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La rivalidad que crea la atracción por ArtemiaCelosia

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Ambos observaban aquel bosque con bastante curiosidad, ya que no parecía que hubiera una casa por aquella zona y creían haberse perdido, hasta que al fin llegaron a una pequeña señal donde una muchacha les estaba esperando.

 

—¡Severus, Sirius! —Primero optó por abrazar a su compañero de casa, aunque el de rizos se negó a soltarle, indicándole que era suyo.

 

—¡Qué placer verte y que seas tan efusivo con mi novio, prefecta de Slytherin! —bromeó Sirius, aceptando que le diera unas palmadas en la espalda para que no se sintiera tan desplazado.

 

Linette no tenía demasiados problemas en mostrar cariño, pero era bastante selectiva y sólo lo hacía con gente con la que sentía que debía hacerlo, dejándose guiar por sus sentimientos.

Por otro lado, Severus era un chico bastante especial, ya que él no era dado a ese tipo de afecto y eso casi que indicaba que estaba acostumbrado a vivir sin él.

 

Ver el acoso que había recibido desde primero no le parecía nada justo y en ocasiones había ido a hablar a los profesores sobre ello, sin que cambiara demasiado, pero el ver lo cariñoso que podía mostrarse con Sirius le había abierto bastante los ojos.

No era huraño, simplemente no tenía a nadie quien le quisiera y era algo que le dolía enormemente porque a pesar de no tener madre, o considerar que no la tenía, su padre y su abuela paterna le habían colmado de cuidados y amor.

 

—Hola, Linette. Me sorprendió ver tu invitación. —Severus fue bastante sincero.

Rara vez hablaba con ella durante las vacaciones, aunque no fuera por una razón negativa.

 

—Me hacía ilusión que vinieras a mi casa después de todo lo que te he contado. —Les hizo una pequeña seña para que les siguiera. Podría haberles llevado a casa de su abuela, que estaba en el pueblo, pero quería mostrarles la realidad de su vida, la que vivía todos los días porque ella quería hacerlo—. Es una pena que Regulus no haya podido asistir.

 

—Es complicado para él salir de casa. Nuestros padres son lo peor —respondió Sirius con el mayor de los desprecios.

 

—Estoy seguro que le hubiera encantado venir.

 

Linette sonrió por la respuesta de Severus, que usualmente procuraba ser lo más agradable posible cuando se trataba de una conversación cordial.

 

—Mi casa está un poco más adelante. Estos días hemos estado decorándola un poco por Navidad. ¿Vosotros ya sabéis cómo lo vais a celebrar?

 

—Pensamos en decorar la casa, pero entre una cosa y otra no lo hicimos y decidimos que haremos una comida informal entre nosotros —explicaba Sirius, aún con su mano libre rodeando a la de su pareja.

 

—Aún tenemos que arreglar algunas cosas de la casa y seguir estudiando. Decorar la casa nos parecía un poco más secundario.

 

La muchacha esperaba esa respuesta, aunque no conocía que estuvieran incluso remodelando una casa, por lo que creyó que estaban rentando algún departamento más antiguo, pues la única información que tenía es que vivían juntos y que era Sirius el que administraba los gastos. Algo que le había contado Severus en comentarios sueltos muy contados.

 

Los árboles al fin dejaron ver una cabaña algo vieja, aunque parecía estar bastante cuidada.

La leña se acumulaba en uno de los lados y el humo salía por la chimenea, debido a la necesidad de mantener el lugar caliente durante todo el día en invierno por el lugar en el que estaba construida.

 

Sirius veía todo aquello y no podía evitar imaginar a su amigo viviendo tan lejos de la sociedad. Por mucho que todos ellos fueran a visitarle y que Regulus viviera con él, o eso quería pensar, no era la vida que más le gustaba para la pareja.

No quería juzgar la vida del hombre que había elegido todo aquello, pero sentía que estaba dando una imagen aterradora y añadiendo peso al juicio social que enfrentaban los licántropos durante todas sus vidas.

 

La madera de los escalones crujió con el peso de sus cuerpos, aunque parecía bastante resistente.

Las paredes tenían algunas marcas que reconocía bastante bien, a pesar de que parecían estar lijadas para borrarlas lo máximo posible. Probablemente esa era la rutina que tenía al volver a ser humano, queriendo borrar las pruebas de sus transformaciones.

 

—¡Adelante! —exclamó ella abriendo la puerta para que pudieran ingresar.

