Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La rivalidad que crea la atracción por ArtemiaCelosia

[Reviews - 695]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Tras un último vistazo a su casa y recordando llevarse el espejo mágico bajo el brazo por si su pareja necesitaba algo, se marchó por red flu, apareciendo en el salón de los Potter.

La sorpresa no se hizo esperar al encontrar a Peter ya allí, pues al parecer se había apuntado a la cena familiar, un momento que él no había vivido al estar despidiéndose de Severus.

 

—¡Mirad quién ha llegado! —exclamó James con tanta efusividad que le hacía considerar que sus sospechas sobre el alcohol eran ciertas.

 

—¡Hola, chicos! ¿Llego tarde para la fiesta? —Fue a abrazar a cada uno de ellos, parándose unos minutos para saludar a los padres de James y tener una breve charla.

 

Ellos parecían seguir preocupándose por su bienestar, pero ya rara vez le invitaban a quedarse, comprendiendo que ahora ya era independiente y que había formado su hogar en otro lugar. Aún así casi siempre se ofrecían como ayuda con algunos pagos si lo necesitaba.

Teniendo en cuenta el afecto de los padres de Remus y lo compasivos que eran los padres de James, podía afirmar que no le faltaba nada, aunque le hubiera gustado tener ese tipo de cosas en su propia casa.

Ahora era Severus el que le cuidaba y él intentaba hacer lo mismo con su pareja para que sintieran las carencias de sus padres.

 

—Fleamont, sí que me gustaría aprovecharme un poco de sus contactos —comentó con una gran sonrisa en el rostro.

 

—Todo lo que esté en mi mano, chico.

 

—Necesitaría que me encargaras ingredientes para pociones. Confío en tu criterio y pagaré lo que sea. —El hombre parecía interesado al creer que tenía un gran interés en las pociones—. Es para mi pareja. Quiere llegar a ser un gran fabricante de pociones y siempre está haciendo pruebas y estudiando en casa.

 

—En un par de días tendrás todo lo necesario en casa —aseguraba el hombre, viendo que su hijo ya se acercaba para cortar la conversación sobre los estudios, argumentando que era la última festividad del año y que no debían pensar en esas cosas.

 

—Muchas gracias. —Sirius se dirigió a sentarse con Peter, pasando el brazo por sus hombros para posteriormente juntar sus cabezas—. ¿Sabes lo me he acordado de traer? —preguntó mientras metía la mano en el bolsillo de su bolsa nueva.

 

Estaba listo para utilizar por primera vez el snap explosivo que su amigo le había regalado por Navidad, creyendo que era muy buena idea echar alguna partida antes de desmadrarse de forma tan temprana. Aún faltaban horas para que volviera a casa y quería llegar sin ser una carga para Severus, por lo que debía controlarse un poco y no seguir los pasos de James, que era el más peligroso de sus amigos si no se contaba a sí mismo.

En poco tiempo Peter pareció mucho más contento, provocando que de nuevo se planteara si estaba dejando a sus amigos de lado, especialmente a Peter, que parecía el que más atrás se sentía y el más necesitado de sus atenciones.

Quizá en el futuro, cuando encontrara a alguien que le gustara, se sentiría un poco más integrado en el grupo, a pesar de que ellos no pensaran que estuviera en otro nivel o momento de su vida. 

 

—James, ¿te vas a unir en la primera partida? —Giró todo su cuerpo para poder ver dónde se encontraba, pero no lograba ver dónde había ido—. ¿Qué…?

 

—Habrá ido a escribir a Lily. Lo ha estado intentando durante la cena. —negó con la cabeza mientras suspiraba—. Le he dicho que no era buena idea que lo hiciera borracho, pero…

 

—Bueno, olvídalo. Algún día tendrá que ver esa parte de él. —Encogió los hombros sin darle demasiada importancia. Como mucho diría cosas de las que sentiría vergüenza después, aunque iba siendo hora que fuera mucho más claro con sus sentimientos hacia la pelirroja.

 

Peter y él comenzaron a pasar un buen rato, compartiendo algunas risas y piques amistosos en esas victorias y derrotas que iban en un empate emocionante.

Al cabo de unos minutos más, apareció el de gafas, ya un poco más sobrio o al menos lo suficiente para que pudiera ponerse a jugar y tener una charla con algún sentido.

 

 

No llevaba más de dos horas allí y ya comenzaba a tener sensaciones que le trasladaban a los recuerdos más dolorosos que podía guardar.

Los padres de Regulus no estaban molestándole, pero estar allí encerrado, sabiendo que era peligroso salir aunque fuera por motivos distintos, le hacía sentir en su infancia y a su vez, vivir la incomodidad de Sirius.

