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My One and Only por yaoista

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-          ¡Corre Ron! ¡Ya es tarde! –gritaba Harry dejando a un pelirrojo atrás.

-          ¡Eso intento Harry! Creo que no debí comer tanto, estoy muy lleno, apenas y puedo moverme –se quejó el pecoso.

-          Creo que es aquí, ¡vamos! –Harry abrió la puerta de un aula entrando rápidamente, observando que no había ningún profesor aún– Llegamos –suspiró.

-          ¿Te imaginas lo que haría McGonagall si nos viera? –preguntó Ron avanzando a su un lugar vacío, pero deteniéndose al instante al observar como un viejo gato que se encontraba sobre el escritorio del profesor se transformaba en la jefa de su casa –eso fue brillante… -atinó a decir.

-          Gracias por el cumplido señor Weasley –respondió sarcásticamente la mayor –tal vez sería más útil si los transformara a los dos en un reloj de bolsillo… Así, tal vez llegarían a tiempo

-          Regresar es un lío –se excusó Harry.

-          ¡Los convertiré en un mapa! Eso los ayudaría a encontrar sus sillas –repuso la profesora dándoles la espalda para poder continuar su clase.

Harry bajó la mirada dirigiéndose al lugar vacío que habían encontrado y se sentó junto a Ron, observando de reojo a un rubio con cara molesta mirándolo con desaprobación y unos segundos después continuando con él trabajó que realizaba, resignado, se dispuso a hacer lo mismo en silencio para evitar otro regaño de la profesora, hasta que la clase termino y todos salían en orden del aula.

-          Valla lío en que nos metimos –se quejó Ron.

-          Ni que lo digas –suspiró Harry– ¿ahora que nos toca? –preguntó mientras avanzaban a la salida.

-          Pociones, Con el profesor Severus Snape…

-          ¡Valla! Deje mi pluma en mi lugar, te veo allá, adelántate –exclamó el moreno.

-          ¿Estás seguro?

-          Si claro, no tardaré –afirmó y giró para regresar a su lugar chocando con Draco.

-          ¡Auch! ¡¿Quieres fijarte por dónde vas?! –se quejó el rubio.

-          Lo… lo siento –se disculpó avergonzado, esquivándolo antes de que sus amigos lo golpearan.

-          Adelántense –susurró Draco –tengo algo que arreglar con Potter –añadió y sus amigos sonrieron maliciosamente antes de irse.

-          ¡Listo! –exclamó Harry encontrando su pluma.

-          ¿Quieres dejar de ser tan descuidado? –reprochó el rubio dirigiéndose al moreno.

-          Ya dije que fue un accidente, yo…

-          ¡No! Yo hablo de llegar tarde, es el primer día y ya te han regañado.

-          Yo… -el moreno estaba confundido, ¿desde cuándo se preocupaba el rubio por él?

-          ¡Ahora corre con Snape! Que él es menos paciente que McGonagall.

-          ¿Que? –tal vez se había confundido y Draco no era tan desagradable después de todo.

-          ¡Corre! –elevó la voz.

-          S… ¡si! –reaccionó el Gry saliendo rápidamente de ahí.

Bueno… Tal vez…

 

Snape, como Flitwick, comenzó la clase pasando lista y, como Flitwick, se detuvo ante el nombre de Harry

-          Ah, sí —murmuró—. Harry Potter. Nuestra nueva... celebridad.

Draco Malfoy volteó a ver al moreno quien se sonrojaba por tantas miradas, mientras sus amigos Crabbe y Goyle rieron tapándose la boca. Snape terminó de pasar lista y miró a la clase. Sus ojos eran tan negros como los de Hagrid, pero no tenían nada de su calidez. Eran fríos y vacíos y hacían pensar en túneles oscuros.

-          Ustedes están aquí para aprender la sutil ciencia y el arte exacto de hacer pociones —comenzó. Hablaba casi en un susurro, pero se le entendía todo. Como la profesora McGonagall, Snape tenía el don de mantener a la clase en silencio, sin ningún esfuerzo—. Aquí habrá muy poco de estúpidos movimientos de varita y muchos de vosotros dudaréis que esto sea magia. No espero que lleguen a entender la belleza de un caldero hirviendo suavemente, con sus vapores relucientes, el delicado poder de los líquidos que se deslizan a través de las venas humanas, hechizando la mente, engañando los sentidos... Puedo enseñaros cómo embotellar la fama, preparar la gloria, hasta detener la muerte... si son algo más que los alcornoques a los que habitualmente tengo que enseñar.

Más silencio siguió a aquel pequeño discurso. Harry y Ron intercambiaron miradas con las cejas levantadas. Hermione Granger estaba sentada en el borde de la silla, y parecía desesperada por empezar a demostrar que ella no era un alcornoque.

-          ¡Potter! —dijo de pronto Snape—. ¿Qué obtendré si añado polvo de raíces de asfódelo a una infusión de ajenjo?

