Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El Sirviente del General. por Keiko Midori 0018

[Reviews - 20]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Tanto el General Sesshomaru Taisho y el Teniente General Naraku Ayakashi, se miraban fijamente tras haber dicho lo anterior. Resumiendo, Sesshomaru Taisho había dicho todo lo que le había hecho a su sirviente con lujo de detalles y aunque aún no se explicaba como era que Ayakashi había terminado en su despacho a altas horas de la noche, no podía dejar de mirarlo con el fulgor amenazante de su mirar. Preguntándose si una disputa entre los Ayakashi y los Taisho valdría la pena o que ''accidentalmente'', el heredero fuera enviado al frente de batalla y muerto en combate. Que a decir verdad, morir en combate era una muerte honorable comparado con todo lo que quería hacerle a ese charlatán. 

―Mirarme así no hará que olvide todo lo que dijiste. ―Habló finalmente el Teniente al perder la batalla de miradas. Esa frase solo logró aumentar la intención asesina del General.

―Da un buen motivo para que no te mate y te eche a los perros. ―Sentenció ya sin tener ni un ápice de paciencia. El hombre se enderezó sobre su asiento y mostró una nueva sonrisa cargada de sorna.

―Porque yo, amigo mío, tengo la respuesta a tus pesares. ―Decir que no le interesó dicha frase, sería una rotunda mentira. ―Pero primero, ya que somos íntimos amigos, no te preocupes que no diré nada de lo que me dijiste anoche, por más vergonzoso que fue. 

―Ve al punto, no me hagas perder la poca paciencia que me queda.

―Ten. ―Ayakashi le arrojó una bolsa de tela que no había notado que traía.

Cuando el General revisó el contenido, se encontró con un gancho y un par de cuerdas. Había algunas tiras de tela y paños, además de un frasco extraño y de dudosa procedencia. A los ojos de cualquiera parecía ser un equipo para cometer un secuestro. Sin duda ese hombre frente a él estaba más loco que él mismo, pero al darle una mirada a esa bolsa y tantear la carta que aún mantenía con él, tomó una arriesgada pero segura decisión. 

―¿Por qué haces esto? ¿Estás consciente de que puedo matarte ahora mismo si así me place?.

―Sí, lo sé. Por esa razón hago esto, quiero que te vayas y tengas lo que tanto amas. ¿Sabes cuantas quejas he recibido en lo que va del mes? ¡Son más de trescientas y no estoy exagerando!. ―Expresó Ayakashi con gran molestia, eso solo lo hizo rolar la mirada. 

―¿Qué es lo que quieres? Tus favores nunca son gratis. ―Habló tras meditar una vez más sobre lo que planeaba hacer.

―Me conoce bien, mi General. ―Su sonrisa arrogante y confiada le hizo ver al General que su naturaleza ambiciosa había aparecido. ―Solo haz que Onigumo gane un puesto más alto en el concejo. Habla con su majestad o que sé yo, si logras hacerlo, ten por seguro que nadie se enterara de tu secretito.

―La última persona que osó chantajearme, no está más en este mundo. Te salvas solo porque tengo prisa.

Finalizó el General y salió del despacho. No había olvidado aquella bolsa, solo por eso le perdonaría su bajeza a su mano derecha. Y lo de la promoción, Naraku Ayakashi había desaprovechado el favor dado que Onigumo Ayakashi sería promovido de todas formas. Un favor cumplido sin haber tenido que mover un dedo, eso era buena señal. Pero de todas formas, Ayakashi seguiría con vida, al menos en lo que lo hiciera enfadar de nuevo. Su paciencia no era infinita.

...

...

Lo primero que Sesshomaru Taisho había hecho después de montar a Ah-Un, fue ir en búsqueda de Inu no Taisho. Si quería hacer lo que tenía en mente, debía perder conexiones con la familia Taisho. Era demasiado, estaba a punto de tirar su título y posición por un vil sirviente que nunca fue sirviente, solo por súplica del otro general. Y mientras más rápido lo hiciera, menos tiempo tendría para arrepentirse, pero algo le decía que no lo haría y eso era suficiente para él.

Cuando llegó al hogar de su padre, entregó las riendas de su caballo a uno de los sirvientes y fue en búsqueda del duque, su corazón latía intensamente ante la adrenalina. Estaba seguro que saldría de ese lugar sin un apellido. Cuando una de las doncellas le indicó que su padre estaba afuera y esperándolo, supo que ya no había vuelta atrás. Finalmente, estuvo frente a al hombre que se hallaba sentado en una banca en el jardín.

―Señor, tengo algo importante que decirle. ―El duque prestó atención a su único hijo. ―He hecho algo despreciable, no merezco nada. No soy digno de ser llamado su hijo.

El duque no esperó ver a su hijo postrado sobre sus rodillas frente a él mientas le tendía la espada que había pasado de generación en generación en su familia. Realmente nunca esperó que su altivo y orgulloso hijo llegara a tanto. Aunque ya presentía sobre lo que le diría, pero quería escucharlo de su propia boca.

