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Dádivas por Marbius

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Tras el fiasco de San Valentín (donde Sirius recibió una rana de chocolate igual que el resto de los amigos de Remus, plus un vale por “LO QUE QUIERAS, SIRIUS, Y YO HABLO EN SERIO, JAJÁ, LA BROMA NO ES MÁS DE TU EXCLUSIVA”), Sirius se mantuvo a distancia de Remus, analizando sus acciones, palabras y reacciones, en búsqueda de una verdad que intuía, y para la cual no se sentía con los medios necesarios para obtener por medios limpios.

—Tienes un excelente gusto para los chocolates, Padfoot —elogió James una de las piezas que Remus les había dado carta blanca para comer a su antojo, y que él por su cuenta no había vuelto a probar. Sirius no sabía si sentirse ofendido de que Remus estuviera satisfecho sólo con un chocolate de una caja que contenía al menos cincuenta piezas selectas, u ofendido porque permitiera a sus compañeros de dormitorio comer de ahí sin inmutarse cuando el regalo había sido en exclusiva para él. Básicamente era lo mismo, ofenderse por algo que estaba fuera de su control y no podía cambiar por más que le fastidiara, pero eso no disminuía el escozor que sentía en el alma y mucho menos lo aliviaba—. ¿Dónde dices que compraste la caja? Porque podría regalarle una a Lily, y conseguir de una vez por todas que aceptara salir conmigo.

De cara en su cama y con el rostro enterrado en una almohada, Sirius gruñó: —Olvídalo, Prongs. Es un plan terrible.

—¿Crees que no podría conquistar a Lily?

—Más bien creo que esos chocolates están malditos. Porque... —«Porque se los di a Remus, y nada cambió entre nosotros dos»—. Bah, olvídalo.

—Deduzco que tu plan para convencer a Remus de salir contigo no rindió sus frutos —dijo James con una sonrisa en la que sus dientes aparecían manchados de chocolate. El tercero de la tarde.

—Ha fracasado, dilo —gruñó Sirius tras ladear el rostro en dirección a James—. Y me rindo, ¿vale? Sé cuándo rendirme.

—Ese no suena al Sirius Black que todos conocemos y amamos —le chanceó James, pero en vista de que Sirius no le siguió la broma, éste frunció el ceño y preguntó con preocupación—. ¿En verdad piensas que no hay ninguna oportunidad con Remus?

—Eso parece...

—¿’Eso parece’? —Lo remedó James, que entonces se pasó exasperado los dedos por su ya de por sí alborotado cabello—. Sirius, si te digo esto es porque eres mi mejor amigo en el mundo y estoy harto de verte sufrir: Eres un idiota de clase A.

—Gracias, Prongs. El sentimiento es mutuo —masculló Sirius sin desgana, listo para rendirse no sólo con Remus, sino también con la vida por causa de su corazón roto.

—No, escúchame bien —dijo James, que se sentó en la cama de Sirius y le apartó el cabello del rostro para verlo mejor—. Fue gracioso mientras duró. Parecía que tú y Moony estaban jugando a una especie de tango demencial para ver quién daba el primer paso, pero esto ya se salió de control. Le gustas, ¿sabes? Tanto como él a ti.

—No es posible.

—Sí lo es. Todas las señales están ahí. Los besos, los abrazos, los... ruidos que salen detrás de sus cortinas a media noche y juro que por el bien de la convivencia en este dormitorio deben practicar mejor sus hechizos silenciadores —carraspeó James antes de proseguir—. Mi punto es que... Están juntos sin necesidad de verbalizarlo, pero si quieres estar 100% seguro de que es real, entonces sólo ve y háblalo con Remus. Te apuesto que él estará más que en hacerlo oficial, y después, no sé... ¿Podrán convertirse en la pareja más popular después de Lily y mí?

—Sigue soñando, Prongs —gruñó Sirius—. Lily podrá ser tuya algún día, pero Remus... Es necesario que ponga de mi parte una vez más antes de rendirme.

—¿Es que me has oído siquiera? ¡No tienes qué rendirte! ¡Remus te ama, caray!

