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La rivalidad que crea la atracción por ArtemiaCelosia

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El timbre sonó dando el aviso de que sus amigos al fin habían llegado, siendo recibidos de forma educada por Lyall.

 

—Ya era hora. Veinte minutos tarde y pongo la mano en el fuego de que ha sido tu culpa —apuntó el castaño al bajar los escalones, dirigiéndose de forma directa a su amigo—. Bienvenido, Snape.

 

—Hola, Lupin.

 

—Lo siento. Ayer me costó mucho dormirme. —No mentía. Había pasado un buen tiempo observando el rostro dormido de su pareja, hasta que finalmente pudo conciliar el sueño—. ¿Dónde está Reg?

 

—En el baño. ¿Por qué no vamos a sentarnos?

 

—Ya me había extrañado de que pudiera llegar tarde —bromeó, siguiendo a Remus al salón sin soltar la mano de su pareja, que se mantenía en silencio, observando los movimientos del hombre que no había tardado en ir a la cocina para dejar a los chicos charlar.

 

Se sentaron en el sofá mientras esperaban al menor. Sirius mantenía una conversación más animada con Remus, intentando no dejar fuera a Severus, sobre todo frente a los padres de su amigo. Era extraño presentarse de esa forma,  pero suponía que lo comprenderían después de todo.

Hope se dirigió a ellos portando una bandeja en sus brazos con unos batidos, dejándolos en la mesa de café para que los muchachos pudieran tomarlos.

 

—Hola, Sirius. Qué alegría verte de nuevo por aquí. —El de rizos aceptó el abrazo de la mujer, sonriéndole amablemente—. Y al fin vemos una cara nueva. Remus y Sirius nos han hablado maravillas de ti, Severus. —La mujer le dio la mano, sintiendo que sus ojos se humedecían ligeramente. Había intentado prepararse para ese momento, aunque había visto que su esposo había vuelto a la cocina un poco afectado por encontrarse al muchacho que había sido atacado por su hijo—. Es un placer conocerte.

 

—Igualmente, señora Lupin —respondió de forma educada, intentando olvidar la sensación de incomodidad que se había instalado en su pecho desde que había cruzado el umbral de la puerta.

 

Para el Slytherin fue una salvación que Regulus ya se encontrara bajando las escaleras para unirse, pues notaba que los sentimientos de la mujer estaban a flor de piel, al igual que los del hombre que les había abierto la puerta. No veía necesario sacar el tema, así que había ido con ese pensamiento claro, pero suponía que esos padres preocupados que le habían enviado una carta no podían evitar sentir una especie de culpabilidad por lo sucedido, además de tranquilidad al verle vivo y sin alguna secuela aparente.

 

—¡Severus, cuántas ganas tenía de verte! —exclamó el más joven, sentándose a su lado.

 

—Tu hermano mayor también está aquí, por si no te habías dado cuenta. —Reg sonrió al escuchar ese comentario de parte de Sirius—. Sabía que cuando llegara a su adolescencia sería terrible.

 

—No hables así, sólo eres un año mayor que yo.

 

Hope sonrió al escucharles tan animados, viendo el hermoso grupo de amigos que tenía su hijo. Estaba dispuesta a volver a la cocina cuando escuchó a Lyall pidiéndole ayuda en el piso superior. Suponía que estaba intentando bajar las maletas del pequeño altillo que tenían, esas maletas que siempre habían sido para huir de los pequeños pueblos en los que solían vivir, con temor de que descubrieran la condición de su pequeño.

 

—Remus, ¿podrías ir a sacar los bizcochuelos del horno? Puedes servirlos en cuanto los tengas —pidió la muggle, que no había tardado en darse cuenta de la delgadez de Severus.

 

El castaño se levantó de forma inmediata, escuchando justo la alarma del horno que indicaba que debía darse prisa. Tomó los guantes para proteger sus manos de las posibles quemaduras y sacó la bandeja, dejando ver unos hermosos bizcochuelos de limón bastante simples para lo que quizá estaba acostumbrado a realizar Snape, pero que sin duda alguna estarían para chuparse los dedos.

 

Escuchó unos pasos a sus espaldas, acompañado de un plato que se acercaba a la encimera que ocupaba para que pudiera ponerlos en algún lado.

 

—Me gustaría pensar que lo más duro ya ha pasado. No sabía cómo iba a reaccionar al conocer a tus padres.

 

—No tenías que temer tanto. Ya habían hablado antes, aunque no fuera en persona —comentó mirando a su amigo.

 

—¿Cuándo?

