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Physical por jotaceh

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Tomás XII:

 

Me han dado ganas de comer últimamente, pero no han sido normales, sino que compulsivas. Creo que me voy a volver loco, porque suceden cosas muy extrañas a mi alrededor, me vuelvo bolas intentando comprender, así me gana la ansiedad y mi pancita ruge por alimento. Antes era más débil y caía en la tentación, tan solo que ahora he visto que tengo fuerza de voluntad y como he bajado varios kilogramos, me he alejado del pecado.

-¿Qué fue eso? –preguntó Celeste el otro día en medio de la noche. La despertó el rugir de mis tripitas.

-Es que... tengo hambre... quiero cereal –

-¿Eso fue tu panza? Pensé que habían ladrado los perros – así de fuerte sonaba la bestia que habita mi barriguita.

Una de las pocas cosas buenas que recuerdo de mi psicólogo, es que una vez me dijo que debía ordenar mi vida y que cuando tuviera un propósito, debía centrar todas mis energías en ello, así desplazaría las enormes ganas que siempre he tenido de resolver todo con la maravillosa experiencia de la comida. ¿Hay algo mejor que el primer mordisco a una pizza?

En parte, estoy hecho un lío por el regreso de Enrique y es que, aun después de todo lo que me ha hecho, sigue buscándome y ahora mucho más insistente que antes.

-Sé que me sigues amando. Me equivoqué, te dañé horriblemente. Debería estar en la cárcel ahora, pero tú me enseñaste que hay algo mucho más hermoso aquí afuera y eso, es tu corazón. Ibas a dar tu vida con tal de salvarme... Dudo que me hayas olvidado tan rápido –

Se acercó a mí cuando entraba al baño. Quería cambiarme de ropa, tan solo que él ingresó después, cerró la puerta con seguro y nos quedamos a solas en esa habitación tan helada. Comencé a temblar y es que no entendía qué es lo que buscaba con todo eso.

Debo reconocer que escuchar esas palabras tan hermosas me cegaron, y es que nunca nadie me había dicho cosas tan lindas. Ok, Celeste no cuenta porque no tiene pene.

No supe qué responder. ¿Qué le iba a decir? Oye, si eres muy guapo, pero sigo teniendo pesadillas con lo que pasó, no he podido descansar desde que decidiste jugar conmigo, desde que me arruinaste la vida...

Siempre he minimizado todo lo que me ocurre. Mi mamá me abandonó a los diez años, y no quise llorar porque por lo menos me quedaba mi papá. Ella siempre me rechazó, pero estaba bien, solo quería que no fuera feo. Mis compañeros se burlaban a diario en el colegio, aunque ¿qué otra cosa iban a hacer? Si soy monstruoso tan solo a la vista. Nunca me enojé, siempre le di la razón a quienes me dañaron y ese día, por primera vez en mi existencia, logré comprender que estaba enfadado, que entendía que no merecía lo que me había ocurrido. Que se aprovechó de mi debilidad, de mi necesidad de amor, para burlarse de la forma más cruel que existe.

No, aquella sensación grata que se gestaba en mí al escuchar sus palabras melosas no eran porque le seguía queriendo, sino que solo por la estúpida superficialidad. Era un hombre guapo diciéndome palabas bellas. Sin embargo, se trataba del desgraciado que se aprovechó de mi junto a sus amigos. No, no estaba feliz, estaba enfadado.

-¿Sabes? Aunque no lo creas la gente fea es superficial también. ¿Y sabes por qué? Porque se burlan de nosotros solo por el hecho de no vernos bien a sus ojos, porque es la primera imagen que se hacen y ni siquiera se detienen a conocernos realmente, a encontrarnos alguna cualidad –

-¿Qué? –el pobre desgraciado no comprendía a qué iba mi discurso.

