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Disforia por Daena Blackfyre

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Notas del capitulo:

ANUNCIO IMPORTANTE


Hola! La historia en realidad tiene 40 capítulos y no sólo 12. Dejaré de publicarla aquí en AY.
Si alguien está interesado en seguir leyendo este fanfic puede leerlo en AO3 o en Wattpad. En ambos soy DaenaBlackfyre y la historia tiene el mismo nombre.
También me pueden escribir por Tumblr @daenablackfyre
Saludos!

La impresión que recorrió su cuerpo le hizo estremecer. Miró a Ace a su lado y ese chico parecía ido, como si no hubiese terminado de comprender lo que el doctor dijo. A Rosinante le costó creerlo y necesitó una confirmación. Aquel médico volvió reiterarle qué era lo que Ace tenía y aun así le pareció increíble. En ese momento, tuvo que recordar que ese niño tenía un cuerpo diferente y lo suficientemente desarrollado como para concebir un bebé si no tenía el cuidado adecuado. Se acostumbró mucho a que Ace fuera un chico, tanto que olvidó ese pequeño detalle.

Crocus le entregó las órdenes, los análisis y también escribió los profesionales recomendados. Rosinante sintió que el hombre lo miraba con algo de reproche por la situación y podía entenderlo. Ace era demasiado joven y quizás le había faltado atención, educación, para no estar pasando por esto. Había tantas cosas que podrían haber hecho mejor, pero ya estaban en esta situación y no podían hacer más que enfrentarla. Tomó todas las recomendaciones y no pudo despedirse como es debido porque Ace se levantó para salir rápido de ese lugar. Como pudo, Rosi tomó a Law para ir detrás de él.

Lo encontró en el estacionamiento cercano vomitando en el borde de la calle. Los nervios y las náuseas que ya sentía lo atacaron de golpe provocando que lanzara todo lo poco que había alcanzado a comer.

Ace se agarró la cabeza frustrado y negó una y otra vez pensando que no podía estar pasando esto. Era mentira, debía ser un error. Él no podía tener un bebé, porque esos los tienen las mujeres y él no era una.

Tosió intentando controlar las arcadas y sintió la mano de Rosi en su espalda que susurraba de una forma tranquila que se calmara. Se sentía tan impactado, tan fuera de sí, que fue incapaz de decir algo. Rosi lo ayudó a levantarse y sintió cómo la pequeña mano de Law sostenía la suya mientras juntos lo guiaban hasta su auto para irse. Se sintió como una basura en ese instante porque incluso el niño de cuatro años parecía preocupado por él.

Rosinante era demasiado bueno. No dijo nada ni tampoco le miró con algún tipo de molestia. Sólo lo dejó en el asiento y le puso el cinturón. Ace ni siquiera se dio cuenta cuándo arrancaron porque apoyó la cabeza contra el vidrio y cerró los ojos desmayándose. El cansancio de días durmiendo mal lo atacó de repente haciéndolo colapsar. Seguramente cuando despertara descubriría que sólo había estado soñando.

Apenas regresaron, Rosi lo despertó y dejó que Ace fuera a su cuarto, porque ninguno de los estaba listo para hablar del tema. ¿Era bueno dejarlo solo? No sabía.

Law se mantuvo cerca de él y trató de sonreírle al niño, por más que éste supiera que todo estaba mal.

¿Qué debería hacer ahora? ¿Qué le diría a Garp y Sengoku? Pensó en llamarlos, pero se retractó. Lo mejor era saber primero exactamente el estado de Ace. Los dos viejos le harían preguntas y Rosi en ese momento no tenía más información que lo dicho por el médico.

El hombre serio y con esa apariencia sabia le dijo que debía hacerse cargo de Ace, acompañarlo a las consultas y que siguiera los procedimientos, además de ver a los profesionales que le darían las opciones para su caso. Rosinante sabía que se lo decía porque Ace tenía sólo catorce años, era un niño, y necesitaba alguien con quién afrontar esa situación.