 

Se sorprendieron un poco al ver que no tenía ningún tipo de seguro, aunque el hecho de que estuviera en medio del bosque y que fuera propiedad de un licántropo ya restaba posibilidades de que alguien se presentara allí a robar.

 

—¿Siempre vives aquí? —preguntó Sirius, recibiendo un pequeño codazo de Severus al considerar que no había sido correcto.

 

—¿Estás sola, Linette?

 

—No, mi padre debe estar trabajando en su cuarto. Ahora iré a avisarle de que habéis llegado, que me ha pedido que lo hiciera. —Tomó la bolsa que Sirius le tendía, viendo una caja blanca que no indicaba qué llevaba—. Y sí, vivo aquí.

 

Severus dirigió su mirada a su pareja al notar que Linette iba hacia la mesa para dejar la bolsa, calentando un poco de té para los invitados y para Cailean.

 

—Discúlpame, no pretendo ofender. Realmente tengo curiosidad por saber un poco sobre cómo es tu vida —explicaba caminando hacia ella, sacando los dulces para que pudiera verlos y quizá, llevarle uno a su padre.

 

—No te disculpes. Sois mucho más tolerantes que otras personas, por eso sois a los únicos que he invitado aquí y no a casa de mi abuela, que es bastante más común. —Ella le sonrió—. Mi abuela me ha contado lo preocupada que estaba al saber que mi padre iba a tener una hija a la que cuidar, cuando él en ocasiones tiene problemas para levantarse de la cama y yo misma vivo esa preocupación desde que soy consciente de la condición que tiene. Puedo entenderte.

 

Ahí estaba la confirmación de que Linette sabía que Remus sufría las mismas consecuencias de un ataque, dándole la razón a su pareja desde que trataron el tema al conocer al hombre al inicio del curso, en aquel vagón de tren.

 

—Es alguien muy importante para mí.

 

—Se nota —dijo ella, tomando la tetera para servir a Severus, que se encontraba sentado en el sofá después de seguir la orden directa de que se pusieran cómodos—. Vuelvo en un segundo.

 

Su compañero de casa asintió antes de indicarle a su pareja que se sentara a su lado, intentando que se calmara un poco y dejara de ser tan evidente.

Era posible que Linette no se mostrara tan incómoda como Lupin al hablar de la licantropía, quizá porque no era ella la que lo sufría, pero tampoco consideraba que fuera agradable tener que dar explicaciones continuamente sobre un ser querido y su peligrosidad.

 

—No he pretendido ofenderla —susurró Sirius casi a su oído.

 

—Seguro que ella lo comprende. Aún así piensa en cómo te sentaría que todo el mundo se fijara en Lupin por su condición antes que por su forma de ser. —Notaba por el jugueteo de sus dedos que estaba imaginando la situación—. Debe ser agotador, ¿no? Creo que está bien que quieras saber algunas cosas, pero quizá es mejor ser observador y dejar a Linette tranquila. La historia de su padre tampoco será idéntica a la vida que pueda vivir Lupin.

 

—Tienes razón. Cada uno tiene sus circunstancias, pero me alegraba ver que tenía un trabajo decente, que es una de las preocupaciones de Remus. Ninguno de nosotros se la hemos podido quitar de la cabeza.  

 

Ambos muchachos terminaron la conversación al escuchar los pasos que se acercaban, creyendo que lo más adecuado era seguirla en privado, sin que el hombre notara algún tipo de interés que podía entenderse como rechazo.

 

—Señor Baines, lamentamos importunarle en su trabajo. —Severus se levantó del sofá para ser más educado, causando que Sirius le imitara, aunque él estiraba la mano para saludar al mayor.

 

—¡Oh, no digas eso! Estoy encantado de ver que unos compañeros de Linette han venido a visitarla. —Apretó la mano de Sirius antes de dirigirse a Severus, al que le costó un poco más recibir ese contacto.

 

—Severus y Sirius han traído un regalo.

 

—¿De verdad? No era necesario que os molestarais. Os lo agradecemos tanto… —dijo Cailean viendo la caja de dulces que Linette le mostraba—. Tienen una pinta deliciosa, pero por favor, sentaos y tomad algo de té con Linette.

 

El hombre parecía un poco nervioso por tener visita, casi igual que cuando lo vieron en la estación, ya que no estaba demasiado acostumbrado a que alguien más que Linette estuviera allí y tampoco a socializar. Ni siquiera su madre solía acercarse, ya que no quería ver el destrozo que él mismo provocaba durante sus transformaciones, por mucho que luego intentara arreglar la casa y que no se notara demasiado.

