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Arcadia por endora

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La mañana llego y decidimos desayunar fruta, no queríamos ni ver la carne, por el momento. Después de señalar rutas en el mapa y darnos una ducha decidimos salir. Teníamos que recabar información y por qué no, tomar un poco de aire fresco. Aprovechamos para comer fuera.

Encontramos información de cómo el Acónito era conocido como el mata lobos, pero no había una razón satisfactoria o teoría que pudiésemos desarrollar sobre como úsalo esa noche.



Al volver al hotel por la tarde nos notificaron que habían dejado un sobre para nosotros en recepción, así que lo recogimos y subimos a la habitación.



“¿Crees que sea del Santuario?”



“Lo más probable” abrí el sobre y la mano me tembló ligeramente, le pase el contenido a Argol quien se quedó con la misma expresión de sorpresa que yo.



“Letha Megalos…” termino de leer la misiva, asentí “Esto es una trampa”



“Claramente”



“¿Y qué haremos?”



“Aceptar su invitación obviamente. Iremos a por esa lista. Nos están invitando a la cueva del lobo, y aceptaremos la propuesta” todo sonó más teatral de lo que esperaba, pero estaba decidido que iríamos.



Nos pusimos ropa más ‘cómoda’ para esa noche, unos jeans con unas chamarras de cuero, no había necesidad de ir en traje y con el cabello recogido. Dimos un repaso al mapa y estuvimos alertas de cualquier cosa, si sabían en qué hotel estábamos deberían saber más cosas, hasta podría ser que supiesen que veníamos de Santuario, lo más seguro es que estuviésemos siendo vigilados.



Esa noche decidimos llegar por la misma callejuela donde enfrentáramos la noche anterior al Lobo, no parecía que algo estuviese diferente a excepción de que la pila de piedras que había quedado de él ya no estaba.

Teníamos una obvia desventaja ya que aún quedaban dos noches de luna llena, pero no podíamos ir de día, no dejaba de ser uno de los barrios más concurridos por los turistas, si alguien nos veía entrar así seguramente creería que éramos ladrones y esas personas-lobo seguramente tendrían algún plan para hacernos ver como los malos y no quería que más personas resultasen heridas tampoco.

Subimos por el árbol y saltamos la barda una pequeño déjá vu me asalto cuando vi de nuevo esos ventanales de cristales con sus cortinas blancas semitransparentes ondear con el viento. De la forma más sigilosa que pudimos entramos en esa biblioteca, parecía que todo estaba exactamente como la noche anterior.



“Los estábamos esperando. Que falta de modales el entrar así. Con gusto les habríamos abierto la puerta” La silla del escritorio giro revelando a la mujer de la otra noche, debía de ostentar un puesto muy favorable en su jerarquía “Cualquiera diría que vienen a robar algo” sonrió de lado y chasqueo los dedos.



“Disculpe si no confiamos en ustedes y su hospitalidad madame” alce una ceja



“Sigo interesada en usted. Y su amigo recientemente llamo mi atención” apoyo sus codos sobre el escritorio, entrelazo sus dedos en el aire y los uso como base de descanso para su barbilla “Solo díganme que hicieron con Lykaios” sonrió de nuevo.



“Lo mismo que haremos contigo, perra” Argol no resistió más el tratar de estar en silencio, pero me saco una sonrisa esta vez.



“¿No me digas?” chasqueo los dedos de nuevo y la puerta de doble hoja se abrió, el chico larguirucho de anoche entro trayendo consigo una bandeja la cual dejo sobre el escritorio frente a Letha, ella hizo un ademan con su mano y el chico hizo una reverencia y se retiró cerrando la puerta, seguramente se quedaría del otro lado a espera de más chasquidos. Letha levanto la tapa de bandeja y el aroma a comida llego a nosotros, frente a nuestros ojos había un asado, Argol y yo hicimos una mueca de asco. En lo que a mí respecta sentí como una sensación de nauseas se iba apoderando de mi estómago hasta revolverlo completamente “¿Gustan? Es una receta familiar” sonrió de nuevo y trate de dominarme.



“No gracias” un ‘se lo que son’ asomo por mis labios.



“No acostumbramos comer niños” escupió Argol, lo que me hizo levantar una ceja. Vaya ironía, matarlos si, comerlos no.



La mujer nos miró sin mucha sorpresa, pero la comisura de su labio tembló “Oh, no es algo tan tierno querido. Seguramente la carne ya esté un poco dura” sonrió de nuevo.



