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Mi hermana y su novia por SexyYuri

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Capítulo 2

 

Tras cuatro horas de un cansado viaje en autobús, por fin llegué a la casa de Selena. Era una bonita construcción de madera, con una cerca blanca rodeando el terreno y un jardín un tanto descuidado en el que crecían flores y hierbas silvestres. Me vi podándolos un día de estos. Con seguridad, mi hermana me pondría a trabajar como mula. Sólo así podría pagarle el alquiler.

Conocer a la novia de Selena me puso un tanto nerviosa, especialmente porque nunca había hablado con ella. Después de que mis padres se opusieran a su relación, Grace nos había tomado un poco de filo a todos. Por eso, deseaba causarle una buena impresión y había pasado a una repostería para comprar un delicioso pastel de queso. ¿Cómo podría odiarme después de semejante muestra de cariño?

Llamé al timbre y esperé. Mis manos sudaban y mis piernas no dejaban de temblar. ¿Qué tanto habría cambiado Selena en dos años?

La puerta se abrió, y vi a mi hermana por primera vez después de un largo tiempo. Incluso pareció más alta y delgada. Tenía los brazos cruzados y una expresión de acero en su rostro ovalado, de facciones  agraciadas y simétricas. Sentí envidia, pues en comparación, yo era como una copia arrugada y vieja.

Sí, lo sé. ¿En dónde se quedó mi autoestima?

—Perra —le saludé con una inclinación de la cabeza.

—¿Zorra?

Cuanto amor.

Su rostro de iceberg no duró mucho. Sonreímos y procedimos a hacer nuestro saludo secreto. Básicamente consistía en chocar los puños, golpearnos con la cadera, empujarnos con los pechos y darnos una nalgada bien fuerte. Cuando lo hice, me pareció que el culo de Selena estaba hecho de piedra.

—¡Mocosa! —Chilló de alegría y me abrazó con tanta fuerza que me despegó del piso—. ¡Al fin llegaste! ¿Tuviste problemas para encontrar la casa?

—Ninguno —respondí, acomodándome el cuello de la blusa—. Mírate. Estás más… ¿guapa?

—Sí, he bajado algo de peso. Y tú ve ves un poco… eh…

—Dejémoslo así —levanté el brazo donde tenía la caja del pastel—. Mira, traje un postre.

—¡Guarda eso!

Agarró el empaque y se apresuró a meterlo junto conmigo a la casa.

—¿Qué? Es un pastel, no un kilo de marihuana.

—Gracias, pero Grace no come nada de azúcar. Es un tabú —abrió el empaque y aspiró el olor del glaseado—. Ah, carajo. Es delicioso. Aprovechemos que no está y comámoslo todo.

—¿Y si primero me muestras mi habitación?

—No seas quisquillosa. Primero la comida. No he consumido nada dulce en… oh, ni siquiera puedo recordarlo.

Selena me llevó a su cocina y partió dos trozos de pastel. Rápidamente guardó el resto en la nevera, justo al fondo y luego de cubrirlo con un montón de bolsas de vegetales. Su despensa consistía en una rica variedad de frutas y legumbres. No vi una sola Coca-Cola. ¿Cómo podría vivir la gente así? Yo necesitaba comerme al menos un chocolatito al día para mantener la cordura.

—¿Y en dónde está tu novia?

—En el gimnasio.

—Perfecto —le di una mordida a mi pastel—. Me inscribiré. Necesito bajar un par de kilitos.

—Tonterías, si estás casi tan guapa como yo.

Era cierto, aunque saberlo no dejaba de ser doloroso.

Platicamos durante un rato mientras luchábamos por comernos el pastel. No pudimos. Lo poco que quedó, se lo regalamos a Billy, un niñito de diez años  que era el vecino de Selena.

 Después de eso, me enseñó mi habitación, en el segundo piso. Estaba al lado del dormitorio que Grace compartía con mi hermana.

—¿Puedo ver tus aposentos, bella mujer?

—Regla número uno: no se entra a mi habitación sin permiso.

—¿Por qué? —Sonreí juguetona—. ¿Podría encontrarte tijereando con Grace?

Mi chiste no le provocó más que una sonrisa triste.

—¿Qué pasa?

—Nada —contestó.

Me ayudó a desempacar. Había acondicionado la habitación para mí: sábanas y cortinas limpias, una mesita de trabajo y un armario para poner mi ropa. Era austero, pero no necesitaba más para ser feliz. Aquí no habría gritos que me sacaran de mis casillas, ni reclamos de ningún tipo. Paz y tranquilidad.

—Ya, dime —insistí. Mi hermana no había quitado su mirada de perrito abandonado.

—Bueno… es difícil de decir.

Nos sentamos en la cama y nos tomamos de la mano.

—Sólo di lo que sientes. Espera un momento, ¿me vas a pedir que me vaya?

—No, no. Claro que no. Estoy muy contenta de que hayas decidido venir a vivir conmigo. Te he echado tanto de menos —volvió a abrazarme. Olía muy rico. Quizás era por el pastel—. Es sólo que me da  vergüenza. Me fui y te dejé con esos locos.

—Olvídalo. Cada quien con sus decisiones. Tú eres mi familia y vivir aquí será un gran cambio.

—¿En serio?

Las dos nos sonrojamos. Siempre había sido así. A Selena le costaba revelar sus sentimientos. Yo, por el contrario, era muy buena expresándome.

—Sí. Será como cuando éramos niñas y jugábamos a la casita. Extrañamente…tú eras la esposa.

—Creo que siempre he tenido gustó por las niñas.

Hice una pausa en tanto recordábamos viejos tiempos. Mi infancia había sido la época más feliz de mi vida. Sin contar los golpes que me daba mi papá cuando me portaba mal.

—¿Eso es lo que te preocupa?

—No. Hope… ¿me aceptas como soy?

—¿Una perra?

—¡Hope!

—Es de cariño —abracé a mi hermana mayor y le di un cariñoso beso en la mejilla—. Te acepto tal y como eres.

—¿En serio?

—Sí. Y si tengo que confesarte algo, me pongo loca cuando veo a Scarleth Johansson.

—Cualquier chica se mojaría con sólo imaginarla en traje de baño.

Volvimos a reír. Lo de Scarleth era cierto, pero sólo decidí mencionarlo para bajar la tensión. Selena creía que toda la familia la odiaba por ser como era. Pues bien, yo quería demostrarle que la amaba por sobre todas las cosas.

Estábamos en pleno abrazo fraternal cuando oímos una voz subir por las escaleras.

—¿Mi amor? ¿Por qué hay platos sucios en el fregadero y que tienen restos de pastel? Si estás comiendo azúcar, sabes que te voy a dar unas buenas nalgadas en la cama. ¿Amor?

Grace se asomó por la puerta, y mi intento por causarle una buena impresión, se fue al caño.

 

 


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