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Pasión en Cadenas por Alleisys

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“Hay veces que el vivir se convierte en un acto de valentía.”

Seneca

Katakuri guardo en sus pulmones un poco del roció de la mañana al despertar, permitiendo que su cuerpo se llenase de aquel aire helado antes de abrir su mirada para recibir un nuevo día. A través de los barrotes de la celda, pudo ver como una espesa neblina rodeaba su camino. Aunque lo que realmente destacaba a su alrededor fueron los cientos de árboles de olivo que los rodeaban, una señal de que pronto llegarían a Roma. Pensar en esa ciudad maldita lo hizo presionar sus puños con desmedida fuerza, tranzando con sus dedos las cicatrices que rodeaban su mano, recordando así el ultimo abrazo con su familia.

No iba a condenarse a una vida de servidumbre nunca más. Era una promesa.

—¿Así que realmente eres un Iceno?

Esa pregunta hizo a Katakuri agudizar su mirada de manera furiosa. Lo último que deseaba era darle explicaciones a algún pobre diablo que había tenido la desgracia de terminar siendo comprado por un Ludus de Gladiadores.

Vio como su compañero de celda se hizo un espacio frente a él, sentándose con ambas piernas pegadas a su pecho mientras lo veía expectante de escuchar aquella fantástica historia del último Iceno sobre la tierra. Tenía una mirada muy grotesca y un cabello verdoso totalmente desordenado, pero a pesar de su apariencia, no parecía estar lamentándose por el trágico destino que le esperaba, a diferencia de todos los demás condenados que había en esa celda rodante.

—Mi nombre es Bartolomeo, y soy de—

—Me importa una mierda de donde seas. — Lo corto en el acto. Aun le dolía hablar pero era mucho más soportable que antes, y no iba a desperdiciar la poca energía que tenía en ese sujeto. — Vuelve a dirigirme la palabra y te hare pedazos. — Dicto volviendo a apoyar la cabeza sobre la esquina de la celda.

Bartolomeo lo observo con una expresión de total sorpresa, para después soltar un bufido y empezar a reír aparatosamente — ¡No sabía que los Icenos tenían tan buen sentido del humor!

Sus ojos drenaron sangre, y antes de que levantara sus brazos y cumpliera con su promesa, Bartolomeo alzo ambas manos en señal de paz, tratando de evitar a la muerte en manos de aquel Iceno. — ¡T-Tranquilo! ¡Tranquilo! Veras, soy de Siria. — Comento sonriendo de medio lado al recordar su calurosa tierra natal. — Y solo quería decirte que incluso hasta un lugar tan lejano como ese, llego la noticia de aquel imbatible pueblo de Britania que tuvo el valor de alzarse en contra de este maldito Imperio. — Reconoció sorprendiendo a Katakuri con sus palabras. — Quizás no sepas esto, pero ustedes inspiraron a muchas tribus, incluyendo a la mía. — Reconoció con orgullo. — No hay provincia Romana que no conozca la leyenda de tu gente. Son unos héroes, y que yo tenga la oportunidad de conocer al último Iceno vivo… Es un privilegio que con una vida tan desgraciada como la mía, jamás espere tener.

Por unos instantes su mirada declino, pensando en que quizás los deseos del Dux Bullet no se cumplieron del todo, y en vez de darle una lección al resto del mundo con su sacrificio, su gente fue capaz de inspirar a otros a alzarse en contra de la tiranía romana.

—No soy ningún héroe. — Pero él jamás reconocería esa gloria para sí.

—¡Vamos! No seas tan modesto. Supongo que debes tener miles de peleas épicas por contar, y a cientos de romanos que asesinaste con tus propias manos.

La rojiza mirada de Katakuri empezó a palpitar de la animadversión hacia esas palabras. — Vas a ser tu al que asesine con mis propias manos si continúas moviendo la lengua. — Se inclino para la esquina de la celda terminando así su conversación, y tratando de reconciliar su sueño.

—¡Vamos, no puedes estar hablando enserio! — Le reclamo indignado el peliverde— ¡Estamos a pocos kilómetros de llegar a Roma!, ¿Y te vas a dormir? ¿Acaso no estas interesado por conocer a la capital del mundo, Iceno?

—Lamento destruir tus esperanzas, pero Roma no es más que una ciudad repleta de mierda por donde sea que camines y con un insoportable aroma a orina.

—¡Dioses! Hablas como si ya la hubieras visto.

Porque ya lo había hecho.

Y esa ciudad moribunda no tenía nada de especial a sus ojos, una acrópolis sobrepoblada de gente que sobrevivía el día a día de la mejor manera que podía. Construida sobre los cadáveres de millones de inocentes, y que soportaba sobre sus hombros el peso de una clase política ya totalmente corroída y sin futuro.  

—¡Hey! — El choque de una espada reboto contra la celda, provocando que Katakuri se girase y viese por sobre los barrotes a Babanuki. — ¡Cierren la jodida boca! — Les ordeno el soldado para luego seguir su camino.

Bartolomeo negó con la cabeza mientras mostraba una media sonrisa. — ¡Hm! Romanos.

Pero solo entonces, la carreta se detuvo de manera abrupta, y Queen, que estaba a solo unos metros de ambos, se tomó un tiempo para suspirar lentamente mientras se dedicaba a ver hacia el horizonte.

—Condenados… — Susurro con una sonrisa en el rostro al llamar a sus nuevas adquisiciones. —Roma os saluda, muestren sus respetos.

Katakuri fue el único de todos los esclavos en esa celda que no se movió de su sitio o si quiera viro la mirada hacia el impresionante valle donde se alzaba la majestuosa ciudad de las siete colinas.

—¡Wow! — Bartolomeo era el que por lejos estaba más emocionado — ¿¡Ese es el famoso Anfiteatro Flavio!? — Hablo sin poder creer lo que sus ojos le mostraban. Jamás había visto nada si quiera parecido en toda su vida.

¿Realmente el hombre era capaz de hacer esa clase de monumentos?

Desde donde estaban, aun a varios kilómetros de la cuidad, podían ver una gloriosa acrópolis de colores, los monumentales templos del Foro, el interminable Circo y la impotente estructura del Coliseo de juegos alzarse ante ellos.

—El lugar donde los hombres mueren… — Aseguro Queen sin una pisca de lastima. — Y las leyendas nacen. — Giro su mirada hacia la celda, viendo en silencio hacia ese Iceno que parecía más interesado en encontrar a Sommia que en apreciar la magnificencia de Roma.

«Este muchacho… Me recuerda mucho al jefe la primera vez que llegamos a Roma.»

—Amo Queen — Lo llamo Sasaki, quien aún tenía un anormal hinchazón en la sien. — ¿No le parece extraño el clima? — Le pregunto viendo intrigado hacia el oscuro cielo gris.

Estaban en pleno verano y los cielos se veían tormentosos.

Queen vio hacia la deriva con detenimiento. Sasaki tenía razón, esta anormal aura de muerte que asolaba Roma era muy singular. — Me pregunto que habrá ocurrido en nuestra ausencia. — Su viaje para conseguir nuevos reclutas había durado casi una semana, pero a pesar de que no haya sido tanto tiempo, sentía que la Roma que dejo y la que veía ahora, eran dos ciudades completamente diferentes.

.              .              .

Los pretorianos que vigilaban la entrada de la gran alcoba Imperial le abrieron el paso a una hermosa mujer que se hallaba envuelta en la más fina túnica negra, entro sin ni siquiera tocar la puerta. Si su pequeño aún era aquel hermoso niño que tanto recordaba, entonces aun debería seguir descansando.

A pesar de que toda la habitación se encontrase a oscuras, pudo desplazarse por esta sin ningún problema. Desde muy joven había memorizado todos y cada uno de los objetos de esa alcoba, muchos de los cuales ella misma había seleccionado. Le traía gratos recuerdos estar en ese lugar donde muchas noches Roger y ella se juraron amor, y ahora, era donde descansaba la prueba viviente de la pasión que ellos tuvieron.

Rouge vio con ternura la majestuosa cama ornamentada con detalles en oro y rodeada de una transparente tela que decencia desde lo más alto, la movió hacia un lado para despertar a su amado hijo con sus besos, pero al observar hacia el lecho, se percató de que únicamente se encontraban las sábanas arremolinadas en el centro y sin ningún rastro del Emperador en ellas.

—¡Por Mercurio! ¡Ace! — Grito desesperada al notar la ausencia de su hijo y de inmediato dos pretorianos aparecieron frente a la madre del Emperador.

—¡Emperatriz! ¿Se encuentra bien? — Le pregunto un joven fornido de cabellos celestes que le llegaban hasta el cuello.

—¿¡Acaso me veo bien!? — Alzo la voz furiosa — ¿¡Dónde está mi hijo!? ¡Se supone que ustedes deberían cuidarlo a costa de su vida!

—Oh Mierda… — Gruño un hombre de cabellos castaños. Habían estado montando guardia desde la madrugada, y jamás vieron a nadie entrar o si quiera salir de la habitación Imperial hasta la llegada de la Emperatriz ¿Cómo el Emperador pudo salir sin que lo notasen? — ¡Deuce! — Llamo a su compañero, — Alerta a todos en la Domus Augustana ¡Pronto!

—A la orden, Saber.

Mientras que todos en el palacio despertaron de manera abrupta con la noticia de la repentina desaparición del Emperador, a lo lejos, en lo profundo de los eternos jardines de la Domus Augustana, un perro blanco corría velozmente con una rama entre sus colmillos para ponerla a los pies de su amo, empezando a mover la cola emocionado cuando este le dio una suave caricia, tomando el objeto nuevamente para volver a lanzarla hacia la deriva.  

—Ace…—¿Cómo decir esto sin que lo tomase a mal? — No estoy tan seguro de que tu plan vaya a funcionar— Comento un preocupado Thatch sobre la reciente idea del pelinegro.

Estaba parado debajo de la sombra de un frondoso árbol mientras veía al pecoso jugar con Stephan. Como siempre, el joven Emperador había despertado junto con Helios, y fue a buscarlo desde muy temprano porque deseaba comentarle la idea que había maquinado. 

—Pues yo digo que sí. — Aseguro el joven César viendo a Stephan correr a lo lejos. 

—Ace. — El pretoriano lo llamo con seriedad — No dudo que tu plan sea con buenas intenciones, pero tienes que entender que muchos Senadores fueron enemigos acérrimos de tu padre, y al hacer esto te expondrías a—

—Ya lo has dicho, fueron enemigos de mi padre, no míos. — Giro su mirada para darle a Thatch una sonrisa serena. — Quiero hacer esta fiesta porque necesito conocer a las personas con las que voy a gobernar. — Aseguro totalmente convencido. — No soy tonto Thatch, mi padre me hablo de los altibajos que tuvo con el Senado en sus cartas. Soy muy consciente de que muchos de esos hombres aún siguen presentes en la Curia, pero creo saber a lo que me estoy enfrentando. — Aseguro cambiando su expresión a una más seria. — Y es por eso que quiero hacerlo.

Había notado las cientos de miradas que había recibido de los padres de Roma, muchas eran de desprecio y otras de lastima. Sabía que gran parte de esos hombres deseaban ver su caída. Después de todo era el hijo de Roger, un ser que para muchos cometió el error de haber nacido, pero él no lo veía así ¡Todos podían trabajar juntos para darle a Roma un mejor mañana! Y si alguien tenía que dar un primer paso para arreglar los estragos que dejo la guerra civil de su padre, entonces seria él.

—Mi padre una vez menciono en sus cartas que un verdadero líder era aquel que iba primero sobre un puente colgante, solo para asegurarse que fuese lo suficientemente seguro para el resto de sus hombres. — Le relato a Thatch confiando en su plan.

El Pretoriano respiro profundamente luego de escuchar a su señor. Roger estaría muy orgulloso de ver lo mucho que había madurado su hijo.  —¡Bien! — Tendrían que tomar muchas medidas de precaución, pero si este era el deseo de su señor, entonces lo haría realidad. — Menciónale tu plan a Ray y él se encargará de—

—Uhm…— Con solo oír el nombre de su Cónsul el rostro de Ace se tiño de un notorio carmín en el acto, esquivando de inmediato su avergonzada mirada de Thatch — P-Prefiero que tú se lo digas, Thatch. — Le pidió en un susurro.

Aun se encontraba muy confundido por lo que había pasado ayer con el rubio. Desde que tuvo uso de razón fue consciente de la particular relación entre su padre y Ray, al igual que la clara desidia de su madre hacia el Cónsul de Roma, pero él jamás juzgo a Roger por ello. Porque incluso a pesar de ser un niño, fue capaz de darse cuenta del infinito amor que sentía Rayleigh por su padre, y sabía que ese amor era totalmente correspondido.

Por lo que ahora, que el mismo hombre que se desvivía por su padre lo hubiera besado con aquella misma pasión, y más encima frente a su cadáver, lo hacía sentir… extraño.

—¡Ace!

—¿Hm? — Levanto su confundida mirada hacia Thatch.

—¿Qué pasa contigo? — Le resondro — ¿Por qué quieres que yo hable con el cónsul sobre tu plan? —Le cuestiono para luego ver a Ace intensamente. Era extraño que el pecoso necesitase de un intermediario para poder expresarse. Normalmente era muy directo, quizás demasiado— ¿Acaso tuviste algún altercado con Ray? — Era lo único que se le pudo ocurrir.

—¿¡Q-Que!? — Empezó a respirar con dificultad — ¡No! Para nada Thatch, es solo que—

—Perfecto, entonces se lo dirás tú. — Le corto de inmediato. — Eres el Emperador, y es tu deber hablar con tu cónsul, ahora él es tu mano derecha, está para apoyarte y aconsejarte. Tal como lo hizo con tu padre.

Paso una mano por sus hondeados cabellos negros tratando de encontrar las palabras correctas en su mente. Thatch tenía razón, no podía pedirle que hablara por él como si fuera un niño. Ahora era el Emperador, y sin importar lo que hubiera pasado, tenía que hacer de lado sus sentimientos para anteponer su deber. Además, ¡Había sido un beso accidental! Ray solo vio a su padre reflejado en él ¡No tenía por qué tomárselo tan enserio!

Y tampoco es como si Rayleigh fuera a hacerlo por segunda ocasión…

¡S-Si! Se estaba tomando todo esto muy personal.

—Tienes razón Thatch, ¡Yo lo hare! — Le aseguro con una sonrisa.

Thatch lo vio preocupado. Conocía demasiado bien a Ace, por lo que de inmediato dedujo que había ocurrido algo que él desconocía y hacía que Ace se sintiera muy nervioso cerca del cónsul, e iba a descubrir a como dé lugar lo que era.

Stephan finalmente regreso de su búsqueda de la rama, y cuando se la entregó a las manos de Ace, en vez de que el pecoso lanzase nuevamente el trozo de madera hacia la deriva, la tomo con fuerza entre sus dedos. — ¡Bien! No perdamos más tiempo. ¡Hay que buscar a Rayleigh, Stephan! —Le ordeno a su mascota a lo que el can empezó a ladrar, emocionado.

—¡Un momento, Ace! — Thatch se apresuró a detener al joven Emperador alzando su brazo — ¡Son las seis de la mañana! El Cónsul aún debe seguir dormido. — Por todo el tema de Roger, Ray ni siquiera había podido ir hacia su Domus en estos últimos días, por lo que se estaba quedando en sus aposentos en el palacio, y no creía que fuese correcto que Ace interrumpiera su bien merecido sueño solo para hablarle de la planificación de una maldita fiesta.

—¡Por eso mismo iré a despertarlo! — Anuncio empezando a correr. — ¡Tenemos mucho trabajo que hacer!

—¡No, Ace! ¡Aguarda! — A pesar de que alzo la voz ya era demasiado tarde, el pecoso ya se había ido — ¡Ahg, carajo!

.              .              .

Zoro se retiró su pesada Gáela para así bañar sus verdosos cabellos en una de las miles de fuentes de la Domus Augustana. La revitalizante sensación del agua recorriendo su piel lo hizo suspirar con calma por primera vez desde su llegada a Roma.

—Tks… No entiendo porque siempre me tienes que arrastrar a estas mierdas contigo Zoro. — La pesada voz de Drake a su lado irrumpió el único momento de paz del Tribuno. — No puedo esperar para volver a Galia ¡Ya estoy harto de estar aquí! ¡Todos son órdenes y problemas! Además ninguna patricia desea coger conmigo por el luto al Emperador Roger ¡Y ya ni siquiera nos dan vino en el palacio! Lo digo enserio, me volveré loco sino puedo cogerme a alguien pronto.

—Yo no te traje porque se me diera la gana, fue una orden. Créeme Drake, de haber podido escoger tu hubieras sido mi última opción.

La mirada de su compañero se volvió seria en el acto, desafiando a Zoro en un juego de miradas hasta que las risas se desataron en el castaño hicieron al peliverde sonreír de medio lado. A pesar de que dijese lo contrario, siempre había disfrutado de su molesta compañía.

—Oye Zoro — Drake hizo una prolongada pausa, escogiendo sus palabras de manera precavida. — ¿Qué crees que haya sido eso de ayer? — Cuestiono viendo el agua de la fuente caer frente a sus ojos.

La expresión de Zoro se oscureció varios tonos, sabía perfectamente a los que el castaño se refería, pero simplemente era incapaz de aceptarlo. — Estábamos muy lejos de allí, quizás fue solo una percepción errónea.

—Podrás engañarte a ti mismo, pero estoy muy seguro de lo que no solo vieron mis ojos, sino los de Roma entera. — Acepto el castaño — El Emperador Ace no es una persona normal.

—Cuida tus palabras Drake, no olvides que estos muros tienen ojos y oídos por todos lados.

—Y todos esos ojos vieron lo que nosotros. — Secundo el castaño— Llámame orate, pero solo he oído de un ser que es inmune al fuego.

Zoro se mantuvo pensativo —Vulcano… Dios de las fraguas y uno de los patrones de Roma. — Rio con ironía. A veces Drake tenía una imaginación que era de admirar — ¿Insinúas que Ace es un Dios?

—No, pero creo que ese niño oculta algo. Algo muy grande que quizás hasta él mismo desconoce. — Admitió el castaño — Pero ese ya no es más nuestro problema. — Recalco soltado el aire de sus pulmones de manera despreocupada. —Ya cumplimos con la misión de traer completo al mocoso, y pronto nos restablezcan en la Galia. Quizás deberías ir con Hiyori y tu hija mientras aún estamos en Roma.

La respiración del peliverde se tornó pesada de repente, con total honestidad la única persona con la que deseaba estar en esos momentos era Sanji. Sabía que el rubio lo estaba esperando, pero no podía desobedecer las ordenes de sus superiores e irse sin dar razones, o de lo contrario sospecharían de él.

—No. Tengo un deber aquí. Hiyori lo entenderá. — Y valgan verdades, en esos momentos, lo último que deseaba era tratar con su esposa.

Drake bufo sin gracia. — Deberías tener cuidado Zoro. — Su voz fue parca. — Hiyori es una belleza de mujer que pasa sola mayor parte del tiempo. No creas que te va a esperar para siempre. Las mujeres, al igual que nosotros, tienen un apetito el cual saciar.

—Quizás otras, pero no Hiyori. — Si de algo estaba seguro era que su esposa era el modelo ideal de mujer Romana. Esposa fiel y devota a su familia, de gran apellido y tambien con una desbordante belleza que embelesaría a cualquiera, a cualquiera menos a él.

Estaba casado con una de las mujeres más hermosas de Roma, y aun así ella no despertaba nada en él. Acepto casarse con Hiyori únicamente por el respeto infinito que le tenía a Mihawk, pero nada más.

Si pudiera divorciarse de ella sin desgraciarla de por vida al abandonarla, sin dudar lo haría. Pero esa vía no era posible, ya que de hacerlo destruiría la reputación de su esposa, y a pesar de que no la amase, si la apreciaba lo suficiente como para no provocarle tal daño a su persona.

Drake rio por lo bajo. — A pesar de que estes casado con una, se nota lo poco que conoces a las mujeres Zoro. — Explico Drake con la sabiduría digna de un filósofo. — Ellas pueden ser incluso más letales que la espada más afilada, y a diferencia de nosotros, si conocen el arte de la discreción.

Su mirada se intensifico. — ¿De qué demonios hablas?

Drake estaba a punto de responderle, claramente el castaño sabia algo que él no, pero a instantes de abrir la boca, sus palabras quedaron como meros resoplidos al viento cuando en instantes Drake y Zoro se irguieron firmemente para recibir la inesperada llegada de una de las cabezas del ejercito Romano, el Dux Shanks de Roma.

—¡Dux Shanks, Señor! — Ambos agacharon la cabeza en señal de respeto hacia su superior directo.

Y aun así, la siempre característica alegría del pelirrojo no salió a flote por esa ocasión. — Descansen tribunos. — Pidió con voz tacita. — Aunque mis palabras sean tardías, los felicito por escoltar satisfactoriamente a Ace hasta aquí. Buen trabajo.

—Gracias Dux. — Exclamo únicamente Drake. Zoro permaneció en silencio al ver al amante de su padre con un semblante tan singular. Conocía a Shanks desde que era un niño, y esa imagen tan seria era algo demasiado impropio de él.

Aun debía seguir de luto por la repentina muerte del Emperador.

—Y tambien… — El pelirrojo hizo una pausa — Lamento haberte obligado a levantar tu espada en contra de Mihawk. — Menciono viendo fijamente al peliverde — Tu lealtad hacia Roma no conoce límites, Zoro. Gracias. Ten por seguro que el joven Emperador lo sabrá.

El peliverde simplemente asintió en silencio — Lo único que importa fue que pudimos tener una transición de poderes sin derramar una sola gota de sangre, y eso de por si es un logro muy grande aquí en Roma. Así podre volver a Galia con mi mente en paz. 

Shanks respiro hondamente ante el comentario de Zoro. — Veras, justo de eso quería hablar con ambos.

Si antes estaba seguro de que sería muy difícil obtener el perdón de Mihawk al haber usado a su propio hijo en su contra, ahora no tenía la menor duda de que su pelinegro lo odiaría. Pero nada de eso importaba, ni siquiera su relación, porque su única meta; era el bien de Roma.

Drake y Zoro se vieron por unos instantes e inmediatamente el peliverde sintió como un sudor frio recorría su espalda al escuchar las siguientes palabras de Shanks.

—Ya no serán más Tribunos asignados en la Galia. Los quiero aquí, donde sean útiles al imperio. Serán trasladados a Roma de manera inmediata para servir bajo mi mando directo.

.              .              .

No fue difícil esquivar a la guardia Pretoriana cuando ingreso al palacio Imperial trepando por los balcones. De su crianza en Tusia había aprendido a escalar arboles de manera casi natural, lo que hizo que fuera sumamente sencillo salir de su alcoba sin levantar sospechas. Sabía que siempre debía ir a acompañado de un puñado de Pretorianos por su propia seguridad, pero simplemente jamás se acostumbró a tener personas que lo siguieran día y noche sin parar.

Entro al palacio por una de las ventanas que estaba conectada al pasadizo de las habitaciones Imperiales, dejando a Stephan en la parte baja. Giro la cabeza hacia ambos lados de manera precavida, no deseaba que lo fueran a encontrar por incauto, y una vez se aseguró de que no era seguido por nadie, siguió su camino por las escaleras hacia los pisos superiores.

Los aposentos de Ray estaban relativamente cerca a los suyos, recordaba que cuando era niño su padre pasaba mucho tiempo allí encerrado con el cónsul, sobre todo en las noches. Muchas veces quiso entrar para saber que era lo que ocurría detrás de esas grandes puertas, pero su madre siempre le dijo con una sonrisa triste que su padre y Ray estaban discutiendo temas sobre el Imperio que eran muy delicados, por lo que él no podía estar presente.

¡Pero ahora ya era un hombre y finalmente podía entrar a esa habitación como el Emperador!

No obstante, dentro de los aposentos del Cónsul, el que era el segundo hombre más poderoso de todo el Imperio se encontraba aun en el Oniros, siendo en sus sueños el único lugar donde podía sentir que su felicidad era absoluta, porque era allí en donde Roger aún seguía a su lado…

Fue en una deslumbrante noche de luna nueva que en aquella misma habitación se podían visualizar las sombras de dos hombres, uno estando recostado sobre el lecho dejando escapar prolongados gemidos de placer, mientras que él otro arremetía vigorosamente contra él. Sus jóvenes y viriles cuerpos estaban bañados por el sudor y el semen de todos sus encuentros anteriores en esas sabanas. Desde siempre ambos habían sido extremadamente fogosos, incluso una vez terminaron siendo azotados por órdenes de su superior cuando Roger le propuso la estúpida idea de tener sexo en la tienda de su Legado, a lo que él, por imbécil, no se negó.

—¡Agh~! — Un joven pelinegro gruño con exagerada fuerza al sentir su parte baja erguirse de sobremanera — ¡C-Carajo, Ray…! ¡Mas rápido! ¡V-Voy a

No pudo continuar al ser besado de manera violenta por un rubio de largos cabellos. — A sus órdenes, Emperador. —Le susurro sobre el lóbulo de su oreja. Aunque Roger siempre dijera que no le importaba, sabía que muy en el fondo al pelinegro le excitaba de sobremanera que lo llamase de esa forma mientras le enterraba su verga hasta la garganta.

Sus embestidas se tornaron más agresivas y belicosas, haciendo que los gemidos de Roger se tornasen en gritos de inmaculado placer. Rayleigh lo complacía con una sonrisa en el rostro. Porque no solo estaba dentro del hombre que amaba, sino que así tambien mandaba un claro mensaje a la mujer que estaba a unas cuantas habitaciones de distancia, y estaba seguro, escuchaba los desaforados gritos de placer que él le hacia sentir a su esposo.

Porque Roger podría haberse casado con Rouge, pero jamás tendría todo su corazón, porque al igual que ella, él tambien tenía una parte de este.

—¿Qué diría el pueblo de Roma si supiera que Roger, su Emperador Guerrero, adora que le entierren una espada por el culo? — Soltó riendo desaforadamente.

Roger estaba a punto de responderle con un insulto, pero sus improperios quedaron en el olvido cuando un voraz orgasmo lo hizo tensar todos los músculos de su cuerpo. Gruño de manera lacerante con la blanquecina esencia que salía a borbotones de él para caer sobre su pecho, provocando que un largo gemido de absoluto placer envolvía su cuerpo. Ray por el contrario se arrodillo hasta lamer el viscoso liquido del trabajado cuerpo de su amante, sintiendo plácidamente como las paredes de Roger presionaban su miembro apropósito hasta hacerlo estallar.

El Emperador se tomó un tiempo hasta que finalmente pudo reponerse, y en el acto Rayleigh lo abrazo por la espalda, acomodándose así ambos sobre el lecho. Sintiendo su cercanía al tomar sus ásperas manos y trazar las profundas cicatrices de batalla que ambos compartían en sus cuerpos.

¿Sabes? Nunca había agradecido tanto que seas hombre como hasta ahora. — Susurro el rubio — De lo contario hace mucho hubiera terminado preñándote de todas las veces que cogemos sin parar, Roger. — Y es que realmente ambos tenían serios problemas para controlar su lasciva en público, siendo Roger quien le había contagiado ese pésimo habito. 

El Emperador rio por lo bajo al escuchar las palabras de su amigo y amante. — ¿Enserio? — Pregunto con un gesto de tristeza — ¡Porque a mí me hubiera encantado parir a tus hijos Ray! — Soltó cínicamente.

—Imbecil. — Le lanzo un puñetazo que le saco un par de risas al pelinegro. — Deja de pensar en esas tonterías, que no eres Zeus cargando a Atenea. Además, no necesitamos de ningún hijo cuando ya tenemos a Shanks.  — Reconoció en voz alta. Ambos se habían hecho cargo de él luego de la muerte de su padre, criándolo entre los campos de batalla y campamentos militares.

Roger tomo de buena gana el comentario de Ray, era cierto. Shanks siempre tendría todo su amor como padre, pero durante los últimos meses una idea había empezado a retumbar en su cabeza, la misma que hizo a su expresión cambiar lentamente hacia una un poco más seria. Había algo que estaba deseando hablar con el rubio desde hace mucho, y dudaba que la idea fuera a gustarle a su amante. — Ray… — Lo llamo con su cabeza viendo hacia el ornamentado techo — Quiero hablar de algo contigo.

La vista del rubio se alzó de inmediato, era extraño que Roger actuara seriamente, a menos claro que la situación lo ameritara. — ¿Qué ocurre?