 

—Respondió la carta de mis padres cuando estabais compartiendo cuarto. —Remus caminó hacia uno de los cajones que servían para vaciar los bolsillos y dejar algunas cartas importantes por allí. Sus padres se habían negado a deshacerse de ella, especialmente Lyall, al que había encontrado alguna vez volviéndola a leer—. Supongo que no es un problema que la leas, después de todo es sobre mis padres y de mí.

 

El de rizos tomó la carta entre sus dedos, reconociendo al instante la letra de su pareja, aunque se notaba que era irregular. No cabía duda de que se trataba de la escritura que había tenido que adaptar mientras su brazo derecho se recuperaba.

 

“Señor y señora Lupin;

 

Comprendo su preocupación, pero no es necesario que sigan pensando en este accidente. Encontré a su hijo en un lugar en el que no debía estar, él tampoco hizo nada por lo que deban sentirse responsables.

Nunca supe sobre su situación, aunque ahora puedo afirmar que sólo fue una casualidad que llegáramos a encontrarnos, pues sé todas las precauciones que toma cada vez que debe pasar por la transformación.

 

No siento que sea de mi incumbencia el estado de su hijo, por lo que puedo asegurarles que no seré yo quien se tome el derecho de propagar la noticia. Supongo que Dumbledore ya les comunicó que no interpondré ninguna demanda.

 

Agradezco su ofrecimiento por pagar mis costes médicos, sin embargo eso no será necesario.

 

Att. Severus Snape”.

 

Una leve sonrisa se dibujó en sus labios. Su novio siendo tan correcto a pesar de lo que le costaba sociabilizar con el resto de personas. Veía que en todo momento defendía que Remus no había sido el culpable, aunque seguía teniendo muchas dudas al respecto. Sentía que algo más había ocurrido.

 

—¿Sabes de qué habló con Dumbledore? —preguntó el castaño.

 

—Estaba a punto de preguntarte lo mismo. —Releyó la frase, no había mucho que pudiera encontrar en la carta—. Sólo sé que el director habló con él, supongo que para ver cómo estaba y saber si quería señalarte.

 

Le devolvió el sobre a su amigo, que se apresuró a guardarlo en el mismo cajón para poder volver al salón con los Slytherin con el plato que colocó junto a los batidos.

 

—Qué suerte tenemos de que seáis tan hospitalarios, porque a nosotros no nos ha dado tiempo a desayunar. —Sirius tomó uno de los bizcochuelos, partiéndolo con facilidad.

 

—Seguro que a Severus le hubiera dado tiempo a desayunar cinco veces —musitó Regulus, haciendo reír al castaño—. No era necesario que os tomarais las molestias…

 

—No son molestias. Mi madre estaba muy emocionada por conocer al tan nombrado novio de Sirius. Ayer estuvo preparando todo esto para poder hornearlos hoy mismo.

 

Los ojos negros se clavaron en el Gryffindor que ya tenía una sonrisa dibujada en el rostro. Sabía que aquello le molestaría, pero no podía juzgarle por querer presumir de él. Le daba vergüenza sin tener motivos para ello.

 

—Y después de conocer a Regulus que también hablaba tan bien de su amigo… —continuó Remus.

 

—¡Oye! ¡Se supone que eso no debías decirlo! —Se giró hacia Severus, notando que el negaba con la cabeza, lo que le hizo comenzar a reír.

 

 

Caminó en aquel suelo que parecía algo viejo comparado con las paredes empapeladas muy distintas a las que una vez pudo ver.

Se asomó por el salón, posando una de sus manos en el respaldo del mullido sofá. En esa casa se respiraba un ambiente distinto, algo que no parecía pertenecer allí. Era la felicidad que inundaba cada estancia de la casa.

 

Sus pasos le hicieron terminar frente a ese sillón en la esquina, junto a unas estanterías que comenzaban a llenarse de libros que podía identificar de haberlos vistos en las manos del Slytherin.

Giró sus ojos para percatarse de la foto que estaba colocada encima de la chimenea. Una foto sin marco en la que salían los cuatro chicos de Gryffindor, el grupo amistoso al completo. No podía negar que le sorprendía que aquello estuviera allí, porque el odio que se demostraban entre ellos era bastante evidente para todos.

 

El suelo crujía por el peso de su cuerpo, mostrándole más lugares de la casa. Quizá podía decir que la cocina era lo que más le sorprendía. Se notaba que la limpieza había ocupado un lugar importante en las prioridades de Severus, comprendiendo un poco más su actuar en algunas ocasiones. Sabía que sus palabras habían calado en su corazón.

