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Pasión en Cadenas por Alleisys

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“Sé paciente y duro; algún día ese dolor te será útil”

Ovidio.

 

No era capaz de ver o si quiera escuchar algo que no fuera el duro crujido del eterno pedregal por el que se adentraba. La parte trasera de la carreta en la que iba apestaba fuertemente a excremento de animal, y lo único que deseaba era poder salir de allí. Aunque ciertamente, dudaba que si quiera pudiese dar un paso sobre otro sin caer rendido.

Sentía todo su cuerpo hecho pedazos. Su espalda, a pesar de que Eponi y Conis habían conseguido detener la hemorragia, aun palpitaba con bestial intensidad a causa del látigo que le arranco vilmente la piel. Tampoco era capaz de sentir algo más que no fuera el asqueroso sabor a metal sobre sus labios. Pensó que no conocería un dolor físico más atroz a cuando Judge le corto la boca, pero vaya que fue mucho peor cuando Sora le coció la cara. Si quiera el movimiento más involuntario le generaba un dolor indescriptible.

Entre las sombras del carruaje en el que iba transportado, trazo las vendas que ahora cubrían la mitad de su rostro. Pensando en que no hace mucho, los besos de Ichiji habían acariciado esa misma piel, y ahora, al igual que ambos, estaba totalmente destrozada.

Podía vivir con esa cicatriz, no era la primera que le hacían, y algo le decía que no sería la última, pero…

¿Podía vivir sin Ichiji?                                 

Su Ichiji, aquel imbatible romano de pelirrojos cabellos cuyo único pecado fue enamorarse de la persona incorrecta.

Él le había fallado. No pudo protegerlo, al igual que a sus hermanos. Aquellos por los que tanto amo, aquellos por los que vivía.

Ellos eran su vida.  

Su familia…

Tensaba raudamente la cuerda de su arco escondido entre la espesa maleza del bosque. Un venado de gran tamaño se encontraba pastando a unos cinco metros de él. Si lograba cazarlo, tendrían suficiente comida para una semana entera. Solo un poco más y…

¡Hermano! — El grito de un niño hizo al animal reaccionar y empezar a correr despavorido.

Carajo. — Gruño encolerizado cuando su presa comenzó a perderse entre la espesura del bosque.

Rápidamente tomo su lanza y sin pensarlo tiro del arma. Todo ocurrió en una fracción de segundo. Un agónico querido y de repente el animal yacía sobre la tierra, descansando en medio de sus ojos una pica de dos metros de largo.

Suspiro tranquilo ante su reciente éxito, pero entonces se giró para buscar al responsable de su reacción. Encontrándose con un niño de largos cabellos lilas y ojos rasgados con una gran expresión de sorpresa. Estaba vestido con largas pieles de color negro, que simbolizaban la pronta llegada del invierno.

Cracker rio nervioso ante la brutal mirada de su hermano mayor. — ¡He-He! L-Lo siento, pero vi tus armas sueltas a unos árboles de distancia y pensé que…

—¡Tarado! — Le reprocho molesto — ¡Si perdía a ese venado tu ibas a tomar su lugar en la cena! Agradece a los dioses que mi lanza le haya dado muerte.

No molestes a los dioses por tonterías, hermano. ¡Eres el mejor cazador de toda Britania! — Exclamo inflando su pequeño pecho con orgullo ante el mayor — La suerte de ese venado ya estaba escrita cuando sus caminos se cruzaron. — Le sonrió mientras se acercaba al animal para retirar el arma que le había dado fin— ¡Wow! Es enorme, ¡Esta noche tendremos un verdadero festín!

Soltó una ligera risa al ver al pequeño Cracker tratar de retirar sin éxito aquella lanza que lo duplicaba en tamaño. — Déjame a mí. — De un solo tirón retiro la imponente arma, dejándola en manos del menor.

Cracker vio con detenimiento la herramienta de madera que no parecía tener final, en cuyo extremo descansaba una afilada punta de hierro bañada de sangre. —¿Cuándo me enseñaras a usar una igual? — Pregunto curioso mientras veía a su hermano mayor tomar al gran animal entre sus brazos para cargarlo sobre sus hombros.

—¿Bromeas? — Empezó a caminar de regreso a la aldea — Smoothie me matara si te enseño a levantar un arma siendo tan joven. — Algo que no era para nada mentira. Su hermana era incluso más letal que él.

¡Eso no es cierto! Ya tengo once años ¡Soy un hombre! — Le reprocho. Según la tradición de su pueblo aún faltaban un par de años más para que pudiera ser oficialmente reconocido como un hombre, pero no podía esperar más a que Katakuri le enseñara a blandir un arma. Deseaba con todas sus fuerzas ser capaz de proteger a su familia para que ni Katakuri ni Smoothie tuvieran que hacerlo más.  

Si claro, un hombre cuya espada pesa más que él. — Bufo con gracia a la par que Cracker soltó un grito furibundo, lanzándose inútilmente contra el en harás de llevarlo al suelo por tal ofensa.

—¡Pagaras por eso! — Agito al cielo tratando de atrapar a su hermano mayor, que a pesar de cargar con el monumental peso del venado sobre él, Katakuri se movía de manera extremadamente ligera esquivando sin dificultad los ataques del más pequeño.

—¡Hahaha! Cracker basta o harás que caiga encima de ti...

Devuelta a la oscura realidad Katakuri cerró los ojos con profunda amargura. Le había fallado a todas las personas que en algún momento fueron importantes para él. Su vida estaba llena de fracaso tras fracaso, y no podía dejar de preguntarse ¿Por qué seguía vivo?

¿Acaso había una razón para que aun permaneciera con vida?

De manera involuntaria, su mano restante aplico una inusual presión sobre aquella espada de madera que descansaba en tu tórax, el único recuerdo que le quedaba de su familia, y ahora, de Ichiji tambien.

Era cierto que Sora le había hablado del invaluable valor de aquel objeto, y que tenía que descubrir a como dé lugar su significado, pero ¿Él aún tenía fuerzas para seguir luchando? O mejor dicho, ¿Él aun quería seguir luchando?

¿Aun había algo por qué luchar?

Era el último de los Icenos. Su gente, sus amigos, su familia, todo había muerto. La orgullosa tribu guerrera había quedado en el olvido. Nadie recordaría que alguna vez existieron. Nadie recordaría que fueron el único pueblo que tuvo el valor suficiente para alzarse contra Roma.

Nadie recordaría que en algún momento soñaron con ser libres.

Libertad…

Esa palabra era un significado ya vacío para él. 

.              .              .

La monumental terma de granito estaba repleta de pétalos de flores que se movían al compás del agua. El aire estaba cargado con un dulzor particular, y Judge Vinsmoke disfrutaba de uno de los grandes placeres que le concebía su título mientras dos de sus esclavas, en las mismas condiciones que él, masajeaban su desnudo cuerpo con distintos aceites mientras que otra peinaba su extensa melena rubia con dedicación.

Pero su calma fue interrumpida de manera abrupta cuando en la entrada del baño se mostró la seria figura de su esposa. Judge gruño exasperado al ver a Sora avanzar hasta los pies de la terma con un temple de acero y una túnica tan transparente que fácilmente podía apreciar sus gloriosos senos y la perfección oculta entre sus piernas.

La Domina extendió ligeramente sus manos como una orden silenciosa para que una de sus esclavas le quitara la transparente prenda, mostrándose así cual Venus recién nacida y entrara sigilosamente a la terma junto con su esposo, pero lejos de ir hasta donde Judge, Sora se quedó al otro extremo de la fuente, viendo fijamente a su esposo.

Judge frunció la mirada con ferocidad, y alzo la mano en una orden para que sus esclavas dejaran de acicalar su cuerpo y se retirasen del lugar dejando a ambos esponsales a solas.

—¿Hay algo que quieras decirme esposa mía? — Demando con voz contenida. No estaba de humor para aguantar cualquiera de las insensateces que salieran de la boca de Sora.

—¿Consideras que amenazar a mi hijo de muerte es poco? — Contrataco con ferocidad.

Judge presiono con fuerza su puño sobre el agua — Ese malnacido tuvo el descaro de avergonzar el honor de esta casa, deberías agradecerle a Júpiter que aun tengas cinco hijos y no cuatro.

—El esclavo ya pago el precio de la falta con su vida. — Comento sin un atisbo de duda frente a su esposo.

—Y aun así, me estoy conteniendo como no tienes idea para no ir hasta los aposentos de Ichiji a azotarlo hasta la muerte. Solo porque soy un ser tan benévolo, él aún sigue respirando. — Exclamo totalmente convencido de sus palabras.

—Únicamente porque es una parte indispensable de tu plan — Escupió con recelo — ¿Cuándo planeabas mencionarme que tenías pensado casar a Ichiji con la nieta del Cónsul Dolf?

—¿Desde cuanto estoy en la obligación de decirle a mi mujer lo que hago o dejo de hacer? — Destaco afilando la mirada — Esta es una decisión que para nada te concierne, Sora. — Soltó de manera hiriente haciendo que la respiración de Sora se tornara pesada, pero no por eso la Patricia dio su brazo a torcer — ¡Es más! Deberías estar contenta, porque esta unión renacerá la gloria caída de tus ancestros.

A ella poco o nada le importaban los laureles marchitos de sus antecesores, lo único que tenía un valor real para ella eran sus vástagos. — ¿Realmente crees que es lo más sensato casar a Ichiji en su estado actual? — Cuestiono cautelosa

—¡Me importa una mierda como se sienta! — Exploto levantándose furiosamente de la terma, provocando que el agua se tornara pesada y Sora desviara la mirada, cansada de la actitud de su esposo. — ¡Ichiji se casará con la nieta del cónsul, la fornicará y le pondrá un niño en el vientre! Ese es su deber como mi hijo, ¡Para eso fue que vino a este mundo! ¡Para perpetrar mi legado! — Era imperativo que su primogénito tuviera una rápida descendencia con la mocosa esa. Si quería que los Riku le fueran de utilidad, necesitaba un nieto que hiciera efectivo su reclamo, y haría hasta lo imposible porque esa niña diera a luz a un hijo pronto, así tuviera que ser él mismo quien se encargue de preñarla. — Ya todo está dicho, esta tarde iremos a presentar sus respetos a la Domus de los Riku, y pobre de él si se atreve a poner un solo pero.

Sora tomo aire con pesadez, tratando de controlar sus emociones para no terminar siendo consumida por estas. Desgraciadamente si podía esperarse todas esas horribles palabras de Judge, y con la rabia que la carcomía por dentro volvió a tomar la palabra ocultando su malestar en una fina capa de educación. — ¿No crees que es de mal augurio celebrar una unión de esa naturaleza en estas épocas? — Pregunto con aguda seriedad. Sabiendo algo que claramente Judge aun ignoraba.

Una noticia que a esas horas de la mañana, ya era de amplio conocimiento en gran parte de la capital.

Judge arrugo repentinamente la mirada. — ¿De qué diantres estás hablando?

—¡Dominus! — De repente, la voz de un preocupado Gin se escuchó a las afueras de la habitación.

Judge observó con palpable confusión a su esposa, que le hizo una seña con la mirada para que atendiera con urgencia el llamado, y rápidamente salió de la terma con el agua cayendo a chorros por su bronceado cuerpo. Al estar frente a Gin este simplemente desvió la mirada de la avasalladora presencia de su señor y le hizo entrega de un royo recién llegado de la Curia. Tuvo razón de temer a la reacción de su señor, porque apenas Judge destrabo el papel y leyó las palabras que venían escritas en este soltó un grito infernal.

—¡Carajo! — Escupió con total y abrumadora rabia — ¡Esto no puede ser posible!  — Tenía que darse prisa e ir a la Curia lo más pronto que se fuera posible! — ¡Esclavos, preparen mi túnica, pronto!

.              .              .

Respiro con pesadez para luego estirarse lentamente sobre el lecho. Sanji acababa de despertar, pero por alguna desconocida razón sentía que no había podido descansar en lo absoluto, y al sentir el frio presente al otro lado de la cama fue que abrio su mirada con desesperación. Levantándose con rapidez al comprobar que estaba totalmente solo en esa habitación.

No… Esto no era posible. ¡Zoro jamás rompería una promesa!

¿Y si algo le había pasado?

Empezó a exhalar con dificultad al pensar que el dueño de todos sus pensamientos pudiera haber sufrido la desdicha de Aquiles. No… Ni siquiera las Moiras mismas hubieran sido capaces de detener a Zoro de llegar a su lado por una última vez antes de caminar hasta el Hades.

Busco exasperado sus sandalias, colocándoselas con premura para salir de la rustica casa sin importarle el frio de la mañana. Vio a Andrómeda pastando tranquilamente a un lado del árbol, sin ni siquiera la sombra de Heracles cerca.

Tenía que volver a Roma a como dé lugar, no podía permitir que la desesperación se apoderase de él. Necesitaba respuestas, y sin importar como las conseguiría. Así que con esa misma desesperación que reinaba en su mente ensillo en un santiamén a su fiel yegua para alzar rumbo hacia la capital del Imperio.

Presiono las riendas con extrema preocupación mientras que las piernas de Andrómeda corrían a una velocidad inusitada. ¿Y si había ocurrido algo en su misión? ¿Y si los enemigos del Emperador habían emboscado a Zoro de camino a Tusia?

¡Si Zoro estaba muerto no se lo perdonaría jamás!

No podía dejarlo sin haber escuchado un último “Te amo”. Sin haber recibido un último beso de sus apasionados labios. Sin haber sentido su caliente tacto sobre su piel por vez final.

Y no solo eso ¡Tenia una esposa y una hija que esperaban en casa por él! Aunque le doliera en el alma admitirlo, Hiyori amaba a Zoro, y estaría totalmente destrozada si algo le llegara a pasar, pero si ese fuera el caso, al menos ella tendría a alguien en quien llorar. Porque él estaría allí para consolarla como el amigo que era. Le daría su hombro y la abrazaría, sin importarle que por dentro el tambien estuviese tan o incluso más destruido que ella.

Estuvo un buen tiempo discutiendo consigo mismo hasta que llego a las puertas de la capital. Hizo una pequeña pausa para dirigir su extraña mirada hacia el oscuro cielo que amenazaba con descargar su furia contra la ciudad. Era extraño que en pleno verano el día se oscureciera de esa forma, como si fueran los mismos Dioses que estuvieran descargando su furia contra sus súbditos. Sin perder más tiempo tiro de las riendas de Andrómeda rumbo a al corazón del Imperio.

Pero a medida que Sanji se adentraba cada vez más y más hasta el centro de la acrópolis, pudo notar como muchos a su alrededor vestían el negro. Siendo los mismos ciudadanos Romanos los que lloraban sin reparo a medida que se acercaban hacia el Foro Romano. Siendo esa la señal que lo repelió en lo absoluto.

—No… — Siseo sin poder creerlo — No puede ser… — Forzó las fustas de su caballo con dureza — ¡De prisa, Andrómeda!

¿Acaso el César había muerto?

.              .              .

No había sido capaz de si quiera cerrar los ojos en toda la noche. Se encontraba hecho un ovillo a un lado de su lecho, el mismo lugar en el que hace no mucho se había entregado por primera vez a su ahora eterno amor. Era incapaz de sentir algo que no fuese dolor, puesto a el resto de su alma había muerto junto con Katakuri, y él, en una agónica plegaria a Plutón, le rogaba que no alargase más su tortura y viniese a reclamar su alma. Porque solo así se reencontraría con su amado en el más allá. 

Su padre se había encargado de encerrarlo en su habitación y no contento con eso, se deshizo de cualquier tipo de objeto con el que pudiese acelerar su encuentro con el barquero. Porque de lo contrario, hace mucho se hubiera colgado con ayuda de sus sabanas o se hubiera clavado un objeto puntiagudo en la tráquea.

No podía quitarse de la cabeza la última imagen que guardaba de Katakuri…

La desesperación en su mirada, pero no por sí mismo, ya que a pesar de tener la cara totalmente ensangrentada y su espalda prácticamente destrozada, en los escarlatas ojos del Iceno solo había preocupación para él.

Sus de por si hinchados y rojizos ojos se volvieron a llenar de unas pesadas lagrimas que le nublaron la vista a medida que caían cual lluvia torrencial por sus pálidas mejillas. Cuando Katakuri le dijo que luego de la masacre de su gente, él vivía sin estarlo realmente no lo entendió del todo. Pero ahora lo entendía, y vaya que era indescriptible describir el vacío que se apoderaba de él.

«Ichiji… Tambien te amo.»

Sus labios temblaron con impotencia y no pudo hacer otra cosa más que rasguñar su piel para aminorar así el agonizante gemido que amenazaba con quitarle lo poco que le quedaba de cordura.

De repente los portones de la habitación se abrieron a la par, mostrando el triste temple de una hermosa Sora, que como Deméter, lloraba en silencio la pérdida de su amado hijo. Ya que a pesar de que el cuerpo de Ichiji estuviera presente frente a ella, sabía bien que eso no era más que una mera coraza vacía. Estaba totalmente quebrado, como si le hubiesen arrancado hasta las ganas mismas de vivir, y para una madre, ver de esa manera a su hijo era suficiente para desear la muerte misma.

Lentamente se acercó hasta la cama de su hijo mayor, y dulcemente acaricio sus largos cabellos escarlatas, colocando un plato de comida frente a él, pero Ichiji ni siquiera se limitó a verla. Sora noto que vestía una corta túnica blanca que apenas lo cubría. Las marcas de las mordazas que antes aprisionaron a su hijo se mostraban notoriamente en sus brazos, estaba temblando, y por lejos, lo peor era su expresión, carente de cualquier rasgo de vida.

—Ichi… — Llamo con dulzura — Tienes que levantarte, te lo suplico, hijo. — Pero al ver la negativa de su primogénito varón, tuvo que tomar aire y hablar de la forma más directa posible — Se que amaste con locura a ese esclavo, pero tienes que entender que eso era un amor imposible, y aunque duela, tienes que dejarlo ir.

Si bien Ichiji permaneció inerte sobre el colchón luego de oír las palabras de su madre, de sus ojos un distintivo camino de lágrimas se desemboco sin piedad.

Katakuri estaba muerto…

Sabía que estaba rompiendo el corazón de Ichiji en mil pedazos al decirle esas palabras, pero si le decía la verdad, no quería ni imaginar la locura que su hijo sería capaz de hacer, y en esos momentos ella debía velar por la seguridad de su familia. Aunque para eso, el precio a pagar fuera la felicidad del pelirrojo.

Tenía que proteger a Ichiji de sí mismo a como dé lugar.

—Hijo, tienes que comer algo. No puedes permanecer así por más tiempo — Rogo aun sin respuesta, pero al ver que su pelirrojo ni siquiera era capaz de reaccionar, tomo una hogaza de pan, tratando de alimentarlo ella misma.

Inesperadamente un fuerte estruendo se escuchó, y el plato que Sora había traído se encontraba ahora en el piso hecho trizas. Ichiji lo había tirado de un manotazo.

—Prefiero morir de inanición a vivir una vida en la que Katakuri ya no esté… No tengo nada sin él en mi vida.

El rostro de Sora se descompuso fuertemente al oír la crudas palabras de Ichiji. Deseando morir al escuchar su férrea declaración, que a pesar de haber sido dichas sin fuerzas, sonaron con total convicción.

—Ichiji, ¿Y-Y qué hay de mí? — Suplico ya sin saber que más hacer para ayudar a su hijo —¿Acaso yo tampoco soy nada para ti?

—Madre… Te lo pido… — Susurro sin voz — Déjame solo… Quiero estar solo. 

Los ojos de Sora se llenaron de lágrimas al escuchar el pesar de su primogénito.

—I-Ichiji…

.              .              .

Una azulada mariposa revoloteaba despreocupada de cualquier mal alrededor de unos arbustos. Desprovista de cualquier atadura sus alas se movían al compás del viento, siendo entonces que las dulces risas de una pequeña hicieron al pequeño bicho girar alrededor de aquel risueño ser que cantaba al compás de sus aleteos.

—¡Mami, mira! La mariposa quiere jugar conmigo. — Recito la tierna voz de Tama a lo lejos.

Hiyori sonrió gratamente al escucharla. — Así es mi cielo. — Exclamo llena de amor hacia su único y mayor tesoro.

Mihawk concentro su mirada en su adora nieta que jugaba indiferente de cualquier mal alrededor del inmenso Peristilo de su Domus. El Senador volvió a tomar una copa de vino para continuar con su desayuno desde la tranquilidad que le generaba ese pequeño pero quizás único momento de paz que tenía en mucho tiempo.

