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Mi hermana y su novia por SexyYuri

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Capítulo 3

 

—Esto no se ve nada apetitoso. No es por ser maleducada, pero ¿por qué no comemos algo más… rico?

No se me conocía por ser sutil. Cuando vives en una casa cuyos padres se la pasan criticando a todo mundo, terminas desarrollando cierta facilidad para expresar tu fastidio. Y eso hice  delante de la ensalada de col que Grace había preparado con falso cariño para mí.

—Es saludable y baja en calorías. Hará que dejes de subir de peso.

¿Me llamó gorda? Por su arqueamiento de ceja y su sonrisa ladina, yo diría que sí.

Antes de llegar, traté de quitarme la idea de que Grace era odiosa. Después de todo, mi hermana debía tener buen gustó con las chicas. Terminé imaginando que su amante sería… no lo sé. ¿Un bombón cubierto de chocolate?

Al final, terminó siendo un chicle pisado en la carretera.

Grace era inteligente y atlética. Su piel, del tono del caramelo, se disolvía con sus ojos esmeraldas y su melena de rizos negros. Llevaba una blusa delgada, algo escotada que reveló la curva superior de sus pechos. Pechos rígidos en los que mi hermana se colgaba como recién nacida. Pensar en eso terminó provocándome escalofríos y calor en las mejillas. La mirada de Grace era maravillosa, igual a la de una mamá cariñosa y estricta al mismo tiempo. Era una persona indescifrable. Costaba creer que Selena se hubiese ganado su corazón.

—No la molestes. No está acostumbrada a comer esto.

—Supongo que podemos hacer una excepción por hoy —resopló sin que la idea terminara de gustarle—. ¿Qué quieres cenar?

—Una hamburguesa.

—¡Ay, sí! —Exclamó Selena—. Por favor, Grace. Hace tanto que no comemos una Cajita Feliz.

—Sólo te permito una en tu cumpleaños —cruzó los brazos en un gesto teatral. ¿Realmente se lo estaba pensando o sólo era parte de una actuación para verse cool?

—¿Y bien? —Insistí.

—De acuerdo. Hay un McDonalds a tres cuadras de aquí —sacó su billetera y le dio dinero a mi hermana—. A mí me traen un helado pequeño. No tarden. Ya es de noche.

—¡Sí! ¡Te amo! —Selena le dio un simpático beso. Casi me atraganté con mi té. Era la primera vez que contemplaba un beso lésbico en la vida real. El chasquido de sus bocas al separarse sonó por todo el comedor—. Vamos, pulga.

Era una noche fría. Mi primera noche lejos de casa. ¿Realmente estaba sucediendo?

—¿Cómo están los viejos, Hope?

—De aquí para allá. Todo te lo cuento por mensajes. No hay mucho que decir. Mamá no quería que viniera. Piensa que lo que tienes es una clase de enfermedad.

—¿Y no me echan de menos?

—Nunca hablan de eso.

Mi respuesta causó una mirada deprimente en mi pobre hermana mayor. Mi corazón se deshizo como una pasita, así que la tomé de la mano e hice que me mirara a los ojos.

—Lo único que importa es lo que piensas de ti misma. Si eres feliz con Grace, no tienes que rendirle explicaciones a nadie.

—Es sólo que siento que ya no formo parte de la familia.

En ese momento comprendí que, sin importar lo que dijera, no iba a convencer a Selena de que no tenía nada de qué preocuparse. Mi hermana no necesitaba consejos, sino abrazos y cariño. Y de eso tenía mucho.

La envolví y pegué mi nariz al canalito de sus pechos. Su piel olía a manzanas. Era un aroma que echaba de menos. El perfume del amor. ¿Cuándo fue la última vez que mis padres me abrazaron? ¿Cuándo fue la última vez que sentí su calor fundiéndose con el mío? De repente, era yo la que se estaba poniendo mal.

—Gracias, pulga —Selena acarició mi espalda y besó mi frente—. Tu apoyo es todo lo que necesito.

Compramos las hamburguesas y regresamos a la casa. El vecindario en que el Selena había decido vivir era tranquilo y silencioso, con grandes árboles estirándose hacia el cielo y entrelazando sus ramas para crear una especie de túnel natural a lo largo de la calle. Las casas eran parecidas las unas a las otras, muy bien conservadas. No se parecía en nada al barrio donde vivían mis padres. Ahí, en vez de paz, había muros llenos de grafitis, pandillas en cada esquina y vecinos tóxicos que robaban internet o electricidad.

—Me va a encantar vivir aquí.

—Mañana comenzaremos con la rutina. Te llevaré de compras. Vi la ropa que trajiste y ya está percudida.

—Mi ropa no tiene nada de malo. Me gusta mi estilo.

—¿El estilo hombre?

—¿Qué tiene de malo usar jeans y camisas unisex?

—Nada, nada —rió Selena—. Es sólo que me gustaría ver una nueva versión de ti, y podemos empezar cambiando un poco tu aspecto.

—Uhm… suena bien.

—Y te compraré algunas tangas, para que dejes de usar calzones de abuelita.

—¡Eh! Son cómodos.

—Ya están pasados de moda.

Reímos, a pesar de que mi corazoncito estaba derramando lágrimas de cocodrilo. ¿Realmente vestía de manera anticuada? Bueno. Ciertamente no le tenía miedo al cambio. Mi hermana tenía buenas ideas.

El rugido de un león me hizo palidecer.

No era un león.

Era un Mustang del 67 cuyo motor bramó desde la esquina y aceleró en dirección a nosotras. Se estacionó al otro lado de la calle. Era un auto increíble, de un color rojo agudo como si acabase de salir de una carnicería. Detrás del volante había una chica que nos miraba fijamente.

Selena le sostuvo la mirada. El motor del Mustang gruñó cual un animal enjaulado. Creí que sus pistones reventarían. Luego, quemando sus neumáticos, el clásico se lanzó y se perdió dando la vuelta por esquina.

—¿Y a esa loca qué le sucede? ¿La conoces?

—Se llama Beth —respondió mi hermana tras un largo y triste suspiro.

—¿Y estás bien?

—Sigamos caminando —evadió mi pregunta—. Las hamburguesas se enfrían.

 

 

Notas finales:

buen, dejaré estos tres, si quieres leer más, sólo comenta y con gusto subiré mas de esta historia! gracias, tu apoyo es importante :d 


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