Pensó mucho en todas las cosas que se pudieron hacer antes para que no terminara todo así, pero la realidad era que no se podía hacer nada de eso ahora. Le preocupaba mucho cómo esta situación afectaría a Ace. No podría ocultarlo por mucho, había que tomar una decisión, pero ¿cómo podía hacerle entender eso? Apenas era un niño, no podía pretender que tomara decisiones como un adulto. Era muy frustrante, pero estaría con él, no iba a dejarlo sufrir solo.

La mañana pasó muy rápido y el mediodía llegó. Preparó el almuerzo y se lo dio a Law. Estuvo un rato con su hijo, pero su cabeza seguía revuelta y agitada por toda la situación. Cuando terminaron, preparó una bandeja y fue hasta el cuarto de Ace.

Quizá debería darle más espacio hasta que estuviera listo, pero no podían esperar. Debían saber qué hacer, pero para eso tenía que hablar con él primero.

Tocó la puerta, pero no obtuvo respuesta, así que entró.

La habitación estaba completamente oscura pero la luz del pasillo fue suficiente para que pudiera entrar sin tropezarse. Dejó la bandeja en la mesa junto a la cama y fue a cerrar la puerta luego de encender la pequeña lámpara sobre el mueble. La luz suave iluminó un poco el bulto envuelto en un gran edredón blanco. Se sentó mientras estiraba una mano para tocarlo y tratar de encontrar a Ace allí debajo.

—Ace —dijo con una voz suave—. Despierta, es hora de comer.

—Mmm… —Lo oyó quejarse y moverse con la cara enterrada en la almohada—. No quiero, no tengo hambre.

—Pero debes comer algo —insistió y Ace alzó el rostro para verlo, estaba enojado.

—No, no debo —sentenció y se acostó dándole la espalda—. Déjame en paz, Rosi.

Un suspiro abandonó sus labios y no dijo nada al instante. Desde el primer momento supo que esto no sería fácil y no pensaba retroceder.

—Tenemos que hablar —dijo sintiendo cómo el niño a su lado se tensó.

—No quiero.

—Ace, es necesario.

—Mentira —Ace lo interrumpió con rabia en su voz—. Ese médico, el resultado… tiene que ser una mentira.

Pasaron algunos instantes donde no dijeron nada y Rosinante se sintió cansado. Era un hombre muy paciente, pero no sabía cómo hacer para que Ace entendiera que no podía estar en negación por tanto tiempo. Era su salud lo que estaba en juego y debían hacer algo pronto.

—Tuviste sexo sin cuidado —habló tajante porque creyó que era necesario, aunque pensó que tal vez Ace nunca recibió algún tipo de educación sexual que le informara cómo prevenir embarazos o enfermedades. Ese niño estaba muy descuidado—. No has tenido periodo y tus síntomas… No es una mentira.

—¡Sí lo es! —espetó alzándose de la cama para mirar a ese hombre y enfrentarlo—. Esas cosas le pasan a la gente, no a mí, yo no soy… no soy una…

Sus palabras dejaron de salir y los labios se le torcieron en una mueca dolorosa. Ace sintió cómo su garganta se cerró y los ojos se le empañaron. Dolía mucho, se sentía demasiado frustrado y con miedo. Rosinante pudo ver eso y lo abrazó para contenerlo. Pensó que tal vez Ace lo alejaría, pero lo sintió aferrarse a su ropa como un gatito asustado.

—No quiero esto, Rosi —dijo con su voz hecha un hilo y las lágrimas comenzando a caer por su rostro—. No quiero…

Rosinante no tenía ningún consuelo para él más que decirle que todo estaría bien, que no estaba solo y que, pase lo que pase, lo acompañaría siempre. Abrazó fuerte a ese niño y también sintió miedo, porque era muy chico para tener que pasar por estas cosas y lloró con él un rato largo.

.

.

.

El día que fueron a la nueva cita médica, los nervios estaban a flor de piel. Ace sintió que sus manos, apretadas en su regazo, temblaban y tragó saliva cuando oyó que una mujer dijo su apellido en voz alta. Rosi puso una mano sobre su hombro recordándole que allí estaba. Law entró con ellos callado pero atento a todo lo que pasaba. No estaba solo, pero aun así tuvo que respirar profundamente para controlar la ansiedad que lo hacía estremecer.

