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Disforia por Daena Blackfyre

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Volver a viajar le cansó más de lo que imaginó. La primera vez que se subió al avión fue un momento incómodo, pero cuando regresaron lo padeció mucho más. Ese par de semanas en España no estuvieron mal en realidad. El calor del lugar fue muy agradable e incluso paseó por la playa más de una vez.


Garp le había comprado otro celular y era mucho más moderno que el que usaba antes. No tenía botones, sólo una pantalla táctil y Ace se entretuvo bastante utilizándolo. Incluso podía navegar en Internet allí, qué increíble. Su teléfono anterior era muy viejo y estaba roto, pero servía para enviar mensajes a Sabo. Ahora, el número de ese chico ya no estaba entre sus contactos y eso le causaba más melancolía de la que podía manejar.


Perdió el entusiasmo rápidamente por ese celular, aunque nada lo emocionaba demasiado en realidad. Le gustó poder escuchar música. Perdió muchas horas haciendo eso y durmiendo. Dormía mucho y Ace creyó que se debía a que dejó su medicina para la narcolepsia. Luego de un día que la olvidó, perdió la costumbre de tomarla. Garp le dijo que debería ir al médico para que se la vuelva a recetar, pero no le importaba mucho. Ace ya estaba acostumbrado y podía darse cuenta cuándo iba a tener un episodio, casi siempre en realidad.


Rosinante y Law se mudaron con ellos finalmente. Por lo que oyó, a Doflamingo no le agradó la noticia, pero aun así todos regresaron juntos.


La casa era grande, tanto como para que vivieran todos allí y Ace tuviera su propio cuarto. Aunque fue necesario remodelar bastante, comprar muebles, pintar y cosas en las que casi no participó. Al parecer, hacía muy poco que los viejos tenían esa casa y había algunas cosas que aún estaban en construcción.


El verano se esfumó y en noviembre las hojas cayeron manchando el suelo de amarillo y naranja. Hacía frío, mucho, y a Ace no le gustaba. Se refugió en mantas y en ropa abrigada que acababa de adquirir. Nunca sufrió mucho el frío, pero ese otoño no le estaba sentando bien. Incluso se había resfriado. Él jamás se enfermaba, pero llevaba días cansado, con las nariz llena de mocos y las malditas náuseas que no lo dejaban en paz.


Ese día se levantó a las dos de la tarde y podría haber dormido más. Aun así, intentaba levantarse para no sentirse un zángano que dormía todo el día.


Esa semana, Sengoku y Garp habían salido de viaje el día anterior, así que sólo se estaban Rosinante y Law en la casa. Los encontró en la cocina intentando hacer panqueques y Ace frunció las cejas al ver el desastre. El olor a quemado le hizo sentir más enfermo. Rosi lo intentaba pero no era un buen cocinero.


—¡Ace! —espetó al verlo—. ¡Qué bueno que despertaste! ¿Quieres probar?


Miró con algo de desconfianza la pila de panqueques que Rosi le señaló. Algunos lucían quemados mientras que otros lucían mucho mejor.


La cocina tenía una gran isla en el medio con seis sillas y Law estaba en una de ellas. El niño estaba cubierto de harina y se veía gracioso. Ace se sentó a su lado.


—¿Estaban aburridos? —preguntó mientras cortaba un pedazo de los panqueques y lo probaba. No sabía mal como esperó, pero le faltaba un sabor más dulce.


—Cora-san quiso hacer como en el video —dijo Law y le explicó que habían intentado recrear un video de Tasty. Podría haber salido peor.


Vio un frasco de Nutella sobre la mesa y se relamió los labios. Esa maldita pasta era muy rica y cuando la untó en los panqueques el sabor mejoró muchísimo. Últimamente no comía demasiado porque su estómago no soportaba nada. Comía poco y muy despacio porque le daba miedo vomitarlo. A veces bebía té, yogurt y pan que Law despreciaba. Lo suficiente para sobrevivir, pero eso no lo alimentaba y lo sabía. Era difícil porque estaba acostumbrado a consumir grandes cantidades de comida sin que le afectara en lo más mínimo, pero creía que era pasajero.


Masticó parte de esos panqueques e incluso lamió la cuchara hasta que su garganta se cerró después de un par de bocados. Respiró profundo y dejó la comida a un lado.


—¿Ace? —La voz de Rosinante rompió en sus pensamientos—. ¿Estás bien? ¿No te gustaron?


