi, no me quieras ver la maldita cara de imbécil que no la tengo Afrodita, yo mismo te vi siendo follado por un maldito y tú sólo gemías de placer ahí de piernas abiertas. Eres un jodido asco… —le dijo con total repulsión.


Lo que estaba escuchando no era de su agrado, sus manos finas formaron cerrados puños y su hermoso rostro se deformó de furia. Podría ser lo que era pero no iba a permitir que le hablaran así y menos que el rubio fuera quien lo hiciera.


—¡¿Qué acaso tú eres un jodido santo, idiota?! —se exaltó gritándole, logrando con esto que los transeúntes se fijaran en ellos.


Radamanthys miraba a los lados sin moverse y sin cambiar su rostro estoico. El sueco por su parte se deshacía en insultos y gritos hacía él.


—¡Qué sabe de la vida un jodido ricachón como tú, maldito estúpido!


Ante los histéricos gritos del de cabellera celeste, una persona fue a buscar a algún policía. Éste al llegar vio al de ojos celestes gritando y llorando frente a un hombre que le veía con seriedad. El agente se acercó al rubio a lo que segundos después otros dos policías llegaron ante el alboroto.


—Joven, ¿qué está sucediendo? —preguntó el primer hombre al mismo tiempo en que los otros dos trataban de contener al sueco.


—No lo se señor, creo que ese hombre está borracho o quizás necesite ayuda psiquiátrica —contestó sin emoción alguna.


—¿No lo conoce usted, lo estaba agrediendo?


—No, no lo conozco, nunca lo había visto en mi vida. Salió al paso cuando me disponía a volver a casa y se puso a gritar como loco, lo mejor es que lo encierren en un manicomio puede ser peligroso para las demás personas que transitan por las calles —dijo como si fuese un ciudadano preocupado por el bienestar de sus semejantes, pero todo era mentira. A él no le interesaba nada más que salir de ahí y olvidar a Afrodita de una vez por todas.


—¡No digas estupideces maldito! —seguía vociferando el oji-celeste intentando soltarse de sus captores— ¡Tú me conoces, me conoces desgraciado, y ustedes suéltenme que a ese idiota le daré su merecido!


—¿Lo ve oficial? Se nota que es alguien cuyo desequilibrio lo puede volver un peligro para las personas —comenzaba a irse cuando el policía llamó su atención con lo que dijo.


—Creo que usted tiene razón joven, lo mejor es llevarlo para que le hagan una evaluación. Muchachos esposen a ese hombre.


Radamanthys asintió sin decir más, yéndose de la escena sin llamar la atención. Había sido un encuentro horrible pero quizás era necesario para que terminara de convencerse de que Afrodita no era la persona que él creía, de quien se había enamorado.


—¡NO! ¡Yo no estoy loco! ¡Radamanthys me las pagarás, te lo juro! —fue lo último que el nombrado pudo escuchar del verdadero Afrodita Fiskarna en todo su esplendor.


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La noche pasó entre lágrimas de luna que caían cada cuanto surcando el firmamento, mas ahora los tibios rayos de sol entrando desde la ventana eran la caricia que hacía despertar a los hermosos gemelos que compartieron cama y sueños. El primero en abrir sus verdes ojos fue Saga que lo primero que vio fue el precioso rostro relajado de su gemelo aún en la tierra de Morfeo.


Sonrió al ver a su hermano a su lado pero pronto recordó el motivo que lo hizo amanecer con el menor, su rostro se entristeció al recordar que debería salir con su prometido en unas cuantas horas. No sabía que hora era pero lo mejor era levantarse, asearse y hacer sus quehaceres antes de que tuviera que irse. Con la mayor suavidad que pudo logró sentarse para salir de entre las sábanas pero al parecer no fue muy delicado al ver que Kanon se movía hasta que abrió los ojos y le miró.


—Lamento haberte despertado hermano —le dijo con dulzura—, si quieres vuelve a dormir, yo debo ir a preparar muchas cosas antes de que salga con el joven Aioros… —lo último lo dijo con cierta tristeza que Kanon no pudo ignorar.


El menor se talló los ojos para luego sentarse al lado de su igual.


