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Inmor(t)al por Furia_Rosita

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—¡Suéltame imbécil, suéltame! —chilla el más joven, golpeando la espalda del vampiro mientras este le carga en su hombro. —¡Animal, suéltame! ¡Ayuda, me secuestran! —vocifera, poniendo sus manos a los lados de la boca para amplificar el sonido, pero es medianoche y no hay nadie en las calles para escucharle y quienes sí están llevan tantas sustancias en las venas que no son sangre que posiblemente crean que Gabriel es una alucinación.

—No hagas tanto ruido. —le dice el otro, moviéndolo en su hombro para llamar la atención.

El chico se tambalea como si fuese a caer, todo su cabello negro cayendo como la noche sobre los ojos y dejándolo ciego y sus manos aferrándose a lo primero que encuentran: el cuerpo de Román. Gabriel emite un gruñido de odio cuando logra estabilizarse y lo suelta con asco, volviendo a gritar.

—Cállate ya.

—¡Me podrían matar! Estamos yendo sin armas, sin un plan B, ¡Sin nada! a encontrarnos con quien sabe qué, tú eres inmortal ¡Felicidades! Pero yo no quiero morir tan joven. —y acto seguido, se pone a seguir aporreando al vampiro en la espalda, a tirar de su cabello azabache largo y a patalear en su abdomen.

Román tiene un cuerpo esculpido y músculos rígidos que aguantan los golpes, pero debe admitir que Gabriel, para lo que pequeño que es, pega mucho más fuerte de lo que jamás habría imaginado. Está un poco musculoso, pero muy delgado, no parece tener todo ese empuje y esa potencia en las extremidades.

El vampiro, harto de las protestas del cazador, para un momento, lo baja en un enorme suspiro y lo encara cuando el chico se cruza de brazos, hace una mueca y le mira desde abajo con ira.

—Si pasa algo te protegeré ¿Contento? —ve al otro poner cara de haber lamido un limón y añade.

Gabriel abre la boca como para gritarle algo, pero no sale ningún sonido, solo se pone completamente rojo y desvía la mirada mientras da un pisotón furioso en el suelo.

—¡N-No necesito que me protejas, imbécil! Necesito que aprendas a centrar las dos neuronas que tienes, una para escucharme y la otra para darte cuenta de que esto es una mala idea.

Román se queda parado mirándolo y Gabriel se enorgullece al creer que está considerando sus palabras, pero vuelve a su idea de que Román tiene la cabeza totalmente hueca cuando este se agacha y de un rápido movimiento vuelve a cargarlo.

—Iremos, es una oportunidad que no podemos desperdiciar y no te preocupes, no sucederá nada.

—¡Sí, sucederá, se acabó, no pienso seguir colaborando contigo en esta mierda si pones mi vida en riesgo tan fácilmente!

Román se para, alza sus ojos rojos hacia el chico, vislumbrando poco más que la mitad de su rostro enfadado de mofletes inflados en un gesto infantil y dice, con total naturalidad:

—Entonces te tendré como rehén hasta que colabores y sino lo haces te mataré ¿Para qué dejarte vivir si no me sirves? —pregunta con una risa burlona en sus labios, la piel de Gabriel se eriza por el sonido de la diversión del otro al hablar de quitarle la vida.

—Si me matas la persona de las cartas dejará de ayudarte, si es que va a hacer eso. Y si me pones en peligro dejaré de ayudarte yo así que ¿Vas a hacerme caso ya?

El hombre reanuda su marcha y Gabriel le golpea la espalda, pensando que simplemente está sordo o es demasiado idiota para entender una frase larga. Román se detiene, lo baja de su hombro y lo toma por los brazos para mantenerlo quieto y hacerlo mirarle a los ojos.

—Haremos un trato, tú sigues colaborando conmigo pase lo que pase y yo te protegeré. Es una promesa, no dejaré que te pase nada malo. Y soy un asesino, pero no un mentiroso.

Gabriel quiere gritarle que no y mil veces no, que no hará ningún trato con un vampiro, pero si le dice que no el otro no cederá y ambos se quedarán atrapados en su cabezonería, no avanzaran ni un poco y finalmente el inmortal lo seguirá siendo hasta el fin de los tiempos y él morirá sin haber liquidado a la asquerosa raza vampira.

