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El Sirviente del General. por Keiko Midori 0018

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Habiendo aclarado todo con Fujimori, Inuyasha fue dejado a solas nuevamente. Se propuso descansar ya que por la mañana se embarcaría en un largo viaje a través del ducado Taisho. Iría a territorio desconocido, pero como lo había dicho su primo, era mejor tomar distancia. Estando lejos del general Taisho, había hecho que sus sentimientos y pensamientos se aclararan. Esperaba que esa distancia sirviera para calmar los ánimos de aquel temible general.

...

...

Tras varios días de viaje, Inuyasha pudo ver las tierras pertenecientes a su familia materna. Como era de esperarse y gracias a la diligencia de su primo, las tierras se veían rebosantes de prosperidad. Admiró con fascinación el exterior, todo a ojos de su primo. Ver algo nuevo siempre le había parecido fascinante y las pintorescas tierras de Fujimori no serían la excepción. El viaje eterno llegó a su fin, pudo ver la orgullosa mansión Fujimori justo a su frente. 

Al bajar de su transporte, fueron recibidos por las doncellas y guardias. Inuyasha se mantuvo callado al recibir las miradas interrogativas que la servidumbre curiosa le dirigía. Se propuso ignorar todo a su alrededor y mantener un perfil bajo, justo como su primo se lo había indicado unos días atrás.

Cuando estemos allá, evita mencionar que somos familia. Será mejor que nadie se entere que eres el hijo de la difunta lady Izayoi Fujimori. 

¿Porque?.

Porque todos creen que mi tía, tu madre, cometió adulterio. Si se llegan a enterar que eres el hijo bastardo de ella, habrá rumores escandalosos. Yo preferiría que no ocurriera tal cosa.

Entiendo. ―Contestó. La verdad era que no lo entendía del todo, él incluso sin conocer a su madre, estaba seguro de que ella jamás engañaría a su esposo. Eso incluía a alguien como lo había sido su difunto padre.

Vamos a decir que eres un niño que le compré a Taisho durante mi viaje, nada más. ¿Me has entendido, Inuyasha?.

Claramente, contestó con un seguro ''Sí''. A alguien como él, no le importaban los rumores. Literalmente, Inuyasha había crecido siendo señalado y siendo el foco de atención de rumores infundados. Pero, para alguien importante como lo era su primo, seguro era algo más serio. Tampoco era como si fuera relatando su vida a cada persona que le hablara, en especial a esa que le gustaba chismorrear como si fuera un deporte. Y su arribo a la mansión Fujimori estuvo en boca de todos, pero eso no le importó.

Su primo había mandado a preparar una habitación para huéspedes, ahí sería su nuevo rincón para sí mismo. Eso llamó la atención de todo el mundo, todo porque le cederían una habitación de las que usaban las amistades del duque cuando visitaban la mansión. Pero nadie se atrevió a decir nada. E Inuyasha no se quedaría encerrado en esas cuatro paredes, si sería un sirviente con nuevo amo, al menos haría de su actuación más creíble. Se comportaría de la única forma que sabía hacerlo y tras unos días, pudo acoplarse a la vida dentro de los terrenos de Fujimori.

Al ser alguien activo y hacendoso, logró ganar algo de confianza entre la servidumbre. Algunos ya no lo trataban como a un extraño o como alguien sospechoso, tanto que lo invitaban a sentarse con ellos durante las comidas. Justo en ese momento se encontraba esperando sus alimentos, al recibirlos se sentó junto a las mucamas y guardias que también disfrutaban de la comida. Aprovechando el momento, las doncellas empezaron a hablar.

―Inuyasha, ¿es cierto que el general Taisho es un tirano que se la pasa azotando a cualquiera que lo mire?.

―¡Es verdad! ¡Yo escuché que tiene una sala de trofeos que consta de las cabezas de sus enemigos!.