Ray, yo… — Hizo una pausa sabiendo que quizás se ganaría una buena pelea con su amante, pero tenía que ser honesto con él. —Quiero tener un hijo.

El rubio no pareció perturbado por las palabras que acababa de soltar su amante, y en un principio Roger pensó que se trataba de una buena señal, pero fue solo porque en su interior, Rayleigh estaba repitiendo infinidad de veces todas y cada una de las palabras que acababa de comunicarle Roger.

El cónsul no espero a una réplica del moreno para levantarse del lecho, y desnudo como estaba, buscar la salida de la habitación.

—¿A dónde crees que vas? — Le pregunto seriamente el Emperador.

—¿A dónde más? ¡A mi Domus! Mi esposa debe estar esperándome.

—¡Rayleigh! — Roger no espero a que diese un paso más para tomar su mano entre las suyas. — ¿¡Que carajos te pasa!?

—¿«Que carajos me pasa»? — Repitió furioso al encararlo — ¿¡Quieres que te diga que carajos me pasa!? — Articulo con acides haciendo que poco a poco la expresión de Roger mutara a una altamente peligrosa. — ¡Se supone que Shanks, el niño que tú y yo criamos juntos, seria tu heredero! ¿Por qué de repente me vienes con esta mierda de querer ser padre ahora? — No tuvo que pensarlo mucho para encontrar la respuesta, y el silencio de Roger solo hizo que confirmase su teoría. — Por supuesto, ¿Cómo no lo pude pensar antes?

Rouge.

—¡Ray!

—No me toques Roger. — Le dio la espalda a su amante para retirarse, pero solo tuvo que dar un paso para que la voz del pelinegro volviese a salir de manera furiosa.

—¡Cónsul Silvers Rayleigh! — Le demando ya no Roger, sino el Emperador de Roma.

¡Maldita sea! Como odiaba que hiciera eso.

¿Si, César? — Giro su rostro de medio lado mostrándole una desafiante expresión.

—Solo escúchame, por favor…— Pidió el Emperador entrelazando su mano con la suya, haciendo un esfuerzo de llevarlo hasta el lecho para que ambos pudiesen sentarse a hablar. —  Esto no fue idea de Rouge. — Despejo de inmediato. Ella jamás le pidió tener nada que no fuese su amor, e incluso era capaz de amarlo a tal punto que aceptaba su relación con Rayleigh, y aunque sabía que ellos jamás serian amigos por claras razones, al menos agradecía que su esposa tuviera ese gesto para con ambos. — Se trata de mi… — Explico tratando de hacer a su amante entender. — Amo a Shanks como si fuera mi hijo, pero él… — Hizo una pausa para buscar las palabras adecuadas ante la atenta mirada celeste del rubio — Hace solo un año que derrotamos a Xebec en la guerra civil, y aún hay mucho por hacer aquí en Roma. — La situación era catastrófica, su antecesor había derrochado las arcas del Imperio durante todos sus inquisidores años de reinado, prácticamente se encontraban en la bancarrota. Necesitaban de capital y mucha comida para poder llenar los molinos de Roma y darle de comer a su gente. — Necesitaremos ingresos por cualquier medio posible, y eso solo se puede conseguir de una forma…

Conquista. — Delimito al instante Rayleigh. Necesitarían anexar con urgencia nuevas tierras que fuesen ricas en pastizales y materias primas para así mantener vivo al Imperio.

—Y no solo eso... — Roger se sobo la sien en un intento por calmar su creciente dolor de cabeza. ¡Mierda! Jamás pensó que esto de ser Emperador fuese tan jodido. — Necesitare de bastas cantidades de dinero para financiar nuestras nuevas campañas militares… Y para eso es imperativo hacer uso de las «Prescripciones». — De esa forma, estaría eliminando dos problemas de una sola estocada.

Pero el pulso del cónsul no hizo sino acelerarse al escuchar el repentino plan de Roger. — ¿¡Quieres asesinar a los simpatizantes que hayan quedado de Xebec? No puedes estar hablando enserio Roger ¡Cuando el segundo Triunvirato uso esa estrategia fue en un contexto totalmente diferente! Y únicamente funciono, porque a diferencia de ahora, eran tres personas las que mantenían el control absoluto de todas las provincias del Imperio, no una sola. — Expreso profundamente preocupado — ¡Si llevamos a cabo las prescripciones nos ganaremos miles de enemigos en el Senado! — A fin de cuentas serian a ellos a los que les estarían reventando el bolsillo — Que te recuerdo, apoyaron nuestra causa en la guerra civil. ¡Matar a los Patricios y confiscar sus bienes para el estado no hará nada más que crear una interminable brecha entre ambos bandos Roger!

—¡Ya lo sé! — Renegó furioso — …Pero necesitamos alimentar a nuestro pueblo antes de que llegue el invierno, y es la única solución que encuentro para evitar la hecatombe ¡Xebec fue un malnacido hijo de perra que no contento con casi destruir Roma, busco por todos los medios destruir la economía del Imperio! Y alguien tiene que ser el que se sacrifique por el bien de todos. — Se levanto inquieto del lecho sobándose la frente con pesadez. — Es por eso que Shanks jamás podrá ser Emperador, terminará igual de manchado que el resto de nosotros… Y necesito que mi sucesor sea alguien que llegue a Roma sin una mano que lo señale como asesino.

—Roger… — Lo vio por intensos segundos.

—Jamás hubiera querido darle a algún hijo mío tal responsabilidad, pero fue el peso que asumí el día que me alce en contra de Xebec. — Reconoció con profundo pesar — Rayleigh, por favor… Sin ti no podre hacer esto. Te necesito a mi lado.

Rayleigh lo vio con profundo pesar. Por situaciones como esta hubiera deseado jamás alimentar esos deseos de revolución en Roger. Quizás así ambos hubieran seguido luchando al lado de sus legiones en alguno de los confines del Imperio sin tener que preocuparse de todos los problemas que se acarreaban en la capital, tal vez así no tendría que compartir a Roger con otra mujer, y ambos hubieran podido ser felices sin mayores complicaciones, pero esa hubiera sido una vida muy simple para alguien con la ambición de Roger.

Jamás hubiera sido plenamente feliz. Él había nacido para cambiar el mundo, y lo supo desde el día que lo conoció.

En respuesta, Roger no recibió ninguna palabra de parte suya, sino que el rubio se levantó del lecho, acercándose peligrosamente a él y tomar su cuello con desproporcionada fuerza para plantar un demandante beso en sus labios, uno que el Emperador acepto gustoso.

Poco a poco el tosco contacto y la batalla de sus lenguas por ver quien terminaba siendo el vencido llevaron a Rayleigh a cargar con rudeza a Roger de los glúteos, mientras este enroscaba sus gruesas piernas sobre el infartarte cuerpo de su amante.

—Tendré que ayudarte a practicar entonces. — Susurro separando sus labios del pelinegro apenas un poco.

El Emperador solo se limitó a reír por lo bajo al escuchar las palabras de su Cónsul.— Tenemos que pensar en nuestra siguiente campaña militar pronto, Ray. — Si había algo que extrañaba en demasía era el furor de una batalla.

¿Qué tal Britania? Tengo entendido que poseen tierras de cultivo muy fértiles, y bastas minas de hierro en su haber. — Susurro el rubio colocando a Roger sobre la cama para abrirle totalmente las piernas, y proceder a hacerle una felación para despertar poco a poco su flácido miembro.

—¡Ahg…! ¡S-Si! Así… No pares…— Su voz salió ahogada al sentir las diestras atenciones de Rayleigh sobre su verga. —El sueño que ni Julio Cesar pudo cumplir… — Repaso cerrando los ojos y perdiéndose en el apabullante placer que le brindaban los diestros labios de su amante — Seria una verdadera proeza que lográsemos anexar esa condenada isla a nuestro Imperio.

—Entonces esta decidió, Emperador. Ahora, solo relájate y déjame complacerte como tu más leal súbdito.

Pesadas cortinas guardaban el sueño del cónsul de Roma que se encontraba dormido de espaldas, y al ver esto Ace no perdió tiempo en tratar de mover al rubio para despertarlo, pero lamentablemente para el pecoso, ni siquiera tuvo que tocar a Rayleigh para que los afilados reflejos de batalla del mayor salieran a flote. Inmediatamente abrio su azul mirada al sentir la presencia de un invasor inesperado en su alcoba, sin pensarlo tomo el puñal que siempre llevaba oculto bajo su almohada, para que de un segundo a otro Ace terminase debajo del desnudo cuerpo del cónsul con un cuchillo apuntando directamente a su yugular.

—¡R-Rayleigh! ¡N-No! E-Espera ¡Soy yo! — El pecoso se excusó inmediatamente al sentir la punta de la daga del cónsul rosándole el cuello.

Y para su desgracia esa no era la única espada que lo estaba tocando…

¡Dioses! ¿¡Porque solo a él le pasaban estas cosas!?

—¿¡Pero que!? — El rubio no pudo creer lo que sus somnolientos ojos mostraban al encontrar a nada menos que a Ace debajo suyo.

En el acto Ray soltó el puñal de sus manos, provocando que el frio metal chocase contra el piso de mármol, permitiendo que finalmente el pecoso respirase con cierta calma, pero no completamente, ya que aún tenía al sorprendentemente trabajado cuerpo del cónsul encima suyo.

—Ace ¿¡Qué haces aquí!? — Reclamo pesadamente Rayleigh.

¿¡Porque diablos ese niño tenía que aparecer en los peores momentos!? ¡Ni Roger era así de impertinente!

—Y-Yo… Y-Yo bueno… Yo quería… — ¡Por Juno! ¿Por qué se le estaba haciendo tan complicado el poder hablar? Solo estar cerca del cónsul lo ponía extremadamente nervioso, y peor ahora en la situación en la que ambos se encontraban. — Y-Yo quería hablar contigo s-sobre… — Ya hasta había olvidado lo que iba a decir — ¡L-Lo siento! Debí presentarme antes.

¡Por todos los dioses del Olimpo! Era por esto que no quería estar a solas con Ray desde un principio ¿Por qué sentía que su cuerpo estaba ardiendo solo con verlo? ¡No era la primera vez que veía a un hombre desnudo!

¿¡Qué diablos le estaba pasando!? 

A pesar de que Ray fácilmente le doblara la edad, y quizás hasta un poco más, sentir esos fibrosos músculos encima suyo, esa mirada tan madura y las eternas cicatrices de guerra que decoraban su cuerpo lo hacían sentirse muy confundido. 

Aun con el inestable estado del joven Emperador, la mirada del cónsul presento una calma absoluta. — No Ace. No importa. — Susurro viendo fijamente al joven pelinegro.

Se mostraba debajo suyo de una manera tan pasiva, hasta incluso dócil. Como un pequeño lobezno que había perdido a su jaulilla en una imbatible tormenta, y le gustaba.

Esa sanción de poder que ejercía sobre él… Le gustaba.

Ace soltó un gemido de dolor al sentir como sus manos fueron aprisionadas por encima de su cabeza en contra su voluntad. — ¿R-Rayleigh ? ¿Q-Que estas… ¡Ump!

No pudo decir más cuanto sintió el cálido aliento de su Cónsul sobre sus labios nuevamente, demandándole otro beso que no se parecía en nada al primero que habían compartido por accidente.

No, esta vez era uno fogoso y totalmente demandante, que logro hacer suspirar profundamente al joven Emperador al sentir como la experta y caliente lengua de su súbdito más leal se enroscaba ferozmente con la suya.

A diferencia de su primer encuentro, esta vez estaba perfectamente consciente que el que encontraba debajo suyo no era Roger; sino Ace, el amado hijo del amor de su vida.

Pero ni aun así fue capaz de controlarse.

Y el propio Ace se encontró sorprendido de sí mismo cuando poco a poco fue correspondiendo con total inexperiencia el demandante contacto que le pedía Rayleigh. Sintiendo como la textura de esos duros labios lo marcaban cada vez más y más, gimiendo alto cuando una de las manos del rubio se perdió por debajo de su corta túnica.

—Ray…Rayleigh

Quería probar más de aquel delicioso joven, raptarlo cual Ganimedes, robar su inocencia y hacerlo su copero personal.

Pero fue ese mismo susurro el que hizo al rubio reaccionar intempestivamente. Cayendo en cuenta de la estupidez que estaba a punto de hacer,  alejando de inmediato sus labios del joven Emperador que lo vio sin entender la razón por que se había detenido.

¿Qué mierda le estaba pasando?

—¡Rayleigh!

Un llamado detrás de la puerta de la alcoba alerto al cónsul, y a pesar de que pudo prever de quien se trataba, no pudo evitar que lo encontrasen en esa posición tan comprometedora con el joven Emperador.

—¡Rayleigh! ¡Necesito tu ayuda! ¡Ace ha…— Rouge callo de manera instantánea al encontrar a su adorado hijo debajo del desnudo cuerpo del cónsul.

Eran muy contadas las ocasiones en las que ella había solicitado su auxilio, pero si lo hacía en esta oportunidad era porque no encontraba pista alguna de Ace en toda la Domus Augustana y estaba empezando a preocuparse de sobremanera. Por lo que era momento de que el Cónsul tomara cartas en el asunto, pero lo que la Emperatriz jamás se espero fue encontrar a su amado hijo en la misma recamara del amante de su difunto esposo.

La preocupada expresión de la emperatriz cambio a drásticamente. Afilando su expresión al ver en silencio lo que acontecía ante sus ojos, pero antes de poder decir algo, el joven Emperador se adelantó soltando una fugaz risa.

—H-Hola madre. — Saludo Ace con claro nerviosismo — ¡B-Buenos Días!

La expresión de Rouge se difumino rápidamente ante la inesperada reacción de su hijo. Maquillando cualquier rasgo de molestia bajo una capa de genuina extrañeza. — Ace…— La mirada de Rouge se acentuó peligrosamente — Hijo ¿Qué haces aquí?

—Ahm… ¡B-Bueno! Quería platicarle a R-Ray sobre una idea que tengo en mente con el Senado y—

—¡Me parece esplendido, hijo! — Lo interrumpió con una media sonrisa — Pero podrás hablar de lo que desees con el cónsul luego de que comas algo, mi amor. — Comento la mujer con un tono de inusual pasividad.

Quizás para Ace, que desde hace mucho había sido separado del seno de su madre, esas palabras serian simplemente las dulces caricias de una preocupada mujer, pero Ray pudo reconocer de inmediato el ácido en estas, y en el acto soltó a Ace de la prisión de su cuerpo con la mirada fija en la Emperatriz.

—Tu madre tiene razón Ace. Si quieres que discutamos algún tema relacionado con el Imperio lo podemos hacer luego. — Aseguro dándole una mirada rápida al pecoso, que se sintió extrañamente ignorado por el encuentro entre ambos mayores.

—Ahm… Si, pero yo…—

Acallo sus dudas colocando su mano sobre la cabeza del joven Emperador. Acariciando con sutil delicadeza sus oscuros y suaves cabellos negros. —Lo sé, me lo dirás después ¿Si? — Le aseguro el mayor dándole una media sonrisa que hizo al pecoso avergonzarse levemente y desviar la mirada.

¿Qué diablos le pasaba? ¡Hace menos de un minuto Ray lo había besado de una manera realmente fogosa, y ahora lo trataba como un simple mocoso!

Tanto la Emperatriz como el cónsul esperaron a la retirada de Ace, y solo cuando el joven Emperador estuvo ya lo suficientemente alejado, fue que Rouge se acercó lentamente hacia el rubio. En ningún momento rompieron su contacto visual a pesar de que Ray estuviese claramente en paños menores. Confrontaron sus miradas como lo habían hecho en miles de ocasiones en el pasado, solo que en esta ocasión ya no era más por Roger.

Solo quedando a centímetros de distancia fue que Rouge afilo peligrosamente su mirada. — Desde que conocí a Roger, nuestra felicidad nunca pudo ser completa porque tú siempre estabas en medio… Y ahora que él ya no está, tienes la osadía de poner tus ojos en mi hijo. Veo que tu sed de poder es inagotable.

—Cuidado Rouge. — Susurro sobre sus labios. — Que ya no eres más la Emperatriz de Roma, aunque siendo honestos, ese puesto fue solo de nombre. Jamás ejerciste un verdadero poder aquí, ni tuviste que derramar una gota de sangre para llegar hasta donde estas. Tus únicos méritos fueron ser poseedora de una indudable belleza, venir de una familia de gran renombre, y ser lo suficientemente ilusa como para aceptar casarte con él sabiendo que yo siempre estaría allí. 

—Y aun así… Estuviste al borde de la muerte por mi mano en más de ocasión, pero es una desgracia que hasta incluso Hades te haya rechazado en su reino.

—Créeme cuando te digo que la única razón por la que sigues respirando luego de todos esos burdos intentos de asesinarme que planificaste, es por el amor que te tenía Roger, y el amor que yo le tenía a él. — Desafío sin piedad.

Porque sabía que más allá del odio que Rouge le tuviera, la verdadera razón por la que busco por tanto tiempo deshacerse de él, era por ser el único que conocía la verdad.

—Y veo que no te costó trabajo olvidarlo. — Profetizo con profundo desprecio. —Francamente me lo imaginaba, pero que cayeras tan bajo como para arrastrar a mi hijo en tus juegos perversos... — Porque ahora que Ace había vuelto, ella lo cuidaría de todo y de todos. ¡Él era suyo! Y Rayleigh no le arrebataría eso tambien. — Roger no dudaría en matarte.

Nunca había sentido tantos deseos de golpear a esa mujer como hasta ahora, y si bien Roger ya no estaba para evitarlo, únicamente por la promesa que le hizo no actuaria en contra de Rouge. Al menos no por el momento. — Perder mi tiempo contigo es algo que no estoy dispuesto a hacer. Así que te recomiendo ir a despilfarrar la fortuna que te ha dejado Roger mientras que yo me encargo de hacer lo verdaderamente importante; mantener en pie el sueño por el que tu esposo le entrego su vida a Roma. — Dio por terminada la conversación y se fue rumbo a sus termas, pero a medida que avanzaba Rouge volvió a dirigirle la palabra.

—Vuelve a acercarte a Ace con otra intención que no sea la de fungir expresamente como su mano derecha, y ya no tendrás que preocuparte más por el futuro de Roma, porque yo misma seré la que te envíe directo hacia el Hades.

—Lo mismo va para ti si vuelves a si quiera intentar darme otra orden. — Le advirtió con una profunda mirada de desprecio — Sin Roger ya no eres nada Rouge, y yo, sigo siendo el cónsul de Roma.

—El eterno segundo detrás de mi hijo.

—¿Y quién dice que tu hijo realmente gobierna Roma?

—…No te atreverías a hacerle daño.

—Jamás. — Afirmo mirándola por encima del hombro. — Porque no soy yo quien traerá la paz a este Imperio, y eso lo he sabido desde el principio.

Él no era más que la sombra que siempre estaba detrás de la brillante luz que guiaba al oscuro camino de Roma, una luz que estaba dispuesto a proteger a como de lugar.

.              .              .

El centro de Roma era un lugar abarrotado de comerciantes y mercaderes. El Foro concentraba por las mañanas a gran parte de la población de a pie. Podías encontrarte a niños huérfanos mendigando por comida, esclavistas y prostitutas, todos juntos en un solo lugar. Él al ser un esclavo del campo solo vio ese lugar una vez en su vida, y fue al ser vendido a la familia Vinsmoke, pero podía asegurar que no había cambiado en lo absoluto.

Seguía siendo el mismo vertedero de mierda que vio hace tres años.

La propia Roma agonizaba ante los ojos de su gente, pero estos se rehusaban a verlo.

De repente su cuerpo, y el resto de la caravana, fueron cubiertos por la sombra de un colosal edificio. Tuvo que levantar su cabeza para verlo por lo alto, era el anfiteatro Flavio. Jamás había estado así de cerca de su impresionante presencia, y a pesar de escuchar los gemidos de estupor de los demás esclavos y del propio Bartolomeo, él solo afilo su furiosa mirada ante las miles de estatuas de dioses romanos que lo veían desde lo alto, como si él no fuese más que una pieza de juguete para su libre diversión.

Dioses.

Ellos no eran más que los verdugos a los que los humanos erróneamente adoraban.

Continuaron su camino hasta llegar a lo alto de una de las tantas colinas de la capital, desde allí se podía ver toda la ciudad de Roma y las enormes sombras de sus colosos edificios. Fue entonces que la carreta en la que iba finalmente se detuvo frente a unos inmensos portones de madera, que sin esperar una indicación, se abrieron a la par para dejarlos entrar. Mostrando ante Katakuri una singular Domus a lo lejos, que era tan o incluso un poco más grande que la de los Vinsmoke, con la única diferencia que esta, en vez de tener el típico jardín aporticado romano, contaba con una arena de entrenamiento. Podía ver a lo lejos a muchos hombres entrenando mientras eran rodeados por un sinfín guardias que vigilaban atentamente como se formaban los futuros gladiadores.

En otras palabras, otra prisión más.  

—¡Queen! — El estruendoso grito de otro hombre, cuya contextura se asimilaba mucho a la del obeso rubio, hizo a Katakuri desviar su mirada.

—Jack… — Queen sonrió con malicia al ver al capitán de la guardia — Que desagradable sorpresa. — Comento riendo mientras bajaba de la carreta.

—¡Ya era hora de que volvieras bastardo! — Le grito Jack tomando el hombro del contrario como señal de respeto, gesto que Queen imito.

—Si, tuve un pequeño retraso. — Comento entre líneas.

—Espero que haya valido la pena. — Dijo de manera despectiva viendo hacia las nuevas adquisiciones de su amo, no se veía asombrado. Había visto a miles de hombres llegar en esa misma prisión rodante, y la gran mayoría salían descuartizados por la puerta trasera solo para tirar sus partes al Tiber.

—¿Cómo está él? — Pregunto Queen caminando junto con Jack.

—Ocupado, han ocurrido muchas cosas desde que te fuiste — Comento por lo bajo Jack.

—Interesante, continua Jack…

Katakuri los vio alejarse a la distancia, tomando rumbo hacia la Domus, pero su vista se vio interrumpida cuando Sasaki finalmente abrio las puertas de la celda.

—¡Todos afuera, ya! — Ordeno de inmediato.

Fueron obligados a ir en línea recta rumbo al centro de esa arena de entrenamientos. A medida que se adentraba en el lugar, con una rápida mirada pudo contar a un total de treinta arqueros solo en los techos. Sin mencionar a todo el pelotón que había alrededor de la Domus. El lugar estaba altamente protegido, y al ser una escuela de gladiadores tenía todo el sentido del mundo.

El ensordecedor sonido de unos puños y el baño de sangre sobre la infernal arena era incontrolable. Solo podía escuchar los gritos de aliento y locura a medida que se acercaban. Al poner un pie sobre esta, supo que era un lugar en donde el cruento instinto le había ganado a la razón, de personas con nada más que sed de sangre rugiendo desde sus entrañas.

Todos los hombres allí presentes detuvieron sus entrenamientos para ver a los recién llegados con miradas cargadas de burla y desprecio.  Cada uno de ellos llevaba un simple taparrabos sin nada más que protegiera sus cuerpos. Algunos entrenaban con espadas, otros con lanzas, o tambien redes. Al igual que habían otros que únicamente lo hacían cuerpo a cuerpo.

—¡Ya era hora de que el bastardo de Queen trajera a las nuevas putas!

—¿Y es lo mejor que pudo conseguir?

—¡No duraran ni un día aquí malnacidos!

Bartolomeo, quien estaba parado justo al lado de Katakuri estiro los hombros, esbozando una hambrienta sonrisa deseosa de gloria. — No es el recibimiento que esperaba ¡Pero así es más divertido!

—Qué esperabas de unos estúpidos Gladiadores cuyas mentes se han visto reducidos a esto luego de tantos golpes. — Reconoció asqueado. — Pelear con el fin de ser la fuente de entretenimiento de otros como si fuéramos simples animales. — Gruño — Es patético.

¿Realmente esta misma cultura se adjudicaba ser la cuna del conocimiento?

Uno de los presentes, un hombre de piel oscura, cabello corto, muy fornido y alto. Que estaba sentado al fondo de la arena, a las puertas de una zona techada, se alzó furioso al escuchar las palabras de ese estúpido recién llegado que había osado insultar a su prominente oficio. —¿¡Qué fue lo que dijo ese imbécil!?—

—¡Deja que yo me encargue, Bonez! — El potente grito de un hombre que estaba oculto entre las sombras de ese mismo lugar resonó con potencia en toda la arena. Provocando que en el acto todos los gladiadores presentes guardaran silencio.

—No vayas a hacer nada estúpido. — Le recrimino un hombre de larga cabellera rubia cuyo rostro estaba oculto tras una máscara. — La última vez Dominus se molestó contigo por matar a los nuevos reclutas.

—¡Cierra la puta boca Killer!

El dueño de aquella potente voz se levantó de manera impetuosa de la cómoda tumbona en la que un par de esclavas le estaban aplicando un suave masaje, y lentamente comenzó su camino hacia el centro de la arena. Cuando los rayos del sol iluminaron su presencia, unos interminables cabellos color rojo fuego que le llegaban hasta por debajo de la espalda, hicieron a Katakuri entrecerrar la mirada.

Estos no eran como los de Ichiji. Mientras que su pelirrojo era dueño de un cabello tan terso como el atardecer, ese sujeto tenía unos cabellos tan rojos y voraces como el magma mismo.

Se trataba de un hombre con una altura avasallante, muy similar a la suya. Su piel era infinitamente blanca, casi pálida, pero eso no evitaba que cada musculo de su cuerpo estuviera perfectamente ejercitado. En su mirada podía ver la imbatible sed de sangre de un asesino, y las cicatrices que cargaba en su rostro y cuerpo eran solo una prueba más de ello. A diferencia de los demás Gladiadores, el llevaba un protector de cuero en sus partes bajas, y una hombrera de acero cubriendo todo su brazo izquierdo.

Y a pesar de que el pelirrojo lo estuviese observando con una mirada cargada de desprecio a medida que se acercaba hacia él, Katakuri en ningún momento desvió la vista de ese par de intensos ojos ámbar. Desafiándolo en silencio hasta que ambos quedaron a solo centímetros de distancia, siendo únicamente separados por las potentes respiraciones de ambos.

—Acércate un centímetro más y te arreglare ese espantoso rostro de un puñetazo. — Le advirtió Katakuri.

Kid rio a modo de burla, repasando su lengua por sus blancos dientes — Mira quien habla de un espantoso rostro ¿Acaso has visto tu reflejo?

Katakuri afilo su mirada y el pelirrojo le sonrió de medio lado, riendo por lo bajo al ver su rostro carente de todo temor. El gladiador suspiro en silencio, y rápidamente desabrocho sus ropas para sacar su gruesa verga frente a Katakuri y orinar a sus pies.

Las desaforadas risas del resto de gladiadores no se hicieron esperar. Soltando miles de insultos y burlas hacia Katakuri que vio la acción con una mirada extremadamente seria mientras que el pelirrojo volvía a ocultar su miembro entre sus ropas.

—Eso. — Indico el pelirrojo al señalar el charco de su propia orina— Es lo que tú eres aquí. Ni siquiera eres digno de pisar esta tierra sagrada. Eres la mierda que tiene la suerte de presenciar este reciento ¡Un lugar en el que solo se permite la entrada a hombres de verdad! — Grito orgulloso, siendo respaldado por los desaforados gritos de pasión de sus hermanos gladiadores.

—No me digas — Le desafío Katakuri aun con todas esas voces de fondo — ¿Entonces porque no veo a ningún hombre parado frente a mí?

En el acto todo el barullo de algarabía quedo reducido a un inusitado mutismo. Todos habían quedado en silencio al ver como el recién llegado le hablo de tal forma al Campeón de Roma.

El pelirrojo abrio fuertemente la mirada. Encolerizado, empuño la daga que descansaba en su cinturón dispuesto a cortarle el cuello a Katakuri, pero el granate pudo ver venir el golpe, y astutamente uso las cadenas que aprisionaban sus brazos a su favor para rodear con el acero de estas al pelirrojo.

Enseguida Kid soltó el puñal para lanzar una rápida patada hacia su cabeza. Y a pesar de que Katakuri pudo predecir el golpe, la asombrosa rapidez del contrario le impidió esquivarlo, no quedándole de otra que recibir el ataque de lleno. Para ser alguien así de grande, era condenadamente flexible. Estaba a punto de caer al piso, pero fue lo suficientemente hábil como para usar nuevamente sus cadenas a su favor, y jalar con estas del brazo del pelirrojo para que ambos cayeran juntos sobre la espesa tierra.