¿Raíz en polvo de qué a una infusión de qué? Harry miró de reojo a Ron, que parecía tan desconcertado como él. La mano de Hermione se agitaba en el aire.

-          No lo sé, señor —contestó Harry.

Los labios de Snape se curvaron en un gesto burlón y Draco suspiró.

-          Es evidente que la fama no lo es todo. Vamos a intentarlo de nuevo, Potter. ¿Dónde buscarías si te digo que me encuentres un bezoar?

Hermione agitaba la mano tan alta en el aire que no necesitaba levantarse del asiento para que la vieran, pero Harry no tenía la menor idea de lo que era un bezoar. Trató de no mirar a Malfoy y observar su mirada desaprobatoria, pero escuchaba a sus amigos que se desternillaban de risa.

-          No lo sé, señor.

-          Parece que no has abierto ni un libro antes de venir. ¿No es así, Potter?

Harry se obligó a seguir mirando directamente aquellos ojos fríos. Sí había mirado sus libros en casa de los Dursley, pero ¿cómo esperaba Snape que se acordara de todo lo que había en Mil hierbas mágicas y hongos? Snape seguía haciendo caso omiso de la mano temblorosa de Hermione.

-          ¿Cuál es la diferencia, Potter; entre acónito y luparia?

-          Es lo mismo… -escuchó un susurro y volteó a ver al rubio, que al ver la mirada incrédula de sus amigos se empezó a reír de él. Suponía que era una broma de Draco para dejarlo mal ante el profesor, bueno, más mal de lo que ya estaba quedando.

-          No lo sé —dijo Harry con calma—. Pero creo que Hermione lo sabe. ¿Por qué no se lo pregunta a ella?

-          Para tu información, Potter; asfódelo y ajenjo producen una poción para dormir tan poderosa que es conocida como Filtro de Muertos en Vida. Un bezoar es una piedra sacada del estómago de una cabra y sirve para salvarte de la mayor parte de los venenos. En lo que se refiere a acónito y luparia, es la misma planta. Bueno, ¿por qué no lo están apuntando todo?

Se produjo un súbito movimiento de plumas y pergaminos. Por encima del ruido, Snape dijo:

-          Y se le restará un punto a la casa Gryffindor por tu descaro, Potter.

Harry se giró a ver al rubio que giro los ojos y los puso en blanco, de nuevo se había equivocado con Draco, no trataba de hacerlo quedar mal, ¿pero porque le seguía el juego a sus guardaespaldas cuando se reían de él?

Al terminar la clase y salir del aula Harry se apartó discretamente de Ron para alcanzar a Draco, el cual se encontraba leyendo su horario caminado atrás de sus amigos.

-          ¡Oye Draco! –Llamó el moreno y éste se giró rápidamente sorprendido –yo… bueno… quería agradecerte por tratar de ayudarme con Snape…

-          Ni siquiera me hiciste caso –giró los ojos y bajó su vista a su horario de nuevo.

-          Es que… no estaba seguro si de verdad querías ayudarme –respondió viendo como el otro lo veía con las mejillas levemente infladas y sonrió ante ese gesto, volvía a ser el mismo rubio de ojos bonitos que conoció.

-          ¡Te estaba buscando Harry! –exclamó Ron llegando hasta el moreno –¿te estaba molestando?  -pregunto viéndolo desafiante.

-          ¡No! Tranquilo Ron –calmó al pelirrojo.

-          Bueno, ¿te puedo acompañar a ver a Hagrid? –preguntó y el rubio miró con reproche al moreno, ¡se suponía que él era el que debería acompañar a Harry con el guardabosque! ¡Se lo prometió cuando lo conoció! El moreno vio entre Ron y Draco pero antes de que pudiera decir algo más el rubio ya se había ido– ¡vamos Harry! Ya pregunté donde es –añadió jalando al moreno que se había quedado viendo donde Draco había salido.

Salieron del castillo cinco minutos antes de las tres y cruzaron los terrenos que lo rodeaban. Hagrid vivía en una pequeña casa de madera, en el borde del bosque prohibido. Una ballesta y un par de botas de goma estaban al lado de la puerta delantera.

Cuando Harry llamó a la puerta, oyeron unos frenéticos rasguños y varios ladridos. Luego se oyó la voz de Hagrid.

-          Atrás, Fang, atrás.

La gran cara peluda de Hagrid apareció al abrirse la puerta.

-          Entren —dijo— Atrás, Fang.

Los dejó entrar, tirando del collar de un imponente perro negro. Había una sola estancia. Del techo colgaban jamones y faisanes, una cazuela de cobre hervía en el fuego y en un rincón había una cama enorme con una manta hecha de remiendos.

-          Están en su casa —dijo Hagrid, soltando a Fang, que se lanzó contra Ron y comenzó a lamerle las orejas. Como Hagrid, Fang era evidentemente mucho menos feroz de lo que parecía.

