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La rivalidad que crea la atracción por ArtemiaCelosia

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Ya tenían todo el menú del día listo y la mesa preparada para la hora de comer, dejando algunas bebidas frescas en el salón para tener esa pequeña sorpresa oculta de sus amigos, que no debían tardar mucho en llegar.

 

Severus había decidido ir a buscar a Regulus a su casa, o más bien fuera de ella, ya que no se atrevía a hacer frente a sus futuros suegros, porque si Sirius no tenía relación con ellos, él tampoco tenía la necesidad.

 

Remus fue el primero en llegar, siendo recibido por el de rizos con un fuerte abrazo en el que casi medían la fuerza del otro. Dejó la mesilla y la estatua de lobo en el recibidor, además de una bolsa que su madre le había dado.

 

—¡Te veo en buena forma! —bromeó Sirius, invitándole a pasar.

 

—Tú siempre lo estás. —Miró el lugar y lo cambiado que estaba con las pocas, pero importantes reformas—. ¡Pero mira esto! ¡Parece un sitio distinto!

 

—No sabes lo que nos costó poner el maldito papel —dijo haciéndole reír—. Un consejo, jamás pongas papel pintado en tu casa o al menos no me pidas el favor de que te ayude.

 

—¡Lo tendré en cuenta! —Acarició la pared del pasillo, notando que en todo momento habían utilizado colores claros y neutros—. Pero os ha quedado genial.

 

—Hemos estado pintando y cambiando alguna puerta, manillas y tiradores.

 

Sus pasos les llevaron al salón, viendo allí el sofá nuevo aún tapado con el plástico y el viejo en un rincón cercano a la puerta.

Comenzó a explicarle que necesitaba su ayuda para sacarlo fuera antes de llamar a los de la recogida de muebles, a lo que Remus respondió casi de inmediato, tomando un extremo para levantarlo a la de tres.

 

Tuvieron mucho cuidado de no tocar las paredes, teniendo algunos momentos complicados para girar.

 

—¿Hay algo más? —preguntó notando el brazo de su amigo ponerse sobre sus hombros.

 

—La cama individual de arriba, pero te puedo invitar a una bebida o algo antes, no es que te haya hecho venir sólo para esto.

 

—Lo sé, Canuto, pero es mejor sacarlo todo cuanto antes, así llamas cuando quieras y no dependemos de nadie para el resto.

 

Sirius le indicó el camino, mostrándole el dormitorio de la pareja para saber su opinión de los cambios. Remus estaba sorprendido del ambiente que se respiraba, muy distinto al que notó cuando estuvieron allí la última vez.

 

—¿Entonces todo está yendo bien? —Vio la leve sonrisa de Sirius antes de comenzar a levantar la cama, caminando de espaldas para sacarla del cuarto.

 

—Severus está teniendo unos leves problemas para adaptarse. —Miró hacia atrás para no caerse por las escaleras—. La verdad es que yo también he recordado algunas cosas, pero poco a poco se va normalizando.

 

—Será mejor pasarlo por la barandilla para girar —opinó al ver cómo avanzaban—. ¿Qué le ocurre?

 

—Se está sintiendo inseguro en casa, sobre todo cuando yo no estoy o duermo —comentó sosteniendo el somier sin moverse, pensando en bajar los siguientes escalones y tomarlo desde abajo.

 

—Puede ser parte del estrés post-traumático. ¿Le has intentado proponer que vaya a un profesional? —Imaginaba que Snape se iba a negar a algo así, pero veía ciertos cambios gracias a Sirius, por lo que quizá su amigo conseguía que visitara a uno.

 

—Por el momento no. Quiero que se sienta protegido por mí y que vea que no pasa nada en casa.

 

Remus comenzó a inclinarse en la barandilla de la escalera para bajar la cama todo lo posible, hasta que su amigo pudo poner su parte en el suelo y tomar la otra.

En ese instante se abrió la puerta de la calle, dejando pasar a los dos Slytherin que iban charlando con ánimo.

 

—¡Reg! —exclamó al ver a su hermano pequeño.

 

—¡Hola, Sirius! ¿Te echo una mano? —preguntó al verle algo cargado.

 

—Ábreme la verja de fuera, por favor. Remus y yo lo sacamos.

 

—¿No podías esperar a que llegáramos? —preguntó Severus, que ya había notado que el sofá estaba fuera.

 

—¡Ha sido Remus el que ha querido hacerlo cuanto antes!

 

El licántropo se rió admitiendo que había sido idea suya, bajando el resto de escalones para continuar ayudando a su amigo a sacar la cama entera, pues sólo era continuar recto. Les quedaba lo más fácil.