Fue entonces que Katakuri pudo ver a un gladiador rubio, que estaba vestido con unas ropas muy similares a Kid, desenvainar su espada dispuesto a ayudar al pelirrojo, pero de inmediato el grito de Kid lo detuvo.

—¡No te atrevas a inmiscuirte Killer!

Los gritos de fogosidad del resto de gladiadores no se hicieron esperar cuando ambos hombres rodaron por el piso. Y a pesar de que los guardias los vieron, solo atinaron a reír entre ellos y hacer apuestas mientras veían a esos estúpidos esclavos combatir entre ellos.

—¡Quien pensaría que tendrías tanta fuerza para ser la nueva golfa de nuestro ludus! — Desafío Kid escupiendo con rudeza. — Descuida, ¡Los chicos grandes como tú me gustan más!

Ese sujeto hablaba demasiado. —Puto loco ¡Quítate de encima! — Le recrimino Katakuri al momento de estampar su cabeza contra la del pelirrojo de un certero cabezazo que hizo a Kid retroceder.

—¡Agh…! ¡Hijo de perra!

La vista del pelirrojo se trastoco por unos instantes al ser cubierta por la sangre que empezó a emanar de su propia cabeza. Dándole el tiempo suficiente a Katakuri para reponerse y acentuar un golpe certero en la quijada de Kid. Sin embargo, a pesar de ello, el pelirrojo siguió en pie como si nada, viéndolo con una sonrisa bañada en sangre.

—¡Hahaha! Eres más divertido de lo que imagine ¡Pero ya dejémonos de juegos! Hagamos esto enserio…

Katakuri pudo ver a Kid acercarse a toda velocidad hasta él. No sería difícil esquivarlo, iba a lanzarle un puñetazo directo, y estaba listo para recibirlo. Hasta que de forma totalmente inexplicable, la imagen del pelirrojo desapareció de un instante a otro de su campo de visión.

 ¿¡Qué demonios!? ¿Dónde se metió?

—¡Aquí arriba, tarado!

Al seguir su voz con la mirada, Katakuri tuvo que cerrar los ojos con fuerza al notar que Kid lo estaba atacado desde el cielo en la misma dirección que el sol. ¿Cómo era posible que alguien de su tamaño pudiese saltar así de alto? Lo último que Katakuri pudo ver antes de terminar en el piso de una certera patada, fue una tormenta escarlata que cayó desde el cielo.

—¡Hahahaha! ¡Ahora dime quien es el hombre, imbécil! — Kid rio con fuerza al ver el cuerpo de Katakuri boca abajo y con su largo cabello remolacha repleto de tierra. Escupió la sangre que el muy maldito le había provocado sobre la tela que cubría su espalda, e inmediatamente se dio media vuelta y alzo sus brazos frente a sus hermanos de armas que vitorearon su nombre por todo lo alto.

¡Ragnarök!

Killer fue el único que lo vio con una clara mirada de reproche, pero a Kid fue lo que menos le importo.

—Oh… ¿Ya termino? — Comento con tristeza la tierna voz de un jovencito que permanecía oculto entre las sombras. Exactamente en el mismo lugar del que salió Kid.

—Espera un poco más. — Le contesto un rubio con una media sonrisa. — Kid es un idiota. Tantas victorias en la arena han hecho que se confíe demasiado… Esta pelea está lejos de finalizar. — Le aseguro convencido.

El pelirrojo seguía disfrutando de su triunfo por todo lo alto, y estaba dispuesto a volver a su masaje hasta que una rápida mirada de Killer lo hizo detenerse, provocando que acentuara fuertemente los ojos.

¡Esto debía ser una broma!

Se dio media vuelta dispuesto a rematar al muy idiota. Esta vez iba a asegurarse de mandarlo al tartaro. — Si que eres resistente — Pero de pronto su voz se apago al notar que el granate se había desecho de la tela que cubría su tórax. Dejando totalmente anonadado no solo a Kid, sino al resto de los allí presentes cuando cayeron en cuenta del estado de ese sujeto.

—P-Pero… ¿¡Que mierda…!? — Sus ojos ámbar se abrieron abruptamente sin poder creer lo que veía — ¿C-Como es posible que sigas vivo con esas heridas? — La voz de Kid salió con total asombro.

¡Ese sujeto prácticamente no tenía piel en su espalda! ¡Era como si se la hubieran arrancado trozo a trozo!

—¿Asustado? ¿¡Que esperas!? ¡Ven aquí! Descuida, me asegurare de dejare mucho peor. — Desafío en un gruñido Katakuri. El dolor en su espalda en este punto ya era insoportable, pero ni eso iba a evitarle el placer de destrozar a ese pelirrojo con sus propias manos.

¿Realmente estaba dispuesto a pelear contra él aun con esas heridas mortales en su cuerpo?  A pesar de su impresión inicial, la sedienta sonrisa de Kid se dibujó con soberbia sobre Katakuri. ¡Finalmente! Un oponente digno. — ¿¡Como te llamas bastardo!?

El granate sonrió de medio lado, disfrutando de la férrea convicción de ese malnacido pelirrojo. —Katakuri.

La risa del gladiador salió con estruendosa potencia — ¡En mi pueblo es una tradición el gritarle a Odín nuestros nombres antes de una pelea a muerte! ¡Yo soy Kid, “El Ragnarök”, campeón de Roma! Y tambien… la persona que te escoltara personalmente hasta las puertas del Hades.  — Exclamo con soberana emoción.

Sorpresivamente, Kid se quitó la protección que llevaba sobre el brazo y enterró su puñal sobre la arena ante la atenta mirada de Katakuri.

—¿Qué crees que haces?

—¡Esta es una pelea de hombres! Y ya tengo suficiente ventaja con las heridas que flagelan tu cuerpo como para necesitar de más.

—Solo no te vayas a arrepentir.

—Oh… Descuida. — Kid le sonrió con soberbia — No lo hare.

Ambos hombres se vieron intensamente por varios segundos. A pesar de estar rodeados de los gritos coléricos del resto de gladiadores, sus miradas escarlata y ámbar no perdieron la imagen del contrario en ningún momento. Estaban listos para pelear a muerte si era necesario.  

Y con esa misma efervescencia del hambre por gloria y muerte, volvieron a alzarse el uno contra el otro. Kid sonrió desde lo más profundo de su ser ¡Desde hace tanto que no sentía ese palpitante deseo por matar a alguien!

Pero antes de que cualquiera de los dos pudiese dar el primer golpe, el ensordecedor estruendo de un látigo se impactó en medio de ambos hombres. Deteniendo sus ataques de manera sorpresiva.

—¡Por el miembro de Zeus! ¿¡Qué diablos está pasando aquí!? — El resonante grito de una persona anormalmente grande; un hombre de cabello albino y piel morena, hicieron a todos los presentes guardar silencio en el acto.

Katakuri rápidamente levanto su mirada hacia el responsable de tal acto, viéndolo furiosamente por interrumpir el momento, pero por el contrario Kid no tuvo de otra que permanecer quieto y en silencio.

¡Mierda! — Siseo el pelirrojo. — Tenia que aparecer justo ahora…

—¿¡Y bien!? ¿¡Alguno de ustedes me va a responder!? — Bramo furioso el recién llegado, pero al no encontrar respuesta, rápidamente viro su mirada hacia el pelirrojo. — ¡Kid! ¡Imbecil sin cerebro! ¿¡En que mierda estabas pensando!? ¡No se pueden matar entre ustedes si yo no lo autorizo antes!

El pelirrojo presiono con fuerza sus nudillos. — Una disculpa, Doctore. No volverá a ocurrir.

—¡Shishishi! ¡Ya basta King! ¡No te enojes con Kid! Solo se estaba divirtiendo — Comento la divertida voz de un jovial pelinegro que acababa de llegar a la arena. Había visto el espectáculo con total emoción, y al igual que todos, se encontraba muy triste de no haber visto el desenlace del enfrentamiento entre Kid y el recién llegado.

—Luffy tiene razón, Doctore. — Asevero un joven rubio con el cabello hondeado hasta por debajo de los hombros. — No se rompió ninguna regla. Solo le estábamos dando la bienvenida a los nuevos miembros del Ludus.

Katakuri vio a esos dos chicos con ligera extrañeza, al igual que Kid y el otro rubio de cabellos largos, eran los únicos que llevaban una armadura de entre todos los demás gladiadores. ¿Eso que significaba?

¿Y quién era ese tal Doctore? ¿Acaso era su nuevo amo?

—¡Luffy! ¡Sabo! ¡En ningún momento pedí su ayuda tarados! — Recrimino furioso Kid.

—¡Kid, no seas así! — Le reclamo con un puchero Luffy. — ¡Somos amigos!

—¡Yo jamás seré tu amigo, idiota!

Pero de manera imbatible el mismo látigo que los interrumpió hace unos segundos, volvió a rugir con excepcional fuerza, dirigiéndose a una furiosa velocidad hasta la desatenta mirada de Kid, quien no fue capaz de prever el rápido ataque. Pero estando a solo segundos de impactar contra su rostro, el potente látigo de cuero fue detenido por el brazo de Katakuri, enroscándose totalmente en este hasta dejar su piel roja como una braza.

—No es honorable atacar a un hombre cuando esta de espaldas. — Bramo con rudeza el granate al mismo tiempo que la mirada de Kid se abría con desconcierto.

King respiro pesadamente al ver hacia los profundos ojos de ese esclavo recién llegado, estiro con fuera su fusta hasta provocar que ligeras gotas de sangre marcaran el brazo de Katakuri, y fue solo entonces que deshizo su agarre del granate para terminar acercándose a través de sus graves pisadas hacia él.

—He visto a miles de mocosos como tu ir y venir, incluso desde antes que salieras del coño de tu madre, y con todos ellos fue lo mismo. Estando a las puertas del Hades, si tienen que escoger entre su vida, o la de alguien más, en lo último que piensan es en esa palabra tan burda a la que tu erróneamente llamas honor. — Advirtió con una voz de ultratumba. — Yo soy King, el Doctore de este ludus. Lo que significa que soy el maestro de todos aquí. Y a partir de ahora, tu peor pesadilla. Así que no te atrevas a responderme nuevamente, o te puedo asegurar que lo lamentaras el resto de tu miserable existencia e incluso en el más allá. — Asevero viendo atentamente a Katakuri, que en ningún momento le esquivo la mirada.

—El infierno no es algo desconocido para ese esclavo, King. No creo que te sirva de mucho amenazarlo. — Inesperadamente, la presencia de Queen a las puertas de la arena hizo a todos los presentes concentrar la mirada en uno de los señores del Ludus. El rubio rio suavemente al ver que Katakuri, aun en ese estado había sido capaz de plantarle cara al imbécil de Kid. Sin duda alguna les haría ganar mucho dinero con el entrenamiento adecuado.  —Ese hombre es un Iceno.

Cuando Queen revelo el proceder de Katakuri, de inmediato las miradas de desconcierto no se hicieron esperar. Tanto Kid, como Killer, Sabo y Luffy abrieron profundamente su mirada al escuchar el lugar del que provenía Katakuri, y al igual que el resto de gladiadores, quedaron sumidos en un absoluto silencio al escuchar la revelación de Queen.

—P-Pero eso es imposible… — Admitió un jovencito de cabellos uva y con una extraña pañoleta en la boca que estaba junto con el resto de Gladiadores. — Se sabe que todos los Icenos fueron…—

—Masacrados por los Romanos, así es Page. — Finalizo Daz Bones. Todo esclavo conocía la historia de ese pueblo guerrero de Britania que había cometido el osado error de enfrentar a los Romanos en batalla.

—¿¡Entonces cómo es posible que ese sujeto siga vivo!? Los Romanos asesinaron hasta al último de esos condenados Icenos— Recapacito Hamlet.

—¡Ja! — La ahogada risa de Briscola salió con total incredulidad — ¡De seguro fue un maldito cobarde que huyo de las legiones cuando vio que ya no había nada que… —, pero no pudo continuar cuando su ensordecedor grito se antepuso. Kid había desenterrado su cuchillo del suelo en un parpadeo para lanzarlo directamente hacia Briscola, clavándose en lo profundo de su ojo.    

La mirada de Katakuri se tornó en una de eterna incredulidad al ver esa acción por parte del pelirrojo.

—Silencio escoria, que un solo niño Iceno tenía más valor de lo que tu jamás tendrías en toda tu miserable existencia junta. — Replico Kid con la mirada seria. Por supuesto que había oído la historia de los Icenos, aquel pueblo condenado a la extensión solo por tener un deseo tan imposible como lo era la libertad.

Un sueño que para muchos no era más que una simple utopía…              

Pero a King poco le importo ese dato cuando gruño sin contemplación para ver a Katakuri con obnubilo desprecio — Iceno o no, a mis ojos eres igual a todos aquí. El mismo pedazo de mierda.

Katakuri arrugo su mirada, y estaba a punto de responderle cuando las puertas del balcón que se hallaba justo encima de la arena se abrieron a la par de manera violenta. De inmediato, todos los gladiadores presentes, e incluso Kid, se arrodillaron de manera automática, agachando sus cabezas en señal de sumisión a la espera del único hombre que tenía el control absoluto sobre sus destinos.

Su amo finalmente hacia acto de presencia.

Wororo~ ¡Veo que esta mañana están muy animados! — Su voz, a pesar de sonar con gracia, era mortalmente sobrecogedora. Katakuri abrio desmesuradamente su mirada al ver ante el a un hombre que más que un humano, se asemejaba a un titan.

Su piel era cobriza, pero igualmente brillante y de largos e intensos cabellos negros, pero lo más avasallante de él era su mirada, esos ojos ámbar cargaban dentro de sí un insaciable deseo de poder.

—¡Condenados! — La voz de King rebatió con desbordante bravura al dirigirse hacia los nuevos reclutas— ¡Arrodíllense ante su amo! ¡Kaido, dueño del mayor ludus de todo el Imperio y su nuevo señor!

Pudo ver por el rabillo del ojo como Bartolomeo y el resto de los recién llegados se rindieron en silencio ante la abrumadora presencia de Kaido, y es que si, ese hombre desprendía un aura muy peligrosa, casi de muerte, pero a pesar de ello él no estaba dispuesto a doblegarse ante nadie más.

Ni mucho menos ante otro Romano.

King lo vio con furia, escupiéndole en el acto — ¿¡Qué no me escuchaste basura!? Hinca el pie ante tu nuevo Dios.

Katakuri rio por lo bajo, viéndolo desafiante. — Yo no creo en los Dioses.

—¡Sino te quieres arrodillar estando completo, lo harás en pedazos! — Ágilmente King alisto su látigo, y de un hábil movimiento lo enrosco en el cuello de Katakuri, cortándole la respiración en el acto y logrando arrastrarlo hasta el piso con la monumental fuerza que poseía.

¿¡Pero qué diablos!?

¿¡Como era posible que ese maldito tuviera tanta fuerza en un solo brazo!? En cuestión de segundos su cuello se puso más y más rojo, de seguir así King terminaría por rebanarle la cabeza ¡Tenía que buscar la forma de liberarse ahora!

Kid vio atentamente lo que pasaba frente a él, era increíble que ese Iceno estuviese soportando el cruento ataque de King, pero fue incluso más sorprendente cuando el esclavo tomo el látigo con su puño, tratando de jalarlo hacia él para así destensar la fuerza que se acumulaba sobre su cuello, pero aun así sería inútil.

King le iba a arrancar la cabeza.

Estaba empezando a perder la conciencia cuando una furiosa cuchilla cayó del cielo cortando el látigo de King en dos, y liberando su cuello de la furia del Doctore.

—¿¡Qué!? — King se vio sin palabras ante la inesperada intervención.

Kaido rio con fuerza desde lo alto, revelándose como el responsable de cortar el agarre de King ante ese esclavo. Inmediatamente el lanista se adelantó a la baranda de la segunda planta, para que dé un salto que hizo temblar la tierra, descendiera como si nada hasta la arena. — Por lo visto tendrás mucho trabajo a partir de ahora, King. — Destaco el lanista mientras se arrodillaba a recoger el puñal que se hallaba clavado en la arena y volver a colocarlo sobre su cinturón.

Se acerco a Katakuri que a duras penas logro acompasar su respiración luego de que casi le arrancasen la cabeza. Desde la dura tierra pudo sentir a la condenada sombra de Kaido, con su sola presencia lograba eclipsar la luz del sol ante él. Si de lejos su imagen era sobrecogedora, estando a solo centímetros suyo, podía sentir una irrebatible pesadez que se colaba en el aire, logrando cosechar temor en cualquiera que se topase ante la furia de esos iracundos ojos ámbar.

Pero no en él, nunca en él.

—Veo que eres un hombre con muchas agallas, pero eso no basta aquí. — Expreso con una sonrisa de autosuficiencia. — No… ¡Aquí tendrás que pelear, matar, y llorar sangre! A partir de ahora, tu único propósito es el de complacerme. Y de no hacerlo, ten por seguro que te asesinare de forma lenta y dolorosa. ¿Me oíste bien? — Advirtió con extrema frialdad. — Ahora, ¡Arrodíllate ante mí! — Y sin esperar una represalia, Kaido aplasto toda la suciedad de sus sandalias contra los granates cabellos de Katakuri hasta impactar su cabeza contra la dura tierra sin un ápice de piedad.

Sentía que su cabeza iba a estallar, pero a pesar de su humillación, Katakuri logro levantar su mirada con dificultad, incluso con la clara humanidad de Kaido encima de esta, provocando que el lanista viese a sus ojos escarlatas con notable interés.

Esa mirada…

Esa mirada llena de un desbordante deseo de venganza no era normal.

—Eres el Iceno, ¿No es así? — Le cuestiono mientras ambos hombres se veían directamente a los ojos.

—¡Si! — Gruño con fiereza.

Eso lo explica todo…

Queen le dijo que había encontrado a un Iceno de camino a Roma, algo que en un principio le apareció un completo disparate, pero si en realidad había uno entre los nuevos reclutas, entonces se haría notar en el acto, y vaya que lo hizo. Kaido lo libero de su agarre y vio a Katakuri con una mirada seria. — Ya veo. — Reconoció dándole la espalda a sus gladiadores, y retomando el camino de regreso a su Domus. — Me sorprende que hayas llegado tan lejos con esas heridas, pero ni creas que te tendré contemplación solo por eso. — Rebatió para girar su mirada por última vez hacia sus gladiadores.

—¡Escúchenme bien todos ustedes, esperpentos humanos! ¡En este Ludus solo hay lugar para una cosa, y es la gloria! ¡Peleen! Gánense un lugar entre mis leyendas, y con eso ¡Lo tendrán todo! — Grito a los cielos provocando que sus gladiadores gritaran con el mismo ahínco el nombre de su señor.

Tal y como Kaido llego, Katakuri lo vio retirarse de manera lenta hacia su Domus, y casi de inmediato pudo sentir la sombra de King encima suyo, y para su desgracia, no era el único. De una rápida orden del Doctore, dos soltados lo levantaron del piso con rudeza y lo llevaron junto con el resto de los nuevos reclutas hasta una amplia y mugrosa barraca.

Sin esperar su permiso le arrancaron el corto taparrabos que llevaba, dejándolo totalmente desnudo para que en el acto le lanzaran una desmesurada cantidad de agua sobre todo su cuerpo. Pudo sentir como las manos de dos esclavas empezaron a limpiar con total esmero toda la suciedad que habitaba en su piel. Escucho el grito de Bartolomeo a un extremo, quejándose de lo fría que estaba el agua, pero fue callado de un golpe por un guardia. Fue entonces que una de las chicas que estaba encargándose de asearlo, hizo una mueca de asombro al ver el agónico estado de su espalda.

 —Por todos los Dioses… — Susurro la rubia. — ¡Llamen al Doctor Aladdin en este instante!

—¡Tranquilízate, Kaya! Ya estoy aquí— Exclamo un hombre de gran altura y con una larga cola alta y negra desde las puertas de la barraca — No hay necesidad de gritar.

Como era habitual en un Ludus de Gladiadores, un médico personal se encargaba de hacer una rápida revisión a todas las nuevas posiciones de su amo, pero algo que Aladdin jamás se esperó al llegar hasta Katakuri, fue ver el inhumano estado de su cuerpo, y aún más, que ese esclavo siguiera vivo luego del brutal castigo al que lo habían sometido.

—¡Por Mercurio! Tienes mucha suerte de haber llegado hasta aquí muchacho. — Exclamo Aladdin mientras esparcía un extraño ungüento de color rojo sobre su espalda. Ardía como los mil demonios, pero no le quedaba de otra que aguantar. — Un día más con esas heridas descubiertas y hubieras muerto irremediablemente de una infección. — Delimito mientras vendaba toda su espalda con extremo cuidado. — Esta es una receta a base de hierbas medicinales que aprendí en Judea. No te hagas ilusiones, quedara una horrible cicatriz en tu espalda y rostro, pero al menos vivirás.

¿Cicatrices? Su apariencia no le podía importar menos... Porque las verdaderas heridas mortales eran aquellas que llevaba en su interior.

Sus sentidos se agudizaron cuando esa misma jovencita rubia que se hacía llamar Kaya tomo uno de sus largos mechones remolachas con una daga en su mano, y al reconocer lo que estaba apunto de hacer rápidamente sostuvo su muñeca hasta hacerla gritar del dolor.

—No. — Advirtió con rudeza — No vas a cortar mi cabello. — En Icena era un símbolo de honor y valentía tener el cabello largo, y no lo iban a privar de eso tambien.

Incluso Aladdin retrocedió tembloroso ante su inesperada reacción, pero entonces uno de los soldados que custodiaba el lugar, Daifugo, desenvaino su espada y la apunto hacia él.

— Tu escoges maldito esclavo, o es el tacto de esa mujer, o mi espada, pero este día le dices adiós a ese horripilante cabello rosado te guste o no. — Advirtió — Es la regla que todos los nuevos reclutas se desprendan de sus melenas, y si no estás de acuerdo, entonces terminare el trabajo de Doctore y te rebanare la cabeza de una buena vez.

A cada minuto que pasaba en ese vertedero de mierda se arrepentía aún mas de haber aceptado la maldita oferta de Queen.

.              .              .

A pesar de tener un banquete digno de un Dios frente a él, compuesto por los mayores manjares traídos desde los confines de su Imperio solo para su degustación, en lo último que podía pensar era en comida.

Trazo sus labios con aspereza a medida que recordaba lo que había acontecido hacia solo minutos.

Quizás Ray aún estaba muy confundido por la repentina muerte de su padre. Era imposible que el hombre más leal del Emperador, — Y el amante de su padre, dicho sea de paso. — Pudiera tener algún interés en él más allá que servirle.

Quizás estaba pensando demasiado en esto.

Pero… La forma en la que lo toco.

Se golpeo ambas mejillas con las palmas de sus manos para tratar de olvidar todas esas ideas extrañas. Rayleigh solo era su Cónsul. ¡Nada más!

—Veo que aún no pruebas bocado alguno, hijo mío.

—¿Uhm? Madre, eres tú. — La repentina llegada de Rouge al ostentoso jardín en donde estaba degustando su desayuno hizo al pecoso levantar la mirada. Aún no había tenido tiempo de hablar con ella, y esta sería la primera vez que lo harían desde su llegada a Roma. 

La Emperatriz rio con ternura al ver a su confundido niño. — ¿Esperabas a alguien más?

Pero el Cesar solo desvió la mirada, avergonzado. — N-No, en lo absoluto.

Pudo sentir el suave tacto de la bella mujer que lo había traído al mundo, y de inmediato levanto la mirada.

—Sabes que puedes confiarme todos tus temores, hijo mío. — Pregunto con segundas intenciones.

Vio a la emperatriz reclinarse en el Triclium y tomar una copa de vino mientras lo veía fijamente. — ¿Hay algo que te esté inquietando? Como… — Hizo una pausa para probar del dulce fruto de Baco — El incidente con Rayleigh de esta mañana.

Contuvo su respiración por unos instantes. No quería generar más fricciones innecesarias entre su madre y Ray, por lo que rápidamente negó con la mirada. —Fue mi culpa madre, yo entre a sus aposentos sin presentarme y lo desperté. Él solo reacciono por instinto. — Se excuso rápidamente. — P-Pero no me hizo nada.

La bella facie de la Emperatriz permaneció inmutable, a pesar de que por dentro fuera todo lo contrario. Claramente su hijo no confiaba del todo en ella, y era comprensible. El haber sido separados por tantos años no ayudo mucho a que su relación se fortaleciera, pero estaba dispuesta a cambiar eso a como dé lugar. — No tienes por qué excusarte, Ace. Ni con Rayleigh ni con nadie. Tu eres el Emperador. Todos pueden cometer errores, menos tu. Tu debes de permanecer como algo sagrado frente al pueblo. Recuérdalo Ace, tu palabra es la ley. — Le recordó con una maquinada sonrisa.

—No… — Su mirada se intensifico con rudeza. —Esa no es la clase de Emperador que deseo ser. — Repitió de manera contundente, provocando que la mirada de Rouge se endureciera, pero solo por unos segundos. — Quiero servir a mi pueblo, no que ellos me sirvan a mí.

Muchos de sus antecesores ya habían manchado la historia de Roma con sus errores, y él no estaba dispuesto a seguir sus pasos.

Rouge rio de manera encantadora. — Si es así, entonces serás el mejor Emperador que Roma haya visto. — Replico tomando de nueva cuenta su copa.

—¡Salve César! — Inesperadamente la animada voz de un viejo amigo hizo al pecoso levantar la mirada, y sonreír plenamente al ver de quien se trataba.

—¡Shanks!

Olvidando los protocolos de su más reciente título, el pecoso recibió con un fuerte abrazo al hombre que había sido como un hermano mayor en su vida.

—Veo que finalmente pudieron dar contigo, ¿No es así, escurridizo Emperador? No vuelvas a darle otro ataque de pánico igual a tu madre. — Replico desordenando sus hondeados cabellos negros y regalándole una pequeña reverencia a la Emperatriz.

El pelinegro rio con fuerza ante las palabras de Shanks. Esto era lo que más deseaba, que la gente a su alrededor lo siguiese tratando como Ace, y no solo como el Emperador de Roma. — Lo siento, no volverá a ocurrir. Solo quise salir a caminar un momento. No pensé que causaría un alboroto por ansiar algo de privacidad.

—Bueno, que el Emperador de Roma se pierda no es algo que pase muy desapercibido que digamos. — Comunico con gracia el pelirrojo. — Así que, ¿Tu madre ya termino de darte el pecho? Porque tenemos mucho por hacer.

—¡Ja! ¡No tienes ni que mencionarlo! — Reconoció levantándose de la mesa de un salto.

—¡Ace! Pero si no has comido aún.  — La preocupada voz de Rouge se pronunció sobre su espalda.

—Descuida Rouge, yo me encargare de él. — Expreso despreocupadamente él Dux.

—¡Eso es exactamente lo que temo!

—¡No hay de que preocuparse! ¡Voy a estar bien madre!

Ninguno de los dos hombres esperaron una réplica de la Emperatriz, saliendo a toda prisa hacia los pasadizos de la Domus Augustana.

—Y bien, ¿Cómo te sientes? — Pregunto el pelirrojo con ambas manos detrás de su espalda. Con él, Ace no tenía que fingir que todo estaba perfectamente. Lo conocía demasiado bien como para saber cuándo algo lo estaba inquietando, desde niño había sido igual, y en esos momentos tenía la certeza de que muchas cosas abrumaban a la mente del joven Emperador.

Ace suspiro largamente, tomándose unos instantes para responder al ver como con cada paso que daba, todas las personas que se encontraban a su alrededor se arrodillaban ante el como si fuera una especie de Dios. Y aunque entendía que lo hacían por respeto hacia su magnificencia, estaba empezando a hartarlo. — A mis veintiún años soy el Emperador más joven del Imperio más grande de la historia, y muchas de las personas a las que gobierno quieren mi cabeza por el siempre hecho de tener la sangre de Roger en mis venas.

—No voy a permitir que nadie te toque si quiera, no estás solo en esto Ace.  

—Mi padre tampoco lo estaba, y murió de una forma espantosa sin que ninguno de sus amigos pudiese hacer algo para ayudarlo. — El pesar en su voz aún era palpable.

Shanks presiono con fuerza sus manos.