-          Éste es Ron —dijo Harry a Hagrid, que estaba volcando el agua hirviendo en una gran tetera y sirviendo pedazos de pastel.

-          Otro Weasley, ¿verdad? —dijo Hagrid, mirando de reojo las pecas de Ron— Me he pasado la mitad de mi vida ahuyentando a tus hermanos gemelos del bosque.

El pastel casi les rompió los dientes, pero Harry y Ron fingieron que les gustaba, mientras le contaban a Hagrid todo lo referente a sus primeras clases. Fang tenía la cabeza apoyada sobre la rodilla de Harry y babeaba sobre su túnica. Harry y Ron se quedaron fascinados al oír que Hagrid llamaba a Filch «ese viejo bobo».

-          Y en lo que se refiere a esa gata, la Señora Norris, me gustaría presentársela un día a Fang. ¿Saben que cada vez que voy al colegio me sigue todo el tiempo? No me puedo librar de ella. Filch la envía a hacerlo.

Harry le contó a Hagrid lo de la clase de Snape. Hagrid, como Ron, le dijo a Harry que no se preocupara, que a Snape no le gustaba ninguno de sus alumnos.

-          Pero realmente parece que me odie.

-          ¡Tonterías! —dijo Hagrid—. ¿Por qué iba a hacerlo?

Sin embargo, Harry no podía dejar de pensar en que Hagrid había mirado hacia otro lado cuando dijo aquello.

-          ¿Y cómo está tu hermano Charlie? —preguntó Hagrid a Ron—. Me gustaba mucho, era muy bueno con los animales.

Harry se preguntó si Hagrid no estaba cambiando de tema a propósito. Mientras Ron le hablaba a Hagrid del trabajo de Charles con los dragones, Harry miró el recorte del periódico que estaba sobre la mesa. Era de El Profeta.

RECIENTE ASALTO EN GRINGOTTS

 

Continúan las investigaciones del asalto que tuvo lugar en Gringotts el

 

31 de julio. Se cree que se debe al trabajo de oscuros magos y brujas desconocidos.

 

Los gnomos de Gringotts insisten en que no se han llevado nada.

 

La cámara que se registró había sido vaciada aquel mismo día.

 

«Pero no vamos a decirles qué había allí, así que mantengan las narices fuera de esto, si saben lo que les conviene», declaró esta tarde un gnomo portavoz de Gringotts.

 

 Harry recordó que Ron le había contado en el tren que alguien había tratado de robar en Gringotts, pero su amigo no había mencionado la fecha.

-          ¡Hagrid! —dijo Harry—. ¡Ese robo en Gringotts sucedió el día de mi cumpleaños! ¡Pudo haber sucedido mientras estábamos allí!

Aquella vez no tuvo dudas: Hagrid decididamente evitó su mirada. Gruñó y le ofreció más pastel. Harry volvió a leer la nota. «La cámara que se registró había sido vaciada aquel mismo día.» Hagrid había vaciado la cámara setecientos trece, si puede llamarse vaciarla a sacar un paquetito arrugado.

¿Sería eso lo que estaban buscando los ladrones?

Mientras Harry y Ron regresaban al castillo para cenar, con los bolsillos llenos del pétreo pastel que fueron demasiado amables para rechazar; Harry pensaba que ninguna de las clases le había hecho reflexionar tanto como aquella merienda con Hagrid. ¿Hagrid habría sacado el paquete justo a tiempo? ¿Dónde podía estar? ¿Sabría algo sobre Snape que no quería decirle?

Harry no había visto a Draco ni en la cena ni al otro día en el desayuno, ¿dónde se había metido? Quería explicarle hablar con él y decirle que si quería ser su amigo, que lo perdonara.

-          Hoy nos toca lecciones de vuelo –mencionó Ron.

-          Perfecto —dijo en tono sombrío Harry—. Justo lo que siempre he deseado. Hacer el ridículo sobre una escoba delante de Malfoy.

Deseaba aprender a volar más que ninguna otra cosa. Y en verdad quería impresionar a Draco, no quería avergonzarse frente a él.

-          No sabes aún si vas a hacer un papelón —dijo razonablemente Ron— de todos modos, sé que Malfoy siempre habla de lo bueno que es en quidditch, pero seguro que es pura palabrería.

La verdad es que Malfoy hablaba mucho sobre volar. Se quejaba en voz alta porque los de primer año nunca estaban en los equipos de quidditch y contaba largas y jactanciosas historias, que siempre acababan con él escapando de helicópteros pilotados por muggles. Pero no era el único: por la forma de hablar de Seamus Finnigan, parecía que había pasado toda la infancia volando por el campo con su escoba. Hasta Ron podía contar a quien quisiera oírlo que una vez casi había chocado con un planeador con la vieja escoba de Charles. Todos los que procedían de familias de magos hablaban constantemente de quidditch. Ron ya había tenido una gran discusión con Dean Thomas, que compartía el dormitorio con ellos, sobre fútbol. Ron no podía ver qué tenía de excitante un juego con una sola pelota, donde nadie podía volar. Harry había descubierto a Ron tratando de animar un cartel de Dean en que aparecía el equipo de fútbol de West Ham, para hacer que los jugadores se movieran. Neville no había tenido una escoba en toda su vida, porque su abuela no se lo permitía. Harry pensó que ella había actuado correctamente, dado que Neville se las ingeniaba para tener un número extraordinario de accidentes, incluso con los dos pies en tierra. Hermione Granger estaba casi tan nerviosa como Neville con el tema del vuelo. Eso era algo que no se podía aprender de memoria en los libros, aunque lo había intentado.

