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El Sirviente del General. por Keiko Midori 0018

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Notas del capitulo:

Este capítulo estará bajo la perspectiva del general/hijo del duque/Sesshomaru.

 

El general se encontraba tras la pista del traidor. Sí, para él se trataba de traición pues atentar en contra de su corcel era como si hubieran atentado contra sí mismo y odiaba haber sido utilizado para dañar a su compañero. Aunque, no había encontrado nada hasta el momento. Era frustrante no lograr encontrar al culpable y hacerle pagar por su mal. El estrés estaba dominándolo demasiado rápido. Por esa razón decidió ir a visitar a su compañero, hablar con él era algo tranquilizador.


Al estar en el establo y ver la mejoría en su compañero, le hizo sentirse menos abrumado. Decidió acariciarlo un poco, al final ese animal era el único que le mostraba algo de empatía. Sabía que era raro hablar con un animal pero hasta él necesitaba hablar con alguien y que mejor que un animal que podía ser más leal que cualquier humano. Pasados unos minutos, escuchó un fuerte sonido metálico. Eso lo hizo alertarse, había estado tan ensimismado que no había notado a un tercero. Después del ruido, escuchó un quejido y al mirar se dio cuenta que era su esclavo de ojos claros. Aunque ni siquiera sabía cómo se llamaba y no planeaba saberlo, era mejor evitar esa información.


Como si se tratara de una especie de atracción, dejó lo que hacía y se acercó al joven en el suelo. Según los informes, no podría caminar muy bien debido a que su espalda estaba resentida por el golpe, incluso había pedido al mayordomo que no lo molestaran para su pronta recuperación y no entendía el porqué estaba ahí. Le tendió la mano, al ver esas mejillas rosadas y esa expresión avergonzada, supo que sus pensamientos extraños volverían.


—Gra-gracias, su excelencia.


Esa expresión, esa maldita expresión era la que le causaba muchos problemas. Esa mirada transparente y ese par de soles hacían estragos en su mente que no podía controlar.


—Patético. —Murmuró eso para después marcharse con rapidez antes de que otra cosa llegara a pasar.


No sabía a quién iba dirigida esa palabra, al esclavo temeroso o para sí mismo. Porque estaba huyendo, él un hombre autosuficiente y un estratega de batalla, un noble con el favor del rey solo que ahora estaba escapando de un niño solo porque le hacía ver y sentir cosas que nunca antes había visto y sentido, le hacía tener una especie de mezcla de sentimientos encontrados pero confusos. Porque el patético era él mismo, ese niño posiblemente no se había dado cuenta de lo que causaba en él. Incluso temía, temía que si seguía así, terminaría comiendo de la palma de la mano de ese esclavo menor. 


Decidió dar una vuelta por los alrededores, tal vez así podría descubrir algo acerca de su asunto, solo debía tener los ojos bien abiertos y estar atento a todo. Mientras pensaba para sí mismo, vio a su esclavo merodear por la zona. No sospechaba de él pero si sabía algo, ese niño lo llevaría al verdadero traidor. Sospechaba del esclavo de la coleta, con tan solo la mención de su nombre ya estaba de mal humor y seguía sin entender la razón. Por esa razón decidió seguir al niño pero manteniendo su distancia, sabía lo mucho que el esclavo le temía y eso le dejaba un sabor agridulce, le gustaba pero también lo odiaba.


Lo vio entrar al laberinto de arbustos, en medio de este había una fuente hermosa, después de todo, ese pequeño paisaje había sido un regalo del duque para la difunta duquesa. Aunque no entendía porque aquel niño entraba a ese lugar, estaba seguro que si entraba, se perdería. Por suerte, había memorizado el camino correcto así que lo siguió en silencio. Caminaron por un par de minutos hasta que lo vio detenerse, lo imitó. Fue cuando empezó a escuchar voces, intrigado se acercó para escuchar mejor.


—Debe ser cuidadoso con esto, joven amo. El general sospecha de todo el mundo y la seguridad ha aumentado.


—Ya lo sé, Hiten. Recuerda quién fue el maldito que acabó con los nuestros, con tu hermano.


Las voces fueron reconocidas de inmediato, eran esclavos menores que trajo de los territorios conquistados. Cegado por la ira, se acercó y atrapó en sus brazos al joven esclavo, no quería que interfiriera en lo que acababa de descubrir. Lo apegó a su cuerpo, lo sintió removerse con brusquedad pero estaba tan enardecido que ni siquiera lo notó, escuchó cada palabra, cada veneno en contra de su persona y la ira aumentó. Definitivamente acabaría con ese esclavo con sus propias manos y no sería piadoso.


