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El Sirviente del General. por Keiko Midori 0018

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Después de unos meses de increíbles pérdidas humanas, heridos y más, el ejército de Taisho presenció como Ryuukotsusei caía sin vida por mano del general y como sus subordinados soltaban sus armas. Habían ganado, podrían volver a casa ahora que la frontera había sido defendida. Todos celebraron con alegría dado que podrían regresar a casa con sus familias, además de honrar a los caídos cuidando de sus parientes dejados atrás.

Finalmente podrían volver y descansar, incluso el general se veía animado. Todos fueron capaces de ver que su semblante no estaba endurecido como de costumbre, si no que ahora se veía más afable. Lo atribuyeron a su reciente victoria. Después de todo el protocolo, llegó la hora de volver.

...

...

Durante el camino a la mansión Taisho, las personas salían de sus casas y saludaban a los soldados, eran conscientes de que gracias a ellos tendrían seguridad y prosperidad. Además familiares que se acercaron a abrazar a sus parientes recién regresados. El general les permitió quedarse en la ciudad y los restantes lo siguieron hacia el hogar del duque, le darían las buenas nuevas. Y claro, el general Taisho estaba más que ansioso de volver. Últimamente parecía ser que su mensajero omitía algunas partes del comportamiento de su sirviente favorito y debía corroborar su bienestar. Por eso, marchó junto a sus hombres hacia el final.

Al llegar, el vitoreo de los sirvientes y guardias arrasó con el lugar. La alegría de saber que estarían a salvo era palpable. Y siendo egoísta, todo eso le daba igual solo porque no veía a alguien especial en la multitud. A paso firme se dirigió hacia su padre que ya le esperaba, el hombre se veía aliviado por su regreso y era entendible, eran parientes cercanos y su regreso triunfante traía buenas noticias para el ducado.

—Señor, los resultados fueron cumplidos de manera correcta. Ryuukotsusei no volverá a causar problemas al territorio. —Había dicho todo eso postrado ante su señor, su líder y padre. Una sonrisa tranquila fue libre al levantarse.

—No me has decepcionado. Sabía que podrías cumplir con mis expectativas, hijo mío. Será mejor que entremos y me cuentes todo con detalle.

Como lo ordenó el duque, las tropas se dispersaron y el general se dirigió al despacho de su padre en donde le relató con detalles todo lo que había pasado durante esos meses fuera. Pero después de unos minutos, el hombre mayor simplemente lo mandó callar y le ordenó que fuera con los médicos y atendiera sus viejas heridas. Además de enviarlo a descansar debidamente, podría ser su superior pero aún era su padre y se preocupaba por él.

Su primera parada había sido el consultorio del médico. Ahí habían revisado a conciencia su herida en el pecho, ya había cicatrizado completamente pero había quedado una cicatriz algo grande. Seguramente porque a cada instante debían coser la herida debido a que no permanecía quieto mucho tiempo, pero para él una cicatriz era algo sin importancia y no era la primera ni la última que recibiría.

Después de dormir unas horas y acudir al médico por última vez, el general Sesshomaru Taisho hizo uso de su título y mandó llamar a su mano derecha. Naraku Ayakashi era alguien en quien confiaba pese a que parecía poco confiable, sabía que ese hombre era un embaucador, pero también sabía que era un cobarde y no se atrevería a traicionarlo. Lo mandó a llamar solo porque necesitaba de un mensajero y quien como su odioso autoproclamado amigo para hacerlo. 

—Quiero que vayas donde el cuidador de los caballos y traigas al niño que vive con él. Dile que me encuentre en donde las despedidas y reencuentros se llevan a cabo. También que lo castigaré si llega a divulgar algo de esto, esa advertencia también aplica para ti.

—¿Disculpa?. —Reclamó al saberse como un vil mensajero. —No soporté los entrenamientos sádicos de Onigumo por años y en los que casi muero solo para terminar siendo un simple mensajero. Me gané mi lugar honradamente, con esfuerzo, sudor y lágrimas.