—No es eso —contestó rápidamente porque no sabía mal y sí le gustó, pero sentía que no podía comer—. Sólo... no tengo hambre.


Aquel hombre no parecía convencido. Estaba limpiando el desastre que quedó en la cocina y se detuvo para ver a Ace con esa mirada analítica que lo ponía incómodo.


—¿Prefieres otra cosa? Te dejamos una porción de comida que quedó del almuerzo, puedo calentarla para ti.


—Estoy bien, Rosi —interrumpió con una sonrisa—. Más tarde comeré.


Eso era una mentira muy grande, pero Ace no lo diría. Tomó una servilleta para sonarse la nariz mientras Rosinante seguía limpiando.


—Estás comiendo muy poco —evidenció poniendo un poco incómodo a Ace—. Aún no te mejoras. Quizá podríamos ir al médico.


—No hace falta, sólo es gripe.


En realidad, Ace no sabía si era una gripe o no. Porque no tenía fiebre o dolor de garganta. Sólo dormía mucho y su estómago no retenía la comida. ¿Un resfriado raro? Sí, seguramente.


Pensó en ayudar a Rosi a limpiar y se bajó de la silla para dirigirse a él, pero apenas sus pies tocaron el suelo se sintió mareado. Sostuvo su cabeza que le daba vueltas y su otra mano se aferró a la mesada para no caer. Tiró la silla al suelo sin notarlo y sintió que él también perdía el equilibrio, pero Rosinante lo agarró antes.


Tal vez no fue buena idea dejar su medicina, aunque esto no se sintió como uno de sus episodios de narcolepsia. En ningún momento perdió la consciencia, pero estuvo a punto. Rosi lo ayudó a sentarse en el sillón hasta que su mareo pasó y pudo respirar más tranquilo.


—¿Mejor? —preguntó tendiéndole un vaso de agua y Ace asintió aceptándolo.


—Creo que la narcolepsia está empeorando.


No era médico para diagnosticarse, pero suponía que ese era el motivo de su cansancio y la forma rara en que dormía. ¿La narcolepsia también daba náuseas? Quizá.


—Ace —mencionó su nombre con un tinte autoritario y pudo sentir que estaba por recibir un regaño—. Tienes que ir al médico, no puedes estar cayéndote por todos lados.


—No es tan grave...


Desde que se mudaron juntos, Rosinante se sorprendió cuando repentinamente Ace caía dormido sin aviso hasta durante la comida. Era difícil convivir con otras personas. Antes Ace siempre estaba solo y nadie lo molestaba, ahora tenía que soportar todas esas personas metiéndose con él todo el tiempo.


—Basta, Rosi. No pienso ir, así que deja de insistir.


Se apartó para regresar a su habitación y encerrarse de nuevo.


¿Por qué debían obligarlo a hacer algo que no quería? Debería haber huido así no tenía que lidiar con estas cosas.


Ni siquiera se molestó en abrir las cortinas para que entrara la luz de sol. No quería sentirlo en su piel. En ese momento, hasta le dolía tener que asomarse fuera para enfrentarse con el viento frío que recorría las calles. No le molestó sentirse un vampiro en busca del calor de su cama. Se hundió en las mantas de nuevo y volvió a quedarse dormido sin ningún esfuerzo.


Cuando se despertó ya era de noche y no tenía idea de la hora. Le dolía muchísimo la cabeza y cada parte de su cuerpo estaba resentida. Moverse era un suplicio y hasta pensó en volver a dormirse. Ace había olvidado cómo era sentirse lleno de energía.


Pasó por el baño para orinar mientras bostezaba por milésima vez. Se miró al espejo y notó que parecía alguna clase de espectro. Las ojeras ya se habían convertido en negras cuencas debajo de sus ojos, su cabello estaba largo y lleno de nudos, pero lo que más le impresionó fueron sus brazos flacos. ¿Siempre había sido así? Tampoco lo recordaba.


Intentó estirarse y pensó en darse una ducha.


Algo que también le dolía era el pecho. No era un detalle al que le prestara demasiada atención, pero a veces, cuando se rozaba sin querer, lo recordaba. Sus manos viajaron hasta su pecho y lo apretó. Una mueca de desagrado se formó en su rostro al sentirlo. Pensar que esa parte de su cuerpo estaba creciendo le desagradó. A veces le dolía cuando tenía que venir el estúpido período, quizá fuese por eso, pero no era algo en lo que pensara seguido. Le incomodaba recordar ese detalle de su biología.