 

—Snape —saludó cordialmente—. Sirius me ha enseñado un poco la casa. Está quedando genial.

 

—Bienvenido, Lupin. Deberías haberle visto poner el papel…

 

—¡Ya basta de criticarme! —exclamó riéndose con su amigo—. Sev, aún no he quitado el plástico el sofá nuevo, ¿por qué no vas con Regulus?

 

—¿Quieres que lo coloque en un sitio en específico?

 

Sirius le dio manga ancha para elegir el lugar, pues Severus tenía mayor visión de los espacios para elegir correctamente y además estaba convencido de que Regulus le ayudaría, pues ya iba directo con él, charlando sobre algo que parecían haber visto por la calle.

 

Alzaron de nuevo la cama, llevándola al exterior, dejándola en un lado para que no molestara mucho a los transeúntes.

 

—¿Y el vecindario qué tal? —preguntó al ver el ambiente tan relajado.

 

—Pues muy bien. Este lugar es muy tranquilo. No es que sea el más encantador, pero tampoco está tan mal. —Sirius se giró hacia la casa de la izquierda—. Ahí viven unos niños encantadores a los que ya conocía de antes. Aunque hay algo que no me gusta.

 

El castaño le miró interesado, intentando adivinar qué podía disgustarle a Sirius de un barrio en el que nadie parecía meterse en los asuntos de los demás.

 

—¿No tener un garaje para tu moto? —preguntó sin saber muy bien a qué se refería.

 

—Eso voy a tener que solucionarlo de algún modo, pero me refería a otra cosa. —Miró al interior de la casa, notando que Severus y Regulus aún estaban en el salón, podía escucharlos hablar—. Evans vive cerca.

 

—Pero dejó de hablar con Snape, ¿no?

 

—Sí, pero me fío poco de ella. —Suspiró al ver su ceño fruncido—. Sé que te llevas bien con Evans, pero no puedes decirme que no tira puyas y que está muy pendiente de Sev.

 

—Bueno, yo no he estado presente en muchos momentos en los que se hayan cruzado, pero por lo que me has comentado sí que podría parecer algo celosa o preocupada de su amigo. Es difícil saberlo.

 

—¡Chicos! ¡Venid a probar el sofá! ¡Es muy cómodo! —exclamó Regulus asomándose por la puerta del salón.

 

Decidieron zanjar el tema de Lily ahí, creyendo que lo mejor era no avanzarse a los acontecimientos. Si ella aparecía, Sirius actuaría de la forma que creyera conveniente según la reacción de su pareja, aunque por supuesto seguiría respetando a la muchacha por su amigo James.

 

Volvieron encontrando un salón distinto. Pues el sofá estaba separado de la pared, permitiendo poner detrás algún aparador o una estantería que hiciera la forma de la ventana. La mesa de centro también estaba desembalada, pues la otra tenía muchas marcas de cigarros que la marcaban recordándoles quién vivía anteriormente.

 

Giró su rostro para encontrarse a su pareja colocando algunos libros en las estanterías que quedaban en el rincón, al lado de la chimenea, notando que el sillón ya estaba allí, listo para ser usado.

 

—Ya se me olvidaba. —Volvió al recibidor para tomar la mesilla de madera, dispuesto a montarla mientras Regulus se servía un refresco, probando el sofá con Remus—. ¿Y qué has traído aparte de esto?

 

—Mis padres se empeñaron en haceros algún regalo para felicitaros por dar el paso —mencionó dejando que Sirius sacara unos hermosos portavelas y un mantel bordado de forma simple y elegante.

 

—Dale las gracias de nuestra parte. —Sirius le sonrió agradecido, acercándose a la chimenea para colocar los portavelas en cada una de las esquinas—. Reg, ayúdame a montar esto.

 

El menor se acercó preguntándole cómo podía ayudarle, ya que él jamás había montado un mueble. Los hermanos se hablaban con tranquilidad y por primera vez en bastante tiempo, Sirius le estaba enseñando a hacer algo nuevo, explicándole paso por paso y las herramientas muggles que estaba usando para tenerla montada en pocos minutos.

 

—Mis padres también estaban deseando conocerte e invitarte a casa —comentó Remus intentando entablar una conversación con Severus.

 

Él asintió serio. Si no fuera porque sus padres le habían contado lo de la carta y había visto la respuesta amable del Slytherin, pensaría que era la primera vez que escuchaba de ellos.

Tomó asiento en el mismo sofá, aunque mantenía una distancia considerable con el amigo de Sirius por simple incomodidad.