Se tomó la libertad de abrir algún armario, asegurándose de que hubiera comida en su interior.

 

—Parece que crees que puedes huir de tu pasado, Severus… —musitó dándole un último vistazo a la casa.

 

 

Los chicos se quedaron sorprendidos al ver la línea de bungalows que se adentraban en el mar, pudiendo acceder a ellos por las plataformas de madera. Lyall había hecho un gran trabajo encontrando aquel lugar. Era perfecto para pasar unos hermosos días con su pareja y sus amigos.

 

—Esto es increíble. —Remus le sonrió a sus padres, que les invitaban a continuar caminando, también emocionados por poder tener unas vacaciones como aquellas. Quizá eso era lo que más feliz le hacía, aunque ese sentimiento comenzaba a equilibrarse con otro.

Miró a Regulus, que miraba embelesado el mar y no pudo evitar cruzar uno de sus brazos por sus hombros. Al percatarse de lo que había hecho, imitó el movimiento para sujetar a Sirius.

 

—Creo que lo pasaremos en grande —comentó el menor algo nervioso por el contacto tan evidente frente a su hermano—. Seguro que nos divertimos mucho.

 

—No me cabe duda —respondió Severus de la manera más sarcástica. Si iban a comportarse así, podían comenzar a hacerse a la idea de que Sirius se percataría de todo lo que estaba ocurriendo. Era posible que el muchacho se perdiera en él, pero eso no significaba que fuera idiota.

 

—¿Cómo nos repartiremos? —preguntó Sirius al hombre que le entregaba una de las llaves antes de seguir caminando por la pasarela.

 

—Bueno, no quedaban muchas opciones, así que alquilé los de dos habitaciones. Remus se puede quedar con nosotros y…

 

—O irse con sus amigos. No estaremos muy lejos. Si ocurre algo podéis venir a avisarnos de forma inmediata —interrumpió Hope, intentando ser más comprensiva con la situación de su hijo—. Además, hay teléfonos. Sólo tenéis que marcar el código de nuestro bungalow y listo. Eso sí, nada de salir a altas horas de la noche. Y lo digo por todos, Sirius. Ya eres adulto, pero eso no significa que no pueda pasarte algo.

 

—Por supuesto, Hope. Tendremos cuidado.

 

Severus alzó sus cejas al ver esa sonrisa que utilizaba cuando se quería salir con la suya. ¿En qué estaba pensando? Entendía que quería estar con su amigo en casa, pero ya le habían dicho que había dos cuartos. ¿Significaría eso que dormirían separados? Quizá veía lógico que cada uno se fuera con su amigo.

 

Los mayores tomaron una pequeña bifurcación para poder instalarse en su lugar tras asegurarse que los chicos aseguraban que cogerían el teléfono tan solo llegar. Su bungalow estaba en una de las esquinas, por lo que podían visualizar el mar sin ver a nadie más, algo que Sirius sabía que su novio disfrutaría.

Dejaron sus maletas en la entrada para poder conocer la estancia. Sin duda era muy acogedora. Toda era de madera, aunque parecía tratada, probablemente para evitar problemas con la humedad.

 

Severus se apoyó en el marco de la ventana que se encontraba entreabierta. Quizá la persona encargada de la limpieza la había dejado para airearla un poco. La brisa entraba moviendo la hermosa cortina, permitiendo que el ruido del agua llenara el salón. ¿Podrían dormir con ese relajante sonido?

 

—¿Te gusta? —preguntó Sirius, abrazándole por la cintura, aprovechando que Remus y Regulus buscaban uno de los cuartos en el piso superior.

 

—El paisaje es maravilloso.

 

—Te mereces estos días de descanso antes de ponerte a trabajar. Disfrútalos y deja que te mime —susurró en su oído a la vez que masajeaba su abdomen.

 

Asintió sintiendo un calor subir por su rostro. Sabía que Sirius estaba siendo lo más cuidadoso con él sin llegar a ser sensual, aunque se preguntaba si llegaba a darse cuenta de que nunca dejaba de serlo. ¿Y desde cuándo él le veía de esa forma?

Sería complicado tener unos días de desconexión, pero debía intentarlo por Sirius, porque él no hacía más que intentar complacerle de un modo u otro.

 

—¿Eso significa que me darás un masaje antes de dormir? —bromeó.

 

—Por supuesto, aunque no prometo controlarme al ver tu espalda desnuda. Demasiadas imágenes grabadas en mi mente.

 

Notas finales:

¡Nos vemos el próximo martes!


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