Una mujer rubia les dio la bienvenida a su consultorio. Ella le sonrió con amabilidad y se sentaron luego de cerrar la puerta. Un escritorio los separaba de la doctora y se sintió muy nervioso por estar en esa situación de nuevo. Al menos esa mujer lucía mucho más agradable que el primer doctor que lo atendió. Ace alcanzó a leer el nombre de “Otohime” en varios diplomas enmarcados en la pared. Ese era el nombre de la médica que le recomendaron, aunque no recordaba si era ginecóloga, obstetra o ambas cosas, quizá debería aprender la diferencia.

Ella los saludó y les preguntó por qué estaban allí. Ace se sintió completamente incapaz de decirlo en voz alta y por suerte Rosinante habló por él, pero eso no significaba que le incomodara menos. Le tendió los análisis que se había hecho para que ella los mirara.

—Entiendo —mencionó Otohime asintiendo—. ¿Te llamas Ace, no?

Afirmó y la mirada de esa mujer era agradable. Parecía pensar con cuidado antes de hablar, pero nunca perdía su tono dulce.

—Me gustaría hacerte una ecografía antes de continuar, así sabemos qué tal está todo por allí, ¿alguna vez te hiciste una o algún control? —Recibió una respuesta negativa y ella suspiró. Cerró los estudios y los dejó sobre un escritorio para levantarse—. Ven conmigo.

La doctora le indicó que se levante y Ace dudó. Miró un instante a Rosinante y luego decidió alzarse mientras se preguntaba por qué tenía que estar pasando por esto. Era su culpa, pero aun así no quería tener que hacerlo.

Ella lo llevó a una habitación dentro del consultorio. Allí había una camilla, una puerta que llevaba a un baño y un montón de máquinas que Ace no tenía idea para qué servían. Quiso salir corriendo cuando ella le pidió que se quitara la ropa en el baño y se colocara una bata que había allí colgada. ¿Por qué? ¿Esto era necesario? Le dijo que sí, era parte del control, pero le hizo sentir muy incómodo.

Obedeció, sin embargo. Sintió muchísimo frío cuando tuvo que quitarse su ropa y sus nudillos se volvieron blancos de tanto que los apretó. Se recostó en esa camilla y ella le abrió las piernas para ver. Nunca en su vida creyó que podía sentirse tan avergonzado y con deseos de huir de un sitio. Clavó las uñas en la tela blanca de esa cama y sintió que se crispaba como un gato mientras la mujer hacía su trabajo.

Todo el tiempo se ocupó de hablarle para distraerlo, supuso, y además le explicaba qué tipo de cosas hacía. Contuvo la respiración cuando ella le abrió y metió algo. Dolió y fue sumamente incómodo, pero se contuvo para no expresar ningún sonido. Otohime se concentró en una pantalla, que parecía una televisión en blanco y negro, donde al parecer miraba su interior.

¿No se supone que las ecografías se hacían sobre la panza? Al menos eso entendió en las películas. Ella dijo que sí, pero que con esta podía ver otras cosas, como examinar todo su sistema reproductor, comprobar el crecimiento y el estado del feto, y otras cosas que Ace no entendió. Tenía esperanza que le dijera que no había nada allí y que todo había sido un error. No fue así. Ella le mostró dónde estaba alojada la cosa —la doctora le dio otro nombre, pero Ace no lo registró—. Sólo le bastó oír el ruido del corazón de la cosa para asumir lo real que era. Ace se cubrió el rostro con ambas manos aún allí recostado sin ser capaz de asumirlo.

La doctora anotó cosas mientras le hablaba. También revisó su cuerpo, su pecho, su abdomen. Las manos de esa mujer eran cuidadosas, junto con su mirada y su voz. Fue rápido, por lo que no se sintió tan traumatizado. Tuvo que pensar que no estaba allí, que eso no estaba pasando, para poder mostrarle su cuerpo a esa doctora y dejarla hacer su trabajo sin que su mente explotara del horror.