Algo extraño se remueve dentro de Gabriel al escuchar esas palabras, suenan tiernas, como las que sus padres una vez dijeron y jamás pudieron cumplir, pero aunque despierten recuerdos en él, sabe que solo tienen de parecido la mentira. El vampiro no se preocupa por él, si le protege es por egoísmo, porque es una herramienta que puede usar, así que Gabriel se dice que no debería verse afectado por nada de lo que diga.

—Debo añadir que si no colaboras conmigo entonces no te protegeré y ¿Sabes? Eso incluye no protegerte de mí mismo, así que posiblemente te mate tan pronto como rechaces este trato. —Y dicho eso, sonríe de forma radiante y falsa, como un niño mentiroso y mira a Gabriel con confianza, sabiendo que él tiene el control.

Suspirando pesadamente y mirándolo con recelo, Gabriel extiende su mano y la estrecha con la del vampiro.

—Trato hecho. —masculla a regañadientes, y Román le sacude el brazo con alegría tanta fuerza que por un segundo cree que se lo va a dislocar.

Es entonces cuando ambos andan uno al lado del otro, dirigiéndose con tiempo de sobras a la zona acordada.

—Voy a cumplir mi promesa, no estés nervioso. —le dice el vampiro, rompiendo el silencio nocturno. Gabriel frunce el ceño y abre su boca con expresión de pocos amigos, pero Román le interrumpe. —Y no me digas que no lo estás, escucho tu corazón.

El más bajo rebuzna algo insultante sobre el vampiro que este ignora, sigue andando y mirándolo de soslayo y sin saber muy bien por qué, suelta:

—Me da igual tu promesa, posiblemente sea mentira, viniendo de algo como tú... además, estoy acostumbrado a hacer las cosas solo y odio que traten de ayudarme y protegerme. No me gusta la compañía y, ugh —entona el chico, fingiendo una arcada —aun menos la tuya.

El vampiro alza las cejas graciosamente y comenta:

—Pensaba que los humanos erais seres sociales, se supone que te tiene que gustar tener compañía.

Gabriel ríe sin gracia.

—No necesito de eso. Yo estoy solo, punto. —Y desvía la vista hacia otro lado cuando nota que los orbes carmesí se posan sobre él.

No sabe por qué pero la mirada en específico de ese vampiro logra ponerle nervioso, además no está acostumbrado a tener conversaciones ni a mantener contacto visual ¡Y menos con el enemigo!

—Los humanos sois demasiado débiles física y emocionalmente para andar toda la vida solos. Dices tonterías. —le replica el vampiro sonando más animado, no sabe por qué pero le gusta charlar con el chico aunque la mitad de sus intercambios sean amenazas y discusiones.

—Yo soy pequeño, pero ya has visto que soy fuerte, podría patear tu trasero con algo más de entrenamiento. Y emocionalmente ¡Ja! Igual que con lo otro, soy suficientemente fuerte, no necesito nadie. ¿Para que quiero a otros?

—Tanto que defiendes a los humanos y resulta que no quieres relacionarte con nadie.

Gabriel chasquea la lengua y lo mira de reojo con enfado. Entonces arguye:

—Son dos cosas diferentes, quiero proteger a la humanidad, pero eso no hace que no se me dé mejor estar solo. Me gusta así, los que necesitan de otras personas terminan mal, yo me tengo a mí y con eso me basta, no puedo fallarme, no puedo perderme ni traicionarme, así que siempre sé que haré un buen trabajo.

Román deja ir una pequeña risa el escucharlo y él le mira mal y después lanza un puñetazo a su estómago, con todas sus fuerzas. El chico se muerde la legua cuando sus nudillos tuenan contra los abdominales sólidos del vampiro, que ni se inmuta, y espeta:

—¿De qué mierda te ríes?

—No creo que tú solo puedas hacer gran cosa, eres solo un crío demasiado inocente.

—¡Que no lo soy!