—No te preocupes Saga, de todas maneras también tengo que levantarme, gracias por despertarme —lo abrazó y Saga sonrió respondiendo a la cercanía de su hermano.


Sin embargo los dos jóvenes tuvieron que separarse cuando escucharon un par de golpecillos en la puerta, se miraron extrañados pero Kanon preguntó desde su lugar.


—¿Quién es? —su voz sonó suave por la somnolencia pero la persona al exterior pudo escucharlo con claridad


—Soy yo, mi amor —contestó Paradox con un tono alegre—. Por favor dime que no te desperté. ¿Saga está contigo?


Los gemelos se relajaron al escuchar la voz de su madre.


—Sí, él está aquí conmigo mamá. Ya estábamos despiertos.


Los dos se levantaron de la cama para encaminarse a la puerta. Al abrir la bella mujer liberó una fresca risilla. Los menores la vieron extrañados pero para la dama era divertido ver las cabelleras de sus hijos todas despeinas con mechones parados aquí y allá, era como volver a ver a dos hermosos niños de 8 años.


—Mis amores pero miren nada más ese cabello —rió con dulzura contagiando a los gemelos al notar en el contrario a lo que su madre se refería—, aún es bastante temprano van a dar las 8 de la mañana. Les llamaba para que fueran a desayunar pero será mejor que primero se preparen —concluyó dándole un beso cariñoso a cada uno en la frente.


Ellos asintieron, Saga salió para ir a su propia habitación a asearse mientras que Kanon volvió adentro de la suya. Paradox se fue dejando que hicieran lo que debían.


Paradox se dirigía al comedor cuando vio a Aspros más adelante, pensaba que quizás su esposo iba al estudio y suspiró cerrando los ojos con pesar. La noche anterior no volvieron a hablar porque ella al escucharlo entrar en la habitación que compartían como pareja, fingió estar dormida y sólo sintió como él se cambiaba de ropa, iba al cuarto de baño por algunos minutos y sin más se recostaba a su lado sin mirarla, o abrazarla. Ella pensaba que la discusión lo tenía molesto aún, pero a ella no le gustaba que las cosas entre ellos estuviesen mal, ahora más que nunca debían estar unidos por sus hijos.


Paradox tenía la enorme necesidad de arreglar las cosas pues Aspros no tenía la culpa de que su familia no tuviese lo necesario para ofrecer a sus hijos la vida que se merecían. Su esposo no estaba cuando todo eso ocurrió y como su compañera ella quería brindarle su apoyo y comprensión porque a pesar de todo Paradox ama a Aspros como si desde el primer día se tratara.


Por eso era que la hermosa dama se encaminaba al estudio de Aspros, al estar ahí tocó la puerta a la par que con su suave voz lo llamaba.


—A-Aspros, soy yo, ¿puedo pasar?


Al interior de la habitación el hombre volteó a ver la puerta cerrada, no se sentía muy bien para atender a su esposa. Aún tenía muy presente lo que ella le dijo y tenía razón y eso le dolía. Negó sin sentirse capaz de dejarla ahí afuera, pensó que podría necesitar algo y con esa idea en mente fue a abrirle.


—Paradox…


Al abrir se encontró con el precioso rostro de la dama quien le devolvía una mirada tímida desde el exterior. Aspros la miraba y pensaba que su esposa era hermosa, rara vez se decían algo pero su amor por ella era enorme. Cuando sus padres lo comprometieron con ella nunca se imaginó que fuera a amarla tanto.


—Aspros, deseo hablar contigo. Quiero disculparme por lo que te dije ayer… Yo en verdad no quería hacerte sentir mal, es sólo que me preocupan mis pequeños.


—Por favor entra mi amor.


Ella se sorprendió por como él la había llamado pero asintió y entró. Al cerrar la puerta y darse la vuelta para encarar a Aspros fue sorprendida al ser tomada por el brazo para terminar entre los fuertes y protectores brazos de su esposo. Su mirada de impresión cambió a los pocos segundos en una de calidez y con suavidad fue respondiendo al abrazo, rodeando la espalda del hombre con sus finos brazos.