El agua caliente lo ayudaría a pensar mejor o eso creyó.


Incluso fue hasta la cocina para comer. Corazón no estaba por allí, lo oyó hablar por teléfono cuando pasó por las habitaciones, y Law tampoco apareció.


Se hizo un sandwich con lo que lo encontró. No le apetecía comer nada caliente. Estuvo bien, tanto que pensó comer otro y lo hizo.


La madrugada se le hizo larga e interrumpida. La narcolepsia siempre le provocó sueños raros y, últimamente, pesadillas. Más de una vez se despertó asustado y sudando frío. Esa noche no fue la excepción, se despertó agitado y la piel se le erizó cuando sintió una horrible sensación subir por su garganta al levantarse de forma brusca.


Tapó su boca con la mano con mucha fuerza, pero eso no alcanzó para calmarse. La rapidez con la que corrió al baño fue abrumadora, casi como una ráfaga. Sintió lágrimas bajando desde sus ojos por el esfuerzo e intentó contener la tos para no despertar a nadie mientras procuraba no ahogarse.


Otra vez lo mismo.


Tembló allí de rodillas en el suelo mientras sus manos se aferraba al borde del retrete y apretó los dientes sintiéndose confundido, asustado y con muchísima incertidumbre.


Antes no le pasaban este tipo de cosas. ¿Será que estaba enfermo? Le daba miedo pensar en eso. Jamás se había enfermado y podía contar la cantidad de veces que se resfrió con una mano, aunque en esas ocasiones los malestares no pasaban de un poco de mocos y tos. Ahora no podía entender qué era lo que pasaba.


No quería decirle a nadie porque le aterraba pensar en ir a un médico. Además, antes que Garp se marchara, le había dicho que debía ir a uno para que le diera nueva medicación y deberían resolver el tema de la escuela.


Se sentó a un rincón del piso sosteniendo su estómago maldito y respiró profundo.


Si hubiera huido, ¿eso le habría hecho mejor? ¿Qué habría pasado? ¿Aún estaba a tiempo para marcharse y elegir otro rumbo? Ace dudaba que pudiera siquiera planearlo con lo mal que se sentía. Ahora estaba solo. Su situación era muy distinta a cuando estaba con Sabo. La seguridad que le embargó en ese momento ya sólo era un triste recuerdo.


Recordó las noches donde se la pasaban hablando y trazando líneas en mapas impresos en el cyber del pueblo. Todos esos papeles acabaron en la basura al igual que sus ganas por pensar en buscar su propia libertad.


Arañó la blanca taza cuando sintió otra arcada atravesarlo y supo al instante que esa sería otra de las noches donde se quedaba en vela con el estómago revuelto, sus sentimientos rotos y el rostro mojado de lágrimas.


.


.


.


Desde hace mucho tiempo, Rosinante tenía la costumbre de despertar temprano. Así podía aprovechaba para habituarse a esa nueva casa donde convivía desde hace poco tiempo. Quizás, en los años que viajó por su trabajo, debería haberse preocupado por tener un lugar propio pero eso nunca le interesó. Tampoco se imaginó teniendo hijos, pero la llegada de Law a su vida lo tomó por sorpresa.


La verdad que no había podido dejar solo a ese pequeño niño. Él también había perdido a sus padres hace muchos años y Sengoku lo adoptó, ¿por qué no haría lo mismo con ese chico con el que se encariñó?


No fue un problema. Law era un buen niño, pero le gustaría saber cómo hacerlo más feliz. Era consciente que el tiempo lo ayudaría a reponerse de lo que vivió. Tenía que ayudarle a tener una vida mejor y ganar buenas experiencias que se volvieran más significativas que los malos recuerdos.


Preparó el desayuno ese día y quemó uno de los trapos haciendo tostadas. Cuando le contó a Doflamingo que iba a adoptar un niño, su hermano le recordó su natural torpeza y le preguntó si estaba seguro. Rosinante nunca había estado tan seguro de algo en toda su vida.


Una cosa que descubrió con la convivencia es que Law también despertaba temprano y que le costaba mucho dormirse. Varias noches, Rosinante lo acompañaba hasta que se quedaba dormido y dejaba alguna luz encendida para que no se asustara si despertaba en medio de la noche solo.


