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La rivalidad que crea la atracción por ArtemiaCelosia

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La luz era tenue, demasiado para pensar que aún era de día. Giró su rostro viendo un reflejo iluminar parte de la cortina, percatándose de la fuerte tormenta que se había levantado.

 

—¿Ya has despertado? —preguntó Sirius, que seguía en la silla en medio de ambas estancias.

 

—¿Cuánto he dormido? Podrías haberme despertado…

 

—Necesitabas descansar. —Llevó una mano a la tela, esperando recibir permiso del paciente para poder correrla y dejar que Regulus y Remus pudieran verle.

 

Estuvo de acuerdo, pero optó por no moverse de la cama, pues a pesar de estar feliz por ver allí a Sirius, le revolvía el estómago recordar su incapacidad de moverse mientras deseaba verle tras el ataque de Lupin el año anterior.

No sabía si lo había notado de alguna forma, si hizo un gesto de desagrado que le indicara que le necesitaba, pero en pocos segundos Sirius estuvo sobre él, apoyando la mejilla en su abdomen mientras abrazaba su cadera sin intención alguna de soltarle.

 

Con una muda mirada se aseguró de que su amigo se sintiera mejor y su pequeño guiño le dio la respuesta que esperaba. Lupin seguía a su lado, con un libro abierto apoyado en sus piernas mientras ambos lo ojeaban y hablaban sobre ello. Supuso que Sirius también era parte de la conversación, pero ahora parecía abandonarla por él sin dar ninguna explicación o un aviso previo.

Por suerte no podían escuchar al resto de pacientes quejicosos, algo que sin duda agradecía para disfrutar únicamente de sus voces y del sonido violento de la lluvia al chocar en los ventanales que estaban en el cabecero de cada cama.

 

Regulus cerró uno de sus ojos al escuchar el siguiente trueno que hacía temblar el suelo por su proximidad.

 

—Enano, ¿todo bien? —Por supuesto, su hermano estaba pendiente de él aunque no lo pareciera. Se preguntaba si realmente hubo algún momento que dejó de cuidarle a pesar del distanciamiento que parecían haber sufrido por un tiempo.

 

—¡No me llames enano, sólo soy un año menor que tú! —repitió como tantas veces hacía, sin conseguir que Sirius le hiciera mucho caso—. Ojalá pase pronto la tormenta…

 

—La lluvia es abundante, pero no creo que se quede por mucho tiempo —musitó Remus, que miraba por la ventana comprobando el tiempo para intentar relajar a su amante.

 

De forma más disimulada pasó su mano por debajo de la sábana que cubría al menor, tomándole una de las manos que le apretaba sintiendo ese miedo que detestaba y que aminoraba con el apoyo de Remus, además de la compañía de su hermano y Severus, que se había dado cuenta del movimiento del mayor en total silencio.

 

A él le gustaba lo que se consideraba “mal tiempo”, aunque era más por el color del cielo y la tranquilidad que solía regalar. La lluvia le había afectado negativamente en infinidad de ocasiones, pero a su vez, dejaba las calles en completa soledad y era más agradable mojarse que ser insultado o golpeado.

 

—No creo que se cancele el partido de Hufflepuff y Ravenclaw, así que lo mismo empezamos a tener compañía en la enfermería por impactos de rayos —bromeó Sirius, siendo regañado al instante por Severus—. ¡Pero si a Reg no le da miedo que le caiga uno!

 

—¡¿A quién no le daría miedo algo así?! —bramó el menor, agradeciendo que no tuviera que jugar con ese tiempo tan peligroso.

 

—Ya sería mala suerte que te diera justo a ti, con la de jugadores que hay, sin contar los espectadores. —Quería restarle importancia para no crearle un nuevo trauma y que no pudiera jugar más cuando lloviera. Puede que sus palabras afectaran mucho más a Reg de lo que pensaba.

 

Intentaba recordar en qué momento había empezado su miedo a los sonidos muy fuertes como las truenos de las tormentas, pero no lograba llegar a la respuesta.

No sabía si su mente había borrado esa información o si nunca la tuvo, pero le resultaba extraño, ya que él siempre había ido con su hermano sin mostrarle miedo a nada, algo que evidentemente ayudaba y más cuando estaba creciendo y aprendiendo sobre su entorno.

