Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El Sirviente del General. por Keiko Midori 0018

[Reviews - 20]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Cuando llegó el día, la campaña del general Taisho estaba por partir. Como ocurría en ese tipo de marchas, Inuyasha estaría preparando a Ah-Un para entregarlo al general, pero en esta ocasión no había alegría oculta en sus acciones. Tal vez nerviosismo, pero sobre todo, miedo. O al menos, eso fue lo que su señor notó al verlo. Porque Sesshomaru Taisho se dio cuenta del temor que destilaba su sirviente, creyendo así que la dependencia que había notado en Inuyasha era más fuerte de lo que parecía.


A su alrededor estaban los soldados que lo acompañarían, pero no estaban solos. Eran acompañados por sus familias, muchos abrazaban a sus mujeres y niños, tal vez con demasiado sentimiento.


A final de cuentas, iban a la batalla y nadie sabía en qué terminaría el marcador o cuando terminaría, podrían ser semanas, meses o incluso años. Posiblemente, era el último abrazo que darían y recibirían. Estimaba que al menos la mitad de esos hombres no regresarían con vida. Que esos sentimentales abrazos eran despedidas definitivas, que tal vez sería la última vez que podrían besar y abrazar a sus esposas, que sería la última vez que acariciaran a sus hijos y que no podrían verlos crecer. Era una despedida, los abrazos y llantos silenciosos prevalecían. Y Sesshomaru Taisho al ver eso, se dio cuenta de que nadie lo despediría de esa forma. Nadie lloraría por él si no llegaba a regresar, nadie lo abrazaría con el temor de que jamás podría hacerlo nuevamente. Porque sabía que nadie lo amaba como esas mujeres amaban a sus esposos.


Siguió mirando esas muestras de afecto que no sabía ni entendía que necesitaba, miró como los Ayakashi despedían a hijo y le brindaban buenos deseos, miró a los soldados recibir abrazos y besos, miró al duque Inu no Taisho al frente de todo mirarlo con esa mirada estoica de siempre y nada más. Muy dentro suyo tuvo la necesidad de algo así, de una muestra de afecto, de esas que jamás tuvo. Pero todavía no lo entendía del todo pues era algo en lo que nunca se había detenido a pensar. Antes de cualquier otro pensamiento, Inuyasha estaba frente a él entregándole las riendas del caballo. Y ahí fue cuando Sesshomaru Taisho se dio cuenta de que estaba equivocado.


El general Sesshomaru Taisho si tenía a alguien que lo apreciaba al punto de llorar por él, que le esperaría con la angustia creciente cada día, que rezaría por él y su salvo regreso. Solo tuvo que ver unos ojos claros acuosos para darse cuenta de ello, él también tenía lo que esos soldados poseían. Él también tenía a alguien por quien regresar. Las inmensas ganas de abrazar a su sirviente eran fuertes, pero pudo controlarse. Más acarició su mano de manera discreta en cuanto le entregó al caballo. Obviamente pensó que vería esas mejillas colorearse, pero la realidad era que ese niño parecía querer echarse a llorar en cualquier segundo. Y eso lo llenó de una alegría indescriptible.


...


...


Casi dos semanas les tomó llegar al campamento en donde las tropas descansaban. Una vez llegaron, el general se reunió con el teniente general Naraku Ayakashi, el teniente coronel Akago Fuyouheki y su mano derecha, el conocido y temido Hakudoshi Fuyouheki. Estaban dentro de una tienda discutiendo acerca de las estrategias del teniente coronel, el hermano gemelo jugaba con las espadas y lanzas mientras lo hacían.


Definieron estrategias, algunas rutas de escape y más. Se prepararon lo suficiente como para que las vidas perdidas fueran lo menos posible, no querían que hubiera bajas lamentables.


Después de eso, batalla tras batalla fue lo único que vieron. Las bajas crecían cada vez más, los cuerpos eran enviados a sus familias y las ansias crecían más cada día. Además, el general ya quería va su sirviente nuevamente. Después de tanto convivir íntimamente, supuso que también tenía una dependencia irracional hacia Inuyasha. Aunque eso lo turbaba, seguía queriendo saber que hacía el niño. Cuando estaba por desechar la idea, Myoga Ogata hizo su repentina aparición. Una idea había surgido y si el cobarde mensajero era tan leal como decía, cumpliría su orden al pie de la letra.


—¿Un niño de pelo blanco platino, de ojos miel, de carácter bastante terco y aniñado?. —Resumió el anciano ante la poco detallada información que se le dio.


—Exactamente. Siempre está en las caballerizas o merodeando cerca. —Contestó. —Trae toda la información que puedas encontrar y quiero que seas discreto, nada de compartir esto con nadie.


—Entendido, señor.


El hombre de baja estatura huyó tras recibir la orden.


...


...