Una lechuza entregó a Neville un paquetito de parte de su abuela. Lo abrió excitado y les enseñó una bola de cristal, del tamaño de una gran canica, que parecía llena de humo blanco.

-          ¡Es una Recordadora! —explicó—. La abuela sabe que olvido cosas y esto te dice si hay algo que te has olvidado de hacer. Miren, uno la sujeta así, con fuerza, y si se vuelve roja... oh... —se puso pálido, porque la Recordadora súbitamente se tiñó de un brillo escarlata—... es que has olvidado algo...  el problema es que no sé qué es… -añadió y todos rieron amistosamente.

 

Aquella tarde, a las tres y media, Harry, Ron y los otros Gryffindors bajaron corriendo los escalones delanteros, hacia el parque, para asistir a su primera clase de vuelo. Era un día claro y ventoso. La hierba se agitaba bajo sus pies mientras marchaban por el terreno inclinado en dirección a un prado que estaba al otro lado del bosque prohibido, cuyos árboles se agitaban tenebrosamente en la distancia.

Los Slytherins ya estaban allí, y también las veinte escobas, cuidadosamente alineadas en el suelo. Harry había oído a Fred y a George Weasley quejarse de las escobas del colegio, diciendo que algunas comenzaban a vibrar si uno volaba muy alto, o que siempre volaban ligeramente torcidas hacia la izquierda.

Entonces llegó la profesora, la señora Hooch. Era baja, de pelo canoso y ojos amarillos como los de un halcón.

-          Bueno ¿qué estáis esperando? —bramó—. Cada uno al lado de una escoba. Vamos, rápido.

Harry miró su escoba. Era vieja y algunas de las ramitas de paja sobresalían formando ángulos extraños.

-          Extended la mano derecha sobre la escoba —les indicó la señora Hooch— y decid «arriba».

-          ¡ARRIBA! —gritaron todos.

La escoba de Harry saltó de inmediato en sus manos, pero fue uno de los pocos que lo consiguió. La de Hermione Granger no hizo más que rodar por el suelo y la de Neville no se movió en absoluto. «A lo mejor las escobas saben, como los caballos, cuándo tienes miedo», pensó Harry, y había un temblor en la voz de Neville que indicaba, demasiado claramente, que deseaba mantener sus pies en la tierra.

Luego, la señora Hooch les enseñó cómo montarse en la escoba, sin deslizarse hasta la punta, y recorrió la fila, corrigiéndoles la forma de sujetarla.

-          Ahora, cuando haga sonar mi silbato, dais una fuerte patada —dijo la señora Hooch—. Mantened las escobas firmes, elevaos un metro o dos y luego bajad inclinándoos suavemente. Preparados... tres... dos...

Pero Neville, nervioso y temeroso de quedarse en tierra, dio la patada antes de que sonara el silbato.

-          ¡Vuelve, muchacho! —gritó, pero Neville subía en línea recta, como el corcho de una botella... Cuatro metros... seis metros... Harry le vio la cara pálida y asustada, mirando hacia el terreno que se alejaba, lo vio jadear; deslizarse hacia un lado de la escoba y… BUM... Un ruido horrible y Neville quedó tirado en la hierba. Su escoba seguía subiendo, cada vez más alto, hasta que comenzó a torcer hacia el bosque prohibido y desapareció de la vista.

La señora Hooch se inclinó sobre Neville, con el rostro tan blanco como el del chico.

-          La muñeca fracturada —la oyó murmurar Harry—. Vamos, muchacho... Está bien... A levantarse -Se volvió hacia el resto de la clase -No deben moverse mientras llevo a este chico a la enfermería. Dejen las escobas donde están o se quedarán fuera de Hogwarts más rápido de lo que tarden en decir quidditch. Vamos, hijo.

Neville, con la cara surcada de lágrimas y agarrándose la muñeca, cojeaba al lado de la señora Hooch, que lo sostenía.Casi antes de que pudieran marcharse, Malfoy ya se estaba riendo a carcajadas.

-          Miren –exclamó Draco Malfoy, agachándose y recogiendo algo de la hierba—. Es la recordadora que le mandó la abuela a Longbottom.

La recordadora brillaba al sol cuando la cogió.