Román no le responde, solo coloca una mano en su hombro y lo empuja tras su espalda. Gabriel se siente molesto por ello y sobre todo desconcertado. Se zafa del agarre con un manotazo, aunque no avanza de nuevo a su posición, al lado del vampiro, primero observa su alrededor y nota que han llegado a su destino, un destino obscuro y solitario, pero los ojos atentos y achicados del vampiro parecen poner en duda lo segundo. Examinan las sombras, sus iris diminutos viajan como pelotas de goma de un lado para otro, buscando algo que Gabriel no cree que pueda encontrar.

Gabriel se fija también en su alrededor, pero no ve nada de nada, es entonces cuando Román lo toma por la cintura, lo estrecha contra su cuerpo y retrocede tan rápido que Gabriel siente que ha volado. Ahora están unos metros más allá de dónde estaban hace una milésima de segundo, la diferencia es que el vampiro le aprieta fuerte con sus manos, que él está mareado y que allí donde estaban hay una figura alta y encorvada, tiene las manos en el aire, como si fuese a tocar los hombros de dos figuras que ya no están ahí, y luce sorprendida por la forma en que su cuerpo se mueve, buscándolos.

Gabriel suspira por un segundo.

<<Oh, vaya, pues sí que me ha protegido en serio. Bah ¿De qué me sorprendo? ¡Claro que me protege! Me necesita para que la persona de las cartas le ayude. Solo me está usando.>>

—Suéltame. —masculla el chico, apartando las manos del vampiro de él y adelantándose un paso. —¡¿Eres el de las cartas misteriosas?! —pregunta alzando la voz y apuntando con el índice a la figura negra y voluminosa que avanza lentamente hacia ellos.

Román se pone a su lado y Gabriel ve como su nariz se frunce mientras olfatea el aire como un perro.

—Una bruja. —declara y la figura se detiene.

—Buen olfato —le halaga una voz de mujer, proveniente del bulto que se estremece frente a sus ojos. Solo pueden ver una figura recubierta de harapos y una larga capucha que acaba con toda posibilidad de vislumbrar un solo rasgo facial. —Sí, soy yo la de las cartas. No podemos hablar aquí.

—Entonces ¿Dónde? —pregunta el vampiro, adelantándose otro paso y colocándose delante de Gabriel de nuevo.

—Dejadme tocar vuestras manos y os llevaré. No está en este plano.

—¿Qué? —pregunta el chico con enorme desconcierto, mirando a la supuesta bruja y a Román salteada mente, en busca de una explicación.

—Luego te lo explicará, hazme caso. Si intenta hacer algo la mataré antes de que te haga daño. —le susurra al chico, poniendo una de sus enormes manos en su hombro. Gabriel chasquea la lengua por el contacto, pero esta vez no retira sus dedos pues realmente siente que necesita esa protección si va a dejar que alguien con magia en sus manos le toque. —Adelante. —vocifera, instando a la mujer a acercarse.

Más rápida que antes, llega frente a ambos en un abrir y cerrar de ojos, dejando ir una risilla apenas audible cuando Gabriel da un repullo. La mujer extiende sus dos manos, ambas izquierdas y orienta sus palmas hacia el suelo. Agacha la cabeza, Gabriel mira a Román y le imita: el hombre pone las palmas hacia arriba y con su izquierda toca la mano de la mujer.

Cuando Gabriel también lo hace, siente un chispazo recorrerle el cuerpo y volverlo de papel, después grandes manos arrancándolo de la hoja en la que está pintado, de su mundo. La sensación le desgarra, pero el dolor apenas dura unos segundos: siente después el vértigo de ser escupido en un abismo, pero, de nuevo, pasa rápido. Sus pies tocan un duro suelo, en vez de caer sobre el vacío y, desorientado, ve a su alrededor un lugar desconocido.

Es como si hubiese saltado sobre el suelo que pisa y al volver a aterrizar sobre él, hubiese caído en un lugar totalmente distinto.

Al final Román a arrastrado a Gabriel a donde ha querido ¡Es un bruto! ¿Os gusta eso u os da rabia, como al cazador?

¿Qué os parece el trato que ha hecho el vampirito con Gabriel sobre protegerle siempre? :3

Y el misterioso emisario resulta ser una bruja ¿Por qué creéis que envía las cartas y quiere ayudarlos? ¿A dónde los habrá llevado?

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