No fue demasiado tiempo, pero para Ace pasaron horas hasta que ella le dijo que podía ir a vestirse. Tuvo que limpiarse el gel lubricante que usó ella para el estudio y no se sintió para nada agradable. Cuando salió, Rosi le miró expectante con Law, pero no fue capaz de decir nada.

—Bien, Ace —habló Otohime cuando él se sentó enfrente a su escritorio—. En efecto, ya vas por la semana trece de gestación. Es bastante avanzado en realidad, pero debes saber cuáles son tus opciones.

La miró con espanto. ¿Llevaba 13 semanas con esa cosa ahí? Era una locura.

Otohime habló con cuidado y muy claro para que Ace entendiera. Sus opciones eran tres: Tenerlo, darlo en adopción o interrumpir el embarazo. Para ésta última, ella dijo que debía ser ya y debía realizarse con una intervención quirúrgica, porque ya estaba demasiado avanzado para utilizar pastillas y, según la ley, estaba rozando el límite para realizar una interrupción legal.

¿O sea que podía quitárselo con una operación? Le dio miedo pensar en eso y en más elementos externos invadiendo su cuerpo.

También le hizo algunas preguntas sobre su historia clínica, enfermedades preexistentes y antecedentes familiares. En caso que quisiera seguir, debería hacerse algunos exámenes más, pero de querer interrumpirlo era necesario tomar la decisión ahora.

No tenía la fuerza para pensar en eso. Ni siquiera podía terminar de entender cómo tenía algo alojado en su cuerpo, por más que escuchó su corazón. Estaba allí. Crecía y se alimentaba de él como un alien o un parásito. La piel se le erizaba de sólo pensarlo.

Sintió la necesidad de salir a tomar aire, pero se contuvo esta vez. Rosi habló con la doctora sobre cosas que Ace no terminó de escuchar, pero sí estuvo atento.

Salieron de la clínica para subirse al auto, pero no arrancaron. Ace tenía la mirada perdida en ningún punto en particular y quería llorar, pero cerró los ojos para contener esa sensación que casi lo ahogaba.

—Ace —Rosinante lo llamó con suavidad y siguió hablando aunque no recibió respuesta—. Yo sé que es todo muy repentino, pero es necesario decidir qué hacer.

Hubo un largo silencio cuando le dijo eso. Ya había oído lo que dijo la médica. Era necesario tomar medidas pronto.

—Si no quieres tenerlo está bien —le recordó para que Ace supiera que tenía esa opción—. No tienes que pasar por esto… Incluso puedes darlo en adopción, quedártelo… Lo que quieras podemos hacer.

Fue incapaz de contestar en ese momento. Sabía que tenía todas las opciones a su alcance, se lo habían dejado claro. Aborto, tenerlo, darlo en adopción… No sabía. Apenas estaba terminando de aceptar que dentro suyo había una cosa creciendo que, si lo dejaba, acabaría convirtiéndose en un bebé.

—No… No lo sé, creo que no quiero… tenerlo —murmuró muy bajo, pero Rosi lo oyó.

No dijo nada. Si eso era lo que Ace quería lo harían, pero también le daba miedo lo que pasaba. Ese niño era su responsabilidad y estaba aterrado de lo que fuera a pasar. Probablemente debería hablar con Garp, pero le prometió a Ace que no lo haría. Sólo lo hablarían cuando ambos hombres volvieran en un par de días, y tampoco permitiría que nada malo le ocurra.

Una vez más, Ace se encerró en su cuarto a pensar luego que regresaron.

No lloró como quiso en un primer momento. Sólo permaneció en la oscuridad mirando hacia el techo. Tuvo miedo de tocarse el abdomen, como si fuera a darle corriente el simple roce. Mordió sus labios y se perdió en su mente.

Tomó su celular e hizo lo que mejor que se le ocurrió: Buscar en Internet.

Enseguida le apareció un artículo de una clínica que decía “¿Estás considerando un aborto? Aprende más” y entró allí.

Leyó durante un rato información que le recordó a todo lo que la doctora Otohime le había dicho en su consulta y bajó hasta un sección que decía “Preguntas a tener en cuenta si estás considerando un aborto.”

“¿Estoy lista para ser madre?”

