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Fiume por Mascayeta

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Ritsu se quedó pensando en lo que había visto, eran años de acusar a Yokozawa de su situación, pero entre más tiempo pasaba con Kaira y con Masamune, las preguntas que su madre le hizo esa noche en que le contó la parte de la historia que desconocía, comenzó a analizar la vida del ojiazul.

La felicidad de la mujer fue aplacada con el aviso de Kotoko que debían esperar al menos dos días antes de viajar, para nada le gustó a la pelinegra saber que su hijo nuevamente interfería con sus planes. Sin saber porqué, Onodera decidió quedarse en la habitación con el que alguna vez llamó amigo.

Pasada la medianoche se acercó a la abogada que dormitaba incómoda en una de las sillas, la mujer con desconfianza aceptó su ofrecimiento de cuidarlo por lo que restaba de la noche, en parte porque asumió que Ritsu no sería tan estúpido de hacer algo en su casa y más si quería ganarse su aprecio, pero también por la audiencia que tenía temprano y debía estar descansada para poder hacer bien su trabajo.

Antes de sentarse en el mismo lugar que ocupaba la madre de Masamune, se dirigió al baño, la puerta de la habitación se abrió escuchando el sonido de las pulseras que siempre tenía Kaira. Escondido en la oscuridad del lavabo, procuró no ser descubierto. Cada palabra que recibió Takafumi lo hizo llevarse la mano al corazón.

—Sería tan fácil matarte —murmuró Kaira moviendo el suero—, un poco de aire y ya, desaparecerías de este mundo.

—Hay manera más fáciles de deshacerse de un estorbo.

Kaira lo observó sorprendida, no sabía cuando había entrado el muchacho, y peor aún, que tanto oyó.

—Lo odio al punto de querer asesinarlo, pero tanto tu como yo necesitamos el dinero y lo que representa Fiume —extendiendo su mano, Ritsu le sonrió con malicia—. ¿Socios?

—¿Por qué no? —aceptó la pelinegra con la intención de descubrir que tanto escondía el castaño, definitivamente, este muchachito era mucho más de lo que aparentaba.

Yokozawa escuchaba entre sueños esa charla entre su madre y Onodera, no sabía bien de que hablaban, por más que quería mantener su atención, le fue imposible. No obstante, al día siguiente entendió que el acuerdo entre el amante de su esposo y Kaira era acceder a que el ojiverde viajara con ellos a Cerchio y tener que aguantarlo no solo como el amante de su marido, sino como el socio principal de la empresa de su familia.

Al descender la fría brisa sirvió para cubrir los rastros que quedaban de la golpiza de la semana anterior, sin quitarse los guantes saludó a Kisa y a Chiaki que le esperaban en la puerta de la casona. Sus dos amigos borraron la sonrisa de bienvenida al ver quien le acompañaba, con una negación muda, evitó cualquier comentario. Su prioridad era hablar con Dariam y saber que le pasó a su abuelo, no entendía lo que escasamente le contaron por el teléfono.

—Lleva mis maletas a la alcoba principal...

—Lamento que eso no podrá ser —la orden de Kaira fue detenida por el médico que bajaba por las escaleras de la entrada—, esa habitación ya está ocupada.

—¿Por quién? ¿Por el fantasma de Enzo? —la burla de la pelinegra no descolocó al rubio que a pesar de sus años se veía incluso más hermoso que ella.

Sin contestar Valentino indicó a la servidumbre donde debían acomodar las valijas, sorprendió la decisión que las de Yokozawa irían en su habitación de soltero, mientras las de Ritsu y Takano estarían en el misma pieza.

—No soy ciego, y tampoco mojigato, así que evitemos guardar las apariencias —respondió cuando Kaira quiso reclamar—, el almuerzo es a las 1300 horas y a las 1500 estará el abogado para leer el testamento. Hasta entonces, no quiero verlos.

El hombre les dio la espalda para desaparecer por la puerta que lo conducía al viñedo. Por su parte Kisa y Chiaki acompañaron a Takafumi hasta su habitación, para contarle sobre el deceso de Yokozawa-sama.