—Shanks… No te estoy culpado. Eres de las pocas personas que están aquí en las que puedo confiar ciegamente. — Delimito con la voz mermada. — Por eso quiero saber ¿Qué fue lo que paso? ¿Por qué mi padre—

—Ace, si lo supiera, ¿Crees que estaríamos teniendo esta conversación? — Su respuesta fue dura. — Tu padre contrajo una extraña infección de un día para el otro. Empezó como una pequeña mancha, pero termino expandiéndose por todo su cuerpo a una velocidad impresionante. Jamás había visto algo así. Ni siquiera en las enfermedades exóticas que muchos de mis hombres sufrieron en las campañas en África u Oriente. Aun no tengo una explicación de lo que ocurrió con Roger, pero de lo que si puedes estar seguro, es que encontrare al culpable de esto sin importar el costo. — Afilo su mirada con rudeza — Encontrare al culpable de matar a nuestro padre.

—Es lo único que te pido. — Exclamo en un susurro.

—Y así será, pero por ahora — Su decidida expresión cambio por una mirada mucho más jovial. — Quisiera presentarte a unas personas. — Explico cuando ambos llegaron hasta una de las monumentales puertas de Mármol del Palacio.

La mirada de Ace se abrio enormemente al encontrar a un pequeño pelotón de seis soldados cubiertos por imponentes armaduras negras y capas purpuras, arrodillados frente a él.

—Tu nueva guardia pretoriana, y antes de que digas cualquier cosa, no, no puedes negarte.

—¿¡Que!? — En el acto todos sus sentidos se agudizaron ¡No! Esto era lo último que deseaba. Toda su infancia tuvo que vivir rodeado de muros y soldados. No quería que fuese igual ahora que estaría en Roma. — ¡Shanks, yo no autorice esto! ¡Pensé que estando aquí ya no necesitaría de más protección!

—Ace, es precisamente porque ahora estas aquí que necesitas toda la protección que te podamos dar.

—¿Acaso me estás diciendo que corro peligro en mi propio palacio? — Reclamo con molestia —¡No necesito más guardias que Thatch! Soy capaz de cuidarme perfectamente por mi propia cuenta.

—Te entiendo Ace, enserio lo hago, pero por favor, tambien trata de entenderme a mí. — No podían correr el riesgo que algo le pasara a Ace. Si él llegaba a morir, se quedarían sin un sucesor legítimo de Roma, y si eso llegaba a ocurrir no tenía duda de que sería el final del Imperio tal y como lo conocían.

La prioridad máxima era mantener a Ace con vida bajo cualquier circunstancia.

—¡Pero yo—

—¡Zehahaha! Veo que el Emperador no está muy contento que digamos con tu decisión, Shanks. Descuide joven César, lo último que mis hombres y yo deseamos es incomodarlo. De hecho, es todo lo contrario, estaremos más que dispuestos a dar la vida por usted si es necesario. — De repente, un hombre de anormales proporciones se alzó entre la formación de soldados. Estaba algo pasado de peso, y aunque la gruesa armadura lograse camuflar ese detalle, al quitarse el casco Ace pudo ver a un hombre de largos cabellos oscuros, piel morena y una frondosa Barba negra

—Mi nombre es Teach, el comandante de su nueva guardia pretoriana, y a partir de hoy, hasta mi último aliento, juro protegerlo con mi vida, joven Emperador… — Comunico con una confusa sonrisa en su rostro al arrodillarse frente a Ace, pero con la mirada fija, no en el rostro de su joven César, sino en la corona de laurel bañada en oro que adornaba su cabello.

—Ahm… — No se sentía tan cómodo con la idea. — G-Gracias por tus palabras, te lo agradezco, ¡A todos de hecho! Pero yo—

—Ace, Teach al igual que todos sus hombres formaron parte de la guardia pretoriana de tu padre por años. Son los hombres más leales que podrían haber en el Imperio para protegerte, y cada uno de ellos tiene la confianza absoluta de toda la cúpula del Emperador. — Explico el pelirrojo ante la disconforme mirada del pecoso.

—P-Pero… ¿Y qué hay de Thatch? — Pregunto preocupado al pensar que lo podrían separar de su siempre fiel amigo y confidente.

—¡Zehahaha! Descuide joven Cesar, mi hermano ya fue informado de esta inesperada situación, y está más que dispuesto a que trabajemos juntos por su bien.

—¿Su hermano?

—Cierto, olvide mencionarlo. — Bufo el pelirrojo —Teach tambien es uno de los tantos hijos adoptivos de Edward Newgate. — Comento el pelirrojo.

—Thatch nunca me lo menciono. — Que extraño, ¿Por qué el castaño no le confiaría un detalle cómo ese?

Mas el comandante de los pretorianos solo rio con calma. — Mi padre tiene muchos hijos, joven Cesar, y alguien de su posición entenderá que en cuanto más secretismo haya en cuanto a los individuos que protegen a los Emperadores, es lo mejor. — Jamás mencionaría que la verdadera razón del silencio de Thatch era por la tensa relación que existía entre ambos.

Ace sabía que la Guardia Pretoriana era uno de los cargos de mayor influencia y prestigio dentro del Imperio. Casi a la par de los Duxes, y por esa misma razón era una organización tan secreta como poderosa. Solo soldados de elite y que contasen con la plena bendición del Emperador lograban convertirse en Pretorianos.

—Piense más en nosotros como una ligera sombra que lo seguirá a donde quiera que vaya. Ni siquiera nos notara, joven Cesar. — Otro de los hombres que estaba a un lado de Teach alzo la voz. Siendo no otro que Laffitte.

Ace, por favor. — Shanks volvió a llamar a su razón. — Necesito que entiendas. Esto ya no se trata más de ti, se trata de todos. Tu vida ya dejo de ser solo tuya, ahora le pertenece a Roma.

El pecoso se tomó unos instantes para suspirar con pesadez. No deseaba terminar en alguna especie de pajarera, atrapado en su propio palacio y teniendo que vivir asustado de su propio pueblo, pero tambien debía entender que ni Shanks y ni la cúpula Imperial deseaban que algo le ocurriese luego de la muerte de su padre.

A su manera, lo estaban protegiendo.

—Si, lo entiendo. — Reflexiono con cierta aura de derrota.

El pelirrojo le devolvió una sonrisa brillante. — Gracias Ace. No te imaginas la tranquilidad que nos das. — A fin de cuentas, con Teach y sus hombres alrededor, ya no tendría que preocuparse por la seguridad de Ace.

Ambos hombres, tanto el Emperador como su fiel Dux se retiraron luego de eso. Tratando de ser condescendiente con Ace, el propio Shanks le dijo a Teach que él se encargaría de velar por la seguridad del Emperador ese día, más que nada para no abrumarlo, y cuando ambos hombres desaparecieron de la vista de los pretorianos, fue cuando finalmente la expresión de su comandante cambio hacia una sonrisa de profunda algarabía.

—Quien diría que el bastardo de Roger se vería tan apetitoso. — Acepto Laffitte con lasciva, repasando sus azulados labios con la lengua.

—Es una pena que tanta belleza se tenga que desperdiciar de una forma tan trágica — Explico Van Augur, otro de los pretorianos. Un soldado alto de piel exageradamente blanca y con ensortijados cabellos castaños.

—No es más que un niño berrinchudo y estúpido. No será difícil deshacernos de él. — Shiryu sonrió con claro sadismo al envainar su espada.

—¡No puedo esperar a escuchar la dulce sinfonía de sus huesos rompiéndose cuando lo hagamos pedazos! — Enuncio emocionado Jesus Burges.

—Paciencia mis camaradas, ¡Paciencia! Al nuevo Cesar no le falta mucho para rencontrarse con su padre. — Llamo a la calma Teach — Nos desharemos de él de la misma forma en la que nos deshicimos de Roger. Y les puedo asegurar que su final será mucho más espantoso que el que tuvo el último Emperador. — Acepto entre risas.

Luego de más de veinte años planeando su venganza, finalmente

—…Ha llegado el momento — Su mirada brillo con éxtasis — Finalmente recuperare lo que por derecho me pertenece, y que tu padre me arrebato, pequeño bastardo usurpador.

.              .              .

—Antes de iniciar esta sesión, quisiera decir que nunca espere que este día llegara tan pronto, pero henos aquí, haciendo historia, tal y como lo hicimos hace más de veinte años al poner la primera piedra para el renacimiento de nuestro Imperio, con la diferencia que hoy recibimos un nuevo amanecer de la mano de un nuevo Emperador. — Fue de esa forma que el cónsul presento al nuevo Cesar frente a la cúpula del Emperador, y a pesar de que su pequeño discurso desemboco en clamosas palmas, el tono de Rayleigh fue frio y distante.

Para Ace todo era muy exagerado, desde la gran mesa de mármol circular donde estaban reunidos los principales consejeros y militares de mayor confianza de su padre, hasta la eminente bóveda repleta de casetones cincelados con el símbolo del Emperador, un agilada dorada.

—Ace.

—¿S-Sí? — El llamado de Rayleigh logro hacerlo reaccionar.

—¿Quisieras decir algo antes de empezar?

Presiono sus labios con ligera tirria, ¿Por qué su trato era tan frio? ¿No se supone que tendrían que trabajar juntos de ahora en más? ¡Hacia solo un par de horas él…

Cerro sus ojos obligándose a olvidar todo lo que había ocurrido al amanecer. Aquí ya no podía ser solo Ace, debía ser, y lo más importante; actuar como el Emperador.

—Muchas gracias cónsul. — Acepto poniéndose de pie. Se tomo un tiempo para ver a cada uno de los hombres que rodeaban la estancia, todos ellos amigos de siempre de Roger, personas de su total confianza, y que habían peleado junto a él por su lugar en la silla del Emperador.

Esos hombres fueron los que colocaron a su padre, y por consiguiente a él, en la silla del Emperador, y solo por eso, tenían toda su gratitud.

—Quisiera agradecerles a todos su presencia en este día. — Ace jugo por unos instantes con sus pulgares. Tratando de controlar sus nervios. ¡No! Tenía que ponerse fuerte. — Como todos sabrán, fui separado del calor de mi padre cuando era apenas un infante, así de cierta manera puedo decir que ustedes conocieron a Roger mucho más de lo que yo lo hice, pero nada me daría más satisfacción que contar con el apoyo de todos y cada uno de ustedes de cara al futuro. Al igual que mi padre, deseo continuar con la expansión de Roma y perpetrar su gloria por miles de años más, pero sé que no podre hacerlo solo, por lo que les pido que tal y como confiaron en mi padre, ahora confíen en mí. Es cierto que soy joven, y quizás no logre entender muchas cosas, pero quiero aprender, tanto de ustedes; los hombres que gobernaran Roma a mi lado, como de mi pueblo.

Shanks sonrió ampliamente al escuchar al joven Emperador desde su curul.

—Creo que hablo por todos aquí al decir que es un honor trabajar codo a codo contigo, Ace. — El relajado suspiro de Gaban logro darle una estela de confianza al pecoso.

—Scopper tiene razón. Ahora más que nunca necesitamos estar unidos, y a pesar del luto que siempre guardaremos por tu padre, tenemos que continuar nuestro camino sin él hasta que finalmente nos podamos reencontrar en el más allá. — Inuarashi mostro su simpatía por el pequeño niño que antes siempre solía perseguir a su padre cual sombra, y ahora, tomaba su lugar como el nuevo señor de su Imperio.

—Tienes nuestra entera confianza, Ace. A partir de hoy nosotros seremos tu más grande escudo, y tambien; la más mortal de tus armas. — Nekomamushi tambien deposito su confianza en aquel simpático joven. 

—¡Ya, empecemos de una buena vez! —La dura voz de Douglas hizo a Shanks gruñir con aspereza. Como siempre el Dux hacía gala de su nula paciencia. —Dejemos los halagos para cundo hayas logrado tu primera conquista ¡Tenemos mucho trabajo que hacer a partir de ahora! ¡Así que démonos prisa! — Gruño con molestia el más maduro de los Duxes del Imperio.

—Douglas tiene razón. Desde que tu padre enfermo nos hicimos cargo de todos sus deberes, pero ahora que tu estas aquí, es un buen momento para que empieces a relacionarte con las responsabilidades de ser Emperador. — Enmarco el propio cónsul al mismo tiempo que se adentraron en la cámara de guerra dos esclavos que cargaban con ellos centenares de rollos que se notaba que apenas podían sostener.

Ace abrio los ojos con desmesura — ¿Tengo que leer todo eso?

—Permíteme explicarte tus labores de ahora en más Ace. — Inicio el Consul — Las responsabilidades del Emperador se dividen en tres pilares básicos si deseas verlo de esa forma. Las ceremonias religiosas, los temas burocráticos, y las campañas bélicas.

—La primera de ellas las veras únicamente con el decrepito de Gran Fall. — Prosiguió Shanks. — Es la más sencilla de todas, ya que solo tendrás que presidir ceremonias religiosas y sacrificios a los dioses ¡Nada del otro mundo!

—La segunda, la veras en específico conmigo, Nekomamushi e Inuarashi, y es acerca de todos los temas políticos del Imperio. Desde reparticiones de alimentos, obras públicas, pagos de impuestos y cuotas de recursos que cada provincia debe de entregar a Roma sin falta. — Rescato Gaban.

—Y lo último, lo veras exclusivamente con Shanks y yo, y es acerca de los temas militares que engloban a todo Imperio. — Destaco Douglas. — Como sabrás, Roma no sería lo que es sin las conquistas. Anexar nuevos territorios a nuestro Imperio es imperativo para nuestra supervivencia. Y dado que Shanks y yo somos los Duxes asentados aquí en Roma, nuestra principal misión es decidir los movimientos de las legiones y hacer llegar esa información al resto de Duxes repartidos estratégicamente alrededor de todas las fronteras de nuestra nación.

Diablos… Eran demasiadas cosas. ¿Y cuándo tendría tiempo para dar sus propuestas?

—Dicho todo esto, ¿Empezamos? — Inicio Rayleigh tomando el primero de lo que serían muchos pergaminos.

Ace suspiro con aires de derrota. Por lo visto tendría que esperar un poco antes de poder aportar con sus ideas.

—Por supuesto.

.              .              .

En el momento que la opulenta litera se detuvo frente a una de las grandes Domus del Monte Palatino, Ichiji suspiro con un inhóspito aire de melancolía. Una parte de él sentía que estaba traicionando a la memoria de su amado de la peor forma con lo que estaba a punto de hacer, pero si quería cumplir con su deseo, este era el único camino a seguir.  

—Llego el momento. Así que solo te diré una cosa, actúa de acuerdo con lo que eres; un patricio. Y más importante aún ¡Un Vinsmoke! Ni se te ocurra tratar de avergonzarme, o lo lamentaras. — El mandato de Judge fue absoluto.

Él simplemente asintió en silencio.

Fueron recibidos en una opulenta Domus repleta de riquezas y esclavos por doquier, todos se inclinaron ante la presencia de ambos patricios, y fue su padre el primero en avanzar hasta estrechar ambas manos con el señor de aquel palacio, uno de los hombres más influyentes de Roma, y su futuro abuelo político; el Cónsul Dolf Riku.

Ambos mayores compartieron unos amistosos saludos hasta que la atención se centró totalmente en él.

—Así que este es el joven prodigio del que he escuchado tantas maravillas.  — Ichiji no le presto mucha atención a los halagos del Cónsul. No necesitaba verlo para saber que aquel hombre no era más que otra serpiente venenosa igual a Judge.

De lo contrario, ¿Qué clase de padre cuerdo habría condenado a su propia hija a casarse con uno de los hombres más infames de Roma? Y si, claramente se refería al Pater Familias de los Donquixote.

Agacho su cabeza en señal de respeto hacia el líder del Senado, respondiendo a su comentario con frialdad. — Es un honor conocerlo personalmente, Cónsul Riku. — No estaba dispuesto a decir nada más.

El viejo hombre pareció captar su indiferencia, ya que únicamente se limitó a reír con calma ante el inexpresivo rostro de aquel muchacho. — Vaya, tenías razón Judge. Es un jovencito bien parecido y muy pragmático. Mi nieta estará feliz, o al menos eso espero. — El cómo se sintiera no era de su importancia.   

—Me parece perfecto, ahora, ¿Qué le parece si terminamos de discutir el tema de la dote de su nieta, Cónsul? — Con esto, no solo se aseguraba de que su familia estuviera cada vez más cerca de la silla del Emperador, sino que sería el propio Dolf quien financiaría su caída.

Pero antes de que ambos hombres se retirasen a platicar, la voz de Ichiji se volvió a escuchar al notar cierto detalle. —Disculpe, pero no deja de llamar mi atención un tema en particular. Porque usted, y no los padres de mi futura esposa, se están haciendo cargo de su matrimonio. — Su pregunta no pareció sentarle bien a Dolf, pues su expresión cambio drásticamente, e Ichiji pudo sentir sobre su espalda la mirada asesina de su padre.

—Ichiji, ese detalle no nos incum—

—No, está bien. — Desestimo el Cónsul. A fin de cuentas, en una sociedad tan tradicional y con linajes tan marcados como lo era la Romana, lo mínimo que se podía esperar era una explicación. — Mi hija mayor falleció al dar a luz y—

—¿Y su padre?

—Su padre fue un militar asentado en Hispania. — Explico con frialdad ante el nada discreto tono del pelirrojo. — Falleció en el frente antes de que naciera mi nieta, y al fallecer mi hija tambien, yo me hice cargo de ella. — Comento secamente — ¿Es todo?

Ese hombre, era seguro que algo le estaba ocultando. — Por supuesto, gracias por contestar mis preguntas con total honestidad, cónsul.

—Me tiene sin cuidado, joven Vinsmoke. Ahora, Senador sígame. — Le pidió el Cónsul mientras ambos hombres emprendieron camino hacia una de las habitaciones privadas de la Domus. Tenían mucho que hablar. — Por cierto, mi nieta espera por ti en el jardín. No dudo que estará ansiosa por conocerte. — Soltó eso ultimo con sorna.

Claro, él no tenía permitido involucrarse en lo que serían los preparativos de su propia boda, ya que ni siquiera era el novio, solo un borrego al cual su padre iba a sacrificar como ofrenda a los Dioses para lograr sus futuras ambiciones.

Una esclava termino por guiarlo al Plinio de la Domus de los Riku, y si definitivamente el palacio de aquella familia le pareció muy ostentoso, pues entonces su jardín lo extraño bastante. Porque estaba lejos de ser el típico jardín romano perfectamente ordenado, decorado con grandes esculturas o repleto de las flores más exóticas, sino que el lugar abundaba por su falta de simetría y orden, dado que todo estaba repleto por un campo de infinitos girasoles.

La sirvienta termino por señalarle un camino en medio de todas aquellas flores amarillas y se retiró en silencio.

Al adentrarse más profundamente en el lugar, pudo ver a lo lejos la imagen de una jovencita de largos cabellos coral caer cual cascada sobre el suelo. Estaba sentada alrededor de varios girasoles, que no viraban en busca del brillo del sol, sino del de ella. No podía ver su rostro, pero llevaba puesta una fina túnica de un amarillo casi tan deslumbrante como aquellas flores.

Aparentemente la sorprendió con su llegada, porque inmediatamente ella volteo al escuchar pasos sobre la maleza.

Y al verla Ichiji se detuvo a medio camino, casi como si con su sola e inocente mirada lo obligasen a detenerse y no cometer el error de corromperla con su oscuridad.

La princesa Riku era una joven de desbordante belleza, con un rostro tan angelical, pero tambien muy asustadizo. Estaba seguro de que debía tener su misma edad, quizás hasta un poco más joven, y por un momento, se lamentó por el oscuro camino que les esperaba a ambos, y sobre todo a ella, a su lado.

Ya que no eran más que las desdichadas piezas de cambio en un juego de poder creado por sus propias familias.

Rápidamente la joven retomo la compostura. Arrodillándose levemente en señal de respeto. — B-Buenas tardes…—

—Ichiji. Solo dime Ichiji. — Expreso con frialdad, acercándose lentamente hasta quedar a escasos centímetros de ella.

—Ahm… S-Si, claro… I-Ichiji. — repitió con nerviosismo. — E-Es un placer. Y-Yo… B-Bueno… Yo… ¡Usted! — Se autocorrigió — Usted y yo...—

—Mañana seremos marido y mujer, creo que puedes tutearme. 

—Cierto, lo lamento. Yo… Disculpe, este no es el comportamiento adecuado de dama, es solo que me siento un poco nerviosa. Disculpe si mi actitud lo incomoda. — Susurro sin parar de tartamudear. — Es solo que yo… B-Bueno… Siempre soñé con el día de mi boda — Exclamo risueña hacia una ilusión de niña ya perdida — y la verdad no pensé… N-No p-pensé q-que… — Poco a poco sus palabras se convirtieron en gemidos. — N-No pensé que fuera a ser de esta manera.

Antes el solo hecho de escuchar el llanto de otra persona lo hubiera llegado a hastiar, pero ahora.

Ahora llegaba a compadecerlos.

Porque no había momento que él no llorase en silencio por Katakuri, su eterno amor ahora perdido.

—Por Juno… Disculpe… ¡No me malentienda! Le suplico que no vaya a cancelar nuestro compromiso. — Rogo entre sollozos. — Digo, usted se ve tan guapo y gallardo, la verdad estoy muy agradecida por el arreglo de mi abuelo… Es solo que… Aunque suene como un disparate… Pensé que si me casaba alguna vez… Seria por amor. — Tal y como su tía le había dicho que fue el matrimonio de sus padres.

¿Por qué podía ver el reflejo de sí mismo antes de perder a Katakuri en esa chica?

Quizás porque él tambien pensó que en algún momento podría vivir una eterna vida junto a él, pero eso no era más que una utopía; un sueño que ahora era irrealizable.

—¿Cuál es tu nombre?

—R-Rebecca… Rebecca Riku. — Gimió con sorpresa cuando Ichiji tomo sus manos entre las suyas.

—Rebecca, seré honesto contigo desde el principio. — Acuño con frialdad. No quería alimentar falsas ilusiones en ella — Dudo que alguna vez pueda llegar a amarte. — En cuestión de segundos, los cálidos ojos de Rebecca se vieron teñidos con un eterno gris. — Y no porque no quiera. — A fin de cuentas, era una jovencita muy hermosa. — Es porque no puedo.

Dado que su corazón había muerto junto con Katakuri.

—No puedo prometerte nada a excepción de una cosa, que desde el día en que nos cacemos, me hare cargo de ti sin importar que. — Aseguro sin dudarlo. Era una promesa, y estaba dispuesto a cumplirla. — Nuestras familias solo nos están usando como meras piezas en un juego que es mucho más grande que nosotros, pero, si estas dispuesta a ayudarme. Te prometo que encontrare la forma de revertir esta situación, y darte una salida de todo esto.

.              .              .

Al volver a colocar sus pies sobre la ardiente arena, pudo sentir la fría briza del aire chocando contra sus orejas después de mucho tiempo. Los rayos de la mañana mostraron ante él lo que a partir de ahora sería su Vita Nova; un campo de batalla en donde los hombres combatían entre ellos solo para matarse unos a otros en un futuro no muy lejano, y en donde lo único que se esperaba de él era que luchase sin esperar un mañana.

La vida de un condenado, un ciclo que él estaba dispuesto a romper.

—¡Esclavos! — La temeraria fusta de King choco contra la arena explotando en furia, deteniendo los entrenamientos de todos sus gladiadores para dirigirse de manera explícita hacia Katakuri y sus nuevos reclutas.

—¿En qué momento nos enfrentaremos en contra de esos malditos gladiadores? — Le pregunto por lo bajo un emocionado Bartolomeo. Su larga cabellera verde se habían visto reducida a unos cortos cabellos al igual que él.

Katakuri lo vio por el rabillo del ojo con clara animadversión — En ningún momento pedí tu ayuda para deshacerme de ellos.

—¡Hahaha! ¡No digas tonterías, tú y yo estamos en el mismo bando, Iceno!

—¡Silencio hijos de perra! ¡No les dije que podían abrir la boca! — Gruño King, dándoles una implícita amenaza a sus nuevos pupilos. — ¡Hasta que no hayan pasado el rito de iniciación y se consagren bajo el Sacramentum Gladiatorum, no son más que mierda ¡No, ni siquiera son mierda! ¡Esos que están allá son mierda! — Señalo furioso hacia el resto de sus gladiadores. — ¡Ustedes son la nada misma! Y aquel que no sea lo suficientemente hombre como para pasar el rito de iniciación, le recomiendo que vaya ingeniándose la manera de robarse un par de monedas para Aqueronte, ¡Porque el único destino que le quedará será la muerte!

Katakuri escucho atentamente las furiosas palabras de King, pero más allá del temple imbatible del Doctore, la mirada del Iceno estaba centrada en otro objetivo, y era en medio de todos esos gladiadores, y que en ninguno de ellos encontraba a la rojiza cabellera de Kid, ni la del sujeto rubio, ni de los otros dos que estaban con ellos.

¿Acaso no entrenaban con el resto?

—¡¡Usopp!!

El desaforado grito de King hizo que un tembloroso jovencito de piel canela y con una anormalmente larga nariz apareciera rápidamente en la arena de batalla con unas espadas debajo de su hombro, para que en el acto le entregase una a cada recluta.

Pudo ver que el niño estaba temblando cuando le tendió su arma, pero antes de que se alejara, lo tomo con fuerza de la mañeca, evitándole el paso. De inmediato Usopp tembló totalmente aterrorizado, pero cuando estaba a punto de gritar por ayuda los furiosos ojos de Katakuri lo silenciaron con su mortal mirada.

—¿Dónde está Kid? — Pregunto secamente. Aun tenían un encuentro pendiente.

—¡Oh! ¿Conque buscaremos pelea contra el campeón de Roma? ¡Excelente plan Iceno! — Le animo Bartolomeo.

Katakuri puso los ojos en blanco ante la animosidad del sirio. Presionando con mayor vigor el brazo de ese muchacho de graciosa nariz hasta amenazar con partirle la mano.  — ¿Y bien?

—Uhm… Él… Él… Está con el resto de los cinco grandes.

—¿Cinco grandes? — Replico con interés.

—S-Si… ¡L-Lo juro! — Asintió desesperadamente —¡No me mates por favor!

—¡Usopp, date prisa imbécil! — Renegó King, haciendo que Katakuri aflojase su agarre para dejar ir al narizón.

Cuando Usopp finalmente termino su labor, King volvió a arremeter nuevamente — ¡Escuchen bien! Esa espada no es un arma ¡Es una extensión de ustedes! Hagan que sus manos se vuelvan tan mortíferas como el filo de una lanza, ¡Demuéstrenme lo que pueden hacer! ¡Oculten al hombre y dejen salir a la bestia que habita en cada uno de ustedes! — Rugió — ¡Escojan a uno! — Exclamo el Doctore señalando con su fusta a los gladiadores que los veían expectantes detrás de su maestro.

El momento finalmente había llegado.

Katakuri afilo su mirada, entonces, ¿Iban a pelear contra uno de los Gladiadores?

Perfecto.

—Como parte de su iniciación, cada uno de ustedes tendrá la oportunidad de escoger a un rival con el que tendrá su primera pelea en la arena. ¡El ganador, dictara sentencia al perdedor! — Grito complacido. — Así que adelante, ¿Quién es lo suficientemente hombre como para ir primero?

Katakuri vio con detalle la espada que tenía, estaba oxidada y su filo era mínimo. Un arma de juguete hubiera servido más. ¿Y se supone que enfrentarían a gladiadores profesionales con eso?

Rio tenuemente al verse envuelto en una situación tan desventajosa. Bueno, las victorias más adversas eran aquellas que se disfrutaban con mayor vigor.

Ya tenía un objetivo claro, y esta vez, si pudo divisarlo a la distancia, entre las sombras de ese extraño espacio cubierto, y no estaba solo, tal y como le había dicho el chico de la nariz larga, Kid estaba acompañado por otros cuatro sujetos, los tres que ya había visto antes, y uno más, al cual ni siquiera le podía divisar el rostro, puesto que se ocultaba debajo de un casco, pero se veía, por mucho, más pequeño que el resto de hombres.

Pero ese insignificante detalle no le importaba en lo absoluto, porque ya sabía a quién deseaba enfrentarse. Sin embargo, antes de dar un paso sobre la arena, el agudo grito de Bartolomeo se interpuso sobre él.

—¡Yo voy primero! — Se adjudico el escandaloso peliverde.