—Mi pequeña nieta esta cada día más hermosa, Hiyori. — Llamo el Senador desde la comodidad de su Triclinium al aire libre. — Sin duda en un futuro será igual de bella que su madre.

Hiyori agacho su rostro, recibiendo con un fuerte sonrojo las palabras de su padre en ley. — Muchas gracias, padre. — Indico en un susurro la joven. Como todas las mañanas, los tres compartían un pequeño momento en familia al recibir el desayuno juntos.

Dada la importante labor de Zoro en las provincias del Imperio, desde el día en que se casaron Hiyori paso a vivir únicamente con su suegro. Eran contadas las ocasiones en las que el peliverde volvía a casa. Por lo que durante todo ese tiempo Mihawk había fungido como la figura paterna de Tama y un gran soporte para ella en sus momentos de mayor soledad. El Senador fue desde un principio un hombre extremadamente amable con ella, y con el pasar del tiempo tambien había llegado a quererlo como a un padre.

 —…Ella es lo único que es realmente mío. — Armonizo con profundo pesar.

Mihawk bajo su copa en el acto, intrigado por las palabras de su adorada hija en ley. — ¿Ocurrió algo Hiyori? — Hizo una pausa afilando sus atemorizantes ojos de halcón — ¿Acaso mi hijo se ha portado mal contigo? — Pregunto con extrema seriedad. Si Zoro se había atrevido a hacerle o decirle algo a Hiyori durante su inesperado regreso que la haya hecho sentir incomoda, aunque fuera lo más mínimo, lo pagaría muy caro.

La de ojos turquesas trago saliva con dificultad. — N-No… No padre, no me ha hecho nada.

De hecho ese es el problema, nunca hace nada…

—Es solo que a veces siento que Zoro actuase como si yo no existiese en su vida. — Las pocas veces que el peliverde volvía a casa, lo único que él le daba era su indiferencia. Volver a verlo después de casi un año de ausencia la lleno de una alegría sin igual, pero al verla lo único a lo que se limitó su esposo fue a apartar su tacto.

¿Pero por qué? ¿Por qué la trataba así?

Sabía que como una mujer romana de alta cuna, su destino era casarse con algún militar de alto rango o incluso un senador. Muchos hombres se presentaron ante su padre ansiosos de casarse con una pequeña Hiyori de apenas diez años, que desde entonces contaba con una belleza cautivante que sin duda florecería gratamente en un futuro. Sin embargo, su padre se puso firme y rechazo a todos esos viejos degenerados que solo deseaban robarle la inocencia a su adorada hija. Oden le prometió que aunque no pudiese hacer nada para cambiar el rumbo de su vida, al menos encontraría a alguien que la amaría y respetaría hasta el final.

Fue entonces que el Senador Mihawk apareció en escena, al ser un viejo amigo de su padre, Oden la ofreció en matrimonio al peligro, conociendo que había enviudado hacía mucho y era de los pocos hombres honorables que quedaban en Roma, pero el pelinegro declino la oferta alegando que luego de la pérdida de su esposa, él no tenía intenciones de volver a contraer nupcias, pero entonces, deseoso por no perder la oportunidad de enlazar su entrañable amistad, ofreció a su único hijo en su lugar; Zoro.

Desde que era una niña, ella soñó con tener un amor como el de sus padres. No fue un matrimonio arreglado ni mucho menos. Su madre, Toki, había nacido para amar a un único hombre, su padre, y fue solo Oden quien se atrevió a luchar contra viento y marea en la gran guerra civil en contra del Emperador Xebec para ganar de esa forma la mano de su madre.

Por eso cuando llego el día de finalmente conocer a su prometido, fue quizás uno de los momentos en los que más nerviosa estuvo jamás. Cuando fue presentada ante Zoro, casi se le va el aire. No era un viejo, ni mucho menos, sino que se trataba de un joven extremadamente atractivo con un temple de acero, y a pesar de que Zoro no le profeso devoción alguna en su primer encuentro, si tuvo la galantería de arrodillarse frente a ella, prometiéndole que a partir de ese día ambos enlazarían sus vidas para siempre.

El dolor en su mirada se hizo latente al traer a su memoria todos esos gratos recuerdos y Mihawk suspiro con cansancio al ver en primera persona el dolor de su hija en ley.

—Mi hijo tiende a tener un carácter muy especial. — Comento haciendo que Hiyori detuviera sus pensamientos para verlo detenidamente — Desde la perdida de sus padres, siempre ha preferido ocultar sus sentimientos ante una capa de indiferencia.

 Él había adoptado a Zoro siendo este apenas un niño, luego de perder a su amada y a su hija no nacida en uno de los atentados de la Guerra Civil del Emperador Xebec, pensó que hacerse cargo de Zoro llenaría de alguna forma el inmenso vacío, descociendo que ese niño terminaría siéndolo todo en su vida.

—Se que puede ser muy inexpresivo en ocasiones, pero solo lo hace para no preocupar a los demás a su alrededor. — Explico con un cierto matiz de culpa — Mi hijo te aprecia como no tienes idea, Hiyori. Fuiste la mujer que le dio una de las alegrías más grandes de su vida al volverlo padre, y no tengo dudas de que sin importar que, tú y Tama son lo más valioso que él tiene en el mundo.

La joven patricia se permitió sonreír dulcemente mientras sus ojos empezaban a brillar amenazando con soltar una que otra lagrima. Si, quizás ni ella ni Zoro tendrían un matrimonio perfecto, pero no tenía duda que era mejor que muchos de los que conocía. Su esposo jamás se había atrevido a levantarle la mano si quiera y ni que decir de faltarle el respeto.

A su manera, Zoro le demostraba su afecto, y aunque no llegaba a ser ni de cerca lo que ella alguna vez espero, al menos tenía al hombre que amaba a su lado. Y no solo eso, contaba con una hermosa familia y unos excelentes amigos. Reiju, Nami, Rebecca, Sanji…

Era más afortunada que muchos, y no debía permitir que las dudas inundaran su corazón.

Mihawk se permitió respirar tranquilo al ver que la alegría había regresado al rostro de Hiyori. Desde el principio había sido una jovencita encantadora que le devolvió esa deslumbrante belleza a la Domus que su esposa dejo con su muerte, y no solo eso, había llenado el ambiente de una mágica aura con la llegada de Tama. Le debía mucho a esa jovencita. Le permitió vivir una segunda paternidad que había quedado en el pasado con Zoro, y eso era algo que agradecía profundamente.

Lamentablemente, como todo en su corta vida mortal, incluso aquellos momentos que uno deseaba nunca llegasen a su fin, debían terminar, y en su caso, así fue cuando vio a uno de sus esclavos, Helmepoo aparecer de manera desesperada en el jardín de su palacio.

—¡Dominus! — Exclamo preocupado llamando la atención de ambos patricios. — ¡Dominus, acaba de llenar una misiva urgente de parte del Senado! ¡Solicitan su presencia para una reunión de emergencia en la Curia!

Mihawk no mostro ningún cambio en su expresión ante el repentino mensaje, pero al ver que Helmepoo se estaba conteniendo del miedo, supo que eso no era todo lo que su esclavo tenía para decirle. — ¿Que más ha ocurrido? — Pregunto con latente frialdad.

—D-Dominus…

—¿¡Algo le paso a Zoro!? — Hiyori se levantó de manera desesperada al ver la reticencia del esclavo.

—N-No, No Domina, no es sobre el amo Zoro — Negó el rubio — Se trata del Emperador Roger — Exclamo agachando la cabeza — Él… Ha muerto.

La risueña mirada de Hiyori se abrio ampliamente al escuchar tales palabras. — ¿Q-Que?

Mas sin embargo, la expresión de Mihawk se mantuvo impasible en todo momento. Sabía que cuando Shanks se fue de manera abrupta de su encuentro, no era precisamente porque Roger se hubiera recuperado mágicamente.

Pero eso no tenía nada que ver con el tema de la Curia, ¿Por qué les pedirían a los Senadores reunirse de manera tan inesperada? ¿Por qué Dolf los estaría llamando en este preciso momento?

Mas antes de seguir llenándose se conjeturas, Mihawk entendió el lenguaje encriptado en los preocupados ojos de Hiyori, y se dispuso a calmar a su hija en ley al colocar su duro tacto sobre su terciopelada mano.

—Descuida, todo va a estar bien. Quédate en la Domus con Tama, yo volveré pronto. Dudo que la reunión se prolongue por mucho tiempo. A fin de cuentas, se tienen que celebrar los funerales del Emperador. — Hiyori le asintió con cierto temor y Mihawk rápidamente se levantó de su diván para ir a cambiarse de ropa por su larga toga. 

Por más que le haya dicho a Hiyori que todo estaba bien, en estos momentos la situación era todo lo contrario. Sabía que las noticas de la muerte del Emperador no tardarían en esparcirse por toda la capital, y que la Curia desease reunirse en un momento tan delicado como este era sin lugar a dudas peligroso, ¿Qué tenía el cónsul Riku en la cabeza?

.              .              .+

Cuando Sanji desmonto de Andrómeda e ingreso a toda velocidad a la Domus de su padre, vio con latente sorpresa como todos los esclavos iban de un lado a otro arreglando a mas no poder su casa. No fue capaz de comprender la razón, ¿Acaso su familia no tenía idea de la notica que acababa de remecer al imperio? ¿Por qué estaban arreglando todo como si fueran a celebrar un banquete? Aunque bueno, si fuera por Judge, él sería capaz de hasta ponerse a bailar de la alegría por la muerte de Roger.

Al adentrarse hasta la salón principal de la Domus, pudo ver a su madre dando órdenes a diestra y siniestra a sus vasallos.

— ¡Madre! — Sin perder tiempo la llamo en busca de hablar con ella, pero cuando la triste mirada de Sora se posó ante él su expresión no fue de otra más que de sorpresa. — Madre… — La llamo sin aire — Madre, ¿¡Qué ha pasado!?

—Sanji… — Sora abrazo fuertemente a su tercer hijo, quien replico su sanador tacto con la misma intensidad. — Hijo, ¿Dónde te metiste? — Cuestiono una preocupada Sora.

Respiro con dificultad ante la pregunta, para luego tomar la palabra — Sali a tomar un descanso a las afueras de Roma, pero no calcule bien el tiempo por lo que Selene me gano y opte por quedarme en la Villae. — Mintió descaradamente, pero a pesar de ello sus palabras fueron suficientes para Sora, que únicamente agradeció a los dioses que su hijo haya vuelto sano y salvo a sus brazos.

—Entiendo.

—¿A qué se debe todo esto? — Cuestiono haciendo énfasis en las arduas labores que se estaban llevando a cabo en la Domus. — ¿Qué acaso aún no han llegado hasta aquí las noticias sobre el—

—Si, Sanji. — Asintió la rubia — El Emperador a muerto. — Declaro con profundo pesar, porque sabía que a partir de ese momento. Judge no iba a detenerse hasta sentarse en la silla del César.

—Y entonces, ¿Por qué…? — Hizo una inesperada pausa al ver el temple de su adorada progenitora — Madre, ¿Qué es lo que te pasa? — Llamo preocupado, más al volver a insistir pudo ver como Sora se mordió tenuemente los labios para que poco a poco unas finas lagrimas remecieran sus ojos. — ¡Madre!

—Se trata de Ichiji… — Cuando Sora menciono el nombre de su hermano, en la cabeza de Sanji se formó una notoria confusión. ¿Algo le había pasado a Ichiji?

Pudo haberse esperado escuchar cualquier tipo de disparate de su hermano, incluso que Zeus había descendido sobre una nube para llevar a Ichiji al Olimpo con el fin de volverlo su nuevo copero, y lo decía enserio ¡Cualquier sandes!... Antes de escuchar la cruda y friolera verdad aconteció la noche anterior en la Domus de labios de su propia madre. Cuando Sora termino de contarle todo lo ocurrido con lágrimas en los ojos, Sanji estaba totalmente descolocado.

No podía caber en su cabeza, era incapaz de si quiera entender que Ichiji, el siempre perfecto, manipulador y desgraciado de Ichiji… Se había enamorado de un esclavo…

¡Un esclavo!

Él no era nadie para hablar de moralidad, pero al menos Zoro era un ciudadano romano, e incluso, ¡Un Tribuno del ejercito!... Pero ¿Un esclavo?

Y no lo decía precisamente por esa pobre alma que muy probablemente ahora se encuentre de camino al rio Estigia después de una larga, larga tortura, sino porque su capacidad de raciocino no era capaz de codificar que Ichiji, una de las personas más superficiales y frívolas que había tenido la desgracia de conocer, se hubiera enamorado de un esclavo hasta el punto de desear morir por él.

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Los delicados pasos de Rouge sobre el imponente y magnífico pasadizo de la Domus Augustana eran la única melodía que era compuesta con calma en medio de toda esa sonora tormenta. Pretorianos aumentando las guardias en el palacio y esclavos corriendo de un lado a otro en busca de tener todo listo para la gran celebración de los funerales de su amado. Esta tarde ardería la pira funeraria más magnifica que Roma hubiera visto jamás desde los tiempos de Augusto, pero sorprendentemente, eso había dejado de tener valor alguno para ella.

Su risueño ser ahora solo era una mera sombra de su lúgubre alma. Sus típicos vestidos elegantes y rebosantes de vida habían sido remplazados por un largo traje negro, con un velo del mismo color en señal de duelo por la muerte de único y gran amor.

Ni en sus mayores pesadillas se imaginó ser viuda a los treintaiocho años. El mundo sin Roger, aquel que había creado entre risas y alegrías, ahora se veía como un lugar frio y carente de vida. A pesar que por donde pasase, todos se seguían arrodillando ante ella mostrándole así el mayor de los respetos, ya no se sentía más como la emperatriz de Roma. Porque sin su Emperador, ella ya no era más que Rouge, la madre del nuevo César.

De repente, en su visión se posó la inesperada presencia de Scooper Gaban, quien al igual que siempre, se arrodillo ante ella reconociéndola como su única emperatriz, para luego colocarse a su altura y suspirar con profundo pesar.

—Aun no puedo entender que ya no esté entre nosotros… — Recapacito con voz lúgubre el magistrado. — Es como si en cualquier momento fuese a aparecer de improvisto, escapándose de sus muchas responsabilidades como Emperador para invitarnos a tomar vino a escondidas hasta desfallecer — Rio con pesar — ¡Ese idiota! Siempre teníamos que estar detrás de él para que cumpliese sus responsabilidades. — De pronto las risas se tornaron en pesadas lagrimas que contagiaron a Rouge hasta el punto de terminar abrazada del magistrado. Scooper no solo fue uno de los hombres de mayor confianza de Roger, sino tambien su fiel amigo.

—No nos dejemos vencer ahora, Scooper. — Suplico con los ojos llorosos la Emperatriz. — Por más doloroso que sea, tenemos que cumplir la voluntad de Roger, ¡Eso es lo que él hubiese querido!

El pelinegro asintió en silencio secando sus empapados ojos con el antebrazo. — Aun tenemos mucho que hacer antes de poder volver a tomar otra copa de vino junto con Roger. — Se irguió con orgullo.

Rouge asintió con una triste sonrisa — ¿Has visto a Ace? — Pregunto — No he podido dar con el desde la mañana, no sé cómo hablarle, pero él—

—El chico perdió a su padre de una manera atroz, es normal que no desee ver ni hablar con nadie. Lo mejor que pudo haber hecho es tomarse este tiempo para estar a solas. — El magistrado tomo aire antes de responder. — Pero necesitamos que se sobreponga a esto lo más pronto posible. Tiene que prepararse para dirigir los funerales de su padre, es su deber como el nuevo Emperador.

Rouge se mordió los labios con dureza. Sabía que para su hijo llevar toda esta situación no era para nada fácil, y al igual que todos, tenía llevar su luto por Roger a su manera.

—Ordenare que lo busquen por todos los rincones del Palacio. Descuida Rouge, Ace no estará solo en esto. — La calmo Scooper, provocando que ella le diera una amistosa sonrisa.

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El viento batía con implacable fuerza en lo alto de la Domus Augustana. Desde su locación, debajo de uno de los arcos más elevados del palacio, podía ver con suma claridad toda la asombrosa capital romana, pero ni siquiera los majestuosos edificios del Foro o el monumental Anfiteatro Flavio lograron cambiar la funesta expresión de Ace. Desde que era un chico, su única visión habían sido los verdes valles de Tusia. Siempre añorando que llegara el día en que pudiese ver más allá de estos, soñando con volver a Roma para que su padre le enseñara de esa forma todos los rincones de su vasto Imperio. Quería conocer a toda su gente de primera mano, para así aprender de ellos, y ser el mejor soberano posible, pero ahora, sentía que únicamente había cambiado una prisión por otra.

Unos fuertes ladridos hicieron a Ace levantar su resquebrajada mirada, y no pudo evitar que una lastimera sonrisa se formara en su rostro al ver a su siempre fiel amigo canino correr hacia el con desesperación.

Stephan se lanzó sobre el con total agilidad, sacándole unas leven risas a Ace al sentir como el can lamia con ímpetu sus saladas lagrimas hasta hacerlas desaparecer.

—¡Hahaha! ¡Stephan basta! Me estas llenando toda la cara de saliva, perro tonto. — Resondro con gracia, provocando así que el can se detuviera y que Ace mostrara una sonrisa triste al ver la preocupada expresión de su mascota.

—Tengo miedo Stephan… — Reconoció sabiendo que el can jamás traicionaría su confianza — ¿Y si no soy ni la mitad de bueno de lo que fue mi padre? — Acaricio la melena del blanco animal con cariño — Todo el Imperio depende mi ahora, pero…—

—No creo que el pueblo vea con buenos ojos que su divino Emperador le hable a un perro como si este fuese a darle la respuesta a todos sus problemas. — Acoto con gracia una voz que hizo al pelinegro girar su ofendida mirada para terminar sonrojándose de sobremanera al ver Thatch observarlo con los brazos cruzados, apoyado sobre la gran columna de mármol.

—¿¡Desde hace cuánto llevas vigilándome!? — Recrimino desviando el rostro avergonzado.

—Siempre estoy vigilándote. — Explico el pretoriano con una sonrisa mientras empezaba a avanzar hasta quedar a pocos pasos de su señor — No eres alguien famoso por permanecer precisamente tranquilo, y prefiero estar cerca antes de que termines cayendo por un acantilado nuevamente.

Ace bufo en silencio — ¿Para qué? ¿Para reírte y contarles a todos sobre mi estupidez?

—No. — Delimito de inmediato — Para salvarte y de ser necesario lanzarme detrás de ti.

Las palabras de su fiel pretoriano hicieron a Ace abrir profundamente la mirada, para después cerrar los ojos con pesadez — Lo siento Thatch, es lo que yo…—

—Entiendo. — Suspiro calmadamente el castaño. — No tienes por qué excusarte. Se que esto ha sido más duro para ti que ningún otro.

El pecoso inflo sus cachetes dándole un aire muy infantil. — Thatch… ¿Crees que yo… seré si quiera la mitad de bueno de lo que fue mi padre? — Pregunto con recelo.

El Pretoriano suspiro con pesar, ordenando las palabras en su cabeza para luego tronar su garganta. — No creo que vayas a ser nunca como tu padre. — El temple del pelinegro se descompuso inmediatamente, pero fue solo allí que Thatch se permitió terminar su frase — Porque sé que te convertirás en un Emperador incluso más recordado de lo que alguna vez fue Roger. No pierdas tu tiempo comparándote con los caídos, ellos no volverán, y la mejor forma que tenemos para recordarlos, es honrando su legado. Por eso Roger confiaba en ti seguir con su sueño, al igual que yo.

Esas palabras le brindaron una calma abrumadora al pelinegro. Es cierto, no solo su padre. Muchos confiaban en él para continuar con el legado de Roma, y no los iba a decepcionar.

—Gracias Thatch… La verdad, no sé qué sería de mi sin un amigo como tú a mi lado. — Expreso con una humilde sonrisa.

El Pretoriano rio escuetamente, asintiendo a modo de reverencia ante su señor. Escuchar esas palabras de devota amistad, más que halagadoras, eran como si miles de cuchillos se chavasen en su corazón, pero sería un dolor que siempre se guardaría consigo. Porque para él, con solo tener la oportunidad de estar cerca de Ace para verlo brillar delante suyo, ya era más que suficiente.

—Es hora de irnos Ace. — Demando firmemente — Tu madre te ha estado buscando desesperadamente. Tienen que prepararte para los funerales de tu padre.

