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El Sirviente del General. por Keiko Midori 0018

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Pasados dos días del accidente, Inuyasha despertó. Se sentía mareado y algo aturdido, su espalda dolía demasiado. Al revisar a su alrededor notó que estaba en la enfermería y las imagénes de lo que pasó, se hicieron presentes. Vio la puerta abrirse con cautela, se trataba de Koga que llegaba con una bandeja de comida.

—Veo que ya despertaste. —Habló al entrar pero evitaba su mirada, eso lo extrañó un poco.

—Siento que dormí una eternidad. —Se sentó y frotó sus ojos acostumbrándose a la luz. Le pareció extraño el comportamiento de Koga, evitaba su mirada y volteaba a la ventana de vez en vez. 

—No exageres, solo fueron dos días.

—¿Y a ti qué te pasa? Te estás comportando muy raro. —Lo vio suspirar con pesadez y peinar su flequillo hacia atrás.

—Se trata del accidente, ya se decidió que pasara con Ah-Un. —Inuyasha lo miró interrogante pero esperaba que le terminará de relatar los hechos. —Lo van a sacrificar. Ese animal cometió una falta grave y es imperdonable aun si es de propiedad de su excelencia.

—¿¡Que!? ¡No puedes estar hablando en serio!. —Vociferó. —Ah-Un solo es un animal que reaccionó de esa forma porque algo lo molestó. Si hubiera prestado más atención a mi entorno en vez de estar deseando que el general partiera de inmediato, nada de esto estaría pasando. —Era verdad, vio al corcel incómodo pero no hizo nada al respecto y tal vez, de haberlo hecho, nada de eso hubiera pasado. —¿Cuando?.

—Cuando venía para acá estaban por prepararlo. El general será quien lo degollé para castigar su falta.

Inuyasha se levantó ignorando el dolor en su espalda y los mareos producto de su reciente accidente. Ésta vez no se iba a quedar mirando cómo mataban a alguien, no sabía si su familia había sido inocente pero estaba completamente seguro que ese caballo lo era. Sabía que el general le tenía afecto, lo veía cepillarlo y hablarle como un igual, eso le había enseñado que hasta ese sanguinario hombre tenía un lado humano. No quería que él matará a su compañero de esa manera tan injusta.

—¿¡A dónde vas!?. —Koga trató de detenerlo pero no lo permitió, no se quedaría pasmado nuevamente.

—No voy a dejar que lo maten de esa manera tan vil. —Koga vio como se doblaba con dolor pero no obedecía y él sabía cuán terco podía llegar a ser ese joven. 

—Si vas, te azotarán por interferir en un castigo.

Lo ignoró. Salió de la habitación rápidamente y caminó lo más rápido que pudo hacia el patio de castigos, estaba seguro que ahí mantenían al caballo. Su espalda dolía, su cabeza se sentía pesada y tenía la sensación de que daba vueltas pero aun así no se rindió. Cuando su familia murió se había mantenido al margen, oculto como un vil cobarde. No volvería a repetir esa historia.

Logró llegar, había varios curiosos reunidos. El propio general y los soldados más allegados estaban ahí. En medio de todo estaba Ah-Un, estaba atado a un poste y sus patas atrapadas por los cepos impidiéndole el movimiento. Aún conservaba la montura ya que enloquecía al tocarla y por esa razón nadie había podido quitársela. El animal ya no se veía enérgico, ya no aparentaba esa hostilidad a la que tanto estaban acostumbrados, algo andaba mal con él y ver a Hojo alejado de la multitud con una sonrisa petulante le causó un extraño presentimiento.

El general que mantenía un brazo inmovilizado se acercó al animal, nadie notaba que sufría en silencio al hacer lo que debía, nadie notaba el temblor de su mano con la espada al momento de apuntarle al caballo. Nadie comprendía que era duro acabar con aquel que siempre estuvo a su lado, aquel ser que lo había salvado incontables veces y aquel que había recibido flechas por él. 

Cuando estuvo a punto de degollarlo algo, más bien alguien detuvo su movimiento.

—¡Alto!. —Inuyasha gritó lo más fuerte que pudo y se posicionó entre el equino y el general. Guardó dentro de sí el miedo a ese hombre y lo enfrentó.

Sabía que tal vez moriría pero no importaba, tal vez era su castigo por dejar que matarán a su familia y solo observar los hechos.

—Alejate, niño. Vuelve a la enfermería y deja esto a los adultos. —Masculló, no quería hacerlo más difícil.

