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El Sirviente del General. por Keiko Midori 0018

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Después de algunos días soportando los murmullos, Inuyasha supo entender la hostilidad de su señor. Después de haber comprobado cuan molestas podían llegar a ser las personas, logró entender porque el general Taisho parecía odiar a todo el mundo. Estaba seguro de que aquel hombre sabía sobre las difamaciones a su persona. Aunque ya no hablaban del general Sesshomaru Taisho, ahora todos hablaban del sirviente impertinente que tenía el favor del señor del lugar. Se decía eso dado que nunca había sido castigado severamente por pelear con los guardias y algunas mucamas. Nadie sabía que el duque cuidaba de Inuyasha por su propio bien personal, por esa razón Inuyasha estaba tan protegido como el duque mismo. El hombre valoraba su vida y esa era la razón por la cual debía salvaguardar al joven de ojos miel hasta del más mínimo rasguño.


Por otro lado, después de alzar la voz, Inuyasha sintió una libertad que nunca había sentido. Hacerse escuchar había sido algo liberador, algo que haría nuevamente si pudiera. Aunque su primo le había pedido que no lo hiciera, que siguiera el plan y que se mantuviera con el perfil bajo. Pero era difícil cuando aquellas lenguas venenosas hablaban de más. Solo le quedaba maldecir por lo bajo y volver a sus obligaciones. Ya tendría el tiempo para defenderse nuevamente.


Después de un largo día, Inuyasha simplemente se dirigió a su habitación y después de tomar un largo baño, se lanzó  a su cama y se quedó dormido casi de inmediato.


...


...


Inuyasha despertó y se estiró, al desperezarse sintió que algo no marchaba bien. Y estaba en lo correcto, al mirar a su alrededor se había dado cuenta que no era la habitación en la que había estado durmiendo por meses. Estaba en un lugar diferente, pero era inquietantemente familiar, tal vez demasiado. Se vistió apropiadamente y salió de la habitación con cautela, no solo era la habitación, era todo el lugar. No estaba en la mansión de Fujimori y seguía sintiendo que conocía esas paredes oscuras, que conocía aquel entorno pesado y la inquietud que su cuerpo sentía al estar en ese lugar. Con algo de duda, siguió avanzando hasta llegar a las escaleras. Con paso inseguro empezó a bajar, cuando llegó al final de las escaleras logró escuchar voces. 


Su corazón empezó a latir con fuerza, su ilusión empezó a aflorar. Había reconocido esa grave voz. Rápidamente se dirigió a la sala principal que estaba junto a las escaleras, su rostro al punto del llanto no le importó. Vio una espalda ancha y un corto cabello platino, se apresuró y entró al lugar. Su caminar rápido hizo que resbalara y cayera con algo resbaloso tirado en el suelo, con horror pudo ver un inmenso charco de sangre.


Frente a él estaba el general Taisho, pero no solo. Había cadáveres alrededor de personas que jamás creyó volver a ver, su padre y sus hermanos, incluso su primo. Todos estaban muertos y él estaba arrodillado sobre su sangre, teniéndola en las manos. Fue entonces cuando el general se dio la vuelta y al verlo, recordó lo que había pasado años atrás. Recordó el miedo latente y como si fuera un déjà vu, el hombre le apuntó con su espada.


―¿Acaso creíste que te dejaría ir tan fácil? No eres más que un mocoso pretencioso que creyó que sería listo de su parte atreverse a jugar conmigo.


―¡Le juro, mi señor, que no lo hice con mala intención! ¡Yo solo quería, egoístamente, un poco de su atención!.


―¡Ja! Te lo dije antes, no pienso caer nuevamente.


La risa aterradora se escuchó, Inuyasha sintió la punta de la espada cortar ligeramente su cuello. Tenía miedo, ese hombre frente a él no era el mismo del que se había enamorado. El general Taisho que amaba y respetaba, no tenía una mirada sádica y una sonrisa burlona en el rostro. Incluso tenía algunas salpicaduras de sangre en el rostro y ropa, además de que la espada escurría en ese líquido carmesí. No entendía el comportamiento de ese hombre, no entendía que ocurría. Cuando pensó que nada podía ser peor, el hombre alzó su espada y se dispondría a herirlo con ella, vio esa peligrosa arma aproximándose con velocidad. Se encogió en su lugar y espero el golpe de gracia. Ya tenía las mejillas mojadas, solo temblaba porque antes de morir siempre había querido ver al hombre que amaba, quería tener un último recuerdo bueno pero no lo tendría. Ese era su castigo por mentir y burlar a la muerte.