El joven agacho la mirada, asintiendo en silencio, levantándose junto con Stephan de su cómoda estancia para partir con un rumbo fijo. — ¿Dónde está Rayleigh? — Pregunto con una voz quedada.

Thatch pareció pensar su respuesta, pero de inmediato le contesto al nuevo Emperador. — Fue a tratar unos asuntos de vital importancia en tu nombre.

Ace arrugo la mirada, confundido ante lo escueta de su explicación — ¿Y porque no me comunico nada en absoluto? No considero correcto que mi cónsul deba estar actuando a mis espaldas.

Thatch detuvo su andar para ver con una extraña seriedad al pecoso — Ace… Hay cosas que por el momento es mejor que solo las maneje el cónsul. Descuida, no tengo dudas de que te explicara con lujo de detalles todo lo que está haciendo apenas se lo preguntes, pero digamos que Roma no es precisamente un lugar hospitalario ni mucho menos.

El pelinegro asintió con cierta reticencia. Thatch sabía que su explicación no sería suficiente para el pecoso, pero en estos momentos, lo más seguro era tener a Ace en un lugar donde fuese fácil de vigilar.

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—Te lo suplico abuelo, ¡No me obligues a hacerlo! — El fuerte sollozo de una doncella resonó con fuerza dentro del exuberante salón de una maravillosa Domus.

Desde afuera, los guardias observaban con pesar y en silencio la sombra de una hermosa joven que se postraba de rodillas a los pies del largo diván del señor de la Domus, rogando con todas sus fuerzas evitar el trágico destino al que desde el día en que nació, estaba destinada a cumplir.  

— ¡T-Te juro que tendrás en mí a tu más fiel servidora! ¡Pero por favor—!

—¡Silencio! — Demando en el acto una rotunda voz, haciendo a la pequeña temblar del miedo. — La decisión ya esta tomada. Entiéndeme por favor, estas en una edad perfecta para contraer matrimonio. Necesitas casarte y darme un nieto que pueda heredar mi fortuna y apellido. — Expreso con total naturalidad. — El apellido Riku no puede desaparecer, y serás tú mi amada nieta, la encargada de continuar nuestro legado. ¿Eso no te hace sentir orgullosa?

La joven no pudo hacer más que cubrir su delicado rostro con ambas manos, llorando en silencio su trágica suerte. ¡Apenas tenía dieciséis años! No era justo que su abuelo la fuera a casar con algún viejo rico o peor aún, con un cruel Senador, como lo hizo con su tía.  

—Descuida mi pequeña — Susurro con cariño Dolf — Entiendo tu temor, y me he asegurado de encontrar a un hombre de muy buena familia para ti. Además, debes sentirte gratamente feliz, porque esto era una de las cosas que más deseaba tu madre. — Explico con una extraña sonrisa.

—¿E-Enserio? — La joven de cabellos rosas levanto la mirada viendo a su abuelo con un ligero brillo en los ojos.

—¡Por supuesto! Sus últimas palabras antes de morir fueron que pudieses formar tu propia familia. — Expreso el viejo Dolf con una extraña expresión en su rostro.

Pequeña tonta, finalmente luego de todos estos años me vas a ser de utilidad.

—¡Cónsul Riku! — Inesperadamente Gatz, uno de los soldados de la guardia personal del cónsul, apareció en la puerta del salón mostrando sus respetos a su señor. — Mil disculpas amo, pero acaba de llegar un mensaje de parte de uno de nuestros espías en la Curia Julia. Dice que han convocado a una sesión de emergencia en el Senado.

—¿¡Que!? — De inmediato el viejo patricio se levantó alarmado ante la inesperada noticia — Eso es imposible. — El Cónsul era el único con la autoridad de llamar a un concilio. — ¡Ensillen mi caballo, pronto!

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Inesperadamente la carreta en la que iba Katakuri se detuvo abruptamente, provocando que el iceno moviera con cierto pesar su herido rostro. Estaba seguro de que habían dejado Roma atrás hacia mucho, y a pesar de no estar en total uso de todos sus sentidos, fue capaz de escuchar claramente como el galope de unos caballos rodeaban la carroza.

—¿A dónde se dirigen? — Cuestiono con autoridad un oficial romano de cabellos lilas y con una extraña mascara de cuero sobre el rostro.

Naguri, uno de los esclavos al servicio de Sora, había recibido la orden explicita de su señora de dejar a Katakuri en el puerto de Ostia Antica y embarcarlo sano y salvo en un barco rumbo a Britania, empezó a temblar con cierto recelo al encontrarse con una comitiva de soldados romanos fuertemente armados.

—S-Señor — El viejo de cabello blanco hablo con cierto temor al ver que el resto de soldados empezaron a empuñar sus armas. — V-Vengo de Roma, estoy llevando a un esclavo revoltoso de camino a las minas. — Explico con voz temblorosa. La misma Sora le dijo que diera esa excusa en caso de que cualquier destacamento del ejercito lo fuese a detener.

Spandam afilo la mirada ante la rápida contestación del anciano, e insatisfecho por su respuesta le ordeno a su subalterno Hannyabal, un soldado algo pasado de peso y de oscuros cabellos, que apenas le entraba la pesada armadura, que corriera las telas de la carroza en el acto.

—¡Oh, por Juno Inferna! — Exclamo impresionado Hannyabal al encontrarse directamente con el maltrecho cuerpo de Katakuri. — ¿Pero que mierda le hicieron a este esclavo? ¡Hahahaha! Pobre animal ¡No durara ni un solo día en las minas con esas heridas!

Pero a pesar de que para el moreno era hasta algo irrisorio ver a ese despojo humano, Spandam afilo fuertemente la mirada, viendo con especial detenimiento hacia Katakuri.

—S-Si, bueno, mi amo es un hombre muy estricto. — Objeto el viejo Naguri. — Ahora si me lo permiten, retomare mi camino a—

—Un segundo — Exclamo Spandam con notoria sorpresa provocando un nudo en el estómago del viejo. — ¿Eso es lo que creo que es? — Susurro totalmente asombrando al ver el objeto que llevaba Katakuri debajo del brazo.

Se acerco rápidamente a tratar de tomar la espada de madera, pero solo con intentar rosarla fue suficiente para que Katakuri reaccionara en el acto y aprisionara el cadavérico brazo de Spandam hasta partirlo en dos, provocando así el grotesco grito del capitán y que de inmediato la pequeña comitiva de cinco soldados alzasen sus lanzas contra Katakuri y Naguri.

—¡Maldito perro faldero! ¿¡Como te atreves!? — Spandam retrocedió tomándose el brazo con suma dificultad. — ¡Mátenlos! ¡Mátenlos a ambos, en este instante!  

Se tuvo que obligar a si mismo a reaccionar antes de que uno de esos mugrosos romanos le clavara una lanza a Naguri. Logro detener el ataque únicamente con su espada de madera, y sin tener alguna otra arma a la mano para poder defenderse, uso su misma espada al clavarla totalmente en el ojo de uno de los soldados romanos mientras que este chillaba por todo lo alto del dolor. 

Ese objeto era el único recuerdo de todas las personas que alguna vez amo, y la única forma de que se lo fueran a arrebatar seria por sobre su cadáver, pero para la desdicha de un muy malherido Katakuri, el mismo Hannyabal en un acto cobarde pateo directamente a su magullada espalda al notar su clara debilidad, siendo esta suficiente para tirarlo al piso.

 —¡Agh! — Gimió con un agudo dolor, provocando que rápidamente las vendas de su boca se llenaran de sangre al tensar las costuras de su boca.

¡Mierda! Sino estuviese en ese estado tan lamentable, no tenía dudas de que podría eliminar a esos cinco imbéciles en un parpadeo, pero se encontraba aún demasiado lastimado como para poder moverse con libertad.

Su visión se frunció con pesar el ser testigo de como otro de los soldados romanos restantes impactaba tres flechas directo en la tráquea de Naguri, provocando que el anciano cayese al piso de inmediato dejando un charco de su propia sangre detrás.

Spandam no perdió tiempo y pisoteo su cabeza contra el sucio barro. Usando sus inusuales cabellos granate para limpiar la suciedad de sus botas. — ¡Ja! Ahora ya no eres tan rudo, ¿No escoria?

Realmente que alguien como el se viera reducido por un despreciable esperpento de ser humano como ese lo hacía sentir nauseas.

—Ahora, ¡Entrégame esa Rudis! — Exclamo pisoteando fuertemente su magullado brazo en busca de que soltase su único objeto de valor.

¿¡Rudis!? ¿Su espada se llamaba Rudis? ¿Pero qué diablos era una Rudis?

—N-No… No lo hare. — Fue todo lo que pudo vocalizar. El dolor que sentía en todo su cuerpo y sobre todo en su rostro era a esta alturas prácticamente inaguantable, pero no iba a acatar ni una orden más de un romano.

—¡Maldito pedazo de mierda! Un ser tan insignificante como tú no debería tener un objeto de tal valor como ese entre sus sucias manos ¡Esa espada posee un gran significado para nosotros los Romanos! ¡Entrégamela ahora miserable esclavo!

Spandam no paro de triturar su brazo hasta que le doliesen las botas, pero a pesar de ello la voluntad de Katakuri no flaqueo en ningún momento. La única manera en la que le quitarían ese objeto seria sobre su frio cadáver.

Pasaron varios minutos de una larga y prolongada tortura en donde Spandam no detuvo en ningún momento su furtivos ataques contra Katakuri, llegando a suspirar fuertemente del cansancio y la rabia al ver que finalmente el cuerpo de aquel esclavo había dejado de moverse o gruñir del dolor.

— ¡Por fin se murió! — Escupió viendo su magullado cuerpo totalmente inerte sobre la sucia tierra.

—Ca-Capitán… — Hablo totalmente desconcertado Hannyabal. Ese esclavo era un verdadero demonio. No supo por cuanto tiempo Spandam lo estuvo pateando directamente en la cabeza, pero sin duda había sido capaz de soportarlo a pesar de tener esas heridas mortales sobre sí.

—¡Finalmente! — Spandam sonrió feliz al saber que muy próximamente esa Rudis pasaría a su propiedad. ¡Podría venderla a un muy alto precio! pero al tratar de tomar la espada por vez final, un gemido totalmente ahogado salió de sus pálidos labios al percatarse que a pesar de estar totalmente inerte, ese esclavo aún era incapaz de rehusarse a soltar su rudis.

— ¿¡P-Pero… Como…!? ¿¡Como es posible!? ¿A-Acaso es inmortal?

Katakuri ya totalmente inconsciente, se rehusaba a dejar ir el ultimo recuerdo que tenia de su familia, y a pesar de su ferviente e inquebrantable voluntad, Spandam no hizo más que reír de manera burlesca

— Ya veo, ¡Esta es la última reserva que te queda antes de caer directamente hacia el Infierno! — Reconoció — No puedo imaginarme la idiotez que debiste haber cometido para que tu amo te diera tal castigo, pero este es el fin. — Dictamino viéndolo desde arriba, pero era inútil.

Katakuri ya no podía escuchar mas nada.

Con cierta dificultad, Spandam logro extraer la rudis de la inerte mano de Katakuri, para así sostener el valioso objeto por vez primera.

—¡Whow! — Hannyabal se acerco fascinado a ver la espada. Estaba bañada de la sangre de uno de sus compañeros, pero no importaba. Se podía limpiar y quedaría como nueva — ¡Es la primera vez que veo una Rudis, Capitán!

—Tiene un escrito muy inusual en el mango. — Recapacito Spandam reconociendo el pequeño texto en el acto. — ¡Pero es una Rudis totalmente verídica! — Repitió con sorna — Me pregunto porque un objeto tan valioso estaba en manos de este esclavo.

—Quizás la robo. — Argumento Hannyabal.

—Si quizás, aunque la verdad no me interesa. — Comento con seguridad — Bien, larguémonos de aquí. — Resto importancia para colgar la rudis en su cinturon y subir rápidamente a su caballo.

—¿Y que hay de Shura y los cadáveres de esos dos esclavos? — Pregunto Hannyabal por su compañero de armas que había encontrado la muerte a manos de ese salvaje esclavo de extraños cabellos granates.

—¡Déjalo allí! Sufrió la vergüenza de ser asesinado por un esclavo. Perdió todo el derecho a tener un funeral digno. — Resondro furioso tirando con brutalidad de las riendas de su pobre caballo — ¡Vámonos! Aun nos queda un largo camino hacia Roma. — Ordeno furioso haciendo que el resto de sus hombres subiesen a sus caballos y se dirigieron rumbo al sur.

Dejando así en el olvido al maltrecho cuerpo de Katakuri.

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—Sanji, no creo que sea una buena idea lo que tienes pensado hacer. — Le hablo Gin al rubio, que en estos momentos se encontraba plantado frente a la inmensa puerta de madera de la alcoba de Ichiji.

Gin y él se conocían desde que el rubio tenía uso de razón. Prácticamente habían crecido juntos en la Domus, pero que ahora su amigo se encontrase vigilando la habitación de su hermano para evitar que Ichiji cometiera alguna estupidez lo preocupaba de sobremanera.

—Lo sé. — Le reconoció al guardia con voz pesada — pero aun así, tengo que hablar con él.

El moreno suspiro al ver la férrea determinación de su amo. A pesar de que había recibido órdenes directas de Judge de no permitir que nadie viese a Ichiji, no podía acatar esa orden con Sanji.

—Cinco minutos, no más.

Sanji asintió y poco a poco Gin abrio el portón para que ingresara sigilosamente hacia la habitación de Ichiji, pero lejos de encontrarse a su siempre vil y calculador hermano, lo que Sanji vio ante sus ojos no fue ni la sombra de lo que Ichiji de la Gens Vinsmoke alguna vez fue.

—¿Ichiji? — Trato de llamarlo a la realidad, más el pelirrojo ni siquiera fue capaz de moverse de su enorme cama. — ¡Ichiji! — Sabia que lo estaba escuchando porque sus ojos estaban abiertos, más su mirada se encontraba totalmente ida. No perdió tiempo y empezó a moverlo, pero el pelirrojo no parecía dispuesto a cooperar.

—Ichiji, estoy al tanto de lo que paso. — Empezó arrodillándose frente a la cama y viendo directamente a su hermano a través de esa mirada tan azul que ambos compartían — Mamá me lo conto todo, y sé que debes…

—Tú no sabes nada… — Susurro el mayor con voz corrompida— Tú… Tú no tienes ni la más remota idea de cómo me siento… — En esos momentos la única imagen que se repetía en su mente era la del filo de la espada de Krieg instantes antes de rebanar la cabeza de Katakuri, pudiéndola ver una y otra vez en su mente sin descanso.

Sanji se mordió los labios ante la actitud del pelirrojo.

 — Si… Si lo sé. — Admitió con gran pesar, provocando que por unos instantes la mirada de Ichiji saliera de su eterno transe para verlo a los ojos. — Se lo que es amar a alguien prohibido, al igual que tú. — Jamás pensó que la primera persona con la que compartiría su pecado seria con Ichiji.

—¿Qué…? — ¿Acaso Sanji tambien se había involucrado con un esclavo?

El rubio respiro con dificultad para devolverle la mirada al pelirrojo. — No, no es un esclavo. — Detallo intuyendo lo que se imaginaba el pelirrojo —Aunque quizás si sea algo incluso peor… — Reconoció afectado.

—¿Entonces? — Le cuestiono Ichiji afilando la mirada. Si bien Sanji siempre había sido el más liberal de los cuatro, ventajas de ser el tercer hijo y que su padre jamás hubiese puesto mucha atención en él, le permitían actuar con mayor libertad, pero… ¿Qué hasta él reconociese que lo que hacía estaba mal? Eso si era extraño.

— Y-Yo… — Callo de repente, jamás pensó verse en esta situación, y mucho menos con su pelirrojo hermano. — Yo estoy destruyendo el matrimonio de una de mis mejores amigas.

Ichiji reflexiono por unos instantes las palabras de Sanji, pensando detenidamente su respuesta hasta que mente fue totalmente iluminada — ¿Te acuestas con el esposo de Hiyori? — La inmediata deducción de Ichiji hizo que los latidos de Sanji aumentaran exponencialmente. Para Ichiji no fue difícil deducirlo luego de hacer un rápido repaso de todas las amistades femeninas del rubio, recordando que la única que en estos momentos se encontraba ya matrimoniada, era Hiyori de la Gens Kozuki.

Sanji no necesito darle una respuesta, con solo ver su dura expresión fue suficiente para que Ichiji soltara una ahogada risa. — Quien diría que el hombre que valora más a sus amigos que a su propia familia estaría arruinando la vida de una de ellas de tal forma…

—Eres un idiota, no te conté esto para—

—Lo se… — Acallo al rubio — ¿Entonces cuál es la razón? ¿Para qué me hagas creer que tu desgracia es incluso peor que la mía y así reconfortarme de alguna forma? — Bufo sin gracia — ¿O quizás solo lo hiciste para que me compadeciera de ti? — Giro la cabeza viéndolo con seriedad — Diciéndote que lo que haces no es tan malo, cuando la verdad es que hasta tú sabes que estas cometiendo un acto muy rastrero al quebrantar la confianza de la inocente de Hiyori de tal forma.

—¡Púdrete imbécil!

— ¿Cuál era el nombre de ese soldado? — Pensó en voz alta provocando que Sanji se mordiera los labios. — La verdad no lo recuerdo, es más, ni siquiera recuerdo su cara. Quizás sea porque nunca está en Roma, ¡Tsk! ¿Y aun así Hiyori sigue creyendo que su marido le es fiel? Pero que estúpida, no me sorprende que aún no te haya descubierto.

—No me hagas tener que callarte a la fuerza, Ichiji.

—Adelante, si quieres hazlo. No es como que vaya a sentirlo después de todo. — En estos momentos era invadido por un dolor tan grande que fácilmente opacaba cualquier otra emoción que floreciese en él.

—¿¡Acaso ya perdiste la razón!? ¿O tan mal de la cabeza quedaste luego de que mataran a ese esclavo?

Todo dentro de Ichiji se volvió una tempestad cuando Sanji le soltó eso. Se mordió fuertemente los labios hasta hacerlos sangrar del dolor que se apodero de él. Porque por más que desease lanzarse contra el rubio a marcar su puño en su bonita piel, lo que decía era totalmente cierto.

—Ese soldado aún sigue vivo — Reflexiono Ichiji presionando desmesuradamente las sabanas de su cama. — Yo… Yo perdí al amor de mi vida, pero tú al menos lo puedes observar a la distancia. Debe ser horrible vivir una vida así, ¿No? — Pregunto viéndolo a los ojos — Verlo caminar de la mano con su flamante esposa, mientras tu estas allí, a lo lejos. Deseándole todo tipo de mal a Hiyori mientras le sonríes con falsedad.

Sanji lo vio detenidamente por bastante tiempo. Quizás en el fondo no valoraba a Hiyori tanto con él creía, y solo se mantenía cerca de ella para ver su expresión de tristeza cada vez que se afligía por la ausencia de Zoro, y regocijarse con esta, sin saber que esa noche el peliverde había dormido en su cama. 

— Si… lo es. — Reconoció el rubio con pesar. — Como no tienes idea.

Ichiji asintió ante las palabras del rubio — La gran diferencia entre tu y yo, es que al menos yo no oculto la clase de calaña que soy, tu sí, Sanji.

El rubio no hizo un esfuerzo por ocultar su desagrado ante las palabras de Ichiji—Tienes razón. — Acepto con voz contenida — No debí molestarme venir, lo mejor que puedes hacer por esta familia luego de la vergüenza que le has hecho pasar es pudrirte en esta maldita cama. — Ni siquiera espero a que el pelirrojo le respondiese. Salió con furia de la habitación tirando la puerta tras de sí.

Pero si Sanji se hubiera quedado un solo segundo más, hubiera visto la ligera lagrima que corrió de la mejilla de Ichiji luego de escuchar sus palabras.

—Gracias, Sanji. Ojalá y los Dioses se dignen a escucharte.

Después de todo, ambos estaban maldecidos por la avaricia de los Vinsmoke y la locura de los Julio-Claudia.

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En el corazón de la Curia Julia las voces y los griteríos de los Senadores se escuchaban hasta las afueras del glorificado edificio. Muchos de los padres de Roma se encontraban profundamente confundidos al haber sido llámanos de manera tan inesperada a una reunión de emergencia en el Foro. Tanto Optimates como Popularis finalmente encontraban un punto de equilibrio, al desconocer ambas facciones la razón de su reunión, y en medio de todo ese meollo, la cautelosa presencia de Marco se abría paso entre sus iguales en busca de alguien que le pudiese dar una explicación lógica de toda la situación.