-          Trae eso aquí, Malfoy —dijo Harry con calma. Todos dejaron de hablar para observarlos. Malfoy sonrió con malignidad, ¿ahora si le prestaba atención? ¿Después de pasarse toda la clase riendo y hablando con Weasley? ¿Y después de llevar a ese pecoso con el guardabosque cuando se lo había prometido a él?

-          Creo que voy a dejarla en algún sitio para que Longbottom la busque... ¿Qué te parece... en la copa de un árbol?

-          ¡Tráela aquí! —rugió Harry, ¿es que era bipolar? Primero era lindo, después odioso, después amable y ahora regresaba a ser odioso, pero Malfoy había subido a su escoba y se alejaba. No había mentido, sabía volar. Desde las ramas más altas de un roble lo llamó.

-          ¡Ven a buscarla, Potter! –gritó y Harry cogió su escoba.

-          ¡No! —gritó Hermione Granger—. La señora Hooch dijo que no nos moviéramos. Nos vas a meter en un lío.

Harry no le hizo caso. Se montó en su escoba, pegó una fuerte patada y subió. El aire agitaba su pelo y su túnica, silbando tras él y, en un relámpago de feroz alegría, se dio cuenta de que había descubierto algo que podía hacer sin que se lo enseñaran. Era fácil, era maravilloso. Empujó su escoba un poquito más, para volar más alto, y oyó los gritos de las chicas que lo miraban desde abajo, y una exclamación admirada de Ron.

Dirigió su escoba para enfrentarse a Malfoy en el aire. Éste lo miró asombrado.

-          ¡Déjala —gritó Harry— ¡o te bajaré de esa escoba!

-          Ah, ¿sí? —dijo Malfoy, tratando de burlarse, pero con tono preocupado, era la primera vez que Harry volaba y no quería que éste se callera. Harry se inclinó hacia delante, cogió la escoba con las dos manos y se lanzó sobre Malfoy como una jabalina. Malfoy pudo apartarse justo a tiempo, Harry dio la vuelta y mantuvo firme la escoba. Abajo, algunos aplaudían.

-          Aquí no están Crabbe y Goyle para salvarte, Malfoy —exclamó Harry.

-          No tienen de que salvarme Harry –dijo en tono dulce.

-          ¿Qué te ocurre Draco? ¿Porque actúas así? –preguntó en voz baja, aunque a esa altura nadie los podía oír.

-          ¿Por qué me cambiaste por Weasley? –preguntó herido.

-          ¡Por qué él no es tan malo como tú! –respondió y se arrepintió de inmediato al ver la mirada triste del rubio –Draco…

-          ¡Atrápala si puedes, entonces! —gritó. Giró la bola de cristal hacia arriba y bajó a tierra con su escoba.

Harry vio, como si fuera a cámara lenta, que la bola se elevaba en el aire y luego comenzaba a caer. Se inclinó hacia delante y apuntó el mango de la escoba hacia abajo. Al momento siguiente, estaba ganando velocidad en la caída, persiguiendo a la bola, con el viento silbando en sus orejas mezclándose con los gritos de los que miraban. Extendió la mano y, a unos metros del suelo, la atrapó, justo a tiempo para enderezar su escoba y descender suavemente sobre la hierba, con la Recordadora a salvo.

-          ¡HARRY POTTER!

Su corazón latió más rápido que nunca. La profesora McGonagall corría hacia ellos. Se puso de pie, temblando.

-          Nunca... en todos mis años en Hogwarts...

La profesora McGonagall estaba casi muda de la impresión, y sus gafas centelleaban de furia.

-          ¿Cómo te has atrevido...? Has podido romperte el cuello...

-          No fue culpa de él, profesora...

-          Silencio, Parvati.

-          Pero Malfoy…

-          Ya es suficiente, Weasley. Harry Potter, ven conmigo.

En aquel momento, Harry pudo ver el aire triunfal de Malfoy, Crabbe y Goyle, mientras andaba inseguro tras la profesora McGonagall, de vuelta al castillo. Lo iban a expulsar; lo sabía. Quería decir algo para defenderse, pero no podía controlar su voz. La profesora McGonagall andaba muy rápido, sin siquiera mirarlo. Tenía que correr para alcanzarla. Esta vez sí que lo había hecho. No había durado ni dos semanas. En diez minutos estaría haciendo su maleta.

Subieron por los peldaños delanteros y después por la escalera de mármol. La profesora McGonagall seguía sin hablar, abría puertas y andaba por los pasillos, con Harry corriendo tristemente tras ella. Tal vez lo llevaba ante Dumbledore. Pensó en Hagrid, expulsado, pero con permiso para quedarse como guardabosque. Quizá podría ser el ayudante de Hagrid. Se le revolvió el estómago al imaginarse observando a Ron y los otros convirtiéndose en magos, mientras él andaba por ahí, llevando la bolsa de Hagrid. La profesora McGonagall se detuvo ante un aula. Abrió la puerta y asomó la cabeza.