¡Idiota! ¿¡Qué demonios crees que haces!?

King afilo su mirada, viendo la impetuosidad de aquel peliverde joven. Los más ruidosos eran los que normalmente morían primero. — Adelante. — Animo con un claro gesto de diversión.

El sirio rio con fuerza, y levantando su dedo índice apunto decidido hacia un lugar en específico, la carpa donde descansaban los cinco grandes. — ¡Te desafío a ti! ¡El petizo del casco! — Grito alegoso, y casi de inmediato, todos los gladiadores restantes transformaron su mirada en una de total espanto.

—¡Es un imbécil! ¿Acaso sabe lo que acaba de hacer? — Exclamo Hatcha.

—¡Carajo! Morirá más pronto de lo que aposte. — Regurgito Poker.

—Cincuenta denarios a que no dura más de cinco segundos. — Indico Fourtricks.

—¿¡Qué clase de retrasado escoge a uno de los cinco grandes como su primer contrincante!? — Exploto con rudeza Daz Bones.

—Uno que no valora en lo absoluto su vida. — Acompaso el joven Page — Inclusive cometió el graso error de escoger a su líder…

El tronar del cuello de Kid, seguido de su escandalosa risa, regurgito el lugar en el que se encontraba junto con sus camaradas. Al ser el espectáculo principal de todo el Ludus, Kaido los recompensaba con gratas comodidades, y entre ellas estaba ese lugar que solo podían pisarlo ellos cinco, pero por lo visto uno de ellos vería interrumpido su tranquilo descanso por una gran estupidez. — ¿Oíste eso? — Indico el pelirrojo desde su cómodo asiento, viendo hacia el líder de su facción con gran gozo — ¿¡Hace cuanto que no te desafiaban a un combate cuerpo a cuerpo!?  

Mas su interlocutor solo lo vio con aburrimiento, levantándose en silencio de la silla en la que estaba para acercarse lentamente hacia la arena.

—¡Shishishi! ¡Que no se te pase la mano! Ese Sirio se ve divertido ¡Me agrada! — Le animo Luffy por detrás, más lo único que recibió fue un asentimiento de su parte. — ¡Oye, al menos contéstame!

—Luffy, no molestes. — Pidió Sabo con una sonrisa. — Parece que no tomo bien que interrumpieran su descanso.

—¿Y desde cuando toma algo de buena manera?  — Acompaso con seriedad Killer.

Cuando finalmente se mostró ante el resto del Ludus, rugidos de victoria se oyeron a cada paso que daba, Katakuri se mostró intrigado por la perfecta armadura de acero que cubría todo su tórax. Lucía un casco típico romano y una larga capa roja, tambien era muy delgado y de piernas contorneadas. Mostraba una apariencia muy intimidante que se contraponía en lo absoluto con su pequeña altura en comparación al resto de los gladiadores.

Cuando se posó frente a Bartolomeo, el sirio sonrió divertido al ver que le llevaba una cabeza de altura a ese enano. Teniendo esa compleción tan delicada, dudaba que pudiese sostener una pesada espada por más de cinco minutos, así que empuño su arma con gran valor. Mas su contrincante solo tuvo que levantar la mano para que Usopp entendiese su silenciosa orden y lanzara su espada personal a los cielos para que pudiese sostenerla aun en el aire.

Katakuri noto de inmediato que la postura de batalla que usaba ese gladiador era muy diferente a la Kid, era mucho más vistosa y elegante que la del violento pelirrojo.

—¡Empiecen! — Ordeno King.

Casi de inmediato Bartolomeo se decidió por lanzarse raudamente en contra de su adversario gritando a toda voz, listo para arrancarle la cabeza de un solo movimiento. Sin embargo, el gladiador permaneció en su sitio, sin mover un dedo, como si estuviese esperando tranquilamente su violento destino.

Katakuri vio la afrenta con detenimiento, preguntándose en secreto porque el gladiador permanecía inmóvil, pero todo ocurrió en una fracción de segundo, y el Iceno solo pudo abrir los ojos con sorpresa cuando la espada de Bartolomeo fue partida en dos de un ataque casi imperceptible. Dejando al peliverde inmóvil ante la sombra de su adversario.

El gladiador solo tuvo que descansar su espada sobre la arena para que del pecho y espalda de Bartolomeo se abrieran dos profundos cortes que se extendían por toda la piel de su tórax.

—¡Agh~! — Su grito de dolor fue terrorífico, y trato con todas sus fuerzas de cubrir las heridas que ese sujeto le había provocado de un simple movimiento. — T-Tu… ¡Maldito…! ¿¡Que mierda fue lo que me—!? — No pudo continuar hablando cuando una nueva ablación apareció en su garganta. Provocando que en el acto empezase a toser sangre.

¿Cómo lo hizo?  Katakuri no pudo entender lo que había ocurrido. De un solo ataque ese gladiador había logrado causar tres heridas casi mortales en Bartolomeo.

 —Termino. — Exclamo King, viendo enorgullecido al que quizás era la mejor arma de todo el Ludus, lamentablemente había una clara razón por la que jamás seria la estrella principal.

El Gladiador le devolvió la vista a un ensangrentado Bartolomeo que lo veía con ojos de furia, y procedió a retirarse el casco, dejando al peliverde en un estado de total estupor, y a Katakuri con un inesperado sabor de boca al verlo de frente.

Puesto que ante ellos se mostraron unos largos e intensos cabellos rojos, junto a un par de destellantes ojos naranjos que se enmarcaban con gran belleza sobre un delicado rostro.

—¡Salve Scarlett, la muerte roja! — Conjugo King, y de inmediato todos en el ludus vitorearon su nombre a todo dar

—U-Una… ¿¡Una Mujer!? — Exclamo apenas un indignado Bartolomeo.

—¿Algún problema con eso esclavo?  — Desafío la pelirroja al acercarse hasta un derrotado Bartolomeo. — Mi nombre es Scarlett, la única Gladiatrix de este ludus, y líder de los cinco grandes. Harías bien en recordarlo, porque a pesar de no tener una verga colgado de mi entrepierna, mi espada sigue siendo, y por mucho, más larga que la tuya. — Advirtió apuntando el filo de su arma contra el cuello de Bartolomeo.

¿Pero cómo era posible que permitiesen a una mujer invadir su supuesto lugar sagrado? Para Bartolomeo eso no tenía el más mínimo sentido ¡E incluso era mucho peor! ¡Había sido derrotado por una mujer!

¡Un ser inferior!

Katakuri experimento un extraño sentimiento en su pecho. Jamás espero que una sociedad tan misógina como lo era la Romana, permitiesen a una mujer participar en los juegos de gladiadores ¿Cómo es que esa pelirroja había terminado en un lugar como ese?

—¡Scarlett! — Grito King a lo lejos. — El ganador dicta la sentencia, escoge. — Advirtió viendo a la pelirroja con extrema severidad.

La gladiatrix asintió levemente y procedió a empuñar su espada.

—¿Cuál es tu nombre? — Pregunto la mujer en un susurro.

El sirio, que a duras penas podría perpetrar el habla, lo pronuncio con extrema dificultad. — Bar-Bartolomeo… — Tosía sangre con cada vocal que salía de su boca. — ¡V-Vamos! Hazlo de una vez.

Mas Scarlett solo arrugo su perfecto entrecejo. — No te atrevas a darme órdenes. Los perdedores no tienen derecho a escoger su destino, ya este le pertenece enteramente a los vencedores. — Exclamo, dejando caer su espada sobre el cuerpo de Bartolomeo, pero estando a solo milímetros de rozar su cuello la espada termino por enterrarse a escasos centímetros de este, sobre la caliente arena. — La sentencia es que vivas. — Enuncio viendo a Bartolomeo por lo bajo, y seguidamente giro para volver a su descanso entre los alegosos gritos del resto del ludus con la seguridad de que ninguno de esos imbéciles que la rodeaban cometiese el osado error de desafiarla nuevamente.

—Gazelleman. Babanuki ¡Levanten a ese idiota y llévenlo con Aladdin antes de que se desangre! — Ordeno la rotunda voz de King. — Ahora, quien—

—Disculpe la intromisión, Doctore, — La inesperada llegada de Kid hasta el centro de la arena provoco una clara molestia en King. Ver el espectáculo de Scarlett lo había animado lo suficiente, y necesitaba saciar su sed de sangre. — pero ha llegado mi turno. — Asevero orgulloso viendo hacia Katakuri directamente. — Ese Iceno y yo, tenemos cuentas pendientes.

 —Parece que Kid está muy ansioso por demostrar quien de esos dos es el más fuerte ¡Shishishi! — Comento Luffy mientras veía a la pelirroja llegar hasta ellos. — ¡Oi, Scarlett! ¡Estuviste increíble!

La Gladiatrix se permitió sonreír por primera vez al ver el tierno gesto del más joven animándola de esa forma. — Gracias Luffy.

—Las heridas que le provocaste a ese inútil no fueron mortales, ¿Por qué lo dejaste vivir? Es raro en ti… — Le cuestiono intrigado Killer.

—No existe mayor vergüenza para un hombre que verse doblegado por una mujer y vivir para contarlo. ¿No lo crees así, Killer? — Aseguro la pelirroja viendo de soslayo al rubio, que únicamente asintió en silencio ante sus palabras. Entendía perfectamente a lo que se refería.

—Sera mejor que dejemos esta conversación para después y presenciemos lo que está a punto de ocurrir en la arena. — Les recomendó Sabo con una sutil sonrisa. — Y buen trabajo, jefa.

—Mas le vale a Kid no confiarse esta vez, ese esclavo; el Iceno, no parece ser como los demás reclutas que hemos tenido antes. — Contrargumento la pelirroja.

—Es un Iceno, jamás podría ser alguien normal, al menos no en Roma. — Sugirió Killer.

A pesar de ser el blanco de todas las habladurías, a Katakuri no le podían importar menos, porque tanto Kid como él, sabían que tenían una batalla inconclusa y sin importa que, debían proclamar a un solo ganador.

King entendió la petición silenciosa en las latentes miradas de ambos hombres y le permitió el paso a Kid, quien sonrió sádicamente al ver que finalmente tendría su revancha.

—¡Usopp! Mis espadas y una lanza ¡Para hoy basura! — Ordeno de inmediato el pelirrojo y rápidamente el nervioso narizón empezó a buscar entre todo el arsenal de los cinco grandes las Gladius gemelas del campeón.

 —Vaya, Kid va a ir enserio. — Comento por lo bajo Page. El pelirrojo únicamente usaba sus espadas cuando combatía en el Anfiteatro Flavio.

—No, que este usando sus Gladius solo significa que el rival es digno de morir bajo su acero. — Reconoció Daz Bones.

Cuando Usopp le hizo entrega a Kid de dos espadas enfundadas, la suntuosidad de su brillo se ensalzo con potencia cuando el pelirrojo desenvaino sus armas. En sus mangos de oro y relucientes filos escarlata descansaban los últimos suspiros de miles de hombres y bestias por igual.  

Freyja y Freyr, ¡Son los nombres mis espadas gemelas! Derivadas de los nombres de mis Dioses, y lo último que veras antes de morir. Porque el día de hoy, ¡Me llevare la gloria de ser el hombre que mató al último Iceno!

—¿Qué clase de idiota le pone nombre a sus espadas? — Le inquirió Katakuri sin el menor ápice de sorpresa. Mas allá de los estúpidos títulos, lo que realmente lo intrigo de aquellas armas era su forjado, ya que las espadas de Kid tenían una hoja totalmente escarlata.

Kid rio con fuerza al escuchar las palabras del Iceno, y giro levemente su mirada hacia Usopp, que empezó a temblar al tener la mirada del campeón sobre él. — ¿¡Qué esperas excremento de animal!? ¡Entrégale al Iceno esa lanza! — Ordeno el pelirrojo.

Sus palabras dejaron una gran impresión en todos los Gladiadores, pero no en Katakuri.

—¡Aguarda ahí Kid! — Lo voz de King se alzó de inmediato. — No le vas a dar un arma ¡Es contra las—

—¡King, yo lo autorizo! — Para lo sorpresa de todos, Kaido, quien estaba viendo atentamente lo que acontecía desde su balcón, interrumpió de manera rotunda el encuentro. Su mirada estaba fija en su nueva adquisición, en una lucha de voluntades que Katakuri no paso por alto al desafiar con sus magmas escarlatas a su amo.

«Veamos si puedes cerrarme la boca ¡Demuéstrame lo que puedes hacer, Iceno!»

«Lo hare. Solo no te lamentes después por perder a tu campeón»

El granate devolvió su mirada hasta la arena cuando una frenética lanza cayo justo a sus pies. Siendo lanzada por no otro que Kid.

—Oí que los Icenos eran los mejores lanceros de toda Britania. Que lo primero que se les enseñaba a sus niños era a empuñar una espada, y que para ser reconocidos como guerreros, debían de dominar al menos una de las grandes artes de la guerra. — Explico el pelirrojo con notoria emoción. — No te imaginas como deseo comprobar si todas las historias de aquel pueblo guerrero ahora extinto son ciertas. — Enmarco empuñando sus espadas gemelas de tal forma formasen una cruz frente a él. La misma cruz que en modo de una burla final formaba cada vez que asesinaba a cristianos en la arena.

El granate tomo la lanza con soberana maestría. Era pesada, todo su mango estaba hecho de acero y por el brillo que deslumbraba en su punta, supo que estaba abrumadoramente afilada.

—Acabas de lapidar tu propia muerte al entregarme esto. — Afirmo con una tenue sonrisa en su rostro. — Como bien dices, empuñar las cabezas de nuestros enemigos en lanzas era lo primero que se nos enseñaba a hacer desde que dejábamos los senos de nuestras madres.

—Es una pena que todas las Icenas hayan sido violadas hasta la muerte por los Romanos, ¡Escuche que eran tan hermosas como la misma Venus, e igual de violentas que Marte en la cama! — Rio sin contemplación — ¡Como me hubiera encantado tener a una para mí! Pero bueno, al menos me podre conformar contigo.

—Pero que imbécil. — Añadió Scarlett afilando la mirada — Ese comentario le saldrá caro.

Y asi lo fue, porque súbitamente la mirada de Katakuri cambió de manera radical, dejando que en sus ojos brillase un aura mortalmente asesina al escuchar esas palabras.

«—¡Katakuri! ¡¡Ayúdame!!

En su mente retumbo el suplicante sollozo de su hermana al ser arrastrada lejos junto con el pelotón de Douglas Bullet, mientras él caía inconsciente sin poder hacer nada para rescatarla de aquel horrible destino…

No espero a que King les diera la indicación de comenzar y se lanzó a matar sobre Kid.

—¡Iceno, no he dado la orden de que empiecen aun! — Ni siquiera se molestó en escuchar el sonoro mandato de King.

Estaba decidido, iba matar a ese pelirrojo.

—¡Eso es! ¡¡Acércate!! — Animo totalmente extasiado Kid.

El choque ambas fuerzas provocaron que hasta las chipas brotaran de sus armas. Ninguno estaba dispuesto a ceder. Ambos darían todo lo que estuviese en ellos para ver al otro subyugado a sus pies. 

Kaido los veía a distancia, desde la comodidad de su balcón donde degustaba del mejor vino y la más exquisita comida mientras disfrutaba de ese festival de muerte. Ver a ese Iceno pelear le provoca un extraño sentimiento de añoranza, quizás era el efecto secundario de todo el alcohol que cargaba desde la mañana, pero… Saber que aún quedaba un Iceno vivo era algo realmente sorprendente. Ese chico era un guerrero nato, ya que ninguna persona normal sería capaz de darle batalla de igual a igual a Kid como él lo estaba haciendo.

De pronto el lanista sintió dos traviesas manos paseándose sin vergüenza alguna por todo su torso, no le fue difícil saber de quien se trataba cuando su tintineante risilla se posó sobre su oído.

—¿Así que estos son tus nuevos juguetes, mi Aquiles? — Susurraron los carnosos labios una deslumbrante rubia de inigualable belleza que iba vestida con las más ricas telas y su cabello excepcionalmente peinado en una media cola alta. — Permíteme decirte que la mayoría no se ven sorprendentes en lo absoluto. — Comento entre risas al ver la columna de esclavos con claro desprecio.

—Cuando no ustedes las mujeres dejándose llevar por lo que ven sus ojos. — Contesto aburrido hacia su actual esposa. — Quizás tengas razón, pero aún tengo que descubrir si son útiles para mis propósitos, María.

La escucho suspirar con clara lasciva. — Me doy cuenta… ¿Y quién es el esclavo que está peleando a muerte con Kid? Se ve muy… apetitoso. — Comunico sin pudor mientras se mordía fuertemente los labios.

—Es un Iceno.

—¿¡Un Iceno!? ¿Lo dices enserio? — Los ojos de María se abrieron con redundante sorpresa. — Que interesante… — Hizo una pausa — Conozco a muchas Patricias que pagarían una verdadera fortuna por tener a un Iceno, Kaido. — Susurro sobre sus oídos. Si había una forma de obtener la atención de su esposo, era a través del peso del oro. — Son muchos los rumores que se cuentan de ese pueblo ya extinto… Una vez oí que los Icenos tomaban a sus mujeres cual zorras cuando llegaba la noche, que la luz de la luna los volvía locos del deseo, y no eran capaces de parar de fornicarlas hasta el amanecer, así se aseguraban de traer al mundo mas guerreros.

—Y yo escuche que Pasifae se cogió a un toro y dio a luz al Minotauro. — Comento despectivo. — No te creas todos los cuentos que se susurran en las calles, Maria.  Yo puedo hacer lo mismo y ni siquiera necesito que llegue la noche.

—Y puedo dar fe de eso, amor mío. — Reconoció la rubia — Pero ese rumor no lo repiten entre las calles de la capital, sino que lo hacen en las termas femeninas de los baños públicos. — Asevero con una media sonrisa. — Hasta alguien como tú se sorprendería de todo lo que se habla entre las Patricias cuando sus esposos no las están viendo. Solo piénsalo, sería una buena forma de sacarle todo el provecho que nos sea posible.

—Quizás más adelante, no quiero que pierda el tiempo haciendo de ramera como los otros. Aunque primero hay que ver si sobrevive a su encuentro con Kid.

Hehehe… Como órdenes. — Acepto acariciando levemente su barbilla. — Apropósito, acabo de cerrar unos tratos para esta noche, — Comento con una sonrisa satisfecha, pero desapareció abruptamente al recordar el alboroto que le siguió después — y tambien quería hablarte sobre esa bestia de carga que tienes por—

—¡Hazte a un lado! — No permitió que María terminase de hablar al empujarla raudamente para ver con total atención lo que acababa de suceder en la arena.

El Iceno y Kid… Tanto la lanza como las espadas gemelas habían terminado provocando heridas certeras y con profunda eficacia en los cuerpos de ambos hombres.

—Malditos idiotas… — ¿¡Qué diablos les pasaba por la cabeza? Su mirada de rudeza termino volviéndose en una sonrisa complaciente al ver la convicción de ambos. — ¡Worororo! ¡Eso es! ¡Es justo lo que queremos aquí!

Quizás ese Iceno realmente merecía su atención. 

Kid había hecho dos cortes de la misma dimensión e igual de profundos sobre todo el pecho de Katakuri, y el Iceno había logrado clavarle con total maestría su lanza por debajo de las costillas.

—¡Hahaha! ¿¡Esto es todo lo que tienes, Iceno!? ¡No me haces ni cosquillas! — Grito a carcajadas con sangre saliendo por su boca. Lejos de sentir dolor, en estos momento Kid estaba experimentando un éxtasis sin igual. ¡Esta era la pelea que busco por tanto tiempo! ¡Una forma digna de finalmente llegar hasta el Valhala!

—¿Bromeas? ¡Esto es solo el principio! ¡La siguiente ira directo a tu maldita cabeza! — Kid había logrado estropear el vendaje que le hizo Aladdin, reabriendo sus heridas y provocando una para nada normal pérdida de sangre en su pecho, pero no estaba dispuesto a ceder.

Extrañamente se sentía tan animado como no lo había estado en mucho tiempo…

Pero no tuvo tiempo para descansos cuando Kid soltó apropósito una de sus espadas, para tomar la lanza de Katakuri y enterrarla aún más en su cuerpo dejándolo virtualmente desarmado, y con la Gladium restante acerco su filo peligrosamente hasta Katakuri, dispuesto a cortarle la cabeza.

Tuvo que hacer un esfuerzo por contorsionarse para evitar que la hoja de la espada lo dejara inerte y en una rápida acción rodo por la tierra para tomar la espada restante de Kid.

Fue allí que el choche de ambos metales volvió a resonar con potencia, pero con él defendiéndose desde el piso se encontraba en una clara desventaja.

—¡Supongo que te preguntaras porque el acero de mis espadas es escarlata! — Grito el pelirrojo a medida que ejercía aún más presión sobre el Iceno. — ¡Te lo diré! ¡Es porque siempre baño a mis Gladium con la sangre de las personas que asesino! ¡He matado a tantos miles en la arena que mis espadas se tornaron escarlatas de toda la sangre que han bebido! Pero jamás han tenido la oportunidad de probar sangre Icena, ¡Hasta ahora!

—¡Malnacido demente! ¡Al verte puedo entender porque la gente como tu aprende a amar sus cadenas! No eres más que un animal sin raciocino en busca de sangre. — Escupió despectivo.

¡Mierda! Kid estaba acercado sus espadas peligrosamente hasta su cuello, sino hacia algo el pelirrojo le provocaría una herida mortal. ¿Pero qué opciones tenía? En esos momentos toda la humanidad de Kid estaba encima suyo.

De una ágil movida, Katakuri decidió irse por la jugada más avezada al impactar toda la potencia de su cráneo contra el de Kid, dándole un cabezazo directo en la frente que logro aturdir lo suficiente al pelirrojo como para quitárselo de encima.

—¡Agh! ¡Hijo de puta, eres un mal perdedor! ¡Acepta tu destino y muere bajo mi espada!

—¡No estoy dispuesto a morir aquí! — Estaba seguro de que ese cabezazo le había abierto la cabeza a él tambien, porque al igual que Kid, un fino hilo de sangre empezó a deslizarse por su frente, pero tuvo que ignorar su dolor cuando Kid volvió a la carga contra él.

Esta vez el pelirrojo pensó detenidamente sus movimientos, ya que se apodero de la lanza que Katakuri había dejado en el piso para lanzar el arma directamente hacia el brazo de Katakuri, pero no para herirlo, sino para obligarlo a soltar su Gladium. Cosa que consiguió cuando el Iceno tuvo que escoger entre perder la espada o su extremidad ante la potente lanza. El golpe fue ejecutado con tal potencia y precisión que el mango de la espada quedo clavado en el muro a causa de la poderosa lanza.

¡Carajo!

 Si Kid lograba encajarle un ataque estando él desarmado, sería el fin. El pelirrojo no iba a fallar.

 —¡Llego la hora de que te pongas a rezar, Iceno! ¡Porque vas a morir!

—Parece que Kid ganara después de todo. — Menciono Luffy viendo atento la pelea entre ambos colosos.

—Fue muy inteligente al usar la lanza para arrebatarle Freyr al Iceno. Aunque eso signifique que solo se quedara con una. — Recalco Sabo. — ¿Qué hará el nuevo ahora? No va a sobrevivir a un ataque directo de Freyja.

—Cuando las armas de acero fallan, queda una sola, que si sabes usar correctamente puede ser infalible. — Explico Scarlett. — Exististe una forma de que pueda sobrevivir. Veamos si el Iceno es capaz de descifrarlo.

Katakuri tenía un plan, pero de salirle mal Kid lo mataría. Solo tendría una chance para llevarlo a cabo, por lo que debía de esperar que estuviesen perfectamente sincronizados para lanzar su contraofensiva.  

Fue entonces que lo vio, al momento de alzar su Gladium para atacar, el pelirrojo había dejado al descubierto la herida de la lanza que le había provocado en un inicio. Así que de un golpe directo le lanzo una firme patada hacia ese mismo punto. Cortando la respiración del pelirrojo de manera tan abrupta que termino por arrojar a Freyja al cielo al tratar de contener el prominente daño que Katakuri le había causado en el pecho.

¡Mierda! ¿Acaso ese Iceno le había reventado el torax? ¿¡Porque le estaba costando tanto trabajo respirar!?

Los cantaros de sangre que terminaron saliendo por su boca hicieron que Kid viese con desconcierto como su mano estaba repleta de sangre, pero no de la sangre de su enemigo.

¡Sino de la suya propia!

Ver su reflejo a través del espeso liquido escarlata lo hizo enfurecer hasta límites nunca antes vistos. — ¡M-Maldito seas…! ¡Voy a matarte y luego me cogeré tu cadáver!

—¡Vamos, aquí te espero!

—¿¡Van a pelear sin armas!? — Pregunto alarmado Sabo.

—Si, lo harán. — Secundo Scarlett. — Será un duelo cuerpo a cuerpo. — Aseguro la muerte roja. — De ahora en más la habilidad en batalla ya no será un factor determinante. Ganará el que tenga el espíritu y la voluntad más fuerte. 

Las palabras de Scarlett se hicieron realidad cuando el torbellino de puños secos, patadas y maldiciones empezaron a desbordarse en la arena. Katakuri y Kid, ninguno de los dos claudico en su deseo por llevarse la victoria, luchando un encuentro que se alargó por horas hasta que el brillante Helios poco a poco empezase a descender sobre la capital romana.

Nadie en el Ludus no podía creer lo que sus ojos les estaban mostrando. ¡Eran unos monstruos! Llevaban más de tres horas peleando a puño limpio y aún no había un claro ganador.

—King. — El tono que uso Queen delataba su preocupación al ver la encarnizada pelea de Kid y el Iceno frente a sus ojos. — Ya es hora de que detengas a ese par de estúpidos. De alargarse esta masacre los dos van a terminar muertos. ¿De qué nos servirían estando ambos en el Hades?

—Aun no. — Exclamo seriamente.

—¡No seas imbécil! ¡Ninguno de esos idiotas se va a rendir! ¡Tenemos que detenerlos ahora!

—¡No me jodas, Queen! — Alzo la voz furioso. — Él aun no me ha dado la orden de detenerlos… — Susurro acentuando su mirada en Kid y Katakuri. Provocando que un gruñido de sorpresa saliera de Queen para girar su mirada bruscamente hacia el balcón de la Domus.

Al igual que todos en el Ludus, Kaido tampoco había perdido la ilación del encuentro entre Katakuri y Kid, queriendo conocer a toda costa el desenlace de esa vil batalla.  

Kid había logrado dislocarle un brazo a Katakuri, y el Iceno había hecho lo propio con varias de las costillas del furioso pelirrojo. Sin embargo, llegados a ese punto, los golpes de ambos eran meramente instintivos, dentro de poco perderían la conciencia por la pérdida de sangre. Apenas podían dar un paso sobre el otro sin tambalear, y con sus cuerpos repletos de sangre, junto con el charco escarlata que los cubría a ambos, daban una imagen totalmente sacada del peor de los infiernos del Hades.

Era la lucha de dos colosos.

Una verdadera Titanomaquia.

Pero como toda guerra, por más cruenta que fuese, siempre encontraba un final.

Scarlett se levantó de su lugar en silencio, dirigiéndose hasta la salida de la arena, más específicamente a las barracas. No tenía sentido quedarse más tiempo allí.

—Ah, ¡Scarlett! ¿A dónde vas? — Pregunto Luffy al ver a la mujer retirarse sin dar marcha atrás. — ¡El encuentro aún no termina!

—Te equivocas Luffy. Ya termino. — Le contesto deteniéndose unos instantes para verlo, y luego continuar su camino. — Ustedes tres, — Ordeno dirigiéndose a Luffy, Sabo y Killer. — Vayan a auxiliarlos.

Como si sus palabras fueran un profecía dada por el proprio Oráculo, la visión de Scarlett cobro vida cuando en un último golpe que concentraba la resistencia de sus espíritus, Kid y Katakuri cayeron al mismo tiempo a la arena luego de clavar con brutalidad sus respectivos puños en los rostros de sus adversarios.

—¡O-Oye I-Iceno…! ¡N-Ni pienses que esto ha terminado! — Anuncio Kid en una voz apenas perceptible — A-Apenas recupere el aire… T-Terminaremos esto…

—E-Eres realmente i-insoportable… — Soltó en un gruñido lastimero Katakuri — L-Le hare un favor a todos aquí al matarte.