—¡Jimbe! — Llamo el joven rubio al ver a lo lejos la imagen de su entrañado amigo hablando junto con el Senador Mihawk — ¡Por Marte! ¿Qué está pasando? — Pregunto confundido al llegar hasta el líder de los Popularis — ¿Por qué el Consul Riku nos ha citado tan prematuramente? — Se encontraba desayunando tranquilamente junto a su padre cuando a su Domus llego un mensaje de urgencia que le ordenaba presentarse en la Curia.

—Marco… — Jimbe hizo una pausa antes de responder. — Hijo ¿Aun no lo sabes?

El rubio frunció rápidamente la mirada sin entender las palabras de Jimbe. — ¿Que? ¿¡Saber que, Jimbe!? — Pregunto preocupado.

Mihawk suspiro pesadamente intuyendo lo mismo que el líder de su facción. Supuso que la noticia no había llegado aún a la familia del joven Newgate. — Marco... — El pelinegro tomo la palabra hablando en un tono paternal hacia el novel Senador y amigo de su hijo. — El César—

—¡Hoy es un día glorioso para Roma! — Inesperadamente el de ojos halcón fue interrumpido por la fastuosa llegada del Doflamingo, quien con su ingreso a la Curia robo la atención de todos los Senadores al alzar los brazos al cielo a modo de agradecimiento a los Dioses. 

—No hay duda de que Doflamingo es un ser en extremo opulento — Comento una inesperada voz que se unía a la improvista conversación entre los tres senadores.

—¡Lucci! — Exclamo Marco al encontrarse con la felina mirada del joven Senador.

—Marco, creo que a pesar de nuestras claras diferencias políticas, el desconocimiento de esta inesperada reunión es algo que finalmente nos une. — Argumento el pelinegro al mismo tiempo que asentía hacia Mihawk y Jimbe a modo de saludo.

—Lo mismo digo. — Repitió el rubio.

—¡Exijo saber a qué se debe este inesperado concilio! — La rotunda voz del viejo Sengoku resonó con fuerza en la Curia provocando que todo el griterío cesara en gran medida — En todos mis años como Senador jamás había ocurrido tal acto de irrespeto hacia la Curia.

—Por los amores de Júpiter… — Un aburrido Cavendish bostezo con claro cansancio desde uno de los asientos de mármol de la Curia. — ¿Para esto fue que me levantaron tan temprano? 

Al mismo tiempo y de manera silenciosa, Judge Vinsmoke reptaba cual cascabel en un nido de serpientes por el salón de la Curia buscando con la mirada algún indicio de Dolf. ¿¡Pero que mierda tenía ese viejo idiota en la cabeza como para mandar a llamar a una sesión del Senado con la boda de sus descendientes tan cerca!? Esta reunión retrasaba en gran medida sus planes, y esperaba que lo que sea que fuese a decir o hacer el Patriarca de la familia Riku fuese rápido. ¡No iba a perder tiempo tontamente en un estúpido concilio con el puesto de Emperador en juego!

Mientras tanto, a las afueras del imponente edificio una pequeña comitiva de soldados que era encabezada por Dolf Riku, finalmente descendió a las puertas de la Curia Julia. El Patricio avanzo con premura hacia las puertas del Senado para descubrir de una vez por todas lo que estaba ocurriendo, pero cuando estaba a punto de ingresar, los dos soldados que protegían las puertas del magno edificio le prohibieron el paso con sus lanzas.

—¿Pero qué…? — Gruño enfurecido ante tal osadía — ¿¡Acaso tienen la más remota idea de a quien le están mostrando sus armas!? — Grito encolerizado — ¡Ábranme el paso o juro por Minerva que los enviare a luchar y morir en la frontera de Siria! —Pero a pesar de su latente amenaza, ambos soldados ni siquiera se inmutaron. — ¿¡Acaso no me escu—

—Si lo escuchamos, Cónsul Riku. — Acallo sin titubear el soldado de mayor rango, como si ni siquiera le importase que le estuviera hablando al magistrado de mayor rango en el Imperio — Pero lamento informarle que su presencia no es requerida en la Curia — Dictamino fríamente. — Porque ya hay un Cónsul presidiendo la sesión.

—¿¡Que cosa!? — Exclamo totalmente indignado.

De regreso al salón principal, las discusiones y reclamos de los Senadores empezaron a tomar mayor protagonismo. Siendo así que Marco fue testigo en primera persona de lo fraccionado que se encontraba el Senado, el cual a sus ojos era un representación fidedigna de lo que era el Imperio.

Esto no puede seguir así… si seguimos divididos nunca encontraremos la paz.

—Sin duda ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me presente en este lugar, pero veo que no ha cambiado en lo absoluto. — Una inesperada voz se escucho desde el centro del salón, provocando que de inmediato no solo Marco, sino la Curia entera enmudeciera en su totalidad al ver de quien se trataba.

Rayleigh se sostuvo con fuerte animosidad la silla del líder de la Cámara que se hallaba en el centro del Senado, para suspirar profundamente y sentarse en el trono de mármol con notorio cansancio.

Toda la Curia enmudeció al ver al segundo hombre de mayor jerarquía del Imperio entre ellos. Lo que estaba haciendo Rayleigh era prácticamente meterse por voluntad propia en la boca del lobo. Muchos enemigos de Roger, en donde destacaban gran parte de los Optimates, tenían razones de sobra para despellejarlo vivo, pero lejos de preocuparse por ese minúsculo asunto, el Cónsul suspiro largamente para en el acto ordenarles a todos los padres de Roma que tomaran asiento con una señal de sus manos.

—Supongo que más de uno se habrá preguntado por qué diablos fueron citados — Inicio el rubio con notoria calma. — Y antes de que vayan a cargar en contra de Dolf por interrumpir su ansiada asistencia a las termas, les informo que no fue él, sino yo, quien los reunió hoy aquí. — Explico lacónicamente.

De inmediato Doflamingo se destacó de entre el resto de senadores en harás de alzar la voz en contra de la situación — Con todo respeto cónsul Rayleigh, su visita es bien apreciada en la Curia, pero le recuerdo que usted no posee esa potestad sobre el Senado romano. Por más que comparta en mismo cargo que mi padre en ley, su poder únicamente se extiende en el ejército, mas no entre nosotros. Así que—

—¡Silencio Doflamingo, que aun te hacen falta cien vidas para poder si quiera mirarme a los ojos! — Dictamino con absoluta seriedad provocando un agudo silencio en todo el salón.

¿Acaso Rayleigh había mandado a callar al líder de la facción dominante del Senado?

Si Marco antes se sentía confundido, ahora ya no sabía que pensar ¿En que estaba pensando Rayleigh para tratar a Donquixote Doflamingo cual niño mimado?

Un pesado silencio si instalo en la Cúpula del Senado, nadie se atrevió a decir palabra alguna, y mientras Rayleigh se apoyaba con pesar sobre la silla pronuncio unas palabras que provocaron gemidos de sorpresa en más de uno.

—Roger ha muerto… — Articulo con voz estoica a pesar de que por dentro su alma se destrozara totalmente. Era la primera vez que lo decía en voz alta, y de alguna manera sirvió como un paliativo para su destrozada alma, que necesitaba entender que Roger no volvería jamás a su lado.

Pero aquel sentimiento de gran desasosiego se extrapolo totalmente al de la gran mayoría de los presentes, que a pesar de tomar la noticia con un notorio silencio, muchos sonrieron desde lo más profundo de su alma. Saboreando con absoluta algarabía tan glorioso momento.

Doflamingo, que ya estaba al tanto de la situación, mostro su blanca dentadura totalmente fascinado. Crocodile sonrió de medio lado al recibir tal regalo de los Dioses. Moria rogo a Plutón desde lo más profundo de su alma que Roger fuera a parar en el peor de los círculos del infierno. Sengoku levanto la mirada de manera orgullosa, complacido de saber que vivió lo suficiente para ser testigo del ocaso de ese indigno ser y finalmente, los ojos de Judge brillaron con una irrefrenable hambre de poder.

Escogiste el día perfecto para finalmente largarte al infierno, Roger… — Concluyo en su mente el Pater Familias de los Vinsmoke.

Pero no todos en el Senado reaccionaron igual, siendo Oden el único que se atrevió a alzar la voz con total confusión— ¿¡Que!? ¡Pero que estupidez estas diciendo Ray! — Llamo el pelinegro a su entrañable amigo — No es posible que Roger este—

—Lo está Oden… — Rectifico el Cónsul — Roger ya no está más en el mundo de los vivos.

Marco se había quedado sin palabra alguna. No era capaz de creer lo que acaba de decir el Cónsul. Sabía que la hora de Roger estaba cerca, pero ¿Qué muriese así de repente?

—Sin duda las cosas se ponen cada vez más interesantes… — Pudo escuchar la excitada voz de Lucci susurrando a su espalda.

¡Maldito estupido! ¿¡Acaso tenia idea del caos que ocurría de ahora en adelante!? Roger era el soporte sobre el que se sostenía Roma, y sin él, el Imperio corría el riesgo de destruirse a si mismo.

A pesar de toda la variante de sentimientos que se conjugaron en la Curia, Rayleigh se mantuvo impasible en cuerpo y alma. — Se que más de uno debe estar siendo víctima de una algarabía irrefrenable en estos momentos — Pronuncio el cónsul con notoria frialdad — Después de todo, en vida Roger dictamino miles de decretos que limitaron los ingresos del Senado al mínimo, quitándoles así muchos de los exagerados benéficos que claramente no merecían como los supuestos padres de Roma. — Se mostro divertido al rememorar ese momento, siendo esta vez a Rayleigh a quien le toco reír — Recordándoles de esa forma que su trabajo no era el de ser alabados por el pueblo, sino el de servir a este.

—¿¡Como te atreves a hablarnos así!? — Se alzo furioso el honorable Sengoku avanzando furiosamente hacia el Cónsul al ser incapaz de mantenerse callado ante la irreverencia de este. — Te recuerdo que ahora que Roger ya no está, tú no eres más que una mera herramienta al servicio de Roma, ¡Ósea, de nosotros! ¡Lo que haces no es más que un atropello a la autoridad de tu Senado!

—Da un solo paso más y te prometo que tu seguirás a Roger a donde quiera que este. — Dejo implícito el rubio provocando que Sengoku abriera fuertemente su mirada.

Ante el abrumador silencio de la curia, Ray volvió a tomar la palabra, levantándose de su asiento de mármol para ver desde arriba a todos los Senadores — Puede que el Rey ya no este, pero no olviden que el Rey Oscuro sigue aquí— Amenazo implícitamente provocando que muchos contuvieran la respiración al escuchar tal título, y es que ese hombre había sido el magistral estratega que lidero las fuerzas de Roger en la guerra contra Xebec. — Así que ahora como el Cónsul a cargo de esta sesión, propongo terminar con la estúpida rencilla que iniciaron hace unos días al reconocer a Ace, único hijo del fallecido Emperador Roger, como nuestro nuevo Emperador.

—¡La muerte de Roger te ha quitado el juicio! — Expreso Sengoku sin reparo.

—¿¡Realmente crees que nosotros vamos a reconocer a ese niño incapaz como el nuevo César!? — Escupió furioso Dolfamingo.

—Cónsul Rayleigh, con todo respeto, usted no puede pedir eso sin que antes la Curia lo haya debatido. — Resondro indignado Jimbe, él realmente apoyaba a Ace, y deseaba que esa joven promesa llegara a convertirse en Emperador, pero no podía sobreponerse al Senado de esa forma para lograr ese objetivo.

Los murmullos desconcertados de muchos de los Senadores no se hicieron esperar, pero acallaron en el acto cuando las puertas de la Cámara se abrieron rotundamente para recibir a un extremadamente serio Dux Shanks junto a un pelotón completo de sus legiones que eran encabezados nada menos que Zoro y Drake.

Mihawk quedo totalmente ido a ver a su propio hijo encabezando el pelotón del pelirrojo.  — Shanks, ¿¡Pero qué diablos crees que estás haciendo al exponer de esa forma a mi hijo!? — Grito para sus adentros.

—Mas les vale permanecer sentados hasta que la sesión finalice sino quieren que sus cabezas terminen rodando por las escaleras — Advirtió el pelirrojo para que en el acto, la formación encabezada por el peliverde y el castaño alzaran sus escudos y desenvainaran sus espadas en perfecta sincronización, provocando que el filo de sus metales resonase con furia dentro de la Cámara del Senado, enterrando así cualquier clase de reclamo.

—Entonces, ¿Quién hablara en contra de la moción? — Advirtió furiosamente el Cónsul Rayleigh mientras que sus soldados esperan listos para recibir una orden de ataque.

La Curia Julia en esos momentos se asemejaba más a una tumba. Nadie en el Senado previo que Ray cometiese tal jugada, el de ir a la fortaleza enemiga y conquistarla desde dentro. Judge deseaba con todas sus fuerzas el tener una espada a la mano y clavársela en el tórax en ese preciso instante. Había sido en extremo descuidado, jamás pensó que el otro cónsul fuera capaz de amenazar al Senado para obligarlos a reconocer al hijo bastardo de Roger como su Emperador.

Y en una sesión que pasaría a la historia en el Imperio, la moción que reconocía a Ace como el nuevo emperador de Roma fue aprobada por unanimidad en el Senado, con trecientos cincuenta votos a favor, y cero en contra.

El único registro en toda la historia de Roma en donde tanto Optimates como Popularis estuvieron de acuerdo en su totalidad.

—Una última cosa. — Rayleigh descendiendo con tranquilidad los cortos escalones que conformaban la silla del magistrado presidente. — Esta tarde se celebrarán los funerales del Emperador Roger, así que espero ver a todos y cada uno de ustedes en primera fila, despidiendo a nuestro antiguo Cesar, e hincando el pie ante él por última vez.

—¿Es una invitación? — Cuestiono con voz contenida Crocodile.

—No… — Sentencio el cónsul devolviéndole rápidamente la mirada a todos los presentes. — Es una orden.

Rayleigh avanzo en silencio por los pasadizos de la Curia con Shanks a su lado, y su centenar de hombres a sus espaldas. Sabía que su reciente acción traería graves consecuencias a futuro, pero en estos momento lo único que le importaba era deshacerse de la moción en contra de Ace sin importar que. Si alguien tenía que mancharse las manos, prefería que fuera él y no el hijo de Roger. Ya luego se encargaría de limar asperezas con el Senado, aunque conociéndolos, la gran mayoría de ellos jamás le perdonarían tal atraco.  

Aunque bueno, una gota de lluvia más en la tormenta no cambiaría nada.

—Se que no habrá sido fácil el ponerte en esta situación, gracias por tu eterno compromiso Shanks. — Mostro su gratitud hacia el pelirrojo Dux, que al igual que el mantenía una expresión estoica en su rostro.

Mihawk sin duda estaría muy decepcionado por lo que él y Rayleigh acababan de hacer. Prácticamente pusieron al Senado contra la espada y la pared. Sin duda su acción tendría graves consecuencias, porque ya no solo los Optimates, sino tambien muchos Popularis y el resto de Senadores que apoyaban a Roger se volverían en contra de ellos.

—Eso ya no importa. — Expreso el pelirrojo con voz contenida — Tenemos que cumplir con la voluntad de Roger sin importar el costo.

Rayleigh únicamente se limitó a asentir y Shanks aprovecho esos cortos segundos para girar su mirada hacia Zoro. El joven Tribuno tenía una mirada más seria de lo normal. Si para él había sido duro entrar a amenazar al Senado en pie de guerra, no quería ni imaginar lo que sintió Zoro cuando se vio a sí mismo en la situación de levantar su espada frente a su padre.

Pero por lo visto el pelirrojo no fue el único en notar el temple de Zoro, ya que Drake se tomó un tiempo para tomar su hombro mientras le susurraba un par de palabras.

—Oye, ¿Estas bien? — Comento el castaño Tribuno mientras marchaban hacia la salida del edificio.

—Si. — Fue lo único que comunico Zoro. — Tenemos una misión que cumplir. No importa lo que sacrifiquemos, sino el fin, y esa es la Pax Romana.

La formación se detuvo de improvisto cuando el Cónsul Rayleigh detuvo su andar de manera furtiva, alertando tanto a Zoro como Drake, pero al ver la razón causante del repentino estancamiento de su pelotón, todo los soldados se mantuvieron en una posición de descanso.

—¿Qué diablos crees que acabas de hacer? — Recrimino el Cónsul Dolf a su igual al quedar a la misma altura que Rayleigh. Finalmente le habían abierto las puertas de su propio templo y lo primero que hizo al entrar, fue buscar de manera rabiosa al rubio para reclamarle lo estúpido de su actuar. 

Mas el Rey Oscuro no pareció verse afectado por el ácido comentario de Dolf, contestando con extrema tranquilidad. —Solo se necesita de un cónsul para presidir la sesión del Senado, pensé que estarías contento de que te diese la mañana libre.

—¿¡Acaso te estas burlando de mí, Rayleigh!? — Alzo la voz descontrolado. — Lo que acabas de hacer es destruir en su totalidad el fino balance que existía en el Senado y la Cámara Imperial. ¿¡Tienes idea de las consecuencias que eso traerá!? ¡Estas atentando contra la unidad del Imperio! Por eso la orden de Roger siempre fue clara, ¡Tú te harías cargo del ejército y yo de la Curia!

—Roger ya no está. — Solo necesito de esas palabras para que el enojo del Cónsul se disolviera en una mirada de confusión — Harías bien en recordarlo, porque si quieres mantener tu maldito puesto, será mejor que no me provoques Dolf, ya que en estos momentos, lo único que estoy sintiendo es un incontrolable vendaval dentro de mí, y no querrás ser tu con el que descargue todo el peso de mi rabia, ¿O sí? — Amenazo dejando a Riku sin palabras, y continuo su camino hasta las afuera de la Curia.

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Se encontraba sumergiendo en lo más profundo de la terma, únicamente escuchando el latir de su corazón a través del agua. Podía ver a sus negros y ensortijados cabellos flotar a su alrededor a medida que se dirigía rumbo a la superficie.

Al salir tomo aire profundamente para seguidamente pasar los dedos por su rostro y retirar el agua que había quedado retenida en sus pestañas. Fue solo entonces que Ace observo la imponente terma del Emperador desde abajo. Las interminables columnas de mármol soportaban toda la maravillosa estructura cubierta con mosaicos de oro. De las esculturas hechas de mármol de varias ninfas, salía la cálida agua que llenaba la piscina en su totalidad.

En ese lugar fácilmente podrían entrar unas cincuenta personas, y aun así, estaba hecho única y exclusivamente para el uso del Emperador. No había nadie con quien conversar más que con él mismo, y eso lo hacía sentirse algo… solitario.

Sobre todo ahora, en donde lo ultimo que deseaba era precisamente eso.

Salió de la terma con cierta lentitud, ni siquiera molestándose en limpiar todas las gotas que tenían la gracia de rozar su cuerpo, y avanzo hasta dirigirse a su nueva recamara Imperial, pero al poner un pie en su ostentosa habitación, Ace soltó un gemido de sorpresa al encontrar allí a unas tres jovencitas inclinadas sobre el piso aguardando por él.

—P-Pero… ¿Que es esto?

La que se encontraba en el centro de la fila, una joven rubia de largos cabellos, que mantenía la cabeza gacha sin permitirse verlo, fue la que hablo primero. —M-Muy buenos días, Emperador… — Susurro profundamente nerviosa y con una voz apenas perceptible — A-A partir de ahora n-nosotras seremos las encargadas de p-prepararlo para cada ocasión que usted n-necesite.

Ace se mostró claramente confundido por eso ultimo — ¿Eh? ¿Cómo si me fueran a vestir? ¡Hahaha! ¡Pero que tontería! No soy niño, puedo hacerlo yo mismo. — Exclamo entre entretenido y sorprendido.

Inmediatamente joven al igual que el resto de chicas, se mostraron incrédulas ante las palabras de Ace. — No, por favor. ¡No diga eso! — Le suplico la rubia — El Emperador no puede perder su tiempo en algo tan mundano como ¡Ahg~! — Al levantar su mirada para verlo, la joven esclava soltó un fuerte gemido, cubriendo sus ojos al instante al ver que el emperador no tenía ni un pedazo de tela que cubriese su cuerpo.