―Habla.

―Le hago entrega de la espada familiar, además de mi título como General. También vengo para pedir el autoexilio, no merezco pertenecer a esta tan distinguida familia.

―¿Porqué llegar a estos extremos?. ―Estaba más que impresionado, nunca pensó que su hijo daría todo lo que lo identificaba y solo por un niño de ojos claros. Sus sospechas estaban confirmándose ante esas palabras.

―En el trayecto, pensé en que hacer y lo único que haría sería entregar mi título. Pero mis acciones merecen incluso la pena de muerte. ―Explicó. ―En total abuso de poder, hice algo repulsivo. Yo forcé a un ser inocente a cometer lo que mi más bajo instinto pedía, lo obligué a hacer cosas aborrecibles y lo forcé a crear una dependencia enfermiza. Yo toque a un hombre más allá de lo moral y por mi propio egoísmo, lo encerré en un pozo oscuro solo porque trató de salvar su vida. Como el hombre que soy, esperaré mi castigo con orgullo.

―¿Te arrepientes de todo lo que le hiciste a ese niño?. ―Habló el hombre pasados unos segundos. Ya había confirmado sus sospechas, pero su hijo aún no decía lo que él ya sabía.

―No, no me arrepiento.

El General Sesshomaru Taisho no se arrepentía de nada. No se arrepentía de esos besos y caricias, esas miradas y encuentros prohibidos, nada de eso era motivo para arrepentirse. Si pudiera, lo haría nuevamente y solo porque anhelaba el calor de aquel niño que se había apropiado de su todo. Si se arrepentía, su sufrimiento y su pesares habrían sido en vano.

―Eso era lo que quería escuchar. ―Susurró para sí mismo. ―Cuando tenía tu edad, nuestra familia Taisho no era reconocida y apenas habíamos obtenido el título. Para resaltar y ganar prestigio, tu abuelo me forzó a buscar matrimonio para colgarnos de las amistades de la que sería mi esposa y ganar más alianzas. Al igual que tú, yo deseaba obtener todo por mis propios medios y un matrimonio no era una opción. Pero todo cambió cuando conocí a tu madre.

Sesshomaru no había escuchado a su señor padre hablar de su madre nunca, literalmente. Ese era un tema delicado para su viejo padre que no podía superar aun la muerte prematura de la dama. Para ambos era un tema tabú, pero por alguna razón, quiso oírlo.

―¿Que ocurrió?.

―Tu orgulloso padre no pudo decir su nombre sin tartamudear y salir huyendo al ver a tan bella mujer. 

Era imposible imaginar al gallardo Inu no Taisho huyendo de una mujer, tal vez idolatraba a ese hombre, pero le costaba pensar que no siempre fue así. Inu no Taisho le contó diversos relatos acerca de su madre y sus memorias olvidadas. No conoció a su madre realmente y si lo hizo, lo había olvidado. Su padre jamás habló de ella y que lo hiciera era algo imposible de creer. Sentía la carga en su interior menos pesada, como si hablar de un amor que jamás terminó era lo suficiente para que todo dejara de importar. Todos mencionaban el amor, incluso Ayakashi y como no lo conocía, necesitaba saber si toda su confusión era provocada por ese etéreo sentimiento. Hablar con el duque estaba resultando más sencillo de lo que pensó.

―¿Cree que lo que tengo es amor? ¿Ese otro yo que me obliga a hacer cosas es en realidad amor?.

―No lo sé, averígualo tú mismo. ―Contestó. Tomó una pausa antes de hablar nuevamente. ―Cuando tu madre murió, me hizo jurar en su lecho que te daría todo el afecto que ella no podría darte. Pero fallé mi labor como padre y te forcé a ser de esta forma. Tu madre también me dijo que el amor llega de formas inimaginables, que no es posible elegir al dueño de tus pensamientos. Pero cuando lo encuentras y sientes esa calidez, es lo mejor que pudo haberte pasado. Es verdad todo lo que te digo, yo lo comprobé al casarme con tu madre. Por esa razón, hijo mío, si quieres algo, no dejes que nadie te lo quite.

―Voy a hacerlo, voy a comprobar por mí mismo que es lo que me ocurre. ―Se levantó de donde antes había estado con las fuerzas renovadas. ―Muchas gracias, señor. No volveré a fallar.

Dicho eso, se marchó con un peso menos y con una nueva convicción. Iría al ducado Fujimori, sacaría a ese sirviente que tanto daño y calidez le causó de donde sea que estuviera oculto, solo para comprobar si la desolación que lo abrumaba desaparecía con un beso suyo. Si llegaba a desaparecer al contacto, tendría la respuesta anhelada y ni todo el orgullo y odio que pudo llegar a sentir, evitarían que se hiciera con aquel chiquillo nuevamente. Porque los sentimientos y el anhelo que el otro general le transmitía eran demasiado agradables. Si una vez más gozaba del calor emitido por aquel sirviente, todo se aclararía.

Solo espera, Inuyasha. No podrás deshacerte de mí tan fácilmente.

Continuará...

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).