—No lo haré. Él no tiene la culpa, algo debe andar mal con su silla porque no me atacó cuando lo preparaba, todo pasó cuando usted lo montó. —Cerró los ojos con fuerza al sentirlos nublados y su cabeza retumbar, debía alejar las emociones fuertes o sufriría un colapso. —Solo déjeme revisarlo. Sé que no lo hizo a propósito.

Todos murmuraban y  más al ver el semblante decaído del esclavo, a pesar de tener un aspecto deplorable, no dejaba de desafiar al general con la mirada.

—De acuerdo. Pero si llegas a equivocarte, tú compartirás su castigo. —Manifestó.

Inuyasha se acercó al caballo a pesar de sentirse mal y sentir que en cualquier momento caería al suelo. El caballo había luchado tanto con sus ataduras que ya no era capaz de moverse y al estar fuertemente atado era vulnerable y no podía defenderse. Con la dificultad de su vista ensombrecida y sus manos temblorosas logró desatarla. 

Todos miraron con sorpresa lo que pasó al quitarle la silla al animal, el lomo del corcel estaba hecho jirones. Profundas heridas eran escondidas por la montura de material permeable que había absorbido la sangre. Inuyasha se dejó caer de rodillas ante su propio dolor y por el sufrimiento del animal, estaba peor de lo que había imaginado.

—¡Traigan al veterinario! ¡Rápido!. —El general no podía creer lo que sus ojos veían, estuvo a punto de matar a un inocente. Había matado muchos inocentes antes pero nunca atentaría contra el animal, al mirar su hombro podía ver una cicatriz de batalla hecha por una flecha. 

Todos se movilizaron por orden del hombre. Lo dejaron solo junto a Inuyasha que estaba por colapsar, su cuerpo aún estaba delicado pero había valido la pena, al ver que Ah-Un no había herido de manera intencional a su jinete se salvaría del castigo.

Nadie notó al hombre que iba mascullando malas palabras al ver sus planes frustrados, todos estaban enfocados en la orden dada y por temor a su señor, la habían ido a cumplir todos a la vez.

Inuyasha estaba desfalleciente, sentía todo dar vueltas, sus ojos se sentían pesados y de la nada sintió unos brazos cálidos rodearlo. Por instinto se aferró al cuello de aquel que lo había alzado del suelo.

Sus ojos poco a poco se iban cerrando y él seguía aferrado a esa calidez que ese extraño brindaba, no tenía idea de que el general ignorando su propio dolor lo había alzado para llevarlo de vuelta a la enfermería. Poco antes de ser absorbido por la oscuridad, Inuyasha podía jurar que había escuchado un ''gracias'' de aquel que lo cargaba. Después de escuchar ese murmullo se desmayó, necesitaba reposo como bien lo había indicado el médico.

El hijo del duque llegó a la habitación donde se suponía debía descansar Inuyasha y lo dejó delicadamente en la cama, ¿Por qué se tomaba esas molestias por un sirviente? ¿Por qué algo dentro de él se contrajo al ver a ese niño desfalleciente? Eran preguntas a las cuales no tenía respuesta. Ese sirviente le estaba haciendo algo a su cordura y no podía entender lo que pasaba, necesitaba saberlo o enloquecería.

Lo miró por un rato, el sereno rostro durmiente y salió de ahí, aún necesitaba investigar lo que le había pasado a su fiel corcel y hacer pagar a aquel que había atentado en su contra y en ese joven esclavo. Cerró los ojos y respiró profundo, sus raros pensamientos lo azotaban nuevamente.

Inuyasha aun dormía, su cuerpo no había resistido tanta presión para mantenerse despierto y esas habían sido las consecuencias.

Koga había ingresado a la habitación después del general, le había resultado extraño verlo salir de ahí pero no era su asunto. Debía vigilar a su terco amigo para evitar que expusiera su vida y salud de nuevo. No quería que nada le pasará.

La causa de las heridas del caballo del general había sido encontrada. Una extraña lámina había sido instalada en la montura, al estar reforzada con puntas de hierro y sentir la presión por el peso del hombre sobre el caballo había causado todo el alboroto.

Esa extraña adición a la montura había causado todo, solo tres personas tenían acceso a esa caballeriza, una de esas tres personas había hecho todo eso, uno de esos tres tenía la culpa y de descubrirse, sería ejecutado sin derecho a juicio.

Continuará...

 

 


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