-          Discúlpeme, profesor Flitwick. ¿Puedo llevarme a Wood un momento?

¿Wood? —pensó Harry aterrado—. ¿Wood sería el encargado de aplicarlos castigos físicos?»

Pero Wood era sólo un muchacho corpulento de quinto año, que salió de la clase de Flitwick con aire confundido.

-          Síganme los dos —dijo la profesora McGonagall. Avanzaron por el pasillo, Wood mirando a Harry con curiosidad.

-          Aquí.

La profesora McGonagall señaló un aula en la que sólo estaba Peeves, ocupado en escribir groserías en la pizarra.

-          ¡Fuera, Peeves! —dijo con ira la profesora.

Peeves tiró la tiza en un cubo y se marchó maldiciendo. La profesora McGonagall cerró la puerta y se volvió para encararse con los muchachos.

-          Potter, éste es Oliver Wood. Wood, te he encontrado un buscador.

La expresión de intriga de Wood se convirtió en deleite.

-          ¿Está segura, profesora?

-          Totalmente —dijo la profesora con vigor—. Este chico tiene un talento natural. Nunca vi nada parecido. ¿Ésta ha sido tu primera vez con la escoba, Potter?

Harry asintió con la cabeza en silencio. No tenía una explicación para lo que estaba sucediendo, pero le parecía que no lo iban a expulsar y comenzaba a sentirse más seguro.

-          Atrapó esa cosa con la mano, después de un vuelo de quince metros —explicó la profesora a Wood—. Ni un rasguño. Charlie Weasley no lo habría hecho mejor.

Wood parecía pensar que todos sus sueños se habían hecho realidad.

-          ¿Alguna vez has visto un partido de quidditch, Potter? —preguntó emocionado.

-          Wood es el capitán del equipo de Gryffindor —aclaró la profesora McGonagall.

-          Y tiene el cuerpo indicado para ser buscador —dijo Wood, paseando alrededor de Harry y observándolo con atención—. Ligero, veloz... Vamos a tener que darle una escoba decente, profesora, una Nimbus 2.000 o una Cleansweep 7.

-          Hablaré con el profesor Dumbledore para ver si podemos suspender la regla del primer año. Los cielos saben que necesitamos un equipo mejor que el del año pasado. Fuimos aplastados por Slytherin en ese último partido. No pude mirar a la cara a Severus Snape en vanas semanas...

La profesora McGonagall observó con severidad a Harry, por encima de sus gafas.

-          Quiero oír que te entrenas mucho, Potter, o cambiaré de idea sobre tu castigo.

Luego, súbitamente, sonrió.

 

--o-o-o-o-o-o-o-o-o-

 

-          Es una broma.

Era la hora de la cena. Harry había terminado de contarle a Ron todo lo sucedido cuando dejó el parque con la profesora McGonagall. Ron tenía un trozo de carne y pastel de riñón en el tenedor; pero se olvidó de llevárselo a la boca.

-          ¿Buscador? —dijo—. Pero los de primer año nunca... Serías el jugador más joven en...

-          Un siglo —terminó Harry, metiéndose un trozo de pastel en la boca, tenía muchísima hambre después de toda la excitación de la tarde—. Wood me lo dijo.

-          Ron estaba tan sorprendido e impresionado que se quedó mirándolo boquiabierto.

-          Tengo que empezar a entrenarme la semana que viene —dijo Harry— pero no se lo digas a nadie, Wood quiere mantenerlo en secreto.

-          No te preocupes, no le diré a nadie –respondió Ron con una sonrisa tomando la mano de Harry sobre la mesa. Harry le sonrió de vuelta y volteó a ver instintivamente a la mesa de Draco, quien lo veía completamente enojado, levantándose de su mesa para dirigirse a la salida, sin saber por qué el moreno apartó rápidamente la mano del pelirrojo, en ese instante Fred y George Weasley aparecieron en el comedor; vieron a Harry y se acercaron rápidamente.

-          Bien hecho —dijo George en voz baja—. Wood nos lo contó. Nosotros también estamos en el equipo. Somos golpeadores.

-          Te lo aseguro, vamos a ganar la copa de quidditch este curso —dijo Fred—. No la ganamos desde que Charlie se fue, pero el equipo de este año será muy bueno.

-          Tienes que hacerlo bien, Harry. Wood casi saltaba cuando nos lo contó.

-          Bueno, tenemos que irnos.

-          Lee Jordan cree que ha descubierto un nuevo pasadizo secreto, fuera del colegio.

-          Adiós –respondió sonriendo Harry observando como salían del gran comedor al mismo tiempo que Draco. ¿Qué le pasaba? ¿Primero hacía que lo regañaran y ahora estaba molesto con él? Era ridículo, el que tenía que estar molesto era él, no el estúpido rubio mimado.

-          ¿Qué te parece si vamos a la habitación a celebrar con ranas de chocolate? –preguntó Ron.