—Ya fue suficiente. — Anuncio King al acercarse hacia ambos caídos. — Marte ya ha cobrado demasiada sangre por ese día. Esto es un empate.

—¡U-Un momento Doc-Doctore! — Resoplo furioso Kid — ¡No aceptare eso! ¡Esto aun—

—¿¡Acaso el Iceno te dejo sordo de tantos golpes, Kid!? ¡El combate ya termino! — Desde arriba, la voz de Kaido se exalto abruptamente, acallando cualquier reclamo de un furioso pelirrojo al recibir una orden directa de su amo.

King y Kaido solo necesitaron compartir una mirada para que el Doctore entendiera la orden del Lanista, y de inmediato volvió a alzar la voz — ¡Ustedes! — Grito en dirección a los guardias — ¡Lleven a estos imbéciles con Aladdin antes que dejen de respirar!

—Doctore, por favor, permítanos a nosotros hacerlo. — Sin embargo, la inesperada llegada de Sabo y Luffy hizo a King afilar la mirada.

—Como quieran. — Acepto yendo rumbo a la Domus junto con Queen. Por la mirada de Kaido, habían un par de cosas que tenían que discutir en privado.

Killer fue el único que ni siquiera busco el permiso del Doctore cuando se acercó con una disimulada preocupación hacia Kid. Todo el cuerpo de pelirrojo estaba cubierto de sangre. Como si todo él fuera una nube roja de pies a cabeza.

—¡O-Oye! ¡N-No me mires como si estuviera agonizando, imbécil! — Gruño furioso el Campeón de Roma al ver la mirada de condescendencia que le estaba dando el rubio debajo de la máscara.

—¿Y de que otra forma quieres que lo haga? — Respondió sarcásticamente el rubio — Eres un idiota, Kid. Tienes suerte de aun estar consciente.

—¡Púdrete Killer! — Refunfuño con rudeza, pero a pesar de ello el rubio ignoro sus insultos para levantarlo de la dura arena, llevándolo entre quejas y gritos con Aladdin.

Por su parte, Katakuri aún estaba tratando de recuperar el aliento. Pasado el fulgor de su pelea con el maldito de Kid, pudo sentir un desgarrador dolor cayendo sobre todo su cuerpo, en especial en su espalda. El encuentro con el pelirrojo había abierto sus heridas por completo. Las vendas que le había colocado Aladdin estaban totalmente ensangrentadas. Al tratar de levantarse sintió como si estuviese cargando una pesada e inmensa roca sobre sus hombros, y que no pudiera sentir su brazo izquierdo a causa de Kid, dado que le había aplicado una extraña llave de lucha en el piso, no le ayudaba en lo absoluto a ponerse de pie.

Fue entonces que pudo sentir un par de manos tendidas al frente suyo, haciéndolo levantar su rojiza mirada para encontrarse con esos dos chicos de antes. El rubio y el pelinegro. Ambos le estaban regalando una amigable sonrisa en lo que le brindaban su ayuda para ponerse de pie.

—¡Oye, estuviste increíble! — Confeso con una radiante sonrisa el pelinegro. Se veía muy joven, estaba seguro que no pasaba de los veinte. Además de que en su rostro mostraba una singular cicatriz debajo de su ojo izquierdo. — ¿En verdad eres un Iceno? — Pregunto con gran ilusión — ¿¡Es cierto que tu gente destruyo todas las ciudades Romanas fundadas en Britania!? ¿Nos puedes contar esa historia?

—¡Luffy! — Sabo, siendo mucho más prudente que el menor, le llamo la atención por su falta tacto. — ¡No le hagas preguntas incomodas! — Resondro viéndolo seriamente, para de inmediato devolverle una cálida sonrisa a Katakuri. — ¡Hola! Mi nombre es Sabo. — Le comunico colocando su mano encima de su pecho y haciendo una ligera reverencia con su cabeza. — Y este de aquí es Luffy. — Indico señalando con la mirada al pelinegro.

Katakuri vio con desconfianza el gesto de ambos, no estaba muy seguro de confiar en esos dos, pero sin su ayuda jamás llegaría con Aladdin y los más probable seria que terminase muriendo desangrado en la arena. Así que en silencio acepto el gesto del rubio tomando su mano.

—Katakuri. — Menciono su nombre en lo que Sabo lo levanto sin dificultad de la arena. Para su contextura tan delgada, tenía una gran fuerza física como para poder levantar todo su peso con una sola mano.

—Un gusto Katakuri. — Sabo le regalo una sonrisa, ayudándolo caminar junto con Luffy. — Apropósito, gracias por darle esa paliza a Kid. Alguien necesitaba enseñarle una lección de humildad a ese imbécil. No todos aquí somos como ese idiota. Desde que se volvió el campeón de Roma esta con unos aires de grandeza realmente insoportable.

—¡La mejor parte fue cuando le ensartaste esa patada voladora en el tórax! ¿Cómo aprendiste a levantar tanto la pierna? ¡Tienes que enseñarnos eso! — Repaso emocionado Luffy.

—Era un estilo de lucha en Icena.

—¿¡Algo así como una técnica secreta de tu gente!? — Pregunto con ilusión el más joven — ¡Eso es increíble!

A Katakuri le causo gracia la personalidad tan extrovertida del pelinegro. Le recordaba un poco a Cracker con esa actitud tan explosiva.

Cuando llegaron junto con Aladdin, el pobre doctor casi lanza un grito al cielo al ver su deplorable estado, junto con Kid, el galeno los estuvo resondrando a ambos por diez minutos de manera ininterrumpida por hacer lo que a sus ojos veía como, “una verdadera locura”. Logro reacomodar el brazo que Kid le había dislocado en la pelea, y detener su hemorragia nuevamente, aunque esta vez le advirtió que si volvía a sangrar, ya no podría salvarlo nuevamente, porque la más mínima pérdida de sangre lo mataría.

Podía sentir su ojo izquierdo fuertemente hinchado, y a pesar de tener unas hojas curativas descansando debajo de su pómulo para reducir la hinchazón, el dolor seguía siendo muy molesto.

—¡Ahg! ¡Maldita sea, Aladdin! ¿¡Acaso estás cosiendo un jodido vestido!? ¡Apresúrate viejo! ¡Que esto duele como la mierda! — Gruño furioso el pelirrojo mientras que Aladdin le suturaba la herida que Katakuri le había provocado con su lanza.

—¡Ya deja de quejarte, Kid! — Respondió con dureza Aladdin. ¡Ese idiota! No era la primera vez que hacía esto, Kid siempre solía excederse en la arena. ¡Pero esta vez se había ido al extremo! Tenía suerte de que el Iceno no le hubiera perforado el pulmón, la lanza paso a solo centímetros de allí. — A ver si esto te enseña una lección. — Señalo continuando con sus puntadas.

Luego de que el galeno terminase de curarlos a ambos, se fue a darle un informe completo a Dominus, dejando a ambos hombres solos en el sanatorio con la tibia esperanza de que no tratasen de matarse nuevamente.

Tanto Kid como Katakuri estaban echados sobre las improvisadas camillas de paja, viendo hacia el rustico techo en silencio, con los vestigios de las heridas casi mortales que habían provocado en sus cuerpos. Para su buena suerte habían salido librados, pero eso no evitaba que ambos estuvieran en una situación deplorable.

Fue Kid el primero en soltar un gruñido contenido, mostrándose insatisfecho por toda la situación. — Apenas estemos recuperados vamos a terminar con esto, ¿Me oíste bien, Iceno? Agradécele a King que te salvo el pellejo, de lo contrario hubieras muerto hoy.

Mas Katakuri se mostró claramente disconforme por la situación. — ¿Por qué diablos peleas? — Pregunto en un resoplido, obligando a Kid a voltear su mirada para verlo con los ojos fruncidos. — Apenas sobrevivimos hoy ¿Cuál es tu razón para querer matarme con tanto ahincó? Honestamente no tendría problemas en tener un combate a muerte contigo, pero desgraciadamente, aun no puedo darme el lujo de morir.

Porque alguien está esperando por mí.

—¡Deja de decir estupideces! — Gruño en voz alta. — ¡No necesito darte una razón para querer arrancarte la cabeza!

—¿Acaso lo haces por ser un medio de diversión para los Romanos? Porque ellos te ven como eso; su bufón. — Argumento devolviéndole una férrea mirada — Matando con el único fin de entretener a otros. No eres más que una marioneta.

—¡Cierra la puta boca! ¡Un asqueroso Britano como tu jamás lo entendería! — Gruño enardecido. — Para mí, ¡No hay nada más sagrado que conseguir la más gloriosa de las muertes en batalla! — Enmarco orgulloso. — ¡Esa es mi meta y mi único anhelo!

—¿Morir? ¿Tu única meta es morir? — A cada palabra que decía entendía menos a ese pelirrojo loco.

Kid soltó un gruñido de burla. —No eres el único que viene de una tribu guerrera. — Exclamo en voz alta — Vengo de los Suiones, un pueblo que está mucho más allá de Britania, en el extremo norte del mundo. — Entono desbordante de orgullo ante sus raíces nórdicas — Mi gente se ha preparado desde el inicio de sus días para la llegada del Ragnarok, la batalla final. ¡La guerra más grande que el mundo haya visto! Una guerra en la que Dioses, gigantes y hombres pelearan codo a codo. ¡Mi sueño es morir allí! Fornicar a la parca y tener hijos con la propia muerte. Para que así pueda ser recibido con laureles en el Valhala y tomar una copa de vino con Odin cuando ganemos la guerra.

Para Katakuri sus palabras no eran más que puros disparates, pero dejando de lado ese tema, oír la convicción de Kid, tan llena de vigor y orgullo, lo hizo callar por un momento.

—¡Y no puedo darme el lujo de ser derrotado hasta que ese día llegue! — Articulo viéndolo con absoluta determinación. — Iceno, ¡No voy a caer ante ti ni ante nadie! ¡Porque si quiero ver de frente a mis dioses, debo de llegar invicto ante ellos! De lo contrario no poder ver a Odín a la cara. ¡Y tú eres un obstáculo para mi propósito! — había pasado mucho tiempo desde que alguien era capaz de hacerle frente de la forma en la que ese maldito Iceno lo había hecho.

La meta de Kid era un concepto que el Iceno aun no podía entender del todo, pero por lo visto, era algo que el pelirrojo tenía como un claro modelo de vida. Y si bien él había dejado de creer en esos supuestos seres divinos, para Kid aun tenían mucho valor.

—Cuando llegue el momento. — Enmarco Katakuri viéndolo detenidamente. — Tú y yo volveremos a pelear, y solo uno saldrá con vida de ese encuentro. Porque será él ultimo.

Kid le devolvió una sonrisa hambrienta. Eso era lo único que quería. — Así será, Iceno. — Rio con sorna — Ya no puedo esperar más para bañarme con tu sangre.

Sorprendentemente Katakuri soltó una risa a pesar las altisonantes amenazas de Kid, gesto que fue compartido por el pelirrojo en igual medida. Si, quizás no eran camaradas ni mucho menos, pero si se respetaban.

Inesperadamente la puerta del lugar se abrio y uno de los guardias llego hasta donde estaban ambos hombres, era Babanuki, que lejos de ver a Katakuri con molestia, soltó una socarrona risa al verlo en ese estado tan deplorable.

¿Para eso había venido el muy idiota? ¿A burlarse de él?

—Dominus clama tu presencia. — Enuncio con una sonrisa orgullosa.

—Ay, no puede ser. ¿Ahora que quiere? — Gruño molesto Kid. — ¿Qué no sabe que estoy hecho mierda? ¿Acaso no puede esperar hasta mañana? — Lo último que deseaba era presentarle sus respetos a Kaido en estos momentos.

—Tu no, Kid. El Iceno. — Soltó deliberadamente el moreno, provocando que la mirada del pelirrojo decayera de inmediato.

Se sorprendió de que el Lanista desease hablar con él ¿Qué podría querer?

—¡Levántate de una vez maldito Britano! ¡No hagas esperar a Dominus!

.              .              .

Estaba haciendo un gran esfuerzo por mantener sus ojos abiertos. Ya había olvidado cuantos papeles habían recibido su sello real y las miles de peticiones de todos los confines del Imperio que había leído. Jamás pensó que el trabajo de ser Emperador sería tan agotador. ¿Cómo es que su padre hacia todo eso sin cansarse? ¡Era demasiado aburrido! Habían empezado a las primeras horas del día, y ya podía ver a la luna brillar en el exterior.

Rayleigh noto el cansancio en los ojos del Emperador, y cerrando con delicadeza un pergamino, su voz resonó con tranquilidad. — Si el Emperador lo desea, podemos hacer una pausa.

—¡N-No! — Negó de inmediato el pecoso. — Estoy bien. Sigamos por favor, Roma espera soluciones de nuestra parte, y lo mínimo que yo puedo hacer es estar aquí y escuchar sus problemas.

—En efecto, esta es la parte más aburrida, pero descuida, no siempre es así. — Shanks aprovecho para estirarse en lo que le hacia una seña a Ray. — Creo que deberías decírselo ahora.

—¿Decirme? ¿Decirme que? — Replico el joven emperador.

El cónsul suspiro cansado, le hubiera gustado mencionar ese tema cuando hubiesen terminado, pero quizás la noticia animaría un poco a Ace. — Supongo que tienes razón — De manera sorpresiva, Ray saco un nuevo royo, el cual puso sobre la vista de Ace. — Felicidades Ace, te presento lo que serán tus primeros juegos como Emperador.

—¿Mis primeros juegos? ¿¡Te refieres a juegos de Gladiadores!? — Su cansancio desapareció en el acto al sentir como su emoción aumentaba a flor de piel. ¡Desde que era niño había deseado con presenciarlos, pero debido a su estancia en Tusia jamás pudo ver uno con sus propios ojos ¿Lo que decía Ray era enserio?

—Como es tradición en Roma, cada Emperador es recibido con unos juegos en su honor, y en tu caso no podría ser diferente, celebraremos tus juegos dentro de dos semanas, cuando pase el luto por la muerte de tu padre. Sera una forma en la que puedas interactuar con el pueblo, y tambien conocer un poco de la tradición más famosa de Roma.

Douglas rio con diversión al escuchar a Ray. — A decir verdad, no hay nada mejor que ver a hombres morir ante tus ojos con el único fin de darte un espectáculo. Sin duda lo disfrutaras, Ace. Y más aun teniendo en cuenta al Ludus que presidirá los juegos.

El pecho de Gaban se inflo de la emoción. — ¿Así que ya le avisaron a Kaido? ¡Que excelente! Ver al Campeón de Roma siempre es un espectáculo para la vista.

Mas Inuarashi solo bufo con desagrado. — Lamento no compartir sus gustos, amicus meus. — Para él las peleas de Gladiadores eran un acto realmente bajo, pero bueno, tampoco podía contradecir los deseos de sangre del pueblo.

—¡Hahaha! Vamos Inu, míralo desde otra perspectiva. Nada hace más feliz al pueblo de Roma que una encarnizada pelea de Gladiadores, sin duda será un espectáculo que tanto el pueblo llano, como nosotros, disfrutaremos ampliamente.

Ace tomo el pergamino en donde estaba escrito la legislación con gran emoción. Mentiría si decía que no estaba agradecido, ¡Estos serían sus primeros juegos y no iba a perdérselos por nada!

—¡Gracias a todos! Significa mucho para mí que tengan este detalle.

—¿Saben algo? Supongo que podríamos dejar la sesión hasta aquí por hoy. — Anuncio el pelirrojo levantándose de su asiento. Ya era muy entrada la noche y su esposa lo estaba esperando en casa, sin mencionar que antes tendría que ir a buscar a cierto pelinegro de ojos de halcón para hablar expresamente con él.

El sonoro bostezo de Scopper le saco un par de risas a Shanks — Yo apoyo la moción de Shanks, a decir verdad estoy muy cansado, y si sigo tomando vino de esta manera para mantenerme despierto, empezare a hacer y decir disparates.

—Bueno, ya hemos avanzado bastante con respecto a los temas de mayor importancia como la restructuración de granos Hispania, los impuestos de Galilea y las nuevas rutas de comercio que se abrirán por Egipto. — Rayleigh estaba a punto de enrollar el papiro cuando la voz de Ace se volvió a escuchar.

—Ahm… A mí me gustaría hablarles de algo. — No estaba seguro si era un buen momento para plantear su idea, pero era mejor decirla en un momento inesperado a no decirla nunca.

El cónsul le levanto una ceja a Shanks, que termino sentándose de nueva cuenta para escuchar a su emperador. — Por supuesto, Ace. Dinos, ¿De qué se trata?

El joven Emperador tomo aire suavemente. — Me gustaría hacer una fiesta de bienvenida para todo mi Senado aquí, en la Domus Augustana.

Rayleigh abrio su mirada fuertemente tan pronto como escucho las palabras de Ace, pero al instante retomo su compostura. — Ace, ¿Puedo saber de dónde sacaste esa idea?

—¿Les parece mala? Porque honestamente—

—No Ace, no es una mala idea. ¡Es una pésima idea! — Gruño el Dux Bullet ¿Acaso ese niño era idiota?

—Douglas, creo que antes de que rechaces una propuesta del Emperador, primero deberías tener la decencia de escucharlo. — Rescato Scopper. ¿Qué si creía que lo que acababa de decir Ace no eran más que puros disparates? ¡Por supuesto! Pero tampoco podían rechazar su idea solo porque sí. Tenían que explicarle la soberana estupidez que estaba a punto de cometer.

—Ace — Rápidamente Shanks trato de ser la voz de la razón — Creo que tu idea es muy interesante, pero no considero prudente que tú y el Senado se reúnan por ahora. — Y una de las principales razones recaía en que hacía solo escasos días habían amenazado a todos los padres de Roma de muerte al obligarlos a votar por la sucesión de Ace.

Invitarlos a una fiesta en la Domus Augustana solo sería poner más leña al fuego.

—Pienso igual que Shanks — De inmediato Rayleigh trato de persuadir a Ace de la estupidez que estaba pensando. No podían arriesgarse a ponerlo junto con trescientos senadores que deseaban su cabeza, en un mismo lugar. — No es prudente. En especial ahora que seguimos guardando luto por la muerte de tu padre.

—Pero, si se realizaran unos juegos en mi nombre, ¿Por qué no puedo celebrar una reunión con mi Senado?

¡Carajo! —Ace, tanto nosotros, como el Senado Romano, que son los que se encargan de promover algunas de las legislaciones más importantes de todo Roma, se encuentran saturadas de trabajo. Una celebración en estos momentos no es viable. Quizás más adelante, una vez que las cosas se hayan calmado en la capital, lo podríamos reconsiderar. — Razono con neutralidad el Cónsul.

Oh no ¡No estaba dispuesto a permitir que lo hicieran a un lado otra vez! — Entiendo que la situación es mucho más compleja de como la describen. — Anuncio poniéndose de pie — Puede que sea joven, pero no soy estúpido. Pude ver a muchos de mis senadores el día en el que mi padre ardió hasta las cenizas, y en los ojos de muchos descansaba una profunda sed de venganza.

—Ace… — Shanks lo llamo en un susurro, pero la voz del Emperador se impuso.

—¡Se muchas de las cosas que tuvieron que hacer cuando tomaron el poder en Roma! Sé que rompieron muchos juramentos durante la guerra civil. Entiendo que ni ustedes, ni mi padre tenían opción ¡Pero ese no es el mensaje que yo busco transmitir! ¡Quiero que Roma alcance su mayor resplandor bajo mi reinado! Y para eso, necesito que ustedes y el Senado trabajen juntos. 

—¿Acaso tienes la más remota idea de lo que nos estas pidiendo? — La furiosa voz de Douglas no se hizo esperar.

—¡Se que ha habido rencillas entre ambos bandos por mucho tiempo! Pero alguien tiene que detener esta guerra interna entre ustedes y el senado. Les estoy pidiendo a ustedes que sean esa clase de hombres, y no lo hagan por mí, háganlo por el pueblo de Roma, ¡Por favor! Si me dan esta oportunidad ¡Prometo que no les fallare!

Las seis cabezas de la cúpula Imperial se vieron entre ellos de manera incansable, con el pasar de los años y con una amistad tan férrea encima, eran capaces de hasta saber lo que el otro pensaba sin necesidad de decirlo en voz alta.

Lo que Ace les pedía era un disparate y la peor de las ideas concebibles. Casi tan catastrófico como meterse por cuenta propia a la cueva de los lobos, pero si por algo era reconocida la Cúpula Imperial, era por la comodidad que mostraban al momento de convivir entre depredadores.

—De acuerdo. — El cónsul aceptó la petición del Emperador, y su posición se vio respaldada por el silencio de toda la cúpula. — Haremos lo que nos pides, realizaremos la fiesta como forma de apertura para lo que serán tus juegos, espero que estes consciente del peso de tus acciones, Ace.

—Una oportunidad, es todo lo que necesito. — Acepto el Cesar con una brillante sonrisa. Confiaba ciegamente en que tanto la cúpula del Emperador como el Senado serían capaces de trabajar juntos.

El cónsul vio a Ace intensamente por varios segundos, era cierto que habían aceptado la estrafalaria petición de Ace, pero esta se realizaría única y exclusivamente a su manera.

Porque ninguno en aquel salón, y en especial él, estaba dispuesto a arriesgar la vida de Ace por nada del mundo.

.              .              .

La enternecedora cuna era mecida con extrema suavidad y devoción en medio de una ostentosa habitación. Se podían escuchar los leves gemidos de un bebe con un aspecto muy singular, ya que su piel era igual de morena que la de su padre, sin embargo su cabello era tan níveo como la luna llena. El pequeño era acunado entre los acompasados cantos de su madre, que con su melódica voz acurrucaba el sueño de su único hijo.

Aokiji escuchaba a su esposa a la distancia, igual de embelesado que su primogénito ante los bellos cantos de su madre en esa lengua tan salvaje como desconocida para él.

Él podía admirar a la belleza de Venus, el calor maternal de Juno y la sabiduría de Minerva, todas unidas en una sola mujer. Era sumamente afortunado, porque diferencia de Paris, él no tuvo que decantarse a una, porque ella lo era todo a la vez.

La mujer perfecta, cincelada únicamente para ser amada por él.  Era totalmente suyo, al igual que ella lo era de él.

Cuando Ajax cerro los ojos, cayendo en un profundo sueño del cual su madre velaría eternamente, fue que el Dux se permitió levantarse y abrazar a su esposa por detrás.

—Cantas tan hermoso que a veces pienso que no podrías ser más que una de las musas de Apolo disfrazada de mortal, que con un resoplido de tus labios logro enamorar a un simple hombre como yo con tu sola voz.

La mujer mostro una sonrisa triunfante luego de abrazar las palabras de su marido. — No te confundas, que no soy ninguna ninfa; incluso me atrevería a decir que soy todo lo contario. — Recito suavemente — Era una tradición en mi pueblo el cantarle odas a la Diosa de la luna todas las noches, para que así acceda a cuidar de nuestros niños durante su salida al firmamento, y velase su sueño cuando nosotras no los podemos observar. — Rio suavemente — Solía cantarla muy seguido en Britania.

—Vaya, entonces siento una malsana envidia de todos aquellos afortunados que pudieron escuchar tus bellos acordes mucho antes que yo. — Rio sobre su cuello.

Pero de repente, el tacto de Aurelia se pronunció sobre los brazos de su esposo. — Se la dedicaba a mis hermanitos…

Fue solo hasta entonces que la respiración de Kuzan se agudizo, y el tacto de Aurelia se volvió rígido.

—Lo lamento. Jamás debí—

—No importa Kuzan. — Pidió en silencio. A pesar de ser una herida que jamás cerraría del todo, al menos ya había sido capaz de detener la hemorragia.

El Dux suspiro con pesar. Sabía que por más que lo desease, jamás podría darle a su esposa una felicidad completa, y eso le causaba un dolor mucho más grande que cualquier herida de guerra que le hayan provocado antes. 

Su conversación se vio obligada a detenerse cuando tocaron la puerta de la habitación, y con un rápido llamado, el Dux le concedió el paso a uno de sus sirvientes que venía con un mensaje de vital importancia para él.

—Dominus, Domina, lamento la interrupción, pero acaba de llegar un mensaje de la Domus Augustana.

Aokiji y Aurelia se miraron por eternos instantes. Cada vez que el Dux recibía un llamado, así fuera el más absurdo, su corazón se paralizaba con el temor de que alguien hubiese descubierto su secreto y el de su esposa.

—¿De qué se trata? — Ordeno rotundo.

—No especifican la razón, pero es del Cónsul Rayleigh y exige la presencia de todos los Duxes mañana a primera hora en la Domus Augustana.

¡Mierda! Si algún espía de la cúpula del Emperador había filtrado la información sobre su reunión secreta con Kizaru, Fujitora y Akainu; sin duda estarían en grabes aprietos. Sobre todo porque era en extremo sospechoso que cuatro Duxes se hubieran reunido a mitad de la noche el mismo día que falleció el Emperador Roger.

Al apretar aún más sus nudillos, pudo sentir el suave tacto de su mujer sobre su hombro. Percibir ese simple gesto de apoyo para él lo significaba todo, llenándolo de una fuerza y valentía inquebrantable.

No debía olvidar que jamás estaría solo, porque su esposa siempre lucharía a su lado sin importar que tan difícil fuera el reto.

—Entiendo, muchas gracias por el mensaje. Avísale a los esclavos que tengan mi caballo listo para mañana temprano.

.              .              .

Apenas regreso a la Domus, fue recibido a las afueras de esta por un animado Niji, quien sin poder controlar más su curiosidad lo abrazo por los hombros acercándolo hacia él mientras reía aparatosamente.

—¿Y bien? ¡Cuéntame! ¿Qué tan buena esta tu prometida?

—¡Niji! — La indignada mirada de Sora mientras le daba a su hijo un caluroso abrazo de bienvenida hizo a su segundo hijo varón reír con sorna. — Esa no es la forma de expresarte sobre la futura esposa de tu hermano.

—Vamos madre, tú y yo sabemos que Ichiji prefiere otra clase de compañía, pero nunca está de más fijarnos en la belleza de la anatomía femenina. Después de todo, es tan tentadora como lo es de adictiva. — Comento el peliazul observando a la dulce Cosette pulir el piso por el rabillo del ojo.

Mas Ichiji únicamente bufo cansado, ignorando los comentarios de ambos y dejándolos atrás en busca de retirarse a sus aposentos.

Pero no conto con una presencia inesperada al ingresar a la Domus.

—¿Ichiji? ¿Eres tú? — Antes de pisar el primer escalón, una suave voz lo llamo desde uno de los salones, una voz que ciertamente estaba empezando a olvidar, pero que aun así conservaba su dulce esencia de ruiseñor en ella.

Al voltear, la pudo ver acercándose lentamente hacia él junto con Sanji. Por lo visto había ido de visita.

—Reiju. — La nombro a modo de saludo. La siempre oscura belleza de su hermana se había difuminado en el femenino manto de la maternidad. Su siempre delgado y fino torso ahora mostraba una gran curvatura, prueba de su avanzado estado de gestación. — ¿Y ese milagro de honrarnos con tu presencia? Desde que te casaste prácticamente olvidaste que tienes una familia.

—Es porque ahora Law es mi familia tambien, pero no te pongas celoso. A fin de cuentas no todos somos libres de escoger entre el amor y el deber.

Ichiji arrugo la mirada por unos instantes, posando su temple en la dura mirada de Sanji. Ese imbécil, así que le había dicho todo a Reiju.

—Supongo que tienes razón. Esperemos que aun puedas disfrutar de tu felicidad por mucho tiempo más, eso, si no mueres dando a luz.

La respiración de Reiju flaqueo por unos segundos.

—¿¡Que acabas de decir!? — La furibunda expresión de Sanji no se hizo esperar ante las palabras del pelirrojo.

—Solo digo lo obvio. Disfrútalo mientras puedas hermana. Quien sabe, a veces contar con el don de la vida se puede transformar en la maldición de dar la vida.

Reiju lo vio con una mirada seria, mas no se tomó a mal sus palabras. Por lo que había entendido de la explicación de Sanji, Ichiji había sufrido una perdida inenarrable, y con solo ver el temple marchito del pelirrojo frente a ella, que se asemejaba más a un alma errante y sin propósito, fue que lo entendió.

Ichiji había perdió hasta el deseo mismo de vivir.

