Igual que tú y papá.
No podía estar más sucio y harapiento, con la camisa rota para fabricarse una banda con la que cubrir su cabezota medio afeitada y requemada por el sol, y la pernera izquierda del pantalón rasgada para hacer con ella un envoltorio en el que guardar la piedra de Buri. Hasta el momento Peter no se había dado cuenta de lo mucho que su hijo necesitaba un baño y ropa limpia.
- Lyse, cariño, sube y ve llenando la bañera. - Ordenó a su hija que rauda subió las escaleras hacia el baño principal. - ¡Menuda pinta tienes, Tony! ¿A qué vienen esos pelos?
- Lo sé, dijiste lo mismo la última vez que me viste. - Rió nuestro apuesto héroe. - Un baño no me vendrá nada mal. Y papi...
- ¿Sí, hijo mío? - A Thor le llenaba de orgullo que un hombretón así le llamara “papi”.
- Si ha quedado algo de pizza ¿me la puedes subir? Estoy muerto de hambre. - Suplicó Tony haciendo sobresalir su labio inferior en un más que efectivo puchero ensayado millones de veces.
- Te haré una para ti solito. - Respondió Thor desapareciendo hacia la cocina.
Peter dejó al bebé en su cuna junto al fuego de la chimenea, había vuelto a dormirse, y acompañó a su hijo adulto al cuarto de baño. Mientras éste subía las escaleras por delante de él, no dejó de observar su ridículo peinado.
- No sé en qué estarías pensando, mi niño. - Comentó socarrón. - Pareces Ragnar Lodbrok pero rollo punki o algo así.
- ¿Dices el de la serie Vikingos? - Rió Tony recordando las horas que en su infancia pasó delante de un televisor. - ¡Ah, ni hablar! Yo soy mucho más guapo que ese tío.
Lyse había llenado ya la bañera y su hermano, desesperado al ver el agua humeante y limpia, empezó a desnudarse quitándose las botas sin deshacer siquiera los nudos. Se bajó los pantalones y arrancó de su cuerpo los jirones de su maltrecha camisa.
- ¡Nena, sal de aquí! - Gritó Peter protegiendo los inocentes ojos de su pequeña de la visión de un hombre desnudo.
- ¡Pero si es mi hermano! ¿Por qué no puedo estar aquí? Ya he visto como le cambias los pañales. - Protestó Lyse abandonando a regañadientes la estancia, su mami no había dejado de empujarla al pasillo.
- Tú quédate abajo con el bebé, haz el favor. - Le rogó Peter cerrando la puerta del baño en sus narices.
- ¡Está bien! - Masculló la niña enfurruñada. - No lo entiendo, tiene lo mismo que ahora sólo que un poco más grande.
- Considerablemente más grande, sí. - Susurró Peter observando el cuerpo de su hijo. - Oye, ¿qué son todas esas cicatrices?
- Bueno yo... - Tony se encogió de hombros. - ¿Qué esperabas? No soy oficinista, precisamente.
- ¿Y se puede saber a qué te dedicas? - Dijo pasando sus dedos por una marca profunda en el hombro de Tony que bien podía haber sido provocada por una garra afilada.
- A salvar mundos, igual que tú y papá. - Respondió metiéndose ya en la bañera. - ¡Ah, qué gustazo!
Peter resopló, la idea de que pudiesen hacer daño a alguno de sus hijos le puso los pelos de punta. Al menos era un hombre robusto, grande, duro. Si había sobrevivido a aquella cicatriz y a la del muslo derecho, a la que le cruzaba media espalda y a los numerosos moratones que lucía por toda la piel, debía ser muy fuerte. Un gran guerrero, como a Thor le gustaba aventurar. Se encogió de hombros también, gesto que antes reconoció en su hijo como algo heredado de él mismo, y se dispuso a lavar el pelo rubio y polvoriento de su retoño.
- ¡Ay, mami! - Protestó cuando Peter intentaba deshacer su trenza. - Ten más cuidado, ¿vale?
- Es inútil. - Dijo rindiéndose ante lo evidente. - Está tan sucia y reseca que tendré que cortarla.