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Physical por jotaceh

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Celeste IV:

 

Seré sincera, sé que se han preguntado por esto y es necesario que lo aclare. Bien, aquí voy: lo admito, me masturbo en el trabajo. Es que mi jefe me estresa mucho y es la única manera que tengo para poder desprenderme de toda esa energía acumulada. No creo que se alarmen, digo, todos lo hacemos, no es nada extraño.

La cosa es que un día tenía mis dedos húmedos restregándolos en mis carnes, estaba a punto de venirme, sentada en uno de los inodoros de los baños de trabajadores, cuando la puerta de mi cubículo se abrió de pronto. ¡La concha de mi mamá! ¡Se me olvidó cerrar con seguro! Fue el primer pensamiento que se me vino a la cabeza. Luego me saqué los dedos de la vagina y me quedé aturdida viendo a la vieja que me miraba espantada.

-Ay ya, como si nunca hubieras visto a una mina jalándose la cuca –comenté mientras me levantaba los calzones.

Berna me había descubierto infraganti y en vez de responderme algo, se quedó paralizada, como si hubiera sido ella a la que le habían visto desnuda y a punto de llegar al orgasmo.

Como no recibí un regaño, me levanté el pantalón y quise salir de ahí, pero la mujer me tomó del brazo, me hizo volver al cubículo y cerró la puerta con seguro, dejándonos a ambas apretadas frente a frente.

-O me vas a retar por ser una viciosa, o me vas a violar… Lo único que quiero que sepas, es que prefiero la lengua a los dedos… -dije en broma, porque para serles sincera, nunca imaginé que le podría gustar a la estirada secretaria de Patricia. Sin embargo, ella se arrodilló, me bajó la ropa e hizo lo que le había mencionado.

Me estremecí al sentir el juguetear de su lengua, cómo me humedecía aún más de lo que ya estaba, y la forma en que llegaba justo al punto en donde me estremecía del placer. Mis piernas se aflojaron y sentía que me caería en cualquier momento, especialmente cuando el líquido comenzaba a recorrer mi piel hasta llegar a mis rodillas.

¡Mierda! Que nunca me la habían chupado de forma tan magistral. Ese día me di cuenta que lo bueno de una mujer mayor, es que tienen tanto entrenamiento, que no necesita de instrucciones para hacerte ver las estrellas.

-Espera, yo también quiero –le dije asustada cuando la vi abrir la puerta luego de terminar.

-Otro día –fue lo primero y único que me dijo ese día.

Me quedé pensando en Berna por semanas. Era extraño, porque nunca antes la había visto con otros ojos. Hasta ese momento estaba enamorada de Marcelo, y era en su lejanía en lo que ocupaba la jornada, cuando de pronto, luego de un evento imprevisto, todo mi mundo se desmoronó.

-Qué turbio, hermana, ¿y no lo sentiste como una agresión? La viejuja ésa llegó y te corrió mano, ni siquiera te pidió permiso – La única persona a la que quise contarle fue a mi amigo El Rulo.

-Si no hubiese querido le hubiera dicho que no, pero me gustó, y lo hizo muy bien… mucho, tanto que no dejo de pensar en ella –

-Yo también me enamoré de una chica por una mamada, pero la muy culera me dejó por otro que la tenía más grande. Si quieres un consejo, hermana, no te enamores de ella. El sexo es una cosa, y el amor otra muy distinta –fue su humilde opinión.

Y claro, como una es terca, piensa que no se es tan estúpida, que no caerá en ese tipo de juegos y que el amor es para débiles. Aquel encuentro volvió a ocurrir, y se repitió cada vez más seguido. Hasta el punto que en la actualidad nos vemos todos los días en el baño de trabajadores. La primera vez que la desnudé, que le lamí los senos y bajé lentamente por su piel madura hasta que llegar a su sexo, entendí que ya no habría otro cuerpo que quisiera probar.

Se lo creen. No, ese es el típico comentario que harían en una novela de amor, pero no, mi historia por siempre será una comedia, o a lo más una historia de terror, pero jamás una romántica. Está bien, quizás la primera vez me sorprendió que sus carnes estuvieran flácidas y sus tetas caídas, pero poco a poco, como me pasó con los garbanzos, eso que no me gustaba, me terminó por complacer y ahora, me encantan.

El Rulo me dijo que no me enamorara, y luego de cada encuentro me lo repetía, tan solo que soy lenta, y en vez de no caer, terminé arrojándome por voluntad propia al mismísimo abismo. Me di cuenta que me había enamorado, el día en que desperté y mi primer pensamiento fue ella. Solía meditar sobre mi bebote y en las posibilidades de encontrarlo con vida, y eso se esfumó para dejar paso a Berna, a sus labios, a su piel, a su sexo, a ese corazón que sé que no me pertenece, pero que, aun así, apuesto por él.

-Solo vas a sufrir, te lo digo por experiencia propia. Perdí muchos años creyendo que podría enamorar a Patricia, y todo fue en vano. Te aconsejaría que te alejaras, que buscaras a otra persona, pero sería un mentiroso si te dijera que eso funciona. Mierda, que estás jodida, cuando caes en las redes de una mujer, estás condenado –Solo El Rulo lo sabía, hasta que Enrique me vio saliendo del baño luego de una sesión con Berna.

-Condenada, con a… que soy una mujer también –

-Verdad… ¿soné muy machista? –

-Un poco, aunque tienes razón. Estoy jodidamente perdida, ya no tengo remedio…-dije con pesar.

-Pero siempre hay segundas oportunidades, eso sí te lo puedo asegurar –el rubio sonrió coquetamente.

-Qué asco, no me dirás que te enamoraste de mí – me espanté.

-¿Qué? Ni loco, no eres mi tipo –

-¿Tonces? ¿Por qué esa frase? ¿A quién le apuntaste la verga? –

-A nadie todavía, pero me gustaría probar con alguien que conocí hace poco –

-¿Pero no que ya no se te paraba? ¿Te sanaste? –

-Eso parece, hace tiempo que no me pasaba, pero el otro día, mientras pensaba en esa persona, tuve una erección. Debe ser una señal, ¿no? –

-Bueno, si te resucitó el pito, eso debe ser amor. Ya, no seas mamón, dime ¿quién es? ¿Le conozco? ¿Es hombre o mujer? –

Enrique solo rio, bajó la cabeza y con un poco de vergüenza me confesó el nombre.

-¡¿Miguel?! ¡¿Es una puta broma?! –grité espantada y es que no podía creer que eso fuera posible.

-¿Por qué te sorprende tanto? Si a ti te gusta la momia de Berna –

-No es por un cuento de gustos o algo estético, huevón. Es que… Mierda, lo hemos hablado un montón de veces. Se parece mucho a Tomás, ambos sentimos eso, y ahora me dices que te enamoraste. ¿Qué es lo que pretendes? ¿Expiar tus culpas? –en un segundo, volvió a mí todo el resentimiento que tenía guardado por Enrique.

-Solo… No me juzgues ¿sí? Hace mucho tiempo que no sentía algo tan bonito, y no quiero perder esto, perder… el sentirme vivo –vi pesar en sus ojos, en realidad se estaba aferrando a esa ilusión. ¿Y quién soy yo para impedírselo?

-Bien, por lo menos Miguel sí tiene el culo en su lugar –bromeé para distender la tensión.

Así, ambos nos quedamos viendo la nada, seguros que estábamos cometiendo un grave error al enamorarnos, pero decididos a llegar hasta las últimas consecuencias.

 

 


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