Pero Sirius ya no lo escuchaba. Por haber crecido en un mundo en que el amor no tenía cabida cuando las uniones ventajosas y el mantener la pureza de sangre imperaban sobre el resto, Sirius tenía nociones acerca de lo que era apropiado al momento de establecer un lazo con otra persona. Incluso si Sirius había rechazado muchas de las tradiciones que como Black debía obedecer, muy dentro de sí no podía sacudirse la sensación de ser inadecuado ante Remus, así como tampoco la necesidad de demostrarle que podía ser el indicado para él.

Y en su cabeza no había manera mejor de demostrarlo que con obsequios.

 

—Ahora que tienes acceso ilimitado a las bóvedas, podrías sacar el anillo de compromiso de Elladora Black. Según entiendo está tasado en al menos mil galeones —dijo Regulus días después, en una de las tardes de té que se habían vuelto habituales entre él y Sirius en el jardín, escondidos del resto del alumnado.

Lo que en un inicio había sido un compromiso engorroso y al que prefería faltar, Sirius había terminado por acudir a su hermano por ideas del regalo de cumpleaños supremo con el que planeaba obtener de Remus un ‘sí’ absoluto en pos de su relación.

—Remus no es del tipo de utilizar joyería —dijo Sirius, mordisqueando un panecillo de moras que había conseguido al pasar primero por las cocinas—, y mucho menos un anillo de compromiso engarzado en piedras preciosas. No es de su tipo.

—Mmm, en ese caso...

Pese a pasarse hasta tarde haciendo planes para el regalo de Remus, Sirius no consiguió dar con un obsequio que fuera del todo de su agrado, y por lo tanto, inútil para los propósitos que tenía, así que tras despedirse de Regulus y acordar con su hermano verse más adelante en la semana, volvió a la torre de Gryffindor con la cabeza gacha y el corazón constreñido en el pecho.

Temía, y odiaría estar en lo correcto, no ser digno de Remus.

 

Por turnos escuchó Remus a James, a Peter, incluso a Lily y a Regulus dirigirse a él para tratar el asunto de Sirius con la mayor discreción y cortesía posible, y éste les aseguró a cada uno y por turnos que sus sentimientos eran correspondidos y que por su cuenta tomaría cartas en el asunto.

Pero terminó febrero, comenzó marzo, y la situación no dio muestras de mejorar o empeorar. Tan sólo se quedó estática en el limbo, e hizo crecer la tensión entre todos los involucrados (principales, secundarios, y hasta aquellos que sólo eran curiosos y estaban de paso) a niveles de agonía.

El día de cumpleaños de Remus, que cayó en viernes, organizó Sirius una salida de picnic con Remus a los jardines de Hogwarts, justo en un sitio donde tenían asegurada privacidad y silencio para sus propósitos, y en donde prospectaba hacer la gran declaración de su vida.

Remus aceptó la invitación con relativa indiferencia, y sólo así consiguió Sirius cumplir con sus clases del día y esperar a que el reloj diera la hora.

Al punto de reunión acudiría Remus después de salir de la biblioteca, así que Sirius pasó a su dormitorio para examinarse frente al espejo, tener un par de crisis nerviosas, asegurarse de tener el regalo de Remus en el bolsillo, y estar al punto del colapso antes de beber una poción reanimadora.

—Insisto que haces esto más grande de lo que es en realidad —dijo James, observando a Sirius atusarse el cabello sin parar para encontrar un ángulo perfecto del mechón que caía sobre uno de sus ojos.

—Estoy con James en esto —secundó Peter—. Todos sabemos cómo va a terminar esto, excepto tú.

—¡Chist! —Los mandó callar Sirius—. No necesito su negatividad, sino buena suerte.

—¡Pero es que no la necesitas! ¡Remus ya es tuyo! —Insistió James, pero Sirius lo ignoró hasta el momento en que fue necesario partir, y entonces sus dos amigos le dieron palmaditas en la espalda y le desearon suerte, si acaso porque era lo que Sirius quería escuchar o corría el riesgo de desmayarse.

A su salida del dormitorio, Lily hizo lo mismo, y afuera del retrato de la Dama Gorda esperaba por él Regulus, que repitió el gesto.