Para él que Linette quisiera presentarlo era algo que resultaba vergonzoso, pues siempre había evitado que la gente pudiera relacionar a su hija con un licántropo, creyendo que sería lo mejor para ella.

 

—¿Por qué no te quedas a tomar tu té con nosotros? —pidió ella, tomándole el brazo con cariño mientras dejaba las pastas en la mesa por si los propios invitados querían tomar, añadiendo unas galletas de mantequilla que ella misma había comprado para esa visita.

 

—Claro. Seguro que puedo permitirme un descanso. —Acarició la cabellera de su hija, su mayor tesoro en la vida y por lo que merecía continuar por mucho dolor que sufriera.

 

Cailean se sentó en la butaca que quedaba cerca al sitio libre del sofá que ocuparía su hija, que ya estaba hablando con sus compañeros sobre las vacaciones y preguntando por Remus, el muchacho que le acompañaba durante algunas rondas de prefectos, o así lo recordaba.

 

—Ya empieza a estar un poco nervioso por la cercanía de los ÉXTASIS, aunque aún queda un año para eso.

 

—¿Quién no lo estaría? —Linette parecía divertirse con el pasotismo de Sirius, el cual ya conocía por las charlas con Remus durante sus rondas y los momentos que habían compartido en las clases conjuntas.

 

—Piensa que también es prefecto y queréis hacer el curso de aparición. Todo eso va restando tiempo de estudio —recordó Severus, creyendo que lo más conveniente era estudiar desde antes, como él hacía desde que habían pasado los exámenes de quinto.

 

—¡Oh! ¿También queréis hacerlo? Yo he estado ahorrando con las clases particulares que he estado dando, creo que será muy útil tener el permiso para el futuro.

 

—¿Estás trabajando de maestra? —Severus se había sorprendido ligeramente, ya que no conocía que estuviera interesada en la enseñanza.

 

—No tanto como eso, sólo estoy ayudando a estudiar a un pequeño que es vecino de mi abuela. Sus padres son bastante exigentes y quieren que vaya preparado a Durmstrang.

 

Sirius rodó los ojos al escuchar esto, pues sus padres también compartían el pensamiento, creyendo que eso solucionaría la educación tan nociva que ellos les daban desde su infancia.

 

—Linette me contó que tú también habías tenido tu primer empleo —habló Cailean, refiriéndose a Severus.

 

—Sí, aunque actualmente el local está cerrado y no he conseguido otro trabajo para estas vacaciones…

 

—Bueno, no debes exigirte tanto. Aún sois muy jóvenes y es difícil encontrar empleo a esas edades. —Los muchachos sabían que tenía mucha razón, pues rara vez se quería la ayuda de chicos que en pocos meses regresarían a sus escuelas y que además, no contaban con la madurez y la responsabilidad que algunos adultos creían—. A mí me costó mucho hacerme a la idea de que Linette ya empezara con la vida laboral, pero al contarme que a ti te había ido tan bien, creí que era conveniente para ella conseguir esa independencia.

 

—Desde que la conozco siempre ha actuado de una forma muy responsable —dijo Severus, observando la sonrisa que se dibujaba en el rostro de su compañera.

 

—Eso es lo que dijo ella de ti durante aquella conversación.

 

—Y lo que decimos todos cuando hablamos de Severus —confirmó Sirius, acariciando su mano con dulzura, un gesto que no pasó desapercibido por Cailean, que ya empezaba a recordar que su hija le había comentado que eran pareja.

 

—No se puede decir lo contrario de ninguno de los dos, ¿no? Al fin y al cabo, tú también estás reformando vuestra casa y ocupándote de ello igual que Severus.

 

Cailean prestó mucha más atención al escuchar aquella información, creyendo que no era del todo adecuado que dos muchachos de la edad de su hija ya vivieran juntos y sin ningún tipo de vigilancia.

No era tonto y, por mucho que su condición le hubiera casi obligado a estar solo, sabía que tenía una hija hermosa que acabaría enamorándose, pero también que los muchachos solían estar en una edad más inmadura y mostrando menos compromiso que las chicas como Linette. Algo que siempre le había preocupado desde que había tomado a su pequeña princesa por primera vez en brazos.

Notas finales:

¡Nos vemos el próximo martes!


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