Law apareció en la cocina y tiró de su pantalón de pijama. Le dio los buenos días al niño acariciando su cabello negro y le dijo que fuera a sentarse, que enseguida le daría su desayuno, pero Law no le hizo caso y volvió a tirar de su ropa para llamarle la atención.


—Cora-san —dijo—. Se durmió en el baño.


En un principio, no terminó de entender qué decía su hijo, pero prefirió seguirlo. Entraron al cuarto de Ace y fueron al baño particular que tenía. Rosinante se asustó y también sintió confusión cuando vio a Ace acurrucado contra el inodoro con los brazos sobre el borde de la taza haciendo de almohada para su cabeza.


Corazón había tenido una vida complicada —sobre todo por el hermano que tenía— y por ende presenció muchas cosas turbias, más de las que le gustaría ostentar. Así que ahora varias escenas fuertes pasaron por su cabeza, pero intentó mantener la calma.


Con cuidado se acercó al chico para despertarlo y éste pareció alterado como si acabara de tener una pesadilla.


—Ace, tranquilo —dijo con una voz dulce—. Este es un lugar muy incómodo para que estés.


—Rosi, yo... —Ace sostuvo su cabeza aturdido por el sueño—. Creo que me dormí...


No hacía falta que se lo dijera. Ya se había dado cuenta que algo malo sucedía con ese chico.


Desde que lo conoció, Ace siempre le llamó mucho la atención. Sobre todo la seguridad que tenía al afirmar su identidad siendo tan pequeño y con muchas experiencias por vivir. Era fuerte y por eso Corazón lo admiraba. Sin embargo, ahora podía percibir y notar que estaba mal. Garp le comentó que había tenido un problema antes de irse con él, alguna clase de decepción amorosa y entendía que eso lo tenía destrozado.


Rosinante estuvo ahí y también fue un adolescente con el corazón roto. A veces incluso era un adulto que experimentaba sus ilusiones romperse en pedazos. Aun así, no podía dejar que Ace, siendo tan joven, se destruyera.


Lo ayudó a ir hasta su cama y Law los miró atento desde la puerta. Quizá tenía miedo y se mantuvo expectante. Era un buen niño y había desarrollado cariño por Ace, cosa que la pareció increíble y adorable, y ahora se mostraba interesado por lo que ocurría.


Se inclinó delante de ese chico y trató de sonreírle con tranquilidad.


—Ace —dijo con una voz suave para no alterarlo—. ¿Te sientes mejor?


Asintió. No lo oyó decir nada. Lo notó pensativo y callado, Rosinante debería aprovechar esa oportunidad para hablarle e intentar llegar a él. Sabía que no era nadie para decirle a Ace qué hacer, pero allí estaba y ambos vivían juntos, tenía que intentarlo.


—No puedes seguir así —Corazón habló sin ningún tipo de rodeo—. Sé que te sientes mal y triste, pero no debes quedarte con eso y pensar que pasará. A veces... No somos capaces de lidiar con nuestras propias emociones y está bien, no te sientas culpable. Quizá podríamos buscar ayuda, un doctor, terapia o las dos cosas; pero ya no puedes seguir así.


Lo vio morderse los labios temblorosos y bajar la cabeza. No se mostró combativo como de costumbre y eso le llenó de esperanza.


—No... No estoy loco —aclaró Ace—, pero... No lo sé, no quiero ir.


—Prometo que estaré contigo todo el tiempo —aseguró con completa sinceridad—. Si algo sale mal o no te gusta, nos iremos, pero es necesario hacerlo.


Ace pareció pensarlo y se tomó un largo rato para hacerlo.


Cuando aceptó, Rosinante se sintió muy orgulloso y hasta lo abrazó. Ese niño lo tenía muy preocupado, pero al menos había logrado convencerlo de ir a un médico. Quizá sería bueno hacerle un chequeo y consultar con terapia. Pensó en decirle a Garp y Sengoku, pero no quería preocuparlos por algo en que, por el momento, no podían participar. Si las cosas se salían de control hablaría con ellos. Lo primordial era Ace en ese instante.


.


.


.


Ese día en particular se sintió muy mal, pero quizá fuera porque tenía su cita con el médico de la cual no podía escapar. Esperar en la guardia fue un martirio y comenzó a pensar que todo esto era innecesario. ¿Qué tenía de malo haberse sentido un poco mal? A todo el mundo le pasaba. Además, si quería o no comer era su decisión. No es que haya tomado la decisión de despreciar la comida, sino que le caía mal o no tenía apetito. Era pasajero, pronto se recuperaría, aunque al mismo tiempo recordaba las noches en que había dormido en el baño de tanto vomitar y ya no se sentía tan seguro. Rosinante no lo dejaría irse de todas formas.


