Dos meses después del diagnosticado embarazo de Quill, los Guardianes de la Galaxia disfrutaban de su momento de gloria tras haber dado muerte a Ayesha. El pueblo Soberano les estaría eternamente agradecido por haberles librado de la dictadura de...
La loca dorada
Los discursos de victoria, es lo que tiene, son siempre algo tediosos y aburridos. Star Lord se dirigía al público, aglomerado en la enorme plaza de la capital, desde la tarima situada en las escalinatas de palacio. Thor y los demás, a su lado, se esforzaban por aparentar gravedad en sus rostros durante la solemne ceremonia aunque a Groot se le escapó algún que otro bostezo. El nuevo mandatario de los soberanos iba a agasajarlos a todos con unas medallas doradas, brillantes y lustrosas. Rocket estaba deseando largarse de allí para vender la suya y Drax empezaba a preocuparse por no llevar puesta una camisa o un jersey donde le pudieran pinchar la condecoración.
- No fue sencillo llegar hasta allí. - Seguía Peter con su disertación, poniendo la voz más grave que podía salir de su garganta. - La batalla fue dura, en más de una ocasión nuestras fuerzas se vieron superadas por las naves enemigas que Ayesha controlaba desde su base secreta. Sin embargo dimos con ella, nos enfrentamos cara a cara y la derrotamos.
Un enardecido aplauso brotó espontáneamente entre los asistentes. La delegación del Cuerpo Nova, la fuerza militar intergaláctica que les sirvió de apoyo en aquella complicada misión, asintió al unísono con la cabeza, todos sonrientes.
- Y así, libre de la tiranía de la loca dorada... - Peter terminaba su alegato, - el pueblo soberano podrá al fin sumarse a las fuerzas del bien en la Galaxia y progresar con las demás civilizaciones, juntos, en un universo en paz.
Otra vez aplausos y ovaciones, sonrisas de satisfacción y sincero agradecimiento. Los soberanos estrecharon las manos a los del Cuerpo Nova dándoles las gracias por su colaboración, abrazaron a los Guardianes con absoluta devoción y hubo grandes vítores entre el público. El nuevo presidente dorado colocó las medallas en sus solapas, a Drax y a Groot se las entregó en mano, no quiso correr el riesgo de hacerles daño. Siguieron más elogios y palmas, hurras y aclamaciones, para cuando subieron a la Milano estaban exhaustos. Los representantes del Cuerpo Nova regresaron al espacio escoltándolos unos cuantos pársecs por el camino, después les dejaron solos.
- Habéis estado increíbles. - Elogió Peter a su tripulación durante la cena en la Milano.
- Yo soy Groot. - Dijo el árbol con cara de no entender aquel cumplido.
- Por eso mismo, porque no habéis dicho nada. - Rió Quill burlón. - Me hicisteis caso dejándome hablar a mí.
- Cualquiera te lleva la contraria en tu estado. - Refunfuñó Rocket revolviendo su sopa de pollo con la cuchara. Peter le lanzó una mirada que petrificaría a la mismísima Medusa. - ¿Lo ves? ¡Desde que estás preñado te has vuelto más mandón!
- Siempre lo ha sido. - Murmuró Drax partiendo un pedazo de pan. - Sólo que ahora es mejor hacerle caso.
- Sí, el bebé podría nacer con alguna marca si desobedecemos a sus antojos. - Añadió Mantis sirviéndose más sopa.
- ¿Marca? - Peter la miró con los ojos abiertos como platos. - ¿Qué marca? ¿De qué hablas?
- Es cultura popular, mi amor. - Thor intentaba bajar el tono, como siempre. - Se dice que si no se cumple un capricho durante el embarazo, el bebé nace con una mancha en la piel con la forma de ese antojo. Yo tengo una especie de pequeña jarra de cerveza en el muslo, supongo que no permitieron que mi madre bebiera alcohol.
Así que era eso, la minúscula imperfección en su piel. Peter se quedó un instante visualizando la mancha en su mente, la había visto muchas veces pero nunca cayó en que podía tener la forma de una jarra de cerveza.