―¡Y yo oí que devora con gula los corazones de sus enemigos y que tiene mujeres para cada día de la semana!.

―Chicas, exageran. Lo único que puede ser cierto es que su mirada es capaz de doblegar a cualquiera.

―Y...

Inuyasha golpeó fuertemente su vaso contra la mesa, el ruido provocado hizo que aquellos que reían se callaran de inmediato. No le importaban los rumores, podían decir de él lo que les viniera en gana, pero odiaba que mancharan el nombre de su señor a sus espaldas. Hastiado, Inuyasha se levantó de su asiento y antes de marcharse, habló. 

―Solo los imbéciles sin cerebro creerían en tales sandeces. 

Las exclamaciones de sorpresa y molestias no le importaron, solo marchó ignorando lo mal que hablaban de su persona. Tantas tonterías juntas le habían arruinado el apetito. Al menos habían centrado sus palabras venenosas en otra dirección y habían dejado de difamar al honorable general Taisho.

Ese día el duque Fujimori había recibido una increíble cantidad de quejas acerca de un sirviente insolente. Eso solo lo hizo darse cuenta de que su primo estaba cambiando a pasos agigantados. Si seguía así, no podría tenerlo bajo control. Ese mismo día, Inuyasha se topó con un extraño hombre, sentía que lo había visto antes más no recordaba donde. Era algo bajo, regordete y sus ojos mostraban unas pronunciadas ojeras, cómicamente lo había comparado con un mapache. Había ido a ver a su primo, ambos se encerraron en el despacho. Volvió a sus ocupaciones ignorando el tema que tenía que ver con él.

...

...

―Tardaste mucho en regresar, Hachi.

―Lo siento, mi señor. Las cosas en el ducado Taisho están algo agitadas por culpa del general Taisho. Si no quería que nadie sospechara, debía mantenerme quieto. No fue fácil pasar desapercibido.

―Menos mal, lo último que quiero es tener de enemigo a ese hombre. Hiciste un buen trabajo informándome acerca de la situación de Inuyasha.

―Enviarle esa carta no fue tan fácil, ellos controlan todo lo que pasa en el territorio. A todo esto, ¿porque trajo al niño?. Pienso que lo mejor hubiera sido dejarlo allá.

―Hachi, Hachi, realmente no sabes de negocios. Si mantengo a Inuyasha conmigo, podremos tener a Taisho controlado, tal parece que él tiene interés en Inuyasha y eso podría servirnos. Después de haber desperdiciado demasiados recursos para avalar que Inuyasha si era hijo de Takemaru, no puedo perder otra vez. Si nos hubiéramos deshecho de los bastardos, Inuyasha hubiera quedado como único heredero. Al ser joven y yo como su única familia, hubiera sido su regente. Aunque, ¿De que me sirvió tirar tanto dinero y esfuerzo si al final fue Taisho y su hijo quienes se quedaron con todo?. Todo esto nos puede traer beneficios a futuro, solo hay que mantener con nosotros a Inuyasha y Taisho no nos tocará. ―Aseguró victorioso.

―¡Tiene razón, señor! ¡No había pensado en algo así!.

...

...

Inuyasha ya llevaba tres meses en el ducado Fujimori, un largo tiempo que solo logró mantenerlo en la nostalgia constante. Extrañaba a su señor, las atenciones que le daba y sus caricias. Extrañaba ver su perfilado rostro que no dejaba ver expresiones más allá de la molestia y el desdén hacia algo más que sí mismo. Incluso extrañaba verlo con el ceño fruncido al dar ordenes, ver como apretaba los labios cuando se molestaba. Extrañaba hacer lo que él le pidiera, los besos y las caricias furtivas. Sí, también extrañaba a sus amigos pero quedaban en segundo plano en cuanto sus pensamientos iban rumbo a aquel fiero hombre. Eso sucedía siempre, a cada instante. Sus pensamientos solo eran por y para Sesshomaru Taisho.

Continuará...

 


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