Era lunes y había muchísima gente por todos lados. El olor a desinfectante le penetró la nariz causándole un asco infinito. Ace no estaba seguro de poder sobrevivir esa consulta.


El único que parecía muy curioso era Law quien miraba todo el movimiento de ese lugar asombrado, al menos alguien estaba disfrutando ese "paseo". Se supone que debían hablar con un médico clínico primero para explicarle los problemas que había tenido y luego verían qué más hacer. Era el primer paso agotador.


Entraron a la consulta y sintió las náuseas en la garganta cuando tuvo que hablar con el doctor para explicarle qué le ocurría, pero se las tragó porque no era el mejor lugar para vomitar. Explicó —de una forma resumida y demasiado liviana— lo que pasaba y sintió que Corazón, sentado con Law en sus piernas, lo miraba disconforme. Algunos mareos, mucho cansancio, dormía demasiado y comía poco.


—También has vomitado —acotó y Law se volteó a ver a su papá, quien lucía serio—. Y te desvaneces.


—Eso es por la narcolepsia —aseguró Ace y el médico escribió.


Aquel hombre era una persona mayor y se tomaba su tiempo para oír con atención todos los síntomas o situaciones que le describían. ¿Cómo dijo que se llamaba? Crocus, o eso fue lo que entendió Ace. Además le resultó gracioso que debajo de su bata blanca de médico tuviera una camisa floreada, parecía listo para ir a la playa en lugar de atender una consulta.


Tuvo que explicarle sobre su narcolepsia, hace cuanto lo tenía y la medicación que tomaba. Estaba seguro que terminaría dándole otra y esperaba que sus problemas se solucionaran con eso.


—Y... —Rosinante miró a Ace pensando si podía decir o no otros pequeños detalles.


Apretó los labios sintiéndose molesto. Tal vez debería pegarse un cartel en la cara que especificara qué tenía entre las piernas, porque al parecer era muy importante para el resto del mundo. No dijo nada mientras Rosi le explicaba al médico y éste ni siquiera se inmutó.


—¿Haces algún tratamiento hormonal? —indagó Crocus y Ace negó diciendo que no tomaba ningún tipo de medicación, tampoco entendió muy bien eso de tratamiento, pero no preguntó—. Pueden ser varias causas: Anemia, algún desorden hormonal o incluso algo más, pero tienes que hacer unos análisis.


Escribió unas órdenes para las pruebas de sangre y orina que debía realizarse. El doctor le dijo que vaya a hacerlos ahora para que se los dieran en unos días y pudiera volver. Al menos esa parte ya estaba resuelta. No fue tan terrible como creyó o al menos eso sintió Ace.


Las agujas no le daban miedo, pero sí resultaba un poco incómodo. Los análisis fueron bastante rápidos y Rosinante sugirió que vayan a comer algo. Una cosa que Ace no podía entender de Law era por qué despreciaba tanto el pan, ¿sería por la textura, el sabor, el concepto? Tampoco planeaba preguntarlo, eso era en lo que menos pensaba.


Ace tenía el estómago cerrado y respiró profundo mientras veía el plato de arroz con verduras y trozos de carne frente a él. Rosi sugirió que comiera eso, que parecía nutritivo, pero Ace no estaba seguro. Tenía que comer algo, lo sabía, su falta de energía también se debía a su mala alimentación. No quería decepcionar a Rosinante, sin embargo. Ese hombre se estaba preocupando en exceso por él y no quería ser un desagradecido. Además, tal vez comiendo podía demostrarle que exageró y nada le pasaba.


Tomó el tenedor y lo llenó de varias de las cosas que tenía en su plato, pero se detuvo cuando el olor lo golpeó. Tenía cebolla, mucha, y se notaba. Tuvo que respirar por la boca para ignorar esa sensación que le subía hasta la garganta. ¿Por qué? Si siempre le gustó la cebolla, no tenía problemas con los sabores fuertes, incluso no le importaba comerla cruda, pero en ese momento sentía que hasta su nuca comenzó a sudar mientras sostenía la comida.