 

—Quizá podríamos ir un día. —Todos parecieron sorprendidos al ver que Severus estaba dispuesto a ir a casa de Remus y más aún, entablar cierta conversación con sus padres.

 

—¿Te gustaría? —preguntó Sirius, siendo el único que se atrevía a decir algo sin miedo a romper el momento y hacerle cambiar de opinión.

 

—Querías visitar a Lupin y pasarte por la tienda de motocicletas que estaba cerca, ¿no? —Aún seguía recordando la petición de Sirius, por lo que ir no se le parecía tan descabellado al haberlo estado pensando durante días, haciéndose a la idea de estar allí y ver a esos padres tan arrepentidos y preocupados que una vez pudo sentir en la carta con letra temblorosa.

 

—¡¿Vas a comprarte ya la motocicleta?! —preguntó emocionado el menor—. ¡Tienes que llevarme a dar alguna vuelta!

 

El castaño negó a la vez que Severus, causando una carcajada en los dos hermanos Black, que ya sabían lo pesados que se podrían para conseguir sus propósitos.

 

Continuaron hablando mientras se repartían por la casa para ayudar a colocar algunas cosas, desembalar algunos muebles y montarlos, aunque el principal encargado para esa tarea era Sirius, que se había propuesto dejar la casa lo mejor posible con sus propias manos, evitando que Severus se preocupara del dinero de profesionales.

 

Regulus se encontraba con su amigo en la que había sido su habitación, ahora transformada en un humilde despacho con un caldero de un tamaño profesional.

 

—¿Esta será tu sala de trabajo? —preguntó viendo los ingredientes perfectamente colocados.

 

—Sirius se empeñó en que tuviera un espacio propio en el que poder concentrarme. Un santuario de paz, como él dijo —comentó con una pequeña sonrisa.

 

—Seguro que aquí haces increíbles creaciones. —Regulus se acercó a su amigo—. Sé que un día podrás salvar a muchísimas personas y que serás admirado por muchos.

 

—¿No crees que exageras un poco? Me conformo con poder vivir de esto.

 

Le mostró que en la estantería estaba el regalo que le había hecho para su nueva vida, su propio hogar. Había una hermosa planta de acónito matalobos con un cuentagotas mágico que la mantenía viva y fresca para sus futuras elaboraciones, una de las pocas que podían mantenerse dentro de una casa sin que llegara a marchitarse. Él sólo debía llenar el cuentagotas con una mezcla de poción restauradora de plantas y fertilizante con lo que duraría unos seis meses sin necesidad de cuidarla, pudiendo así mantenerla infinitamente siempre y cuando no se descuidara mucho tiempo.

 

—¿Elegiste esta variedad por algo en especial? —Miró a su amigo, teniendo claro que su alegría no se debía únicamente a verles. Su cara estaba iluminada desde que se había encontrado con él al salir de casa.

 

—Creo que es la que tiene mejor aspecto de todas. —Sonrió al ver por dónde iba su amigo—. No seas tan malpensado, me gustaban desde antes.

 

—Quizá eso explica muchas cosas en tus gustos humanos —bromeó colocando la nueva silla en el escritorio. Creyendo así finalizado el cuarto hasta que consiguiera un trabajo con el que poder costearse más utensilios e ingredientes.

 

—Gracias por aceptar su invitación a casa, a Sirius le hará mucha ilusión que le acompañes —dijo mientras le ayudaba a barrer el suelo por los pequeños cartones y plásticos que habían caído—. Su madre es encantadora y estoy seguro de que su padre también.

 

—¿Ya has estado allí? —preguntó alzando una ceja.

 

—Kreacher me ayudará a escaparme de casa para poder seguir viéndoos. Estoy cansado de estar encerrado durante todas las vacaciones o salir sólo para ver a familiares con los que apenas se puede hablar.

 

—Lo comprendo y no me parece mal. —Encogió sus hombros al ver el leve sonrojo de su amigo—. Volvamos antes de que Sirius se ponga a gritar para…

 

—¡¿Necesitáis ayuda por ahí arriba?! —vociferó el de rizos, provocando que Severus rodara sus ojos.

 

—Puede que tuviera razón llamándole santuario de paz. —Ambos chicos se carcajearon ante la ocurrencia del menor, volviendo con los Gryffindor que esperaban en la cocina para comenzar a picotear un poco, pues ya iba siendo la hora.

 

Sirius le contó a su pareja que ya había llamado al servicio de recogida de muebles y que justo en ese instante se los estaban llevando. Un problema menos del que debían encargarse. Luego quedaría dejar los cartones fuera para el siguiente camión de la basura.

 

Notas finales:

¡Nos vemos el próximo viernes!


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