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Fiume por Mascayeta

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Hiyori no entendía como Síle la había convencido de pasar la mañana juntas, el día anterior en la cena, acordaron que los papeles que los convertirían en socios serían firmados en la recepción que se ofrecería por parte de Fiume a los pequeños cultivadores que trabajaban con Cerchio, para darles la buena nueva.

Con una fingida sonrisa mostró el quinto vestido que se probaba, ninguno era de su agrado, aunque para la ceniza cada uno le quedaba mejor que el anterior, Hiyo regresó al cubículo. Cansada le pidió a la señora Anderson que le permitiera elegir otros dos, de colores diferentes y que la hicieran lucir mayor ante Ethan Brandon. La señora Anderson arqueó una de sus cejas, y con complicidad le otorgó el permiso. Fue una sorpresa encontrar a Kisa, Chiaki y Yokozawa comprando ropa para la reunión. Las risas y bromas tenían a más de uno en local observando con curiosidad al grupo, cuando Shouta la divisó, le llamó para preguntarle su opinión.

Mientras el pelinegro y el ojiazul ingresaron al vestier, Hiyo encontró el momento oportuno para acercarse a Takafumi y dejar en claro su posición frente a la situación que desde hacía días venia notando con su padre.

La castaña dio vuelta sin detenerse a esperar una respuesta, necesitaba volver con Síle antes de que notara que estaba con ellos, no obstante, sin proponérselo se detuvo para admirar el vestido de uno de los maniquí. Su sonrisa no pasó desapercibida para Yokozawa, que la observó negar con la cabeza y aproximarse a su abuela que cargaba varias talegas.

Al salir del local, la señora Anderson le invitó a almorzar, demasiado para una simple ida de compras, respondió Hiyori apenada. Sin embargo, una vez estuvieron ante el bocadillo, la dama habló de lo que esperaba a las compañías de allí en adelante.

La adolescente oyó con atención, mientras llevaba los alimentos a su boca, recordó el instante en que la distinguió en el crucero.

De inmediato supo de quien se trataba, coincidencialmente uno de los chicos con los que andaba le explicó a que se dedicaba. Las empresas Anderson por mucho tiempo fueron reconocidas como asesores comerciales de pequeñas y medianas compañías; sin embargo, cuando se separaron Candace y Steven, las riendas las tomó la nueva esposa del dueño convirtiéndola en una usurpadora. Cuando los negocios se veían al borde la quiebra, aconsejaban venderla, para ellos dividir los activos y sacar el doble de lo que invertían.

Al contarle a Enzo, el hombre le sugirió ganarse su confianza e invitarla a Cerchio. La idea era convencerla del resentimiento que Kirishima y ella sentían por Dariam al quitarles la firma que levantaron desde que la primera mujer de Yokozawa-sama la arruinó.

El recibir los documentos donde se hacía realidad la inversión en Takano Co. y Onodera Liquors, fue la manera de cerrar el trato que pondría en sus manos la hacienda, sacando también al hijo de Kaira del juego.

El almuerzo realmente le supo amargo, no comprendía las razones del odio que esa mujer destilaba. Por ahora, solo tenía que disimular.

Tan pronto como Chiaki y Shouta salieron de los vestier, Takafumi inventó algo para poder marcharse. Los chicos al ver el paquete en sus manos asumieron que ya había comprado un aburrido traje formal, así que no molestaron más. Su amigo amaba recorrer almacenes tanto como salir de fiesta, es decir, nada.

Yokozawa recorrió el centro comercial con tristeza, la joven tenía razón:

«Al lado de mi padre debe estar alguien de carácter, no un pelele como usted, así que le pido que no le dé falsas ilusiones. Además, recuerde que está casado».

Ante eso, ¿qué podía decir? La noche anterior Takano se instaló en su habitación sin dar explicaciones. Cuando lo sintió dormido, prefirió acostarse con Dariam que le recibió con los brazos abiertos. Desde el día que prometió a su nono convertirse en un ejemplo para los trabajadores, logró ganarse a pulso el lugar que siempre debió tener en la hacienda. Nadie dudaba de su capacidad de trabajo, de la visión para los negocios y como las ventas mejoraron en ese mes y medio, pero su forma de ser distante y con un caparazón que solo provocaba que se alejaran de él, solo confirmaban los rumores de la extraña relación que sostenían él, su esposo y el amante de este.

Al llegar a la casa, aprovechó para dejar el vestido en la habitación, cambiarse de ropa y salir a recorrer los viñedos. Al final, simplemente se sentó en el mirador que daba a la playa, el sonido del mar siempre le llenaba de paz.

—¿Puedo acompañarlo? —la pregunta le sacó de la ensoñación en que se hallaba.

Levantándose ayudó al señor Anderson a acomodarse en el columpio. El hombre desde su aparición se mostró como alguien reservado, se dedicó a escuchar las conversaciones entre Brandon, Kirishima y Takano. Las pocas veces que intervino lo hizo cuando alguno de los donceles daba su opinión sobre un detalle en particular. Aunque la primera noche le extrañó el comportamiento, durante la semana se ganó el aprecio de Kisa, Onodera e incluso del mismo Dariam, por lo cual desistió de buscar malas intenciones en su actuar.

—Nunca me propuse conocerte, te pido disculpas por ignorar tu presencia por tanto tiempo—. Yokozawa lo miró con curiosidad, asumió que Síle le habló de su existencia como parte del pasado que tuvo en Italia, así que le sin darle mucha importancia le dejó en claro que no era una obligación por parte de la nueva pareja de su abuela, conocerlo.

—¡Vaya!—la exclamación y la risa del hombre mostraron al doncel que se había equivocado—. Mi "pareja" por lo visto tiene más secretos de los que pensaba.

Examinó a Yokozawa deteniéndose en los ojos grises, la gruesa mano acarició la mejilla del menor que le miraba confundido.

—Soy tu abuelo Takafumi, el padre de Kaira, y creo que los dos tenemos una conversación pendiente... ¿tienes tiempo?

Esa tarde Teddybear conoció aquella parte de Síle que ignoraba, los motivos que impulsaron a su madre a negarlo, y la razón de ser un desconocido para la otra parte de su familia; mientras él le contó a Steven lo que fue su vida desde que se acordaba.

—...mi hija vio en ti una mancha, algo que le recordaba que había fallado como mujer...por eso daño su vida, vendió su felicidad...

—A veces es una decisión que hay que tomar por un bien mayor.

—No hijo, nada ni nadie justifica el sacrificio de la propia felicidad —el varón observó el reloj avisándole que debían regresar, la reunión no comenzaría sino hasta las nueve, pero los arreglos indudablemente requerirían de la presencia de ambos—. Piénsalo muchacho. Lo que sí creo es que esta conversación debe mantenerse entre nosotros dos por el momento.

Yokozawa afirmó, colgándose del brazo que formalmente le era ofrecido.

Ese día para él, fue de enseñanzas, y de decisiones.

 


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