—¿Mmh? — Ace se percató de inmediato de su reacción, y al bajar la vista entendió porque la rubia se exalto tanto. — ¡Oh! Lo lamento señoritas — Se excuso agachando la cabeza de inmediato a modo de disculpa y cubriendo sus partes más bajas en el acto. — Iré a cubrirme con algo de inmediato. — Resolvió con una sonrisa — Es solo que en la Villae en la que vivía tenía la costumbre de andar desnudo con regularidad. ¡Hahaha! ¡Enseguida regreso! — Explico rápidamente, retornando a la terma en busca de alguna toalla.

—¿Qué fue eso? — Pregunto Rika viendo totalmente sorprendida a la rubia.

—Si quiera vieron lo que hizo… — Comento Koala totalmente desconcertada. — Él… Él se agacho ante nosotras a pedirnos perdón. — Ningún romano había hecho eso jamás con ella.

Pero Moda se había quedado sin palabras, el futuro Emperador, verlo con sus perfectos cabellos negros y con un cuerpo tan perfecto y esculpido, era por lejos lo más bello que hubiera visto jamás.

—Uff… ¡Fue difícil, pero encontré algo útil! — Menciono Ace de regreso llevando una larga cortina puesta debajo de su cintura. Probablemente le gritarían más tarde por eso, pero le daba igual. — ¡Listo, ahora presentémonos como se debe! — Sonrió ante las tres, colocando un brazo sobre su pecho — Mi nombre es Ace, ¡Es un placer conocerlas, chicas! — Expuso con una dulce aura de alegría a su alrededor.

—Uh… — Moda, al igual que Koala y Rika se mostraron con suma sorpresa. Era la primera vez que alguien las trataba como si fueran personas comunes y corrientes.

—Eh… ¿Dije algo malo? — Cuestiono Ace preocupado.

—¡N-No! Para nada Emperador. — Explico de inmediato la rubia — M-Mi nombre es Moda, y ellas son Rika — Señalo a la más joven de las tres, una jovencita de cabellos negros con dos coletas — y Koala — La última era una castaña de cabello corto, que al igual que Rika, lo veía como si fuera una especio de bicho raro.

—Moda, Rika y Koala… — Repitió con una sonrisa. — ¡Encantado chicas! Y una última cosa, por favor, no me llamen Emperador, que me hacen sentir muy viejo ¡Hehehe! — Comento rascando levemente su cabello. — Ahora, ¿Cómo es eso de que me tienen que vestir?

Es que acaso ese joven tan cálido… ¿Iba a ser el nuevo gobernante de Roma?

 

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La puerta de su alcoba resonó con cautela, pero ni eso fue capaz de hacer al pelirrojo reaccionar. No tenía fuerzas para ver ni hablar con nadie más. Sentía que le habían arrancado todas las fuerzas de su cuerpo. Aquello que lo hacía respirar, aquella fuerza para poder levantarse había desaparecido para siempre de su vida.

Niji ingreso a la habitación con recelo, había entrado sobornando a Gin con unas cuantas monedas de oro dado que su padre había prohibido a absolutamente todos que se acercaran a donde yacía su primogénito. Era imperativo que hablara con Ichiji, pero su seria expresión muto a una de desconcierto a ver a su orgulloso hermano reducido a simples retazos de lo que alguna vez fue.

El pelirrojo ni siquiera se molestó en verlo, estaba totalmente estático, como un alma que esperaba a las orillas del rio estigia con el lamento de jamás nunca poder encontrar una entrada al Inframundo.

—Ichiji — Pronuncio con severidad, acercándose hasta su cama para moverlo sin discreción. — ¡Ichiji, ya basta! Estas dando una imagen patética. — Necesitaba a su hermano de regreso.

—…Lárgate. — Susurro con una voz apenas palpable.

El peliazul apretó los puños del coraje. — Mira idiota, no me hagas tener que usar la fuerza contigo para hacerte entender a golpes — Resondro con rabia contenida.

—Si lo vas a hacer, hazlo con fuerza. Quizás termines haciéndome un favor al darme muerte. — Pidió con la mirada totalmente perdida.

—¡Ya basta de dramas! — Exigió molesto — ¡Tienes que reponerte pronto! Padre salió de emergencia a la Curia, pero cuando regrese planea llevarte con el Cónsul Riku para que puedas presentarle tus respetos y conocer a su nieta. ¡No puedes quedarte así! ¡Judge te matara sino haces lo que te ordena! — Trato de moverlo a la fuerza, pero Ichiji era simplemente incapaz de reaccionar.

—Me rehusó a hacer su voluntad. — Susurro carente de alegría — No me voy a casar, no me importa si me crucifica como represalia.

Niji gruño en silencio — ¿Es enserio, Ichiji? ¿¡Por un simple esclavo es que estas así!? — Exclamo con los brazos abiertos. No podía entenderlo. Él, que era un erudito de su generación ¡No cabía en su cabeza lo que le estaba diciendo su propia sangre!

¿¡Como era posible que Ichiji sintiera afecto por un ser tan inferior!?

Ichiji se permitió reír con sinceridad por primera vez desde que empezó su calvario, moviendo levemente su mirada para ver a Niji con lastima.

Si, estaba viendo a su hermano con compasión.

—Tú que nunca has amado a nada que no sea a ti mismo, Niji, — Explico fríamente — Te sería imposible entender si quiera una pisca de lo que siento. — Susurro con profunda amargura —Es algo que escapa de tu cocimiento. No lo puedes consultar con los sabios ni encontrarlo escrito en un rollo.

Niji afilo la mirada sin poder creer la estupidez que acababa de escuchar — ¿Amor? — Repregunto confundido — Ichiji… No puedes estar hablando en serio ¡Eso no era nada más que un esclavo! ¡Una pieza fácilmente remplazable! — Escupió con asco.

Finalmente Ichiji tuvo la fuerza para levantarse de su lecho y ver a Niji con una expresión homicida que por un momento realmente llego a alertar al peliazul. — Su nombre era Katakuri… — Pronuncio con fiereza — ¡Él dio su vida por mí! ¡Vuelve a llamarlo esclavo y te asesinare!

Ni siquiera supo porque dijo eso, pero fue algo que le salió de lo más profundo de su ser. Estaba harto que todos le recalcaran lo que era Katakuri, no era idiota ¡Claro que sabía que era un maldito esclavo! Y a decir verdad, le importaba una mierda. Porque estaba seguro que siendo su siervo o no, habría amado a Katakuri en esta y mil vidas más.

La seria expresión de Niji se aminoro gradualmente — Ichiji… Hermano… ¿Pero qué diablos te paso?

Los ojos de Ichiji se volvieron acuosos, aquel momento de valentía que le había dado por unos instantes Katakuri se había desvanecido, y fue solo ante la desconcertada mirada de su hermano que el pelirrojo se permitió romper en llanto.

Se partió en dos, cayendo sobre el piso de mármol frente a la atenta mirada de un Niji totalmente confundido — ¡Lo amaba! ¡Niji, yo lo amaba! — Exclamo herido — Se que no eres capaz de entender lo que siento, y quizás no tenga sentido para ti, pero él… ¡Con Katakuri sentía que lo tenía todo! Me sentía completo. Estar a su lado me hizo sentir realmente libre. ¡Él me hizo descubrir cosas para las que pensé, no había nacido! Y su único pecado fue amarme… — Sollozo sin tregua.

Ichiji se equivocaba, para él no era del todo desconocido ese sentimiento, que si bien no era amor, tampoco era de indiferencia. Con Cosette, era puro instinto carnal, el deseo de destruir a una preciosa flor pétalo por pétalo y con ese condenado gladiador era más de fascinación, una admiración silenciosa a su virilidad y fuerza. Un deseo prohibido de ser consumido por esta.

Pero si amar a alguno de ellos significaba terminar como Ichiji, entonces prefería renegar de ese sentimiento para siempre.

Se acerco a paso lento, colocando su tacto sobre el hombro de su marchito hermano, quien sin palabras levanto la mirada resquebrajada — Quizás tengas razón. No entiendo por lo que debes estar pasando, pero Ichiji, él ya no está. — Secundo con seriedad — Y tú necesitas seguir, porque de lo contrario su muerte carecerá de sentido. Tú mismo lo has dicho, él murió por ti, y ahora, tu deber es vivir por él.

La mirada de Ichiji se abrio totalmente exorbitada, gimiendo con estupor por las palabras de su hermano. — No puedo… — Susurro destrozado. — N-No puedo sin él a mi lado…

—¡Si, si puedes maldito estúpido! — Le recrimino con furia obligándolo a levantarse a la fuerza — ¡No seas un jodido cobarde! Que te puedo asegurar que Katakuri te estaría mandando al diablo en este momento si te viera de esa forma tan patética ¡Así que arriba, ponte de pie! — Le exclamo por todo lo alto. — ¡No hagas que su muerte carezca de sentido, Ichiji!

—N-Niji… — Ichiji se mordió los labios, impotente al ver los esfuerzos de su peliazul mellizo por salvarlo de sí mismo.

Aunque odiase ese hecho, Katakuri estaba muerto, y él no podía ser tan egoísta como para despreciar su muerte de esa forma. Ya que aunque su vida fuera tan dolorosa como para continuar viviéndola, eso había sido lo que Katakuri deseaba para él.

—¡Tiene que haber algo por lo que aun puedas luchar, Ichiji! No puedes quedarse así, ¿Entendiste? ¡No te lo voy a permitir!

Ichiji gimió con desenfreno al escuchar las palabras de su hermano. Luego de perderlo todo, porque Katakuri era su todo, solo le quedaba una única cosa a la que aferrarse antes de reunirse a su amor eterno en el más allá, y esa respuesta ahora se visualizaba tan clara como el alba.

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El oscuro templo Júpiter era apenas iluminado por la luz del cielo que ingresaba a través de lo alto de la cúpula, el frio era intenso y la atmosfera mortífera. En el centro del salón se mostraba el cuerpo inerte de Roger sobre un altar de mármol mientras era limpiado por el propio Law, el cual como su fiel galeno, no se había apartado del lado del Emperador desde el momento de su muerte. El pelinegro fue quien se dispuso a prepararlo para el último tramo de su vida terrenal, consiguiendo drenar la sangre infectada y mejorar en gran medida el aspecto del fallecido emperador para que así recibiera todos los honores correspondientes a tu título. 

Había tratado a Roger desde que Crocus, quien fue su mentor y maestro, falleció. El emperador no quiso que nadie más que no fuera el pupilo de su entrañable amigo siguiera tratando su complicada enfermedad del corazón, por más que los miembros de la cúpula imperial ofrecieron traer médicos desde los confines del Imperio o incluso más allá para encontrar una cura a su incurable mal, pero en todo momento el César jamás dio su brazo a torcer.

Quería que fuese él quien lo tratase, y tal como Roger había confiado en él en vida, ahora Law estaría a su lado incluso después de su muerte.

El galeno paso sus manchados dedos por su cabello negro, se sentía muy cansado. No había dormido en absoluto desde ayer con todo el revuelo de la muerte de Roger, pero no estaba dispuesto a abandonarlo aún. Sabía que Reiju lo debía estar esperando, pero confiaba en que su adorada esposa entendería su situación.

Inesperadamente el sonido de la puerta de madera detrás suyo se abrio con serena lentitud, mostrando así la lamentable mirada de Rayleigh, que al igual que su túnica negra, mostraba una imagen totalmente funesta.

—Cónsul. — Saludó el pelinegro cogiendo un trapo para limpiar la sangre de sus manos mientras agachaba la cabeza en señal de respeto.

Pero el rubio no respondió a su saludo, cerrando la puerta detrás de si, avanzando hasta llegar a solo unos pasos de distancia del cuerpo de su único y gran amor. — Gracias por no apartarte de su lado en lo que yo estaba ausente — Explico sin devolverle la mirada al pelinegro — Serás gratamente recompensando por haber tratado al Emperador hasta el final de sus días, Law.

—No tiene por qué darme un solo denario extra. — Expreso serio el galeno. — Mas que un trabajo, fue un honor servir al Emperador, y jamás busque ningún tipo de compensación más que el placer de escuchar sus historias y consejos. — Roger había sido no solo su paciente, sino tambien un guía. Un hombre admirable por donde se lo viera.

El Cónsul se permitió mostrar una débil sonrisa, asintiendo ante las palabras de Law. Como siempre, Roger tuvo razón al querer a ese chico como su médico. — Yo me quedare con él a partir de ahora, ve a descansar, Law. Tienes que recuperar fuerzas si deseas asistir al funeral del Emperador.

—No me lo perdería por nada. — Law agacho su cabeza en señal de respeto, y se retiró en silencio del Templo. Rayleigh necesitaba este tiempo a solas con el Emperador.

Cuando las puertas del lugar se cerraron, el aura sensata de Rayleigh se desplomo lentamente para mostrar una expresión que poco a poco se fue deformando hasta que unas finas lagrimas cayeron sobre el calmado rostro del dormido emperador.

—R-Roger…

Rayleigh cayo de rodillas ante el altar, siendo incapaz de mantenerse en pie por más tiempo. Había tratado de controlar el desasosiego que habitaba en su corazón durante todo ese tiempo, únicamente porque tenía que cumplir los deseos de Roger, pero al ir al encuentro con el amor de toda su vida, no fue capaz de mantenerse ecuánime por más tiempo.

—Que maldición más grande es esta que me has impuesto, amor mío.

La vida era tan cruel por haber apartado a Roger de su lado, y obligarlo a él a continuar su camino en soledad.

Roger ya no era capaz de escucharlo, pero con su serena expresión era como si estuviese buscando pedirle perdón a Rayleigh por dejarle un peso tan grande encima mientras el partía al sueño eterno sin tener que preocuparse de nada más.

El rubio acaricio la fría piel de su mejilla y lloro con pesar. Estaba cerca a cumplir los cincuenta años, pero aun así el rostro de Roger mantenía esa esencia de niño juguetón y lleno de vitalidad. 

Desde el principio, aun sin saberlo, fue su sonrisa la que lo enamoro.

Lentamente fue acercándose hasta su quieto rostro, inclinándose lo suficiente como para volver a unir sus labios por una última vez, y a pesar de que fue un rose frio y no correspondido, Rayleigh lo vivió con la misma intensidad de un primer beso.

«—¡Oye! ¿Eres tú el Centurión Silvers Rayleigh? — Un impetuoso joven pelinegro se presentó inesperadamente frente a él mientras tomaba un descanso de armar su tienda para pasar la noche en el Campo junto con el resto de la legión.   

«—¿Hm? — El rubio dejo de lado su vaso de vino para ver confundido como un simple soldado raso le hablaba con total confianza al son de una fogata. — ¿Qué mierda quieres? ¿Qué no ves que este espacio esta designado para los oficiales? ¡Largo de aquí!

«—¡Hahaha! Si, había escuchado que eras muy serio. — Continuo sin verse realmente afectado por su reciente insulto, y en un acto completamente suicida, el joven pelinegro procedió a sentarse a su lado para tomar sin permiso su vaso de vino.

«—¿¡Pero que carajos crees que estás haciendo!? — Expreso totalmente fuera de sus casillas. Sin embargo, el chico no pareció dispuesto a moverse de su lugar.

«—¡Vengo para que me cuentes en primera persona como fue que lograste salvar a todo tu pelotón de esos Galos en pleno campo de batalla! — Soltó con ahincó — Los soldados dicen que te vieron alzarte con gran valentía hacia todos esos barbaros para así salvaguardar la vida de tus hombres malheridos. Eso te hace una persona honorable y… — Inesperadamente el joven pelinegro soltó una ligera risa, mostrando una brillante sonrisa de oreja a oreja que hicieron a Rayleigh abrir su mirada con sorpresa — ¡Me agradan los hombres como tú!

Instantáneamente su temple serio de siempre fue traspasado en solo segundos por ese, hasta entonces, desconocido joven.

«—Apropósito, mi nombre el Gold Roger, y voy a necesitar tu ayuda Rayleigh, — Le pidió totalmente confiado en que aceptaría su petición — ya que tú y yo… ¡Vamos a devolverle la gloria a este Imperio juntos!

Sus recuerdos ahora no hacían más que torturarlo lenta y agónicamente. De vuelta al presente el cónsul abrazo fuertemente el cuerpo inerte de aquel mismo muchacho que se presentó ante el con una imagen totalmente despreocupada, derrochando una inocencia carnavalesca y libertad absoluta.

Porque eso siempre fue Roger, un ser que nunca se dejó domar por nada ni nadie.

Fue entonces que el Cónsul sintió un inesperado toque en su hombro que lo hizo levantar la mirada exaltado, pero al encontrarse con el responsable, su cuerpo por poco se separa de su alma al ver que no era otro que aquel mismo joven con el que tanto estaba soñando quien lo había llamado, que con sus elegantísimos y esplendorosos trajes de Emperador, lo fue a buscar por última vez antes de partir definitivamente con Caronte.

—¡Roger! — Exclamo totalmente compungido, —Amor mío… Sabía que no serias capaz de dejarme solo. — No pudo controlarse por más tiempo y lo tomo entre sus brazos para presionar sus cálidos labios contra los suyos. Sintiendo así el ardor de su cuerpo contra el suyo, pero al notar que su amante se mantuvo totalmente rígido frente a él, se separó de inmediato de este, quedando totalmente anonadador al ver de quien se trataba en realidad.

—¡Por Hades en el Inframundo! — Gruño el cónsul.

—Ray-Rayleigh… y-yo lo siento. Debí haberme presentado antes — Ace trato de excusarse a pesar de su fuerte sonrojo. Si que le había sorprendido el furtivo ataque del Cónsul, pero al sentir la devoción en sus palabras al ver a su padre reflejado en él, no se atrevió a alejarlo.

—No… — Inmediatamente fue el propio Ray quien alejo su tacto del joven pelinegro. Rouge iba a tratar de envenenarlo nuevamente si se enteraba de lo que habia hecho con su hijo.  — Ace, lo lamento.

Era imposible no ver a su fallecido amor en la mirada de Ace. Era la viva imagen de Roger cuando era joven, del mismo chico impertinente que lo había acorralado frente a una fogata, dejándolo totalmente confundido con sus extrañas aspiraciones.

—Es solo que… con esas ropas te ves justo como tu padre. — Le susurro el Cónsul con una sonrisa triste.

—G-Gracias. — Contesto aun nervioso.

No era su primer beso, dado que este lo dio cuando apenas era un niño, y recordaba a la perfección con quien había sido, ya que sus graciosos cabellos rubios y mirada amena lo observaron con profunda diversión cuando ambos separaron sus labios luego de un beso de despedida. 

Me pregunto, ¿Dónde estarás… Marco?

El pecoso parpadeo un par de veces, y haciendo como que nada ocurrió trato de aminorar el incomodo ambiente al desviar la conversación con Ray hacia otro tópico. — La ropa me parece un poco exagerada, pero las chicas que me vistieron lo hicieron con tanto ahínco que no quise decepcionarlas. Aunque desconocía que el Emperador tenía prohibido hasta vestirse por su propia cuenta. — Destaco con una leve sonrisa.

Rayleigh rio ante la notoria confusión de Ace. — Tu padre decía lo mismo — Recordó con una media sonrisa — Pero descuida, hay muchas cosas que aprenderás a partir de ahora.

Ace asintió con seguridad y avanzo hasta ver el cadáver de su padre. Vio su cuerpo por incontables segundos, iluminado por la tenue luz del día y envuelto en una larga túnica blanca. Tenía un aspecto muy tranquilo, como si solo estuviese durmiendo, y en cualquier momento fuese a despertar para darle un ferviente abrazo.

—Quiero que se sienta orgulloso desde donde quiera que este. — Comento en un murmullo.

—Él siempre estuvo orgulloso de ti, Ace. — Recordó el Cónsul. Si había algo que Roger amo más que a la misma Roma o incluso que a Rouge y él, ese era Ace. Su adorado hijo. 

—Ray…— Llamo el pecoso en un susurro — ¿Alguna vez te revelo porque… porque me separo de su lado si me amaba tanto? — Pregunto con un pequeño resquicio de dolor.

El Cónsul suspiro pesadamente ante la pregunta. Por supuesto que sabía la respuesta, pero aún no era tiempo para que Ace supiera la verdad.

—No tiene sentido que yo te lo explique ahora, Ace… — Suspiro el mayor — Lo entenderás en su momento.

Ace giro a verlo, confundido. Sin entender el significado tras las palabras de Rayleigh.

—Ya es hora. — Dictamino el cónsul, a lo que Ace solo asintió.