El restaurante estaba lleno de gente y a unas pocas calles de la clínica. La mesa donde estaban sentados era pequeña, pero Ace comenzó a sentir que era inmensa. Respiró profundo mientras intentaba distraerse mirando cómo Corazón ayudaba a Law a comer, pero el niño era muy ordenado y quería mostrarle a su papá cómo podía hacerlo solo. Ace sonrió pensando que era muy tierno y ambos hacían un cuadro muy lindo. Rosi era un buen papá. Al menos eso pensó hasta que se cortó intentando trozar el pescado del niño, pero el hombre siempre tenía curitas o elementos de primeros auxilios a la mano.


Picó un poco del arroz y cositas de su plato, pero todo tenía un sabor demasiado intenso y le daba miedo que su estómago lo traicione. Paró varias veces porque tenía miedo de vomitar en la mesa. Antes ese plato no le hubiera durado ni diez minutos y ya estaría pidiendo otro, pero ahora habían pasado casi cuarenta minutos y no había llegado a comerse la mitad. No pudo contenerse de hacer una arcada cuando masticó un pedazo de carne que tenía grasa y una textura chiclosa que le dio asco. Se inclinó mientras se tapaba la boca con toda la mano y respiraba profundo para calmarse.


—¿Ace, estás bien? —preguntó Corazón poniéndole una mano en la espalda.


Ace sólo negó y escupió la comida que tenía en la boca dentro de su mano disimulando para que Rosi no lo notara.


—Me mordí —mintió e intentó sonreír para mostrar que en serio estaba bien, pero sabía que no convenció a ese hombre, aunque no le dijo nada.


Intentó seguir actuando con normalidad aunque en su garganta se formó un nudo peligroso que le impidió seguir comiendo. Ace tomó una servilleta de papel para limpiarse y ocultar esa comida que no pudo terminar de tragar.


Quizá algo no andaba bien con él y eso lo ponía nervioso. Tal vez le dieran una medicación que lo hiciera sentir mejor pronto. Eso sería agradable.


No hubo postre, pero sí fueron a caminar a un parque que había allí cerca para tomar un poco de aire y regresar a su casa.


Los días pasaron rápido y no se sintió mejor. Su cuerpo estaba tenso cuando regresaron a la clínica. Law le tomó la mano mientras iban a buscar los análisis y eso le ayudó a mantenerse estable. Volver a ese consultorio le bajaba la presión. Aun así, se mantuvo optimista pensando que tal vez saldrían pronto, pero no fue así. ¿Por qué tardaba tanto ese médico en decirle qué pasaba? Un poco le preocupó eso.


—¿Recuerdas cuándo fue tu último periodo? —preguntó Crocus y Ace ladeó la cabeza confundido—. Tu último periodo menstrual.


El rostro se le puso rojo al instante y se sintió muy incómodo por esa pregunta. ¿Qué tenía que ver? Eso era en lo que menos pensaba. Intentó recordar al respecto. La sangre, las toallas, los tampones, los dolores... Odiaba todo eso. No podía acordarse la última vez que lo experimentó. Sintió que había pasado tiempo ya.


—¿Por qué? —espetó a la defensiva—. No sé... No lo recuerdo.


El médico asintió mientras miraba de nuevo los estudios.


—¿Eres activo sexualmente? —preguntó repentinamente.


Ace casi se atraganta con su propia saliva. ¿Qué eran todas esas preguntas? No quería contestar, menos delante de Rosinante. Cada vez fue haciéndose más pequeño en ese asiento y su silencio avergonzado pareció ser suficiente respuesta.


—En tus análisis figura una hormona que sólo está presente durante el embarazo, además la falta de menstruación lo comprueba —explicó Crocus y el ambiente se volvió frío, gélido, pero siguió hablando—. Aun así tendrás que consultar con tu ginecólogo para hacerte una ecografía, te puedo recomendar un profesional si no tienes.


El doctor siguió anotando cosas y comentando otras, pero Ace no escuchó absolutamente nada de lo que dijo.


Sólo pasó un instante, que pareció eterno, donde fue incapaz de reaccionar. ¿Qué cosa acababa de decirle? ¿Embarazo? ¿Él? ¿Qué?


Tenía que ser una mentira.


Sintió que en ese instante podría gritar, desmayarse, vomitar; todo junto. Cualquier cosa.


Esperó que el médico le dijera que era mentira o que había entendido mal, pero ese momento nunca llegó.


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