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La rivalidad que crea la atracción por ArtemiaCelosia

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Tras la comida los cuatro chicos se habían vuelto a escapar por el lugar comercial, sin siquiera esperar a descansar un poco. Los padres de James le habían agradecido mucho el detalle y por supuesto les permitieron volver a irse, con las mismas condiciones de antes.

 

James, tal y como había jurado, se comportó y pasó de largo de la tienda de Quidditch, aunque no pudo evitar observarla de reojo. Toda su fachada le parecía realmente hermosa.

 

—¿Veis algo de interés? —preguntó Remus ojeando algunas tiendas.

 

—Alguna cosa, pero mi chico me mataría si uno de sus regalos sale de esa tienda —bromeó señalando a una sensual boutique de ropa interior.

 

—Aún no me puedo creer que un puritano salga con Sirius. —James caminó hacia el lugar que Peter le dirigía, alzando su labio al ver aquella tienda poco cuidada—. ¿Dónde diablos me llevas?

 

—¡Una librería! ¡Podemos ver si hay algo de información sobre los animagos! —exclamó Peter soltándole de la manga y parándose tras Sirius y James, que ya tenían una mueca desagradable en el rostro.

 

—Sería buena idea. —Remus fue por sí solo—. Quizá podrías encontrar algo interesante. Dijiste que a tu pareja le gustaba bastante la lectura.

 

—Pero quería algo más especial…

 

—Sólo un vistazo, Sirius. Buscaremos entre los cuatro. Tú busca algo para tu pareja y nosotros buscamos algo sobre los animagos. En diez minutos estamos fuera.

 

Ingresaron a la pequeña tienda, repartiéndose por ella para buscar en el menor tiempo posible para no escuchar quejas. Sirius se centró en la sección de pociones, aunque visualizó un poco de criaturas mágicas y herbología, puesto que eran cosas algo relacionadas con la pasión de Severus. Revisó por encima, pero no había nada que llamara su atención. Todos eran libros algo viejos y además se podía ver en las estanterías que se acumulaba el polvo.

 

«Es extraño que una tienda así esté en la zona comercial», pensó tomando un tomo, leyendo la sinopsis.

 

James se acercó a él, preguntándole si había encontrado algo interesante. Suspiró al verle negar con la cabeza. No es que odiaran estudiar, pero estaban de vacaciones en París y querían disfrutarlo totalmente.

 

—Vamos a buscar a Peter y Remus. Si ellos no han encontrado nada, nos largamos —comentó el de gafas.

 

Al parecer sus amigos se habían adelantado, ya que se encontraban pagando un libro en el mostrador. El hombre que les atendía resultaba extraño, como si tuviera mucho que esconder.

 

—No sé cómo se sostiene una tienda así en este lugar —susurró Sirius a su amigo, dirigiéndose con él hasta la salida.

 

—Es muy extraño. Como si no perteneciese a esta calle —contestó James.

 

Ya estaban fuera cuando comenzaron a visualizar más tiendas, para ver cuál sería la próxima que visitarían.

 

—¿Y si visitamos aquella boutique? Quizá encuentras algo allí —sugirió sin saber muy bien cómo ayudarle. Sin conocer a la persona, ni siquiera su nombre, pocas ideas originales podía ofrecer.

 

—Podríamos echar un vistazo. También le quiero comprar el regalo a Remus, pero con él presente…

 

—Eso se soluciona fácil, tú echa un vistazo y en algún momento nos escapamos o te ayudo con alguna excusa para que puedas ir a comprarlo.

 

Agradeció el plan con una sonora carcajada. Siempre iban con secretos para comprar regalos y que los otros no se dieran cuenta, aunque empezaba a sospechar que todos sabían de esas escapadas, pero callaban para no estropear la sorpresa.

 

Remus y Peter se unieron a ellos tras unos minutos de espera, alegando que el propietario se había puesto a parlotear de cosas extrañas que no venían mucho al cuento. Peter había mentido diciendo que estaban haciendo un trabajo para clases sobre los animagos, ya que había encontrado un libro que parecía interesante, aunque era muy fino. No sabían si habría mucha información sobre ellos.

 

—¿Habéis decidido dónde ir? —preguntó el castaño.

 

Sirius asintió, animando al resto a comenzar a caminar hacia la tienda de ropa, que estaba mucho más abarrotada que la pastelería. Buscaron la sección de chicos, aunque James había señalado un vestido blanco con pequeñas hojas verdes, comentando lo bien que le quedaría a Lily.

