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La rivalidad que crea la atracción por ArtemiaCelosia

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Severus se sobresaltó al escuchar algo chocar contra el vidrio de su ventana. Acostado en la cama, decidió darse la vuelta y considerar que se trataba del viento, pero el choque volvió a ocurrir. Se levantó y miró por ella, encontrándose a Black haciéndole señas para que bajase. Miró el reloj, las tres de la tarde. «¿Se puede saber…?». Sus pensamientos fueron interrumpidos con una nueva piedra chocando contra el cristal. Sin saber porqué le hizo una señal con la mano para que se detuviese. Bajó de su cama y abrió la puerta que daba al pasillo, comprobando que el lugar estaba en completo silencio. Se dirigió al cuarto de su padre y al baño, notando como no había nadie. Se asomó con cautela para ver el salón vacío. Recogió uno de sus pijamas negros del cuarto de matrimonio y se lo colocó rápidamente, temeroso de que su padre volviese y encontrase a Black de nuevo en su puerta.

 

Llegó a la puerta de entrada, percatándose de que se encontraba cerrada. Buscó las llaves en el cajón, pero no se encontraban allí. Suponía que era parte de su castigo. Miró con temor al salón, el único lugar donde la ventana no tenía cadenas, pues su padre solía ocupar ese sitio y por ello él no solía visitarlo. Abrió el cierre lo más sigiloso que pudo, sin evitar hacer algo de ruido, sin embargo nada se escuchó en la casa.

 

—Te ha costado. —dijo Sirius apoyándose en el marco de la ventana.

 

—¿Acabas de saltar la verja exterior? —El Gryffindor asintió—. ¿Qué haces aquí, Black? Debes marcharte.

 

—En realidad… —Sirius mostró su brazo sangrante, dejando sin palabras al moreno—. Tu verja está muy afilada. Necesito ayuda.

 

—Pues no la vas a recibir de mi parte, Black. Debes irte y dejar de golpear mi ventana.

 

—Sólo necesito limpiar la herida y vendarla. Sé que estás solo en casa. Seré rápido.

 

Severus negó con la cabeza, recordando a Lucius cuidándole aquel día en el baño, sintiendo ganas de llorar por encontrarse en aquella situación sin estar preparado para afrontarla. Para Lucius había sido fácil, para él resultaba tan agobiante. Mucho más estando en aquella casa.

 

—Mi casa está lejos. Necesito ayuda de verdad.

 

—No voy a permitir que entres. Vete.

 

—Te prometo que no contaré nada. —dijo Sirius sintiendo la preocupación del chico. Aunque la herida era real y no había sido buscada de forma intencional, estaba claro que no iba a desaprovechar la oportunidad para intentar acercarse a Snape y así poder conseguir alguna evidencia de lo que estaba pasando.

 

Tras unos segundos en silencio, Severus miró al suelo.

 

—¿Puedes hacerlo solo? —preguntó observándole de reojo. El Gryffindor asintió—. No hagas ruido. —dijo permitiéndole entrar a través de la ventana y cerrando la misma para dejarla como estaba anteriormente.

 

Sirius observó la casa, notando cervezas vacías por el suelo. Todo estaba desordenado y lleno de polvo. Se extrañó del pijama negro del chico, pues constaba de manga y pantalón largos en una época algo calurosa. Siguió a Severus quien le guió a unas escaleras. Caminó tan despacio como pudo, imitando los movimientos del otro, que a su parecer caminaba con dificultad, hasta que llegaron a un pequeño baño.

 

—Date prisa. —Severus cerró la puerta, esperándole fuera.

 

Abrió el agua y limpió la herida lo mejor que pudo, notando que la sangre continuaba brotando.

 

—Snape, esto no deja de sangrar. —dijo abriendo la puerta y permitiendo que Severus observase su herida—. ¿Tienes vendas?

 

—Está en el cajón del espejo. —Severus miraba al suelo. No quería ver su reflejo por ningún motivo.

 

Sirius abrió el armario extrañado con su actitud, cogiendo la venda que allí se encontraba y enrollando su brazo sin mucho cuidado.

 

—¿Podrías ayudarme a atarla? —Le preguntó teniendo la herida ya cubierta en su totalidad. Severus tomó algunos segundos en hacerle una seña para que se acercase a él, haciendo un pequeño nudo en la tela. Sirius aprovechó el momento para observar su piel, notando que su cuello estaba algo amoratado, con un color que evidenciaba que se trataba de algo reciente, y notando una herida en una de las sienes.

 

—El tipo que me echó de la casa… ¿Es tu padre? —Vio la molestia evidente del Slytherin—. Te he prometido que no voy a contar nada.

 

—Claro, seguro que tus amigos y tú no vais a aprovechar todo lo que sabes para seguir molestándome. —respondió irónico.

 

—James no sabrá nada porque yo no diré nada. Haré como si todo esto no hubiese sucedido.

 

Severus negó con la cabeza, sin llegar a creer en sus palabras.

 

—Vete, por favor. No vuelvas más. —Su voz denotaba tristeza. Parecía rendido, como si ya no le importase las burlas que todo aquello traería. Estaba harto.

 

El herido asintió, considerando que tenía pruebas suficientes para hablar con Dumbledore, además de sentirse algo más tranquilo al volver a ver a Severus, aunque su estado no presagiaba nada bueno. Quería indagar, pero su amigo ya le había advertido que no era buena idea.

 

—Gracias por la ayuda, Snape. —dijo antes de bajar las escaleras y salir con cuidado por la ventana, siendo acompañado en silencio por Severus, quien volvió a cerrar tras su marcha.

