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El Sirviente del General. por Keiko Midori 0018

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A días después de aquel íntimo encuentro, las cosas entre el general y su sirviente siguieron siendo normales, extrañamente normales. Si bien Inuyasha pensó que su señor había cambiado, ahora parecía que su personalidad había dado un giro muy drástico. Este ya no lo veía con molestia, tampoco hacía movimientos bruscos con su persona y lo invitaba a caminar por la ciudad. Podría decir que incluso lo trataba como si fuera una delicada doncella, de ser otra persona, hubiera estallado en gran molestia pero siendo su amo y señor, solo le provocaba extrema vergüenza.


El general Taisho se mostraba como todo un caballero con él, tanto que en ese momento se hallaba postrado a sus pies curando la herida que anteriormente se había provocado con la espada del mismo. Con sumo cuidado su herida ya cicatrizando, era vendada y cuidada con eficaces —por no decir costosas— medicinas que harían que su lesión sanará en cuestión de tiempo.


Pero la realidad era que si alguien viera a un sirviente sentado en la misma silla que un noble usaba, significaría que un ser tan insignificante como él era merecedor de un cruel castigo. Que un sirviente viera hacia abajo a su amo, era considerado como si fuera un pecado mortal y justo ahora, Inuyasha cubría su rostro con su mano libre. Una parte era por miedo, la otra por el mero hecho de cubrir su avergonzado rostro. Tal parecía que a su señor no le importaban esos protocolos de nobles que aprendían desde la cuna, algo que sabía muy bien, que ambos sabían muy bien. Aunque, bueno, nadie se atrevería a importunar al hombre más temido del imperio o cuestionar sus decisiones a menos claro que quisieran conocer de cerca su peligrosa y afilada espada. Incluso, un sirviente debía caminar a la espalda de su respectivo amo pero con Inuyasha y el suyo era diferente, casualmente el general caminaba atrás suyo durante los paseos. Y creía que ese hombre odiaba a cualquiera que los mirara, si alguna doncella o algún joven caballero lo miraba de reojo, el general inmediatamente fruncía el ceño haciéndoles huir. Una actitud extraña y sin fundamentos según su criterio.


Gracias al reciente cambio del general, Inuyasha había evitado todo tipo de acciones que creía, le molestarían. Evitaba hablar con las mucamas o el ir a visitar a Koga, porque parecía que el general Taisho odiaba a su amigo. No entendía la razón, Koga a veces se comportaba de forma molesta y era algo soez, incluso le llegaba a irritar algunas veces pero el moreno era muy diferente con los amos. Koga tratando a los superiores era completamente diferente, era diligente y respetuoso, eso era algo bueno. Pero el general era algo único en su clase y podría decir que odiaba a todo el mundo, a excepción claro de su señor padre y Ah-Un.


—Vamos a caminar, este descanso va a terminar pronto y volveremos a nuestros deberes. —Habló el general al levantarse, había terminado de limpiar la herida de su sirviente.


Inuyasha no dijo nada, se levantó y dio un paso hacia la puerta. Una mano grande apoyada en su espalda baja lo hizo sobresaltarse un poco pero lo ignoró, era así todos los días.


...


...


El paseo era como todos los demás, Inuyasha aun se maravillaba por la arquitectura y el bullicio como si fuera un niño mientras el general le seguía de cerca. La gente solo podía ver al sirviente por su exótica apariencia y su comportamiento infantil, eso era algo que no se veía todos los días. Esas acciones ajenas molestaban al general Taisho enormemente. 


Caminaron por la ciudad, Inuyasha aprovechó y vio todo a su alrededor, estaban a pocos días de volver a las tierras de Taisho y quería guardar una buena experiencia. Aunque ya tenía muchas nuevas experiencias solo que no sabía si catalogarlas como buenas o malas.


Era un paseo tranquilo, bañado en silencios y miradas furtivas. Un paseo silencioso y tranquilo a pesar de todo. Un paseo que dejaba un silencio en el cual ambos hombres se podían perder en sus propios pensamientos e imaginar lo que pasaría más adelante, pensar en que estaban haciendo realmente o porque lo hacían, simplemente para llenar su mente de ellos mismos hasta que la rutina los separara nuevamente. Caminaron hasta que el bullicio fue quedando atrás y el paisaje campestre empezaba a mostrarse. Después de ese silencio, el mismo general habló.


—¿Qué hacías antes de que te trajera al territorio del duque?.


Si bien Inuyasha se sobresaltó al escuchar la voz tan de repente, no pasó de ello. Volteó a ver al general, caminaba de manera despreocupada con los brazos cruzados tras su espalda. A pesar de que muchas veces había preguntado eso, nunca había contestado y en esta ocasión solo parecía una simple pregunta casual, no el intimidante interrogatorio de antes. Por esa sencilla razón, optó por contestar. A final, su primo le había dicho que decir en caso de que esa pregunta apareciera nuevamente.


—Servía como el asistente personal del último hijo de Setsuna.


—Así que por eso ese imbécil te conoce. —Murmuró para sí el general. —Para ser sincero, creía que calentabas la cama de ese traidor.


Inmediatamente, Inuyasha mostró una expresión escandalizada. Aunque el general no lo supiera, ese hombre del cual hablaba con desprecio, era su padre aunque el mismo lo negara y escupiera veneno en su contra. Además, nunca en su vida pensaría en algo así ya que, aunque Takemaru se lo prohibiera, si lo veía como su padre y era porque lo era. No podía imaginar como un simple comentario podía sonar tan escandaloso, aunque su vida en sí ya lo era. No sabía que era más escandaloso, el comentario del general o que un hombre dejara que otro lo besara y acariciara con lascivia. O peor aún, un sirviente dejándose complacer de maneras consideradas indecentes por un noble de alto rango y claro, recalcando que ambos seguían siendo hombres. 


—Yo no... Nunca... No, no... —Inuyasha había perdido el habla ante tan bochornosa situación en la que se había metido, estaba tan avergonzado que deseaba desaparecer en ese mismo instante.


—Descuida, lo sé.


Esas simples palabras, lo calmaron. Esa seguridad al decirlas hizo que el bochorno del momento pasado, se esfumara. Sonrió ligeramente en respuesta, como si se trataran de íntimos amigos contándose anécdotas casuales. Y así siguieron caminando, hablando con tranquilidad, sintiendo cuán agradable se sentía escucharse, escuchar los gustos y disgustos de cada uno.


Literalmente, Inuyasha sentía dolor en las mejillas de tanto sonreír. Su señor parecía ser otro, no era que eso le molestara pero le era extraño no tener al altivo hombre que conocía, o que no lo viera con ese ligero toque de bravura, que no hablara en lo absoluto y que solo lo observara en silencio, esas eran algunas tendencias que secretamente, extrañaba. Porque se había acostumbrado a como era anteriormente. Si, estaba más tranquilo con el general siendo más caballeroso pero esa actitud no era la de ese hombre, no sabía porque estaba cambiando tan de repente y a pesar de que se mostraba un poco más sencillo, no sentía la confianza de preguntarle y era obvio que el hombre no estaría obligado a responderle, no eran iguales.


Sin embargo, no debía quejarse. Él mismo había pensado que el hombre daba miedo siendo tal cual era, pero la realidad y aunque lo negara, es que prefería al antiguo general Taisho. Ese que estaba confundiendo su mente y corazón con sus duras pero afables acciones. Aun así, disfrutaría de los últimos paseos antes de que la distancia de poder los separe una vez más.


Continuará... 


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