Había llegado el momento de la caída de un Emperador y el ascenso de uno nuevo.

  • .             .              .

Lo primero que hizo Judge al entrar a su Domus, fue tomar uno de los costosos jarrones que su esposa había comprado y con la fuerza del mismo Hércules, lanzarlo con todas sus energías hacia la pared aledaña destruyendo así la vasija en mil pedazos.

—¡Carajo!

La rabia que sentía dentro de él era tan grande que no se detuvo solo con eso, todo lo que tenía la desgracia de estar a su paso corrió la misma suerte al caer víctimas de su monstruosa furia.

Nunca en su vida lo habían insultado de tal forma. ¡Se sentía totalmente humillado! ¡Él, un patricio, uno de los descendientes que instauraron la Republica Romana mucho antes de que ese maldito Novus Civis de Roger manchara el honor de los antiguos Cesares al volverse Emperador! Fue obligado por el filo de una espada a escoger a un niñato para el puesto que el llevaba preparándose toda su vida.

¡Dicha ofensa seria pagada con sangre! ¡Nadie se burlaba de esa forma de él y seguía respirando para contarlo!

—¡Judge! ¿Qué crees que haces? — La voz de una alarmada Sora, que llego de inmediato al escuchar tales estruendos desde la Domus, se detuvo al ver el temple mortal que tenía su marido encima — Por todos los Dioses… ¿Qué es lo que te ocurre?

—¡No te metas en mi camino, mujer!

—Veo que la locura de Hércules finalmente te ha segado, Judge. — Sanji, quien había sido un espectador pasivo de la tormentosa llegada de su padre desde el piso superior de su Domus, vio al Pater Familias de su Gens con gran lastima. Supuso que la reacción de su padre se debía a que el Senado finalmente había escogido al hijo del Emperador Roger como su sucesor en vez de darle algún tipo de reconocimiento a su persona.

Y eso era algo que realmente lo tranquilizaba.

Si Judge era de por si un ser cruel, no se quería ni imaginar lo que depararía para el Imperio si se le entraba a alguien como él tal poder.

—¡Cuidado con la forma en la que me hablas, Sanji! No olvides que fue en ese mismo ataque de locura en el que Hércules les dio muerte a sus hijos.

—Pues claro, ¿Como olvidarlo? — Recapacito bajando poco a poco de las escaleras hasta hacerle frente a su progenitor — pero a diferencia de él, tu no serias capaz de hacer ni siquiera la cuarta parte de lo que él hizo solo para conseguir su redención.

—Sanji, ¡Por favor! — Llamo a la calma Sora, tomándolo del hombro para luego devolverle la mirada a su marido — ¿Qué es lo que paso en la Curia, Judge?

—¿Qué no es obvio? Le negaron el puesto de Emperador y ahora se pone a hacer un berrinche cual crio en busca del pecho de su madre. — Se adelanto Sanji.

Y eso fue suficiente para colmar la ira de Judge, que sin titubear levanto su brazo de manera furiosa para voltearle la cara al rubio de un fuerte manotazo que lo hizo terminar en el suelo.

—¡Judge! — Grito Sora desconcertada — ¿Pero qué…?

—¿¡Qué clase de maldición debo estar pagando para haber tenido vástagos tan indignos de mi nombre!?

Sanji escupió el hilo de sangre que le había dejado el golpe de Judge, pero lejos de aminorarse por la represalia de su padre, le mostro una mirada repleta de orgullo. Demostrándole así, que a pesar de ser el quien estaba en el piso, era Judge el que realmente había terminado derrotado.

—Tú… ¡Tú vas a aprender a respetarme, o de lo contrario yo—

—Padre, ya basta de dar un espectáculo tan paupérrimo. — La inesperada voz del mayor de sus hijos, dejo tanto a Judge como a Sora totalmente desconcertados, e hizo a Sanji mostrar una seña de clara confusión.

Ichiji, el primogénito varón de la Gens Vinsmoke descendio junto con Niji por las escaleras de la Domus vistiendo una larga y elegante túnica negra que simbolizaba su luto por un amor perdido y la eterna agonía que a partir de ahora cargaría consigo, pero a diferencia de lo que cualquiera pudiese pensar, en su mirada ya no había más dolor, sino amargura. Una amargura que sería su fiel compañía de ahora en más hasta el final de sus días, y que solo desaparecería cuando finalmente pudiese volver a reencontrarse con su perdido amor en el mas alla.

—Pero que… — Judge se mostró desencajado — ¿¡Porque mierda estas vestido así!? — Expectoro furioso. El negro era un color maldito que evocaba a la muerte y que únicamente se podría utilizar en funerales, y si Ichiji le venía con la estupidez de que estaba así por aquel maldito esclavo, entonces esta vez no dudaría en deshacerse de su hijo.

—Sino me equivoco hoy se deben celebrar los funerales del Emperador Roger, ¿No esperaras que vayamos vestidos como si fuésemos a celebrar una fiesta en honor a Baco, o sí? — Claramente era una mera excusa, el únicamente se vestía así por Katakuri.

—¿Realmente eres tan idiota como para creer que yo me prestaría para eso? — Le resondro arrugando la frente.

—Aquí no se trata de lo que desees padre. Nuestra familia será muy mal vista por el pueblo sino asistimos al funeral del hombre que ellos tanto amaban, y te recuerdo que necesitas tenerlos de tu lado si deseas cumplir tu meta.  

Sanji vio por varios minutos a su hermano pelirrojo, la pose que mostraba Ichiji era totalmente opuesta a la que tenía cuando ambos hablaron. Su hermano se veía con un aire extrañamente melancólico, como si hasta le doliese el solo seguir respirando, pero aun así se mostraba imbatible ante su padre.

—Ichiji…— Lo llamo

—Cierra la boca, Sanji. — Lo silencio Niji. Ichiji le había contado parcialmente sobre la conversación que tuvo con el rubio, y a pesar de que estuviera de acuerdo con algunas de las cosas que dijera el rubio, eso no quitaba el hecho de que desease golpearlo ahora más que nunca.

El duelo de miradas entre el Pater familias y su primogénito se extendió por unos segundos más hasta que Judge solto una rotunda carcajada, empezando a reír a todo pulmón ante la corrompible mirada de Ichiji.

—Por lo visto has vuelto a ser el mismo de antes, ¡Bien! Muy bien… — Exclamo entretenido — Quizás darle muerte a ese repugnante esclavo fue lo mejor que pude haber hecho por ti. Quien sabe y hasta tenía una maldición encima.

La respiración de Ichiji se aceleró, mas no mostro expresión alguna de desagrado en su rostro. Permaneciendo en silencio ante el ácido comentario de Judge. En estos momentos, su educación seria la mejor arma.

—Que sea como los Dioses manden entonces, — Repaso el Vinsmoke mayor — ¡Ya oyeron! Alístense en el acto. — Ordeno a su familia — Al menos podre ver en primera fila como el asqueroso cadáver de Roger se vuelve ceniza ante mis ojos.

Sora ayudo a Sanji a ponerse de pie, y en el intervalo su choque de miradas con Ichiji fue apabullante. Sabía que su hermano ocultaba algo muy oscuro de detrás de esa mirada, pero por alguna extraña razón, prefería no saberlo. No se dijeron palabra alguna, y el rubio partió en silencio a su alcoba, permaneciendo Ichiji en el Atrium, con Niji a sus espaldas.

—¿Y ahora qué sigue? — Pregunto Niji desde la penumbra.

—Hare todo lo que Judge me pida — Hablo con voz neutra. — Cumpliré cada mandato que tenga, por más estúpido que sea, y lo ayudare a cumplir su más grande capricho; ser Emperador. — Declaro viendo la espalda de su padre alejarse a la deriva — Solo entonces, cuando crea que todos sus enemigos están derrotados, y se vanaglorié en sus propios laureles de victoria… — Hizo una pausa para abrir lentamente su mirada.

 —Lo asesinare con mis propias manos.

Ahora solo tenía una única meta en la vida, y era destruir al hombre que había destruido su vida.

Niji rio socarronamente ante la férrea convicción de su hermano. — Judge debe estar orgullo, ha criado unos cuervos excelentes.

Y tal como con Prometeo, se encargarían de arrancarle no solo el hígado, sino hasta los ojos mismos.

  •  
  • .             .              .

Esa tarde el cielo de Roma lloro a los pies de la ciudad. Su dolor fue acompañado por los canticos de las vírgenes vestales, que desde lo alto de la platea aminoraban el dolor de un pueblo con su mágica y hechizante voz.

Todo Roma se había asistido al que sería el último adiós a su adorado Emperador, aquel hombre que le devolvió la paz al Imperio luego de la más sanguinaria guerra civil en décadas. Muchos gritaban al cielo, cuestionando a los Dioses el porqué de su castigo divino ¿Quién cuidaría de ellos ahora? ¿Quién velaría por aquellos por los que nadie sino Roger había velado antes? La creencia dictaba que un Rey solo era llorado por aquellos a los que realmente había cuidado, y si ese era el caso, entonces hoy todo el pueblo lloraba a Roger.

Pero en sumo contrate con el dolor de la plebe, el Senado y el resto de Gens Patricias, la crema innata de Roma, que se hallaban en la primera fila de la larga formación que rodeaba en su totalidad la pira funeraria, veían el espectáculo que se desarrollaba ante ellos con una severa línea dibujada en sus labios.

Entre todo ese conglomerado de ilustres personas estaba Ichiji junto con el resto de sus hermanos y a la derecha de su padre, viendo atentamente hacia la magnífica pira funeraria que habían construido delante de la Domus Augustana, el palacio que hace muchos ayeres les perteneció a sus padres. El cuerpo del ya fallecido Emperador se hallaba en lo mas alto, ya totalmente vendado y con una moneda lista debajo de su lengua, como su futuro pago al barquero. Desde donde estaba podía ver la perfecta formación de soldados que estaba distribuida alrededor de la estructura de madera, con sus lanzas en alto y vestidos de negro como muestra de eterno respeto hacia el que fue su señor. Y estando solo por delante de ellos, a los pies del lugar del rito, se encontraban seis de los siete Duxes del Imperio, quienes eran los únicos que tenían la autoridad para estar un peldaño por encima de toda la aristocracia romana. Ichiji los vio atentamente por unos instantes, todos tenían un temple imponente, pero recalo su vista en uno en especial; el Dux Bullet. En ese momento, Ichiji añadió un nuevo nombre a su lista. Luego de encargarse de Judge, seria ese hombre el siguiente en morir. Douglas Bullet le había hecho una herida a Katakuri que fue incluso más dolorosa de la que le hizo su padre, una herida que a diferencia de todas las demás, jamás sano.

Ese hombre tendría la peor de las muertes por haber condenado a Katakuri a una vida en cadenas.  

Fue solo entonces que las gloriosas puertas de la Domus Augustana se abrieron a la par, provocando que todos los miles de presentes posaran su expectante visión en lo que estaba a punto de acontecer. El sacerdote mayor, Gran Fall, encabezaba la larga comitiva de autoridades religiosas. Saliendo detrás de estos el Cónsul Rayleigh en una larga túnica negra y acompañado por algunos de sus soldados de mayor confianza, en donde Sanji pudo reconocer de inmediato a Zoro, cuidando la retaguardia del magistrado y vistiendo junto con Drake de una portentosa armadura negra, pero lo que realmente se llevó la atención de todos presentes fue la llegada del flamante nuevo Emperador acompañado de su madre, la siempre hermosa emperatriz de Roma, Rouge, que ahora ocultaba su deslumbrante belleza tras un largo velo tan oscuro como la noche misma en donde una corona dorada de laureles destacaba sobre la punta de su cabeza, y siguiendo de la familia Imperial, se hallaba un perfectamente organizado pelotón de la Guardia Pretoriana.

Muchos contuvieron el aliento al ver la juventud del joven César, los más viejos, pudieron ver a Roger mismo rencarnado en aquel muchacho, y los más jóvenes quedaron fascinados con el aura de niño que cargaba con él.

Ichiji vio al nuevo Emperador desde la distancia, parecía tener una edad muy similar a la de él. Un joven que hacia un gran esfuerzo por verse mucho más mayor y maduro de lo que aparentaba al caminar de manera esbelta y segura, arropado por un traje claramente maravilloso, una armadura negra con detalles en oro y pomposas hombreras, junto a una falda de cuero oscuro. Descansando en lo más alto de su pecosa cabeza, una maravillosa corona de laureles de oro.

Pero no fue el único que lo noto, ya que a su alrededor, la gran mayoría de Senadores recalaron no solamente en el que sería su nuevo soberano, sino el joven que estaba detrás del título de Emperador.

—Ohh~ — Cavendish fue el primero en abrir su azul mirada al ver tal pieza de arte — Parece que Zeus ha perdido Ganímedes.

Doflamingo mostro una sonrisa de oreja a oreja a ver al joven heredero de Roger a lo lejos. — Fufufu… pero que muchachito tan apetitoso a la vista. — Comento mordiéndose los labios — Sera un verdadero placer corromperlo. — Ese niño no tenía ni idea de en donde se había metido.

Kishishishi ¿Corromperlo? — Cuestiono Moria a Donquixote con una mirada sádica — ¡Lo vamos a destrozar! — El robusto Senador presiono sus puños con fuerza hasta sus uñas chillaron.

Jimbei vio a sus compañeros Senadores con clara repulsión, para después devolver su mirada hacia aquel joven Emperador. — Ace… — Pronuncio lentamente. — Los Dioses han puesto sobre ti la responsabilidad más grande y difícil. Llévala con sabiduría.

—Te has vuelto todo un hombre, Ace. — Comento con orgullo Oden al ver al hijo de su gran amigo a varios metros de distancia. — Haz palidecer el reinado de tu padre, joven César.

Sengoku se tomó su tiempo para ver a Ace por un largo tiempo. Era cierto que su parecido físico con Roger era abrumador, pero ese jovencito tenía algo más. No solo había heredado el porte del antiguo Emperador, sino tambien los narcisos rasgos de su siempre bella madre. Sin embargo, la historia Romana ya había comprobado que a los hijos de los grandes Emperadores solo les esperaba la desgracia. Ellos estaban a punto de lanzar una moneda al aire con Ace, y si ese niño se salía aunque sea un poco de la perfecta línea que estaba trazada frente a él, se corrompería por completo.

—Cuando un ave enjaulada es liberada con el fin de que revolotee infinitamente por el mundo, indirectamente se le esta asesinando, ya que tal animal no sabe cómo cazar ni conoce nada más allá de los barrotes a los que siempre estuvo aprisionada. — Exclamo en una analogía Rob Lucci. — En estos momentos, veo cantando frente a mí al ave más exótica que he visto jamás, y a su alrededor, a miles de depredadores listos para tragársela por completo. — Y él, claramente era uno de ellos. Un leopardo listo para mostrar los dientes y darse un grato banquete con la inocente avecilla que cantaba a unos metros suyo.

—Disfruta esto mientras puedas, maldito bastardo. — Susurro Judge ante la atenta mirada de Ichiji. — Porque este día acabas de iniciar tu camino hacia el Hades.

El único que se mantuvo indiferente ante todos los viles comentarios de la Curia, fue Marco. Quien apenas encontró la mirada de Ace, no hizo otra cosa que sonreír desde lo más profundo de su persona. La espera había sido tan larga y tortuosa, pero finalmente Ace estaba de regreso, y eso era lo único que valía, ya que sin importar que, a partir de ahora él lo protegería con su vida. 

Pero muy por delante de todos los padres de Roma, había otro puñado de hombres que no tomaron con buen augurio la llegada del joven Emperador.

Akainu gruño para sus adentros al ver por vez primera a su nuevo César, esto debía ser un chiste. — ¡Pero si es solo un niño! — Susurro al viento.

—Que los Dioses nos guarden. — Cometo Borsalino. — Desde Nerón no teníamos un Emperador de tal juventud. Saquen sus propias conclusiones.

—No olviden que Augusto fue Cónsul con diecinueve años, a él no le fue tan mal. — Recapacito Aokiji de manera juguetona viendo de soslayo a sus compañeros de armas.

—No seas estúpido, Aokiji. — Reto Akainu.

—No siempre la juventud es símbolo de mal augurio, Akainu, tú mismo fuiste en algún momento el Dux más joven de la historia Romana en ser nombrado, claro, hasta la llegada de nuestro buen amigo Aokiji. — Aclaro Fujitora.

—Si tantas ganas tienen de hablar sobre Ace, esperen a que al menos finalice el funeral de su padre y luego pidan una audiencia privada con él. — Shanks se mostró con notoria apatía a sus compañeros de rango, deteniéndose específicamente cuando Akainu agudizo su vista hacia él. — No tenía idea de que estaba de regreso en Roma, Dux Akainu, sería interesante saber ¿Quién autorizo su retorno a la capital? — Jamás había tenido una relación cordial con ese imbécil. Akainu era un ser sumamente despreciable, un hombre sin principios ni moral que había llegado hacia donde estaba únicamente por lo ruines que podían llegar a ser sus campañas militares, y que ciertamente hubiese llegado a tiempo para el funeral del cesar, o que si quiera se haya animado a venir, era algo que lo intrigaba de sobremanera.

Que Akainu llegase desde Cartago en tan poco tiempo solo lo hacía intuir que la verdadera razón por la que estaba allí no era precisamente para despedir a Roger, sino que su objetivo estaba en otra cosa.

—Dux Shanks, tiempo sin verlo, pero creo que la pregunta es hasta insultante. Vengo a despedir a nuestro bien amado Emperador. — Akainu mostro una risa burlona, que casi hace a Shanks desenvainar su espada contra él.

Pero el fuerte alarido del último de los Duxes acallo a todos involucrados. —¡Cierren la puta boca, mocosos! — Exclamo un furioso Douglas mientras veía con desprecio a los niños que ahora tenían su mismo rango.

Sin embargo, a pesar de despertar todo tipo de pasiones y deseos, la mayor preocupación de Ace en estos momentos era descubrir como diablos caminar correctamente con esa extraordinariamente pesada armadura encima. Sentía que se estaba sofocando, y que todo el mundo lo estuviese observando no ayudaba en nada. Además, esa interminable capa que colgaba sobre sus hombros provocaría que se tropezase en cualquier momento, sin mencionar que aunque no lo pareciese, la corona de laureles que había sido de su padre y que su madre le había colocado entre lágrimas instantes antes de salir del Palacio Imperial, era condenadamente pesada. 

¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda!

—Ace, ¿Todo bien? — Thatch, quien encabezaba la larga fila de Pretorianos a sus espaldas, le susurro con notoria preocupación a sus espaldas.

—S-Si… — Comento apenas.

Thatch asintió sin estar del todo convencido, y fue entonces que el gran Sacerdote llamo a Ace al frente para hacerle entrega de una magnifica antorcha de Oro.

—Joven César, este es el fuego de Vesta. — Menciono el anciano de larga barba con una apenas perceptible voz— El mismo con el que Rómulo fundo nuestra cuidad hace siglos. La leyenda dice, que si por algún motivo el fuego se apaga, todo Roma será condenada a la extinción. — Relato ante la atenta mirada de Ace. — Este fuego sagrado es el único con el que se puede despedir a un Emperador, y ahora recae en usted, darle el último adiós a su padre de la tierra de los mortales.

Ace se mostró con notoria fascinación ante el relato de Gran Fall. No sabía porque, pero sentía una extraña conexión con el fuego. Al verlo bailar frente a él de manera salvaje e incontrolable lo hacía desear tocarlo con sus propias manos. Aquel mismo regalo por el que Prometeo fue condenado a una tortura eterna, ahora descansaba sobre él, al igual que el futuro de Roma.

—¡Ace, reacciona! — El furioso llamado de Rayleigh hizo al pecoso levantar la mirada en el acto. — Debes subir hasta lo alto de la pira, ¡Ahora!

—¿¡Que!? — En el acto su rostro mostro una clara señal de confusión. Al levantar la mirada hacia la imponente estructura de madera su rostro no fue ajeno de preocupación. ¿Enserio tendría que subir todas esas escaleras con esa capa asesina colgando de sus hombros? ¡Sería un verdadero milagro que no se desnucara en el intento!

—¿¡Por qué diablos sigue sin moverse!? — Exclamo Douglas al ver a un paralizado Ace.

—¡Por todos los Dioses, Ace! — Shanks deseo palmearse el rostro con todas sus fuerzas — No puede ser posible que no hayas previsto esto antes.

—¡Ace! — Thatch lo llamo a sus espaldas intuyendo el temor del pecoso — Sube los escalones lentamente, y cuando llegues a los descansos, estira la capa de forma disimulada detrás de tus pies y continua hasta llegar a la cima.

