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El Sirviente del General. por Keiko Midori 0018

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Notas del capitulo:

Capítulo narrado desde la perspectiva del general.

El general seguía igual, estaba siendo atormentado por pensamientos extraños referentes a su esclavo y eso no le gustaba. No le gustaba pensar en ese niño de ojos claros, era por la simple razón de que ambos eran hombres y no debería pensar en eso. Por suerte las prácticas de torturas habían desaparecido por orden de su majestad pero, eso no quería decir que podía dar rienda suelta a sus pensamientos extraños y algunas veces, impuros.

Por lo menos, se iría por un buen tiempo. Debía extender los territorios de su majestad y los propios, eso lo mantendría ocupado. Lucharía en batallas y olvidaría a cierto ser que hostigaba su mente.

Con la convicción de alejar a ese sirviente de su mente, se dirigió a ver al teniente general para planear el siguiente ataque. Se irían en dos días. 

Llamó al cochero para ir a la ciudad, el sirviente preparó todo y lo llevó a una opulenta mansión en el mejor sector de la misma. Fue llevado al hogar de su mano derecha. Al llegar fue recibido por los sirvientes y guiado al estudio del amo del lugar. Al entrar lo vio revisar mapas con los territorios a conquistar.

—Sesshomaru, acompáñame a revisar esto. Necesitamos planear una buena estrategia.

—De acuerdo. Recuerda que el duque del lejano ducado Fujimori ha sido un hombre diplomático y ha expuesto una buena alianza. Estoy seguro que nos beneficiaría más que aniquilarlos. Según sé, tiene muchos aliados.

—Tienes razón. Aunque, estaba acostumbrándome a tomar los territorios por la fuerza.

—Bien, tenemos dos días para terminar de revisar las estrategias y no perder ni un solo detalle.

Ambos hablaron acerca del tema en concreto, establecían estrategias y demás asociados. Hubo un momento en el que el general dejó de escuchar al de menor rango al perderse en su mente. Se hallaba divagando en sus pensamientos, todo relacionado a cierto esclavo de ojos claros. Quería dejar de pensar en él pero tal parecía que haberlo visto semidesnudo le había causado cierta impresión muy dentro de él.

—¿Me estás escuchando?. —Se sobresaltó al escuchar la indignada voz de su mano derecha. Se recriminó por tener pensamientos ajenos al campo de batalla, él no era así.

—Claro, ¿Por quién me tomas?. 

—He dicho una sarta de tonterías y las aprobaste todas. —Contestó con cierto tono de obviedad. —A mí no me puedes engañar. Por más que seas mi superior, hemos estado juntos desde que éramos adolescentes. Te conozco incluso más de lo que te conoces a ti mismo.

—A veces odio que seas tan perspicaz. 

Le contó todo, el teniente general solo asentía o hacía una que otra pregunta sin importancia. Obviamente omitió la palabra ''esclavo'' y ''hombre''. No quería divulgar algo tan vergonzoso aun si el hombre frente a él tuviera su entera confianza y amistad. No derrocharía su orgullo de esa forma.

—¿Quién lo diría? El gran hijo del duque y general Sesshomaru Taisho es capaz de sentir atracción por alguien. —Se burló. —Creí que te casarías con tu caballo gruñón y ambos vivirían odiando a todo el mundo como siempre lo hacen. —Farfulló la última parte

—Te escuche, deja de bromear y sigamos con nuestro trabajo, su majestad espera buenos resultados.

Sin más que decir, continuaron con su labor. El general se sentía menos sofocado al haber sacado a la luz ese tema que lo aquejaba. Tal vez hablar con alguien respecto a sí mismo y no sobre guerra era algo bueno, eso había ayudado un poco con su carga emocional.

...

...

El día de su partida había llegado, el general estaba frente a la caballeriza acompañado de un par de soldados y el teniente general, esperaba a su caballo ensillado y listo para partir. Al ver quien traía al equino, trató de reprimir sus pensamientos. Su esclavo del cual no conocía el nombre, se le acercó y le entregó las riendas de Ah-Un. Se las arrebató, trató de ignorar su presencia y ver lo temeroso que estaba funcionaba un poco. Decidido a irse y olvidar lo vivido, se montó en el caballo pero con tan solo posarse sobre él, el caballo lo atacó tratando de tirarlo.

Trató de evitar a toda costa eso, sí Ah-Un lo tiraba significaría que había roto la regla que se le había inculcado en su entrenamiento y terminaría sacrificado. Luchó con él, se aferró a su silla y a las riendas pero el animal no daba tregua. Sus manos empezaban a doler por la fricción creada.

