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I hate everything about you por SelPattz

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I hate everything about you
Why do I love you?
You hate everything about me
Why do you love me?

I hate
You hate
I hate
You love me

I hate everything about you
Why do I love you?

Severus Snape era oficialmente un desastre, había visitado ya en tres ocasiones a su medimago en San Mungo por sobre esfuerzo y este le advirtió que si continuaba así se le prohibirían todas las labores y se le impondría reposo absoluto, incluso le amenazaron con ingresarle al hospital,

El pocionista no podía permitir que vieran lo desmejorado que en realidad estaba así que se negó de inmediato y prometió que obedecería (estaba acostumbrado después de todo), en las últimas semanas había desarrollado el hábito de llorar frustrado por el simple hecho de despertar en una cama fría y solitaria, al ducharse tardaba más de lo usual pues se restregaba con fuerza y con agua casi en punto de ebullición dejando su piel rojiza y con los poros incluso sangrando en ocasiones, como si eso fuera a borrar las cicatrices que tanto aborrecía, al desayunar siempre preparaba un par de waffles o panqueques que bañaba en miel y jalea con frutos rojos para simplemente dejarlo sobre la mesa y detectar su dulce y empalagoso aroma  mientras tomaba su habitual desayuno y lo peor era al llegar al laboratorio donde se abstraía hasta que terminaba teniendo accidentes tontos y completamente prevenibles, y cuando recordaba salir de aquel sótano antes de que el cansancio le venciera era por fantasear con unos brazos que le tomaban por la espalda y suaves risitas cómplices que le obligaban  salir de la casa para obtener aire fresco, por último para coronar su grandioso día iba a una cama aún más fría que en la mañana y despertaba a media noche entre jadeos y gemidos por dulces recuerdos que le atormentaban.

Severus Snape era un total desastre porque se odiaba a sí mismo por extrañar a una persona que le había hecho demasiado daño, al pensar en Harry Potter de inmediato pensaba en las peleas a gritos que obviamente el joven insonorizaba, recordaba las lágrimas y chantajes que tantas veces le hicieron ceder sintiéndose culpable, las absurdas escenas de celos porque al menor no le gustó como le saludaba el nuevo vecino, el dolor y confusión en su ser cada mañana después de que Harry reclamara su turno como activo, recordaba las veces que se humilló a sí mismo para hacer feliz al ojiverde pero sin poderlo evitar también evocaba los recuerdos de las risas y las sonrisas, sus manos tomadas mientras caminaban, los besos robados a hurtadillas, el calor de sus cuerpos recordándose cada noche que no estaban solos, los viajes por el mundo, las cenas en casa, sus pequeños bailes en la sala de su hogar y el gran equipo que formaban… y por ello se odiaba aún más porque odiaba seguir amando a Harry.

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Eran ya las nueve de la noche del día 31 de octubre, hoy sería un día muy diferente a su patética rutina ya establecida, Severus lo supo desde que despertó y estuvo en lo correcto. Por la mañana el pocionista preparaba sus ritos anuales cuando recibió por lechuza un hermoso cuerno de abundancia lleno de manzanas, calabacines, maíz, granadas, nueces, frutos del bosque y pasteles del alma, de nuevo el obsequio solo tenía por firma una ramita de acónito y una rosa salvaje, en eso momento quiso tirarlo al basurero pero no se atrevió a molestar a los ancestros así que lo conservó colocándolo en el altar de Samhaim (otro pretexto que puso para engañarse al igual que con los obsequios anteriores), después de eso continuo con un poco de trabajo pero la sensación de ser observado no le permitía concentrarse por lo que decidió distraerse con los rituales del día y al caer la noche antes de realizar la fogata algo se apoderó de él, no dejaba de sentirse extraño, de pensar en cuerpos juveniles y ojos verdes, y se reprochó por eso pues hoy era un día decisivo, por fin lo haría, lo había estado planeando a detenimiento, debía hacerlo y no podía permitir que su estúpido corazón interrumpiera sus propios planes, así que harto tomó una decisión que incluso a sí mismo le sorprendió…

Y es por eso que sin entender muy bien por qué y ahora un tanto arrepentido de su arranque de valentía se encontraba ahora en un nada discreto bar gay en el Londres muggle y bebiendo una pinta de cerveza mientras analizaba a todos a su alrededor

-Puedes hacerlo…- Severus susurró para sí mismo decidido a dejar ir de una vez por todas

Pero no era fácil, pues mientras una parte de sí le decía que él no pertenecía a este lugar, que él era un mortífago, el maldito murciélago de las mazmorras, de apariencia horrenda, desfigurado y viejo, diciéndose que nadie más que el joven auror podría amarle y preguntándose qué tan patético se vería a ojos de su ex, la otra voz en su interior le instaba a dejar de lloriquear por el ojiverde, harto de pensar en el mocoso y diciéndose que si realmente un clavo saca a otro clavo entonces valía la pena el intento…

-El disfraz de vampiro sexy y misterioso nunca pasa de moda- murmuró un joven de unos treinta años tomando asiento a su lado. Era tan alto como él, de fina musculatura, cabellos color oro y ojos azules

-Decidí ir por lo seguro- susurró siguiéndole la corriente

-Pues hiciste bien cariño, daría lo que sea por sentir esos colmillos- declaró con descaro acercándose más

-Podrías arrepentirte…

-Voy a correr el riesgo- cuando menos lo esperó los labios del joven se encontraron con los suyos, de forma pausada el pocionista correspondió dando acceso a la lengua ajena.