-          Me parece perfecto, ¿te veo ahí? Tengo que ir a hablar con… Wood… -dijo Harry.

-          Si claro, te veo ahí –respondió viendo como su amigo salía apresurado.

-          Pero Wood sigue en el comedor –añadió.

-          ¡Malfoy! –corrió alcanzando al rubio– ¡Malfoy! ¡Espera!

-          ¿Qué quieres Potter? –preguntó Draco deteniéndose y dándole la espalda.

-          No entiendo…

-          ¿No entiendes que Potter?

-          ¿Porque me molestas y te enojas conmigo si yo no te he hecho nada?

-          ¿A ti que te importa si estoy molesto o no? –dijo cortante aún sin mirarlo.

-          No me respondas con otra pregunta, yo no te he hecho nada y eres malo conmigo…

-          Tal vez si hubieras aceptado ser mi amigo no tendría que hacerlo.

-          ¿Es por eso? No acepté ser tu amigo por cómo te comportas con las personas, no puedes pisotearlas a tu antojo, eso no es bueno.

-          Da igual, ¿Weasley te tiene para defenderlo no? –añadió volteándolo a ver y frunció el ceño cuando Harry soltó una pequeña risita– ¿de qué te ríes Potter?

-          Eso me sonó a las escenas de celos que mi tía le hace al rio Vermont –respondió.

-          ¿Me estás diciendo celoso? ¡Yo no soy celoso! No tendría que estar celoso, no hay ningún motivo –inflo sus cachetes mientras lo veía indignado.

-          ¡Es gracioso verte así! –sonrió el moreno y llevo su mano a la mejilla del rubio –inflando tus cachetes y sonrojado –añadió al ver la mirada interrogante del Sly y poniéndolo más rojo de lo que estaba.

-          Deja de divertirte conmigo Potter –se quejó y le dio la espalda para seguir caminando.

-          ¡Espera! –exclamó tomando la mano del rubio para detenerlo– ¿porque si eres tan lindo te comportas de otra manera cuando estas con tus amigos?

-          Ya te dije que eres muy directo –respondió Draco volviéndose a sonrojar y desviando la mirada sin romper el contacto de la mano de Harry –no puedes decirles a las personas que son lindas, así como así.

-          Yo no le digo a las personas que son lindas –se defendió Harry –solo te lo digo a ti –aclaró –no le veo nada de malo a ser sincero –añadió y Draco volteó a verlo tratando de ocultar una pequeña sonrisa.

-          Yo… -no sabía que decir ante las palabras del moreno –quiero mostrarte algo…

-          ¿Qué cosa? –preguntó curioso y notando que aún sostenía la mano del rubio, tenía una piel muy suave.

-          Escuché que entraste al equipo de quidditch… -empezó a decir mientras empezaba a caminar jalando a Harry de la mano –y la verdad no me sorprendió.

-          ¿A no?

-          No, me hubiera gustado entrar a mi igual, pero debo aceptar que para ser la primera vez que vuelas lo hiciste muy bien –dijo sonriéndole a Harry y doblando por un pasillo algo oscuro.

-          ¿A dónde vamos?

-          No seas impaciente –rio Draco volviendo a doblar por otro pasillo igual de solitario –debes tener los ojos cerrados.

-          ¿Por qué? –se quejó el moreno

-          No te quejes, ¿no confías en mí? –preguntó ladeando la cabeza en un modo tierno.

-          Si lo hago –sonrió Harry ante la acción del rubio y cerró los ojos siendo guiado por Draco que seguía sin soltarle, unos pasos más y se detuvieron.

-          Listo, puedes abrirlos…

Frente a Harry se encontraba una vitrina llena de trofeos e insignias, el moreno paso su vista por cada uno de ellos hasta detenerla en una placa que decía “James Potter”.

-          Esto es… es de mi padre…

-          Está en tus venas, te ira muy bien –dijo tiernamente el rubio.

-          Gracias Draco –abrazo al rubio –es el mejor regalo que me han dado.

-          Yo… yo solo lo vi esta tarde –respondió sonrojado por el abrazo.

-          Eres el mejor –le sonrió –yo… tenía miedo de hacer el ridículo, no conozco nada de quidditch.

-          No harás el ridículo, confió en ti, es más, iré a tu primer partido.

-          ¿Enserio? –exclamo emocionado el moreno y Draco asintió –estoy seguro de que el próximo año también entraras.

-          Espero que sí, me encantaría estar en el equipo de quidditch de Slytherin, aunque competiríamos.

-          No te preocupes, te dejaré ganar –bromeó el moreno y ambos se rieron, después de risas y pláticas sobre quidditch, el reloj del corredor sonó.

-          ¡Ya es tarde! –exclamó Harry, teníamos que estar dentro de nuestra casa hace una hora.

-          ¿A dónde va Señora Norris? –se escuchó en el pasillo.

-          ¡Filch! –se quejó Draco –estamos muertos.