La tranquilidad momentánea, cesó abruptamente. En una batalla, Sesshomaru Taisho golpeaba con la espada a diestra y siniestra, estaba rodeado. Lo manejaba bastante bien, tal parecía que los soldados enemigos se habían puesto de acuerdo para ponerlo como objetivo ya que solo trataban de atacarlo a él. Pero no se acobardó y luchó con la fiereza que lo caracterizaba. De un momento a otro, escuchó el grito de su mano derecha entre toda la conmoción.


—¡Atrás de ti!.


Efectivamente, cuando volteó vio a un soldado tratando de atacarlo por la espalda. Reaccionó tarde, la espada que antes lo asaltaría por detrás, se aproximó a su pecho con velocidad. Lanzó su espada al atacante en el momento en el que la espada lo hirió gravemente. Su uniforme se llenó aún más de sangre y era la propia, a pesar de estar herido siguió luchando. Aún tenía a alguien por quien volver, no quería ver a Inuyasha llorar si no era de placer o alegría. Por eso e ignorando su dolor, siguió luchando hasta que el grito de sus hombres anunció que el siempre sádico Hakudoshi le había arrancado la cabeza al capitán del otro ejército. Habían ganado esa batalla y tendrían tiempo de curar a sus heridos.


Al llegar al campamento, lo primero que hicieron fue curarlo. Al descubrir su pecho solo pudo ver una línea horizontal profunda que iba del pectoral mayor y que pasaba sobre su pecho. Era cubierta fácilmente por su mano extendida, una herida que se veía grande, profunda y que dejaba salir una gran cantidad de sangre. Era confuso que aún no haya mostrado signos de debilidad, solo que el dolor era insoportable y que era difícil disimularlo pero que su orgullo impedía quejarse. Siendo humano, el dolor lo venció y combinado con el cansancio de haber peleado por horas sin permitir que la herida lo frenara, hizo que se desmayara.


...


...


Tortuosas horas pasaron, todo el campamento estaba al pendiente del general Taisho. Todo el mundo sabía que esa herida que presentaba y la cantidad de sangre perdida era algo delicado, que su estado era crítico. Aprovechando el desmayo, los médicos hicieron su trabajo y se encargaron de coser la herida para evitar más daño. Solo ellos pudieron ver la debilidad del hombre, pudieron ver cómo a pesar de estar en la inconsciencia, mostraba esa fortaleza para resistir la aguja caliente que atravesaba su piel y todo inconscientemente , porque su subconsciente sabía que alguien le esperaba y no podía darse el lujo de caer, no después de lo que obtendría.


Después de dos semanas recuperándose, el general Sesshomaru Taisho ya estaba dirigiendo el batallón nuevamente. Y así pasaron las siguientes semanas, ignoró toda petición que incluía recluirse en su tienda y descansar, no quería ni sentía la necesidad de descansar aunque su herida se hubiera abierto ya varias veces. No después de haber recibido el informe de Ogata, su sirviente había estado a punto de rogar por saber de él y eso lo había renovado. Saber que Inuyasha también ansiaba saber sobre su estado le hacía rectificar esas ideas que tenía, que Inuyasha quería que volviera pronto y con bien. Y claro, seguramente más que dispuesto a ceder a sus deseos.


...


...


El general Sesshomaru Taisho estaba confinado, Ayakashi logró hacerlo quedarse en su tienda. El teniente no lo sabía pero el general Taisho no se había quedado en el campamento para guardar reposo, mucho menos creía en esas patrañas que todos decían acerca de descansar para curarse prontamente. Él se había quedado únicamente para recibir a Ogata con un nuevo informe, el anciano debía ir para recoger las estadísticas e informar al duque acerca de la situación, pero también para traerle noticias al general acerca de su sirviente.


Después de esperar, el cobarde anciano hizo su aparición. Le dio toda la información que sería para su señor padre y espero a que le contara lo que quería oír.


—El niño que me mandó a vigilar parece estar deprimido, a veces se ve distraído o torpe. Tal parece que algo le está afectando, pero con las noticias que le he estado dando, recupera los ánimos y trabaja normalmente. —Explicó el anciano, no diría que vio al cuidador de los caballos reprender al chiquillo con algo de severidad y tampoco que lo había visto darle un leve golpe en la cabeza para despabilarlo. Él sí tenía miedo del general, no como ese sirviente confiado. Su edad le hacía imaginar que había algo que el general estaba ocultando, pero guardaría silencio para mantener la lengua en su lugar.


—Retírate.


—Si, señor.


Cuando el general Taisho quedó a solas, se juró que terminaría pronto con todo eso y volvería para consolar a su sirviente. Aún si no lo estaba viendo, el otro general quería que siempre sonriera y que no estuviera triste, mucho menos por su culpa.


Solo espera, pronto volveré y juntos probaremos el deseo anhelado.


Continuará...


 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).