Le sacó la lengua al ver que le miraba atentamente, algo que cuando era pequeño le hacía reír como si fuera la mejor gracia del mundo y en ese instante no cambiaba, ya que se dibujó una sonrisa en los rostros de ambos hermanos, quizá recordando esos momentos que ni los allí presentes conocían.

 

—¿No decías que te encargarías personalmente de que Snape comiera algo cuando despertara? —preguntó Remus al ver a su amigo inmovilizar al Slytherin.

 

—Déjame un ratito más, dentro de poco traerán la cena para ambos y nosotros tendremos que volver a irnos —pedía haciendo un poco más de presión en su cuerpo para no ser echado de allí.

 

—No creo que debamos quedarnos mucho más, ¿no? —La pregunta era clara para los Slytherin. Si Regulus necesitaba un poco más de tiempo, podían ir al baño para seguir tomando las pociones de Severus y que pareciera un rebrote.

 

—Sí, incluso podríamos ir al comedor y dejar las camas libres antes. Ya me siento mucho mejor.

 

Su destino estaba firmado. Tenía que obedecer las órdenes de sus padres y entre ellas estaría la de ser mortífago, pero les tenía a ellos, a los que estaban en aquel cuarto preocupándose de él, por lo que debía animarse y luchar todo lo posible tal y como Severus le animaba a hacer con su inestimable ayuda. Simplemente no podía seguir llorando por muy difícil que fuera, porque ya no era un niño.

 

—¿Qué te gustaría cenar hoy? —preguntó al licántropo, intentando salir de esos pensamientos tan intrusivos que ya no vivía en soledad.

 

—No lo sé. Quizá una chuleta con… —Sonrió al escuchar que aquello le hacía gracia a los Black. Al menos ellos nunca le miraban como un bicho raro por sus gustos evidentemente relacionados con la licantropía—. Muy graciosos, chicos. Pues hoy pienso tomar una comida vegetariana.

 

—Apuesto que tardará como máximo tres minutos en poner una pieza de carne en su plato.

 

—¿Puedo apostar lo mismo pero de ti? —Severus estaba acariciando sus rizos con una paz que le quitaba la necesidad de ser parte de la conversación, pero sabía que a su pareja le gustaba que interactuara más con Lupin—. Estoy seguro de que te apetece comer algo de carne.

 

—¿Y si quisiera pescado qué? —Sirius rodó su cuerpo para quedarse bocarriba sin quitarse de encima de su pareja.

 

—También es carne, pero sabes que no me refería a eso y no puedes negarme que te apetece.

 

—Me conoces más que yo mismo —admitió estirando una de sus manos para poder acariciar su mejilla—. La verdad es que tienes razón.

 

Desconocía cómo podía saber lo que justo le apetecía en ese momento, pero siendo él, tendría una explicación muy lógica y clara sobre sus costumbres o algo así.

Normalmente se miraban durante las comidas, por lo que ambos tenían claro qué comía el uno y el otro. Aún así él no acababa de adivinar qué podría ser del gusto de Severus. ¿Tenía hambre siquiera? Se le veía cansado por mucho que hubiera dormido unas horas, por lo que quizá lo único que quería era volver a su cuarto para pasar una noche tranquila.

 

—Con esta tormenta tampoco me negaría a tomar un baozi de carne bien calentito. Darle un mordisco y que salga todo el vapor del interior. —La boca se le estaba haciendo agua, provocando el mismo efecto en Remus y Regulus, que seguían su conversación añadiendo algunas recetas que amarían volver a disfrutar, mientras Severus se perdía un poco en la visión de la lluvia.

 

 

Linette caminaba por el pasillo tomando la fuerza y la paciencia necesaria para hacer la ronda esa noche con Charles, que seguía siendo muy narcisista, pero al menos ya había entendido que no quería estar con él, por mucho que no comprendiera la razón que era más que evidente. Devolvería ese par de libros a la biblioteca, cenaría con sus amigas pasando el mejor rato posible y cumpliría sus obligaciones como prefecta antes de descansar.