Ace apenas leyó eso lo odió. Él no sería una madre. No era una mujer. Se mordió los labios pensando que no era la culpa de ese artículo en Internet, si era habitual que quienes tuvieran bebés eran las mujeres, ¿por qué debería enojarse si estaba dirigido a ellas y no a personas como él? Aun así, le molestaba. No quería tener ese tipo de cuerpo, pero ya tenía a la cosa dentro. Ace no sería madre.

“¿De qué manera influiría en mi futuro el hecho de tener un hijo en este momento?”

“¿De qué manera influiría en mi familia el hecho de tener un hijo en este momento?”

“¿De qué manera se verían afectados mis objetivos profesionales si decido tener un bebé?”

No tenía la menor idea de cómo contestar nada de eso.

No tenía un futuro claro. Ni siquiera había terminado la secundaria, así que tampoco tenía claro cómo afectaría en su vida.

Pensó en Garp matándolo apenas se enterara. Tampoco tenía una familia como tal, por lo que tampoco sabía cómo lo afectaría.

“¿Tengo creencias religiosas o personales fuertes sobre el aborto?”

No, para nada. Sólo le daba miedo eso de la intervención quirúrgica.

“¿Hay alguien que me esté presionando para que aborte o para que no lo haga?”

No. De hecho, Rosinante le había dejado bien en claro que podía hacer lo que quiera y sabía que así era.

“¿La decisión de tener un bebé o abortar cambiaría mi vida en una forma que quiero o no quiero?”

“¿Qué tipo de apoyo necesitaría si decido realizarme un aborto o tener un bebé?”

Respiró agotado sin saber cómo contestar esas preguntas. Dejó el celular a un lado y se frotó el rostro cansado. Pensó en las personas con las que vivía, en Dadan, en Sabo… ¿Qué diría Sabo si lo viera ahora?

Se supone que habían hecho juntos a la cosa. Donde sea que esté, él no tenía idea del alien que crearon y ahora estaba consumiendo su cuerpo como una película de terror asquerosa. ¿Le molestaría? ¿Qué le diría que haga? Quizá tampoco tendría idea.

Allí no estaba Sabo. Ace se encontraba solo y con este enorme problema.

Volvió a mirar su celular y leyó una pregunta más de ese cuestionario.

“¿Consideraría dar en adopción?”

Un pequeño enlace en la palabra adopción lo llevó a información sobre el tema. Perdió su tiempo leyendo sobre cómo muchas veces esa era la opción utilizada ante embarazos no planificados. Cómo muchas familias, quienes les es imposible tener hijos por diversos motivos, estaban dispuestos a adoptar.

¿Alguien querría adoptar a su cosa?

Ace no estaba seguro si podría pasar por todo ese proceso.

Jamás vivió con personas embarazadas, pero sabía que debían estar muchísimos meses hasta que el bebé naciera. Los cuerpos se agrandaban y cambiaban. Ace sintió escalofríos al pensar que eso le ocurriría. Su propio cuerpo ya estaba cambiando mucho como para encima tener que pasar por algo así.

Hundió el rostro en la almohada suspirando.

Si no hubiera hecho eso con Sabo, no estaría ahora con ese problema. Aunque sí debía admitir que no se arrepentía. Porque Ace lo amó y aún lo hacía. No terminaba de entender cómo habían terminado haciendo a la cosa. Bueno, en realidad sí, porque ya se lo habían explicado. ¿Tomaría otras decisiones si pudiera volver el tiempo atrás? Ace sabía que sí, pero eso era imposible.

Volvió a colocarse mirando hacia arriba y se animó a tocarse el vientre. No sintió nada allí. Ni siquiera había panza. ¿En serio tenía algo que llegaría a convertirse en bebé?

Abrazó su almohada y se acurrucó un rato en la cama. Respiró profundo deseando en serio poder volver al pasado donde sus preocupaciones no eran en tener que decir si abortaba o qué.

Se animó a descargar un poco su frustración de nuevo y no le importó mojar su almohada una vez más con sus estúpidas lágrimas. Quizá después sabría qué hacer, aunque Ace lo dudaba.

.