-          ¡Ven! ¡Vamos! –gritó Harry tomando de la mano a Draco y jalándolo por el oscuro pasillo hasta subir por unas escaleras las cuales se movieron.

-          ¿Qué pasa?

-          Las escaleras se mueven constantemente –respondió Harry agitado por haber corrido.

-          ¿Por dónde se fueron señora Norris? –se escuchó a Filch.

-          Corre –dijo Harry terminando de subir las escaleras y entrando por el pasillo donde se detuvieron –por aquí –trató de abrir una puerta que se encontraba entre unas armaduras- ¡Cerrada!

-          Espera, Alohomora –dijo Draco mientras se escuchaban pisadas acercándose y la puerta se abrió.

-          Entra –exclamó Harry apresurando al rubio, el cual fue a dar al piso al ser empujado y el moreno cayó sobre él.

-          ¡Auch! –se quejó Draco.

-          Lo siento –dijo Harry tratando de levantarse de sobre el rubio, poniendo un brazo a cada lado de la cabeza del sly– ¿estás bien?

-          Sí, ¿pero podrías tener más cuidado? –infló los cachetes.

-          Perdón, ¿te lastime? –sonrió Harry viendo como este se frotaba la frente, apartó la mano del rubio y le dio un leve beso en la frente dejando a Draco, sonrojado sin saber que hacer –mejor.

-          Si… eso… eso creo –respondió mirando a los ojos a Harry, estaba tan cerca, pero le gustaba ver esos ojos verdes, de repente vio como este se acercaba y le daba un beso en la mejilla- ¿y eso porque fue? –preguntó tímido, cosa que no era normal en él, pero antes de que pudiera responder escucharon los pasos detrás de la puerta.

-          ¡Shh!

-          Vámonos, aquí no hay nadie –dijo Fich y los pasos se alejaron.

-          Pensó que estaba cerrada –dijo Harry bajándose del rubio, el cual se había quedado sin moverse observando a otro lado.

-          Y esa es la razón –exclamó Draco levantándose rápidamente y poniéndose atrás del moreno.

Harry se dio la vuelta y vio, claramente, lo que pasaba. Durante un momento, pensó que estaba en una pesadilla: aquello era demasiado, después de todo lo que había sucedido. No estaban en una habitación, como él había pensado, era un pasillo. El pasillo prohibido del tercer piso y ya sabían por qué estaba prohibido. Estaban mirando directamente a los ojos de un perro monstruoso, un perro que llenaba todo el espacio entre el suelo y el techo. Tenía tres cabezas, seis ojos enloquecidos, tres narices que olfateaban en dirección a ellos y tres bocas chorreando saliva entre los amarillentos colmillos. Estaba casi inmóvil, con los seis ojos fijos en ellos, y Harry supo que la única razón por la que no los había matado ya era porque la súbita aparición lo había cogido por sorpresa. Pero se recuperaba rápidamente: sus profundos gruñidos eran inconfundibles. Harry abrió la puerta. Entre Filch y la muerte, prefería a Filch. Retrocedieron y Harry cerró la puerta tras ellos. Corrieron, casi volaron por el pasillo. Filch debía de haber ido a buscarlos a otro lado, porque no lo vieron. Pero no les importaba: lo único que querían era alejarse del monstruo. No dejaron de correr hasta que bajaron las escaleras y llegaron al lugar donde estaban los premios de su padre.

-          ¿Qué pretenden, teniendo una cosa así encerrada en el colegio? —jadeó Harry por falta de aire. –si algún perro necesita ejercicio, es ése.

-          ¿Es que no viste lo que había debajo de él? –preguntó igual de agitado Draco.

-          ¿El suelo? —sugirió Harry—. No miré sus patas, estaba demasiado ocupado observando sus cabezas.

-          No, el suelo no. Estaba encima de una trampilla. Es evidente que está vigilando algo.

El perro vigilaba algo... ¿Qué había dicho Hagrid? Gringotts era el lugar más seguro del mundo para cualquier cosa que uno quisiera ocultar... excepto tal vez Hogwarts. Parecía que Harry había descubierto dónde estaba el paquetito arrugado de la cámara setecientos trece.

-          Debe ser algo muy valioso o peligroso –añadió el rubio.

-          No lo sé, pero no quiero volver ahí.

-          Ni yo –negó asustado el rubio –pensé que me comería.

-          No iba a dejar que te comiera –exclamó Harry y Draco sonrió –bueno será mejor nos vallamos antes de que Flich o alguien más nos atrape, el rubio asintió y se encaminaron a la sala común de Slytherin –gracias por tu sorpresa Draco –dijo Harry.

-        No fue nada –respondió sonriente el rubio, nos vemos mañana, descansa.

-        Hasta mañana –dijo Harry dándole un beso en la mejilla antes de desaparecer de salir corriendo de ahí– ¡descansa! –exclamó perdiéndose por el pasillo, dejando a un Draco sonrojado tocando la mejilla que le había besado.


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