—Mamá me dijo que te casaras con Rebecca. — Enuncio rápidamente. La pelirosa era su amiga de la infancia, y ciertamente la noticia la tomo por sorpresa. Jamás se esperó que su padre estuviera interesado en formar una alianza con la nieta del Cónsul Dolf, pero estaba segura de que sus intenciones no eran para nada altruistas.

Judge jamás hacia nada sin recibir algo a cambio.

Sanji despertó su curiosidad al escuchar ese nombre de los labios de Reiju — ¿Rebecca? ¿Te casaras con Rebecca? — Le cuestiono con una inesperada sorpresa. La pelirosa, al igual que Reiju, había sido su amiga desde hace mucho. La conocía muy bien. Era una persona tan dulce y jovial que siempre sacaba lo mejor de la gente, que soñó desde siempre con casarse y vivir una historia de amor pasional e incandescente. ¿¡Como era posible que su abuelo la condenara a pasar el resto de su vida con alguien tan egoísta como el pelirrojo!?

Ichiji se abstuvo de contestar y continuo su camino por las escaleras. Jamás había caído en cuenta de cuanta desidia le provocaba su propia familia. — Sanji, sé que deseas advertirme muchas cosas, pero creo que te estas equivocando de persona. Te recomiendo que le prevengas a la misma Rebecca, después de todo, no soy yo el que atenta contra la felicidad de sus amigas con sus acciones.

—Porque no tienes ninguna. — Arremetió el rubio.

—Pero si las tuviera, lo último que haría seria tratarlas de la forma en la que tú lo haces. — Contrataco mortalmente el pelirrojo.

El rubio gruño con potencia, y a pesar de que Reiju lo vio con extrañeza, deseando una explicación detrás de esos bellos ojos azules, Sanji volvió a alzar la voz en busca de tener la palabra final.

—Descansa Ichiji, que ahora es un día menos en la larga penitencia que se ha vuelto tu vida, y solo espero que esa condena sea muy larga.

Ichiji pudo haber respondido, hacerlo pedazos, pero ya ni quisiera eso le provocaba algo. Ya no había una razón detrás de sus acciones. Le habían provocado la herida mas mortal de todas, aquella que si bien no te mataba, te dejaba muerto en vida.

Un herida a su alma.

 

.              .              .

 

Tal y como pensó, la Domus de Kaido era un lugar muy ostentoso, un templo dedicado solo a él, en donde podía encontrarse con miles esculturas de distintos héroes griegos y del propio Lanista alrededor. Tambien había mosaicos y piezas de oro decorando las paredes. Se notaba que su nuevo amo era un hombre de gustos muy ostentosos. Caprichos que derivaban de una fortuna que había cosechado a través de un arte tan deplorable y encarnizado como lo eran las peleas de gladiadores.

Babanuki lo llevo hasta una estancia en específico en el segundo piso. Era un lugar que estaba repleto de costosas telas decorando las paredes, finas alfombras en los pisos, y con un gran banquete alrededor. En el centro de la alcoba, pudo ver a Kaido echado en un Triclium junto con una joven mujer, una rubia que inhalaba humo de una extraña vara delgada y alargada. Ambos bebían un poco de vino mientras eran abanicados por varias esclavas que eran cubiertas por ropas tan traslucidas que no era difícil ver lo que ocultaban sus cuerpos detrás de esas telas.

—Babanuki, lárgate. — Ordeno el Lanista viendo fijamente hacia Katakuri.

—Como ordene, Dominus.

Kaido volvió a levantar su copa para ser llenada de nueva cuenta en silencio. En ningún momento aparto su mirada de Katakuri, y a pesar de que el Iceno no tenía problemas con ello, el estado de su cuerpo no ayudaba en lo absoluto, el solo hecho de estar de pie le provocaba un inusitado dolor que se esparcía por todo el cuerpo.

—Tu pelea con mi campeón fue realmente encarnizada. Me sorprende que hayas sobrevivido aun con esas heridas previas en tu cuerpo, y lo digo porque entrene a ese estúpido personalmente y se lo letal que puede llegar a ser. — Advirtió viendo las heridas que ahora se alzaban en el cuerpo del Iceno. — Me imagino que el solo hecho de estar de pie debe significar un incalculable dolor para ti.

—El dolor es solo otro tipo de fortaleza. — Su tono fue neutro.

—Tienes una lengua muy suelta como para responderle a tu amo. — Comento para luego dar un largo sorbo a su copa de vino — A lo largo de mi vida he visto muchos hombres morir. — La voz de Kaido fue potente y orgullosa — Guerreros, esclavos, soldados, civiles; miles de ellos ejecutados bajo mi propia espada, y todos guardaban una mirada muy parecida en sus últimos momentos; miedo. Miedo de saber que una penitencia eterna aguardaba a sus almas en el inframundo. Miedo de saber que todo el dinero que habían hecho en vida no les serviría de nada en los círculos del Infierno. Miedo de ser olvidados por sus seres amados. — Resoplo con burla. — Pero tú, tú guardas una mirada completamente diferente a cualquiera que yo haya visto. — Acepto con una sonrisa orgullosa — Tú has visto el rostro de la muerte en más de una ocasión, pero en vez de rogar por tu alma, les mostraste el dedo medio en respuesta. Lo que me lleva a mi pregunta; ¿Por qué? — Cuestiono afilando la mirada — ¿Por qué sigues vivo? ¿Cuál es el propósito de tu vida, Iceno?

¿Qué cuál era el propósito de su vida?

—¿Fama? ¿Poder? ¿Riqueza? ¿…Amor? — Pregunto viéndolo sin perder detalle de las expresiones del Iceno — A todos los hombres nos guía algo. Por más estúpido o imposible que sea.

Katakuri se permitió reír ante la atenta mirada de Kaido. Si el Lanista le hubiera hecho la misma pregunta hace un tiempo, él hubiera respondido que simplemente no tenía ningún propósito para estar vivo, pero no.

Si había uno, y era el más difícil.

—Venganza. — Reconoció apretando ambas manos.

Una brillante sonrisa se formó en Kaido al oír la convicción de Katakuri. — La más peligrosa y estúpida de todas. Porque nos hace actuar con el sentimiento, dejando de lado la razón. — Se levanto en silencio para acercarse lentamente hacia el Iceno. Las alturas de ambos se desafiaban a la par, y en ambas miradas, ámbar y escarlata, se podían ver las sombras de dos pasados trágicos, pero con un final completamente diferente. — Yo conocí a tu gente… — Reconoció en una dura voz. Provocando que Katakuri abriera levemente su mirada. — Eran un pueblo realmente admirable, y no merecían el desgraciado destino del que fueron víctimas. Pero ellos ya están muertos, y nada de lo que hagas los traerá de vuelta a la vida ¡Nada! — Repaso duramente. 

—Eso lo sé perfectamente, — Acepto con frialdad— pero la venganza no busca aligerar el dolor —Eso siempre estaría presente. — Lo único busca es cobrar el peso de la sangre que se llevó consigo. — No era estúpido. Así masacrase a todos los habitantes de Roma con sus propias manos, eso no traería de vuelta a su familia, pero si bien no podía hacer nada para cambiar el pasado, si podía infligir en el futuro. — Por eso mi única meta es asesinar al hombre que ordeno la matanza de mi gente, y recuperar aquello que me fue robado.

La mirada del Lanista brillo con un singular destello. Por lo visto había algo más que guardaba la mirada del Iceno.

Y lo había encontrado.

—Conque, aquello que te fue robado... — Suspiro pensativo — Estoy seguro de que tiene una estrecha relación con el flagelo de tu espalda. Así que, estamos hablando de algo… o de alguien.

La mirada de Katakuri se arrugo con brutalidad ante el recuerdo de Ichiji. —¿Por qué te interesaría?

—Porque aunque no lo parezca, soy un hombre de gustos simples. — Se encogió de hombros con tranquilidad — Un Lanista cuya única meta es aumentar la gloria de su Ludus para así ganar grandes cantidades de dinero y aumentar mi soberana fortuna; y para eso te voy a necesitar a ti. — Acepto sin miramientos.

—Déjame ser claro, Kaido. — No tuvo miedo en llamarlo por su nombre, pero lejos de ser una actitud que el Lanista reprochara, lo hizo sonreír gratamente. ¡Ese esclavo tenía pelotas! — Yo no soy tu caballo de Troya, ¡Soy un Iceno! Y tengo honor. No estoy dispuesto a servirte en esta vida de mansedumbre por siempre.

—Entonces, Katakuri, gánate tu libertad. ¡Demuéstrame el orgullo caído de tu gente en la arena!

Se vio pensativo ante sus palabras. —Si lo hago, ¿Me darás mi libertad?

El lanista rio con fuerza. —Aunque lo dudes, soy un hombre de palabra. — Acepto dándole validez a sus designios. — Gánate el honor de estar junto a mis leyendas, y yo mismo te entregare tu libertad. Con esta podrías ser libre de rencontrarte con esa persona, y matar a todos aquellos que ordenaron la masacre de tu gente.

Por supuesto que no le creía. Jamás podría confiar en un hombre así, pero si lograba ganarse la confianza de Kaido, sería más sencillo poder escapar.

—¿Y qué es lo que quieres a cambio?

Por primera vez Kaido se mostró totalmente complacido. Los hombres no eran difíciles, todos se movían por un objetivo en específico, y Katakuri, aunque se mostrara como un espécimen muy singular, casi como un semidios imbatible, tambien tenía una debilidad.

 —Descansa esta noche. A partir de mañana empezaras tu entrenamiento, ese será tu primer paso. — Tenia muchos planes para ese maldito Iceno. Había visto su habilidad con la lanza, y habían pasado años desde que no veía a alguien dominar con tal maestría aquella arma, y por alguien, se refería a él mismo.

—Bien.

—Perfecto, ahora, largo de mi vista. — Finalizo Kaido riendo de medio lado. — ¡Llévenselo de aquí! — Ordeno de inmediato a los guardias que resguardaban la alcoba.

—Haremos una gran fortuna con el Iceno, Kaido. — Señalo María, que volvió a tomar su pipa para calar hondo has llenar sus pulmones del exquisito sabor del Opio.  

—Esa es la idea, pero aún no lo vas a utilizar María. Necesitare someterlo a un duro entrenamiento a partir de ahora si quiero que cumpla mis objetivos. — Comento por lo bajo el lanista sacando de entre sus ropajes un papiro con el sello del Águila Imperial que acababa de llegar al Ludus.

—Oh… ¿Es del Cónsul?

—Exactamente, Rayleigh nos ha pedido que presidamos los juegos en honor del nuevo Emperador que se llevaran a cabo en dos semanas. — Comento con una sonrisa victoriosa, contagiando a la rubia en el acto.

—¡Los dioses son generosos!

—Los Dioses no tienen nada que ver en esto, solo yo. Y planeo que el Iceno sea la atracción principal de la noche… — Después de todo, nada volvía más loco al pueblo Romano que ver el vestigio de un enemigo que ellos mismos orillaron a la extensión.

María parpadeo suavemente — ¿A qué te refieres? ¿No estarás pensando en desplazar a los cinco grandes, no? Toda Roma los ama.

—No, pero… Quizás pronto dejen de ser cinco.

Después de todo, con Katakuri podrían llegar a ser incluso más letales que antes. 

La rubia rio con gracia al entender las palabras de su marido. — Eres un hombre tan sabio como peligroso. — Acepto orgullosa de su marido. — Aunque… Ahora que estamos hablando del Iceno, jamás mencionaste que conocías Britania antes mi amor.

Por primera vez pudo ver como la mirada de Kaido se desviaba por unos segundos. — Fue hace mucho. No tiene importancia.

—Ya veo. — Rio tranquila la rubia — Ahora, porque no me permites ayudarte con esto. — Indico tomando la erecta hombría de su esposo por encima de la túnica. 

—¡Wororo!... Adelante, esposa mía.

Mientras que Kaido se entregaba a los placeres de carne junto a su esposa, Katakuri abandonaba en silencio la Domus. Tenía muy en claro que no podía confiar en lo absoluto en su nuevo amo, pero si hacia todo lo que le pedía, y llegaba a acercarse hacia el lanista, entonces podría planear más fácilmente su escape.

Levanto la mirada al sentir el basto brillo de la luna bañarlo, aquella misma luna que había sido testigo de la noche en la que Ichiji se entregó a él por primera vez. Y una parte de su mente, deseo que el pelirrojo estuviese viendo hacia aquel mismo astro en esos instantes, pensando en su persona, tal y como él lo hacía. 

No estaré aquí mucho tiempo Ichiji, solo espérame un poco más y juro que iré por ti.

.              .              .

Judge disfrutaba de una exquisita copa de vino mientras terminaba de ultimar los últimos detalles del gran evento de mañana en su despacho. Las invitaciones ya habían sido hechas, y al ser la boda de la nieta del cónsul, prácticamente toda la alta alcurnia de Roma había sido invitada. Aunque en un principio Dolf no estaba tan seguro de que realizasen la boda mientras aún se guardaba luto por la muerte de Roger, a él no le podría importar menos tan minúsculo detalle. Además, si quería que su plan tuviera éxito necesitaba que su alianza con los Riku se hiciese oficial lo más pronto posible. Ese niño emperador no debía reinar por más tiempo. Estaba decidido a que su mandato fuera tan corta como su juventud.

El patricio rio mientras terminaba el ultimo sorbo de su copa, y en una rápida orden, le exigía a uno de sus esclavos que le sirviese más vino, pero el tembloroso silencio en la joven rubia que sostenía una vasija de plata vacía lo exaspero.

—¿Acaso no escuchaste mi orden? — La oscura voz de Judge hizo que Conis sostuviese con aun mayor potencia la pieza de plata, pero no porque le tuviese miedo.

Si algo había aprendido gracias a Katakuri, era que ese hombre no merecía ni siquiera su temor. Judge no era más que un vil cobarde, y de no haber sido por las cadenas que aprisionaban a Katakuri, estaba segura que el granate le hubiera dado una muerte espantosa a ese maldito patricio.

Pero no solo Conis, todos los esclavos que estaban en esa habitación decorando el lugar como meras estatuas de piedra, miraban a Judge de la misma forma; con odio, ya no más con miedo. Sabían lo que había pasado con Katakuri, Conis se encargó de repetirlo hasta el cansancio en cada celda, porque quería que todos allí supieran la verdad, la horrible verdad por la que paso su amigo, y el inenarrable dolor que Judge lo hizo experimentar.

Katakuri era uno de ellos, y no olvidarían nunca tal ofensa.

—¡Quieres que te mande a azotar! ¡Haz lo que te ordeno! — La voz de Judge se asemejaba a la de una bestia enjaulada, pero Conis no mostro expresión alguna más que rabia en su mirada.

—Disculpe Dominus, pero ya no hay más vino. — Contesto con rudeza la rubia. Y no estaba mintiendo, ya se había acabado su última ración.

—¿Qué cosa?

—Que la última ración se terminó esta noche, Dominus. 

—¿¡Y porque demonios no han comprado más!? ¡Si hay algo que nunca debe faltar en esta Domus, y especial en estos momentos, es vino! — ¡Su hijo se casaba mañana! Y si había algo que no podía faltar en cualquier boda romana, por más pequeña que fuera, ¡Era alcohol!

—Dominus— Inmediatamente la voz de Gin, quien estaba montando guardia a las puertas del salón de su señor, se alzó en la habitación. — Naguri es el encargado de ir a comprar vino. — Al instante que menciono ese nombre, tanto Conis, como todos los esclavos presentes se tensaron — Iré a buscarlo, y le daré un escarmiento apropiado por su falta.

—¡De eso nada! ¡Antes de que lo azotes hasta la muerte quiero que traigas a ese maldito anciano ante mí! ¡Y que me expliqué personalmente porque no repuso el vino antes!

El pulso de Conis se aceleró de manera incontrolable. Naguri aun no regresaba de dejar a Katakuri en Ostia Antica, si Gin no lo encontraba, Judge iba a sospechar.

—D-Dominus — Muy probablemente se ganaría un par de azotes por hablar sin permiso, pero gustosamente los recibiría si con eso lograba hacer que Katakuri llegara sano y salvo al que fue su hogar. — Me temo que eso no será posible, Naguri salió esta mañana rumbo a Capua a traer más vino.

Tanto Gin como Judge la vieron con extrañeza, y a pesar de que su explicación pareció bastar para el soldado, la mirada del patricio no hizo más que afilarse con rudeza.

—¿Capua? Pero si yo solo ordeno que compren vino en Venosa. — Inquirió cada vez más molesto — ¿Por qué demonios fue a Capua?

La pregunta de Judge la desarmo por completo, abriendo su mirada con pánico cuando en cuestión de instantes la sombra del rubio la cubrió en su totalidad.

—Gin, trae a Krieg, ahora. — Ordeno viendo a Conis sin una pisca de empatía. Algo estaba pasando que él desconocía, y obligaría a esa esclava a hablar, o mejor dicho, la haría soltar la verdad al clamor de alaridos de dolor.

Y fue solo hasta allí que Conis empezo a temblar del pavor.

.              .              .

Katakuri fue llevado hasta el sótano más profundo de las barracas del Ludus, cuando llegaron frente a una desgastada entrada de madera los soldados no tuvieron ningún tipo de contemplación con él cuando le arrebataron a la fuerza el taparrabos y lo lanzaron a la fuerza adentro, cerrando la puerta tras de sí.

Soltó una maldición hacia esos hijos de perra, pero antes de poder levantarse noto que no era el único en ese desprolijo lugar.

Porque las risas de todos los Gladiadores del Ludus lo recibieron con burla.

—Finalmente el Iceno volvió. — Expreso con notoria burla Hatcha.

—¿Acaso Kaido lo habrá obligado a chupársela a cambio de perdonarte la vida? — Comento con sorna Hamlet.

—Lo más probable haya sido que le arrancara la lengua por atreverse a faltarle el respeto en la arena al no arrodillarse ante él. — Expreso divertido Poker riendo junto con otra fracción de hombres que lo veían como la nueva puta del Ludus.

Al igual que él, todos se hallaban desnudos y estaban aseando sus cuerpos con lo que parecía ser aceite.

A pesar de las condiciones tan descuidadas, las paredes sucias y la tierra mojada recorriendo el piso, pudo intuir que ese lugar no era otro que las termas de los Gladiadores.

Ya había tenido suficiente por ese día, por lo que ignorando todos los comentarios de los demás, avanzo en silencio en busca de un lugar en que pudiera estar tranquilo y descansar sus heridas.

—¡Oye idiota! Te estamos hablando. — Rebatió furioso Hatcha, formando un puño con su brazo y dirigiéndolo al Iceno por la espalda.

Katakuri no necesito verlo para divisar el error que ese idiota estaba a punto de cometer, y afilando su mirada se preparó para romperle la quijada de una patada, pero antes de poder atacar, Hatcha termino en el piso brutalmente apaleado por un rodillazo que fue directamente a su nariz.  

—¡Idiotas! ¡No lo molesten! ¡Él es mi amigo! — El grito rabioso de Luffy en paños menores dejo sorprendido a Katakuri, e hizo al resto de Gladiadores retroceder de inmediato.

—Ahg… ¡Maestro Luffy! Nosotros no—

—¡Ya cállense tontos!

A la distancia, el pequeño Page terminaba de lavarse el cabello mientras veía como la nariz de Hatcha había terminado hecha pedazos por el violento ataque de uno de los cinco grandes. — ¡Hmp! Pero que imbécil… Tiene suerte de que haya sido Luffy y no el Iceno, o Hatcha estaría muerto.

—¡Hahaha! — El joven gladiador giro su vista cuando escucho la sobria risa de Whoswho a un lado suyo. El experimentado gladiador vio la escena con singular diversión. — Se ve que ese Iceno es alguien muy interesante. Si le dio pelea al propio Kid, entonces merece la pena darle una oportunidad.

—¡Tonterías! — Regaño Daz Bones pasando una porción de aceite por su rostro. — Ese Iceno representa todo lo contrario a lo que nosotros somos. No solo no respeta nuestro arte, no muestra el más mínimo intereses en pertenecer a nuestra hermandad ¡Jamás será un Gladiador!

—Pues a Luffy parece agradarle. — Comento pensativo Page.

—¡A ese retrasado le agrada todo el mundo! — Regurgito Daz Bones.

La inesperada llegada de Luffy hizo a Katakuri ver con singular extrañeza al joven pelinegro. A pesar de verse inofensivo, solo necesito de una mirada para que los otros dos imbéciles retrocedieran en el acto.

Ipsofacticamente el pelinegro le devolvió una enorme sonrisa a Katakuri que lo descoloco brevemente. — ¡Oye, Karakuri! ¿Ya te sientes mejor? — Le pregunto con una suave risa.

—Es Katakuri. — Lo corrigió con una irritada mirada, pero no tuvo efecto alguno en Luffy que solo atino a reírse.

—¡Karakuri suena más genial!

¿Qué diablos le pasaba a este chico?

—Llámame así de nuevo y te presentare personalmente con el suelo. — Respondió seco.

—¡Shishishi! ¡Para ser tan serio eres bastante gracioso! — Rio con fuerza.

—Y tu muy extraño. — Expreso con frialdad el Iceno, generando que la risa de Luffy mutara a una expresión que más allá de expresar sorpresa, era contagiosamente alegre.

—No eres el primero en decírselo. — La inesperada llegada de un desnudo Sabo con la piel brillante a causa de su baño de aceite hizo a Katakuri verse intrigado por la llegada de ambos chicos. —¡Bienvenido a nuestros Campos Elíseos! — Expreso el rubio con una media sonrisa — O al menos como lo solemos llamar para tratar de obviar el hecho de que no somos más que almas en pena esperando por su condena. — Expreso ante Katakuri alzando ambas manos de manera dramática.

A pesar de la crudeza de su comentario logro provocarle una leve sonrisa, pero antes de que fuera a responder, pudo volver a escuchar un molesto tono de voz que lo hizo fruncir la mirada con solo reconocerlo.

—No, yo creo que te confundiste de estancia Iceno. — La singular expresión de Kid, que le sonreía a la distancia mientras que un par de esclavas untaban con extremo cuidado una porción de aceite sobre su magullado cuerpo, hicieron a Katakuri afilar la mirada. — ¡Esta no es la terma de las mujeres!

Las palabras de Kid desataron las burlas de todos los Gladiadores presentes en los baños, y la sonrisa de autosuficiencia del pelirrojo se reflejó perfectamente en la brillante mirada de sangre del Britano, pero no fue necesario que Katakuri le respondiera cuando una de las personas que estaba a un extremo del salón tuvo que interrumpir su preciado baño para levantarse de su lugar y dirigirse en un mortal silencio hasta el pelirrojo.

—¿Te importaría repetir eso último Kid? — Su calmada pero peligrosa voz hizo a Katakuri verla con sorpresa. Solo con su mera pregunta había logrado que todas las risas de los Gladiadores cesaran, y a pesar de mostrar sus frondosos senos libremente y el esplendor de su desnudez frente a todos esos hombres, ninguno se atrevió a verla con dobles intenciones, agachando la mirada a cada paso que ella daba. — Porque si escuche lo que realmente creo, tú y yo tendremos un claro problema.  

Mas Kid fue el único, que junto con el resto de los cinco grandes, no se vio amilanado por la presencia de la muerte roja. — ¡Vamos Scarlett! Sabes que no hablo de ti ¡Tú tienes más bolas que todos nosotros juntos! En especial si obviamos el hecho de que eres la única aquí sin bolas.

A pesar de su comentario, el temple de Scarlett no cambio en lo absoluto, pero fue entonces que su mirada y la de Katakuri chocaron por primera vez.

—Así que tú eres el Iceno. — Comento viéndolo fijamente. Tomándose su tiempo para acercarse poco a poco hacia él.

Karakuri, ella es Scarlett, ¡Tambien conocida como “La muerte roja”! — Indico Luffy señalando a su amiga. — Es la capitana de los cinco grandes ¡Y la mejor espadachín de todo el ludus!

Katakuri observo más detenidamente a la llamada “Muerte roja”. Era muy joven, su largo cabello escarlata se hallaba mojado y cayendo grácilmente por su delgada espalda. Su rostro era muy hermoso y su perfectamente esculpido. Cualquiera que la viese jamás pensaría que una mujer así realmente fuera una Gladiatrix.

—Entiendo que debe haber pasado bastante tiempo desde que no duermes con una mujer, pero si sigues viendo mis senos voy a arrancarte los ojos, Iceno. — Rebatió furiosa Scarlett.

—No estoy viendo tus pechos, sino la cicatriz que tienes debajo de estos. — Aclaro Katakuri. Notando la grotesca herida que Scarlett guardaba a la altura de sus costillas. Se veía muy profundaba, incluso parecía una herida mortal ¿Cómo había sobrevivido a ella?

La inesperada respuesta de Katakuri hizo a la respiración de la mujer trastabillara, y que todos en el Ludus contuvieran la respiración. Nadie hablaba de esa herida. Estaba prohibido hacerlo o de lo contrario Scarlett no tendría ningún miramiento en matarlo.

—Debió haber sido muy dolorosa. — Expreso el Iceno viendo a Scarlett con cierta empatía. Provocando que la pelirroja notara que no era la única con el recuerdo perpetuo de una herida mortal al ver el rostro desfigurado del Iceno tras esa horrible herida que decoraba en su totalidad sus mejillas.

—Hasta ahora lo es... — Respondió en un susurro. — ¿Cuál es tu nombre Iceno? — Pregunto con interés.

—¡Scarlett, deja de perder tu tiempo con ese imbécil! — Bruscamente la calmada conversación que Katakuri y la pelirroja estaban compartiendo se vio interrumpida por el altanero grito de Kid — No tiene sentido que memorices el nombre de alguien que pronto va a morir.

—¿Así? Por lo que pude ver hoy, el que casi termina a las puertas del Hades fuiste tu Kid. — Reprendió con dureza la pelirroja.

Su comentario logro avergonzar al pelirrojo, quien gruño furioso al ver la dura mirada de Scarlett.

—¡Bien! ¡Bien! ¡Los dos ya se insultaron! ¿Porque no nos calmamos un poco? — Pidió Sabo con su siempre calmada voz y nerviosa risa.  

Pero Kid le restregó una risa burlona, no iba a permitir que las cosas quedasen así. — Tienes razón Sabo, de seguro Scarlett está en esos días sensibles en donde no deja de chorrearle sangre por la—

No fue capaz de terminar cuando un cuchillo paso a solo centímetros de su rostro. Si bien no fue lo suficiente certero como para enterrarse en su mirada, si logro provocarle un corte en la mejilla.

—Oh, fallaste preciosa. — Soltó Kid de manera sarcástica. Limpiando el hilo de sangre que se había formado en su piel con brusquedad.

—Cuidado Kid, que podría terminar muy fácilmente el trabajo que inicio hoy el Iceno. — Advirtió sin un rasgo de duda — Nunca olvides que la única razón por la que eres el campeón de Roma es porque jamás permitirán que una mujer ocupe tal puesto. De lo contrario, no dudes que me desharía de ti de una sola estocada. — Amenazo con frialdad la pelirroja.

—Realmente lo dudo, aunque sería una pelea digna de ver. La “Muerte roja” conta el “Ragnarök”, una batalla en donde ni los filósofos serían capaces de encontrar a un claro vencedor. — Acepto el pelirrojo poniéndose de pie hasta llegar a donde Katakuri y Scarlett. — Pero es una pena que al igual que ellos, jamás descubriremos su resultado.  

—¿Acaso tienes miedo de que una mujer te derrote? — La voz de Katakuri se hizo escuchar, mas Kid solo rio en represalia.

—Para nada, Iceno, es solo que un recién llegado como tu jamás entendería nuestro código de honor. — Aseguro el Campeón de Roma pasando de Katakuri. — Simplemente… No estoy dispuesto a levantar una mano en contra de la mujer de Kyros.  — Explico para sí.

¿Kyros?

Katakuri noto que con solo mencionar el nombre de aquella persona, la imbatible mirada de Scarlett decayó por unos segundos. La muerte roja, siempre mortífera, oculto su ferocidad ante su afligido manto de mujer, acariciando su vacío vientre con dolor. En un luto por una ausencia eterna, e inesperadamente empezaron a escucharse unos sonoros canticos dentro de las termas.

Canticos en honor al guerrero más grande que alguna vez vivió en ese ludus

—¡Salve Kyros! — Enuncio con orgullo Bones — ¡Que los Dioses lo tengan en su gloria! — Su grito fue repetido con el mismo vigor por todos los presentes, todos a excepción de Scarlett y Katakuri.