—Aspros, cariño… —susurró con la voz cargada de sentimiento.


El nombrado apretó un poco más su abrazo alrededor de la delicada figura femenina, sintiendo el aroma dulce de su cabello celestino llenarle las fosas nasales.


—Mi amor yo realmente lamento todo lo que estoy haciendo, lo que te hago a ti y a nuestros hijos. Tienes razón yo tengo la culpa de lo que les está pasando.


—No digas eso, discúlpame por haberte dicho esas cosas tan duras. Tú has tratado de cuidar lo mejor posible a Kanon y Saga y ellos lo saben.


Ambo se separaron y fue ahí cuando Paradox pudo ver el dolor y la tristeza en los ojos azules de su amado, provocando que ella sintiera lo mismo.


—Pero ahora no lo estoy haciendo mi vida… Mira lo que he provocado, entregar a mis hijos con personas a las que no conozco más que por sus apellidos. Soy un maldito idiota Paradox, estoy seguro que mis hijos han de odiarme en este momento, sobre todo Saga… —suspiró con frustración.


—Amor, nuestros hijos no te odian —le dijo acariciando el masculino rostro—, ellos han sido criados con amor y comprensión, en sus corazones no existe lugar para el odio y menos hacia su padre.


—Pero ellos… —intentaba replicar pero ella le besó en los labios con calma.


—Ellos son buenos muchachos, te han tenido a ti como padre para que los educaras y los protegieras, ellos te quieren Aspros nunca dudes de eso.


—Mi amada, tú has sido un ángel con ellos, si alguien se merece el amor y el respeto de los gemelos esa eres tú. Paradox eres una mujer maravillosa y en momentos como estos me pregunto qué he hecho para merecerte.


Aspros volvió a abrazarla sintiéndose un poco más en paz consigo mismo.


—No digas eso mi amor, me sonrojas —le sonrió para volver a besar al hombre que la aceptó de buena manera, profundizando el contacto de forma amorosa y tierna. En verdad que se amaban y ahora en medio de la confusión y el arrepentimiento tenerse el uno al otro era para ambos una gran bendición.


Al separase Paradox quiso saber algo que desde que se acostó la noche anterior acudió a su cabeza, algo que ni ella ni su esposo habían tomado en cuenta por la preocupación de saber lo que Aioros iba a pensar sobre la naturaleza de Saga.


—Aspros, he estado pensando que ahora el prometido de Saga y los padres del de Kanon saben la verdad sobre su don de donceles pero nuestros propios hijos no saben que son capaces de concebir vida.


Los ojos azules del hombre se agrandaron y las pupilas se contrajeron al caer en la cuenta de lo que su esposa decía. Aquello era más que verdad, en ningún momento hablaron de sentar a los gemelos y confesarles su naturaleza, pero Aspros consideraba que decírselos era importante porque así ellos también se cuidarían para no quedar en estado en la primera oportunidad.


—Por Athena mi amor… —se llevó las manos a la cara con aparente preocupación— Tienes toda la razón, nos enfocamos tanto en hablar con los prometidos de nuestros hijos que nos olvidamos por completo que ellos son los que en verdad necesitan saberlo. Tenemos que hablar con ellos —dijo con decisión.


—Es necesario que lo hablemos lo más pronto posible, amor mío. Saga y Kanon no pueden pasar más tiempo sin saberlo, en especial porque Saga se casará con el joven Sagittarius en dos días —Aspros asintió.


—Se los diremos ahora mismo, ¿ya han bajado a desayunar?


—No, de hecho fui por ellos pero debían asearse y vestirse primero pero lo más probable es que ya estén por hacerlo.


—Entonces vamos mi vida, vayamos a esperarlos al comedor.


—De acuerdo, es lo mejor, no podemos aplazar que lo sepan un sólo día más.


Con determinación la pareja salió del estudio para ir al comedor a esperar a que los menores llegaran para poderles hacer conocedores de una reveladora verdad que cambiaría sus vidas.


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En la mansión Inferno los miembros de la familia se encontraban tomando el desayuno con calma, pero aquello se vio interrumpido de cierta medida por un comentario aparentemente inocente de Minos hacia Radamanthys.