El joven Emperador asintió levemente, y se abrio camino entre las oraciones del Gran Sacerdote y Rayleigh para iniciar su larga Odisea. Con cierto temor coloco un pie sobre la estructura de madera para así iniciar su largo camino ante la atenta mirada de todo el pueblo Romano.

A medida que avanzaba hasta lo más alto pensó en todo lo que acontecería a partir de ahora. Tenía una misión muy importante, quizás la mayor de toda su vida, y era continuar con el legado de su padre al proteger a Roma sin importar que. Sabía que habrían decisiones muy difíciles que tomar, que no todos los momentos serian buenos, pero que al final del día, al igual que aquel fuego que cargaba a su lado, debía de seguir brillando como el faro que guiaría a Roma en esta larga noche.

Sin darse cuenta, llego hasta lo más alto para encontrarse con el cuerpo sin vida de su estimado padre. Sonrió de manera melancólica, porque esta sería la última vez que vería su rostro. Le hubiera gustado que su madre estuviese a su lado para despedirlo por última vez, pero al ser mujer, ella no podía hacer más que verlo desde la distancia sobre el trono que principal.

La lluvia comenzó a aumentar su caudal haciendo que Ace levantara la mirada hacia el cielo, siendo donde inesperadamente una gota de lluvia callo exactamente sobre sus labios, como un beso de Júpiter hacia su persona en compensación del oscuro destino que le esperaba.  

—¿Por qué se está demorando tanto? ¡El fuego de Vesta corre el riesgo de apagarse si sigue viendo hacia el cielo de esa forma! — Comento un preocupado Drake a Zoro, el cual asintió al ver a Ace totalmente inmóvil desde lo alto.

Poco a poco el cabello de Ace empezó a empaparse de agua, siendo que una fina gota de lluvia recorrió lentamente por su rostro hasta caer frente al cuerpo de Roger, pero de repente, esa gota fue seguida de muchas otras que empezaron a caer sin control sobre el inerte cuerpo del viejo Emperador.

Ace lloraba con un profundo desasosiego en su rostro, lamentándose desde lo más profundo por su irreparable pérdida.

—P-Padre… — Sollozo sobre el cadáver de su progenitor sin importarle que su pueblo lo viese llorar —Puedes ir en paz… Ahora Roma está a mi cuidado.

Esas fueron las ultima palabras que Ace le dedico a su padre antes de colocar la llamante flama de Vesta sobre su cuerpo, provocando que rápidamente el fuego se esparciera por toda la paja que se hallaba debajo del cuerpo de Roger, y generando así un espectáculo maravilloso de un estrella humeante en medio de una tormentosa tarde de lluvia.

—¿Acaso estabas llorando, Ace? — Cuestiono en voz alta Marco, que en esos momento no deseaba nada más que ir a abrazar al pecoso.

—¡Pero que imagen tan indigna! ¿¡Como se le ocurre llorar!? — Escupió exasperado Sengoku. Los Emperadores eran seres que estaban solo por debajo de los Dioses, ¿Cómo podía ese niño faltarle el respeto a su pueblo poniéndose a llorar cual crio frente a ellos.

—Esperen un segundo… — Crocodile, que estaba en la primera hilera y escucho las palabras de Sengoku, fue el primero en notar algo totalmente inusual al ver la pira el llamas de Roger — Pero… ¿¡Que está haciendo!?

El siguiente en notarlo fue Doflamingo, y no hizo sino abrir fuertemente la mirada al no poder creer lo que sus ojos le mostraban — ¿Acaso… Acceso él...?

—Zoro… dime que lo que lo que estoy viendo no es una ilusión — Comento Drake totalmente asombrado.

—No… No lo es… yo tambien lo veo. — Confirmo el peliverde sin palabras.

—Por Vesta Máxima… — Ni siquiera Gran Fall pudo encontrar una explicación a lo que sus ojos le mostraban.

Y es que no era para menos, Ace estaba acariciando la mejilla del llamante cuerpo de Roger con una sonrisa en el rostro, y no se estaba quemando…

El cuerpo del antiguo Emperador estaba virtualmente en llamas, pero aun así Ace era capaz de tocarlo sin mostrar el más mínimo ápice de dolor, como si las llamas no fueran a herirlo, sino todo lo contrario, lo respetaran.

—P-Pero… — Era la primera vez que Akainu se quedaba realmente incrédulo — ¿Qué significa esto?

—No tengo ni la más remota idea. — Contesto un incrédulo Aokiji. — ¿Por qué el fuego no le afecta?

—¿Y si es una señal de los Dioses? — Exclamo Fujitora. En sus casi cuarenta años de vida, jamás había visto algo similar.

Ichiji, al igual que todos los presentes, contemplo tal situación sin poder encontrar una respuesta lógica a lo que sus ojos le mostraban. ¿Acaso esto era alguna especie de magia negra? ¿Cómo era posible que una persona no se viese afectada por el fuego?

¿¡Quién era esa chico en realidad!?

La única explicación posible era que ese joven no fuese un mortal sino…

Un Dios.

Gran Fall cayo de rodillas ante la visión que tenía frente a él. Entre todos los Emperadores que había visto ir y venir nunca había presenciado nada igual, y con una fuerte voz, inicio un grito que poco a poco se replicó entre todos los asistentes.

—¡Ave, César! — Coreo con las manos levantadas hacia los aires.

Y entre todos los canticos, los únicos que se vieron atentamente sin repetir el coro fueron Rouge y Rayleigh. Porque ahora que Roger ya no estaba, solo ellos dos conocían la verdad tras lo que acababa de acontecer, y tal como lo prometieron en la noche que todo ocurrió, se llevarían ese secreto a la tumba.

  • .             .              .

La lluvia que antes caía sobre el cielo de Roma se extendió ferozmente por toda la península itálica hasta llegar a un camino alejado en la frontera de la provincia de Tirrenia. El frio poco a poco se fue intensificando y en medio de todo ese accidentado camino, el inerte cuerpo de un hombre con extraños cabellos granate yacía tirado a la deriva.

Sentía que estaba al borde de la muerte, jamás había estado tan agotado como en ese momento. ¿Acaso así se sentía el agonizar? Era mucho menos trágico e idílico de lo que alguna vez imagino. El frio que tenía a estas alturas era inconmensurable, por lo que cerró lentamente sus ojos dejando que la oscuridad lo arropara de una vez por todas.

Luego de tantas heridas mortales, finalmente había llegado a su límite. Ya no tenía más fuerza para seguir luchando.

Si moría allí mismo… seria lo mejor.

—¡Hermano!

Katakuri abrio desmesuradamente los ojos al escuchar aquella voz. La conocía perfectamente, pero no… no podía ser posible.

De repente ya no estaba más sobre el mugroso barro, sino en un profundo y espeso bosque, uno que él conocía muy bien. Donde la nieve llenaba con su blanca ceniza a todo el horizonte y los copos caían cual lluvia cristaliza, pero a pesar de ello no sentía frio, sino todo lo contrario.

Jamás había sentido tanta calidez en su vida.

—¡Hahaha! ¡Hermano, tienes que encontrarnos!

Giro desesperadamente su mirada, buscando con clamor aquella otra voz. Quizás ya había perdido completamente la razón, pero estaba totalmente convencido de que la había escuchado bien. Empezó a caminar frenéticamente entre la maleza siguiendo aquel llamado que poco a poco empezaba a alejarse.

¡Hermano, por aquí!

No… No se vayan. — Suplico sin detenerse a pesar de que claramente le resultaba muy complicado el poder caminar. — ¡No se vayan! — Termino cayendo hacia el níveo suelo luego de correr frenéticamente, pero al tratar de levantarse ya no pudo escuchar más aquellas voces.

Como si nunca hubiesen estado allí en primer lugar.

—No… No, por favor… No me dejen… No otra vez… — Empezó a negar de forma desesperada al ver que ya no obtenía respuesta — No… ¡No! ¡Mierda, no! — Golpeo la tierra con ambas manos haciéndola retumbar a su alrededor, agachando la cabeza al sentirse totalmente derrotado. Sentía que uno de sus brazos estaba hecho pedazos, pero ni el dolor que emanaba de su extremidad se comparaba con el dolor que guardaba en su corazón.

¡Lo había perdido todo!

¡Ya no le quedaba nada, ni nadie!

Ni siquiera una razón para seguir vivo…

La última vez que se había permitido llorar fue cuando estrangulo a Anana hasta la muerte, y ahora, después de tantos años, los escarlatas ojos de Katakuri finalmente se volvieron a llenar de amargas lágrimas al verse nuevamente envuelto en la más absoluta oscuridad.

Lo único que deseaba era morir.

Hermano…— Una tierna voz que silbo en sus oídos lo hizo levantar la mirada de manera temblorosa. Provocando que la respiración de Katakuri se descompensara totalmente al ver la figura de un pequeño niño de cabellos lilas y mirada rasgada al frente suyo, el cual no podía caber de la alegría al finalmente volver a verlo. — Hermano ¿Por qué estas llorando?

Cra-Cracker… — Soltó sin poder creer lo que tenía frente a él.

¿Acaso esto era una ilusión? La última vez que vio a su hermanito fue cuando un soltado romano le dio muerte al cortarle la cara de un tajo en la Batalla de Britania, y como recordatorio de tal hecho, ahora el niño que se mostraba frente a él tenía una prominente cicatriz que recorría todo su rostro.

Pero lejos de preocuparse por la reacción de su hermano mayor, Cracker opto por mostrarle una enorme sonrisa de oreja a oreja — ¡Si hermano, soy…! — Ni siquiera fue capaz de terminar su frase cuando Katakuri lo tomo entre sus brazos de forma desesperada. —¡O-Oye, no me abraces tan fuerte, hermano! ¡Duele! — Se quejo el menor al sentir que se quedaba sin aire. — ¡Kata-

—Pensé que jamás volvería a verte…

Cracker mostro una gran sorpresa en su mirada al escuchar la desesperación en la voz de su siempre fuerte hermano mayor, quebrada. Sonrió tiernamente al devolverle el abrazo de vuelta.

Katakuri no había sido el único que lo extraño de sobremanera.

—¡Cracker! ¿Dónde te metiste, tonto?

—Cracker, ¿Encontraste a Katakuri?

Otro par de voces inconfundibles para los oídos de Katakuri hicieron que su vista se posase a unos árboles de distancia de él, de donde salieron otras dos hermosas pequeñas de la misma estatura de Cracker.

El menor hizo una mueca de asco al ver que sus molestas mellizas lograron encontrarlo. — Ahg… ¿No podían darnos más tiempo?

—Cusdart… Angel… — Susurro Katakuri sin poder creerlo.

Ambas niñas seguían igual de deslumbrantes que siempre, y al igual que antes, conservaban el largo de sus cabellos y los tonos rosáceos que él tanto recordaba.

Angel fue la primera en reaccionar al ver a su hermano mayor luego de tanto tiempo, gimiendo con total sorpresa al rencontrarse nuevamente, y no perdió tiempo cuando empezó a correr desesperada para lanzarse hacia él, seguida muy de cerca por Cusdart.

— ¡Hermano, eres tú! — Lo saludo una risueña Angel.

Whow, que largo esta tu cabello Katakuri, — Menciono Custard tomando la suave melena de su hermano mayor. — ¡Me gusta mucho!

—¡Hermano! ¡Hermano! ¿Te vas a quedar con nosotros a partir de ahora, no? — Le cuestiono Angel visiblemente emocionada.

Pregunta con la que extrañamente Cracker aparto la mirada.

Katakuri permaneció en silencio luego de escuchar a su hermanita, para después sonreír de forma melancólica. — No existe otro lugar en el que quiera estar.

—¿Estás seguro de eso, Katakuri? — Una inesperada voz que resonó a la espalda de Katakuri se añadió a la conversación de forma sorpresiva, provocando así que el mayor soltara levemente a las dos mellizas para girar lentamente su mirada y encontrarse a una jovencita de largos cabellos castaños y exuberante belleza, que cargaba oculta entre sus brazos a nada menos que a una pequeña niña de claros cabellos rosados.

De inmediato pudo sentir que su respiración se cortó al verlas a ambas nuevamente. — P-Pudding… N-Nana…

Hola hermano… — Susurro Pudding con una triste sonrisa sobre su rostro, pero no estaba así por volver a verlo, sino que le dolía de gran manera el ver todo el dolor por el que habia pasado Katakuri. — Nos has hecho mucha falta… — Relato claramente emocionada. — ¿No, Nana? — Al nombrar a la menor, Anana giro su delicado rostro para posar su inocente mirada escarlata sobre la de Katakuri.

Sin necesidad de palabras, la pequeña de solo cinco años movió levemente las ropas de su castaña hermana para que esta la colocara lentamente en el piso. Donde sus rojizos ojos se cristalizaron al ver después de tantos años al ver al hombre que le había dado muerte, pero tambien el que la había protegido desde el día que nació.

—H-Hermano… — Al principio sus pasos fueron temblorosos, pero poco a poco empezaron a tomar más fuerza a medida que veía en la mirada de Katakuri un profundo dolor que emanaba desde lo más hondo de él. —¡Hermano!

N-Nana… ¡Nana! — Cuando sus cortos brazos finalmente lo alcanzaron, toma a Anana entre sus fuertes brazos, sin importarle que sus hermanos lo viesen llorar sin reparo. — ¡Perdóname! ¡Perdóname, por favor! ¡Y-Yo jamás quise…! — No había ni un solo día en el que no se culpase por el pecado que había cometido aquel trágico día. — P-Perdónenme todos… Y-Yo… Yo no los pude proteger — Se lamento amargamente con su familia.

—N-No… Yo jamás te culpe por lo que paso…— La dulce voz de la pequeña Anana le susurro mientras acariciaba tiernamente su mejilla — Sabia que tú eras incapaz de hacernos daño, solo lo hiciste porque sabias que ya no había otra salida. No tienes por qué cargar con más culpa, Katakuri. Tú me salvaste ese día, incluso sacrificándote a ti mismo.

Pudding no pudo aguantar las lágrimas al ver tal escena. Al igual que todos sus hermanos habían sido testigos de la inmensa culpa que invadía a Katakuri cada noche desde aquel trágico día en el que Roma destruyo a todo lo que ellos alguna vez conocieron.

Todas las lágrimas, toda la culpa que cargo con él al no poder haber hecho más por ellos.

—¿S-Salvar? — El granate rio amargamente ante las palabras de la pequeña Anana — Pero si lo perdimos todo… Nuestro hogar… Nuestra familia… Incluso Icena…

—¡Eso no es cierto! — Exclamo Cracker negando totalmente las palabras de Katakuri. — Icena aún vive, hermano. — Exclamo para la incredulidad del mayor.

—¿Pero qué cosas dices?

Cracker tiene razón, Katakuri… — Señalo Pudding arrodillándose frente a su hermano mayor. — Roma nos habrá quitado nuestro hogar, e incluso masacrado a nuestra gente, pero Icena aún vive en ti. — Señalo la castaña acariciando la magullada mejilla de Katakuri. — Y mientras tú estés vivo, nuestro pueblo vivirá a través de ti.

Katakuri se mostró totalmente sorprendido ante las palabras de Pudding. ¿Eso significaba que el aun no…?

—Y es por eso que aun no te puedes dar por vencido, Katakuri. — Relato la castaña bañando sus ojos en lágrimas.

—¿Qué? — De inmediato Custard se alarmo al escuchar las palabras de su hermana mayor.

—¿Eso quiere decir que Katakuri no se podrá quedar con nosotros? — Pregunto entristecida Angel.

Sintió un profundo sentimiento de vacío al ver las tristes expresiones de sus hermanitos. No. Él no quería eso. No quería volver a una vida en donde el dolor era lo único que le esperaba. No quería seguir luchando una vida sin sentido. Tenía todo lo que deseaba allí mismo.

—No… — El granate negó con una sonrisa triste — Yo no voy a regresar. Mi deseo es quedarme aquí, con ustedes. — No quería perder a su familia por segunda ocasión.

Pudding lo vio con una sonrisa llena de paz, y en silencio llamo a Custard y Angel para que se acercaran hacia ella. — Nunca nos hemos apartado de tu lado, eso es algo que ni siquiera Roma te podrá arrebatar. Estaremos junto a ti siempre, nuestro amor por ti jamás desaparecerá. — Le sonrió soltándolo una ligera lagrima — e incluso... Puede haber espacio en tu corazón para un nuevo amor. — Le mostro una mirada muy enternecida — Ese romano de cabellos rojos… estoy segura de él aún debe estar esperando por ti, hermano…

El corazón de Katakuri se aceleró al recordar a su amado pelirrojo.

Ichiji.

Es cierto, Ichiji aún estaba vivo, él debía estar esperando su regreso. No podía quedarse allí, al menos no aun

—Ese chico, ¡Es muy lindo, hermano! — Anana le sonrió dulcemente provocándole un ligero sonrojo a Katakuri. — Se pondrá muy triste sino lo vuelves a ver. ¡Dale las gracias de mi parte cuando lo veas! 

—¿Darle las gracias? — Oh mierda, ¿Acaso sus hermanos habían visto todo lo que paso entre Ichiji y él?

—¡Si! — Susurro Anana dibujando una amena sonrisa en su rostro. —Por haberte salvado de ti mismo…

Se detuvo por unos momentos al pensar en las palabras de Anana. ¿Ichiji lo había salvado de sí mismo? Antes de conocerlo a fondo, él creía que la vida de esclavitud a la que estaba condenado era un castigo divino por haberle dado muerte a su hermanita, pero solo luego de que esos cabellos rojos se colaran en su cabeza fue capaz de imaginar una vida más allá del peso de sus cadenas.

Junto a Ichiji, ya no se sentía más como un esclavo de sus propios pecados…

Ya no podía huir más de la sombra de Roma, si tenía que enfrentarse a ese mismo Imperio solo por estar con Ichiji, entonces lo haría.

—¿Vas a regresar con nosotros después, no? — Pregunto una llorosa Angel al ver el fuego que había renacido en la mirada de su hermano. — ¿Lo prometes?

Katakuri por unos momentos cambio su mirada a una sonrisa melancólica para luego asentir. — Lo prometo.

Custard se tomó de las manos para luego darle una corta sonrisa a su hermano mayor — No quiero que te vayas, pero sé que aún no es tu momento, hermano. Ve tranquilo…— Relato con ojos llorosos — T-Tú aun tienes algo por que luchar, y cuando finalmente lo consigas, nosotros estaremos aquí… Esperándote.

—No pierdas tu valor, hermano. — Cracker fue el último en despedirse de él al tomarlo del hombro. — ¡Tienes que vivir por todos nosotros! ¡Que toda Roma sepa que Icena aún vive! — Poco a poco su voz se fue rompiendo hasta que unas gruesas lagrimas se apoderaron de su rostro. — N-Nosotros vamos a estar bien…

Katakuri abrazo a su pobre hombrecito, sabía que de todos, al que más le dolía su despedida, era Cracker. Cuanto le hubiera gustado quedarse allí con él y enseñarle tantas cosas, pero sabía que pronto ambos se volverían a encontrar, y cuando ese día llegase, nada los separaría.

—Hasta que yo regrese, debes prometerme que vas a proteger a todas. Ya eres todo un hombre, y me arrepiento de nunca haberlo dicho antes, pero siempre estuve muy orgulloso de ti. — Le recordó a Cracker con una sonrisa, haciendo que las lágrimas del niño se desbordasen hasta un incontrolable llanto.

—¡S-Si… Soy un hombre!

Nana se despidió de él con un corto beso en su mejilla, para después acurrucar su lastimada mano entre su cuerpo y abrazarlo fuertemente. Acción que fue repetida por Pudding, y por el resto de sus hermanos.

—Cuídate mucho, Katakuri. — Le rogo entre lágrimas Pudding. — Te estaremos esperando del otro lado…

—Si… — Susurro sin despedirse. Porque esto no era una despedida, ellos se volverían a encontrar a como dé lugar.

—¡Estoy segura de que en nuestra siguiente vida todos vamos a ser una familia otra vez! — Relato totalmente convencida Anana — Y cuando ese día llegue, nada nos podrá separar...

Lentamente, los finos copos de nieve que caían a la deriva se mimetizaron en una incontrolable nevada que poco a poco empezó a absorber a su familia y envolverlo a él en una tranquila ventisca. Siendo solo cuando los cuerpos de sus hermanos estaban a punto de desaparecer que recordó algo.