A la entrada  de la estancia se encontró a Evans, que iba con algunas chicas de su casa, aunque ya había notado que tenía un acercamiento con Potter. Era demasiado evidente lo que había ocurrido con ella. Sentir algunas cosas por ese chico que mostraba una actitud deleznable manchaba su imagen de niña buena y no cuadraba con la amistad que mantenía con Severus, por lo que parecía que después de años había sido mucho más fácil optar por darle la patada al Slytherin que fijarse en otra persona o incluso admitirle la verdad a su amigo, que era mucho más comprensivo de lo que parecía creer.

Al final no podía negar que había abandonado su amistad y que interpuso todos sus sentimientos antes que el cariño que supuestamente sentía hacia ese muchacho, aunque ella no podía comprender esas decisiones.

 

—Baines, ¿sabes dónde se encuentra Remus? —preguntó de forma educada, aunque siempre notaba un tono que no le agradaba demasiado.

 

—No lo sé. Supongo que está con Sirius mientras buscan a Severus. —Por supuesto que iba a nombrarlo. Después de ver que no estaba en las clases y no se dignaba ni siquiera a preguntar por él. Le molestaba muchísimo esa despreocupación.

 

—De acuerdo, gracias. —Lily dio algunos pasos con sus amigas, pero no llegó muy lejos antes de volver a darse la vuelta, llamando la atención de nuevo de Linette—. Sé que no hemos tenido muy buen inicio.

 

—Si vas a disculparte o algo así, puedes ahorrártelo o hacerlo con Severus. A mí no me importa que te guste uno u otro ni tener peor relación contigo. No pretendo que seamos amigas. —Puede que su molestia hablara por ella, aunque tampoco se arrepentía en absoluto porque sus palabras eran totalmente sinceras.

 

¿A quién le importaba que esa muchacha le odiara o que tuviera una mala opinión sobre ella? Su padre le enseñó de forma indirecta que no debía dejarse llevar por lo que los demás decían, porque siempre vas a tener personas que vayan en tu contra por muy bueno que seas y por mucho que te esfuerces. Es imposible agradar a todos.

No esperó ni siquiera su respuesta para cerrar la puerta de la biblioteca y seguir con lo que tenía planeado.

 

Habló con la bibliotecaria con un tono de voz más que moderado para no molestar a los últimos alumnos que quedaban por allí antes de la cena. A algunos los conocía bastante bien porque coincidían en ese lugar en muchas ocasiones y aunque no fueran de su casa, los de primero eran sus favoritos, ya que solían ser muy dulces y tímidos. En ocasiones le preguntaban si podían pedirle ayuda aunque no fueran de Slytherin y ella siempre se ofrecía para explicarles lo que fuera necesario, incluso cuando debía acompañarles para buscar a sus propios prefectos cuando las dudas eran sobre sus salas comunes o incluso los que desconocían sus horarios a pesar de ser entregados el primer día, ya que algunos los perdían por los nervios.

Notaba que Remus también era mucho más amable con los de primero, aunque era raro encontrarse a ese muchacho de mal humor, como mucho cansado y con motivos.

 

Se perdió por las estanterías durante unos minutos. No tenía pensado llevarse nada, pero no podía evitar echar un vistazo para ver si al fin devolvían algunos tomos que estaba deseando leer y era un buen momento para asegurarse de que nadie quedara rezagado y perdido por los pasillos sin motivo aparente.

 

—Disculpa, ¿te llevarás ese libro después? —preguntó a un muchacho jovencito que se encontraba sentado en una mesa con los que parecían sus amigos—. No pasa nada si te lo llevas, pero agradecería saber cuándo lo devolverás para que nadie más se me adelante.

 

—No, sólo lo he tomado para hacer este trabajo… —El chico cerró el libro y se lo pasó a Linette, algo sonrojado por hablar con una chica mayor que él—. Eres la prefecta de Slytherin, ¿verdad?

 

—Sí. Mi nombre es Linette. Si necesitáis algo no dudéis en avisarme, aunque tú tienes un muy buen prefecto —mencionó tras fijarse en el escudo rojo con un león—. ¡Muchas gracias por el libro!

 

No alcanzó a escuchar su nombre, ya que la vergüenza al escuchar las risillas de sus amigos le ganó, por lo que creyó más conveniente decirles que fueran a la cena y apartarse para cortar esa pequeña burla, esperando que no le sentara demasiado mal o que se volviera más tímido por vivir ese tipo de comentarios. 

Notas finales:

¡Nos vemos el próximo viernes!


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