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Rosi no volvió a hablar con Ace desde que llegaron, sabía que tenía que dejarlo procesar todo eso solo. Así que cenó junto a Law y luego fueron al cuarto de los abuelos a ver una película. Era la única habitación de la casa que tenía televisión y en ese momento les apetecía estar acostados. No creía que los abuelos se molesten, ellos no estaban usando ese cuarto por el momento.

No quería pensar qué les diría cuando regresaran en un par de días. Rosinante quería distraerse un poco con su pequeño hijo y tal vez después intentaría volver a hablar con Ace.

Pusieron El rey león y Law se durmió bastante rápido dejando a Corazón llorando solo por la muerte de Mufasa. Siempre esa parte le dejaba hecho pedazos y lloraba por más que tuviera treinta años.

Una presencia inesperada llamó su atención. Ace asomó la cabeza a través del marco de la puerta entreabierta y Rosi le hizo una seña para que se acercara. Notó los ojos rojos e hinchados de ese chico reluciendo en su cara triste y su corazón se partió.

—¿Quieres unirte? —le preguntó a Ace y éste sólo asintió.

Law se había acurrucado debajo de su brazo izquierdo y alzó el derecho indicándole a Ace que podía refugiarse ahí también, sabía que necesitaba ese mimo. Acarició la espalda de ese chico mientras de fondo se oía la canción de Hakuna Matata. Pasaron algunos minutos, no estaba seguro de cuántos, pero los suficientes como para casi llegar a la pelea final de la película, hasta que por fin se hablaron.

—Si… —La voz de Ace sonó temblorosa, pero aun así lo oyó perfectamente—. Si me lo saco, ¿dolerá mucho, verdad?

Corazón apretó los labios sin saber cómo contestar eso. No estaba seguro cómo se sentía experimentar un aborto, pero tenía la certeza que no era sencillo de afrontar.

—Los doctores sabrán cuidar de ti y estarás bien —aseguró mientras seguía acariciando su espalda.

Otra vez silencio y ya ninguno de los dos estaba viendo la película. Ambos tenían miedo, pero sabía que más Ace porque se trataba de su cuerpo y Rosi era consciente de los problemas que tenía con respecto a su identidad y cómo se veía. Estaba preocupado por cómo esta situación lo fuera a afectar psicológicamente.

—¿Y… si lo doy en adopción? —preguntó Ace inesperadamente y Rosinante se sintió confundido, porque percibió un poco de duda en sus palabras.

—Tendríamos que buscar una buena familia que se haga cargo de él —explicó pensando en ese caso hipotético—. Hay muchas parejas que adoptan niños porque no los pueden tener y les haría muy feliz cuidarlo.

Sintió cómo Ace se aferraba más a él y hundía el rostro en su pecho. Suponía que eso lo tocaba de cerca porque había sido adoptado también. Rosi lo entendía. Ambos fueron criados por personas que no eran sus padres biológicos y ahora el pequeño Law había llegado de la misma forma. Si Ace estaba decidido, podrían buscar personas adecuadas para cuidar de ese niño. Tenía contacto con abogados y personas que trabajaban en el sistema de adopción.

—Me da miedo… cómo me siento —dijo Ace alzando el rostro para ver a Rosi—. No quiero cambiar y verme como… como una… embarazada.

Trago saliva sintiendo dolor al ver a ese pequeño niño sufrir de aquella forma. Rosinante no encontró mejor consuelo que abrazarlo más fuerte contra él.

—No dejas de ser tú, sin importar el cuerpo que tengas —dijo con sinceridad esperando que sus palabras sirvieran de algo—. Si no quieres tenerlo, está bien, y si lo quieres dar en adopción también. Quizás incluso hagas a alguien feliz.

No sabía si sus palabras había surtido algún efecto en Ace, pero pareció relajarse un poco. Debían decidir qué hacer porque pronto volverían Garp y Sengoku, además que por lo avanzado que era el embarazo no podían esperar. Ace sabía que el tiempo era limitado y Rosi estaba seguro que tomaría la mejor decisión, la que él quisiera. Porque era su cuerpo y él elegiría qué hacer.


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