—También dile que debe ir solo y puntual, de lo contrario será igualmente castigado. —Ignorando la escena dramática de su mano derecha, el general empezó a delinear distraídamente la empuñadura de su espada. Para Ayakashi que conocía perfectamente a ese hombre, sabía que era una advertencia y si no accedía, su cabeza sería separada de su cuerpo sin remordimiento. —¿Hablé claro?.

—Si, lo he entendido. —Contestó entre dientes. Prefería mantener la cabeza unida a su cuerpo, era cobarde en cuanto al general se refería.

Después de darle las claras indicaciones de darle el mensaje a su sirviente favorito y la orden de mantener todo eso en secreto, lo envió a cumplir la encomienda. Según el tiempo, posiblemente aún estaría en las caballerizas atendiendo a su fiel corcel y haciéndolo descansar de tan larga travesía que tuvieron.

...

...

Dio la hora acordada, Sesshomaru Taisho ya estaba en el lago esperando a su fiel sirviente. No había resistido más y por esa razón lo había mandado llamar. Además, había visto nuevamente las muestras de afecto de los hombres a su cargo y en la complicidad que ese lugar otorgaba, quería probar esas acciones para él. Sentir lo que un abrazo cálido significaba, un abrazo libre de malicia y cargado de calidez.

La noche era fresca y agradable, perfecta para recibir una muestra genuina de aprecio. Aunque ni siquiera sabía si Inuyasha le tenía aprecio, sus acciones le daban a entender que Inuyasha era dependiente de su persona pero también podría atribuirlo al miedo que mostraba. O simplemente estaba ideando cosas erróneas e Inuyasha solo se mostraba complaciente por obligación, que todo lo que le mostraba era una simple actuación para evitar traer su ira. Y así empezó a tener un cúmulo de pensamientos revueltos, entre buenos y malos. Era mejor que Inuyasha se apresurara a llegar o su mente iba a explotar de tantos pensamientos.

Cuando pensaba ir él mismo a buscar a su sirviente, escuchó pasos aproximándose. Al voltear a verlo, notó que la vergüenza se reflejaba en su rostro y lo atribuyó a la camisa que accidentalmente a propósito olvidó cerrar. Siempre era agradable ver avergonzado a ese niño. Pero lo primero era lo primero, él también quería sentir lo que un abrazo podría ofrecer. Por eso y antes de que el momento se arruinara, lo capturó entre sus brazos y ocultó su rostro en el cuello del menor. Era una sensación cálida y demasiado agradable, tanto que no quería que terminara. Pero su sirviente nunca parecía quedarse callado cuando a esos actos se trataba, pero le gustaba como lo llamaba así que no le molestaba realmente.

Y así pudo darle gusto al ''otro general'', ese lado suyo que aparecía en momentos así. Ese lado que solo ansiaba proteger el pequeño ser en sus brazos, ese lado que tenía miedo de abrazarlo por temor a romperlo y que era reacio a cumplir los caprichos que su lado cuerdo quería. Porque había un equilibrio en querer hacer sufrir a su sirviente por confundirlo y en querer protegerlo incluso de él mismo. Solo era porque sus manos estaban manchadas con la sangre de inocentes y no quería que algún día ese niño que se aferraba a él, tuviera el mismo destino.

Pero en ese momento en el que estuvieron juntos, nada importaba. Incluso hizo algo que había querido hacer desde hacía ya algún tiempo, era pasar sus dedos por esas hebras platino que ondeaban libres. Era agradable estar en esa posición, esperaba estar así durante mucho tiempo. Entonces, una ilógica petición fue dada por el ''otro general'', era que quería un abrazo auténtico y no contento con ese, había declarado que quería eso que todos llamaban amor y la única forma en la que podían conseguirlo era convirtiendo la dependencia de Inuyasha en devoción y eventualmente, en amor genuino. No solo eso, también había regresado solo para marcar a su sirviente y no se refería a ponerle una cicatriz como la que tenía en la palma.

Continuará...

 


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