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El Sirviente del General. por Keiko Midori 0018

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Inuyasha seguía en las sombras, solo desde que había entrado. Su guardián seguía atendiéndolo pero nunca se dejaba ver, era raro pero siempre lograba entrar a su celda sin hacer ni un solo ruido. Si los guardias no lo detectaban, mucho menos él y eso que estaba dentro de la celda. Pero en la completa oscuridad, había escuchado a uno de los guardias decir que el general Taisho había prohibido a todos acercarse a él, que no quería a nadie cerca de su celda o pagarían con sus vidas. Por esa razón, las antorchas que iluminaban los pasillos se habían apagado y nadie volvió a encenderlas. No veía nada más allá de su nariz, todo estaba oscuro y solitario ya que los hombres que habían estado en las celdas continuas habían sido removidos.


Cuando despertaba, una nueva bandeja de comida caliente y agua le esperaban, cuando la capa que lo abrigaba estuvo completamente sucia, despareció de repente y ya poseía una nueva. Además de que habían aparecido un par de mantas. Simplemente no podía dejarse morir, alguien estaba arriesgándose demasiado por él. Se trataba de un maestro en el sigilo, nadie lo había visto entrar o salir, incluso él no había podido atraparlo. Si dormía unos instantes, era visitado por aquel extraño y cuando abría los ojos ya estaba rodeados de esas pequeñas comodidades. Incluso, una vez había dejado la puerta abierta descaradamente, como si esperara que saliera de su reclusión. Pero no lo hizo, ni siquiera se acercó a la puerta. Estaba ahí porque él mismo se lo buscó, estaba seguro que era mejor haber dicho su verdad desde el principio. Sí, eso lo hubiera llevado a su muerte rápidamente, pero hubiera evitado todo el dolor que estaba sintiendo en ese momento, hubiera evitado la mirada cargada de odio y decepción de ese hombre al cual amaba con intensidad. Por esa razón se quedó en ese frío y oscuro lugar.


No podía irse, aún si había mentido, seguía sintiéndose como la propiedad de Sesshomaru Taisho. No podía dejar a su señor aún si este ya no lo quisiera, nunca esperó ser correspondido y sabía que era imposible. Se quedaría porque era feliz con aquellas muestras vacías de afecto, su amor no necesitaba ser recíproco para hacerlo sentir feliz. Si tenía aunque fuera una mirada, era suficiente para él. Porque el amor así era, él amaba a Sesshomaru Taisho con todo su ser y si ese amor seguía ahí, latiendo en su corazón, era suficiente motivo para sentirse pleno. Tras esos pensamientos, se dio cuenta que dejarse morir sería cobarde de su parte. Si quería seguir sirviendo a Sesshomaru Taisho debía dejar de tener esos pensamientos tan patéticos y pensar en algo para que el hombre lo perdonara, o al menos para permitirle estar a su lado. Con esa nueva convicción, sonrió nuevamente y borró todo rastro de lágrimas secas de su rostro, ya no iba a auto compadecerse de su miseria.


...


...


Por más que trataba de sorprender a su guardián, Inuyasha no lo lograba. Ya fuera con fingir estar dormido o de colocar objetos que pudieran provocar ruido, nada parecía funcionar. Se dio por vencido, que el extraño hiciera lo que le viniera en gana, ya no iba a tratar de averiguar quien era, por algo se mantenía en el anonimato.


Intuía que llevaba ahí al menos una semana, sin la luz solar no era capaz de dictaminar el tiempo pasado. A veces se preguntaba que había dicho Kagome, Sango o el joven Kohaku al enterarse de lo que había pasado. Ellos eran con quien mejor se llevaba, también trataba de imaginar que expresión hubiera puesto Koga al darse cuenta que ya no volvería y que ignoró la regla que le imponía siempre: ''No te metas en problemas''. Pero lo más importante, quería saber que pensaba el general. Quería pensar que el hombre no lo dejaría ahí por siempre, privándolo de su presencia tan amada. Pero era su castigo por mentir, solo le quedaba esperar y encontrar la forma de cambiar el destino.