Esperen… ¿Dónde está Smoothie? — Pregunto visiblemente preocupado de no haberse encontrado con su añorada hermana. — ¿Por qué no está con ustedes?

Pudding únicamente le mostro una sonrisa comprensiva — Pronto lo entenderás…— Le comunico con un copo de nieve resbalando de entre sus pupilas — ¡Dale un abrazo de nuestra parte cuando la veas, y dile que la amamos!

¿¡Cuándo la vea!?

No pudo decir más cuando la intensa tormenta lo cubrió por completo, pero lejos de sentirse asustado, fue una sensación tranquila y reconfortante estar envuelto por el calor que le entrego su familia. Fue así como finalmente despertó entre los muertos, abriendo fuertemente su mirada y recuperando el aire que su pecho tanto necesitaba.

Movió lentamente su brazo derecho al notar que ya no sentía dolor como antes en esa zona, y al tener su mano frente a él gimió con sorpresa al ver que las profundas heridas que le había causado ese soldado romano al pisar desesperadamente su extremidad habían cicatrizado por completo.

¿Acaso fueron sus hermanos…?

Cerro el puño con determinación. Entonces no había sido un sueño. Su familia realmente regreso de entre los muertos para darle un último empujón.

Aun sentía su espalda ardiendo y el agudo dolor en su rostro que no lograba desaparecer, pero ni eso lo iba a detener. Con cierta dificultad logro levantarse del sucio barro, viendo hacia el lluvioso cielo ya no con dolor, sino con una determinación plena. Aun tenía un par de razones por las cuales seguir viviendo, y no le daría a los Dioses el placer de verlo derrotado nuevamente.

 —¡Carajo, miren esto! Así que estas vivo, entonces ya no habrá la necesidad de tirar tu cuerpo al Tíber para poder continuar con nuestro viaje.

La mirada de Katakuri se agudizo en el acto al escuchar una desconocida voz a su espalda. ¿Mas soldados Romanos? Mierda… estando aun con esas heridas y totalmente desarmado le sería muy difícil encargarse de ellos.

Se giro lentamente para encontrarse con una comitiva de hombres, pero no se trataban de soldados romanos. Habían dos hombres a caballo, uno de ellos tenía el cabello largo, piel oscura y unos labios anormalmente grandes, mientras que el otro tenía una melena verdosa con un extraño sombrero blanco en la cabeza, pero el que se había dirigido hacia su persona no había sido ninguno de esos dos, sino un sujeto exageradamente obeso con una larga trenza rubia que le sonreía de manera aparatosa, que estaba montando una carreta en cuya parte trasera recalaba una celda de acero en el que habían cinco hombres encerrados dentro.

¿Esclavistas?  

Mierda, eso era incluso peor que encontrarse con Legionarios.

—¿Qué no escuchaste a nuestro amo? ¡Muévete o te arrollare, basura! — Le grito el hombre de cabellera negra cabalgando peligrosamente hacia él.

Katakuri levanto los brazos en señal de tregua y sin decir una palabra se arrodillo ante el hombre que se acercaba de manera furiosa hacia él, y solo cuando estuvo lo suficientemente cerca de él lanzo la tierra que llevaba contenida en su mano sobre los ojos del caballo haciendo que un fuerte relinchido saliera del animal y provocando que el sujeto perdiera el control sobre las riendas.

—¿¡P-Pero que mierda!? — Exclamo el pelinegro sorprendido.  

Katakuri no perdió tiempo y se apresuró en robar la espada que descansaba en su cinturón, para que al tomarla, de una fuerte patada tirara al desorientado caballo de casi trescientos kilos encima de su jinete.

—¿En qué momento hizo eso? — Soltó confundido el de cabellera verde al ver la rápida reacción de ese muchacho.

—¡Ahg, mierda! ¡Sasaki! ¿Qué haces allí parado? ¡Ayúdame imbécil! — Le exclamo a su compañero.

Sasaki rapidamente tomo las riendas de su caballo para ir en contra de ese chico de extraños cabellos rosados, pero antes de lograse volarle el brazo, Katakuri fue mucho más astuto y corto las correas de su caballo con la espada, haciéndolo caer con todo y silla hacia la sucia tierra. Siendo en esa misma posición en la que Katakuri aprovecho para patearle fuertemente la cabeza, dejando a Sasaki profundamente aturdido.

Con uno de ellos incapaz de moverse por el peso del caballo sobre si, y el otro prácticamente inconsciente, se dispuso a tomar el caballo que estaba libre para escapar, pero no pensó que el hombre obeso fuera si quiera capaz de hacerle frente hasta que instantes antes de robarse el caballo de Sasaki, pudo sentir el filo de una daga sobre su nuca.

¿Cómo pudo moverse tan rápido con todo ese peso encima?

—¡Muahahaha! Es de admirar que hayas podido reducir a mis hombres con esas graves heridas encima, y quizás hubieras logrado completar tu escape, si los dioses no hubieran sido tan perras al ponerme a mí en tu camino, muchacho. — Le susurro claramente entretenido luego del espectáculo que había presenciado. — ¿Cuál es tu nombre? — Cuestiono extrañamente intrigado.

Resoplo con claro fastidio. Debió empezar por el gordo. Fue descuidado, no debió subestímalo. — Katakuri.

—¿Hm? — El rubio hizo una mueca extraña — ¿Qué clase de nombre es ese? ¿De dónde mierda eres? Porque tengo claro que Romano no.

Katakuri giro de medio lado para verlo con una apabullante mirada en su rostro. — Jamás me compares con un maldito romano, imbécil. Soy Iceno. — Soltó orgulloso. Lo que sus hermanos le dijeron era totalmente cierto, mientras él viviera, el orgullo guerrero de su gente viviría con él. Y se encargaría que de ahora en más todo Roma supiera que aún quedaba uno de ellos respirando.

—¿¡Que!? — De inmediato el rubio abrio fuertemente la boca al escuchar su lugar de procedencia, y no solo él, los que Katakuri supuso eran los esclavos de ese hombre levantaron la cabeza y se giraron a verlo como si fuese alguna especio de fantasma.

—¡Eso es imposible! ¡Todos los Icenos están muertos! — Exclamo con dificultad el moreno que aún seguía con su caballo encima. — ¡Los Romanos le dieron muerte hasta al último de ellos y colgaron sus cabezas en picas por toda Britania!

—Pues los muy idiotas hicieron mal su trabajo. — Escupió con tirria — Porque yo aun sigo vivo y mi cabeza sigue en su lugar.

El rubio le sonrió con clara diversión, para después empezar a reír sin control. — ¡Muahahaha! ¿Entonces eres el ultimo Iceno? ¿Y qué es lo que buscas en Roma, salvaje?

Katakuri abrio su mirada para ver al obeso hombre con una mirada sedienta de sangre.

—Venganza.

El hombre que aún lo tenía apuntado con una daga poco a poco abrio su mirada para sonreír de manera grotesca. — Interesante. — Relato totalmente fascinado. — Dime salvaje, ¿No te interesaría trabajar para nosotros?

—No, gracias. — Lo rechazo en el acto. No había vivido una vida en cadenas solo para cambiar de dueño. — Tengo que recuperar algo que me fue robado.  

El rubio bufo con cinismo para luego devolverle una peligrosa sonrisa. — Esas marcas que cargas sobre tus brazos me hacen reconocer de inmediato que eres un esclavo, de eso no hay duda. — Aseguro provocando que Katakuri acentuará la mirada — Ahora, por todas esas heridas, no tengo dudas de que habrás hecho alguna estupidez que a tu amo no le habrá causado mucha gracia. — Dedujo en el acto. — Estamos a unos kilómetros de Ostia Antica, así que si se me da la regalada gana puedo llevarte hasta allá, entregarte a los soldados que estén en el puerto y decirles que cometiste la estupidez de intentar escapar. Créeme cuando te digo que ellos no dudaran en mandarte a las minas de carbón a trabajar hasta que se te rompan todos los huesos del cuerpo, lo que en tu estado actual será en poco tiempo. — Amenazo sin titubear. Katakuri no tenía idea de quien era ese sujeto, pero por su oscura mirada estaba convencido de que estaba hablando enserio. — O… puedes venir con nosotros y aprender el oficio. — Recalco con una sonrisa. — Piénsalo, con tus habilidades podrías ganar dinero con rapidez, quizás hasta comprar tu libertad junto con todo lo que desees y desatar toda tu furia sobre aquellos que masacraron a tu gente. — Le ofreció tendiéndole una mano.

Lo vio con clara desconfianza. — ¿Por qué quiere ayudarme? — No era imbécil. ¿Qué diablos ganaba ese gordo haciendo eso por él? No deseaba tener que cargar con la mierda de nadie más que no fuese la suya hasta que pudiera recuperar su espada de madera y reencontrarse con Ichiji.

—¡Muahahaha! ¿Ayudarte? ¡No seas estúpido! Yo no quiero ayudarte. — Se burlo con notoria algarabía el obeso hombre, pero solo entonces sus risas se tuvieron para pasar a verlo con clara expectación — Es solo que entre asesinos nos reconocemos muy bien, ¿O acaso crees que no recale en los cadáveres de ese soldado Romano y el viejo que estaban tirados por allá? — Señalo apuntando con la mirada hacia el otro lado del camino. Si ese muchacho había conseguido asesinar a un soldado romano estando totalmente desarmado y en ese estado, entonces con un buen entrenamiento podrían tener un arma formidable.  — Veo que tienes una facilidad innata para matar, y me precio de tener un buen ojo para ello. Porque es algo que la arena ama. — Señalo con una sonrisa — Nos harás ganar mucho dinero, ¿Qué dices?

Katakuri lo vio sin entender. ¿Ese hombre quería que fuese un sicario a sueldo? — ¿Qué son ustedes exactamente? — Pregunto precavido.

El desconocido hombre le mostro su blanca dentadura, para después llevarse una mano al pecho. — Mi nombre es Queen, y pertenezco al Ludus más importante de todo el Imperio, ¡El Ludus de las Bestias! — Le hablo con profundo orgullo — ¿Qué dices Iceno? Únete a nosotros, aprende el oficio y cambio de tus habilidades, te prometo que hasta incluso el Gran Anfiteatro Flavio coreara tu nombre, claro, si es que antes no mueres en la arena. Quien sabe y hasta el propio Emperador te entregue tu libertad, tal y como en su momento lo hizo con nuestro jefe.

 —S-Señor Queen, no puede estar hablando enserio, ¿Realmente quiere que ese salvaje se una a nuestro magnifico Ludus? — Le reclamo el pelinegro de largos cabellos.

—Cierra la jodida boca Babanuki, que es este mismo salvaje el que te dejo inmovilizado debajo de tu caballo cual prostituta y casi mata a Sasaki por incauto. — Repaso sin una pisca de lastima, para luego ver a atentamente hacia el Iceno — ¿Qué decides, Katakuri? — Lo llamo por su nombre con una mirada ominosa.

Las siempre arqueadas cejas de Katakuri se relajaron por unos instantes, ese sujeto acababa de mencionar al Gran Anfiteatro Flavio, eso significaba que su destino final no era otro que Roma, el mismo que el de ese maldito capitán que había robado su espada. Quizás los Dioses no eran tan malditos como él creyó, ya que tenía frente a él el boleto perfecto para regresar a la capital, sanar sus heridas y juntar un poco de dinero. Cuando eso estuviera hecho, escaparía. Recuperaría a su espada y a Ichiji, para que juntos, escaparan lo más lejos posible de esa ciudad maldita.

Jamás pensó que ser Gladiador fuera una opción para él, pero a estas alturas del juego, dejaría que la flecha de su destino apuntase hacia cualquier dirección. Porque sin importar que, al final del día seria él quien escribiría su propia historia.

—¿Acaso tengo opción? — Contesto sin un ápice de gracia.

Queen elevo su sonrisa por última vez. Ese pobre idiota, no tenía idea de donde se había metido, porque a partir de ahora, su vida dejaría de ser suya, y pasaría a manos de su jefe…

 —Bienvenido al Ludus de Kaido.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Aclaraciones del Capítulo: 

Moiras: Tambien conocidas como las parcas, eran las personificaciones del destino de los hombres, controlando la vida a través de sus hilos. Cloto era la que los hilaba, Láclesis la que media con una vara la longitud del hilo de vida, y Átropos, quien cortaba de estos.

Deméter: Diosa de la agricultura y el ciclo de la vida. Según el mito, cuando su hija Perséfone fue “raptada” por Hades, ella se deprimió tanto que descuido sus labores de Diosa y los hombres fueron victimas de una gran hambruna a causa de ello.

Selene: Es la titánide que personifica a la Luna.

Rio Estigia: Según la mitología griega es el rio que divide a la tierra de los hombres del inframundo.

Gatz: Era el comentarista del Coliseo Corrida en Dressrosa.

Naguri: Es el viejo con el que Luffy, Ace y Sabo se encontraron cuando estos eran unos niños, y al que Toei cometió el graso error de darle el Haki del Rey de la pta nada.

Ostia Antica: Es una ciudad costera de la antigua Roma y que servía como uno de sus principales puertos.

Shura: Era uno de los cuatro sacerdotes de Enel en el arco de …. Ya hasta me olvide el nombre de ese arco de lo aburrido que fue... Si les gusto a ustedes bacan, pero para mi fue una verborrea. Un amigo me dijo que lo viera hasta el final xq según él pasaba algo paja al final, y le hice caso, solo diré que desperdicie mis tardes de una semana viendo esa mrd. Y bueno, tmb influyo que mi arco favorito sea Arabasta y tuviera el hype a mil luego de verlo.

Moda: Fue la niña que ayudo a Ace en sus mini-historias de la búsqueda de Teach.

Caronte: Es el barquero del rio estigia, sino se le pagaba con una moneda de oro, razón por la cual los griegos y romanos enterraban a sus muertos con una debajo de la lengua o en los ojos, no se te permitía entrar a su barca y por ende tenías que vagar por cien años para que accediese a llevarte gratis hacia el inframundo.

Novus Civis: Es un término despectivo de la antigua roma que hace referencia a una persona sin ascendencia patricia que ha logrado ocupar un rango muy alto en la vida publica romana.

Baco: La contraparte de Dionisio. Era el Dios del vino y las fiestas. En su honor se celebraban unas fiestas muy famosas en la antigua Roma que ya tocare mas adelante.

Vírgenes vestales: Era una sacerdotisa consagrada a la Diosa Vesta o Hestia, eran muy famosas en la antigua Roma por ser las encargadas de cuidar el fuego de Vesta. Normalmente eran chicas de alta cuna romana y siempre se consideró como un gran honor ser una virgen vestal. La adoración a Vesta en la cultura Romana fue muy grande porque según el mito fue esta la que salvo a Rea Silvia, madre de Rómulo y Remo, cuando estaba embarazada de estos, siendo que en un futuro ambos gemelos fundarían Roma.

Gran Fall: Es el dios de …. ¡Diablos! Aun no recuerdo como se llamaba la ciudad del cielo. Francamente, me da pereza buscarlo, pero eso, era un dios y punto.

Ganímedes: Fue un príncipe Troyano que enamoro al mismo Zeus con su belleza, lo que hizo que el Dios lo raptase para volverlo su amante y a su vez el copero de los Dioses.

Tirrenia: Es una antigua región del centro de Italia.

Tiber: Principal afluente de Roma que existe hasta nuestro días.

Babanuki: Es el Alcaide de la prisión de Udon y tiene la Smile del elefante.

 

Ludus: Eran las escuelas de Gladiadores de la antigua Roma, y no, no voy a decir más sobre esto xq hondare profundamente en este tema en el siguiente cap :D

N/A: 

Siempre he creído que me es más sencillo escribir “Pasión en Cadenas” que cualquier otra de mis historias, y únicamente porque soy una fanática de este periodo histórico, algo que hasta cierto punto es gracioso, porque de niña no me gustaba tanto la historia Romana.

He adorado este episodio desde el principio hasta el final y les explicare por qué. Tal y como dice el título, este se trató sobre el peso que tienen las “cadenas” de nuestros TRES protagonistas. — ¡Porque si gente! En este fic, Ace, Ichiji, Katakuri, y un personajito mas que debuta en el próximo cap, serán nuestros protas. —, ya que no es tanto una cadena física en sí, sino una mental. Ace por ahora tener sobre sus hombros el peso de Roma, Ichiji por tener que superar el dolor de la “muerte” de Katakuri, y este ultimo por tener que dejar de culparse por la muerte de su familia y sobre todo de Anana. Hablare de las tres, asi que empecemos por Ace.

El pecoso como ya intuyen, va a ser la piedra angular de este fic. Alrededor de él va a ser que el Senado, la cúpula Imperial y el pueblo van a gravitar. En esta cap vemos a un Ace muy confundido. A sus veintiún años ya es Emperador del Imperio mas poderoso del mundo conocido, y como cualquier chico de esa edad, siente mucho miedo de cagarla. Sabe que cada error que el cometa podría costar la vida de miles de inocentes, y por sobre todo tiene encima de él la sombra de Roger. Por lo que Ace tendrá que tener mucha fuerza interior para poder hacerle frente a estos miedos, y sobre todo al Senado que ya se la tiene jurada. Pero descuiden, no estará solo.

Ahora Ichiji, en esta cap el pelirrojo ha tenido una evolución maravillosa. Teniendo que superar la desasosiego de haber “perdido” a Katakuri, y ponerse de pie. Tambien hagamos un espacio para decir cuanto amamos a Niji, que el peliazul es el hermano que todos deberíamos tener, ya que fue solo él quien fue capaz de levantar a Ichiji al hacerle entender que no podía desperdiciar el sacrificio de Katakuri, ¡Y vaya meta que se han impuesto ahora ambos hermanos! Y tmb nos hace darnos cuenta de la lealtad del peliazul, ya que sin importar que, él va a ayudar a su hermano a como de lugar. Y ya que estamos hablando de esos dos, hablemos un chiqui de Sanji. Miren, la verdad Sanji no es una mala persona, solo es alguien que no reconoce lo egoísta e hipócrita que es, y aunque trato de ir a auxiliar a Ichiji, tampoco digamos que es un santo. Porque siendo sinceros, ninguno de esos cuatrillizos lo es. ¡Y descuiden, que no he olvidado a cierto mellizo peliverde que dentro de poco llegara a Roma!

Ahora, termino hablando de Kata, que fue de lo mas lindo de este cap. Toda la transición de Katakuri fue gloriosa. Empezando por ya no querer vivir. Sentir que la vida ya era demasiado dolorosa para seguir viviéndola y buscando una salida de todo ese dolor. Luego aferrándose con todas sus fuerzas a esta a traaves de lo que simbolizaba su espada. Haciendo un esfuerzo sobrehumano para evitar que le quitasen el ultimo recuerdo que le quedaba de su familia, y finalmente su rencuentro con sus hermanos, recordándole que él nunca estaría solo, que siempre los tendría ellos y aun no era su hora de morir. Fue simplemente perfecto, y ese final… ¡ESE FINAL B * T C H E S! Poco a poco todo el rompecabezas se ira armando, asi que partir del próximo cap le daremos la bienvenida a varios personajes que serán CLAVES, en el desarrollo de este fic y estarán muy ligados a Katakuri apartir de ahora…

Y solo diré que cierto pelirrojo de ceja graciosa va a estar muy celoso de los nuevos amigos… y sobretodo de la nueva amiga de Kata.

¡Bueno no digo mas o arruinare la sorpresa!

Hablemos de algo más divertido, ¡El Senado! Esos muchachitos van a estar muy empeñosos con el nuevo Emperador, así que Ace tendrá que cuidarse la espalda, pero tranquilas, que para eso está Thatch, un corazón por nuestro castaño del copete que se está estancado en la terrorífica friendzone.

Y antes de que lo olvide, se que muchas se estarán preguntando por lo que paso en la ceremonia de Roger, y déjenme decirles que eso pronto tendrá explicación. Digamos que Ace tambien guarda muchos secretos que hasta el mismo desconoce, y uno de esos fue la principal razón por la que Roger alejo a su hijo de su lado cuando este era apenas un niño.

¡Bien! Hasta aquí llegamos por hoy, les agradezco desde la parte mas calurosa de mi duro corazón a todas esas personitas que no paran de apoyar esta historia con sus leídas, estrellitas o comentarios, ¡En verdad muchas gracias! Adoro leer sus comentarios y me rio mucho con ellos, me alegran la vida como no tienen idea.

Espero verlas en la siguiente actualización, hasta entonces cuídense mucho.

 

Loveu All. 


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