Cuando sintió el viento de la hoja afilada cerca del rostro, el peligroso golpe nunca llegó. Tras unos segundos, sintió un agradable y cálido cosquilleo en el rostro. Inuyasha abrió los ojos y miró a Sesshomaru Taisho frente a él. El general mantenía el rostro neutro, como siempre. No tenía ni una pizca de sangre y su expresión ya no era aquella expresión maniática de antes. Podría decir que ahora era tranquilizante, el hombre tenía la mano cubriendo su mejilla.


―Tranquilo, no es real.


Esa voz y esa delicada caricia eran tan nostálgicos que nuevamente las lágrimas abandonaron sus ojos. Había pasado mucho tiempo lejos de ese hombre, sin sentir su toque. Se levantó del suelo y miró sin creerse al hombre, estaba tan conmocionado que temía que se tratara de una cruel broma. Pero, el general Taisho seguía ahí.


―Calma, ya pasó. 


Recibió un beso en la frente, tan cálido y familiar. Fue entonces cuando se dio cuenta de que ya no estaba en aquella mansión rodeado de sangre y cadáveres, estaba en el lago de la mansión Taisho. Sin pensar siquiera en lo raro del asunto, se alegró enormemente. Sonrió ampliamente y cuando quiso tocar a su señor, este se desvaneció en el aire. El pánico lo inundó nuevamente, gritó su nombre con todas sus fuerzas pero no hubo respuesta. No importó cuanto gritó, Sesshomaru Taisho no volvió a aparecer. El dolor de haberlo perdido nuevamente, lo abrumó a tal punto que cayó sobre sus rodillas. 


Entonces, despertó.


Inuyasha abrió los ojos lentamente, solo para ver oscuridad. Pero no solo eso fue lo único que vio, al abrir los ojos pudo vislumbrar a alguien que se levantaba de su lado de inmediato, alguien había estado tocando su rostro con una cálida familiaridad. Cuando vio que aquel extraño se levantaba, no lo dudo y salió de un salto de la cama solo para atraparlo por la espalda de un gran abrazo. Aquel hombre planeaba escapar por el balcón. Pero algo sabía Inuyasha, la calidez de esos toques solo pertenecían a una sola persona en el mundo.


―Por favor no me deje, mi señor.


El general Sesshomaru Taisho, de alguna forma estaba en la habitación.


―Suéltame.


―¡No! ¡Máteme si quiere, pero no voy a soltarlo!. ―Alzó la voz de inmediato.


Inuyasha sintió como el hombre frente a él trataba de apartarlo, pero no lo permitió. No iba a soltarlo hasta que le brindara el perdón que necesitaba, o al menos hasta saciarse de él. Pero eso no ocurriría pronto y ambos en el fondo lo sabían. Después de tantos meses sin verlo y de saberse odiado, no podía dejar que se apartara de su lado. Había sentido la libertad de luchar por lo que amaba, y le había gustado. Por esa razón, Sesshomaru Taisho podía matarlo ahí mismo y no opondría resistencia. Podía morir en sus brazos, pedirle con su último aliento el perdón que anhelaba para así reunirse con su madre en el más allá y no se arrepentiría. Cuando Inuyasha sintió al general relajar su postura, la esperanza surgió al instante.


―Parece que has olvidado algo. ―Inuyasha sintió las manos del general sobre las suyas. Casi de inmediato, el hombre se dio la vuelta y sus manos le cubrieron las mejillas. ―Solo yo puedo decidir sobre ti, solo yo decido si te lastimo o no. A pesar de que seas libre, sigues atado a mí.


Antes de que pudiera responder algo, el general lo besó. 


Continuará...


 

Notas finales:

La primera vez que publiqué este cap, muchos se confundieron. El Sesshomaru creppy (quién es el miedo materializado de Inuyasha) y el Sesshomaru del lago (él es la calma que Sesshomaru le provoca) son un sueño. El tercero es el autentico. 

Y en otras noticias, ya casi los llevo a la par, trataré de copiarlos lo más pronto que pueda.


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