Como si alguna fuerza del destino lo escuchara, un gran bullicio y pasos se aproximaron a su celda. La presencia de varios soldados con antorchas en su manos, lo sorprendieron. Lo más que le sorprendió fue ver que no pertenecían a los Taisho, aún en la oscuridad pudo notar otro escudo de armas. Ver a uno de los guardias de los Taisho abrir su celda fue lo que aumentó su confusión, pero se mantuvo callado y expectante. Uno de los guardias extraños se acercó a él y lo ayudo a levantarse del suelo, se aferró a esa fragante prenda y se dejó arrastrar por aquel desconocido. Salieron al exterior.


Cuando Inuyasha sintió los cálidos rayos del sol de mediodía acariciar su piel, cubrió sus ojos con su mano, era doloroso volver a la luz después de tanto tiempo en la oscuridad. Cuando pudo abrirlos con normalidad, se dio cuenta que Miroku Fujimori y el duque Inu no Taisho estaban frente a él, ambos mostrando la mirada neutra ante él. Inu no Taisho rompió el silencio, pero mantuvo su mirada en la prenda que abrazaba.


—De haber sabido que en mis filas había un hijo de la casa Fujimori, hubiera detenido a mi hijo. Espero que esto no afecte nuestra alianza, Fujimori.


—Mi primo fue tratado como esclavo y encerrado en una sucia celda cual criminal, hablaré con él y le haré llegar mi decisión sobre la alianza. Pero, si mi primo quiere proceder en contra de ustedes, créame que no voy a detenerlo.


Inuyasha aún estaba asombrado, nunca pensó que su primo iría a buscarlo y mucho menos, acompañado del respetado duque Taisho. Ni siquiera era capaz de formular una palabra, era tanto en tan poco tiempo, lo que si hizo fue buscar con la mirada a Sesshomaru Taisho, pero entre todo el séquito, el hijo del duque no estaba presente. La decepción en su rostro fue notada únicamente por los más perspicaces.


—Estoy aquí como te lo había prometido, Inuyasha. Te dije hace tiempo que si eras maltratado, te llevaría conmigo a casa. Hoy formarás parte del territorio de nuestra familia, no vas a sufrir más humillaciones de parte de estas personas.


Después de eso, Inuyasha no tuvo ni voz ni voto. Su primo lo había arrastrado con él hacia los caballos en los que habían llegado y lo obligó a trepar en uno. Antes de que lo hicieran marcharse, paró todo.


—¡No pienso irme! ¡Pertenezco a este lugar! ¡Yo pertenezco al general Taisho!.


—Es lo mejor, Inuyasha. ¡No puedes seguir humillándote tanto! ¡Recuerda tus raíces!.


—¡Sé lo que soy! ¡Soy el sirviente del general!.


Antes de otra cosa, Inuyasha vio a su primo asentir sin mirarlo. Luego de eso, la oscuridad volvió a él haciéndolo caer. Fue llevado en contra de su voluntad lejos del territorio de Taisho para ser llevado a territorio desconocido. Estaba siendo llevado lejos de la jurisdicción de que era y seguirá siendo su señor. Pero sumido en la oscuridad, no era capaz de luchar por su liberación. Solo debía esperar a ser libre de las garras de la oscuridad para lo volver lo antes posible a su señor y buscar la manera de permanecer a su lado.


El verdadero problema había comenzado, Inuyasha estaría empeñado en encontrar las acciones necesarias para remendar sus errores y volver a tener las atenciones de Sesshomaru Taisho, porque solo así sería feliz nuevamente. La nueva meta en su vida ya no era tener una vida tranquila, ahora era diferente. Encontraría la forma correcta de ganar el favor del general nuevamente, pediría perdón infinitamente y disfrutaría de todos esos besos y caricias nuevamente. Esta vez, no iba a descansar hasta que su meta fuera cumplida o moriría en el intento.


Continuará...


 


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