Capítulo XIII
El pequeño niño de siete caminaba meditabundo, entrando nuevamente a ese ambiente viejo que se supone debería llamar hogar, pero no le daba la seguridad ni protección que debería. Tanto él como su madre estaban regresando del hospital. Aunque al inicio la madre era la que parecía más herida después de uno de esos comunes abusos de su esposo, luego de que el padre de Steve volviera al cuarto cuando el pequeño pensaba que ya era seguro salir de su escondite y se arrastraba de debajo de la cama para ayudar a su madre, el menor fue sorprendido por unas botas militares invadiendo su campo de visión.
Su pequeño y débil cuerpo fue golpeando y su cabeza estampada contra la pared y el escritorio, mientras su padre le gritaba furibundo que debía estudiar más, que esa era su única tarea en la vida y que no debía volver a traer una nota tan mediocre como la que encontró en esa ocasión. Todo era una maldita excusa. Siempre había sido así. Su padre estaba tan decepcionado de que su hijo alfa saliera tan débil y enfermizo que solo buscaba cualquier defecto para agredirlo, insultarlo y finalmente golpearlo.
El pequeño Steve pierde el conocimiento después de que el vidrio del escritorio se le incrustara al inicio de la frente por el cuero cabelludo y la mano del hombre estuvieron completamente teñida de rojo borgoña con esa sustancia viscosa que antes corría por sus venas.
La madre fue la primera en despertar de la inconsciencia horas después de que el agresor se fuera y encontró a su pequeño tan quieto que por un momento pensó lo peor. Como pudo y gastando lo poco que tenía ahorrado por los trabajos que empezaba a hacer, fue que pidió un taxi hasta el hospital más cercano para que trataran a su pequeño.
Tristemente Sara no tenía mucho dinero ni un seguro que le ayudara a cubrir los gastos, por lo que ese mismo día, después que al pequeño niño le cocieran más de 10 puntos por la cabeza y le tuvieran que rapar su rubio cabello, se retiraron a su casa a altas horas de la madrugada con solo una pequeña bolsa con pastillas para el dolor.
Sara veía preocupada su niño, que no hablaba mucho más que con pequeños monosílabos y su mirada casi siempre asustadiza, ahora estaba seria y fría.
Ese fue el inicio para los cambios de Steve y su madre lo notó al instante. Cuando su progenitor aparecía, cuando la acompañaba a hacer compras al mercado, cuando la ayudaba con los pequeños trabajos que conseguía, el pequeño niño tomaba una postura seria, muchas veces amaba ver partidos de fútbol mientras doblaba la ropa que su madre lavaba o cosía y decía que cuando fuera grande sería tan fuerte como esas personas para protegerla.
En otras ocasiones Steve se comportaba como un niño de cuatro o cinco, no importaba los años que pasaran, llegaba a pedir abrazos de su madre y ella lo consentía dándole besos y mimos, haciéndoles dulces galletas con lo poco que había en casa. El pequeño niño de siete años fue creciendo y haciendo cada vez más evidente la diferencia de personalidad para su madre.
Sara se casó joven y no llevó estudios superiores, pero había escuchado vagamente lo que tenía su pequeño, en rumores por una que otra noticia o leído una vez en un periódico en casos que le parecían de lo más raros. En esos momentos no lo llamaba como Steve cuando este se comportaba diferente, pero tampoco le dio nombres a esas personalidades, porque para ella seguía siendo su hijo, su pequeño.
Ojalá pudiera ayudarlo más y darle el tratamiento que necesita, pero no estaba en su facultad económica el poder hacerlo.
*-*-*-* Locura de Amor*-*-*-*
Tony estaba en su cuarto, eran las tres de la madrugada mientras sus ojos leían a una velocidad luz todo lo que el internet le ofrecía sobre el Transtorno de Identidad Disociativo (TID) o también conocido anteriormente como el Transtorno de identidad Multiple; encontraba algunos casos famosos y como era que se llevaba a cabo su tratamiento. Había llegado a encontrar un caso de personas con hasta cien personalidades en un solo cuerpo, otro caso donde habían cambios no solo de gustos o expresiones sino también en rasgos físicos. Aunque Anthony era un genio, había muchas cosas que leer para aprender sobre esta enfermedad, términos de medicina desconocidos que le hacían demorar más su lectura al tener que buscarlos, su cabeza andaba completamente saturada de nueva información.
También, aunque al inicio no quiso, mandó a investigar a su amable grandulón, para saber en que contexto se estaba manejando en estos momentos, si estaba llevando un tratamiento y por que estaba retrocediendo en este. No quería ser un entrometido, no quería usar su poder y el dinero para inmiscuirse en la vida de otros, pero lo estaba haciendo y era porque quería darle una solución a lo que estaba pasando de una vez por todas.
Cerrando finalmente la laptop, Tony lanza un suspiro y se quita esos pequeños lentes que usa de vez en cuando, se masajea el puente de la nariz con el ceño fruncido, cansado tanto física como emocionalmente.
No podía darse el lujo de faltar a clases y no hacer sus tareas, aunque le resultaban sumamente fáciles, aún le quitaban tiempo, pero no podía dejar de hacerlas; miradas envidiosas estaban a la espera de que él cometiera un error para empezar a señalarlo, igual que como hicieron en la universidad pasada, esperaron a que se relaje, a que se agote y empezaron con puñaladas verbales cada vez más descabelladas, desacreditándolo de todos los logros que había conseguido de forma académica. Así que tenía que seguir pendiente de la universidad. Esto no le impedía preocuparse por Steve, ese rubio tan enorme como tierno, que lo miraba con ojos dulces llenos de amor y que él tanto extrañaba.