—Oye hermano, ¿a qué hora volviste ayer? No pude saberlo con certeza pero se notaba que era tarde.


El rubio dejó de comer para ver con odio a su hermano mediano. Aiacos por su lado negó sin decir nada. Hades también dejó con quietud sus cubiertos sobre el plato e inquirió a su hijo mayor.


—¿Has salido ayer, Radamanthys?


El rubio resopló, volvió a dedicar una mirada de molestia al de cabellos plata para luego girarla con resignación a su padre que esperaba paciente por su respuesta.


—Sí padre, tenía la necesidad de hacerlo después de saber lo que tú y mi madre me dijeron…


—¿Te molesta? —esta vez fue Pandora la que preguntó, la voz de la mujer sonó triste y preocupada. Los menores no sabían de lo que su hermano y sus padres hablaban, ellos sólo veían las expresiones y escuchaban las respuestas.


—Quizás… —contestó el rubio con el entrecejo fruncido— Nunca me esperé eso.


—¿De qué hablan ustedes? —interrumpió Minos ganándose otra negación por parte de Aiacos— Hablan y hablan y nosotros sin saber de qué.


Hades y Pandora voltearon a mirarse sin saber si decirles o no a sus hijos de lo que le informaron al mayor de estos. Al final de su silencioso debate, ambos decidieron que de una o de otra forma Minos y Aiacos se enterarían, de nada valdría ocultárselos. Ahora ellos también iban a enterarse.


—Lo que sucede hijos —dijo el azabache—, es que Kanon Géminis posee el don de engendrar, es un doncel. Los señores Géminis nos confiaron que ambos gemelos lo son.


Los ojos de los menores se sobre abrieron e incluso Aiacos dejó caer el tenedor que mantenía en su mano derecha, sin duda era una noticia impactante. Pero no comprendían por qué Rada no estaba feliz por saber que su prometido podría darle hijos, a su modo de ver el que Kanon fuese un doncel era increíble y fantástico, algo como pocos podrían ser afortunados de conocer.


—¿Y entonces por qué no estás contento Rada? —Aiacos no comprendía a su hermano— Kanon y tú podrán formar una familia y…


—No —le interrumpió abruptamente mientras se ponía de pie—, no me interesa tener hijos con ese niño, ya mucho hago al casarme con él para que ahora también quiera pasársela embarazado. Se me ha quitado el apetito, me retiro.


Ni Hades, Pandora o los hermanos menores pudieron decirle algo, pero ahora todos conocían lo que el rubio pensaba respecto a la naturaleza de Kanon, preocupándolos aún más que antes al ponerse a pensar que Kanon no podría ser feliz al lado de Radamanthys. Hades suspiró con una cara marcada de angustia, estaba pensando seriamente cancelar ese compromiso puesto que no deseaba que la infelicidad más que asegurada del gemelo recayera en su consciencia en el futuro.


—¿Qué piensas, amado mío? —le preguntó la hermosa mujer también afligida.


—Pandora, mi vida creo que lo mejor para el joven Kanon es que cancelemos el compromiso, siento en verdad que él es un buen muchacho y Radamanthys muy a nuestro pesar no se lo merece. Ese joven merece que lo amen y lo cuiden, merece encontrar a alguien que lo valore y desee darle la familia que estoy seguro el chico querrá formar algún día. Y nuestro hijo no es ese hombre… —dijo derrotado.


A ellos les hacía tanta ilusión que Radamanthys y Kanon tuviesen una conexión especial y pudieran crear una hermosa familia pero eso no podría ser porque el rubio no quería poner de su parte. Pero lo que ellos no sabían era que todo eso era dicho por el de ojos dorados por el despecho y el dolor que le provocó haber visto a Afrodita la noche anterior, en un recordatorio cruel de que no debía volver a abrirle a nadie su maltrecho corazón nunca otra vez.

Notas finales:

¿Cómo creen qué reaccionen los gemelos al saber lo que son capaces de hacer? ¿Radamanthys aceptará que su compromiso sea cancelado? Estas y otras preguntas serán respondidad en el siguiente cap. Gracias por leer, sigan bell@s :)


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