 

Remus caminaba tras Sirius, observando un poco, pero sabiendo que no iba a comprar nada. Sus padres le habían dado algo de dinero para que pudiera darse algún capricho, pero más allá de la pequeña caja de macarons, prefería guardarlo para devolvérselo y que pudieran arreglar la chimenea, ya que por esa avería debían levantarse más temprano y llegar más tarde a casa, lo que provocaba mucho cansancio en su padre. Lo que no sabía es que Sirius vigilaba sus gestos, notando que le había puesto especial interés en unas deportivas bastante casuales de color marrón.

 

—¿Ves algo que pueda gustarle? —preguntó Peter.

 

—No. Este no es para nada su estilo…

 

Observó todas aquellas prendas. Todo era demasiado pijo y colorido para Severus.

 

—Qué difícil es tu chico. —Sirius asintió tras el comentario de James—. Pues si no os importa esperar un poco, voy a probarme estos pantalones. Me han gustado y me gustaría ver cómo me quedan.

 

—No hay problema, así sigo echando un vistazo —contestó Sirius, notando un leve guiño de su amigo.

 

—De acuerdo, ¡gracias! Remus, ¿me acompañas a buscar los probadores?

 

Remus asintió, agradecido por poder escaparse un poco de aquel lugar tan lleno de gente. Necesitaba un ambiente algo más tranquilo.

 

Sirius observó cómo se marchaban. Al instante llamó a Peter, pidiéndole que vigilara los probadores mientras él compraba los zapatos para Remus. Debía ser rápido. Le pediría a la dependienta que hiciera pequeña la caja para poder llevarla en el bolsillo y una vez en la tienda de campaña, le pediría a los padres de James que lo volvieran a su tamaño original. Tenía espacio en la maleta porque le había dado pertenencias a James para empezar la mudanza.

 

 

Severus se encontraba lo más arreglado posible. Peinó de nuevo un mechón frontal, sintiéndose bastante nervioso. Miró la enorme sala en la que estaba esperando, sin siquiera atreverse a sentarse en uno de aquellos costosos sillones o en el hermoso sofá que coronaba el lugar.

Al llegar se había encontrado con un elfo que le había indicado que esperase para poder ir a avisar al “señor Malfoy”. Esperaba que se tratara de Lucius y no de su padre.   

 

La puerta se abrió, pero no dio paso al hombre que esperaba encontrar, si no a un chico que hubiera caído fulminado si no fuera porque Severus se quedó demasiado sorprendido al verle.

 

—¡Regulus! —exclamó sin poder creerse que estuviera allí.

 

Lucius ingresó tras él, siempre en ese paso elegante y a la vez altivo, haciendo sentir inferiores al resto de personas, aunque con sus amigos se relajaba un poco más.

 

—Bienvenido, Severus. —Estiró su mano para poder estrecharle la suya. Por mucho que fueran sus amigos, no perdía las formas que había aprendido en casa.

 

—¡Hola! —Regulus le dio un abrazo—. Es genial que volvamos a estar juntos. Es casi como cuando estábamos en Hogwarts.

 

—Esto es más impactante que el castillo… —susurró el moreno.

 

El mayor de todos sonrió. Sabía que la mansión sorprendía a muchos cuando la veían por primera vez. Algunas personas realmente se preguntaban si usaban todos los cuartos disponibles o si vivían allí, ya que todo estaba reluciente gracias a los elfos.

Invitó a sus antiguos compañeros a sentarse en el sofá, mientras él tomaba asiento en el sillón que ocuparía normalmente el anfitrión. Con un simple chasquido de dedos, apareció uno de los elfos con una bandeja con té y café recién hecho y unos bollitos suizos que tenían un tostado perfecto por encima.

 

Severus notó que Regulus no se dirigía al elfo como solía hacer con Kreacher. Quizá porque estaba frente a Lucius y él sí que resaltaba la pureza de su sangre como las leyes sociales dictaban.

 

—Me alegra que hayas podido venir, para mí también era importante hablar contigo.

 

El menor de los Black se mantuvo en silencio, comprendiendo que aquel tema no iba con él. Aún así, Lucius le había invitado creyendo que sería mejor que estuviera presente para poder apoyar a su amigo y por supuesto que él no había dudado en aceptar. Tomó un bollo más para tener las manos ocupadas que por gula.

 

—Imagino que eso significa que sabes algo —supuso Severus.

 

—No sabemos muy bien las razones, pero tu padre ha decidido buscar ayuda médica y está internado en un hospital —explicó sin dar muchos rodeos—. Dentro del mismo no podemos conocer muy bien su estado. Sería peligroso usar magia en un lugar tan lleno de… máquinas muggles.