 

Subió las escaleras y se dirigió directo al baño. Tapó el espejo y lo abrió, dejando la venda en su sitio. No parecía que hubiese sido usada, esperaba que su padre no se diese cuenta. Limpió el lavabo, asegurándose que ni una gota de sangre quedase visible. Después fue al cuarto de su padre, retirándose el pijama y dejándolo tirado con el resto de su ropa que allí se encontraba. Miró el lado de la cama de su madre, percatándose que no había nada en su mesilla de noche. Se acercó abriendo el cajón, encontrándolo vacío. Fue al armario, sin querer creerlo.

 

«¿Me ha abandonado?». Ni una sola prenda de ella se encontraba allí. Ni siquiera sus zapatos. Volvió a su cuarto sin poder creerlo, lanzándose de nuevo a su cama.

 

 

Había pasado dos semanas limpiando la casa, lavando la ropa, cocinando para su padre y comiendo las sobras que este dejaba. Hacía todo lo que su madre realizaba anteriormente. Tobías jamás había mencionado a Eileen desde que Severus había llegado y no parecía tener intenciones de dar explicaciones. Había vuelto a entregarle la ropa hacía dos días, lo que le hacía sentir incluso agradecido por volver a ser tratado como si de una persona se tratase.

 

Sirvió el plato de su padre y tomó asiento en el lateral, continuando la rutina de habían tenido todos los días.

 

—No volverás al colegio. —concluyó Tobías.

 

Severus apretó sus labios sabiendo que no podía responder. Sentía su corazón partirse al saber que Tobías ya no estaba dispuesto a dejarle marchar. Imaginaba sus días encerrado allí, teniendo ganas únicamente de morir.

 

Su padre fue a acostarse temprano, cerrándose en su cuarto y permitiéndole quedarse en la cocina para que limpiase. Estaba recogiendo los platos intentando no molestarle mucho, pues sabía que no dudaría en bajar y golpearle si no le dejaba dormir. Abrió la alacena para colocar unas hortalizas que había comprado su padre, dejando las bolsas desperdigadas por la cocina. Observó una pequeña caja de galletas que parecía no ir allí. La cogió con delicadeza, observando el pasillo vacío. Ya podía escuchar los ronquidos de su padre. Abrió la tapa y encontró un papel en su interior.

 

“Querido Severus;

 

Lamento tener que escribir esta carta y no poder decírtelo en persona. No quiero que pienses que te he olvidado, aunque entendería que lo hicieras. Tu ida a Hogwarts fue triste y los días se hicieron insoportables. Espero que comprendas mi huída y que me perdones por todo lo que he permitido que pasara.

 

No quiero aguantar más aquí y no puedo llevarte conmigo. Habla con Albus Dumbledore, pide ayuda y no vuelvas nunca más.

 

                        Te quiere, tu madre.”

 

Severus secó sus lágrimas, casi sin poder creerlo. ¿Realmente le había dejado allí? Sabía todo lo que Tobías le haría pasar por su abandono y aún así… No pudo evitar sentirse poco protegido, abandonado a su suerte, solo. Guardó la carta en la caja y la volvió a dejar en su lugar, por si su padre la había descubierto antes que él. Dudaba que en ese caso la carta estuviese intacta, sin embargo pensó que podría tratarse de una trampa.

 

 

El Gryffindor abrió los ojos, notando que aún era temprano. Por fin, último día de vacaciones. La casa estaba sumamente animada, pues Regulus entraba ese año a Hogwarts. Por supuesto irían a desayunar a una cafetería muy exquisita para celebrarlo. Sirius se levantó de la cama cuando la casa se quedó en silencio, dirigiéndose a la ducha y preparándose un desayuno mediocre que le hacía más feliz que toda aquella pantomima.

 

Alistó su maleta, dejando algunos banderines de Gryffindor allí, únicamente para molestar a sus padres. Tomó cada una de las cartas de sus amigos, que guardaba con mucho cariño, dejándolas entre libros para que no se arrugasen. Sus mayores tesoros eran ellos, su familia podía irse al cuerno.

 

Se dirigió a la entrada, maleta en mano, con un presentimiento negativo que no se marchaba de su pecho.

 

«¿Olvido algo?», se preguntó algo confuso. Revisó una y otra vez sus pertenencias y todas estaban en su lugar.

 

No tardó en percatarse de dónde provenía el presentimiento, pues el autobús llegó y en cuanto se subió y buscó al Slytherin con la mirada se percató que estaba totalmente vacío.

 

—Archie, ¿no ha venido Snape? —preguntó confundido.

 

Archie, quien se encontraba subiendo su maleta y atándola, le miró de una manera que no supo descifrar.

 

—Su padre nos ha dicho que no irá a Hogwarts.

 

—¿Cómo? Debe tratarse de un error. Yo hablé con él y…

 

—Los padres mandan, chico. —Sirius bajó del autobús inmediatamente, no sin antes preguntarle la ruta del autobús—. No puedes irte tú solo por ahí. ¿Cómo vas a llegar?

 

—Sé de una chimenea que me dejará cerca del Callejón Diagon. ¿Podrías recogerme allí?

 

Archie asintió diciendo que eran los más rápidos del lugar, sin embargo tenían órdenes claras del director. Debían seguir la ruta.

 

—Dile al director que me escapé y fuiste a buscarme para velar por mi seguridad o cualquier cosa así. Nos vemos allí, Archie. —En cuando pronunció la última palabra salió corriendo, dirección a casa de Snape.  

Notas finales:

¡Nos vemos el viernes! :D


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