“Bueno, no vinimos aquí para jugar a la comidita” miro con repugnancia el asado.



“¿Ah no. Y a qué vinieron?” deposito los cubiertos aun lado “Mi propuesta está sobre la mesa” nos miró con impaciencia contenida.



“¿Y tener que cometer canibalismo?”



“No querido, no es una novatada. El instinto sobreviene después de la transformación. Iré al grano, ustedes tienen cualidades que nos interesan. Y conocimientos. Les ofrecemos dinero, poder y una vida casi eterna” la mujer se levantó del escritorio y lo rodeo haciendo sonar sus tacos en la madera, se sentó sobre el mueble de robe con sus brazos cruzados sobre su pecho esperando una respuesta.



Era obvio que sabía que somos Caballeros, pero supuse que no sabía nuestras constelaciones “Quiero la lista” ella palideció un poco, así que si era importante después de todo.



“Esa lista solo la conocerán después de aceptar el trato” sus profundos ojos ámbar me miraban con la pupila algo dilatada,



“¿Qué exactamente obtendremos, o mejor dicho, para que exactamente nos necesitan? Nuestra fuerza vital…”



Sus labios delineados de un rojo oscuro se separaron y su risa lleno el lugar “No absorbemos la fuerza vital de nadie, la carne es carne. Solo es alimento” llevo su índice a sus labios pasándolo lentamente por estos “Nosotros, cada cierto tiempo buscamos un consorte, si es que aún no lo tenemos, no siempre está entre el clan alguno con quien podamos enlazarnos, si me entiendes” volvió a mirarme fijamente. Lo entendía, no era idiota.



Me acerque a ella con paso firme y pausado “La respuesta es no” levante mi mano y con el dorso le di un golpe lo suficientemente fuerte como para dejarla inconsciente.



“¡Mierda Misty!” Argol dio unos pasos adelante y la movió un par de veces con el pie “La noqueaste ¡Genial!” me dio un golpe en el hombro.



Sonreí con suficiencia “Leí que los licántropos solo adquieren fuerza descomunal al estar transformados. En su estado humano son tan vulnerables como cualquiera” la mire casi con rencor “Ayúdame a mover el escritorio, el tipo largurucho no tarda en entrar a ver porque no recibe más órdenes.



Atrancamos la puerta para tener tiempo de buscar la lista, fui al secreter y ahí seguía, sin llave. Supongo que pensaron que en una mansión llena de hombres lobo no habría nadie tan idiota como para robarla, y henos aquí, un par de idiotas con la lista en sus manos.



“¡La tengo! Pero toma todo lo que se vea significativo”



Nos llevamos algunos libros encuadernados en piel, hojas sueltas y además rompimos los seguros de los cajones del escritorio y nos llevamos unos diskettes. El alboroto se comenzó a escuchar del otro lado de la puerta.



“¡Vámonos!”



“¿De verdad creen que se van a escapar?” la mujer había recobrado el sentido y se arrastraba un poco intentando asirse de algo para erguirse, me miraba con profundo odio.



No dijimos nada y salimos corriendo hacia el jardín, el cual estaba lleno de personas, allá en el claro. Instintivamente volteamos al cielo y vimos la luna llena dejando salir su figura y brillo de detrás de unas nubes que eran arrastradas por el viento.



“Es hora de llamarlas, están hechas de aleación de plata, así que serán aún más efectivas contra ellos, un buen escudo… eso espero” llamamos a Lagarto y Perseo que llegaron casi al instante a protegernos.



“No saldrás vivo de aquí” Letha se había puesto de pie y salía al rellano. Los vimos transformarse frente a nosotros, un coro de chillidos, huesos rotos, lamentos y gritos que culmino en aullidos.



Tragamos duro, pero estábamos listos para lo que seguía. Teníamos que esperar a que estuviesen a una distancia prudente. Argol se puso delante mío y se dio la vuelta, sus ojos verdes se fijaron en los míos, una luz salió de su espalda y con su poderosa visión nocturna esos hombres lobo comenzaron a transformarse. Yo estaba a la espera de que alguno se hubiese ido por sobre la barda, que nos sorprendiera por detrás o por los lados, tenía que cubrir la espalda de Argol, como él cubría la mía. Pero poco a poco todos comenzaron a transformarse.