Nadie olvidaría jamás el sacrificio que hizo ese hombre por todos ellos.

—Iceno. — Exclamo la muerte roja viendolo con la frente en alto. — Muchos aquí no serán más que meros asesinos sin remordimientos por sus actos cuyo destino final es pagar las penitencias de sus pecados o simplemente; las consecuencias de un mal destino. Pero, aquel que entra a este Ludus automáticamente se vuelve uno de nosotros. Tú puedes escoger unírtenos, hacer los votos de sangre y ser parte de nuestra hermandad, o estar en contra de ella. Si decides lo segundo, ten por seguro que no vivirás más allá de esta noche, porque te cortaremos el cuello mientras duermes. Pero… Si aceptas abrazar nuestra cofradía, no dudes que estaremos de tu lado, y no solo en la arena para evitar que mueras asesinado por la mordida de un león, sino cuando estes dispuesto a llevar a cabo tu venganza contra aquellos que masacraron a tu familia. — Acepto viendo fijamente. — Puedes pensarlo, pero te recomiendo no hacerlo mucho o dejaras de respirar cuando menos te lo esperes.

Esa mujer, no era una chica normal. —¿Cómo te enteraste que—

—No eres el único con sed de venganza en contra de Roma. Eso tenlo por seguro.

Al pronunciar esas palabras las miradas de todos los gladiadores; y en especial la de los cinco grandes se acentuaron con ferocidad. Muchos tenían razones de sobra para incinerar Roma hasta las cenizas, y sobre todo ellos.

El imbatible silencio cargado de vigor fue interrumpido cuando la puerta de la terma se abrio con brusquedad. Babanuki y otro soldado lanzaron al suelo varias telas para que todos se cubrieran, ordenándoles salir; su hora de aseo ya había terminado.

Todos, a excepción de los cinco grandes, fueron arrastrados hasta sus respectivas celdas, y cuando él fue llevado a lo que sería su nueva morada, una mueca de hastío se formó en su rostro al conocer quién sería su compañero en esa maldita prisión.

—¡Iceno, estas vivo! — La exagerada expresión de alegría en un muy mal herido Bartolomeo hizo a Katakuri resoplar con cansancio.

—¿Puedo dormir en las termas? No me importa que apeste.  — Interrogo a uno de los guardias, mas este solo se rio en su cara, y con un garrote lo empujo hasta adentro, encerrándolo dentro junto con el peliverde.

Se hecho resignado sobre la paja, y a pesar de que la ruidosa voz de Bartolomeo no paro de hablar; preguntándole una y otra vez lo que había pasado luego de su derrota, él se mantuvo en silencio. Aunque no lo denotara, se hallaba en extremo cansado, y a pesar de que su lecho no fuera más que un simple montón de paja colocada sobre la dura tierra, él lo sentía como la más cómoda de las moradas.

Cayo dormido con una facilidad absoluta debido al desgaste extremo de su cuerpo, y estuvo así hasta que unos inquietantes ruidos irrumpieron su ansiado sueño, obligándolo a abrir su escarlata mirada a mitad de la noche para escuchar como unas pisadas resonaban a lo lejos.

—¿Pero qué?

Noto que Bartolomeo se hallaba roncando profundamente, y al tratar de acercarse hasta los barrotes, una inesperada voz lo llamo desde la carceleta del frente.

—Lamento arruinar tus ilusiones, pero no se trata de ningún motín, Iceno. — Comento la voz de un joven que no parecía tener más de quince años. Su largo cabello era de color violeta oscuro, y su boca estaba muy bien cubierta por una pañoleta. — Por cierto, mi nombre es Page.

—¿Entonces de que se trata? — Indago ignorando el nombre del niño.

El joven pelilila solo rio de medio lado a pesar de haber sido dejado de lado por el granate. — Pues veras Iceno, en este Ludus puede haber cosas incluso peores que enfrentar a la misma muerte en la arena. — Comento con misterio. — Lo más probable es que alguno de los cinco grandes haya sido llamado por la araña. Por el sonido de las pisadas asumo que se tratan de Luffy y Kid.

¿La araña?

—Descuida, pronto lo descubrirás. Alguien como tú no pasa desapercibido con facilidad. Dentro de poco muchas, y muchos, van a pedir tus servicios tambien.

—¿De qué demonios estás hablando?

Page suspiro largamente, acomodándose sobre su improvisada cama. — Me refiero a que Kaido es un maldito descarriado que hará lo que tenga que hacer con nosotros con tal de llenarse los bolsillos de dinero. No confíes en él. Lo que sea que te haya prometido, ten por seguro que no lo cumplirá. Ese hombre desconoce el significado de la palabra honor. Él muy bastardo sería capaz de hasta vender a su propia sangre con tal de…—

—¡Page, cierra la jodida boca! — Exigió en un furioso rugido Bones, su compañero de celda —¡Quiero dormir mocoso de mierda! ¡Vuelve a hablar y te destrozo la garganta con mi verga!

—Bueno, como no deseo que el miembro de Daz Bones arrase mis cuerdas bocales, supongo que eso es todo. Disfruta tu primera noche en el infierno, Iceno. — Se despidió Page para después acomodarse sobre la paja, quedando listo para dormir.

—Espera — Katakuri lo llamo antes de que el mocoso cayera en brazos de Morfeo. Si lo que Page decía era cierto, entonces tenía que encontrar la forma de salir de allí lo más pronto posible. — ¿Hay alguna forma de salir de aquí?

Page resoplo con cansancio, y antes de irse a dormir, pronuncio unas rápidas palabras — ¡Puerta!

Y como si de alguna invocación se tratase, alguien de las celdas colindantes lanzo una llave frente a la celda de Katakuri.

—Esa es la llave que usamos cuando queremos salir por las noches a alguna cantina o burdel. Abren todas las celdas. Scarlett se la robo a uno de los guardias hace un tiempo. — Explico detenidamente al patear la pieza de metal con su pies hasta dejarla frente a las narices de Katakuri. — Úsala si quieres, es mi regalo de bienvenida, pero eso sí, no te atrevas a pensar en huir del Ludus, o de lo contrario Kaido se enterará, nos crucificará a todos y luego te buscará para que nos hagas compañía.

—¿Por qué confiarías en mí? Ustedes no me importan. Podría irme y nunca más volver. — Detallo viéndolo fijamente.

La respuesta de Page salió en un susurro, pero que fue suficiente como para dejar callado a Katakuri. — Porque eres un Iceno, y para ustedes, no hay nada más importante que defender su honor. De lo contrario, jamás hubieran iniciado una guerra contra Roma solo por dos niñas ultrajadas. — Finiquito el pelilila cerrando los ojos. — Defender al más débil… Para mí eso justifica totalmente el tener que empuñar un arma y alzarse en contra de la tiranía. Y en especial contra la tiranía de Roma.

Ese niño, a pesar de su juventud, estaba seguro de que la vida ya le había impartido muchas lecciones a la fuerza.

—…Page. — Fue la primera vez que lo llamo por su nombre. — Gracias.

El joven bufo con una media sonrisa en su rostro. — De nada, Katakuri. A fin de cuentas, vas a ser uno de nosotros, y entre hermanos nos apoyamos. — Sabia que el iceno aun no reafirmaba sus votos con la muerte roja, pero estaba seguro que de igual manera lo iba a hacer.

.              .              .

Un pequeño destacamento de caballos se alzaron frente a una imponente ciudad de siete colinas, y de pronto todos los presentes se retiraron las capuchas para ver de primera mano a la gloriosa capital del Imperio más grande que occidente haya visto.

—Princesa mía, el viaje ha sido largo, pero finalmente henos aquí. — Comunico Pell a su señora.

Fue solo hasta entonces que la peliceleste se retiró la capucha, viendo con sus propios ojos a Roma por primera vez. —Finalmente hemos llegado. Que nuestra madre Isis nos acompañe en esta cruzada, que no duden, será la más dura que hayamos enfrentado.

—Princesa, nuestros anfitriones deben estar esperándonos. No dudo que debe estar cansada luego del largo viaje, y ellos estarán ansiosos por recibirla.

—Eso puedo esperar Igaram. — Ordeno Vivi — Tengo que visitar alguien antes.

Y ese alguien no era otro que el nuevo Emperador de Roma…

 

.              .              .

El Peristilo de la Familia Vinsmoke era un lugar muy atípico dentro de la Domus, con flores por doquier decorando los jardines en perfecta simetría, y tambien, fuentes hechas de mármol dedicadas a Vesta, la diosa del hogar.

Era el único lugar de todo aquel palacio en el que Sora se sentía la verdadera dueña y señora.

—No puede ser ¡Rei, pude sentir una patada! — Anuncio emocionada cuando el abultado vientre de su hija empezo a moverse.

La joven patricia sonrió ampliamente al ver la ilusión reflejada en la mirada de su madre. — Lleva haciéndolo desde hace algunas semanas.

—¡Es magnifico! ¡Realmente magnifico!

Ahora que era esposa, no siempre podia hacer tiempo para visitar a su familia, pero siempre se daba un tiempo para merendar con su madre y degustar juntas de un exquisito Libum.

—Y cuéntame ¿Te sientes lista? — Pregunto su madre.

Reiju tenso sus hombros ante la pregunta — Se que es algo inevitable. En algún momento tendrá que salir. Aunque si fuera por mi lo tendría adentro siempre, allí está seguro madre.

Sora le dio una mirada comprensiva a su hija. Entendía su miedo, era muy común que las mujeres romanas fallecieran durante el parto. Ni ella misma supo cómo sobrevivió luego de dar a luz a sus cuatrillizos. El dolor era inenarrable, pero estaría al lado de Reiju a cada paso.

—Lo harás muy bien Reiju. Tienes la bendición de Ilitia y Ope.

Reiju le regalo una cálida sonrisa a su madre, aunque no lo admitiese, las palabras de Ichiji la habían dejado pensando. — Madre, sino lo consigo—

—Ni una palabra sobre eso. — La facie de Sora se puso tensa. Solo pensar que algo le ocurriría a su hija le desgarraba el alma.

—Solo escúchame por favor. — Pidió suplicante al tomar su mano con fuerza. — Sino lo consigo, quiero que tú te hagas cargo. Ya hablé de esto con Law, él tambien está de acuerdo. No quiero que mi hijo crezca bajo la protección de la familia de mi esposo, y eres la única persona en la que confió para esa tarea.

—R-Reiju…

—Por favor madre, promételo. No podre hacerlo sino tengo la certeza de que te harás cargo de mi bebe si algo llega a pasarme durante el parto.

—Hija, si eso es lo que deseas, lo hare. Pero no será necesario prometerte tal cosa, porque sé que lo conseguirás, y de eso no tengo dudas. Siempre has sido mucho más fuerte de lo que yo jamás fui. — Y en muchas ocasiones, fue su hija la que le dio el valor que ella no tenía.

Reiju estaba a punto de agradecerle cuando los sonoros alaridos de su padre irrumpieron en el recinto de Sora, alejando a las avecillas con sus brutales pisadas y oscureciendo el cielo con la tempestad de su furia.

—¡Sora! ¿¡Donde mierda te metiste!? — Su iracundo grito logro ensordecerlas a ambas, y cuando Judge apareció hecho una furia, su sola mirada logro paralizar a su madre.

—J-Judge, ¿Qué es lo que te pasa?

—Sabes muy bien lo que me pasa. — Los grandes ojos azules de la rubia se desencajaron cuando Krieg lanzo el desnudo y ensangrentado cuerpo de Conis a sus pies.

—D-Domina…— Conis apenas y podía hablar. Tenía la garganta roja de todas las veces que Krieg la estrangulo mientras la tomaba sin piedad. El dolor en su entrepierna era insoportable y no dejaba de sangrar, sentía que en cualquier momento iba a desmayarse. — L-Lo siento. Lo siento tanto.

Reiju sintió un nudo en la garganta al ver el cuerpo de la pobre esclava. Estaba repleto de cortes, cortes ocasionados por una cuchilla, como si una por una hubieran dibujado cada marca en su cuerpo, y no contentos con eso, los soldados de la guardia de su padre la habían desnudado y ultrajado hasta provocarle una seria hemorragia.

—¡Por todos los Dioses! — Sora se llevó ambas manos a la boca, horrorizada de ver el estado de Conis — ¡Judge, que has hecho!

—¡Eso debería preguntarlo yo, maldita mujer! — El Patricio no mostro piedad alguna al atrapar el delicado cuello de su esposa con una sola mano — ¿¡Como te atreviste a contradecir mi orden!? ¡¡Ese maldito Iceno aún vive y todo es por causa tuya!! — Siseo sin decoro sobre sus labios.

—¡Padre no! — Apenas vio esa acción, Reiju fue corriendo a auxiliar a su madre, pero la implacable bófeta de Judge fue suficiente para detenerla.

—No te metas en esto Reiju. — Gruño ya fuera de si — Esta ya no es más tu casa ¡Fuera de aquí!

De no ser por Gin, que tomo a la joven patricia antes de que su cuerpo cayera abruptamente al piso, Judge muy probablemente hubiera matado a su nieto no nato con la aparatosa caída que casi sufre su madre.

—J-Judge… B-Basta… — Trato de hacer entrar en razón a su esposo, pero era inútil, lentamente estaba perdió sus fuerzas.

Iba a matarla. Judge iba a matarla.

—¡Padre detente, te lo suplico! — Rogo la pelirrosa con un hilo de sangre corriendo por sus hinchados labios y con los ojos llorosos.

La jovial mirada de Sora desaparecía cada vez más ante el terror, con su cara poniéndose cada vez más y más roja. Le costaba mantener la conciencia. Dentro de poco se desmayaría. No, no podía morir. No podía dejar a sus hijos solos con esa bestia.

Fue entonces que una gruesa tomo el potente brazo de Judge, sorprendiendo al patricio en el acto y alejando su mortal ataque con una fuerza sobrehumana.

Se trataba de un joven de cortos cabellos verdes y gran musculatura envuelto en una envidiable armadura y con una larga capa roja cubriendo su espalda.

—¿¡T-Tu? P-Pero… ¿Qué haces aquí? — Exclamo vehemente al ver de quien se trataba.

Pero el más joven lo ignoro completamente, recogiendo el cuerpo de Sora del piso, quien había empezado a escupir sangre y recuperar todo el aire que le habían arrebatado a sus pulmones.

Y cuando se encontró cara a cara con su salvador, los ojos de la mujer brillaron con potencia.

—Madre, ¿Te encuentras bien? — Susurro preocupado.

—Y-Yonji… — Relato cegada por las lágrimas. Su hijo, su amado hijo menor. El mismo al que Judge obligo a unirse a las legiones siendo apenas un infante, él mismo niño al que arrebataron de sus brazos, había vuelto a su lado. — Has vuelto.

El peliverde asintió en silencio, dándole una confortante sonrisa a su amada progenitora antes de cargarla entre sus brazos como la fina escultura que era, para que de inmediato su mirada cambiase radicalmente a una de rabia nunca antes vista al tener frente a si a su padre.

—¿Qué es esto? No has venido en años y lo primero que haces es verme así ¡Acaso no sabes saludar a tu padre! — Inquirió furioso el mayor.

Mas Yonji solo lo ignoro y centro su atención en su hermana — Reiju, ¿Puedes caminar?

—S-Si. — Exclamo aun sin creer que Yonji estaba en casa. Creía que seguía en Hispania.

—Entonces ven. — Reiju hizo lo que su hermano le pidió, y rechazando el tacto de Gin, se protegió detrás de la fuerte espalda de su hermano.

—¿Qué demonios es lo que te pasa Judge? ¿Acaso la colera de Heracles te ha segado ya? ¡Casi asesinas a mi madre y por poco atientas contra Reiju estando embarazada!

—Ten mucho cuidado de cómo me hablas Yonji, que fuera de estos muros podrás ser un Centurión, pero dentro de los muros de esta casa no eres nadie.

—Te equivocas Judge. Ante ti está el nuevo Tribuno de Hispania, y te recomendaría tener mucho cuidado. Si osas tocarle un solo cabello a mi madre o a Reiju otra vez, ten por seguro que te hare algo mucho peor de lo que tú le hiciste hoy a mi madre. — Amenazo carente de toda duda.

Finalmente había vuelto a casa, y si ni su padre o hermanos eran capaces de proteger a su madre, lo haría él mismo.

.              .              .

Katakuri se movió con absoluto sigilo entre las sombras de la Domus, usando a su favor la oscuridad que le brindaba la noche para recorrer el Ludus sin ser visto, en busca de alguna salida vulnerable.

Las palabras de Page lo habían dejado pensando, quizás no a todos esos gladiadores los movía la sed de sangre. Habían algunos como ese niño, Luffy, Sabo y la propia Scarlett que parecían ser mucho más racionales que el resto, pero… ¿Unirse a ellos?

Prefería pasar de ello.

Él no estaba en busca de una nueva familia. La única familia que el conocía fue asesinada a sangre fría por los Romanos, y jamás buscaría remplazarla con otra, ni muchos menos con un grupo de condenados u asesinos como ellos.

—No dudes que estaremos de tu lado, y no solo en la arena para evitar que mueras asesinado por la mordida de un león, sino cuando estes dispuesto a llevar a cabo tu venganza contra aquellos que masacraron a tu familia.

Pero si era así, ¿Porque las palabras de Scarlett no paraban de replicarse en su cabeza?

Sus pensamientos quedaron varados en una densa confusión cuando un inquietante ruido lo llamo. Parecían alguna especie de golpes, y lo más inquietante de estos, era que venían desde la propia arena.

¿Qué persona en su sano juicio se pondría a entrenar a esa hora de la noche?

Pudo haber ignorado los molestos azotes y continuar su camino, pero de repente se vio a si mismo siguiendo esos sonoros ataques, y cuando finalmente encontró su raíz, sintió un peso muy grande sobre su pecho haciendo eco en todo su cuerpo.

Porque aquella persona no se trataba de un gladiador, ni muchos menos.

Frente a Katakuri, se encontraba la figura de una mujer empuñando su espada con vigor. 

Pero no era cualquier mujer.

Ya que sus hondeados y largos cabellos eran tan albinos como la luna misma bailando en la oscuridad de la noche, cortado el espacio con sus mortales estocadas, moviéndose en una danza de espadas sin igual.

Tal dominio de la espada solo lo había visto en una sola persona… pero… ¿Podría ser posible?

Sus pies se movieron sin pensar.

Tenía que averiguarlo… Quizás… ¡Quizás podría ser ella!

Pero la albina solo tuvo que sentir un ligero cambio en las ráfagas de aire para empuñar su espada con rapidez, había un intruso dentro de su círculo de entrenamiento, y ágil como una serpiente cascabel a punto de atacar, corto el viento con su sable hasta amenazar con la punta de su arma el cuello de su invitado inesperado.

—¿¡Quién diablos eres tú!? 

Al verla, las pocas esperanzas que albergaba su mente se escabulleron como agua entre sus dedos. Porque la mujer que se hallaba frente a él, a pesar de tener unos largos y brillantes cabellos albinos tan bellos como los de su hermana, era dueña de unos furiosos ojos ámbar que lo miraban sin contemplación, totalmente opuestos a los brillosos diamantes azules de Smoothie.

—¿¡Que no me escuchaste!? — Replico la mujer. — ¡Te hice una pregunta! — Amenazo ejerciendo más presión sobre el cuello de Katakuri hasta que la punta empezase a enterrarse poco a poco en su piel. — ¿O es que acaso te cortaron la lengua?

Tenía una altura muy parecida a la suya, de intempestivo carácter y con una figura femenina muy marcada debajo de esa extraña túnica blanca que llevaba.

Creía que la única Gladiatrix del Ludus era Scarlett.

Entonces, ¿Quién era esa chica? ¿Y porque entrenaba sola a esas horas de la noche?

Mas la mujer renegó furiosa al no obtener respuesta. — Entiendo… No le dirigirás la palabra a una mujer. — Acepto furiosa. Aunque tampoco le sorprendía, no era la primera vez que la degradaban por encontrarla entrenando con una espada. — Perfecto, sino me quieres dar explicaciones a mí, entonces se las darás a los guar—

Su amenaza se vio interrumpida cuando Katakuri golpeo su brazo con el codo, obligándola a soltar su arma.

No podía permitirse ser descubierto o pondría en un gran riesgo a todos.

Pero a pesar del atronador golpe, la albina fue lo suficientemente capaz de mantener el control de su espada y empuñarla, quedando lista para atacar. Katakuri se sorprendió por su resistencia, pero no podía permitir que esa mujer le causara alguna herida, por lo que rápidamente uso su cuerpo para tirarla al piso sin dificultad, obligándola a soltar su espada al tener toda su humanidad contra ella.

—Aquí la pregunta no es quien soy yo, sino quién eres tú. — Replico el granate susurrando esas palabras a solo centímetros del rostro de la albina.

—¡Ahg! ¡Quítate de encima hijo de puta! — Amenazo a viva voz — ¡De lo contrario juro que cuando recupere mi espada te cortare en las bolas y te obligare a comértelas!

—Solo contesta mi pregunta. — Amenazo ejerciendo aún más presión sobre sus brazos, provocando que la mujer aguantara un fuerte gemido de dolor.

—¡C-Claro! Ahora que me tienes cautiva debajo de tu monstruosa humanidad es que te dignas a hablar conmigo. — Exclamo furiosa. — ¿Acaso tanto te indigno ver a una mujer blandir una espada que tuviste que quitármela a la fuerza? ¡Pues déjame decirte una cosa—

—Ya deja de hacer tanto escándalo por estupideces. — La interrumpió — A mí no me interesa si eres mujer o no, y si sigues gritando, ten por seguro que te callare a golpes.  

Sus palabras parecieron sorprenderla. Puesto a que era la primera vez que alguien dejaba de lado su sexo para dirigirse a ella de tal forma.

—¿E-Entonces…? ¿No estabas asqueado de verme entrenar? — Pregunto atónita.

—¿Por qué habría de estarlo? — Pregunto en un resoplido — Solo eres una mujer escandalosa que sabe usar una espada. Eso no tiene nada de extraño. Al menos no para mí.

De repente la resistencia de la albina se redujo considerablemente, pasando a ver fijamente su penetrante mirada escarlata con sus brillantes ojos ámbar. — T-Tu… — Susurro con un leve temblor en los labios. — Tu eres el Iceno.

Había escuchado los rumores de su llegada a la Domus, pero no fue capaz de creerlos… Pensó que era imposible. Los canticos en honor a la gloria de Marte relataban que las legiones los habían aniquilado a todos.

Pero ningún otro hombre le hubiera dicho esas palabras, a menos que fuese alguien que perteneciese a ese tan afamado pueblo guerrero en el que tanto hombres como mujeres eran tratados como iguales.

Un pueblo al que ella le hubiera encantado pertenecer.

Supuso que la albina ya no era una amenaza y la soltó suavemente hasta apartarse de ella. Quedando ambos frente a frente. Sentados en medio de la dura tierra de la arena con las sombras de sus cuerpos destacando entre la penumbra.

—Respóndeme, ¿Realmente eres tú? — Exclamo aun con su mirada temblorosa posada en él. — ¿…El ultimo Iceno?

La mirada de Katakuri divago entre la espesa oscuridad de la noche, meditando las palabras de aquella mujer con un resquemor en el pecho. Icena seguiría viva hasta que él diera su último aliento, pero luego de este, el recuerdo de su gente desaparecía por completo…

—Mi nombre es Katakuri. Es todo lo que necesitas saber. — Explico parcamente al ponerse de pie.

Pero de inmediato la mujer replico su actuar, colándose en su camino. — Si, si lo eres. — Dedujo con una sonrisa ilusionada en su rostro al recibir su fría respuesta, e inmediatamente agacho su cabeza frente a él en señal de respeto. — Me ganaste limpiamente, ¡Y aunque deseo una revancha! — Manifestó enérgicamente con los brazos en alto — Lo mínimo que puedo hacer luego de aceptar mi derrota es darte mi nombre tambien.

Katakuri alzo una ceja, escéptico ante sus palabras, por sus ropas estaba seguro que no era una esclava ¿Y quería volver a pelear con él? Esa chica era el total opuesto del arquetipo de mujer romana sumisa, refinada y de exquisitos modales de los que tanto se enorgullecían en esa ciudad.

De hecho, era la primera vez que se topaba con una chica así.

—Soy Yamato, la hija de Kaido, ¡Y tambien la primera mujer que se convertirá en Campeón de Roma! — Exclamo decidida, dejando a Katakuri con una inesperada expresión de incredulidad en su rostro.

¿Hija? ¿Kaido tenía una hija?  

Quizás en ese momento el granate no lo sabía, pero esa mujer cambiaria su vida para siempre… 

Notas finales:

Aclaraciones del Capítulo:

Gáela: Es un tipo de caso militar romano usado por las legiones romanas de la época del Imperio.

Prescripciones: Esta es una ley bastante pendeja, porque en síntesis el propósito era eliminar a todo oposición del senado y confiscar sus bienes a nombre del Imperio. Se les arrebataban sus tierras y posesiones bajo el marco de la ley. Fue una ley bastante infame, pero bastante útil.

Segundo Triunvirato: Así se llamó a la segunda alianza realizada por Octavio, Marco Antonio y Lépido al final de la época republicana, con el fin de cubrir el vacío de poder que se creó luego de la muerte de Julio Cesar.

Doctore: Es el nombre que se les da a los entrenadores principales de un Ludus. Normalmente fueron antiguos gladiadores.

Casetones: Es un término arquitectónico que designa cada uno de los adornos huecos geométricos que se disponen en forma regular en un techo o en el interior de una bóveda.

Sacramentum Gladiatorum: Era un juramento de lealtad que hacían los Gladiadores.

Gladiatrix: Es el nombre que se les daba a las mujeres que ejercían el trabajo de Gladiador, que si gente, las mujeres gladiadoras existían.

Gladius Gemelas: Son un tipo de espadas romanas.

Freyja y Freyr: Dioses nórdicos y hermanos, hijos de Njörðr, mientras que Freyr es Dios de la lluvia, el sol y la fertilidad; Freyja es la diosa del amor, la belleza, y también la fertilidad. Las historias de ambos por separado son asombrosas, pero Freyr es quizás el Dios más estúpido de todas las mitologías, ya que en resumen, por su culpa, todos mueren en el Ragnarök, puesto que el pendejo tenía una espada que hasta se usaba sola (Literalmente) Y sería el arma que los haría ganar la guerra, pero el carajo este la cambio por acostarse con una mujer y mando a cagar a todos. Puto Freyr.

Baños Públicos: Llamadas termas romanas, el aseo era un punto fundamental en la vida de los romanos, y las termas no únicamente estuvieron hechas con ese propósito, sino que también sirvieron como lugares de reunión, actividades gimnásticas y lúdicas. Además, la hora en la que ibas marcaba mucho tu estatus social, los que iban más temprano eran los senadores y personas pudientes, porque encontraban las aguas más limpias, y así sucesivamente iban descendiendo hasta los sectores más bajos, que encontraban las aguas más negras. Hay mucho que decir sobre las termas, ya que son de las mayores aportaciones de los romanos, pero por ahora únicamente veremos lo más básico que es esto.

Suiones: Fue una antigua tribu germánica que estaba ubicada en la península escandinava, actualmente componen lo que es el territorio de Suecia, y se ha comprobado que si bien los romanos no llegaron tan lejos en su conquista, si llegaron a tener contacto con estas tribus del norte.

Venosa: Antigua ciudad del Imperio Romana.

Libum: Postre romano y el primer Cheescake de la historia, fue la primera torta de queso, aunque se parecía más al panteón.

Ilitia y Ope: Ilitia es la Diosa de los partos y Ope el protector de los recién nacidos.

N/A:

¡Por todos los Dioses del Olimpo! ¡Finalmente tenemos actu de PeC! Enserio, disculpen, disculpen, ¡Disculpen! La larga ausencia, pero en estos últimos meses han pasado tantas cosas en mi vida, tanto buenas como malas, que no es posible resumirla en una simple frase. Estoy muy contenta de haber vuelto a escribir mi historia romana favorita, y mas aun porque ahora ya empieza a tomar forma la VERDADERA trama de Pasión en Cadenas.

Estoy muy enamorada de como quedo el capítulo, y espero que ustedes lo disfruten igual bellezas. También sigo corriendo con las actus de BL y Notre Beau Rosier, y espero poder traérselas pronto ¡Muchas gracias por todo el apoyo que me han dado sin falta! ¡Les agradezco tanto! Esto es para ustedes.

Nos vemos pronto, saludos All 


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