Al día siguiente de la disputa en el laboratorio de química, Anthony se había acercado al mayor, pero ahora, apenas este veía al omega, daba media vuelta y se alejaba. Ahora que Tony era el primero en dar un paso a reencontrarse, Steve era el que mantenía la distancia.
Al pequeño no le gustó, pero lo entendió, o eso quería creer, las últimas palabras del rubio, diciendo que se alejaba por su bien era lo que lo llevó a investigar.
Estos dos días, después de las clases y acabar sus tareas ya no se juntaba con Bruce, sino que iba lo más rápido posible hasta su casa para abrir su laptop y buscar información, durmiendo menos de tres horas al acostarse en muchas ocasiones cuando los rayos del sol ya se estaban asomando por sus enormes ventanales.
Apagando la luz de su mesa de noche, Tony miró la hora en ese reloj digital con enormes números rojos. Las cortinas en esta ocasión estaban cerradas por lo que podría dormir al menos un par de horas antes de tener que volver a alistarse para la universidad.
—Alfa bobo.— Susurró con el corazón apretado, necesitando descansar, pero sin quitarse la sensación de desasosiego de su pecho.
*-*-*-* Locura de Amor*-*-*-*
Era viernes y ese día antes de ir a su primera clase a las diez de la mañana uno de los trabajadores de la empresa Stark había tocado la puerta de su residencia. Antes de que su fiel mayordomo y segundo padre le abriera, el joven castaño estuvo casi trotando para llegar a recibir el mismo los papeles que tanto había esperado.
No solo habían pedido que investigaran al rubio, sino que lo siguieran por al menos unos cuantos días, viendo si hacía cosas extrañas, si seguía el horario que se supone tiene estipulado por la universidad, si se comportaba extraño y más, recibió casi con un brinco al trabajador y le dijo a Jarvis que lo atendiera lo mejor que podía. El solo era el encargado de llevar la información, no era el detective que ahora mismo debía estar siguiendo los pasos del deportista.
Tony caminó hasta su limusina con la preciada y gruesa carpeta para ordenar que lo llevaran a la universidad unos minutos antes de lo estipulado, era eso o llegar tarde por meterse a su cuarto a leer todo el contenido. El chófer amablemente le abrió la puerta y se encargó de conducir con calma hasta el enorme establecimiento educativo.
Una vez en marcha, la carpeta fue abierta en el regazo del menor mientras sentía su corazón bombeando, con miedo de lo que pudiera encontrar.
Unas cuantas hojas después, el suspenso inicial se había disipado un poco, era información reciente y más que nada sobre la universidad y lo que su beca deportiva cubría y que no, sus notas, partidos jugados y otras cosas más; aunque quería pasarse esa información, no podía, no quería que se le escapara ni un solo detalle que le pudiera ayudar. No fue sino hasta que estuvo apunto de llegar a la parte final de la universidad que llegó a un documento interesante de los archivos. Hablaba sobre la vida pasada del joven.
Seguía siendo sobre la beca, pero en este papel se enfocaba en porque Steve era un candidato primordial para brindársela, no solo por su talento deportivo sino por la situación que estaba pasando en ese momento, haciendo que los trámites se aceleraran a su favor.
Después de una descripción general del estado emocional de un chico de 18 años completamente alterado, fue que encontró un expediente policíaco del suceso y con este venían fotos del caso.
Antes de leerlo a detalle, la curiosidad le ganó al menor y sacó las fotos del pequeño sobre tamaño A5 con los nervios a flor de piel, en la primera vio a su alfa maltrecho.
El escenario era un barrio sucio fuera de su contexto habitual, donde Tony se rodeaba de casas de lujo, era diferente. Todo gris y descuidado, con edificios viejos y algunas casas casi destartaladas que le daban un aire lúgubre. En el centro de esa primera foto se encontraba una patrulla con las luces encendidas y en la parte posterior de carga se encontraba un Steve de dieciocho años, casi igual de alto, más delgado, recién formando sus músculos de deportista, su cabeza estaba gacha y la policía le había brindado una manta para pasar el frio que rodeaba sus hombros, mientras que en sus manos tenía una pequeña taza de plástico que supuso sería de alguna bebida caliente.
Pasó a la siguiente foto y vio la puerta de un deteriorado departamento, abierto a la fuerza, la cerradura semi salida y la madera de la puerta rota en grandes trozos. En el piso de una alfombra ya vieja de un verde grisáceo se apreciaban objetos tirados y pequeñas gotas de sangre, con nervios Anthony pasó a la siguiente imagen y cuando la vio casi deja escapar una exhalación .
El cuerpo de una mujer con el rostro cubierto se apreciaba en todo su esplendor. Su desgastado pero limpio vestido estaba manchado de sangre hasta su regazo y se notaba una de sus manos doblada en una dirección que no debía ser posible de forma natural. La tela provisional que habían puesto los policías ya se encontraba empapada de sangre en gran parte.
Estaba viendo a una persona muerta.
Anthony respiró, tratando de calmar sus sentimientos, de que su corazón no bombee como lo estaba haciendo y finalmente vio la última foto. Esta sí se deslizó por sus dedos cayendo a la tapete del carro.
Era el cuerpo de un hombre completamente destrozado.
Continuará...