Takafumi se sentía culpable, su abuelo había descubierto los vales que Hatori y Kirishima tenían con su nombre, Enzo salió a buscar a Dariam para pedir explicaciones y se encontró con Chiaki, llegó justo antes de que abusarán de él, regresó sin dar más explicaciones a la finca y se encerró hasta que pudo hablar con el médico. Al día siguiente lo encontraron muerto, un ataque al corazón.

—Esta semana Dariam, Hatori y Kirishima han estado al tanto de todo lo legal, el cadáver no lo vimos, solo Yukina...

—El novio de Kisa —respondió Chiaki ante la cara de sorpresa de Yokozawa—, es médico, llegó hace dos meses de Tokio.

Era gracioso ver como la persona que conocía su secreto estaba en la casa de su abuelo, el mundo era un pañuelo. Hasta la hora del almuerzo los donceles hablaron de todo, era necesario ser puntual, Takafumi recordó la consigna de Enzo, y como tal, se debía honrar la memoria de los muertos.

A la cabeza de la mesa Dariam esperaba a los comensales, los lugares fueron ocupados de acuerdo con la jerarquía, al querer sentarse en la otra cabecera, de nuevo Kaira fue detenida por la voz del rubio.

—¡Ahí no!
—¿Quién te crees para ordenar como si está fuera tu casa? —preguntó la mujer indignada.

Valentino suspiró por lo imbécil que podía llegar a ser. Colocando la servilleta en sus piernas contestó sin perturbarse.

—Si duermo en la alcoba de Enzo y me siento a la cabecera de la mesa ¿quién crees que soy? o mejor ¿cuál es mi lugar en esta casa?

Derrotada por la retórica se sentó al lado de Yukina iniciando una fatua conversación, el médico hizo gala de su encanto alivianando el ambiente, solo Chiaki y Kisa sabían que esto era lo propio antes de la tempestad que se avecinaba.

A la hora acordada todos menos Kou, Ritsu y Hiyori, estaban con el abogado. Al ver a Zen ingresar junto con Dariam, Takafumi sintió su cuerpo arder, la sola presencia del hombre lo intimidó al punto de querer salir de allí, más cuando el enólogo lo observó con claro fastidio, se lo merecía.

La lectura se extendió por dos horas, dándose por concluida cuando Takano salió directo a la alcoba que compartiría con su amante. Kaira trató de detenerlo, pero la mirada de ira y los puños apretados, le demostraron que era mejor hablar después.

Dariam se despidió del abogado y pidió permiso para descansar, cualquier cosa que necesitaran estaría a cargo de Kisa que asintió de inmediato. Cerrando la puerta, dejó a Yokozawa y a Kirishima en el despacho. El ojiazul le entregó un documento a Zen quien lo leyó con calma.

—Y ¿qué si no acepto? —cuestiono moviéndolo.
—Es un favor, el fideicomiso me pertenece, y el porcentaje de la vinícola me lo pude comprar...
—Parece que no entendió lo que mi padre quiso decir.

Los dos hombres voltearon para encontrar a Hiyori con una bandeja con té y galletas que ofreció a su progenitor, ignorando al pelinegro.

—Ese dinero y lo que le corresponde de la empresa es para sus hijos, si tanto necesita el monto, puede tratar de hacer algo que parece nunca a hecho.

Takafumi pasó saliva, esa no era la imagen que tenía de la hija de Zen; no obstante, sus antecedentes tampoco lo dejaban muy bien parado.

—Piénselo señor Kirishima, es deshacerse definitivamente de mi y de los mios.
—¿Tan poco te importa tu herencia?
—Por el contrario, porque me importa es que se lo pido.

Se retiró pensando en los resultados de la lectura del testamento, al llegar a su alcoba encontró tres personas que hubiese querido evadir.

Las palabras de Kaira sonaron como una burla, y lo convencieron de que su decisión era lo mejor.

 


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