-Sí, soy superficial, esta bola de grasa peluda y hedionda es superficial, por eso cuando un chico guapo se me acercó diciendo que le gustaba, caí redondo, sin dudar en sus intenciones verdaderas, porque ahora que lo pienso, a leguas se notaba que te querías burlar de mí. ¿Por qué lo hiciste? ¿Querías reírte de Patricia? ¿Me utilizaste para vengarte de tu jefecita? Pues déjame decirte algo, nunca estuve enamorado de ti, solo creía que eras muy sensual, con tus musculotes y esa vergota que tiene entre las piernas, pero más allá de eso, nunca me gustó nada más de ti... Y mucho menos después de lo que me hiciste. ¿Cómo tienes la osadía de pararte frente a mí después de lo que me hiciste? Fui hasta tu casa engañado y vieron que estaba llorando, que no lo estaba pasando bien e igual continuaron. Desde ese día no he podido dormir porque tengo grabadas sus miradas. Y me he quedado paralizado, como siempre he estado en mi vida... tan solo... tan solo que ahora...-

Mierda, y ahí venía el vómito. Sí, igual que en Chicas Pesadas con Cady, no podía evitar que las palabras se me escaparan sin control. Ok, creo que en la película termina vomitando de verdad, pero eso no me pasó.

-Ahora he descubierto que me puedo querer, aunque sea un poco, he descubierto que hay algo bueno en mí. Y sé que he estado mal porque ha sido gracias a otra persona, pero sin él jamás me hubiera percatado que existe algo grandioso en mi interior... Marcelo... yo... -no pude seguir, porque no era lugar para decirlo.

-¿Marcelo? ¿Ese imbécil? ¿Qué tan grandioso tiene él que puede darte? Si no es más que un puto miedoso. ¿Acaso crees que está contigo por alguna razón distinta a la mía? –

Hubiera preferido que dijera algo hiriente sobre mí, pero decidió atacar a mi bello novio y eso, eso no se lo iba a permitir. Me acerqué a su cara asquerosa, le miré con los ojos más temible que tengo, esos que le coloco a los garbanzos cuando hay de almuerzo, y sin pensarlo dos veces, le di un puñetazo bien fuerte en su ojo derecho. Primera vez en mi vida que golpeaba a alguien.

-Lávate la boca antes de hablar de Marcelo. Y ese golpe te lo habías ganado hace mucho. Agradece que no te doy patadas, porque te mereces toda una paliza y más – y así me retiré como el bebote más maleante de toda Bebolandia.

Caminé por el pasillo recordando lo lindo que ha sido el profesor de judo conmigo, las palabras lindas y los gestos agradables que siempre me ha dicho. No, no me importa si al final todo volviera a ser una mentira, porque por lo menos de esta ilusión sacaría más sueños que pesadillas.

Lo encontré en medio del pasillo y no pude aguantarme. Corrí hasta él, hablaba con Paulo, quien al parecer le acosa en todo momento. No me importó su cara de orto al verme, solo tomé el rostro de Marcelo y le di un enorme beso allí mismo, uno de esos que ocupas toda la lengüita.

-Eres lo más lindo que me ha sucedido, y no me importa si me amas de verdad o no, lo único que me interesa en realidad es que esto que tengo en el pecho, jamás se había sentido mejor. Y, lamento decirte, que no me ha quedado de otra más que amarte... Marcelo, te amo –

Sus ojos quedaron como dos platos redondos, estaba sorprendido por mi repentino abrupto amoroso. Tan solo que, al rato, logró esbozar una sonrisa y tan rojo como un tomate, me abrazó con fuerza. Sé que estaba avergonzado, pero de esas vergüenzas que te dan gusto.

-Tampoco me importa si no me crees, pero esto solo puede ser amor.... Así que sí. Tomás, también te amo – susurró en mi oído.

Luego de eso se escondió el sol y tembló tan fuerte que todo el edificio se estremeció.

No, es broma. Solo me desmayé.

 


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