Después de unos momentos, la plática finalizó. Fue entonces cuando sintió a su pequeño esclavo tratar de liberarse de su agarre. Sin más, lo liberó. Pero, la rabia era grande y sus ojos la reflejan, al dirigir su mirada al esclavo, sintió como se evapora sin razón o tal vez era porque ese fulgor asesino asustaba al niño. Pero claro, faltaba ese factor extraño que lo hacía actuar en contra de sus impulsos. El esclavo tropezó, de manera automática lo atrapó en brazos para evitar que se hiciera daño. Y maldijo a todo lo existente cuando su cuerpo se movió en contra de su voluntad, su rostro empezó a acercarse al del más joven con algo de lentitud, al punto que era capaz de sentir el cálido aliento golpeándolo con fuerza. Antes de hacer algo por lo cual se arrepentiría, lo soltó como si le quemara. Le dio la espalda ignorando el dolor que le había provocado y le ordenó que lo siguiera. Aún tenía asuntos que atender.


...


...


Caminó sintiendo a su esclavo seguir sus pasos. Finalmente llegaron a la zona en la que los esclavos estaban mayormente y en efecto, la mayoría estaba ahí. Tanto el traidor como el esclavo que odiaba estaban ahí, su mirada afilada traspasó a todos y a cada uno de esos hombres.


—Finalmente he descubierto al infame que hirió al corcel más valioso que todas sus patéticas vidas. —Ante sus palabras, todos se tensaron. Los cuchicheos y miradas estaban dirigidos al niño a su espalda. —Ilusos.


El esclavo de la coleta se le acercó, cabía recordar lo mucho que le irritaba. Después de que balbuceó unas palabras, hizo que el temeroso niño que estaba tras él, se pusiera al frente para revelar el nombre. No sabía porque lo había hecho pero no quería darle vueltas al asunto así que lo ignoró. Aunque aquel niño no parecía tenerle rencor al traidor a pesar de haber sido herido por su culpa, así que lo obligó a cumplir con la encomienda dada a pesar de mostrarse asustado.


Después de el tedioso asunto y el escándalo que provocó el esclavo, siguió la mejor parte. Por su orden, todos fueron al área de castigos para ver lo que le ocurriría a todo aquel que lo desafiara. El castigo comenzó, el sonido del látigo desgarrar la piel de aquel cobarde noble que se había escondido de sus garras, empezaba a ser satisfactorio. Escuchar sus alegatos sin sentido y sus maldiciones, le impulsaba a golpear con más ímpetu. Al ver la carne viva completamente al aire, le hizo sonreír con sadismo. Pero todo eso acabó al escuchar los gritos de uno de los esclavos. Por primera vez, deseó no haber escuchado gritos suplicantes. Ahora sus pensamientos extraños tendrían un nombre exacto.


Ordenó que fuera llevado a la enfermería, por alguna razón, el castigo le resultó una pérdida de tiempo. Cuando se llevaron al joven esclavo, ordenó que el traidor fuera encerrado en una celda del calabozo, dejaría que se pudriera en ella y así prolongará su sufrimiento. Al menos se reuniría con su familia sin haber logrado vengarla, eso lo complacía.


...


...


Después de informar a su señor padre, decidió dar una caminata a solas, necesitaba tiempo para sí mismo alejado de todo y todos. Qué mejor lugar que aquel lago que le traía momentos molestos pero, en cierta forma, excitantes. La noche era cálida, justo como en aquella ocasión y tal como aquella vez, ahí estaba ese niño sentado mientras veía el panorama. Por un momento pensó en marcharse pero no lo haría otra vez, no volvería a mancillar su orgullo de esa tonta manera.


Al escuchar las palabras de culpa de una mente atormentada, su cuerpo nuevamente lo desobedeció e hizo lo que le molestaba enormemente, se atrevió a pensar en ayudar a ese simple esclavo. Su caminar sigiloso hizo que el esclavo no lo notara o tal vez era porque estaba demasiado concentrado en sus pensamientos. En contra de su voluntad, se encontraba tratando de consolarlo y se odiaba aún más por ello. Pero, nuevamente ya estaba sosteniendo en brazos a ese esclavo por segunda vez consecutiva y el maldito mismo día. No era su día, en definitiva. Pero su cuerpo se movió solo una vez más, era como si alguien lo controlara, era como si hubiera otro general que lo poseía pero lo catalogaba como un imbécil sin orgullo porque él jamás haría nada de lo que ese ''general'' lo obligaba a hacer.


Y la cereza del pastel se presentó, ese vocabulario que usó para hablarle al esclavo y ese tono eran obra del ''otro general''. Ese insignificante roce de labios era algo que no quería pero su otro yo lo orilló a hacerlo. Aunque, quitando la parte ''esclavo'' y ''hombre'', había que reconocer que ese delicado movimiento lo había dejado con ganas de más, de otro contacto así pero primero se cortaría el brazo antes que admitirlo.  


Después de dejarlo marchar, se sentó en esa misma roca y no hizo otra cosa que maldecir a su otro yo, era el culpable de esas acciones tan audaces y desvergonzadas. Pero, sus dedos tocaron sus labios con delicadeza, aun sentía aquellos cremosos labios junto a los suyos, una vez más, se maldijo hasta que se marchó del lugar mascullando maldiciones a todo lo existente y por existir.


Continuará...


 


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