 

Kreacher de vez en cuando aparecía en el cuarto para comprobar si necesitaba algo debido a la petición que sabía que su amigo había hecho, por mucho que intentara ocultárselo, siendo suficiente para interrumpir sus pensamientos volviendo a la realidad, pero aquello no lo hacía tan fácil.

 

El espejo doble estaba guardado bajo la almohada, lugar que el elfo le había asegurado que era seguro y de momento parecía que Sirius no estaba buscando contactar con él, por lo que no debía preocuparse demasiado por él.

Probablemente estaría ocupado divirtiéndose con Potter y con Pettigrew, por mucho que en su cabeza aún sonara un poco extraño.

 

La mandrágora había despertado por unos diez minutos, pero se había vuelto a sumir en ese sueño para recuperar fuerzas y mantenerse saludable.

Al inicio se había preocupado, ya que era común que murieran sobre esas fechas y más teniendo en cuenta que tenía varios años de edad, pero sus hojas seguían en muy buen estado, por lo que debería tener nutrientes suficientes para seguir sobreviviendo por un buen tiempo, especialmente cuando Kreacher se encargaba de hechizar la maceta con un encantamiento que le proporcionaba calor, sumada a la bufanda de su amigo que recubría la base.

 

—Kreacher —llamó Severus, sabiendo que le escucharía estuviera donde estuviera, presentándose para comprobar qué necesitaba, algo que no tardó en suceder más que un par de segundos—. ¿Qué sabes sobre el juramento que realizaron tus amos sobre Regulus?

 

—¿Qué debería saber Kreacher? —Su respuesta le demostraba que no estaba nada feliz por sacar el tema o porque él supiera los trapos sucios de la familia.

 

—No lo sé. Estoy buscando alguna manera de ayudar a Regulus y cualquier detalle podría ser de ayuda. —Por un breve instante sintió que los ojos del elfo brillaban de una forma muy distinta, casi como si necesitara la esperanza de esa ayuda.

 

—Kreacher no conoce la magia de los magos, pero Kreacher sabe lo que los amos quieren que haga el señor. —Decidió escucharle en silencio, aunque dudaba que esa información le ayudara en algo—. Los amos desean que se convierta en mortífago y que se gane el favor de…

 

—Supongo que eso supone ser su mano derecha —interrumpió al ver que se ponía sumamente nervioso por tener que pronunciar esas palabras.

Si para los magos era terrorífico, no podía llegar a imaginar para las criaturas que podían ser calcinadas en un solo vistazo por ese hombre que no tenía piedad por nada ni nadie.

 

Lo único que podía hacer para ponerle remedio a eso era unirse a los mortífagos a la vez que su amigo, para así cumplir las órdenes que le encargaran y que él se llevara el mérito, aunque eso no ayudaba demasiado a la culpa que iba a sentir.

 

—Los amos creen que es lo mejor. Están intentando protegerlo.

 

Suponía que así era, pero le parecía absurdo porque no creía que el Señor Tenebroso tuviera alguna compasión con aquellos que enviaba a su muerte en varias ocasiones.

De todos era conocida la brutalidad con la que atacaban los mortífagos y a su vez, las vidas que ellos mismos perdían, en el mejor de los casos terminando en Azkaban.

¿Cómo era posible que no hubiera más mortífagos allí? ¿Realmente el Ministerio estaba haciendo lo suficiente para proteger al pueblo mágico?

No era muy asiduo a leer las noticias, pues poco le importaba el resto del mundo cuando él vivía tan alejado de todo, pero sabía que existían problemas dentro del Ministerio.

 

“Lucius podría tener algún tipo de información, pero él parece que está de acuerdo con el pensamiento de los Black”. Su boca se torció casi al instante.

 

Si era así, ¿cómo podía denominarle amigo? ¿Por qué hacía la distinción si él mismo era mestizo?

Ya le había dicho que negaba que aquel hombre fuera su padre, sin embargo por mucho que quisiera pensar así, nada cambiaba la realidad y sus orígenes.

 

La alarma atenuada con uno de los cojines sonó, indicándole que debía tomar el tercer y último vial.

Quizá le hubiera gustado más aprovechar aquel tiempo, pero al menos podía tranquilizarse al saber que Regulus debía estar disfrutando la noche y que Sirius seguía sin saber todo lo que estaba ocurriendo.

 

 

Pasar esa noche con la familia había hecho crecer su amor y su deseo de ser parte de la misma. Tras las campanadas los abrazos y los besos en la mejilla fueron naturales, como si siempre hubieran estado compartiendo esos eventos.