Sirius entonces sintió que sus piernas le traicionaban y que estaba a punto de venirse abajo, pero Regulus le tomó del brazo y le recordó que tenía una cita importante a la que acudir.

Su compañía sólo duró hasta los jardines, que Sirius cruzó a paso raudo hasta llegar al sitio de su cita, donde Remus ya esperaba por él y no perdía el tiempo leyendo un libro.

—Moony... —Dijo Sirius, y Remus alzó los ojos, que pronto se abrieron grandes cuando Sirius se arrodilló frente a él—. Remus John Lupin...

—Oh no... —Musitó Remus, que cerró de golpe su libro y puso una mano entre los dos para ponerle alto—. Detente, Sirius.

Sirius se congeló con la mano en el bolsillo y expresión apaleada. —Pero...

—No estoy interesado en llevar el anillo de compromiso de tu tía Elladora —dijo Remus antes de agregar—, o el de alguien más...

—Pero... Repitió Sirius, e imitándolo a gatas, Remus se acercó a él hasta poder tocarlo en los brazos.

—¿Podemos dejar de lado esta farsa? Me gustas, te gusto, estemos juntos. Sólo... detente ya con esta clase de regalos que crees que tienes que darme para que sea tuyo.

—No... lo entiendo... —Farfulló Sirius, y Remus le puso un alto total a su angustia al besarlo de lleno en la boca, y de momento, hacerle olvidar.

Después habría Remus de explicarle que para él era el sentimiento detrás del regalo lo que contaba. Que apreciaba los obsequios costosos con los que Sirius había hecho especial fechas anteriores, pero que no era necesario quede su parte estuviera o no la fortuna de los Black, porque su mera compañía lo era todo para él.

—James me habló de las cosas que vendiste para comprarme obsequios... —Dijo Remus, cuando él y Sirius por fin se sentaron cara a cara a charlar—. Sabes que no estoy contigo por tu dinero, ¿correcto?

—¿Sí? —La incertidumbre en el tono de Sirius obligó a éste a reconsiderar sus circunstancias cuando un ramalazo de dolor atravesó los ojos de Remus—. Sí, Moony.

—Y pudiste haber utilizado antes los vales que te entregué... Pensé que captarías la indirecta.

—Yo... —Sirius se mordió el labio inferior—. Quería ganarte por mérito propio.

Remus se inclinó sobre Sirius y volvió a besarlo en los labios. —Eso ya estaba hecho desde tiempo atrás, Padfoot.

—¿En serio?

—Puedes apostar que sí.

Y el lazo entre ellos se volvió oficial.

 

James siguió el ejemplo de Remus al presentarse ante Lily Evans a la salida de una clase de Encantamientos que no compartían y entregarle una simple flor de lirio que había hecho en clase con origami.

Lily arqueó una ceja, pero consciente de la historia de amor entre Remus y Sirius, al menos le dio la oportunidad de enmendarse.

—Hay una salida a Hogsmeade el siguiente fin de semana —dijo James, sonrisa tímida y sin rastros de la fanfarronería que había exhibido entonces—. Pensé que nosotros dos podríamos...

Con el lirio de papel entre sus dedos, Lily apreció sus esquinas torcidas y la irregularidad de sus dobleces, pero también la dedicación tras su elaboración, y con el romance de Sirius y Remus en mente que hablaba de intenciones antes que de dinero, se decidió.

—Sólo si me enseñas a hacer esto —dijo aludiendo a la flor de papel que tenía entre manos.

James tragó saliva. —¿Sí?

—¿Sí o no, James?

Que conmemoró la primera vez que lo llamaba por su nombre, y con el corazón a punto de salírsele del pecho, éste asintió con su propia primera vez.

—Sí, Lily.

El resto, fue sólo cuesta arriba.

 

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Notas finales:

6 partes. En realidad, insisto, éste era un one-shot pero tuve que cortarlo en partes para que la página no omitiera texto. En cualquier caso, lo subí todo en la misma tarde :) ¿Qué les pareció? Sirius puede ser un poquitín idiota, pero Remus siempre está a su lado, listo para recordarle que el dinero no lo es todo.
Graxie por leer hasta aquí.


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