 

Asintió sabiendo lo que ocurriría si hacían cualquier tipo de hechizo para ingresar al cuarto. Todo se estropearía y llamaría demasiado la atención de los médicos y los propios pacientes.

 

—Por el momento no hay mucho que podamos hacer, tendremos que esperar —concluyó Lucius.

 

—Hubo algo que no os dije —confesó.

 

Los chicos le miraron. Regulus tenía duda en sus ojos, pero Lucius parecía sentir hasta cierta molestia por la falta de información, ya que imaginaba que no sería nada positivo para Severus.

 

—¿De qué se trata? —preguntó el menor, intentando apoyarle.

 

—Me dijeron que mi madre había fallecido.

 

—¿Fue tu padre? —Lucius no esperó la respuesta—. ¿Sabes si es verdad?

 

—Creo que es verdad, pero si pudieras descubrir de algún modo su paradero… Me quedaría más tranquilo —pidió observando aquellos ojos grises que resultaban tan fríos.

 

—¿Aunque sea darle veracidad? —cuestionó asegurándose de que estaría bien.

 

—Creo que ella está muerta, pero no puedo evitar sentir duda. Me sentiría más tranquilo sabiendo la verdad.

 

Lucius accedió ante su petición. Pondría a trabajar al detective para buscar sus pasos y ver exactamente qué fue de ella. Encantó una pluma para que escribiera por sí sola, apuntando los pocos datos que Severus conocía. No había mucha información con la que trabajar.

 

—Ahora que su padre no está, quizá el detective podría colarse en la casa… —sugirió Regulus.

 

Los chicos le miraron asombrados por aquella idea. Quizá Tobías tenía algún papel del cementerio, del funeral o incluso alguna carta que le diera más pistas al detective.

Decidieron dejar el tema para poder conversar de algunas cosas un poco más agradables. Regulus le preguntaba a Lucius sobre sus estudios superiores, ya que se estaba especializando para trabajar en el Ministerio.

 

—Es igual de aburrido que Hogwarts, pero al menos puedo hacer magia en cualquier momento y tener más libertad en casa. —Miró a Regulus al instante—. ¿Y qué cuentas tú?

 

—¿Y-yo? —tartamudeó nervioso.

 

—Creo que eres el que más puede hablar. ¿Tienes algo que decir?

 

—No, claro que no… —balbuceó observando de reojo a Severus para que le ayudara a salir de aquella situación.

 

—¿Seguro? —cuestionó—. ¿No estarás tapando a tu hermano?

 

—No ha pasado nada con Sirius —aseguró Severus.

 

—Eso es lo que más me saca de mis casillas.

 

—En realidad… —Lucius volvió a dirigir su mirada a Regulus—. Se empieza a rumorear por Hogwarts que están juntos. Estamos buscando una manera para parar que la gente hable.

 

—Debería salir Black a decir que es todo cierto. No me gusta esa actitud —concluyó.

 

Lucius se levantó, ofreciéndoles dar un paseo por la mansión para que pudieran visualizar los jardines con sus pavos reales, la sala de música, el salón en el que solían celebrar fiestas y recibir visitas… Los chicos le seguían charlando sobre aquel lugar, escuchando toda la historia que tenía detrás, hasta que se toparon con un señor rubio con el cabello muy corto.

 

—Hola, padre. Te presento a Severus Snape y a Regulus Black. —Se giró hacia los chicos, viendo como su padre les saludaba como él solía hacer, ofreciendo su mano.

 

—Abraxas Malfoy, encantado. Qué alegría tener a un Black más en casa, supongo que ya sabrás que Lucius mantiene una relación hermosa con Narcisa. —Regulus asintió—. Y Snape. Lucius me hablado mucho de ti.

 

—El placer es nuestro, señor —musitó mostrando una seguridad que no sentía en absoluto.

 

Notaba que su mirada escondía algo. Probablemente no le gustaba que un mestizo estuviera en su hogar, pero parecía que su amigo le había dejado en un listón alto.

 

—¿Les estás mostrando la casa, Lucius? —Su hijo afirmó que se disponían a ir a los jardines—. No te olvides de mostrarles la biblioteca. Estoy seguro de que podrán encontrar algo interesante para leer durante las vacaciones.

 

Regulus y Severus agradecieron aquel gesto, despidiéndose del hombre que se marchaba al piso superior.

Lucius les indicó que prosiguieran su camino. Tenía pinta de ser un día lluvioso, por lo que sería mejor ir a los exteriores antes de que el clima empeorara.

Notas finales:

¡Nos vemos el próximo viernes!


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