Debía encontrar una manera de salir de todo aquello, por Remus, por ellos y por él mismo.

 

Lyall y Hope merecían la tranquilidad que podía proporcionarles saber que alguien iba a cuidar y aceptar a su hijo, a pesar de que quizá no fuera la opción que tuvieran en mente desde que Remus fue haciéndose mayor.

 

 —Muchas gracias por invitarme. —Estaba maravillado al ver el afecto que los mismos adultos dejaban ver, ya que sus padres no mostraban apenas acercamiento, probablemente porque se casaron sin mucha más opción y no por amor. Jamás podría ver un beso tan lleno de cariño por parte de ellos ni esas miradas enamoradas que le recordaban a su amante.

 

—Gracias a ti por venir a celebrarlo con nosotros —respondió Lyall, ya más tranquilo al haber estado con él durante esas horas, notando que su rostro cambiaba al mirar a su hijo—. Vuelve siempre que quieras.

 

—Las puertas estarán totalmente abiertas para ti —incluyó Hope, dándole un nuevo abrazo para despedirse de él.

 

Estaban listos para marcharse hacia su dormitorio y así permitir que Remus pudiera despedirse de la forma que él deseara, aunque quizá en su mente era lo que menos le apetecía hacer.

Gracias a Sirius y a Severus habían conseguido vivir esa situación que no sabían si volvería a repetirse, aunque el licántropo deseaba que siguieran así por muchos años más, quizá invitando a sus padres a su propia casa, la que compartiría con el hermano menor de Sirius cuando llegara el momento en el que estuviera preparado y con las ideas más claras.

 

—Remus, quiero decirte algo. —El castaño notaba cómo agarraba sus manos con delicadeza, como si de algún modo supiera que su cuerpo en ocasiones dolía aunque no tuviera heridas externas—. Eres la persona más especial en mi vida, una de las que más quiero.

 

—Y tú de la mía —respondió sintiéndose algo torpe. Su corazón de nuevo comenzaba a alborotarse ante esa afirmación—. Yo… Me da miedo no poder ofrecerte todo lo que mereces.

 

—Compartimos el mismo miedo entonces. —Una de sus manos se dirigieron a su rostro, rozando en esa ocasión su mejilla en vez de centrarse en sus cicatrices. No quería darle indicios de que sabía perfectamente a qué se refería, ya que entonces podía salir el tema—. Te voy a querer siempre. Lo sabes, ¿verdad?

 

—¿Cómo puedes saberlo?

 

—Porque no hay ninguna opción en mi mente para que eso cambie. —Estaba seguro de ello. Ni siquiera si Remus llegara a odiarle por lo que se vería obligado a hacer. Nunca podría dejar de amarle.

 

Sabía que no podía pedirle lo mismo, pero se conformaba con los sentimientos que parecían compartir en ese momento, en la felicidad que quería que tuviera por mucho que él no fuera la razón.

Comenzó a acortar la distancia entre ellos, lamentando que el tiempo hubiera pasado tan rápido a su lado, aunque era el mejor momento para terminar aquella conversación que podía desviarse a temas peligrosos.

 

Remus fue el que acabó de acercarse, besándole con suavidad, prometiéndole con ese contacto que él haría lo mismo. Que jamás dejaría de quererle y cuidarle como tanto deseaba.

 

—Debo irme ya. No debe quedarle mucho tiempo a Severus. —Costaba que sus manos se soltaran, por mucho que supieran que debían hacerlo—. Kreacher, te necesito, por favor.

 

Los ojos del castaño sólo le miraban a él, incluso cuando el elfo apareció al lado de su amante, tomándole de la mano que ya había perdido de su agarre.

Quería decirle que se quedara, que sus padres podían cuidarle tal y como habían hecho con Sirius, pero era injusto que hiciera algo así, ya que sería ponerle en un compromiso.

Regulus no era como su amigo. No estaba pasando por los mismos problemas y no necesitaba esa ayuda que él quería darle. Sólo eran sus ganas de estar a su lado, el egoísmo de querer tenerle entre sus brazos quien quería hablar.

 

—Nos volveremos a ver en pocos días —aseguró con una sonrisa.

 

—Estaré esperando por ti en la estación —dijo Reg antes de darle un beso corto mientras cortaba el contacto de sus manos, para que fuera un poco menos difícil—. Cuando quieras, Kreacher.

 

El elfo no necesitaba mucho más para dejar aquella casa llena de muggles y de ese muchacho que no veía trigo limpio por sus raíces y por sus amistades, dejando así al Gryffindor de nuevo solo.

Notas finales:

¡Nos vemos el próximo viernes!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).