Los chillidos de dolor volvieron a escucharse, gemidos lastimeros, vi como algunos se llevaban las garras a los ojos arrancándolos de sus cuencas mientras se retorcían de dolor. Pero era en vano, ya la habían visto, Medusa era implacable. Terminaron transformándose en piedra. La que más tardo fue Letha que corrió hacia nosotros con sus ojos ambarinos arañados y sangrantes, pero ni siquiera ella pudo contra Medusa, quedo ahí, a unos metros de nosotros.



El tipo larguirucho salió de la biblioteca gritando, llamando a su ama, pero esta mas nunca le volvería a chasquear un dedo, estaba muerta. Él también miro a los ojos verdes y mortíferos de Medusa quedando ahí, a los pies de su señora, como lo que era, su perro.



Camine lentamente a Letha, cuando el brillo de los ojos de la Gorgona había dejado de alumbrar, cuando los había cerrado en espera de la próxima orden de su portador. No sabía si Perseo me habría transmitido su sadismo, pero con la punta de mi dedo toque la estatua de mujer-lobo y la destruí en miles de pedazos, ni el polvo quedaría de ella.

Con desgana patee la cabeza del larguirucho volándosela.



“¿Las destruiremos todas?” cuando iba a contestar un ruido nos hizo mirar hacia los pisos superiores de la mansión, había personas dentro y un fuego comenzaba a extenderse.



“Eliminan pruebas…”



“Vámonos”



Volvimos a brincar la barda y de ahí al árbol, al llegar al piso íbamos corriendo con ropas normales y Lagarto y Perseo se habían regresado a la paz de su Pandora Box a la espera de nuestro regreso a su lado en el hotel. Corrimos sin detenernos por la callejuela hasta doblar a la izquierda en la avenida.



Tomamos un taxi para tratar de ‘disimular’ en el hotel, lo cierto es que no sabíamos que tan grandes eran los alcances del ‘clan’ como lo llamo Letha. Entramos lo más normal que pudimos, como si en la pequeña mochila que cargaba Argol y en los bolsillos de mi chamarra no lleváramos información de un antiguo clan que se dedicaba a cazar y practicar fiestas caníbales.



Al entrar tome el celular que siempre estábamos obligados a llevar con nosotros, un Cooper de Motorola lo había dejado cargando en la habitación desde la noche anterior. Pulse cada digito con decisión bajo la mirada penetrante de Argol. Escuche tras la bocina y colgué.



“¿Y Bien?”



“Era una grabación, me dieron un numero de muelle y nombre de una embarcación. Hay que llegar ahí en máximo una hora”



Nos quitamos la ropa y la lanzamos al fondo de unas maletas pequeñas, nos pusimos ropa más formal, pantalones, una camisa de cuello de tortuga azul oscuro en mi caso él llevaba una negra, además de un abrigo largo en verde olivo.

Guardamos la información que llevábamos en el lugar más seguro las ‘Pandora Box’, todo lo demás lo dejaríamos ahí, no nos serbia de nada y estábamos seguros de que irían a por nosotros, quienes quiera que fuesen los que habían iniciado el incendio. Viajar con una caja gigante de plata no es lo más común en el mundo, pero no había de otra teníamos que movernos rápido y no había tiempo de buscar alternativas de transporte.



“Lis…” Argol me interrumpió besándome bruscamente, su cara choco contra la mía casi con violencia. Abrí la boca para recibir ese intempestivo beso.



Tomo mi cabello y jalo con brusquedad “Cállate, maldita sea…” jadeo un poco “Estoy feliz de que no nos hayan devorado o convertido esas cosas y tu simplemente no dejas de hablar…” paso su lengua por mi quijada hasta volver a tomar mis labios. Desgraciado, me prendía que hiciera eso. Lo tome de los hombros y nulo cuidado lo pegue contra la pared, jadeo un poco pero sonrió en el beso, me acerque más pegando nuestras pelvis en el proceso sintiendo el deseo mutuo por encima de los pantalones. Hasta que el beso se rompió.



“Es hora” dije sin mucha convicción, pero era cierto. Tome el móvil y lo arroje al piso, le di un fuerte pisotón para que no quedaran más que piezas inservibles “Vamos” salimos por la ventana hacia la escalera de incendios. Nuestros pasos se escuchaban atronadores en el silencio del oscuro callejón.



Corrimos hacia la avenida que nos llevaría a tomar el camino hacia los muelles. El Santuario tenía mucho que explicarnos al llegar.







Fin


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