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Physical por jotaceh

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Tomás XVII:

 

Solo necesito una razón para continuar con este camino, para seguir adelante. Quisiera que un ángel bajara del cielo y me señalara que todo estará bien, que ya he caído a lo más profundo del abismo y que mi vida no puede tornarse aún peor.

No recuerdo la última vez que respiré con tranquilidad, o cuando dejé que mis extremidades estuvieran relajadas, pareciera como si a cada instante sintiera que estoy en peligro. Ni siquiera sé cuál es mi verdadera voz, siempre hablo con la garganta apretada, bajito como si tuviera miedo a que me retaran siquiera por vocalizar. No sé cómo vivir, esa es la verdad.

A veces suelo ver a la gente normal, que camina sin pensar que los están mirando, que hacen idioteces sin preocuparse por lo que el resto dirá, esas personas que no se sienten incómodas con su propio cuerpo, que hasta les enorgullece. Debe ser bonito ¿no? Ser así de libre, estar así de vivo.

Cuando todo lo que conforma tu vida es una mentira, cuando el gris se cierne sobre tu existencia tiñendo todo con su lúgubre tristeza, solo las pequeñas sensaciones gratas logran olvidar el desastre en el que estás metido. El comer cosas dulces se ha convertido en mi único momento de sosiego en el día. Podrán pensar que es estúpido, que puedes detenerte en cualquier momento, tan solo que, si lo hago, todo vuelve a ser oscuro y no quiero eso. Cuando dejo el cereal, ya no tengo a mi lado al elefante Melvin, el cielo deja de ser rosado y mi pecho ya no está tranquilo. Esa es la forma que he aprendido para ser feliz. Lo siento si no he sido lo suficientemente inteligente como para encontrar otra.

El otro día, cuando me enteré que Marcelo y Celeste me engañaron, me escondí en un parque cerca de Physical. En medio de los arbustos, logré sentir el sonido del agua, el caudal del río que atraviesa la ciudad. Estaba muy cerca, tan solo que nunca le había visto, apareció de la nada, como un fantasma. Entre el follaje de las plantas, mientras comía, divisé un puente, uno alto y vacío. Lo asemejé a una pirámide, por su forma triangular, aunque también por lo imponente que se presentaba.

Nunca he sido de esas personas espirituales que sienten a los fantasmas o que adivinan el futuro, pero en ese instante supe con claridad que mucha gente se ha lanzado al río desde ese puente. Fue como una revelación divina, como una verdad que llegó a mi cerebro a través de una luz celestial. Luego, en casa de Enrique, busqué información sobre ese lugar, y todas las noticias sobre suicidios me dieron la razón.

¿Cómo lo supe? Aunque lo que más me pregunté fue el ¿por qué lo supe? ¿Acaso era una invitación?

Mi psicólogo me hubiese dicho que en algún momento escuché noticias sobre ese lugar, tan solo que las obvié. Y que, al encontrarme de frente con él, mi inconsciente me presentó la realidad sin mostrarme el recuerdo asociado a cómo me enteré de la verdad. Y eso, porque profundamente en mi interior, la razón por la cual me quedé viendo ese puente, es porque creo que es la única solución a todos mis pesares. Es la excusa que creé para entregarle la responsabilidad de mi suicidio a un ente divino, a un Dios, y no a mí mismo.

Entonces, ¿era mejor acabar con esta agonía desde la raíz?

Aún más profundo en mi ser, escondido en un rincón que todavía no ha sido corrompido, una voz me decía que buscara ayuda, que, si encontrara, aunque sea un poco de luz en todo este vendaval, significaría que sigo teniendo una esperanza.

Salí del departamento de Enrique rumbo al gimnasio. Allí me encontraría con todos quienes han sido importantes en mi vida. El mismo chico que me hospeda, que abusó de mí tras mentirme descaradamente; Marcelo, que por lástima fingió amarme; Celeste, mi mejor amiga, quien siempre ha estado a mi lado, enamorada de mi novio falso; y por último ella, Patricia.

¿Nunca le importó gritarme la verdad cuando apenas era un niño? ¿Acaso solo ella ha sufrido en este mundo? ¿Cómo es capaz de pensar que su indiferencia nunca me hizo daño?

Sé que ella es la víctima, pero ¿yo qué? ¿Pedí nacer así? ¿Le exigí que me tuviera? Tal vez ese es el problema con mi vida, que no soy más que un error, la consecuencia dolorosa de una violación. No tuve que haber nacido, hubiese sido mejor. ¿Para qué vivir si solo he conocido de tristezas?

Berna tenía razón. Lo primero con que me topé al entrar a Physical fue con la mirada cálida y tierna que Celeste le regalaba a Marcelo. Nunca antes le había contemplado de esa manera, jamás ha mirado a otro ser humano de esa forma, y yo, la alejé de su primer amor. Si no me tuviera tanta lástima, tal vez no hubiera convencido a su enamorado de fingir ser mi novio, quizás se hubiera centrado en conquistarlo y ahora ambos serían felices. Desde lo lejos, escondido detrás de un estante, pude ver lo bello que ambos se ven juntos. Puede ser que solo yo los separaba.

El mundo tenía razón. Paulo es realmente guapo, de esos chicos que te dejan la boca abierta tan solo con respirar. Lo vi a lo lejos, caminando como un dios en el paraíso. Como me gustaría ser como él, tener ese cabello, aquella piel tan tersa, su figura delicada, esa confianza en sí mismo. Sin embargo, he destruido tanto mi alma que ahora mi carne refleja mi interior infestado. Me pudro, me descompongo. Ya estoy muerto, hace mucho que lo estoy.

Yo tenía razón. Jamás debí nacer.

-¡Nunca lo quise! ¡No tendría que haber nacido! Me arruinó la vida y sigue haciéndolo ahora de grande – Mi madre tenía razón.

Quise buscar a Patricia y, sin querer, me encontré con una discusión entre Enrique y ella. Gritaba colérica, de la misma forma en que me reveló a mis diez años la razón de mi nacimiento. Vivir aquello nuevamente me volvió a partir el corazón, dolió quizás aún más fuerte que la primera vez y es que sigue creyéndolo, aunque haya pasado tanto tiempo ya.

Fui buscando una luz, una pequeña esperanza. Y recibí todo lo contrario. Descubrí que no hay colores para mí, que la suerte no es más que un espejismo para los indicados y que quienes no la tenemos, será mejor que nos rindamos, porque nada cambiará.

Marcelo me vio llorando por el pasillo. Se preocupó. Me persiguió. Hui.

Ni siquiera sabía que estaba en el pasillo. Ni siquiera me había enterado que estaba llorando.

Después de escuchar los gritos de mi madre, terminé de morir por fin. La esperanza es como los hilos de una marioneta. Hacen que se mueva, que parezca viva, pero no quita que aquella sea una estructura sin vida, muerta, infértil. Mis hilos fueron cortados y la marioneta ya no servía de nada.

Sobrevaloramos tanto algo que ni siquiera pedimos… que ni siquiera merecemos.

Lo último que recuerdo es la brisa húmeda sobre el puente.

¿Qué dirá esta noticia? ¿Mentirán también con que es una vida perdida?


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