Poco después, terminó en el suelo. Su cabeza se sentía demasiado caliente y no podía mover un brazo, todo su cuerpo dolía y lo único que lograba escuchar eran los relinchos lastimeros de aquel animal que lo había protegido en batalla innumerables veces.

Fue auxiliado, no entendía el comportamiento del caballo y su repentino mal humor. Cuando estaba fuera de peligro vio algo que lo alarmó, aquel niño esclavo trataba de parar al enfurecido equino. Todos trataban de controlarlo pero ese niño estaba decidido a tomar las riendas que parecían látigos con el movimiento y el sonido que hacían al cortar el aire era algo de temer.

Cuando el esclavo fue golpeado por Ah-Un sintió su interior arder, necesitaba ayudarlo. No quería verlo en el suelo cubierto de sangre, no otra vez. Iba a ayudarlo pero se lo impidieron pues su cabeza aun sangraba y no quedo de otra que ir con uno de los médicos.

Se marchó al ver cómo levantaban al esclavo y lo llevaban a la enfermería, necesitaba atender sus propias heridas.  Al reponerse dio la orden de controlar al equino y muy a su pesar, prepararlo para lo inevitable.

Durante su estancia en su habitación, su padre fue a verlo. Le había dejado en claro que una acción como esa no podía ser pasada por alto, por mucho que apreciará a Ah-Un debía hacerlo, debía sacrificarlo.

...
...

Secretamente había solicitado información del esclavo herido, todo apuntaba a unas lesiones no mortales. Por ese lado se sentía extrañamente tranquilo.

Llegó el día decisivo, el día en que debía sacrificar a su fiel corcel.

El área de castigos estaba lista, el equino estaba inmovilizado y había varios curiosos en el lugar. Su espada estaba lista para lo inevitable, su mano temblaba ante lo que debía hacer. Cuando se disponía a dar el golpe final, alguien lo impidió. El niño esclavo estaba interponiéndose entre él y Ah-Un. Trató de alejarlo, trató de hacerlo más rápido pero él no colaboraba.

Cuando el esclavo mostró las heridas de Ah-Un, no lo podía creer. Su caballo era inocente. Ordenó que trajeran al mejor veterinario que pudieran encontrar para tratar esas horribles heridas.

Cuando se quedaron a solas, vio como ese niño colapsaba frente a sus ojos. Sin saber porqué, lo alzó. Su brazo dolía, eso no le importó en ese momento. Lo que en verdad importaba era ese niño y lo primordial era que debía regresar a la enfermería.

—Gracias. —Susurró al verlo durmiendo en sus brazos, le debía la vida de Ah-Un.

Cuando logró recostarlo en la cama, se sintió más tranquilo. Su brazo aún dolía, recién se lo habían acomodado. Pero, gracias al esclavo, Ah-Un se salvaría y eso haría de su dolor más llevadero.

Con su mano sana acarició la sonrosada mejilla del esclavo durmiente. Finalmente, salió de ahí. Necesitaba averiguar lo que había pasado, necesitaba averiguar sobre quién había osado meterse con su fiel compañero de batalla.

—Quiero un informe detallado, ahora mismo. —Exigió a los esclavos.

Le mostraron una lámina de acero con púas metálicas, eso era lo que había herido a Ah-Un.

—Quiero que investiguen lo que pasó, el culpable será asesinado por mi mano. —La mirada amenazante recayó en Koga y Hojo, ambos trabajaban con los corceles importantes.

Bien sabía que su niño esclavo no lo había hecho, esas acciones y esa mirada transparente se lo había dicho. Sabía que ese esclavo aún habiéndolo tratado tan mal, no sería capaz de atentar en su contra, sabía que él no sería capaz de herir a Ah-Un.

Sospechaba de todos, de los guardias nocturnos, del cuidador de los caballos y del recién adquirido esclavo. Debía estar atento a sus movimientos, quería justicia para Ah-Un, para el niño y para sí mismo.

—Excelencia, le juro que encontraré al culpable. No dejaré que ande libre después de lo que hizo. —Le dijo Koga con convicción, lo hacía por Inuyasha. Quería que aquel que había sido el culpable pagará, todo por haber mandado a ese niño a la enfermería.

—Eso espero. —Contestó.

No sabía porque pero ese esclavo le causaba molestia con tan solo verlo, odiaba siquiera escuchar su voz. No sé explicaba la razón de ello.

Mientras ellos hablaban, un esclavo los miraba con ira. Su plan era lastimar al hijo del duque. Nunca esperó el entrometimiento de Inuyasha, quería ver cómo asesinaban al caballo del general. Sabía cuán importante era ese equino para el hombre. Pero, la cosas no estuvieron de su lado y debía mantenerse al margen para evitar ser descubierto. No podía morir sin cumplir su acometido.

Continuará...

 


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