El tiempo pareció detenerse mientras sus lenguas exploraban de forma experta y concienzuda la cavidad bucal contraria, una mano acarició discretamente el muslo del pelinegro acercándose lentamente hasta su entrepierna y él lo permitió gustoso, estaba realmente disfrutando del momento hasta que su estúpida mente comenzó a comparar, aquellos labios no eran tan suaves, esa lengua no tenía el dulce sabor del pay de melaza, aquella mano no le estrujaba haciéndole sentir escalofríos… aquel hombre no era Harry.

Despacio y con cortesía Severus se separó del rubio quien le sonrió antes de separarse también hasta una distancia más civil

-Debe ser alguien muy importante para que pienses en él aún besándote con alguien más- susurró el joven con mirada cálida y sin ningún tipo de reproche en la voz

-Es algo complicado…

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Pronto sería medianoche y Severus se encontraba en el patio trasero de su hogar, la hoguera ardía con fuerza lanzando altas llamas y brasas al cielo donde la diosa madre espera su ofrenda, mientras tanto el pelinegro sostenía una foto de Harry con manos dudosas.

Samhaim servía para deshacerse de aquello que nos hería, es por eso que cada año desde que se había mudado Severus había aprendido a dejar ir viejos recuerdos y sanar viejas heridas dejando ir un recuerdo o rencor en pos de ser libre, había perdonado a James Potter y Sirius Black, se disculpó con Remus Lupin por su comportamiento infantil y le hizo saber que no le guardaba más rencor por el incidente en la casa de los gritos y a Lily la dejó ir por fin para ser libre de amar a su hijo, cada año había cumplido su objetivo sin titubear pero ahora que se disponía a ser libre de nuevo no podía pues era la mano que había sostenido en busca de soporte cada año justamente la de quien planeaba dejar ir…

-Hazlo- susurró una voz conocida a la distancia

-¿Qué haces aquí Potter?- preguntó girándose para verle de frente

-¿Regresamos a la etapa de los apellidos?- cuestionó molesto- Eso es cruel hasta para ti Severus. Estoy aquí porque tenía la esperanza de utilizar Samhaim para dejar ir esta pelea tonta pero después de lo que vi hoy…

-¿Lo que viste?- cuestionó implorando que no se refiriera a lo que estaba imaginando

-Ese fue un muy buen beso, es un hombre afortunado… ¿Cómo se llamaba?

-No… no lo sé…

-¿Así que ahora eres una pequeña zorra?- siseó furioso

-Dime que no le hiciste daño- susurró sintiendo miedo

-Así que después de todo si te importa… He dado lo mejor de mí para arreglar esto y tú vas a besuquearte con el primer fulano que se te cruza- gruñó

-No puedes reclamar nada, tú y yo ya no somos nada…

-Puedes decir eso tantas veces como quieras pero eso no lo vuelve verdad- le interrumpió el menor acercándose cual depredador- Eres tan mío como yo soy tuyo

-Aléjate, no quiero saber nada de ti- gruñó el mayor

-¡Entonces demuéstralo y arroja la foto de una puta vez! Ve y quema también todos los regalos que sé tienes dentro de la casa- gritó el joven

-Lárgate…

-¡No puedes! No lo harás porque estas tan colado hasta los huesos como yo, porque aunque no lo admitas sabes que te hago falta, me necesitas…

-No lo hago…

-¿Y que fueron esas visitas a San Mungo? ¿Los sueños húmedos y las pociones para dormir?- inquirió alzando una ceja

-Eres un puto demente, sabía que me espiabas…

-Era obvio Sev, soy un auror, mi trabajo es espiar mortifagos sin que lo noten…- contestó con cinismo

-Vete a la mierda Harry- siseó caminando hacía la casa, el moreno le siguió entrando antes de que le cerraran la puerta en la cara

-Bien, ya soy Harry de nuevo- dijo victorioso

-No te quiero más ¡Entiéndelo!- gritó mientras continuaba su camino a la sala

-Mentiras, tú no puedes vivir sin mí- declaró siguiéndole

-Te odio ¡Entiéndelo de una puta vez!- gritó sobre sus talones y le empujó al notar la nula distancia entre ellos

-Y yo a ti, te odio porque me vuelves débil, porque no dejo de pensar en ti ningún puto segundo- contestó Harry deteniéndole cuando intentaba empujarle de nuevo iniciando así un breve forcejeo que terminó con una mesa volcada y ellos en el suelo, Harry a horcajadas sobre el mayor

-Te detesto, no te tolero- gruñó el mayor intentando contener un llanto lleno de rabia e impotencia

-Lo sé- contestó el ojiverde

-No te quiero conmigo, deseo matarte con mis propias manos- continuó

-Lo sé

-Te desprecio…

-Lo sé…

-Te… te… t-te amo y odio amarte más de lo que te odio- siseó mientras sus lágrimas corrían libres

-Lo sé amor…

-Te extraño…

-Y yo a ti, como un loco- susurró colocando las manos del mayor a los costados de su cabeza y besándolo con violencia, todo lengua i dientes reclamando la propiedad de aquel territorio tan conocido para él y el mayor se dejó hacer y deshacer sabedor de su derrota.


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